Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Un par de toquecitos en el hombro, delicados, sutiles, pero que bastaron para arrancar a Ayame de los brazos de Morfeo. Se revolvió con un débil gemido, y aún adormilada, se giró hacia la persona que la había llamado. Una mujer de cabellos oscuros y con una máscara de gas que le cubría la parte inferior del rostro...
—Ayame-chan —susurraba, tratando de despertarla del todo—. Ayame-chan, despierta. Quiero enseñarte una cosa. Vamos, sígueme.
—¿Shanise-senpai...? —balbuceó, acompañando su pregunta de un sonoro bostezo.
¿Pero cuánto tiempo había pasado desde que se había dormido? Sólo parecían haber sido unos pocos minutos. ¿Ya había amanecido? ¿Se había dormido? No. La luz que inundaba la habitación no provenía del exterior, sino de la lamparita que tenía en la mesita de noche junto a la cama y que debía de haber encendido la mujer, que estaba completamente vestida y ya la esperaba junto a la puerta.
—¿Qué ocurre, Shanise-senpai? ¿Qué quiere enseñarme? —preguntó, incorporándose y apoyando los pies en el suelo.
Se levantó, frotándose los ojos y tratando de despejar las telarañas del sueño que aún inundaban su mente. Aunque debía admitir que la curiosidad por lo que Shanise tenía que enseñarle estaba comenzando a eclipsar ese sueño.
—Rápido. Y tratemos de no despertar a tu compañero, ¿eh?
Ayame se detuvo momentáneamente y ladeó la cabeza ligeramente.
Shanise negó con la cabeza, y procurando hacer el menor ruido posible, giró el picaporte de la habitación, revelando el pasillo.
—No. Es algo que sólo debes ver tú. Quiero enseñarte una técnica que te resultará útil. Ya sabes. De nuestro clan. —Se ajustó el respirador con una mano y carraspeó.
»Venga, vamos.
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La jonin negó con la cabeza, abrió la puerta y dejó a la vista el pasillo.
—No. Es algo que sólo debes ver tú. Quiero enseñarte una técnica que te resultará útil. Ya sabes. De nuestro clan —Shanise se ajustó el respirador con una mano y carraspeó.
Y Ayame sintió que el corazón se le aceleraba.
—Una técnica de los Hōzuki... —murmuró, emocionada. Hasta el momento había sido su tío quien la había instruido en las nociones de las técnicas más básicas de los Hōzuki. Pero ahora Shanise, la mano derecha de la mismísima Arashikage, le estaba ofreciendo enseñarle algo nuevo.
—Venga, vamos.
Y Ayame ni siquiera se lo pensó. Se adelantó para seguir la estela de la ANBU.
El dúo de kunoichis salió de la habitación en el más absoluto silencio, y nadando en dicho silencio recorrió también el pasillo que les llevaba a aquella puerta roja. Shanise posó la mano sobre la barra, y pareció pensárselo unos instantes. Miró hacia arriba, hacia abajo. Recorrió con la otra mano la superficie de la puerta y, finalmente, empujó con delicadeza.
La puerta se abrió, y la fría noche de Shinogi-To les recibió. Shanise dio un pequeño brinco y aterrizó sobre los tejados del palacio del Señor Feudal. Desde allí, se veía toda la ciudad. Se distinguían los distritos humildes y los distritos ricos, los barrios bajos y los grandes mercados.
—Probablemente no conozcas todavía las técnicas más poderosas del clan, pero pueden ser bastantes destructivas —señaló, una vez Ayame cerró la puerta, ya más tranquila. Se volvió a ajustar el respirador—. Demonios, hoy no sé cómo me he atado este trasto. Me resultaba incómodo hasta dormir con él, y eso que siempre lo llevo encima.
»Bueno, como decía, pueden ser bastante destructivas. De modo que tendremos que salir de la ciudad... Ponte la capa de viaje y vámonos. Encapúchate. No debemos llamar la atención.
Shanise le lanzó la capa de viaje que habían llevado anteriormente. Sólo que esta vez era visiblemente más pequeña. Exactamente... de su talla.
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Salieron juntas de la habitación, sumidas en silencio. Ninguna de las dos hizo el más mínimo ruido mientras se dirigían hacia la puerta de emergencia. La que, según les había dicho anteriormente Shanise, conducía hasta los tejados del palacio del Señor Feudal. La mujer posó la mano sobre la barra, y se mantuvo pensativa durante unos instantes. Ayame le dirigió una mirada interrogante, pero la jonin recorría la puerta de arriba a abajo, acariciando la puerta con su mano libre. Y, cuando estaba a punto de preguntar si ocurría algo, la abrió.
El frío de la noche las abrazó, y Ayame, fuera de la calidez de su cama, se estremeció sin poder evitarlo. Shanise pegó un brinco y aterrizó en el tejado. Ella la siguió, y durante un instante se permitió el lujo de regocijarse con las vistas que le ofrecía aquella posición, con toda la ciudad bajo sus pies.
Lástima que fuera una ciudad tan contaminada...
—Probablemente no conozcas todavía las técnicas más poderosas del clan, pero pueden ser bastantes destructivas —dijo Shanise, y Ayame se volvió inmediatamente hacia ella. Después de cerrar la puerta, volvió a ajustarse el respirador en el rostro—. Demonios, hoy no sé cómo me he atado este trasto. Me resultaba incómodo hasta dormir con él, y eso que siempre lo llevo encima.
Ayame parpadeó, ligeramente extrañada. ¿Había oído bien? Debía de haber malinterpretado sus palabras...
—Bueno, como decía, pueden ser bastante destructivas. De modo que tendremos que salir de la ciudad... Ponte la capa de viaje y vámonos. Encapúchate. No debemos llamar la atención.
—Espere, ¿qu...?
Ni siquiera tuvo tiempo de terminar la pregunta. Shanise le había lanzado una capa de viaje, y cuando Ayame la tomó entre sus manos y la extendió se le hizo un nudo en la garganta.
—Shanise-senpai, no es mi intención contraveniros, pero... —tragó saliva, con el corazón bombeándole con fuerza. Para un genin, contradecir a un alto cargo era casi un suicidio. Y si ese alto cargo era además la mano derecha de la Arashikage...
Pero había demasiadas cosas que no le cuadraban. Demasiadas... ¿Y por cuál debía empezar?
—Shanise-senpai, no creo que sea buena idea que abandonemos a Mogura-san aquí y salgamos de la ciudad. Es... peligroso... Deberíamos posponer este entrenamiento hasta que hayamos sellado el hilo.
9/09/2017, 18:35 (Última modificación: 9/09/2017, 18:51 por Amedama Daruu.)
Shanise levantó las cejas con interés.
—¿El hilo...? —Entonces, chasqueó la lengua con indignación. Su curiosidad le había traicionado. ¡Maldita sea!
Las nubes se apartaron en el cielo nocturno, revelando una gran y brillante luna menguante. La luz blanquecina alargó una sombra detrás de Ayame.
Pero ya era demasiado tarde: algo la tomó por el hombro con fuerza, y un instante después, sus pies se habían levantado del suelo, y nadaba en una asfixiante realidad llena de agua; una esfera de corrientes la aplastaba y la ahogaba mientras la figura de delante se quitaba el respirador, lo arrojaba a un lado y sonreía con soberbia.
Shanise estalló en una pequeña nube de humo, y cuando dicho humo se hubo disipado, allí no estaba Shanise, sino un joven de una edad algo mayor a la suya, de melena castaña y ojos más castaños aún. Vestía un traje sencillo de color gris, casi negro, con una mochila de tirantes y un cinturón marrón. También marrones eran sus botas y sus guantes, que dejaban un espacio para los dedos.
—Buenas noches, señorita —dijo, haciendo una pronunciada reverencia, sosteniendo la wakizashi de su mano derecha con elegancia—. Mi nombre es Houzuki Marun, es todo un gusto que, al fin, nos encontremos cara a cara.
Se acercó un paso.
—Ayame, ¿cuándo vas a dejar de perder el tiempo con ellos? Con la aldea, con tu padre... No hacen más que subestimarte. En lugar de enseñarte a ser fuerte, no hacen más que esconderte del mundo. ¿Por qué tenemos que buscarte? ¿Por qué no vienes con nosotros?
»Los Kajitsu Houzuki son tu mejor opción, Ayame-san. ¿Has visto? —dijo, extendiendo los brazos, y sonriendo afable—. Te he capturado, yo solito. Un simple chunin, derrotando a las precauciones de una consejera paranoica que no puede jamás dejar de vestir ese respirador por si la envenenan. ¡Yo solito! Esta es la fuerza que los Kajitsu podemos darte, Ayame, la fuerza de un depredador. Y esta... —La señaló, ridiculizándola—. Es la fuerza que sólo podrían darte unas presas como ellas. Yui se cree muy fuerte, pero es una blanda...
Soltó una pequeña risilla. Apuntó a Ayame con la katana.
—Mírate, Ayame-san. Estás atada. ¡Eres el agua, y estás atada, jajaja! ¡Y ahora ni siquiera unos grititos de auxilio podrían salvarte allá dentro!
»Ven con nosotros, Ayame. Te entrenaremos. Dejarás de ser una debilucha. ¿Qué me dices?
Hablar debajo del agua sólo produciría un débil gemido, pero, con dificultad, Ayame podría moverse para gesticular.
¤ Suirō no Jutsu ¤ Técnica de la Prisión de Agua - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Suiton 60 - Gastos: 45 CK (divide regeneración de CK) - Daños: - - Efectos adicionales: Si en 4 turnos el usuario no se libra de la prisión, queda inconsciente, y en 4 turnos más, muere - Sellos: Serpiente → Carnero → Caballo → Liebre → Carnero → Caballo → Liebre → Serpiente → Buey → Palmada - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica se utiliza para atrapar al oponente dentro de una esfera de agua técnicamente inexcrutable. El usuario puede controlar la densidad de agua de dentro de la esfera, permitiendo que su oponente hable o no, e incluso decidiendo si la prisión será hueca o no, para permitir que respire. Además, aumentando la presión el oponente queda inmovilizado, constreñido gracias al agua que apreta su cuerpo desde todas las direcciones.
La pega de esta técnica es que el usuario necesita mantener su mano dentro de la esfera para que siga formada. La técnica puede ser sellada en pergaminos, como trampas (siempre que el usuario tenga la técnica correspondiente al sellado de objetos de Fuuinjutsu). Es posible utilizar Clones de Agua para canalizar esta técnica, haciendo que el original realice los sellos mientras el clon se ocupa de bloquear al adversario y aprisionarlo. Alguien que sea capaz de expulsar chakra a través de la piel desde todos los puntos de su cuerpo, como un Hyuuga, puede escapar fácilmente de la prisión.
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—¿El hilo...? —preguntó Shanise, alzando una ceja.
Y fue entonces cuando a Ayame se le cayó el alma a los pies. Lo había sospechado en el momento en el que la jonin había lanzado aquel comentario sobre su respirador y cuando le había arrojado una capa diferente a la que había llevado en su viaje hasta allí... Pero aquello era la gota que colmaba el vaso.
Aquella mujer no era Shanise.
Como el presagio de la inminente catástrofe, el cielo había dejado de llorar sobre Shonogi-To, y el viento se llevó las nubes, dejando a la vista una resplandeciente luna menguante que parecía sonreírle con sorna desde el cielo.
Algo la agarró con fuerza del hombro, pero antes de que pudiera utilizar el Suika para zafarse, sus pies se separaron del suelo y una colosal esfera de agua la atrapó en su seno.
«Este agua... es muy pesada...» Pensó Ayame, al darse cuenta de que la densidad del agua apenas le dejaba espacio para moverse.
Podría haberse transformado para evitar ahogarse, pero por el momento se limitó a aguantar la respiración y se esforzó en dirigir sus ojos hacia el frente. Allí ya no la esperaba Shanise, sino un joven de cabellos castaños que vestía con ropas oscuras, botas y guantes que dejaban a la vista sus dedos.
—Buenas noches, señorita —le oyó decir, y su voz sonó embotada a través de la pared de agua. El hombre hizo una pronunciada y elegante reverencia y la luna arrancó destellos plateados al filo de la wakizashi que sostenía en su mano diestra—. Mi nombre es Hōzuki Marun, es todo un gusto que, al fin, nos encontremos cara a cara.
«Mierda... ¡Mierda! ¡MIERDA!»
Marun se acercó un solo paso y Ayame, aterrada, trató retroceder. El agua que la aprisionaba, por supuesto, se lo impidió.
¿Pero cómo? ¿Cómo la habían encontrado? ¿Cómo había traspasado las defensas del laberinto y del castillo? ¡¿Y por qué no se había dado cuenta antes?!
—Ayame, ¿cuándo vas a dejar de perder el tiempo con ellos? Con la aldea, con tu padre... No hacen más que subestimarte. En lugar de enseñarte a ser fuerte, no hacen más que esconderte del mundo. ¿Por qué tenemos que buscarte? ¿Por qué no vienes con nosotros?
»Los Kajitsu Houzuki son tu mejor opción, Ayame-san. ¿Has visto? —dijo, extendiendo los brazos, y sonriendo afable—. Te he capturado, yo solito. Un simple chunin, derrotando a las precauciones de una consejera paranoica que no puede jamás dejar de vestir ese respirador por si la envenenan. ¡Yo solito! Esta es la fuerza que los Kajitsu podemos darte, Ayame, la fuerza de un depredador. Y esta... —La señaló, desdeñándola—. Es la fuerza que sólo podrían darte unas presas como ellas. Yui se cree muy fuerte, pero es una blanda...
El Hōzuki soltó una risilla, y la apuntó directamente con el filo de la katana.
—Mírate, Ayame-san. Estás atada. ¡Eres el agua, y estás atada, jajaja! ¡Y ahora ni siquiera unos grititos de auxilio podrían salvarte allá dentro!
Aquellas palabras se clavaron en los oídos y Ayame clavó sus ojos airados en Marun con toda la rabia que fue capaz de proyectar hacia él.
—Ven con nosotros, Ayame. Te entrenaremos. Dejarás de ser una debilucha. ¿Qué me dices?
No podía hablar para responderle, pero aunque le resultaba difícil aún podía moverse. Por eso, su respuesta fue clara y concisa: sus manos se juntaron y formaron el sello de la serpiente y el dragón. De manera instantánea, el agua se arremolinó tras su espalda y formaron cuatro agujas que se alargaron buscando el cuerpo de aquel que la había apresado con anterioridad con el objetivo de atravesarle de parte a parte o, al menos, que la dejara libre.
¤ Amenokami no Suishin ¤ Espinas de Agua del Dios de la Lluvia - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos:
Hōzuki 20
Suika no jutsu activado
- Gastos:
6 CK por espina (máximo 4)
(Hōzuki 40) (máximo 8)
- Daños: 10 PV por espina - Efectos adicionales:(Hōzuki 60) El usuario puede hacer aparecer las espinas mientras se encuentra en su estado líquido - Sellos:
Serpiente → Dragón
(Hōzuki 60) Ninguno (Suika no Jutsu)
- Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Las espinas tendrán una longitud máxima de medio metro de longitud y dos centímetros de diámetro
La habilidad de licuar el cuerpo a voluntad es innata entre los miembros del clan Hōzuki, y Ayame ha aprovechado esta cualidad tan característica para desarrollar su propia técnica.
Con el Suika no Jutsu activado, el usuario es capaz de licuar a voluntad diversos puntos en su cuerpo, y no la totalidad de este como viene siendo habitual. Así, mediante una ligera estimulación con su chakra, el agua emerge violentamente desde estos puntos, elongándose y girando a toda velocidad sobre sí mismas, formando una serie de afiladas espinas constituidas enteramente por agua que buscan el cuerpo de su objetivo para perforarlo como si de un erizo de mar se tratara.
Con un mayor dominio de la técnica el usuario es capaz de aumentar el número máximo de espinas que puede crear e incluso de hacerlas aparecer mientras se encuentre en su estado líquido.
«Amegami peina las nubes con sus temibles espinas, ahuyentando de Amegakure la temible sequía.» —Antigua leyenda de Amegami.
Efectivamente, el agua se arremolinó a la espalda de Ayame, y el Mizu Bunshin de Marun, que aferraba aquella especie de esfera-trampa mortal, se limitó a apretar el puño. Una sensación de asfixia la sacudió, perdió la concentración, y aquellas espinas se deshicieron tan rápido como habían empezado a emerger.
—Respuesta equivocada, Ayame-san. Sólo tenías que decir "sí". —Marun movió la katana en círculos—. Te lo he dicho. No puedes vencerme. Nadie escuchará tus gritos de ayuda. La única opción que te queda es...
»Rendirte, y acceder a venir conmigo por las buenas.
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Sin embargo, una repentina sensación de asfixia sacudió sus pulmones, y las espinas tras su espalda se deshicieron tan rápido como se habían formado. Ayame se vio obligada a llevarse las manos a la garganta en un vano intento por no abrir la boca y tragar agua.
—Respuesta equivocada, Ayame-san. Sólo tenías que decir "sí" —se rio Marun, moviendo la katana en círculos con el placer del que se cree ganador de un enfrentamiento—. Te lo he dicho. No puedes vencerme. Nadie escuchará tus gritos de ayuda. La única opción que te queda es...
»Rendirte, y acceder a venir conmigo por las buenas.
«Te equivocas...» Pensó Ayame, y las lágrimas en sus ojos se mezclaron con el agua que la apresaba. Lentamente, ladeó el rostro hacia su espalda, donde el clon de Marun se alzaba imponente, manteniendo y custodiando la prisión de agua. «Si nadie puede escuchar mis gritos de ayuda, la única opción que me queda es...»
Sus manos se juntaron en el sello del pájaro.
«GRITAR MÁS FUERTE»
Y eso hizo. Chilló. Y chilló con el aire que le quedaba en los pulmones y todas las fuerzas que consiguió reunir, impregnando su voz con su propio chakra. Un grito de auxilio en el que reunía todos sus deseos de apartar a aquel monstruo de su camino. El sonido además se apoyaría en las cualidades conductoras del agua, amplificándolo aún más, aunque también era probable que terminara afectándola a ella misma también...
Pero en aquellos instantes, sus prioridades estaban en escapar de allí fuera como fuera y su desesperación estaba alcanzando sus cotas más altas.
¤ Seidō: Ningyo no Umeki ¤ Camino de la Voz: Lamento de la Sirena - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Ninjutsu 20 - Gastos: 20 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Expulsión, y ensordecimiento y pérdida del equilibrio momentáneo - Sellos: Pájaro (mantenido) - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: La voz se extiende en forma de cono desde la posición del usuario hasta los dos metros y medio de largo y un máximo de un metro y medio de ancho antes de perder sus propiedades y disiparse.
La primera de las técnicas de voz desarrollada por Ayame.
Tras realizar el sello correspondiente y acumular y moldear el chakra en sus cuerdas vocales, Ayame exhala un potente chillido contra su objetivo. La voz, potenciada con su chakra, crea una onda de choque de tal magnitud que es capaz de rechazar a su adversario y lanzarlo varios metros en dirección contraria. La potencia del sonido también afecta a la estructura de su oído interno, por lo que se ensordecido y perderá el equilibrio durante unos segundos.
La debilidad de esta técnica radica en que se trata también de un arma de doble filo. Forzar de esa manera las cuerdas vocales también afecta a la garganta de Ayame, que deberá esperar un periodo de tiempo (dos turnos) para volver a utilizarla. Si por cualquier necesidad, Ayame se fuerza a utilizar esta técnica hasta tres veces sin dejar pasar al menos tres turnos de descanso, su garganta quedará tan dañada que se quedará sin voz hasta el día siguiente.
«¿Que lo más aterrador de una sirena es su canto? Eso es porque aún no las has escuchado llorar.» — Conversación entre dos marineros del País de la Tormenta.
9/09/2017, 20:04 (Última modificación: 9/09/2017, 20:04 por Amedama Daruu.)
Pero Ayame gritó. Gritó todo lo fuerte que pudo y amplificó el grito con su propio chakra. El grito rompió la burbuja de agua haciendo estallar la parte de atrás, lanzó al Mizu Bunshin de Marun por los aires, quien colisionó contra la barandilla de palacio, estallando. El grito llegó fuerte y lejos.
—¡No! ¡¡Mierda, no!! —vociferó Marun, y se abalanzó sobre Ayame haciendo sellos con sólo una mano.
Las habilidades de Marun eran increíbles. Superaban las suyas por mucho, y ella estaba agotada por el yugo de la prisión acuática. Por eso, cuando él ya había posado la mano sobre su espalda, no había mucho más que pudiera hacer.
La había atrapado de nuevo.
—Eres... eres... —balbuceó—. ¿¡Por qué te eligieron a ti!? ¿¡Por qué a ti, para ser jinchuuriki!? ¡¡Alguien que no aprecia el noble linaje al que pertenece, alguien que...!!
Marun movió la espada rápidamente y la infundió en chakra eléctrico. Hizo que el filo tocara la esfera, y el mordisco de la corriente sacudió a Ayame como una furiosa tormenta.
—Lo has arruinado todo... Y pensar que los jefes siguen interesados en ti... Deberían sacarte el monstruo... ¡Debería ser yo!
—Ayame, grita. Grita más fuerte. —Una voz femenina habló desde dentro, desde todos y desde ningún lugar a la vez—. ¡Grita, y aplástalo!
Un torrente de chakra la envolvió y la llenó de energía, alivió su dolor e hizo que sus ojos y sus dientes cambiaran de forma...
· · ·
—¡Mogura-san, Mogura-san! ¡MANASE MOGURA, DESPIERTA! —Shanise zarandeaba a Mogura. Pero estaba roncando, con la boca abierta, espatarrado en la cama. No se había enterado—. ¡¡Es Ayame, vamos, Mogura-san!!
»Demonios, cómo duerme este condenado.
Shanise formuló una rápida serie de sellos, y lanzó un pequeño torrente de agua sobre el médico.
—¡Mizurappa! ¡Despierta, Manase! ¡¡ES URGENTE, AYAME ESTÁ EN PELIGRO!!
Sin esperar a si había despertado ya o no, Shanise corrió hacia la puerta.
Turnos: Ayame, y luego Mogura. Después, continuaremos con normalidad.
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9/09/2017, 20:42 (Última modificación: 9/09/2017, 20:43 por Aotsuki Ayame.)
El chillido de Ayame reverberó en las paredes de la prisión, se clavó en sus oídos dolorosamente y al final terminó por estallar como si no hubiera sido más que una simple burbuja. El clon de Marun se vio lanzado por los aires, estalló contra las barandillas del tejado y terminó por estallar también.
Y Ayame, falta de aire y con la punzante sensación de que se había tragado un erizo de mar, cayó al suelo de rodillas resollando con una mano en el cuello.
—¡No! ¡¡Mierda, no!! —escuchó bramar al Marun real tras ella.
Sin embargo, apenas tuvo tiempo de girarse hacia él antes de verse atrapada de nuevo en aquella técnica.
«¡Otra vez no!» Pensó, maldiciendo su suerte.
Marun era un oponente demasiado fuerte. El abismo que existía entre su dominio sobre el agua y sobre las técnicas del clan con los suyos era insalvable. ¿De verdad no había nada que pudiera hacer? ¿Iban a llevársela en contra de su voluntad sin que pudiera hacer nada por evitarlo? ¿No iba a volver a ver a su familia y a sus seres queridos...?
—Eres... eres... —farfulló Marun, que había abandonado su galante elegancia y sus sonrisas por un gesto claramente airado—. ¿¡Por qué te eligieron a ti!? ¿¡Por qué a ti, para ser jinchuuriki!? ¡¡Alguien que no aprecia el noble linaje al que pertenece, alguien que...!!
La luna volvió a arrancar destellos a la hoja de la katana cuando Marun la zarandeó en el aire y Ayame sintió el terror de quien sabe que su vida está en grave peligro cuando, tras un breve chisporroteo, la misma hoja se cubrió de electricidad.
«¡No, por favor, no!» Ayame le lanzó una mirada cargada de súplica a Marun, pero fue inútil. Falto de cualquier tipo de compasión, Marun apoyó la espada en la esfera de agua y la electricidad sacudió su cuerpo entre violentas dentelladas.
—Lo has arruinado todo... Y pensar que los jefes siguen interesados en ti... Deberían sacarte el monstruo... ¡Debería ser yo! —bramó, pero Ayame apenas le escuchaba. Su cuerpo inerte colgaba, casi inconsciente, únicamente sostenido por los brazos de agua.
—Ayame, grita —la voz que la hablaba era la misma voz que le había hablado durante la reunión de los Kage. Aquella voz femenina, que le resultaba extrañamente familiar y que resonaba en todas partes y al mismo tiempo en ninguna. Ayame alzó ligeramente la cabeza, aún profundamente aturdida y con aquel molesto hormigueo en su piel—. Grita más fuerte. ¡Grita, y aplástalo!
Y de repente volvió a sentir aquel torrente de energía, llenándola, vitalizándola, aliviando su dolor. Se sintió liberada. Se sintió salvaje... Pero, sobre todo, se sintió...
Poderosa.
Ayame alzó sus ojos hacia Marun. Unos ojos celestes bordeados por una sombra del color de la sangre que destilaban una ira primitiva.
«¡NO PUEDES RETENER AL AGUA!»
Conocía los límites de su técnica. Sabía que aquel movimiento podía ser muy peligroso para la integridad de su garganta, pero aún así volvió a entrelazar sus manos y mostró unos dientes afilados como navajas antes de volver a gritarle con todas sus fuerzas a Marun. Y aquel chillido, aún más potente que el anterior, hendió el agua y se transformó en el bramido de una bestia salvaje que acaba de ser liberada.
Muy a lo lejos le parecía escuchar alguien llamandole, pero estaba tan lejos que carecía totalmente de importancia.
¡¡Es Ayame, vamos, Mogura-san!!
Más palabras que por la distancia carecían de sentido, no había forma, el sueño era demasiado pesado.
»Demonios, cómo duerme este condenado.
Y fue entonces que la ANBU hizo unos sellos y como una azul caballero, le dio un beso al Mogura durmiente, pero no fue un beso de amor, fue un beso frío, una técnica que el joven médico conocía bien de tantas veces que le habían dado con ella.
—¡Mizurappa!
Y al sentir el agua en su piel, su cuerpo no pudo mantener el sueño por más tiempo, sus sentidos se pusieron en alerta y fue entonces que regresó al mundo de los vivos. Tosiendo y escupiendo agua de la técnica.
¡Despierta, Manase! ¡¡ES URGENTE, AYAME ESTÁ EN PELIGRO!!
La ANBU entonces salió del cuarto, Mogura estaba lo suficientemente despierto ya como para procesar la información y no necesitar más tiempo. Se puso de pie y estirando sus manos tomó su kit médico y portaobjetos. Tendría que dejar atrás su chaleco, su abrigo, y su bandana, no había tiempo para vestirse adecuadamente, ni siquiera tenía sus botas puestas. Solo su camiseta y pantalón.
«¿Qué está pasando? ¿Ayame qué hiciste ahora....?»
Mientras se colocaba su equipo, hacía un esfuerzo anormal por acelerar el ritmo, el tono de la fémina no parecía justamente relajado y en un par de ocasiones le pareció escuchar un grito muy fuerte. El rumbo que tomarían no sería otro que el de la puerta roja, en dirección al tejado.
¡¡Paren de pelear!!
Exclamaría con un tono sumamente serio, un médico con el pelo suelto hacía atrás. Su melena estaba a la merced del viento pero su mirada no se apartaba del par que tenía delante, un joven de cabello castaño y ropajes oscuros blandiendo una espada infundida en chakra elemental y a la joven kunoichi en su peculiar estado, rasgos bestiales y aparentemente una voz muy potente. ¿Qué demonios estaba pasando en ese lugar? ¿Era ese uno de los poderes de un jinchuriki? ¿Quién era el otro sujeto? ¿Por qué cada vez que se iba a dormir pasaban cosas tan alocadas?
10/09/2017, 20:25 (Última modificación: 10/09/2017, 20:44 por Amedama Daruu.)
Junto al grito, una onda de chakra blanquecino reventó la esfera con una violencia que nadie, ni Ayame, ni Marun, ni Shanise y Mogura, que acababan de entrar a escena, podrían haber previsto. El agua estalló en dirección al Kajitsu Hozuki, que de pura sorpresa no pudo activar el Suika no Jutsu a tiempo. El ninja salió disparado hacia el vacío, más allá del borde de la azotea, pero al final, justo antes de descender hasta las calles de Shinogi-To, sonrió.
Shanise corrió hacia el borde del edificio.
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida! —Porque aunque la muchacha no sintiese dolor, tenía la piel llena de quemaduras por culpa de la electricidad que había recorrido su cuerpo, potenciada por la técnica de Suiton. Las piernas le fallaron, y cayó al suelo, de rodillas. Entonces, todo el dolor subió hasta la punta de sus cabellos como si fuese la misma corriente eléctrica que la había atravesado anteriormente.
La jounin oteó las calles, en la distancia, pero no había rastro del Kajitsu. Ni siquiera un charco de agua furtivo. Nada. Había conseguido escapar. Chasqueó la lengua con fastidio y acudió corriendo al encuentro con sus subordinados. Se arrodilló frente a Ayame.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien? —dijo.
De pronto, Mogura se dio cuenta de que tenía algo a los pies. Se trataba de una wakizashi, aunque su diseño era bastante peculiar. Tenía el filo totalmente negro, y tenía una palabra escrita en kanji casi en la base: "Pluma" (羽).
Si la tomaba, vería que se trataba de una hoja tan ligera que casi parecía no pesar. Sería sin duda un buen arma, apta para su manejo. El atacante no la echaría de menos, y, como Mogura comprobaría, su escasa fuerza no le impediría manejarla con facilidad.
¤ Hane ¤ Pluma - Tipo: Arma de filo - Requisitos: Se adapta a la Fuerza y Destreza del que la empuña - Precio: Objeto especial (Botín on-rol) - Daño: 12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración - Efectos adicionales: (ver descripción)
Katana de un filo cuya hoja mide 45 cm, hecha de metal. Es muy manejable, y está en compromiso de manejabilidad/daño entre un tantō y una shinobigatana. Es capaz de parar otro tipo de armamento más contundente, como armas grandes de largo alcance (fuuma shuriken).
Esta Wakizashi personalizada perteneció a Hozuki Marun, miembro de los Kajitsu Hozuki. Su filo es negro como la noche, y tiene inscrito el kanji de "Pluma" (羽) en ambas partes, en la base. La espada se adapta a la fuerza y la habilidad de su propietario, obteniendo el peso adecuado y corrigiendo la trayectoria de los cortes mal dirigidos para mejorar su precisión.
Si el usuario concentra chakra Fuuton o Raiton en la hoja, se generará una capa de chakra que aumentará el daño de todos sus ataques en 20 PV (divide regen. de chakra, si el ataque da en el blanco, hay que volver a pagar para mantener la capa activa). La capa de chakra hace que el kanji cambie de forma al de "Ala" (翼), pues con cada ataque, la hoja deja un rastro que parecen multitud de plumas hechas del elemento que se le ha infundido.
Código:
[color=chocolate][b]¤ Hane[/b]
[b][i]¤ Pluma[/i][/b][/color]
[b]- Tipo:[/b] Arma de filo
[b]- Requisitos:[/b] Se adapta a la Fuerza y Destreza del que la empuña
[b]- Precio:[/b] Objeto especial (Botín on-rol)
[b]- Daño:[/b] 12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración
[b]- Efectos adicionales:[/b] (ver descripción)
[descripcion]Katana de un filo cuya hoja mide 45 cm, hecha de metal. Es muy manejable, y está en compromiso de manejabilidad/daño entre un tantō y una shinobigatana. Es capaz de parar otro tipo de armamento más contundente, como armas grandes de largo alcance (fuuma shuriken).
Esta Wakizashi personalizada perteneció a Hozuki Marun, miembro de los Kajitsu Hozuki. Su filo es negro como la noche, y tiene inscrito el kanji de "Pluma" (羽) en ambas partes, en la base. La espada se adapta a la fuerza y la habilidad de su propietario, obteniendo el peso adecuado y corrigiendo la trayectoria de los cortes mal dirigidos para mejorar su precisión.
Si el usuario concentra chakra Fuuton o Raiton en la hoja, se generará una capa de chakra que aumentará el daño de todos sus ataques en 20 PV (divide regen. de chakra, si el ataque da en el blanco, hay que volver a pagar para mantener la capa activa). La capa de chakra hace que el kanji cambie de forma al de "Ala" (翼), pues con cada ataque, la hoja deja un rastro que parecen multitud de plumas hechas del elemento que se le ha infundido.[/descripcion]
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El bestial alarido de la kunoichi sería acompañado de una manifestación de puro chakra blanco, uno que Mogura nunca había visto antes y se notaría en sus ojos abiertos como platos. Como efecto de la onda expansiva, un montón de agua salió disparada en dirección al desconocido. Este no tendría oportunidad alguna de defenderse del ataque y terminaría recibiéndolo de lleno. Sin más, caería por el borde del tejado.
—¡Mogura-kun, atiende a Ayame! ¡Está herida!
Ordenó la ANBU mientras se dirigía hacía donde había caído el extraño sujeto. El joven médico llevó su mirada a la muchacha y pudo ver entonces las marcas de las quemaduras.
«¡Demonios!»
Pensó al ver el estado de salud de su compañera. No podía decir de igual manera que le sorprendía la postal de ver la piel quemada, a eso estaba acostumbrado, lo que le chocaba era que fuese una persona a la que la última vez había visto estaba en plena forma. La chica caería de rodillas, Mogura haría una carrera hasta ella y se arrodillaría a su lado para tomarla delicadamente.
Aotsuki-san, aguante un poco...
Diría el médico mientras la recostaba delicadamente sobre el tejado, sosteniendo su cabeza con una mano que no paraba de desprender un brillo verdoso que sin duda alguna estaría ayudando a que la kunoichi se sintiese mejor, estando tan cerca de la muchacha podría notar los rasgos bestiales que presentaba, nunca antes había visto algo como eso.
Voy a sanar sus heridas.
Agregaría con un tono serio muy propio de él mientras procedía a tarea de tratar las quemaduras repartidas alrededor del cuerpo de la chica con ambas manos. La mirada del joven médico solo se movía en búsqueda de zonas afectadas por un daño que habría producido el extraño.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien?
Diría Shanise quien después de constatar que el extraño ya no se encontraba cerca, volvería a donde estaban ambos genin. Mogura habría estado sanando a su compañera en todo momento, ni siquiera voltearía a ver a Shanise cuando esta regresaría. La lluvia caía sobre él y su cabello se mantenía a raya pero de todas formas era necesario llevarse su mano hasta la cabeza y acomodarlo.
«¿Q-qué?»
Tocó algo con sus pies en un momento, tuvo que voltear a ver que era. Y fue entonces que pudo verla, una espada corta cuyo dueño la habría abandonado momentos antes de caer por el borde del techo. Una mano se apagaría momentáneamente para ser extendida hasta la wakizashi y dejarla más cerca.
«Pluma...»
La sanación no se habría interrumpido en ningún momento pero después de dejar más a mano la herramienta causante del daño volvería a asistir a Ayame con ambas manos.
¿Quién era esa persona, Shanise-san?
Consultó sin separar su mirada de las quemaduras de la jinchuriki. Era todo muy raro y no estaba seguro si podía preguntar sobre el asunto, pero estaba en el techo del señor feudal del País de la Tormenta curando las quemaduras de una genin después de ser despertado vaya uno a saber a que hora. Preguntar no mataba a nadie.
«Es preciso conocer la identidad del demente que intentaría freír a una niña viva.»
11/09/2017, 12:03 (Última modificación: 11/09/2017, 13:14 por Aotsuki Ayame.)
La prisión estalló con mayor violencia que la última vez que había empleado su voz y Marun se vio embestido por la masa de agua, en conjunción con un manto de energía de color blanquecino. El Hōzuki se vio propulsado hacia atrás, pasó más allá de la barandilla de seguridad, y su cuerpo pareció quedar suspendido en el aire momentáneamente antes de caer al vacío con una sonrisa en los labios que le puso los pelos de punta.
Alguien pasó junto a ella a toda velocidad, una sombra cuyos rasgos no acertó a distinguir. Escuchó una exclamación en la oscuridad de la noche, pero las palabras carecían de sentido en sus oídos. De repente, toda la energía que la había llenado hasta aquel momento la abandonó sin previo aviso. Las piernas le fallaron. Ayame cayó al suelo de rodillas y lanzó un lastimero gemido cuando sintió el dolor subir desde la punta de sus dedos hasta la raíz de sus cabellos y su piel arrancada a dentelladas. Unos brazos la sostuvieron a tiempo de caer a plomo, y la dejaron con delicadeza sobre el tejado.
—Aotsuki-san, aguante un poco... —dijo una voz que ella ya conocía bien.
—M... Mogura-s... —sollozó ella, pero su voz sonó rota y un súbito pinchazo en la garganta la obligó a detenerse. Había utilizado demasiado su técnica de voz, y ahora estaba pagando las consecuencias.
—Voy a sanar sus heridas.
Un brillo verdoso inundó sus retinas y Ayame dejó escapar un suspiro cuando sintió un gentil cosquilleo que aliviaba el dolor allí por donde su compañero iba pasando sus manos. Era una sensación que ella ya conocía y que le hizo añorar momentáneamente la comodidad de su hogar y la compañía de su familia... La diferencia radicaba en que nunca lo había necesitado a tanta escala.
Por que no era lo mismo curar una rodilla arañada por una chiquillada que un cuerpo chamuscado por electricidad...
Junto al alivio, sus rasgos faciales se fueron suavizando y sus ojos se oscurecieron hasta retornar a la normalidad.
—¡Ayame, Ayame! ¿Estás bien? —el rostro de Shanise no tardó en entrar en su campo de visión, y Ayame ahogó un gemido de angustia contenida.
—¿Quién era esa persona, Shanise-san? —preguntó Mogura junto a ella.
—Shanise-senpai... ¡Lo siento...! ¡Fue culpa mía! Yo... ¡Me dejé engañar y...! Y... —intentaba explicarse, pero las palabras apenas lograban salir de su garganta y las que lo hacían lo hacían a borbotones, a toda velocidad, y se atropellaban en su garganta junto a las lágrimas. Se llevó una mano al cuello, profundamente dolorida. Y entonces, abrió los ojos con el espanto brillando en ellos—. Marun... ¡¿Dónde está Marun?! —preguntó, con un hilo de voz.