Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Saki observaba con nostalgia las altas montañas que se erguían hacia el sur del País de la Tierra, imponentes y graníticas, como ella en su juventud. Ahora era una anciana, algo que recordaba cada vez que veía su rostro reflejado en la negra e hirviente superficie de la bebida matutina.
—Se encuentra bien, señora —pregunto Nami, la criada que le había estado acompañando durante la última década.
—Si… Solo tenía ganas de ver el amanecer…
A la criada le preocupaba aquello, pese a que parecía algo intrascendente. En los últimos tiempos Saki había estado madrugando para ir a la terraza y ver el amanecer, y en aquellos momentos de contemplación parecía cargar con el peso de una nostalgia y un cansancio imponderables.
—¿Que hay para hoy, Nami? —pregunto la señora, terminado su momento de paz, previo a las tribulaciones cotidianas.
—Ya le digo señora —respondió la criada, incorporándose a la energía que ahora transmitía su señora—. Hay una reunión con el gremio de artes escénicas, correspondencia por contestar y las pruebas de su ultimo prototipo de marioneta.
—Bien, ¡a trabajar!
***
Kazuma se había enterado de la existencia de Kamahora Saki por palabras de un amigo de su tutor, sabedor del gusto del joven por las cosas artísticas y curiosas. Aquella mujer era toda una leyenda a dos bandas: en su juventud fue una temible kunoichi y desarrolladora de armas para marionetistas, líder de una brigada de operaciones especiales tan misteriosa como famosa; mientras que en su retiro se manifestó como una prodigio de las artes escénicas (teatro tradicional, dramaturgia y teatro con títeres) y un mecenas que apoyaba e impulsaba el arte en su país, además de ser una creadoras de marionetas que podían considerarse verdaderas obras de arte.
«Es una lástima que vaya a retirarse», pensó mientras ingresaba al País de la Tierra.
Resultaba que la gran maestra estaba cansada y deseaba hacer un retiro total. Esto lo había planteado con mucha antelación, por lo que su último año lo estaba dedicando a trabajar en Notsuba. Allí estaba para todos aquellos que quisiesen conocerle o apreciar su trabajo, pues luego de retirada era casi seguro que sería imposible de contactar.
—Aquí vamos —se dijo mientras entraba en la ciudad, ansioso por encontrar y conocer a aquella legendaria mujer.
Takumi se despertó en una pensión situada a la entrada de Notsuba, no era la mejor cama que había probado y la verdad es que no le apetecía mucho comprobar el estado del baño, pero era barata y a las horas que llegó el día anterior a la ciudad no le apetecía demasiado buscar algo medianamente decente. Estaba otra vez en Notsuba con el objetivo de conocer a Kamahora Saki, una conocida artista, mecenas y antigua marionetista.
La primera vez que escuchó su nombre fue durante su periodo de entrenamiento con Itona, le habló de una excelente marionetista cuyas creaciones eran de una calidad suprema, consideradas obras de arte por la mayoría del gremio. Hacía cosa de una semana que vio en una revista local de su aldea un reportaje hablando de esta señora, lo cual le hizo venir a esta ciudad lo más rápido posible, si tenía la posibilidad de hablar con ella sería genial y con algo de suerte sacaría alguna idea para una marioneta o accesorio nuevo.
Bajó las escaleras y tras tomar un buen café en la taberna contigua se dispuso a caminar hacia la localización de la maestra marionetista.
«Espero que Saki-sensei esté dispuesta a recibirme, no soy más que un novato en cuanto a las marionetas y no me apetecería tener que probar a ver si ella conocía al viejo Itona para que acepte a hablar conmigo... No sé, veremos si hay suerte.»
Kazuma se encontraba caminando de un lado a otro en la habitación del hotel, observando en silencio la carta con que le habían respondido desde el despacho de la maestra Kamahora. Era otra negativa, gentilmente excusada con el argumento de una agenda permanentemente llena.
«¿Y ahora?», se preguntó. Aquella había sido la tercera negativa desde que había llegado a la ciudad.
Su misión estaba en peligro, a menos que consiguiera hablar directamente con la maestra titiritera; quien era la única que podía darle respuesta y solución. De todas formas, tendría que buscar la manera de hablar con ella, pues ya se había comprometido a ello. La condición para que le dieran esa misión a él y no a alguien más apto fue que su tutor se hiciera responsable del resultado.
«Lo pensare con calma», se dijo mientras bajaba para disfrutar de un café en la taberna frente al hotel.
***
Justo en aquel momento, mientras Takumi caminaba, una muchedumbre alborotada bloqueo su camino. Al parecer, una carroza se había volteado en medio de lo que se creía era un intento de secuestro. La guardia de la ciudad estaba conversando con una mujer, y el lio parecía distante de disiparse; por lo que Takumi tendría que tomar un desvió a través de los callejones para llegar a su destino.
Al poco rato de andar, ya estando en un sitio donde la luz del sol llegaba con dificultad, el marionetista podría escuchar el ruido de un violento forcejeo. Sería cuestión de asomarse al cruce de callejas y ver como una mujer luchaba contra tres encapuchados. Ella se defendía valientemente, pero estos no se ablandaban por su femineidad y le agredían sin compasión. Sin embargo, había algo raro: la mujer se defendía bastante bien, lo suficiente como para huir; pero parecía está cuidando un paquete, una especie caja de madera que no podía abandonar y que aparentaba un peso considerable. Para un ninja como Takimu, se haría más que obvio que aquella caja era de las que se utilizaban para transportar marionetas, de suerte que se explicaba que era aquello de valor que la mujer protegía y no podía abandonar.
Un instante luego de captar aquello, uno de los hombres, cansado del forcejeo, se armó con una especie de machete que dejaba en claro que estaba dispuesto a matar.
Takumi tuvo que tomar un desvío en su camino, Notsuba era una ciudad algo problemática, cosa que reafirmó de inmediato en medio de su desvío al encontrarse con una pelea entre tres encapuchados y una mujer. Ella se defendía sin casi dificultad mientras que ellos no le daban cuartel, estaba claro que la mujer podía salir de ahí sin mucha complicación pese a que no parecía tener interés de ello. «Mierda, ¿pero por qué no huye? No entiendo nada...» De repente se fijó en una caja de madera que parecía tener un peso elevado. «Eso... ¡Eso es una caja de marionetas!» Esto al genin le hizo aumentar su interés en la situación, decidiéndose en el acto que iba a ayudar a aquella mujer.
El marionetista se dispuso a sacar un pergamino, color pardo oscuro, de su portaobjetos e inmediatamente se percató de cómo uno de los encapuchados sacó un machete y parecía dispuesto a usarlo. «Joder... Tengo que darme brío.»
—¡Eh vosotros, deteneos ahora mismo! —Takumi gritó firmemente a una distancia segura de unos 12 metros mientras desplegaba el pergamino, del cual salió un humo blanco. —¡Adelante Mono!
Del pequeño pergamino salió una marioneta humanoide, no llegaba por poco al metro de altura, su cara denotaba rasgos simiescos y tenía algo de pelo recogido en un moño bajo; contaba con unos pantalones bombachos blancos con motivos florales carmesíes, siendo esta la única prenda de ropa que llevaba la marioneta y se notaban cómo de cada dedo de las manos salía una cuchilla muy afilada a modo de garras.
Rápidamente mientras guardaba con su siniestra el pergamino en el portaobjetos colocó su diestra en la espalda de la marioneta, momento en el que esta se activó y se colocó en una posición de combate.
—¡Venid si tenéis agallas cobardes! —Esto último Takumi lo de manera seria y amenazante, esperando atraer la atención de los ladrones para que con suerte la mujer pudiera reaccionar.
- Bandana (en la frente)
- Portaobjetos básico (en la parte delantera izquierda del cinturón) [4/10]
Pergamino Pequeño
Kunai x2
Veneno común
- Marioneta Básica
¤ Ippan no Fūinjutsu ¤ Técnica de Sellado General - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Fūinjutsu 15 - Gastos: 10 CK (sellado de objetos y armas), 5 CK (liberar) - Daños: - - Efectos adicionales:
Sella objetos y armas en pergaminos
(Fūinjutsu 30) El usuario gana la capacidad de sellar objetos y armas de cualquier extensión (preguntar a un administrador en caso de duda) en pergaminos. Además, puede guardar gases venenosos, líquidos...
(Fūinjutsu 60) El usuario gana la capacidad de sellar objetos y armas de cualquier extensión (preguntar a un administrador en caso de duda) en cualquier tipo de recipiente (preguntar a un administrador para saber qué recipiente podría ser válido, solo es posible sellar 1 objeto), y en su propio cuerpo (1 por cada 10 de Inteligencia)
- Sellos: Buey → Serpiente → Tigre → Jabalí → Carnero (mantenido durante unos segundos) - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: (ver descripción)
Técnica estándar de fūinjutsu, que utilizan muchos shinobi con diferentes niveles de maestría en técnicas de sellado. Los ninjas con un nivel de maestría bajo son capaces de sellar objetos y armas, normalmente de tamaño pequeño o mediano, y únicamente en pergaminos. Los ninjas de nivel medio son capaces de sellar muchos tipos de sustancias distintas en pergaminos. Los ninjas de nivel alto, en su propio cuerpo o incluso en recipientes.
La técnica no funciona instantáneamente. Para sellar objetos en un pergamino, se ha de abrir ese pergamino. En el caso de querer guardar algo en el propio cuerpo, no es necesaria tanta preparación. Para guardar cosas en un recipiente externo, se ha de disponer de uno válido (obviamente). En cualquiera de los tres casos, se ha de estar a menos de tres metros de donde se va a sellar el objetivo, y a menos de diez del objetivo. Una vez realizados los respectivos sellos, se mantiene el último y el objetivo se deshace en una masa de chakra, que viaja a velocidad moderada hasta introducirse dentro del lugar donde se desee sellar. Entonces aparece la marca deseada, y el sellado se completa.
Se ha de remarcar que esta técnica de sellado no dispone de una clave para nada complicada. Los sellos podrán ser rotos y su contenido liberado por cualquier practicante de fūinjutsu con suficiente maestría (15, 30 ó 60).
¤ Kugutsu no Jutsu ¤ Técnica de las Marionetas - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Marionetista 10 - Gastos: Coste de activación de la marioneta (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Permite controlar una marioneta - Sellos: Ninguno - Velocidad: - - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo (clavar los hilos), 15 metros de longitud
Exclusivo estilo de Ninjutsu. Esta técnica utiliza hilos de chakra para controlar marionetas. Dado que la mayoría de los marionetistas usan sus manos para manipular sus armas, si estas se encuentran dañadas la técnica puede ser neutralizada. Y debido a que los movimientos de la marioneta se basan en los mecanismos que se han instalado en el interior, lo que interfiere con dichos mecanismos pueden paralizar completamente la marioneta.
La capacidad del usuario con respecto al número de marionetas que es capaz de utilizar estará determinada por la siguiente fórmula: se pueden usar Destreza/10 marionetas, con un máximo de 10 (una por cada dedo).
—¡Venid si tenéis agallas, cobardes! —rugió aquel recién llegado.
Ahora era un tres contra dos; mucho menos favorable, pero no lo suficiente como para abandonar sus objetivos. El del machete le hizo una seña a sus compañeros para que ellos redujeran a la chica mientras él se encargaba del muchacho.
El del machete se plantó frente a Takumi, firme, tratando de intimidarle con su altura de adulto y su determinación de maleante. Estaba prevenido sobre el combate contra marionetas, así que tenía una idea de cómo proceder.
—¿Te crees un héroe, muchacho? ¿Es eso? —espero burlonamente, con voz cavernosa.
El sol caía débil e inclinadamente sobre pequeñas zonas en las oscuras paredes del callejón; pero aquello era suficiente, era todo lo que necesitaría. Se apoyó de una pared cercana y atravesó el filo de su hoja en el camino de la luz, haciendo que su arma refulgiese de forma segadora. Sin duda, aprovecharía aquella oportunidad (con el muchacho segado) para abalanzarse salvajemente sobre la marioneta; pues sabía que, si la destruía de un machetazo, el muchacho quedaría indefenso.
¤ Iaido: Nikkou ¤ Camino del Iai: Brillo del Sol - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Kenjutsu 10 - Gastos: 5 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Ceguera de unos instantes - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: 5 metros
El término Iaido representa un estilo específico de kenjutsu que consiste en movimientos limpios, controlados y rápidos de desenfunde y enfunde de la espada, de una forma tan rápida que resulta imperceptible. De esta forma, se consigue confundir a un posible enemigo. Este arte fue inventado por los samuráis, y desarrollado como un arte de lucha con espada instantáneo capaz de anticiparse a los sellos manuales de los shinobi. En esta aplicación del Iaido, el usuario desenfunda ligeramente la espada y vuelve a enfundarla imperceptiblemente, reflejando la luz del Sol (o una luz artificial, o de la luna si está visible) y potenciándola con su chakra, generando un destello lo suficientemente cegador como para incapacitar a un grupo de adversarios durante un pequeño instante. Después de cada uso, la técnica se va volviendo más predecible y evidente.
20pv o 30pv a la marioneta, dependiendo de si el machetazo le alcanza o no, y de si el corte es superficial o profundo.
—Ni me creo un héroe ni lo soy, pero soy un shinobi y un marionetista que no va a permitir que escoria como tú robe el trabajo de cualquier artesano dedicado a ese noble arte. —Takumi dijo esto con una mirada desafiante, sabía de que el sólo no podía contra el del machete, pero se había criado en Inaka y contra este tipo de gente lo mejor era no achantarse en ningún momento.
Viendo el machete sabía que Mono no aguantaría más de dos o tres golpes con suerte, por lo que tenía que actuar rápido y conseguir que la señora a la que estaban asaltando le echara una mano, si no podía con uno ni de broma como para enfrentarse a los tres a la vez.
Mientras divagaba en cómo iba a proceder el cabrón le cegó con un destello. Inmediatamente había sido cegado dio un pequeño salto hacia atrás mientras intentaba elevar a Mono en el aire, no tenía ni idea de si por estar sin visión iba a atacarle a él directamente o iba a destruir a la marioneta, por lo que más valía prevenir que curar. «¡Me cago en mis muertos más frescos!¡Si es que soy gilipollas ya lo decía el viejo!¿Quién cojones me manda decirle nada?, tenía que haberle atacado directamente sin mediar palabra»
—¡Aaahhh! —El genin escuchó un grito, tenía que ser del atracador pero no lo escuchó muy cerca suyo.Inmediatamente después escuchó otro sonido —sswishhhh...¡¡¡THWACKK!!!
Ese sonido no era un buen augurio, cuando pudo abrir los ojos otra vez, mientras se los frotaba, vio como el maleante había conseguido acertarle a Mono. El corte recorría desde la parte inferior del torso hacia abajo, dejando una pierna de la marioneta a un pequeño golpe de desprenderse del conjunto. El corte no había sido profundo gracias a que Takumi elevó a Mono a tiempo, pero daba igual porque la marioneta no aguantaría otro machetazo de ninguna de las maneras.
El marionetista se alejó lo más rápido que pudo del atracador a unos 10 metros, elevó a Mono 2 metros sobre la cabeza del maleante y lo dejó caer en picado rápidamente sobre este último buscando clavarle las garras de sus dos manos. «Tengo que acabar con él cuanto antes, si sabe técnicas de kenjutsu no puedo dar ni medio paso en falso.»
El filo del machete surco la superficie de la marioneta, dejando una marca que prometía una destrucción total en caso de repetirse el encuentro. El maleante saboreo un poco su pequeña victoria, aunque aquello no dejaba de ser una distracción de sus propósitos originales. Además, estaba al tanto de aquel intento de ataque aéreo por parte de Takumi; mejor dicho, lo esperaba.
—¿Creíste que no sabíamos cómo peleaban los marionetistas? —pregunto desafiante, luego de retroceder de un salto y evitar el ataque.
La cosa parecía marchar bien, pero no estaban allí para pelear. Se giró a ver a sus compañeros, y la mujer había apresado a uno de ellos en una sólida llave. El tercero intentaba destrabarla a base de golpes, pero esta se resistía valientemente.
—No pierdas el tiempo, toma la caja y adelántate.
El subordinado no tardo en cumplir la orden: tomo la caja y salió corriendo por uno de los callejones. La muchacha, comprometida en aquella solida llave no pudo evitarlo; mientras que el del machete se aseguró de bloquearle el camino a Takumi.
Ahora eran dos contra dos, pero al igual que las bifurcaciones de aquella maraña de callejones, las posibilidades del joven Tsukisame eran muchísimas; solo era cuestión de ver qué clase de acciones tomaba.
Takumi confiaba en que su ataque en picado sorprendiera al malechor, pero este lo esquivó sin dificultad alguna. «Mierda... Este tipo sabe lo que se hace.» Estaba claro que no era un atracador cualquiera, sabían luchar contra marionetistas y parecía que la caja era un objetivo seleccionado por la forma de actuar.
—¿Creíste que no sabíamos cómo peleaban los marionetistas?
» No pierdas el tiempo, toma la caja y adelántate. —Dijo el del machete a uno de sus compañeros.
El que estaba libre de la llave de la mujer agarró sin pensárselo dos veces la caja dándose, a la fuga por los callejones. El marionetista sopesó durante un instante el perseguirle, pero no quería dejar sola a la mujer y aunque quisiera no iba a poder; ya que el amigo del machete le bloqueaba el paso. Tenía que hacer algo y no podía demorarse mucho más. «Voy a probar... Es un plan de locos pero no se me ocurre nada mejor.»
—¡Me tienes hasta los cojones payaso! —El genin lo soltó al atracador, justo un instante antes de escupirle en la cara —¡sstup!
Impactara o no el escupitajo el joven kazejin elevó a Mono por encima del bandido del machete, lo suficiente cómo que para este último no lo pudiera alcanzar y acabara por destrozarlo, e inmediatamente después dirigiría a la marioneta hacia el bandido que estaba atrapado en la llave de la mujer. Más específicamente su objetivo era cortar con las garras de Mono la garganta de ese bandido, no lo iba a matar inmediatamente, pero posiblemente lo dejaría inhabilitado mientras se atragantaba con su propia sangre y así esta señora podría ayudarle con el del machete.
—¡Líbrate de él rápido y ayúdame con este! —Gritó hacia la mujer de la llave, ahora que estaba en una situación menos complicada esperaba que le ayudara a acabar con esto... o al menos que intentara recuperar el paquete robado.
—¡Aj, maldito mocoso! —rugió el matón del machete mientras se llevaba la mano al ojo.
Aquel que estaba enzarzado en una pelea con la mujer vio venir el ataque de la marioneta, pero apenas tuvo tiempo de cubrirse con las manos. La mujer, viendo que a quien tenía preso ahora se debatía en el suelo, buscando algún dedo cercenado, se arrojó contra el maleante que apenas había conseguido limpiar su ojo. Basto con un sólido golpe por la espalda, una buena patada en la base de la columna, para que soltara el machete y cállese encorvado y adolorido.
Estando dos de aquellos sujetos fuera de combate, la mujer se arrojó hacia la maraña de callejones, siguiendo la pista del último de los maleantes. Encontrarlo no habría de resultar muy difícil, pues la caja llevaba consigo unas pequeñas cadenas que hacían bastante ruido en aquellos espacios confinados.
Con ello, quedaría frente al joven marionetista la siguiente bifurcación: ¿debía quedarse allí y retener a aquellos dos maleantes hasta que llegara la guardia de la ciudad? O ¿debía unirse a la persecución, asegurarse de que aquella mujer pudiese recuperar su paquete y que el robo se quedase en grado de frustración?
A Takumi se le dibujó una sonrisa al ver que su plan dio resultados, no exactamente como lo había pensado pero el objetivo principal se había cumplido. La mujer inmediatamente después de arreglarle la escoliosis a patadas al bandido del machete salió sin dudar hacia los intrincados callejones. «No me diga ni un "gracias" señora, no sea que se hernie.»
El marionetista tenía claro que ahí no se iba a quedar junto a dos atracadores cabreados por lo que su intención era seguir a la mujer en la recuperación de la caja, además que no se había metido en este lío para luego ni siquiera conocer el desenlace. Pero antes de seguir a la señora dirigió a Mono hacia el machete que había caído a un par de metros del bandido, lo agarró con la marioneta y lo lanzó al tejado de la casa más cercana. Cabía la posibilidad de que les persiguieran y mejor si no había un machete de por medio.
—¡Ahí os quedáis payasos! —Dijo en tono burlón mientras salía corriendo lo más rápido que podía hacia los callejones para seguir y asistir a la mujer.
La elección de Takumi le llevo a una difícil persecución a través de una laberíntica red de sucios y oscuros callejones. Su objetivo no estaba muy lejos, pues la velocidad del ladrón era bastante promedio; sin embargo, la cantidad de giros y maniobras evasivas dificultaban el darle alcance.
En cierto punto, llegando a una encrucijada, el ladrón hizo una finta lo suficientemente buena como para que el marionetista y la mujer fuesen por caminos diferentes. Y de tales caminos, solo el que había tomado la mujer le mantenía tras su objetivo. Sin embargo, si Takumi continuaba avanzado y siguiendo el sonido; se encontraría en un largo callejón, en cuyo otro extremo se veía venir al ladrón.
Las esquinas del final del callejón, aquellas quedaban a otros corredores, estaban suficientemente ocultas como para permitirle esconderse y preparar una emboscada. Era más que seguro que si le rodeaban le cortarían todas las rutas de escape. Pero este ladrón resultaba un poco más capaz de lo que aparentaba; pues aprovechando un leve tropezón de la mujer, realizo unos cuantos sellos y levanto en medio del callejón un muro de tierra, un buen Doton: Doryūheki.
Aquello le libro de la que creía que era su única perseguidora; pero con Takumi aun al asecho, también representaba cortar su única ruta de escape. Ahora todo dependía del marionetista y de cómo este decidiera emboscarlo.
El joven marionetista dio a parar a un callejón por el que venía el bandido, a éste le seguía la mujer pero tras un pequeño tropiezo el maleante creó un muro de tierra entre ellos dos. «¿Un puto Doryūheki? Voy a tener que andarme con ojo si este controla el Doton.»
Aprovechando que el ladrón no se percató de la presencia del kazejin éste se quedó en la esquina del callejón, oculto de la vista del asaltante. «No te confíes amigo, que aún quedamos Mono y yo.»
Takumi se quedó esperando oculto el momento en el que el bandido estuviera a un par de metros de las esquinas, guiándose por los pasos y el sonido de las cadenas de la caja; y cuándo el ladrón se encontrara en el punto exacto, el genin saldría de la esquina lo más rápido posible dirigiendo mientras a Mono a cortar el tren inferior. Si no podía eliminarlo de una al menos buscaría la forma de complicarle que siguiera huyendo con la pesada caja a cuestas.
Si hubo algo que impidió a aquel malhechor el echarse a reír cuando su víctima se dio de cara contra el muro, fue el peligro de tentar la suerte y tropezarse. Sin embargo, se sentía victorioso: había burlado a sus dos perseguidores y tenía el paquete entre manos. Solo era cuestión de minutos para que desapareciese y regresase a reportar un trabajo sucio bien hecho.
Pero la suerte es un relato de final impredecible, y se demostró a si misma cuando de “la nada” aquel chico de la marioneta salto justo frente a él. Ni siquiera le dio tiempo de pensar, algo le corto por debajo de las rodillas y le hizo caer; y a su vez, la caída le despojo del paquete. Su primer instinto fue levantarse y luchar (después de todo, era solo un niño), pero sus piernas le suplicaron descanso ante el dolor. Por si fuera poco, podía escuchar como el muro que hacía poco lo había salvado estaba a dos golpes de desmoronarse. Podía quedarse y luchar… ¿Pero que había de sus compañeros? Podían estar muertos o haber huido, pues solo eso explicaba la presencia de sus perseguidores. Cualquiera de ambas opciones le parecían justificativo suficiente como para dar el trabajo por perdido y emprender la retirada. Así que, abandonando su objetivo, arrojo una bomba de humo al suelo y cubrió de tinieblas el callejón.
Para cuando la humareda de disipo ya no había ningún ladrón.
—¡Gracias, gracias, muchas gracias! —exclamo con euforia la mujer en cuanto llego a donde estaba la caja, sobre la que se abalanzo.
Era difícil saber si el agradecimiento era para Takumi o para los cielos, pero lo cierto es que había gratitud allí.
—Lo siento; pero debemos volver, por favor —exclamo mientras cargaba la caja de marionetas.
Ella tenía muchas preguntas que hacer, pero necesitaban regresar y encontrarse con la guardia de la ciudad: seguramente el ruido en medio de los callejones les habría guiado, pues ya estaban alerta con la cuestión del asalto a la carroza. Además, era necesario capturar a los maleantes para saber quién pudo haber organizado el robo.
El tajo fue certero, las garras de Mono cortaron por debajo de las rodillas, provocando que el bandido se precipitara al suelo dejando caer la caja en el proceso. Al marionetista se le dibujó una sonrisa en la cara, pero aún que la satisfacción era grande recolocó su marioneta entre él y el maleante, por si este buscaba continuar la pelea. Pero viendo que no había rastro de sus compañeros y, a juzgar por su cara, que el corte le había dejado un poco tocado el ladrón decidió huir tirando una bomba de humo.
Cuando el humo se disipó no había rastro del bandido y la señora se acercaba sonriente hacia la caja.
—¡Gracias, gracias, muchas gracias!
—No ha sido nada, a mi tampoco me gustaría que me robaran una de mis marionetas o un accesorio. —Mientras decía esto procedió a sacar un pergamino pequeño, desplegarlo y tras una serie de cinco sellos manteniendo el último selló a su marioneta en él. —¡Ah! Disculpe mis modales, me llamo Tsukisame Takumi, gennin de Uzushiogakure. Es todo un placer. —Se presentó agachando levemente la cabeza tras guardar en su portaobjetos el pergamino.
—Lo siento; pero debemos volver, por favor.
—Si, sin problema. Si quiere le puedo acompañar a declarar ante la guardia de la ciudad y si no es molestia me gustaría acompañarla hasta su destino, para prevenir que le intenten asaltar de nuevo nada más.
Al kazejin, pese a que su ayuda fuera totalmente altruista, le gustaría saber que había en esa caja llegados a este punto. Nadie organiza un asalto con gente que controla de kenjutsu y ninjutsu elemental, cómo mínimo, para robar una simple marioneta o accesorio; el contenido de esa caja debía de ser importante.
¤ Ippan no Fūinjutsu ¤ Técnica de Sellado General - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Fūinjutsu 15 - Gastos: 10 CK (sellado de objetos y armas), 5 CK (liberar) - Daños: - - Efectos adicionales:
Sella objetos y armas en pergaminos
(Fūinjutsu 30) El usuario gana la capacidad de sellar objetos y armas de cualquier extensión (preguntar a un administrador en caso de duda) en pergaminos. Además, puede guardar gases venenosos, líquidos...
(Fūinjutsu 60) El usuario gana la capacidad de sellar objetos y armas de cualquier extensión (preguntar a un administrador en caso de duda) en cualquier tipo de recipiente (preguntar a un administrador para saber qué recipiente podría ser válido, solo es posible sellar 1 objeto), y en su propio cuerpo (1 por cada 10 de Inteligencia)
- Sellos: Buey → Serpiente → Tigre → Jabalí → Carnero (mantenido durante unos segundos) - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: (ver descripción)
Técnica estándar de fūinjutsu, que utilizan muchos shinobi con diferentes niveles de maestría en técnicas de sellado. Los ninjas con un nivel de maestría bajo son capaces de sellar objetos y armas, normalmente de tamaño pequeño o mediano, y únicamente en pergaminos. Los ninjas de nivel medio son capaces de sellar muchos tipos de sustancias distintas en pergaminos. Los ninjas de nivel alto, en su propio cuerpo o incluso en recipientes.
La técnica no funciona instantáneamente. Para sellar objetos en un pergamino, se ha de abrir ese pergamino. En el caso de querer guardar algo en el propio cuerpo, no es necesaria tanta preparación. Para guardar cosas en un recipiente externo, se ha de disponer de uno válido (obviamente). En cualquiera de los tres casos, se ha de estar a menos de tres metros de donde se va a sellar el objetivo, y a menos de diez del objetivo. Una vez realizados los respectivos sellos, se mantiene el último y el objetivo se deshace en una masa de chakra, que viaja a velocidad moderada hasta introducirse dentro del lugar donde se desee sellar. Entonces aparece la marca deseada, y el sellado se completa.
Se ha de remarcar que esta técnica de sellado no dispone de una clave para nada complicada. Los sellos podrán ser rotos y su contenido liberado por cualquier practicante de fūinjutsu con suficiente maestría (15, 30 ó 60).
Kazuma había terminado su bebida y se sentía más despierto y animado, por lo que decidió emprender camino hacia el despacho de la maestra titiritera. En un principio lo más educado había sido solicitar una entrevista, pues él no era ninguna figura como para llegar sin preaviso. Quizás por eso mismo no le sorprendió la serie de negativas, aunque si le preocuparon un poco.
«La situación es clara: debo ir en persona, pues luego de varias cartas no seré sorpresivo», pensó aceptando, simultáneamente, que de momento no tenía otra opción.
Sin embargo, su propósito se vio desviado por un alboroto en medio de la calle. Al parecer se trataba de un intento de robo bastante osado. La carrosa estaba volteada y una mujer que parecía ser tripulante lucia muy alterada. Curioso, se acercó a donde estaba la guardia de la ciudad y pudo escuchar algo de unos encapuchados que habían huido con algo importante y de una compañera que se fue tras ellos. El asunto era prometedor; pero la guardia de la ciudad le hizo retroceder, además de que tenía cosas que hacer. Para evitar el tumulto decidió tomar un desvió a través de los callejones; sin embargo, algo inesperado le freno.
«Interesante», pensó en cuanto vio dos encapuchados tratando de esconderse en un pasaje.
Se acercó a ellos sin otra intención que ver de qué se trataba, aunque por lo que sabía podía intuir que se trataba de los mentados ladrones.
—¿Qué miras mequetrefe? ¿Quieres que te raje? —pregunto uno al notar su cercanía.
Kazuma era del tipo que no juzgaba las acciones o motivos de los demás, de suerte que aquellos ladrones le serian indiferentes. Pero cometieron el error de amenazarle, lo cual le parecía una tremenda tontería dadas sus condiciones: uno con una herida en la mano que sangraba profusamente y el otro con alguna herida que le impedía incorporarse. Lo cierto es que le daban un poco de lastima, pero la hostilidad recibida le hacía imposible quedarse solo como espectador. Decidió entregarlos a las autoridades… Por supuesto, ambos sujetos se resistieron; pero no estaban en condiciones de defenderse contra unos cuantos golpes de su espada de madera.
«Ahora, ¿por dónde fue que llegue?», se preguntó mientras miraba a un lado y otro, escogiendo un camino casi por azar.
Con la fuerza de la que disponía y una serenidad hasta amable, comenzó a arrastrar a ambos sujetos. Fue en aquel momento que Takumi y la mujer llegarían al cruce y no verían a los ladrones que allí habían dejado. De hecho, estarían por otro callejón distinto pero visible, siendo arrastrados hacia las sombras por un sujeto peliblanco que parecía estarles rescatando descaradamente.