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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Alguien farfulló algo inteligible ante su comentario. Otro rio entre dientes. Otros callaron, en un silencio amenazante.

Fuese como fuese, Daigo, tras aplicarse un rudimentario torniquete, tuvo tiempo a examinar un poco más sus alrededores. Como había logrado atisbar al principio, se encontraba en una sala circular. Ahora que sus ojos se habían acostumbrado algo a la oscuridad reinante, pudo observar que estaba hecha de piedra lisa. Las paredes tenían una altura de diez metros —quizá algo más—, y estaban llenas de…

Bueno, de heces. Por alguna razón, estaba llena de heces. La única luz provenía de una llama más allá de la puerta de rejas metálicas por la que había entrado, y el mundo a su alrededor estaba lleno de sombras. En el centro de la sala existía un agujero de tres metros de diámetro por los que había caído su primer agresor. Si miraba por dentro, no adivinaría el final. Había demasiada oscuridad y era demasiado hondo.

Y ya está. No había cuarto de baño. No había camas. No había una mesa a la que poder sentarse y comer. Leches, no había comida. ¡No había agua! Solo gente desnutrida, con ojos hambrientos y sin alma.

¿Qué haría Daigo? ¿Se quedaría solo? ¿Trataría de juntarse a alguno de los tres grupos?
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#47
El ambiente se volvió tenso y peligroso allí dentro, dándole a Daigo toda la impresión de que lo mismo que le había sucedido antes acabaría volviéndole a suceder tarde o temprano.

Al observar a su alrededor, Daigo se fijó en algunas cosas en las que no se había podido fijar antes. Al observar las paredes, pudo comprobar que eran completamente lisas y bastante altas, por lo que no podía escalarlas ni saltarlas (principalmente porque no podía mover las piernas, en primer lugar). En lo que también se fijó fue en que las paredes, por algún motivo, estaban llenas de mierda.

Daigo pensó que quizás la utilizarían para escalar o... algo, pero dudaba de que pudiese aguantar el peso de una persona.

En principio, Daigo se acercó como un chico nuevo en el colegio al grupo conformado por los dos jóvenes y el anciano.

— Hola. ¿Les importa si me siento con ustedes? —Les preguntó, con una agradable sonrisa.
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#48
Depende —Fue el anciano el que respondió. Apenas tenía dos dientes arriba y uno abajo, medio podridos. Estaba tan arrugado y esquelético que, de no ser porque sus labios se movían, daba la impresión de ser un cadáver—. ¿Cuál es tu delito, joven?

»¿Por qué estás aquí?

No le mientas —agregó la chica de su edad. Su pelo estaba enmarañado y sucio, sus ojos estaban pequeños y asustados y bajo la capa de mugre Daigo adivino una piel bronceada. De no ser por las crudas circunstancias, probablemente a Daigo le hubiese parecido una chica guapa—. Tenemos una forma para descubrir a los mentirosos.

A Daigo le pareció que ella misma estaba mintiendo con aquella última afirmación. Su percepción para cazar mentiras no era demasiado alta, pero algo le decía que la chica era de esas personas que no saben mentir.

No muy lejos, la mujer que le había salvado el culo se sentó. Parecía pertenecer a aquel grupo, aunque su atención estaba centrada en su nueva adquisición: la daga.
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#49
Daigo se sintió algo aliviado al no recibir un "no" directo, pues no pretendía intentar pasar por aquella situación como un lobo solitario sin juntarse a otras personas. Al fin y al cabo, si él había acabado allí ¿qué impedía que otras buenas personas hubiesen acabado en ese foso?

Porque él seguía siendo una buena persona ¿verdad?

— Tranquila, intento decir siempre la verdad. —Le respondió a la chica, con la misma sonrisa agradable de siempre, antes de responderle al anciano—. Maté a un hombre.

— Se llamaba Tomizawa Masahiro y trabajaba para Nathifa. Lo golpeé con una técnica de viento mientras intentaba golpear a una de las esclavas de Nathifa para rescatar a una amiga.

No parecía orgulloso y realmente le habría gustado decir que fue un accidente, pero entonces recordó que en aquel momento no se preocupó de a quien pudiese dañar siempre que con ello pudiera rescatar a Kasaru.
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#50
El anciano y la muchacha intercambiaron miradas por un momento. Luego, tras asentir, hicieron un gesto de mano para que Daigo se sentase en la mugre, junto a ellos.

Siéntate entonces, Sin Piernas. Imagino que tendrás muchas preguntas… pero a mí me falta saliva para responderlas todas. Calla, escucha y mira. Aprenderás la mayoría de lo que necesitas... y entonces, cuando tan solo te queden unas pocas, podrás hacerlas y yo te responderé.

Parecía un trato justo. O el mejor trato que Daigo iba a conseguir, por lo menos.



Voy a poner por aquí una lista de los personajes de la prisión, tanto para ti como para mí, que cuando hay mucha gente en una escena tiendo a liarme. En cuanto hagamos un pequeño salto en el tiempo (puedes hacer ahora como que transcurren unas horas hasta lo que tú piensas que es de noche), daremos por hecho que Daigo posee esta información on-rol, obtenida por la convivencia (bien preguntaste, bien escuchaste cómo se iban llamando entre ellos, y observando sus comportamientos).
  • Grupo amigo:
    • Tres Dientes: El más viejo del grupo. Se le ve muy desnutrido y debilitado, tiene el rostro cubierto de arrugas, apenas le quedan algunos mechones blancos sueltos por el cráneo y solo conserva tres dientes. De ahí su mote. (color de diálogo: red)
    • Llorona: Aparenta tener veintimuchos años, debido a la desnutrición y la mugre, pero probablemente tenga muchos menos. Le pusieron ese mote porque, por las noches, rara es la vez que no se le escucha algún llanto, pese a que intenta reprimirlos. Cuando todos están despiertos, si le preguntan por ello, lo negará con vehemencia. Tiene el cabello enmarañado, los ojos pequeños y la piel bronceada. (color de diálogo: turquoise)
    • Risitas: El niño del grupo. Tendrá unos diez o doce años. De piel bronceada, tiene el pelo lo suficientemente largo como para considerarla una media melena, y tiene los ojos muy oscuros. Le pusieron ese nombre porque, en ocasiones, y sin que haya nada aparentemente gracioso ocurriendo a su alrededor, se ríe. (color de diálogo: purple)
    • La Matasanos: La que salvó a Daigo cuando cayó al pozo, aunque fuese para conseguir una daga. La llaman Matasanos porque, aparentemente, tiene ciertos conocimientos médicos, aunque quizá no los aplique de manera muy ortodoxa. Tiene los ojos color avellana, y una melena que, si estuviese limpia de toda mugre, se vería castaña. (color de diálogo: palevioletred)
  • Grupo rival:
    • La Hambrienta: La mujer que terminó con la nariz rota por atacar a Daigo. Parece ser la que domina su grupo, y siempre está buscando maneras de conseguir comida. Tiene el pelo corto y el cuerpo fibroso, como si cada tendón y cada porción de músculo se resistiese con uñas y dientes a desaparecer por la desnutrición. (Color de diálogo: gray)
    • La Faraonesa: De pelo negro, piel bronceada y ojos oscuros. Proclama cada vez que se le pregunta (no siempre es necesario preguntar) que es descendiente directa del antiguo faraón Sanbei, y que Nathifa la metió en la prisión por miedo a que reclamase su legítimo lugar en el País del Viento. La mayoría de los reclusos la toman por loca, pero suelen seguirle el juego. (color de diálogo: gold).
    • La Ciega. Es una mujer entrada en los sesenta años, canuda y delgada. No está ciega, pero debe tener tanta miopía que a veces lo parece.
    • Mordiscos: Le llaman así porque siempre que se mete en una pelea, acaba mordiendo a su adversario. Fue quien atacó a Daigo cuando cayó al pozo. Lo que más destaca de él es su mandíbula, cuadrada e inmensa. Tiene el cuerpo de un hombre que contaba con un buen peso y adelgazó demasiado rápido. (color de diálogo: olive)
    • Mudo. Un hombre alto y de constitución delgada. No se le escucha al andar, ni al respirar, ni siquiera cuando mastica. Por no oírsele, no se le oye ni su voz. Nadie la ha oído nunca, y todos piensan que está mudo o medio loco. (color de diálogo: desconocido)
  • Los tres individuos solitarios:
    • Chillidos: Aún desnutrido, es una auténtica mole de dos metros de alto. Su pelo oscuro está recogido en dos coletas, y tiene dos puntos rojos en la frente. A veces chilla, sin razón aparente, sumido en un trance de locura y rabia. Todo el mundo le desea muerto, pero nadie parece atreverse a atacarle, aún con la ventaja numérica. Es un hombre impredecible y peligroso, y cuenta con dos huesos —probablemente fémures arrancados de sus víctimas— afilados por él mismo, que puede emplear como espadas. (color de diálogo: navajowhite)
    • La Estranguladora: El cabello suele ocultar prácticamente todo su rostro, y aparentemente es una mujer menuda y frágil. Todavía no sabes por qué la llaman así, aunque puedes imaginártelo. (color de diálogo: sienna)
    • La Coleccionista: Se trata de una mujer con un montón de macabros adornos en el cuerpo. Anudados a sus brazos, a sus dedos y su cuello, porta cabellos atados a huesos de sus víctimas. Posee dos cráneos que encaja sobre sus manos y emplea como armas (como si fuesen una especie de puños americanos). Aparentemente le gusta coleccionar cosas. (color de diálogo: lightsteelblue)
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#51
Daigo se sentó a su lado y asintió.

— De acuerdo, lo haré.

Allí, sentado, el Sin Piernas se limitó simplemente a observar y escuchar sus alrededores durante la mayor parte del tiempo. Durante ese día, Daigo pudo conocer más o menos cómo le llamaban a todo el mundo allí y alguna que otra cosa de su personalidad.

Si alguien hablaba con él, Daigo se mostraría tan agradable como siempre y le daría conversación, pero hasta entonces parecía estar más distraído pensando en otras cosas, como el estado de su compañero o la manera en la que saldría de allí.

«No sé si podré saltar hasta allí arriba sin utilizar el chakra, pero antes de intentarlo primero debería recuperar la movilidad de mis piernas».

¿Pero cómo podría recuperar la movilidad? Sabía algo de primeros auxilios, pero realmente lo único que podía hacer para recuperarse era... esforzarse. Pensó en preguntarle a La Matasanos, pero juzgó que todavía no era el momento.

Al cabo de lo que calculó que serían un par de horas, Daigo deshizo el torniquete y ahora, varias horas más tarde que eso, empezó a intentar mover las piernas para ver qué tal se iba recuperando.

Bostezó por el sueño, lo que le hizo pensar que o bien ya era de noche, o se estaba aburriendo demasiado.
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#52
Nadie le habló durante ese tiempo. Lo cierto es que había pocas palabras en aquel sitio, conocido entre ellos como el Ojete de Ōnindo. Tenía cierta forma de ojete, había que reconocer. Y… bueno, estaba lleno de mierda. Hablando de mierda, vio cómo la Hambrienta cagaba en el suelo y luego tiraba sus heces a la pared. Sin ningún reparo, a la vista de todo el mundo. Tampoco es como si tuviese algo con lo que cubrirse.

¿Te quedan preguntas, Sin Piernas? —murmuró de pronto el anciano—. Puedo responderte a algunas antes de quedarme dormido.
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#53
Daigo asintió.

— Esto... sí. Tengo una. —Le dijo, tampoco quería molestarlo demasiado, pero le daba mucha curiosidad—. ¿Para qué es el agujero? Pensaba que sería... el baño, pero supongo que no.
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#54
Tres Dientes negó con la cabeza.

Una vez alguien lo usó como baño… Una vez. —No concretó más al respecto—. Nadie lo sabe. Nunca hemos visto el fondo. Supongo que lo hicieron para ser usado como una fosa para los cadáveres. —Sonrió—. Como si eso hiciese falta aquí.
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#55
— Oh. —Respondió Daigo. Ya podía imaginarse por qué esa persona lo había utilizado solo una vez, y también por qué no hacía falta como fosa—. Entiendo.

Se llevó una mano a la nuca y se rio un poco, algo avergonzado por no tener más dudas después de estar todo un día observando.

— Disculpa, pero no tengo más dudas. —Le dijo—. No querría molestarlo más, así que descanse tranquilo. ¡Muchas gracias!
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#56
El tiempo siguió pasando. Allí, en el Ojete de Ōnindo, los reclutas no hablaban mucho, ni se movían demasiado. A veces, cuando querían comunicarse, incluso lo hacían con meros gruñidos o gestos. Era como si la falta de comida les aletargase. O, quizá, que querían ahorrar cada gota de energía que les quedaba.

¿Era de noche? ¿Era de día? Las antorchas que estaban por encima del pozo eran la única luz con la que contaban. Difícil saberlo. Lo único cierto es que Daigo tenía cada vez más sueño.

Cada vez más sueño.

Cada vez más…

Una sombra. Una silueta se movía en silencio. De no contar con los ojos abiertos, ni la hubiese escuchado.

Alguien se acercaba a su grupo, aparentemente dormido.

¿Qué haría Daigo?
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#57
El tiempo siguió pasando y el peliverde se mantuvo despierto. No sentía que fuese seguro dormirse temprano en su primer día allí cuando todavía no conocía a nadie del todo.

Pudo ver una sombra acercarse en silencio, aunque parecía dormida... ¿Será que alguien era sonámbulo?

De todos modos, el peliverde miró con atención mientras se acercaba lentamente al muro, preparado para reaccionar por si algo sucedía.
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#58
Lentamente, la silueta se iba acercando más y más. Pronto Daigo consiguió identificarlo como el Mudo. Sus pasos, al principio erráticos, como si solo estuviese dando un paseo, empezaron a conducirle hacia una persona muy concreta: la Matasanos.

Más allá, en el grupo de la Hambrienta, un par de siluetas más empezaron a aproximarse, a más distancia.

El Mudo estaba ya a cinco metros.

A cuatro.

A dos.

¡A uno!

Empezó a agacharse y a estirar la mano, como si fuese a despertar a la Matasanos de un mal sueño.
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#59
Poco a poco, paso a paso la silueta pareció acercarse más a la Matasanos entre todas las personas. Probablemente para hacerse con su arma, o para cobrarse venganza por haber matado a su compañero, o quizás las dos cosas. Fuera como fuera no debía ser para nada bueno, y por si fuera poco el resto de su grupo empezaba a levantarse.

En cuanto el Mudo estiró la mano hacia ella, Daigo hizo una de las pocas cosas que podía hacer en aquella situación y le lanzó un zurullo con fuerza y directamente a la cara al Mudo, esperando que el impacto fuese lo suficientemente fuerte como para tumbarlo.

— No deberías molestar a los demás mientras duermen.
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#60
La cara del Mudo quedó lleno de mierda, deteniéndolo justo en el momento en que la Matasanos lanzó una cuchillada. Por menos de una pulgada, la daga no le alcanzó.

¡Mierda! —exclamó, rabiosa. No había estado dormida.

Allí nadie lo estaba.

¡Muere hijaputa! —gritó la Hambrienta, justo antes de abalanzarse sobre la Llorona con un trozo de hueso afilado con el que trató de apuñalarla. Esta última rodó justo en el último momento, y entre chillidos asustados se fue alejando hasta chocar contra la pared.

Todo era un caos en la oscuridad. El Mudo forcejeaba con la Matasanos, sujetándole el brazo con el que empuñaba el puñal. Mordiscos corría directo hacia Tres Dientes, y de fondo, se escuchaba la risita de un niño.
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