Mientras Juro hablaba acabamos de llegar a la pequeña aldea de Minori, todo campos de cultivos y casas bajas, aún no era tarde pero la luz empezaba a menguar. Aún así, había niños y viejos por las calles, ya que los adultos estarían ocupados con sus cosas de adultos.

Me adelanté a hablar con una anciana que estaba sentada en la puerta de una casa, aparentemente vigilando a los niños, aunque parecía estar medio dormida.

— ¡Minoro! ¡Como vuelvas a dar una patada me voy a levantar!

Tragué saliva esperando que mi carisma hiciera algo por primera vez en su vida o acabaría como Minoro. Amenazado de muerte. Miré el bastón que la anciana tenía entre las manos y en el cual se apoyaba.

— Perdone que la moleste, pero...

— Perdonado estás, muchacho, ¿qué te pica?

La velocidad de reacción de la mujer era inversamente proporcional a su edad, me contestó sin darme tiempo a acabar siquiera.

— A mi amigo, sí le pica algo, una herida terrible que le ha hecho un animal salvaje. ¿Hay un médico cerca?

Abrió un ojo para mirarme fijamente, era un orbe de un azul plateado muy raro, paso la mirada a Juro, que debería estar detrás mio caminando hacia el lugar con Stuffy a un lado, ya que yo me había adelantado para avisar. Error, Stuffy se había ido corriendo a jugar con los niños en cuanto me había despistado, dejando a Juro sólo.

La anciana suspiró y se levantó para entrar en la casa que tenía a sus espaldas.

— Traelo dentro, aquí no hay médicos, nosotros solitos nos cuidamos, si solo es una herida podré curarle o evitar que se muera al menos.

Entró en la que supuse que sería su casa y yo me giré para volver con Juro, donde quiera que estuviese.

— Dice que entres y te curara. ¿Cómo vas?

A pesar de que la anciana lo había planteado como si estuviera paraplegico, la verdad es que tenía fe ciega en que el kuseño podría alcanzar la puerta de la casa él solito. Stuffy estaba controlando a los niños desde dentro así que no había nada que temer, excepto mucho orín.

Mientras Juro hablaba, Nabi se adelantó. Al muchacho no le importó. Él pudo ver enseguida donde se encontraban: acababan de llegar a un poblado. El ruido de los niños corriendo y gritando le hizo sonreir.

Stuffy tampoco se mantuvo a su lado. Este se fue correteando a jugar con los niños, dejandole solo.

Aun así, no fue por mucho. Nabi volvió en menos de lo que pudiera esperar. Había estado hablando con una anciana, si la vista no le fallaba.

— Dice que entres y te curara. ¿Cómo vas?

— Lo suficientemente bien como para llegar dentro de la casa — murmuró, con una sonrisa temblorosa. La verdad es que el dolor era insistente. Lo normal con una herida así —. Creo que sobreviviré. Pero si me ayudas a llegar, o al menos te aseguras de que no me caiga, te lo agradecería.

No es que no pudiera caminar por sí mismo, pero con algo de ayuda llegaría mucho antes.

— Lo suficientemente bien como para llegar dentro de la casa Creo que sobreviviré. Pero si me ayudas a llegar, o al menos te aseguras de que no me caiga, te lo agradecería.

Desde luego, hasta Juro tenía unos niveles de testosterona suficientemente altos para hacerse el duro cuando no tiene ningún sentido, quien me lo iba a decir, siendo kuseño y Juro. Me pase su brazo bueno por el cuello y le puse una mano en la espalda para que se apoyase.

— Vamos, que ya casi no queda nada. Además, siendo esto un pueblo especializado en plantas supongo que tendrán hierbas medicinales, con eso ya deberías estar bien. Pero el resto de plantas tendrían que arder, que conste.

Dicho esto, esperaría a que fuera él quien decidiese andar y yo le acompañaría a la velocidad que fuera. Una vez estuviésemos cerca buscaría a Stuffy con la mirada.

— Stuffy, vigila a los niños hasta que salgamos, estamos en la casa esta.

El can ladró en respuesta y después siguió disfrutando de la atención de los niños que parecían maravillados por aquel ser tan extraño que era el perro. Si fueran un pueblo dedicado a la ganadería esto no les pasaría.

Al llegar a la puerta veríamos el salón de la casa, donde la anciana había despejado una mesa, aparte de esa mesa y unas sillas había varias estanterías todo de madera clara y de aspecto antiguo.

— Que se tumbe en la mesa y se quite la ropa.

Solté a Juro con cuidado y esperé a que él solito se hiciera lo suyo, que tampoco íbamos a hacer un show de todo eso.

Nabi hizo lo que Juro necesitaba, aunque no quería admitir. Le ayudó a apoyarse y comenzaron a caminar hacia la casa.

— Vamos, que ya casi no queda nada. Además, siendo esto un pueblo especializado en plantas supongo que tendrán hierbas medicinales, con eso ya deberías estar bien. Pero el resto de plantas tendrían que arder, que conste.

— Si... — murmuró, con un intento de sonrisa.

Nabi ordenó a Stuffy estar al tanto de los niños. Juro se preguntó si el perro le haría caso, o simplemente se quedaría correteando ahí, a su aire. De igual forma, los niños parecían quedar fascinados con el can, por lo que al menos, llamaría su atención durante un rato.

Ambos se adentraron en el salón de la casa. La anciana había despejado la mesa para tumbarse.

— Que se tumbe en la mesa y se quite la ropa.

Nabi le soltó, en un claro "tú te las arreglas". Juro no le culpó, aunque seguía bastante herido y sus movimientos seguían estando restringidos.

Miró a Nabi durante unos momentos. Se habría encogido de hombros, si hubiera podido. Le agradecía toda la ayuda que le había dado. Pero si quería quedarse a mirar, ya no se hacía responsable de lo que viese.

Con lentitud y la poca capacidad de la que disponía, con su mano bueno, se quitó la camiseta. El pequeño "vendaje" improvisado que se había puesto seguía ahí, y no se atrevió a tocarlo. En realidad, no se atrevió si quiera a mirar su herida del hombro. No tenía suficiente valor aún. No estaba acostumbrado a las heridas y a la sangre, a pesar de ser un ninja.

Luego, utilizó el resto de su fuerza para tumbarse en la camilla improvisada, con ayuda de Nabi o sin ella.

— Gracias por ayudarme — dijo, a la anciana, con el tono más amable que pudo. Aun así, la voz le traicionó, y salió quebrada y dolida, por la herida.

Juro empezó a desvestirse sin darle demasiadas vueltas a que yo no fuera a ayudarle, aunque yo estaba más pendiente de las idas y venidas de la anciana. Cogía plantas y hierbajos, ungüentos y potingues, de todo un poco, mientras musitaba algo.

Cuando el herido estaba ya tumbado la mujer se acercó con tres cosas diferentes en pequeños cuencos también de madera y vendajes. Vendajes de verdad, y no la improvisación que llevaba el kuseño.

— Cuando te ponga esto, te va a escocer como si te estuviera poniendo fuego, pero es para que cicatrice mejor, tú intenta no moverte. Te lo inmovilizaré enseguida y te pondré unas cuantas hojas de estas para que se te baje un poco el dolor. No te muevas hasta que lo haya vendado.

Antes de que pudiese contestar y bajo mi atenta mirada, mezcló los mejunjes con los dedos y empezó a pasarlo por las heridas abiertas de Juro como si tal cosa.

Juro sentiría el frio primero, porque la extraña crema esa estaba fresquita, pero justo cuando la anciana empezase a ponerle aquellas hojas verdes del tamaño de su mano para tapar las heridas antes de vendar, justo entonces, el calor empezaría a subirle. Obviamente, primero le ardería la que primero le aplicó, subiendo hacia las otras en cuestión de segundos.

Seguramente la anciana tenía experiencia. En apenas un minuto el kuseño ya estaba vendado y listo para irse a su casa. Sin embargo, él no parecía especialmente contento.

— ¿Cómo vas, Juro?

La anciana ignoró sus agradecimientos. Aun así, le dio una serie de consejos.

— Cuando te ponga esto, te va a escocer como si te estuviera poniendo fuego, pero es para que cicatrice mejor, tú intenta no moverte. Te lo inmovilizaré enseguida y te pondré unas cuantas hojas de estas para que se te baje un poco el dolor. No te muevas hasta que lo haya vendado.

Juro asintió, tembloroso. Observó como la mujer iba y venía, y se ponía a mezclar hierbas y cosas para luego aplicárselas. Nabi estuvo presente en todo el proceso y lo agradeció bastante. Él no tenía fuerzas para defenderse si había algún problema.

La anciana mezcló los dedos en un mejunje y se los paso por la herida abierta.

« Allí vamos... »

Primero, sintió un extraño y no del todo agradable frío en su herida. Tras eso, utilizó unas hierbas que aplicó junto a la crema. Entonces, empezó el verdadero dolor.

Le ardía la herida. Le ardía mucho. Sentía el puto infierno en su hombro. No supo si las hojas le aliviarían o no, pero eso era jodidamente real.

Trató de juntar los dientes. Aun así, no pudo evitar soltar un gemido ahogado cuando el dolor estaba en su máximo apogeo. Apretaba con fuerza la palma de las manos, y reafirmaba su posición, apretando las piernas contra la mesa. Cerró los ojos, evitando que una lagrimilla traicionera se le escapara.

Cuando todo terminó, el dolor se redujo considerablemente, aunque aún le molestaba. Ahora, estaba vendado, y con la seguridad de que su herida mejoraría.

— ¿Cómo vas, Juro?

— Duele. Pero ahora, mucho mejor — murmuró, pudiendo respirar tranquilo por fin —. Ahora sé que esta mierda no se me va a infectar tan fácilmente.

Tras eso, volvió a agradecerle a la anciana sus servicios con una reverencia formal, antes de marcharse.

— Gracias a ti también, Nabi. No todos los ninjas me habrían ayudado tras la pelea — murmuró, agradecido.

Juro estaba vivo, Stuffy estaba vivo y yo estaba vivo. Todo había salido a pedir de boca, qué fácil era la vida del shinobi. El kuseño tras una reverencia pretendió salir de la estancia y yo fui detrás, aunque todo eso estaba yendo muy rápido para mi gusto. Sin embargo, Juro era de culo inquieto y yo lo respetaba.

— ¿Dónde vais? Son 1000 ryos, ¿no pensaríais que iba a hacerlo gratis? Aquí tenemos que comer y esas medicinas son difíciles de hacer y de encontrar.

Me paré en seco, esperando que Juro hiciera lo mismo y me viera mirarle con cara de estupefacción. De normal, no llevaba dinero encima, el dinero es satanás vestido de papel, pero viniendo de vivir en el bosque durante meses, pues ni moneditas sueltas.

— ¿Tú qué llevas, Juro? Solo me faltan 1000 ryos y podríamos pagarle.

Igual era hijo de algún influyente burgués de Kusagakure... Mierda, era kuseño... Estábamos perdidos, condenados a pagarle con nuestras carnes a la anciana.

A Juro, sin embargo, se le borró la sonrisa de la cara cuando la anciana habló.

— ¿Dónde vais? Son 1000 ryos, ¿no pensaríais que iba a hacerlo gratis? Aquí tenemos que comer y esas medicinas son difíciles de hacer y de encontrar.

— ¿Qué...? ¿1000...ryos? ---- murmuró, incrédulo. Después, casi hasta indignado —. Pero... ¡Usted no dijo nada de un pago! ¿A ti te dijo algo, Nabi?-

Por su cara, sin embargo, Juro pudo saber que él tampoco sabía nada. No sabía como sentirse. Vale, esa anciana le había salvado. Pero... ¿¡1000 ryos!? ¡Menuda estafa! Era obvio que se estaba aprovechando de ellos por su necesidad y por ser extranjero.

— ¿Tú qué llevas, Juro? Solo me faltan 1000 ryos y podríamos pagarle.

— Oh, dios... — murmuró, para sí. No tuvo que revisar su cartera para saber que no se había llevado tanto dinero encima. Lo tenía y eso era lo peor, pero se había dejado una parte en Kusagakure. Se supone que ese viaje iba a durar poco, no tanto para gastar todos sus ahorros —. En mi familia gastamos el dinero muy rápido. Llevo como.... la mitad. Como mucho. Tenemos una tienda y podría pedirle algo de dinero prestado a mi hermana, pero esta en... mi aldea.

Esto último se lo había dicho a Nabi, casi susurrando a su óido, por lo que esperó que aquella tétrica anciana no lo escuchase. ¿Qué iban a hacer? Ninguno de los dos tenía muchas opciones.

— ¿Qué...? ¿1000...ryos? Pero... ¡Usted no dijo nada de un pago! ¿A ti te dijo algo, Nabi?-

Ya estaba la cosa torciéndose en la mala dirección. La dirección de que encima la culpa iba a ser mía, como si le hubiese apuñalado yo o hubiese ido yo a preguntarle a la vieja. ¡Que era él el que se habría muerto! Que putada es esta de ser el bueno de la película.

— ¡Claro que no! Sino te hubiese preguntado si tenías el dinero antes de vernos metidos en deudas. ¡Soy demasiado joven para las deudas!

— En mi familia gastamos el dinero muy rápido. Llevo como.... la mitad. Como mucho. Tenemos una tienda y podría pedirle algo de dinero prestado a mi hermana, pero esta en... mi aldea.

¿Cómo que gastan el dinero muy rápido? Estos kuseños... La vieja suspiró como perdonándonos la vida y entonces, nos perdonó la vida.

— Ya me imaginaba que no llevabais dinero. No os preocupéis, me pagareis con vuestro sudor. Venid a principios de la Primavera a Tane-Shigai y preguntad por el Árbol del Amor.

Me rasqué la nuca, confuso.

— Trabajareis para mi hasta que crea que habéis pagado vuestra deuda. Sé que vendréis, conozco al Morikage y al señor feudal del País del Bosque, seguro que les interesaría saber que uno de sus ninjas es un moroso.

La anciana se jactó mirando a Juro. Podía no ir, total, ser buscado por otra villa hasta está bien visto en algunos círculos de Uzushiogakure, aunque seguro que ninguno de ellos lo admitiría ante Shiona. Pero, de todas formas, no iba a dejar al kuseño en la estacada. Aunque tampoco tenía ni idea de donde estaba el Tano-Shohai ese.

Miré a Juro y me encogí de hombros, dejándole claro que la decisión era suya. Tampoco iba a comerme yo solo el marrón, si él decidía huir de sus responsabilidades sería culpa suya y yo me limpiaría las manos, y seguramente mucho retretes cuando Shiona se enterase.

Nabi exclamó, con un gesto igual de nervioso que Juro, que tampoco tenía idea de niguna deuda. Juro se llevó las manos a la cabeza, desesperado. ¿Qué diablos iban a hacer ahora?

— Ya me imaginaba que no llevabais dinero. No os preocupéis, me pagareis con vuestro sudor. Venid a principios de la Primavera a Tane-Shigai y preguntad por el Árbol del Amor.

Juro se volvió. Primero, sintió sorpresa. Luego, algo de alivio, por ver que la abuela iba a ser algo comprensiva. Aunque cuando escuchó la palabra "sudor", se sintió un poco menos aliviado.

— Trabajareis para mi hasta que crea que habéis pagado vuestra deuda. Sé que vendréis, conozco al Morikage y al señor feudal del País del Bosque, seguro que les interesaría saber que uno de sus ninjas es un moroso.

« ¿El... arbol del amor? »

Juro se puso rojo como un tomate.

— No hacia falta la amenaza. Tenga por seguro que iré a ese sitio y pagaré mi deuda... — murmuró, dirigiendose hacia la anciana. Después, se atrevió a alzar la vista y mirara Nabi —. Bueno... yo lo haré. No voy a decidir por ti. Después de todo, al que han vendado soy yo.

— No hacia falta la amenaza. Tenga por seguro que iré a ese sitio y pagaré mi deuda... Bueno... yo lo haré. No voy a decidir por ti. Después de todo, al que han vendado soy yo.

Suspiré, deshaciendo mi encogimiento de hombros. No era mi tema, no tenía nada que ver conmigo, por lo menos en la versión oficial en la que le atacó un animal salvaje. Pero claro, la realidad era mucho más ingrata. Mi honor y mi respeto hacia todo Uzushiogakure estaba en juego. Debía ayudarle.

— Sí, claro, hagamoslo. Ayudemos a la anciana en Tane-Shigai, qué remedio. Aunque 1000 ryos tampoco es tanto, si vamos ya igual llego a la villa antes del año que viene.

Dicho así sonaba aún más depresivo, al contrario de lo que yo hubiese esperado.

— No, no. Ahora no, ¿no veis que estoy aquí? He venido a pasar las nabidades con la familia. El primer día de Primera Flor sería perfecto. Ya os diré lo que tendreis que hacer.

Y yo que pensaba que lo de ir en Primavera era una broma. Encima tenía que hacer planes con tiempo para poder ir hasta donde demonios estuviese la cosa esa para Primera Flor, en Primavera, ¡JUSTO CUANDO FLORECEN LOS CEREZOS DE UZU! Qué asco de vida.

— Pues nada, ¿tú qué dices, Juro? ¿Te viene bien la fecha?

Le pregunté mientras salía de la casa esa de la vieja del demonio. Ahí seguían los niños y Stuffy, corriendo y ladrando como si tuviese la energia de cien bijuus. Qué bonito era ser joven y despreocupado.

Nabi se mostró de acuerdo y Juro sonrió un poco, feliz por su decisión. Si tenía un apoyo, probablemente todo saldría mejor. Y bueno... después de tanto viaje, al final, el chico le había empezado a caer bien. A pesar de que le hubiese rajado el hombro y puesto en esa situación absurda.

Aun así, la anciana se mostró en desacuerdo con actuar en ese momento. Ella lo dejó bien claro.

— No, no. Ahora no, ¿no veis que estoy aquí? He venido a pasar las nabidades con la familia. El primer día de Primera Flor sería perfecto. Ya os diré lo que tendreis que hacer.

Juro asintió. No tenía más remedio. No tenía planes a tan largo plazo, y la verdad es que se sentía más que presionado por hacer esto.

— Pues nada, ¿tú qué dices, Juro? ¿Te viene bien la fecha?

« ¿Acaso tengo elección? »

Aun así, puso una sonrisa.

— Si, claro. Todo bien. El primer día de Primera Flor. Ahí estaré — afirmó, con convicción.

— Si, claro. Todo bien. El primer día de Primera Flor. Ahí estaré

Salimos de la casa y llamé a Stuffy para empezar a irnos.

— ¿Seguro que podrás volver normalmente a tu casa? Igual deberías descansar en casa de la vieja, total, ya estamos endeudados con ella.

No sabía muy bien qué más proponerle, no podía desviarme más de mi camino para acompañarle, aunque la verdad es que era entretenido hablar con él. Pero si llegaba más tarde a la villa acabaría juntandome con la cita en Primavera y no me daría tiempo ni a decir hola.

— ¿Quieres que quedemos en otro lugar o nos vemos directamente allí, sea donde sea? ¿Sabrás llegar? No te he visto muy bien orientado por estos lares.

Y eso se lo decía yo, que no tenía ni puta idea de donde estaba el lugar donde se suponía que teníamos que ayudar a la anciana. Stuffy ya estaba cerca y solo quedaba asegurarnos de que Juro llegaría entero.

Finalmente, salieron de esa casa del demonio.

— ¿Seguro que podrás volver normalmente a tu casa? Igual deberías descansar en casa de la vieja, total, ya estamos endeudados con ella.

— Si... no te preocupes. Me las apañaré para llegar. Tengo provisiones de sobra para viajar, y ya no hay peligro de muerte — comentó Juro, con una sonrisa. Estaría bien.

Tras dar unos pasos, la despedida se acercaba. Juro lo sabía. Aun así, Nabi parecía bastante preocupado por el chico. Tampoco lo culpaba. La imagen de Juro, herido y desorientado, no es que fuera la imagen de ninja independiente, fuerte y a salvo, precisamente. Pero era lo que había.

— ¿Quieres que quedemos en otro lugar o nos vemos directamente allí, sea donde sea? ¿Sabrás llegar? No te he visto muy bien orientado por estos lares.

— Dijo Tane-shigai, ¿no? Me suena mucho el sitio. Me parece que esta en el país del bosque — murmuró, pensativo. Igualmente, él y los mapas nunca se habían llevado bien —. Igualmente, no tengo ni idea ahora mismo. Creo que cuando llegue a casa me informaré bien y trataré de llegar con tiempo. Será más sencillo que nos veamos ahí, creo. Sin saber donde es, difícilmente encontraremos un punto intermedio bueno.

Imaginate que quedaban en una zona céntrica y resultaba estar donde él decía. Tendría que andar mucho más para nada. Igualmente, solo les quedaba eso.

— Ya sé. Podemos vernos en la entrada de Tane-Shigai. Digo yo que tendrá una entrada principal, ¿no? Es inconfundible — dijo Juro, pensativo. No había duda —. Nos vemos ahí y buscamos juntos lo que tengamos que buscar.

— Dijo Tane-shigai, ¿no? Me suena mucho el sitio. Me parece que esta en el país del bosque Igualmente, no tengo ni idea ahora mismo. Creo que cuando llegue a casa me informaré bien y trataré de llegar con tiempo. Será más sencillo que nos veamos ahí, creo. Sin saber donde es, difícilmente encontraremos un punto intermedio bueno.

— Si está cerca tuyo mejor que mejor, si yo era para que llegases entero, que no te he visto yo muy puesto en mapas.

Si él ya sabía donde estaba, mejor que mejor. Yo solo lo había sugerido en caso de que él no tuviera ni zorra idea de como orientarse, pero si decía que estaba en el país del bosque, mejor para él. Aunque vaya viajecito que me iba a marcar a meses de volver a casa. Qué dura era la vida del adulto adeudado.

— Ya sé. Podemos vernos en la entrada de Tane-Shigai. Digo yo que tendrá una entrada principal, ¿no? Es inconfundible Nos vemos ahí y buscamos juntos lo que tengamos que buscar.

— Bien, pues quedamos así. Me vuelvo ya a mi villa, nos vemos en Primavera. Vamos, Stuffy. Hasta la vista, Juro. Encantado de conocerte, intenta que no te coma ningún dinosaurio, eh. Adioooos.

Empecé a andar en dirección contraria a la que debía ir Juro mientras me despedía con la mano y Stuffy ladraba al kuseño mientras se retiraba andando a mi lado.