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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Su oponente, confiado por el hecho de haber acertado con su ataque de lleno, o quizás regocijándose en la ilógica de las palabras de la chica, no dudó en intentar burlarse de nuevo de la pelirroja. Le dijo que el golpe la había dejado atolondrada, pero lejos de la realidad, ese golpe no había sido nada en comparación a lo que se sufre cuando te cortas las venas, cuando te atraviesan el corazón con una lanza, o cuando mueres al menos una quincena de veces por congelación en mitad de una tormenta de nieve. No, sin duda eso no se podía comparar.

Pese a que éste parecía reacio a creerla, él no era ni mucho menos su objetivo, había dejado de serlo por el momento. Estaba en mitad del ruedo, y el público era su objetivo, darles el mayor espectáculo que pudiesen ver... hacerles creer en su inmortalidad era su prioridad.

El medio humano, desafió a la pelirroja en que ésta le enseñase tal y como amenazaba lo que era un verdadero ataque. La chica, rápidamente retomó la sonrisa, una sonrisa maquiavelista y tétrica. Sin duda alguna, su rostro era la mar de expresivo, transmitía con todo lujo de detalles que lo que iba a mostrar no sería agradable. Al menos no sería lo que él esperaba, o lo que cualquier persona allí presente esperaría...

La pelirroja caminó con un paso descarado y chulo directa y sin titubeos hacia su oponente. En el camino, escupió hacia un lado, sangre. El ataque había sido duro, aunque luchase por disimularlo. Sin embargo, eso no la retuvo, continuó caminando hasta recortar las distancias a apenas 5 metros. Sin aviso previo, alzó las manos hacia Kaido, y de ésta se arrojaron hacia su cuerpo un centenar de papeles. Se trataba de un torrente de papeles que surgía de sus manos —de la pelirroja— y se comprimían y pegaban en el cuerpo del escualo, aprisionándolo en una cárcel de papeles que cubriría rápidamente su cuerpo hasta la altura del cuello, dejando que éste pudiese ver todo lo que sucedía.

No eres mi objetivo... apunto hacia algo mas grande. —confesó en palabras bastante bajas, suficiente como para que Kaido le escuchase.

Cortó el torrente de papeles, dejando a su oponente enredado en ese centenar de papeles, y sin mas, pegó un chasquido de dedos frente a ella y apuntando al medio humano. Donde realizó el chasquido, apareció un kunai de papel, afilado como el mejor de los creados en metal. Deslizó la mano en el aire un poco hacia el flanco, y volvió a chasquear los dedos, creando de la misma manera otro kunai. Así, realizó un total de 4, bajo la mirada de todos.

Y ahora, éste show termina. —sentenció.

Levantó un poco ambas manos, y las armas —encarando a su oponente— se alzaron con el mismo gesto, tomando una altura aproximada a la cabeza de la chica, y separándose de ella un poco. Parecía tener toda intención de acabar con el combate, y así era, aunque todo cambió en un instante.

Te veré en la semifinal... ¡PORQUE SOY INMORTAL! —escupió, sin sentido aparente, pero haciendo hincapié en que el público escuchase al menos la última parte.

Sin mas, giró las muñecas, y extendió ambas manos por completo. En un abrir y cerrar de ojos, las armas de la chica se arrojaron sobre su propio cuerpo, coincidiendo todas casi en trayectoria, y atravesándola claramente por donde debía estar su corazón.

La luz se apagó poco a poco, y pese al intenso dolor, la chica sonrió.

¡gheep! —intentó exclamar, pero la sangre que brotaba de su boca apenas le dejó... —Así... s-se... a-taca...

No pudo ni suavizar el golpe, rápida e inerte cayó al suelo de espaldas, en lo que habría sido el movimiento mas absurdo y surrealista. Pero, seguro que conseguiría lo que buscaba...




Pierdo el combate, Kaido gana, no me apetece poner stats... Risa
[Imagen: 2UsPzKd.gif]
#17
El gyojin aguardó expectante, casi convencido de que la mujer de papeles haría un uso extraordinario y desconocido de sus habilidades para intentar amargarle la existencia, otra vez. Y es que ya lo había venido haciendo a lo largo del combate, desde luego; porque de no ser por la precaución con la que el escualo había tenido que actuar tras los primeros vestigios de superioridad de la kunoichi, seguramente habría tenido que salir del campo de batalla como el perdedor. Por suerte, Kaido no sólo pudo salir airoso del último intercambio de estrategias, sino que también algo parecía haber hecho mella en Aiko durante esos segundos cruciales. Un algo que sólo ella conocía, y que por lo visto, no tenía intención alguna de compartirlo, ni con él ni con los cientos de expectadores que aguardaban ansiosos por un nuevo desenlace.

En ella quedó tan sólo una latente confianza, con algunos vestigios carentes de cordura. Avanzó hasta posicionarse nuevamente a unos cinco metros del Umi no Shisoku, con la carne de sus labios ligeramente tintada gracias a la sangre que se colaba entre la comisura.

Luego alzó sus brazos, y como si de una mágica lluvia de papeles se tratase, cientos y cientos de sus súbditos inanimados se movieron al unísono hacia y por alrededor de Kaido, encerrándole. Él se mantuvo inerte, intentando seguir el paso a la danza de aquella marea, hasta que de a uno en uno, fueron adhiriéndose en su azulada piel, hasta que el escualo pareció convertirse en una momia envuelta en papeles. Su rostro, impertérrito, se mantuvo descubierto, y pudo escuchar las últimas palabras de su oponente, todo con la calma de quien se sabe protegido por los genes de uno de los clanes más grandes de todo Onindo: Los Hōzuki.

No eres mi objetivo... apunto hacia algo mas grande —irónico, teniendo en cuenta que apuntar hacia algo más grande significaba, primero, tener que derrotarle. Alcanzar primero la cúspide del torneo, que era desde luego el objetivo más primordial para todos y cada uno de los participantes.

Kaido sonrió ante su afirmación, y movió el cuello, incómodo. El suelo bajo sus pies, de pronto, se convirtió en un pequeño charco de agua que con el paso de los segundos se iba haciendo cada vez más y más denso.

Y ahora, éste show termina.

—Así es, querida.

Luego, todo sucedió en cuestión de segundos. Las armas de Aiko, sus gritos de locura perdiéndose en el viento, y una intensa y poderosa filtración de agua a través y por debajo de los papeles, que le permitió al gyojin escurrirse de la prisión. Posteriormente, su cuerpo se fue formando de a poco a un costado de la marea de papeles, pudiendo percatarse que las armas creadas por Aiko no habían tomado rumbo hacia él, sino hacia su creadora.

Sorprendido o no, los gritos del público ante semejante muestra de autoflagelación obligó a Kaido a mantener la compostura. a actuar como si aquel desenlace había sido por obra y gracia de su presencia, capaz de convencer a cualquiera de que contra él no había más opción que quitarse la vida.

Kaido emergió finalmente, y entero de entre sus aguas; y caminó, a paso lento, hasta los linderos de Aiko. De Aiko sobre su propia sangre, que le salía a borbotones desde su pecho y boca.

Así... s-se... a-taca...

El escualo se agachó al lado de su cuerpo ya tendido e inerte en el suelo, y le pasó la mano por los ojos, cerrándoselos.

—Que triste ha de ser morir víctima de tus propios delirios. Descansa en paz, Aiko-chan.

Luego se levantó, miró al público que observaba atónito la escena, y se retiró del campo de batalla, sintiéndose de todo menos victorioso. Frustrado de no haberle podido demostrar a la zorra su superioridad.



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