Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
De nuevo la chica de cabellera blanca como la nieve se encontraba viajando en uno de esos curioso cachivaches a los que habían terminado por llamar trenes. Ruidosos y molestos, llenos de gente de todo tipo, pero efectivamente rápidos y precisos en horarios. En fin, no todo se puede tener, pero éste maldito sistema ferroviario al menos tenía mas pros que contras. Ya se sabe lo que dicen, menos da una piedra.
La chica viajaba con su clásica indumentaria, clásica desde hacía no mas de un año. Algunos quedaban mirándola, a saber si era por cosa de que estaba fumando siendo apenas mayor de edad, o si era por su aspecto. También podría estar llamando la atención que estuviese viajando en un tren dirección al país del río portando una bandana shinobi en la cintura que hacía referencia a Amegakure. Aunque éste último detalle no corría demasiado la curiosidad, al menos no en éstos tiempos de paz y alianza global. Hoy día era algo casi habitual encontrarse a shinobis en el tren, lo raro era no toparse con uno.
El caballo de metal se paró en seco. La gente comenzó a levantarse y salir de los habitáculos, mientras que una especie de telecomunicador a gran escala daba el anuncio de que habían llegado a la estación de Kuroshiro. La chica se asomó levemente por la ventana del transporte, y lo confirmó. Tras ello, se dio la vuelta y comenzó a salir, como mucha otra gente había hecho desde hacía un instante. —Bueno, ya estamos aquí de nuevo.
A su lado, una chica que había sido mas que un apoyo para ella. Su compañera de equipo, de negocios concretamente. Se trataba de su socio, su mano derecha.
—Ni que fuese tu primera vez... jajajaja.— Contestó ante el comentario de Katomi.
—Ya sabes que nunca me ha gustado hacer éste papel... es algo que aunque pueda hacer bien, nunca me agrada.
—¿Pero de qué hablas, mi pequeña matona? Si eres un trocito de cielo con mas mala leche que mil demonios
—Ja-ja-ja— El sarcasmo en la risa fue mas que tangible. —Bueno, ¿nos vemos en el local mejor? Necesito tomarme un respiro...
—Está bien, pero no tardes... y deja ese vicio absurdo. Te estás estropeando la piel, y los pulmones.
Katomi miró de reojo a su amiga, la cuál marchó entre risas. Dios, cuanto sabía sacarle hasta el último ápice de odio. Casi parecía conocerla a la perfección, y eso que apenas llevaban conociéndose un año. Sin embargo, ésta pareja se había terminado llevando mas que bien.
La kunoichi observó su bolsillo, donde ella solía guardar la cajetilla de tabaco. No pudo evitar soltar un sopesado suspiro, entre que giraba la cabeza. No entendía porqué, pero por el momento le haría caso. Era demasiado pronto para volver a encenderse un cigarrillo. Con parsimonia, la genin de Amegakure tomó rumbo a la ciudad que se estaba convirtiendo en su segunda casa, Kuroshiro. La distancia tampoco era demasiado extensa, desde la estación ya casi se podían ver las casas.
El sonido del metal moviéndose a alta velocidad era algo a lo que nunca se acostumbraría, al menos no por ahora, Haze como era costumbre debía de acompañar a su prima en sus andanzas por donde quiere que fueran y contra su voluntad, como si fuera poco Hana no era alguien muy agradecida, aun así Haze trataba de aprovechar el viaje y distraerse un poco.
Observaba por la ventana todo el trayecto, y le resultaba agradable aunque a tempranas horas se negaba rotundamente, la idea de salir de la aldea no le agradaba, después de todo nunca lo había hecho antes.
Observo como el tren pasaba a gran velocidad por tantos lugares que no conocía, que algún día le gustaría conocer, lo que si le incomodaba era el hecho de ir parado y lo peor era que habían llegado a tiempo para coger un par de puestos vacíos, pero Hana utilizo el otro puesto para poner su maleta de viaje, con la excusa de que no quería estar cargándola.
Y así fue como haze iba viajando de pie en aquel tren— Me gustaría saber a dónde vamos — Dijo haze a su prima, mientras se acomodaba para estar de frente a ella.
— A kuroshiro, ¡una maravilla artística! y a ver a los pandas que son una monada — Expreso Hana, mientras se acomodaba para tener mejor visión en el puesto que daba a la ventana — Quiero retratarlos — Culmino la oración, a lo que haze soltó un bufido.
— A mí me da igual…no le veo nada de especial— Al acabar la frase, las pocas personas que le rodeaban, le miraron mal e incluso se alejaron un poco, estaba claro que estaban cerca de llegar a Kuroshiro.
— ¡SHHHH! ¿Quieres que nos maten aquí o qué? — Le susurró al oído su prima, jalándole de la camisa.
— No creo que sea para tanto… — Dijo haze susurrándole y encogiéndose de hombros, él no era un amante de pandas, para el eran osos de un color diferente, quizás es uno de los pocos inmunes a su encanto.
En unos minutos llegarían a Kuroshiro, o eso supuso haze que noto que el tren iba bajando la velocidad para finalmente detenerse, el sonido del metal al detenerse le erizo la piel por un momento, antes de que se abrieran las puertas se escuchó la voz de una mujer en todo el tren, avisándole a todos los transeúntes que habían llegado a la estación más cercana a Kuroshiro.
Tras coger la maleta de Hana, y su propio bolso, salieron del tren caminando hacia la ciudad y haze anhelaba con todo su corazón poder descansar un rato, y comer algo ya que estaba hambriento para luego disfrutar de su viaje en la medida de lo posible, en la estación al salir cogió un panfleto que entregaba un sujeto disfrazado de panda a todo aquel saliera del tren.
La curiosidad le pudo más e iba leyendo a medida que caminaba, viendo de vez en cuando el frente ya que Hana lideraba la marcha, lo último que alcanzo a ver antes de tropezar de frente fue algo blanco, una cabellera quizá.
6/07/2016, 19:32 (Última modificación: 6/07/2016, 19:32 por Aiko.)
Dejando mas distancia con el caballo de metal a cada paso, la chica estaba mas que decidida de su dirección de marcha. Había hecho éste camino una infinidad de veces, pero cada una de éstas había sido en ocasiones una calamidad. ¿A quien en su sano juicio le gustaría ir al trabajo? No, en realidad no era solo eso. Un simple trabajo no daba tantos problemas, pero realmente su trabajo en aquél sitio no era cualquier cosa. Como bien había dicho su amiga, era la pequeña matona, la fuerza violenta que chocaba contra aquél que se atrevía a sobrepasar las marcadas reglas del sitio. Nada del otro mundo, pero si que a veces llegaba a ser embarazoso y molesto. Por no hablar del millar de broncas que había tenido en lo que iba de año.
Tras apenas unos segundos andando con parsimonia, la kunoichi se decidió por no darle la satisfacción a su compañera de empresa en lo que hacía poco le había soltado. Descansó un instante el caminar, y puso a palparse el bolsillo del short para sacar el tabaco. Concretamente iba sacando la cajetilla para cuando una fuerza externa la hizo amerizar en la hierba. Para cuando eso sucedió, ya llevaba la cajetilla en trayecto para sacar uno de sus bienes, pero terminó rodando un metro y poco hacia la deriva.
—Tsk! Contras...
Era normal que se quejase, habían tropezado con ella como si hubiesen pateado un balón de fútbol. Pero no, eso no había sido lo peor del momento. Cuando quiso darse cuenta de lo sucedido, tenía sobre ella a un chico de cabellera castaña. Al menos en un principio supuso que se trataba de un chico, pues tampoco alcazaba a verle bien el rostro... pero él si que alcanzaba a otras cosas. Sin miramientos, el individuo se había topado con los pechos de la Sarutobi.
«¿En serio? Si ni tan siquiera he llegado al maldito local... ¿Ya empezamos con las broncas? Dios... dame paciencia... porque ganas de matar ya las tengo de sobra...»
Katomi hizo un amago como de apartar al chico, pero no demasiado lejos de su propósito, tan solo mantuvo un sello en un lateral, casi rozando el cabello del susodicho. Mientras tanto, su otra mano se dirigía hacia su virilidad. Lejos de un acto erótico, el ambiente comenzó a caldearse, literalmente.
—O te apartas rápido, o ésto será lo mas ardiente que toques por el resto de tu vida...— Amenazó mientras el olor a quemado se hacía mas pronunciado.
Si, había usado una técnica que lejos de ese tipo de propósito estaba diseñada para crear arte, o encender sus preciados cigarrillos. Pero tampoco se alejaba mucho, iba a hacer una buena barbacoa, y el fuego siempre ha sido considerado arte; para la Sarutobi al menos. Desde los dedos de la chica había surgido un pequeño chorro de fuego, que apuntaba sin miramientos a las partes nobles del joven. Cosa suya era decidir si seguir palpando y que ésta le quemase sin miramientos, o apresurarse en apagarse la escasa llamarada que tendría en esos momentos.
¤ Kagutsuchi ¤ Diosa del fuego - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Sarutobi 50 - Gastos: 10 CK (Divide regeneración de Chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Causa 5 PV de daño si se tocan las figuras - Sellos: Tigre a una mano mantenido. - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: 2 metros máximos de tamaño, y el fuego se crea desde los dedos.
La kunoichi concentra chakra elemental en su mano, mientras que con la otra realiza un sello. Desde los dedos de la kunoichi surge un pequeño reguero de fuego que puede moldear con total libertad, pudiendo usarlo para crear cualquier cosa que le venga en mente. La llamarada es leve pero intensa en sensación, lejos de causar un gran daño, ésta técnica ha sido desarrollada para usos tácticos y arte, aunque no deja de ser fuego. Si se tocan las llamas, el afectado terminará quemándose. (5 PV)
La manipuladora de llamas puede puede usar la técnica para crear meras figuras, escribir en el aire, o simplemente encenderse un cigarrillo. Las llamas quedan suspendidas en el lugar que sea crean hasta que la kunoichi deshaga el sello. También se deshacen las llamas si la kunoichi se aleja mas de 2 metros de donde estén.
Katomi hizo un amago como de apartar al chico, pero no demasiado lejos de su propósito, tan solo mantuvo un sello en un lateral, casi rozando el cabello del susodicho. Mientras tanto, su otra mano se dirigía hacia su virilidad. Lejos de un acto erótico, el ambiente comenzó a caldearse, literalmente.
No fue el único que se comió un buen golpazo y con patatas, cuando cayó soltó la maleta de Hana y el folleto, cayendo sobre algo o mejor dicho alguien, sin querer sus manos cayeron sobre algo… ¿Esférico? ¿Un par?... —Esféricas, un par… ¡suaves! — Al notar aquello, quedo pasmado abriendo los ojos como platos, todo aquello paso en una fracción de segundo, acto seguido noto que aquella persona hizo un ligero movimiento, casi rozándole el cabello.
Haze vio debido al nerviosismo que ahora le recorría el cuerpo, como una mano de aquella persona con la que había coalicionado se dirigía a su compañero de armas, y supuso lo peor aunque la situación allá abajo comenzaba a tornarse caliente.
— O te apartas rápido, o esto será lo más ardiente que toques por el resto de tu vida...— Amenazó mientras el olor a quemado se hacía más pronunciado.
Al ver el humillo se levantó de un salto, palmeándose la ropa afectada a fin de evitar males mayores, cosa que no era sencilla pues le llevo unos minutos apagar la pequeña llamarada, pero un agujero le quedo en la parte inferior de su atuendo.
— ¡Pero que rayos, eh! Que no ha sido a propósito…Joder, mis pantalones… — Aquel nerviosismo se había convertido en vergüenza, después de todo tras apagar el fuego aquella persona seguía ahí, la repaso con la mirada rápidamente y el hecho de que fuera una chica solo aumentaba su vergüenza.
— Lo-lo-Lo siento mucho, en verdad no era mi intención — Procedió con energía a ofrecerle su mano a la kunoichi que por accidente había derribado, solo para una vez teniéndola de pie hacer una reverencia hacia ella. — Discúlpeme — a la par que tapaba el agujero en su pantalón con ambas manos, mientras ejecutaba la reverencia.
— Esta chica, va a matarme… ¡Sabía que iba a ser un mal día! — Con la cabeza baja pensaba mientras esperaba la respuesta de aquella chica, entrecerraba los ojos esperando lo peor.
Al parecer su compañera de empresa iba a tener que esperar un poco mas. ¿Quién se iba a imaginar que la peliblanco acabaría en un embrollo así sin tan siquiera buscarlo? Por dios, si ella era toda una santa. En fin, tampoco del todo, pero ésta vez la pobrecilla no lo había buscado...
Para cuando su mano prendió fuego, y su amenaza sentenció la situación, el chico que previamente palpaba la seguridad de sus pechos salió disparado en un salto. Se alejó frenéticamente de la chica, y comenzó a sacudirse la entrepierna en pos de apagar ese pequeño incendio. El chico se jactó de que no había sido a propósito, pero sus manos no habían dicho eso. Un gesto vale mas que mil palabras, y su gesto no había sido para nada involuntario. Así pues, tenía su merecido, por mucho que se quejase.
La chica deshizo el sello del tigre, y chasqueó los dedos que tenía prendido en fuego para que las llamas se extinguieran. Su mirada no dejaba escapar movimiento del chico, siendo notoriamente seria. Casi al instante, el chico procedió a taparse tal y como podía el pequeño boquete de su pantalón, así como hizo una pequeña reverencia. No tardó en pedir disculpas, añadiendo que no había sido su intención.
Katomi se levantó al fin, y se sacudió la ropa sin aún mediar palabra con el chico. Tenía que tranquilizarse, pues de lo contrario el tema no acabaría en buen puerto. Dejó caer un suspiro, y buscó de nuevo en su bolsillo la cajetilla de tabaco, pero cayó en cuenta de que eso ya lo había hecho un instante antes del accidente. No tenía la cajetilla, había salido volando en alguna dirección.
—Está bien, supongo...— Contestó a la disculpa, prestando atención apenas al chico. Su mirada se disponía en una ardua búsqueda alrededor suya, tenía que encontrar el sustento que la mantenía calmada. Pero no llegaba a avistar la maldita cajetilla del infierno.
—¿Donde diablos habrá caído?— Pensó en voz alta mientras continuaba buscando.
Tanta era su preocupación, que hasta pasó por alto al chico. Si perdía la cajetilla, de veras que hoy sería un día de perros. Si ya tenía malos días y muy mala leche estando calmada y con su droga, a saber cómo terminaba la jornada sin fumar...
— Está bien, supongo...— Contestó a la disculpa, prestando atención apenas al chico. Su mirada se disponía en una ardua búsqueda alrededor suya, tenía que encontrar el sustento que la mantenía calmada. Pero no llegaba a avistar la maldita cajetilla del infierno.
Haze quedo bastante perplejo cuando aquella chica paso de él, cosa que no era ni buena ni mala pues se estaría zafando de una situación peligrosa, aun así la mayoría de sus cosas estaban desperdigadas por el suelo, su maleta y la de Hana, la cual brillaba por su ausencia.
Se agacho a recoger sus cosas, y ambas maletas se abrieron debido al golpe con la peliblanco, Haze rebusco entre la ropa de ambas maletas y trago saliva al notar algo que le horrorizo en aquel momento.
No había ni una sola prenda de el en su maleta, todo era ropa de Hana y algunos utensilios de pintura, en aquel momento hizo un gran esfuerzo por no entrar en pánico, la situación había empeorado ya que sin recambio de ropa, no había forma de cambiarse aquel pantalón con aquel agujero.
Tras guardar toda la ropa rápidamente, encontró aquel panfleto sobre los pandas y la ciudad, sobre una cajetilla de cigarrillos, tomo el panfleto lo doblo y lo guardo en su bolsillo derecho, tomo la cajetilla y al ver la desesperación de aquella chica, que parecía buscar algo enlazo los hechos y pensó que quizás buscaba los cigarrillos.
Haze se pudo de pie y toco el hombro de aquella chica peliblanco, para llamar su atención.
— Hey… ¿buscas esto? — Dijo haze mostrándole la cajetilla de cigarrillos, repasando el rostro de la joven rápidamente, mientras le ofreció la cajetilla.
— Disculpa…no quiero resultar pesado, pero…— Su rostro tomo cierto color, pues le resultaba de lo más vergonzoso la situación en la que estaba.
— ¿Puedes ayudarme?...no tengo recambio de ropa, e ir por ahí con agujero en los pantalones…es muy vergonzoso. — Dijo en voz baja, pero lo justo como para que le escuchara.
Hazegawa estaba más que avergonzado, ahora dependería de la voluntad de una extraña que a juzgar por su andar, no andaba de buenas…no veía muchas esperanzas aquel día.
Ante la preocupación de Katomi, para nada estaba priorizando lo que hiciese ahora el chico. Éste pareció ponerse a recoger toda la ropa que se le había caído de la maleta, consecuencia de haberlas cerrado mal, así como un torpe golpetazo. Para cuando terminó de recogerlas, tocó el hombro de la peliblanco. Le ofrecía la cajetilla de tabaco que estaba buscando... ya decía ella que era raro que no la encontrase, se habría revuelto entre las cosas del chico.
«Bueno, éste chico con tendencias afeminadas al menos se ha disculpado, y me está devolviendo la cajetilla... no parece tan desagradable...»
La Sarutobi tomó la cajetilla, aún con algo de recelo, pero mas calmada sin duda. —Gracias, chico. Justo estaba buscándola...— Pero éste no tardó en volver a hablar. Al menos por el momento tenía la atención de la chica. Pero sin duda alguna se estaba arriesgando, bastante si cabe decir.
El chico de orbes blancos le comentó en un tono bastante bajo que no tenía mas pantalones, o vestimentas, e ir con un agujero en esa zona no le parecía demasiado bonito. Pedía ayuda a la Sarutobi de manera descarada, quizás tomando en referencia que ella había sido la causante, o que quizás le había perdonado por encontrarle la cajetilla de cigarrillos.
Katomi dejó caer un leve suspiro mientras guardaba la cajetilla en el bolsillo, aunque previamente había sacado uno de los cigarrillos que ésta contenía. —Vamos a ver...— Instó mientras se llevaba el cigarrillo a la boca. Con un mero sello a una mano, y el indice de la otra apuntando al cigarrillo, la chica creó una pequeña llama suficiente como para prender el extremo. Le propinó una leve calada, y se alejó el cigarrillo de la boca con tranquilidad. Tras ello, dejó escapar el humo que retenía en los pulmones.
—¿Qué pretendes que haga? No tengo culpa de que solo trajeses ropa de mujer... No voy a meterme con lo que te guste vestir, pero ya eres mayorcito para prever que puedas necesitar otro tipo de ropa. Lo cuál me recuerda que no solo llevas ropa de mujer en las maletas... además tienes las manos bien largas. Si estás en ésta situación, es por tocar cosas que no debes tocar. ¿Acaso eres algún tipo de pervertido?
Sin duda, Katomi no pensaba aguantarse nada. Era ruda como una piedra, directa y casi sin sentimientos. Al menos era sincera, cosa que a veces es de agradecerse en las personas. Esperó la respuesta ante su acusación, entre tanto se llevó de nuevo el cigarrillo a la boca, y le propinó una calada con parsimonia.
—¿Qué pretendes que haga? No tengo culpa de que solo trajeses ropa de mujer... No voy a meterme con lo que te guste vestir, pero ya eres mayorcito para prever que puedas necesitar otro tipo de ropa. Lo cuál me recuerda que no solo llevas ropa de mujer en las maletas... además tienes las manos bien largas. Si estás en ésta situación, es por tocar cosas que no debes tocar. ¿Acaso eres algún tipo de pervertido?
Haze escucho atento a la peliblanco, y casi se le cae la mandíbula cuando escucho lo que le dijo, aunque la situación sí que le hacía parecer tal cosa, estaba lejos de serlo.
— ¡No soy un pervertido!...Vengo de viaje con mi prima y supongo que ella ha saco toda mi ropa para meter sus cosas. — En aquel momento haze acertó, nunca tuvo que confiar en la rara amabilidad de Hana la cual se ofreció a hacerle la maleta esa mañana.
—No puedo creerlo… ¡esa desgraciada saco mi ropa para meter su basura! — Pensó mientras seguía alarmado, aunque no debía perder la calma o aquella peliblanco podría empeorar la situación.
—Mira… —dijo, con tono respetuoso Iba improvisando a medida que hablaba ya que no se le ocurría nada realmente sólido. — Si fuese un pervertido hubiese salido huyendo o que se yo, si me podrías guiar hasta una tienda de ropa o lo que sea, le dejaría en paz y me haría un gran favor, incluso le obsequiare otra cajetilla de cigarrillos para cerrar el trato. —
Sus habilidades de negociación eran un asco, pero en este caso lo decía con cierta seriedad ya que andar por ahí con ese agujero en los calzones sería demasiado vergonzoso, depositar sus esperanzas en aquella joven había sido como tirarse por un barranco.
Pese a que lo había intentado, el joven si podía presumir de algo era de ser insistente. Madre de dios si lo era, y eso que él mismo había sido el que se había metido en semejante situación. Acabar con el pantalón quemado y un respiradero gratuitamente a causa de tocar lo que no debía no parecía haberle achantado, no señor. El joven insistió en que no era ningún tipo de pervertido, que viajaba con una prima y ésta parecía haberle cambiado el contenido de su mochila.
Sin duda alguna, la prima invisible de ese chico era de lo mas divertida. La Sarutobi alzó un ceja, incrédula a la explicación que el chico intentaba darle. Pero el chico no había soltado todo lo que tenía que proponer. Tras echarle las culpas a su supuesta prima traviesa, intentó sobornar con una cajetilla de tabaco a la peliblanco para que le acompañase hasta alguna tienda de ropa cercana.
Realmente no podía entenderse, al menos la escupefuego no llegaba a comprenderlo. ¿Por qué iba a hacerle de guía hasta la tienda? ¿Acaso eso iba a resolver el asunto del agujero en el pantalón? No, obviamente. Además, ella no era ninguna guía de la ciudad, ¿cómo iba a llevar al chico a una tienda de ropa si no sabía donde había una?
—Chico... ¿me has visto cara de guía turístico?— Lanzó una pregunta retórica. —No se donde hay una tienda de ropa cerca, y no vendo mi tiempo por una cajetilla de tabaco. Mi tiempo es mucho mas valioso... Además, ¿para qué quieres que te acompañe? Eso no cambiaría nada, ¿no crees?
Tampoco es que se hubiese puesto a gritarle, pero si que estaba siendo ruda. Ésta larga temporada encargándose de un negocio tan sucio quizás le empezaba a afectar en cómo trataba al resto... pero es que es normal. En su negocio, si no se imponía no tenía poder ninguno. Estaba harta de tratar con fumados y borrachos, y su paciencia había comenzado a disminuir relativamente rápido. Cualquier tontería era bastante como para prender su mecha.
¿Seguiría insistiendo el chico? A lo mejor se daba cuenta ahora de que sus argumentos no tenían fundamento... además, no debía quejarse. El fuego purifica.
—Chico... ¿me has visto cara de guía turístico?— Lanzó una pregunta retórica. —No se donde hay una tienda de ropa cerca, y no vendo mi tiempo por una cajetilla de tabaco. Mi tiempo es mucho mas valioso... Además, ¿para qué quieres que te acompañe? Eso no cambiaría nada, ¿no crees?
Hazegawa noto que tras aquello no habria pero que valga, y que no todo el mundo era tan amable como el creia que eran, bueno despues de todo no se encontraba en Uzushiogakure, que podria esperar de extranjeros.
—Bueno, no importa— Dijo echandose las maletas al hombro, restandole importancia al asunto,— Muchas gracias por todo.—Finiquito ya buscando manera de hacerse hacia el camino para seguir su travesia, pero justo cuando se dedicaba a marchar noto que un par de cigarrillos estaban en el suelo justo a un paso delante de el, quizas se le habria caido al momento de levantarlos.
Una leve sonrisilla se dibujo en sus labios a la par que los miro de reojo, y simplemente siguo el camino trazado pero a sabiendas de que los cigarrillos estaban en el suelo, los piso sin ningun tipo de remordimiento aplastandolos contra el camino de la villa, y se encamino a pasos ligeros hacia el interior de la villa, quizas buscando una manera de perderse rapidamente de la vista de aquella peliblanco.
La chica había tratado al joven de la manera mas pacífica posible, mas aún teniendo en cuenta el gesto tan grosero que había tenido el chico. Pese a la tabarra que le estaba dando pidiéndole que le acompañase, la Sarutobi le dio toda negativa posible. Todo parecía marchar mas o menos bien, en lo que cabe, y no había motivo resaltado para acudir a la agresión. Hasta por últimas el chico pareció comprender que la kunoichi no acompañaría al pervertido a ningún sitio.
Sin embargo, las apariencias engañan. Siempre lo han hecho, y siempre lo harán.
El chico comentó que no importaba el asunto, y se dio la vuelta recalcando un agradecimiento realmente falso. No por su tono de voz, si no mas bien por el gesto que precedió. Sin venir a cuento, el chico pisó fuerte y retorció el gesto, tras ello ando rápidamente. Demasiado rápido a decir verdad. No era para menos, tras de si había dejado una estela de papelitos marrones y blancos. Quizás en el camino quedó también alguna que otra boquilla anaranjada, pero resultaba difícil decir cuantas, todo había quedado hecho trizas.
«¿Habrá sido capaz...?»
Rápidamente echó un vistazo a la cajetilla que le había soltado el chico instantes atrás. Para su sorpresa, apenas había quedado vivo un par de cigarrillos. Bueno, tampoco había sido demasiado sorprendente, a sus pies estaban los restos de los damnificados. Una auténtica tragedia, pero que lo de las torres shinobis.
—Será desgraciado!?— Maldijo a los cuatro vientos.
Por mas que intentaba permanecer tranquila, calmada, y actuar como una señorita de pies a cabeza, no hacían mas que ponerle trabas entre medio. Era imposible pasar un día sin tener que maldecir a alguien, o sin tener que arreglarle la cara a otro a base de golpes. Realmente increíble.
La kunoichi desistió de actuar tranquila por mas tiempo. Sin pensarlo dos veces, salió tras el chico del agujero en el pantalón. No lo hizo corriendo, lo hizo al igual que él con un paso muy ligero. Quizás era un paso hasta mas ligero que el suyo, evidentemente pensaba pillarlo antes de que éste acudiese a salir corriendo. Raro sería que ese pervertido le encarase, y mas le valía que no lo hiciese.
Ante todo, su puño diestro se cerró con fuerza. Sin duda alguna, con éste puño acariciaría a gran velocidad su rostro en cuanto lo tuviese suficientemente cerca, por el momento continuaría recortando las distancias.
—Joder, esto se está poniendo feo— Pensó mientras trago saliva, Hazegawa veía de reojo como aquella peliblanco que al parecer siempre iba de mala leche, comenzó a seguirlo a un paso bastante más ligero que el suyo.
Hazegawa comenzaba a apresurar el paso mirando de reojo como aquella chica le seguía, quizás con un ansia asesina tras pisarle los cigarrillos, Haze se detuvo frente a un local que al parecer era un restaurant del lugar, donde las referencias a los pandas estaban por doquier, los empleados iban ataviados en un traje de panda bastante elaborado.
—Esto es ridículo, pero se me ocurre algo.— Pensó haze, el cual entro al lugar antes de que la peliblanco le alcanzase afuera del local, pregunto rápidamente a uno de los chicos disfrazados de panda, donde se encontraba el baño y tras una leve indicación, se lanzó al sitio.
Al atravesar la puerta del baño de caballeros, lo primero que busco fue un lugar por donde escabullirse, a un lado una serie de casilleros y al otro los inodoros, y en lo alto una ventana lo suficientemente grande como pasa pasar por ahí, en lo alto de los inodoros.
—Como rayos voy a llegar hasta ahí— Pensó meciéndose el mentón, a la par que miraba de reojo la puerta, pensando que en cualquier momento podría entrar la peliblanco.
—Maldición…con estos pantalones quemados, me encontrara rápidamente— Dijo en voz baja, hazegawa reviso los casilleros rápidamente y encontró lo que parecía ser algo de ropa, no lo pensó mucho y lo metió en la maleta.
Coloco la maleta pegada a la pared que daba a la ventana y se subió en ella, logro llegar al borde inferior del recuadro, aprovecho aquella estatura apoyado en la maleta de Hana, y lanzo la suya a través de la ventana hacia el otro lado, una vez la suya estaba fuera se sujetó del borde y con sus brazos, impulsándose logro que su torso llegara al borde, para una vez atravesada la ventana dejarse caer al otro lado.
Dejando la maleta de Hana al otro lado, la cual no considero importante ya luego se pasaría por ella.
Al caer lo hizo sobre un montón de bolsas, quizás la basura del restaurant la cual amortiguo bastante su caída, hazegawa se levantó y se acicalo un poco rápidamente, echando un ojo al lugar tenía ante sí una serie de callejones y callejuelas bastante solitarias.
— ¡Creo que la he perdido! — Pensó haze, echándose a correr por aquellos callejones, buscando manera de volver a las callecillas empedradas de Kuroshiro, mientras recorría los callejones, puedo escuchar algunos pasos, demasiados para ser los de una persona.
El chico había caído en cuenta de que alguien le seguía. Era obvio, una tormenta de fuego del tamaño de una montaña se hacía poco a poco con el terreno que les separaba, quemando todo a su paso. La hija del dragón mantuvo el ritmo, no sucumbió a la idea de correr directa y sin preámbulos y tumbarle de un puñetazo. Le fascinaba la idea, pero tampoco había sido para tanto, tan solo le había roto unos cigarrillos.
Como si las prisas no fuesen con él, el mencionado chico quedó plantado por un instante frente a la puerta de un restaurante. Obviamente, se disponía a entrar, aunque se demoró bastante. ¿Acaso estaba esperando a que la chica le alcanzase?
«Ésto me da una idea...»
La chica realizó sin preámbulos dos malditos sellos, y a falta de un tercero, envolvió su cuerpo en una ligera capa de chakra. Justo cuando el chico atravesaba el umbral de la puerta del comercio, la chica terminó la técnica realizando el tercer sello. De pronto, su cuerpo entero cambió.
Donde antes había una bella chica, ahora quedaba un anciano que buscaba reposo en un bastón. Sus prendas deshilachadas tenían tonos claros, quizás blanco marfil o alguna de sus variedades. Sus decrépitas manos llenas de arrugas no distaban de las de su rostro, que a la misma vez estaba lleno de manchas causadas por la misma edad y la acción del sol. Su cabellera era canosa, cual prado en invierno, acicalada y bien peinada hacia detrás.
Posó el bastón en el suelo, y con la mano libre realizó un sello. Casi al instante, había recortado la distancia que le separaba de la puerta. Aceleró el paso, apoyándose en su bastón, y atravesó también el umbral de la puerta.
Una vez dentro, pudo observar como el chico andaba camino a los servicios. Uno de los trabajadores le devolvía un ...de nada quejándose con el puño en alto. Quizás ni le hubiese dado las gracias por las indicaciones que había tomado. En fin, cosas que pasan. Sin demora, siguió los pasos del chico, el cuál sin duda iba directo a los vestuarios y servicios. Algo que podía achantar a la chica era que éste iba directo y sin titubeos hacia los baños de chico, y ella no era un chico. Pero ahora mismo su aspecto no reflejaba nada de lo contrario.
El de Uzu fue el primero en adentrarse en los baños, poco después también lo haría el anciano. El primero quedó por un instante pensativo, plantado en mitad del habitáculo. Al abrir la puerta el anciano, lo encontró con la mano en el mentón, buscando quizás ideas sobre cómo escapar, o a saber qué. Con una calma envidiable, el anciano pasó de largo y se dirigió hacia los meaderos. Se tomó su tiempo, e incluso titubeó mucho cuando fue a bajarse las vestimentas inferiores lo suficiente como para poder hacer... sus cosas.
Hazegawa se tomó su tiempo, e incluso abrió una taquilla y tomó las ropas. Poco mas tarde, dejó una de las mochilas en el suelo, y la usó a modo de escalera para alcanzar una especie de respiradero que daba hacia la calle. Entre tanto, la chica en la piel del anciano no hacía mas que disimular. Pero algo llamó su atención. Al bajar los pantalones, encontró lo que debía ser un pene... arrugado como un garbanzo metido en agua durante semanas. Además, blandurrio y casi gelatinoso.
«¡OSTRAS!» Pensó a la par que hasta daba un salto. Exaltada ante el hallazgo, hasta olvidó por un instante a su presa.
Había tenido oportunidad de jalar de la pierna al chico y darle una paliza allí mismo, pero su curiosidad pudo con sus ganas de tomar venganza. La chica incluso permaneció un instante mas, tocando esa cosa mientras se reía absurdamente. —Jajajaja... mira que cosilla... jajajaja....— Se le escapó a la chica en la piel de anciano.
Para cuando cayó en cuenta, el chico había alzado la primera de las maletas, pero había dejado la segunda en el lugar. Rápidamente, se levantó por completo el pantalón y dio un salto sobre la mochila que había quedado como apoyo. Se asomó por la ventana, e hincó sus ojos en los del chico.
—Listillo, si quieres recuperar la mochila tendrás que venir a pedir perdón. Te espero en El Panda Fumado.— Anunció, para acto seguido volver a bajar de la mochila. La tomó, y con toda la tranquilidad del mundo comenzó a salir del restaurante. Ahora era momento de que le pidiese perdón, de lo contrario, ya sabía donde encontrarla.
Una vez salió del restaurante, volvió a tomar su apariencia, y tomaría rumbo hacia su negocio. Al menos tenía un botín, no había sido todo en vano.
—Listillo, si quieres recuperar la mochila tendrás que venir a pedir perdón. Te espero en El Panda Fumado.—
Aquello tomo por sorpresa a Hazegawa, esbozó una sonrisa al escuchar aquello y soltó una carcajada mientras aquel anciano se marchaba, — ¿Pedir perdón? Prefiero morir a pedir perdón. — Pensó en aquel momento, y se encamino a salir de los callejones en los que se había metido.
A medida que caminaba por aquel callejón, al escuchar los pasos de varias personas trato de ser lo más sigiloso posible, caminando pegado de las paredes y ocultándose tras un par de contenedores de basura echo un ojillo, al origen de todos esos pasos.
Haze pudo visualizar a un trio de sujetos los cuales en particular no parecían muy peligrosos, lucían atuendos comunes y solo uno de ellos poseía una navaja, la cual llevaba en la mano puesto que al parecer los tres habían acorralado a una joven, en aquel callejón no había nadie más por lo que era la escena del crimen perfecto.
Haze no estaba muy seguro de hacer algo pues eran tres tipejos, y por muy ninja que fuera no quería morir o salir herido en ese callejón maloliente, por lo que tomo una piedrecilla y la lanzo hacia uno de los contenedores de basura que estaba al lado de los tipejos, esto hizo que el metal sonara por el impacto y sembrar la duda.
Los maleantes se vieron las caras y se echaron a correr hacia las calles de la ciudad quizás presa del nerviosismo, lo cierto era que uno de ellos se echó a correr con el bolso de la joven, uno pequeño y rosado, Haze salió de su escondite a ver si aquella muchacha estaba bien, —Tienen mi bolso…acabo de cobrar el trabajo de todo un mes— Dijo ella, rompiendo en llanto.
—Maldición, veré si puedo hacer algo—Dijo haze, no muy convencido de aquello y con su maleta aun sujeta a la espalda, se fue tras la pista de aquellos tres tipejos, a paso rápido para no levantar sospechas.
Aunque le costó un poco, logro dar con aquellos tres tipejos pero les perdió la pista cuando estos entraron en un negocio del lugar, el panda fumado. —No me jodas…veamos qué lugar de mala muerte es este— pensó y no se hizo esperar más, entrando al lugar.
—Seguro si no me matan estos tipos, lo hará la fulana esa de pelo blanco…— Dijo soltando un suspiro, realmente era un fastidio toda aquella situación, abordo el lugar esperando lo peor.
La kunoichi tomó rumbo a su negocio, sin tomarse descanso alguno para cualquier otra tontería. Lo único que le sustrajo algo de tiempo fue el momento que se tomó para poner un cigarrillo, de los pocos supervivientes, entre labios. Ando con parsimonia mientras portaba su cigarrillo en la boca, aunque no llegó a encenderlo. Solamente era estética, día a día, éste hecho así como su rudo comportamiento la habían situado como una de las guardianas mas temidas del recinto. Hoy no era diferente.
Un enorme cartel luminoso blanco reinaba en lo mas alto del local. Unas letras rojas ponían en Katakana el nombre del mismo, mientras que un borde negro hacía relucir aún mas el blanco de fondo. El local tenía las fachadas pintadas de color blanco, lisas y con algunas pequeñas vidrieras algo mas arriba de lo habitual. Éste hecho impedía ver quién o qué se hacía dentro, además de que una pegatina en las mismas impedían la visión exterior, pese a que estaban todas entre abiertas. Arriba del todo el edificio era liso, con pequeñas losetas negras que adornaban un techo tradicional acabado en dos pandas recostados. Las figuras no eran del mismo material, eran de pura cerámica. La entrada principal estaba constituida por dos grandes pilares de color rojo, adornados en los límites superiores e inferiores por una estructura elíptica de tono negro. Así mismo, dos portalones grandes de color negro daban límite a la entrada, de madera robusta y bien tratada. Una de las puertas estaba abierta, dando a ver un interior que bien podía parecer un simple y mero bar. Luces blancas tenues, música relajante, y una barra de madera de tono negro que casi recorría la mitad de la sala. Las paredes interiores también eran blancas, lo cuál daba una tranquilidad abrumante en conjunto a unos sillones de tela que dejaban hundirse en su suave relleno. Pequeñas mesas quedaban entre cada pocos puff, dando a cada interesado acceso a cachimbas, reposo para sus bebidas, o incluso para las pipas.
Evidentemente, habían varias salas de ésta misma índole, así como varios pisos; no hablemos de las habitaciones sueltas. Quizás el negocio iba para mas que para repartir alcohol y droga, realmente repartía felicidad.
La chica llegó al destino, y dejó la mochila que había tomado justo tras la barra. Tras ello, quedó en la misma barra, sentada sobre ésta concretamente. Entre tanto, encendió su cigarrillo con sus propios dedos. La técnica que había aprendido recientemente le servía para mucho mas que para combatir; de hecho, era una técnica que no estaba apenas enfocada al arte de la guerra.
«A ver si viene éste chico... No es que la cajetilla de tabaco cueste un ojo de la cara, pero aplastarla a propósito después de que haya sido tan indulgente tras su perversión... suerte tiene de que no le haya quemado las manos...»
La chica le propinó una calada al cigarrillo, y dejó escapar el humo de sus pulmones con parsimonia.
De pronto, el guarda principal del negocio se interpuso en la puerta, parando de golpe a tres individuos que corrían frenéticamente hacia el interior. Si había algo claro en éste negocio, era que no se podía entrar corriendo o molestar a los clientes. Era la primera norma, y estaba grabada a fuego. —¿Dónde creéis que vais?— El coloso tenía claro que ese trío no entrarían con esa actitud al recinto.
Katomi se levantó de un salto, y se aproximó fugazmente hacia la entrada. En el interior, la calma permanecía reina.
—¿Sucede algo, Gomu-chan?— Preguntó katomi tras dar una calada al cigarrillo y clavar sus ojos en el grupo de chicos que habían quedado en el suelo.
—No, éstos chicos se han equivocado de local, pero ya se iban señorita Sarutobi.— Contestó el grandullón.
A todo ésto, apareció el pervertido. ¿Al fin había venido a por su mochila? La chica dejó caer un suspiro, tras lo cuál reposó de nuevo el cigarrillo en sus labios. —¿y tú que? ¿También te has equivocado de sitio?
Ruda como una roca, la chica no cambió su actitud. No pensaba mostrar debilidades, mucho menos con un empleado a su lado; aún menos estando en las puertas de su negocio.