De camino a descubrir parte del mundo y haciendo viajes con su hermano —el cual había decidido partir antes de tiempo hasta Tane Shigai, dejando a la kunoichi unos días más en la Villa de las Aguas Termales—, terminó por encontrarse a mitad de camino de Tane Shigai, donde se reuniría con su hermano para por fin partir de vuelta hasta Uzushiogakure. La temperatura, para su gusto, era demasiado alta y había demasiada humedad en el ambiente, fruto de, seguramente, haber cambiado de país.

Aprovechaba cualquier excusa para pararse y descansar, hasta que se dio cuenta de que estaba falta de provisiones. Cansada y sin mucho más que dos trozos de pan para llevarse a la boca y una cantimplora medio vacía, decidió seguir su camino hasta encontrar algún pueblo donde comprar provisiones.

Pero la verdad es que en vez de pueblos, solo encontraba arrozales.

—Esto debe ser los arrozales del silencio... —murmuró la chica, sin atreverse a hablar más alto.

Suspiró, al menos podría comprar algo de arroz cerca, imaginaba.

Había muchos tipos de arroz en todo el mundo, y en aquella zona antaño disputada se podían encontrar todos. Había uno en especial, poco común. No se le cosechaba con mucha frecuencia, pues tardaba el doble de tiempo en crecer que el resto de lo tipos. Además, no tenía una maravilla tampoco: era largo como arroz silvestre, de un tono gris, casi plateado, y desprendía un suave aroma. Su sabor era más amargo que el arroz rojo, y tenía un muy alto contenido de minerales. Sin embargo, no era muy demandado, pues aunque se usaba para ciertas recetas tradicionales, no era el favorito de muchos.

No obstante, ese arroz, llamado kinmai, había sido el objetivo de Taeko. Iwada Ririki, la chica que le ayudaba a cuidar a su madre enferma, le había dicho que el kinmai era un excelente substituto del arroz común, y una óptima adición para la dieta de la mujer. Taeko no lo dudó un segundo y se encaminó en su misión. Y de hecho ya la había cumplido.

La peliplateada caminaba bajo el sol de media mañana, en su mochila un pequeño costal con cinco kilos de kinmai ("Pues ya que vine aquí, mejor comprar un montón..."). Su hanfu de aquel día era verde esmeralda con diseños de carrizos y hierbas en verde más oscuro. Había llegado mucho muy temprano a los arrozales, pero le había costado encontrar una plantación donde vendieran ese tipo específico de arroz. Ahora solo quedaba llevarlo a casa...

"Pero primero un descanso..."

Llegó a un pequeño y solitario árbol a un lado del camino, y se sentó, soltando un silencioso suspiro al deshacerse del peso extra. De su mochila sacó un paquete y lo desenvolvió, mostrando las raciones que le quedaban para el camino de vuelta. Su madre se había asegurado de que no pasara hambre, así que había empacado lo suficiente.

"Hasta parece que me sobrará un poco... Madre, eres un ángel en verdad." pensó mientras tomaba un par de tragos de su calabaza mientras desenvolvía un sándwich de una servilleta.

Mientras tomaba su bocadillo, vio cómo una joven pelirroja pasaba por el camino. Tenía pinta de estar muy cansada, o tal vez perdida. Cuando estaba lo suficientemente cerca de la posición de Taeko, ésta le dedicó un alegre saludo con la mano.

"¿Habrá venido a comprar arroz también?"

Continuando con su improvisado camino, la joven pasó cerca de un solitario árbol que se encontraba a un lado del camino que había tomado, y allí, bajo su sombra, se encontraba una joven de cabellos plateados y dulce mirada de color lavanda tomando un bocadillo, sin embargo, cuando vio a la de Uzushiogakure la saludó con la mano, de forma alegre.

Eri no se lo esperó, incluso estuvo unos segundos conteniendo el aliento, ¿era a ella? Se señaló primeramente, con el rostro repleto de duda. Sin embargo, al no encontrar a nadie más yendo por allí, saludó a la joven también, moviendo la mano de forma demasiada entusiasta, con un ligero rubor en sus mejillas.

«Que guapa...» No pudo evitar pensar cuando la vio, pues aquella muchacha emanaba dulzura y amabilidad en cada rincón de su adorable rostro.

—B-buenos días... —saludó la chica en un susurro, incluso parecía imposible que la desconocida la hubiese escuchado.

Sin embargo, un sonido emitido por su estómago la delató, dejando ver el hambre que tenía en aquellos momentos. Se llevó ambos brazos a aquel lugar y lo tapó, avergonzada. Aún quedaba un rato para llegar a su destino y la verdad, no quería agotar sus pocas provisiones por si no encontraba ningún lugar donde comprar más.

La pelirroja se notó algo confundida al notar el saludo de Taeko, señalándose a sí misma y preguntándose si el gesto era para ella. La peliplateada soltó una risita y luego asintió. La chica se le acercó y la saludó medio tardamudeante. Taeko se apresuró a sacar su libretita de su cinto y escribió una nota breve.

≫¡Hola! ¿Te encuentras bien?

Sin embargo, apenas se la mostró, se escuchó un ruido extraño. Al inicio, la kusajin no supo de donde provenía, pero al ver a la chica llevarse los brazos al estómago se dio cuenta de que algo le pasaba. Con un leve gesto de preocupación, escribió de nuevo.

≫Me llamo Taeko.
¿Te sientes bien? ¿Necesitas ayuda?
¿Estás enferma? ¿Tienes hambre?

No quería ser metiche, pero no le habría gustado haber tenido la oportunidad de ayudar a alguien y no haberlo hecho. "¡Tal vez lleva vagando por días! ¡Tal vez no ha comido en semanas! O tal vez tenga diarrea... Espero que no..."

La hermosa joven que descansaba bajo el árbol rápidamente sacó algo de sus pertenencias, abriéndolo y escribiendo algo en él que Eri no alcanzaba a leer, hasta que le dio la vuelta para enseñárselo a la pelirroja.

—¿Eh? —preguntó la chica, sin saber muy bien qué contestar. «¿Por qué escribe en una libreta? ¿Acaso no podrá hablar?» Se cuestionaba interiormente —. Sí, sí estoy bien...

Pero el ruido de su estómago delató que de verdad algo iba mal con ella, sobre todo con su apetito, ya que ahora mismo era capaz de devorar una vaca entera si se la cocinaban delante. Reprimió un quejido mientras la otra fémina volvía a escribir.

—Sí, sí, de verdad, Taeko-san —contestó asintiendo unas dos veces —. Solo es que tengo un poco de hambre, pero no pasa nada, todavía puedo aguantar —explicó rápidamente, moviendo la mano delante de su cara para restarle importancia al asunto —. Yo soy Uzumaki Eri, un placer, y siento haberte preocupado...

La joven sonrió, intentando pasar desapercibida después de los sonidos extraños de su estómago. «Taeko... Hasta el nombre es bonito... Qué envidia.»

Pero su cuerpo no quería colaborar, así que, de nuevo, otro sonido se hizo escuchar, y Eri no pudo evitar pensar que allí era donde se acababan sus provisiones. Suspiró mientras volvía a sujetarse el estómago. Era hora de acabar con su pan.

Taeko inclinó su cabeza. Uzumaki Eri aseguraba que era solo un poco de hambre, pero se veía más cansada a cada segundo que pasaba frente a ella. El ruido que su estómago seguía produciendo la delató aun más. La peliplateada frunció los labios un poco y escribió de nuevo. Luego abrió otro paquete envuelto en servilletas, mostrando varias rebanadas de un pan café oscuro con puntos rojos en su interior. Le mostró la nota.

≫Parece que no es solo un poco de hambre...
¡Puedo convidarte si gustas! Estoy en la última parte de mi viaje,
y puedo darte un poco, si te parece.
No es mucho, es pan tostado de avena con arándanos.

Acto seguido agitó la mano por encima de las rebanadas de pan, invitándola a sentarse y a comer al mismo tiempo.

"¡Pobre! ¿Vendrá desde lejos? ¿Habrá venido a una misión, como yo?"

≫Solo quiero ayudar, Eri-san escribió a continuación, acompañando la nota con el dibujillo de una carita y mostrándosela, con una gran y cálida sonrisa.

La joven de precioso nombre volvió a escribir en su libreta justo después de sacar un paquete envuelto que guardaba unas rebanadas de pan, a los ojos de Eri —y para su estómago— aquello se veía delicioso, ¿lo habría preparado ella misma? Sí, eran trozos de pan con fruta, pero a esas alturas la pelirroja sentía que todo lo que le diesen sabría a oro.

—No quiero ser una molestia, Taeko-san —murmuró mientras bajaba la vista, aquella dulce muchacha estaba dispuesta a compartir su comida con una desconocida solo por ayudarla. ¿Y si era alguien malvada? ¿Y si hacía eso con mucha gente y al final acababa secuestrada? O peor... ¿Y si la mataban? Un sentimiento de querer proteger a Taeko la invadió, pero con el estómago vacío...

Se sentó a su izquierda y tomó con delicadeza una rebanada de pan, con cuidado de no tirar ninguna de las otras.

—Lo sé, Taeko-san, muchas gracias por invitarme —respondió con una amplia sonrisa —. ¡Qué aproveche!

Sin más dilación, la kunoichi del Remolino pegó un pequeño mordisco al pan. ¡Qué maravilla! La textura, el sabor... ¡Todo estaba delicioso! Quiso llorar de la emoción al tomar aquello, pero se contuvo, pegando pequeños mordiscos hasta que el pan poco a poco fue desapareciendo de sus manos.

—¡Qué rico, Taeko-san! —exclamó, totalmente emocionada por tomar algo así. ¿Haría comidas así siempre? —. Por cierto, ¿qué hacías por aquí? ¿Has venido a visitar los arrozales? —preguntó, curiosa, antes de dar otro bocado —. Yo estoy de camino a Tane-Shigai, pero la verdad es que... —pausa, bocado—. Creo que me he perdido...

Eri parecía una chica muy formal y bien portada. Dijo que no quería ser una molestia, pero Taeko le contestó con un gesto de la cabeza, diciendo que no lo era, y uno de la mano, invitándola de nuevo a comer. La pelirroja no se hizo mucho del rogar y se sentó a su lado después de tomar una rebanada de pan. Parecía extasiada al probarlo. Quedó bastante claro entonces que se estaba muriendo de hambre. La peliplateada le sonrió ampliamente. Le hacía feliz haber podido ayudar a una desconocida.

La chica dijo que iba a Tane-shigai, pero se había perdido. Además, le preguntó a Taeko qué estaba haciendo ella por esos lares. Terminó de comer su sándwich, dio un trago más de su calabaza y se puso a escribir de nuevo.

≫¡Gracias! Mi madre lo preparó. Toda mi comida, de hecho. ¡Puedes tomar otra, si gustas!
Algo así. Vine a buscar un tipo especial de arroz, y solo lo producen aquí. Fue un viaje largo, pero no me molesta caminar jaja.

Se dio cuenta de que, en su frente, entre los mechones rojos de la chica, brillaba una bandana ninja, pero no podía ver bien el símbolo, pues el cabello de Eri lo ocultaba.

"Oh, entonces probablemente sí esté en una misión..." pensó mientras escribía de nuevo.

≫¡Oh, Tane-shigai es bonito! He estado un par de veces allí, creo.
¿Eres extranjera? ¿Vas como turista? ¿O de negocios?
Disculpa mi curiosidad ja ja

Y después de la última nota, dibujó una carita con una gota en la frente.

Taeko se puso a intentar trazar mentalmente la ruta hacia aquella urbe. Después de descansar un momento, podría ayudar de nuevo a Eri a ubicarse. Había visitado Tane-shigai una o dos veces hacía tiempo, pero no se ubicaba bien desde los arrozales. Aunque estaba segura que estaba en algún rumbo hacia el oeste...

La joven de cabellos plateados explicó en su cuaderno que fue su madre la que había preparado todo aquello. Se vio tentada de tomar otro pan de arándanos, pero se contuvo. Tampoco quería abusar de la hospitalidad de la chica, que ya bastante había hecho otorgándole unas dos o tres horas de supervivencia más por delante.

—¡Oh! —exclamó, entusiasmada. La verdad es que por su parte, hacía mucho tiempo que no probaba nada de su madre, y la verdad... Le gustaba su comida —. Espero que le digas a tu madre que es una gran cocinera entonces, de mi parte —dijo la pelirroja, moviendo las piernas para que no se durmiesen —. Aquí venden muchos tipos de arroz, pero creo que si compro algo más no llegaré a Tane-Shigai viva...

Después de su alabanza sobre los platos de su madre y su pequeño diálogo sobre el arroz que Eri no podría comprar a no ser que la próxima vez viniera expresamente a por ello, Taeko volvió a escribir en su cuaderno, rápidamente e incluso dibujando en él algo que la pelirroja no alcanzaría a ver hasta que terminase de hacerlo.

—¿Has estado allí ya? ¡Vaya! —volvió a exclamar, cada vez más emocionada y alegre por haberse encontrado con aquella muchacha —. Oh, yo vengo del País de la Espiral, de Uzushiogakure, soy una kunoichi —se presentó, señalando su bandana que brillaba en su frente —. Tengo que ir a Tane-Shigai por asuntos personales, pero nunca he viajado más allá del país del fuego, la verdad...

»Taeko-san, ¿podrías ayudarme a encontrar el camino a Tane-Shigai? Te prometo que te compensaré todo lo que has hecho por mí.

Aquella petición se la hizo mirándola directamente a los ojos. Odiaba depender de la gente, pero sabía que como siguiese andando sin un rumbo fijo terminaría en el País de la Tormenta, perdida y empapada por su constante lluvia. Por eso optaba por pedir ayuda, siempre a cambio de algo, nada era gratis, al fin y al cabo.

La peliplateada se sonrojó suavemente cuando la pelirroja elogió el pan de su madre. Por lo general, Kikazura Hirami cocinaba diez veces mejor, pero últimamente no podía alzarse tanto de su silla, o de la cama. Un dejo de tristeza surcó el rostro de Taeko por un solo instante. Luego volvió a sonreír. Eri hizo un comentario acerca de no poder comprar más del grano, so riesgo de quedarse sin dinero (o al menos eso entendió Taeko). Le escribió de nuevo.

≫El kinmai que vine a comprar es especial. No es particularmente delicioso, pero es muy saludable para personas con deficiencia en hierro, y eso...

Eri entonces dio más información sobre sí mientras señalaba su bandana. Luego le pidió el favor de mostrarle el camino, a cambio de alguna recompensa. Los ojos de Taeko reflejaron los de la otra fémina, y brillaron ante la oportunidad de ayudar a alguien más. Una vocecita diminuta le dijo que no debería ser tan crédula o confianzuda.

"¡Uzushiogakure!" pensó Taeko, emocionada. Nunca antes había conocido a alguien de aquél rincón del mundo. "¿Estará muy lejos? ¿Quedará a la misma distancia que Kusagakure? Si se ve tan cansada y tenía tanta hambre... tal vez haya estado viajando por varios días..." No perdió tiempo en escribir de nuevo.

≫¡Por supuesto, Eri-san! Voy de vuelta, así que no es molestia alguna ¡ni hay necesidad de recompensa!

Por un momento se preguntó si con lo de "voy de vuelta" le estaría revelando algo sobre la ubicación de Kusagakure, lo cual la tensó unos segundos. Le extendió su calabaza, después de darle un trago, ofreciéndole algo de beber, aunque fuese agua simple.

"Y he aquí a Tontaeko, confiándole sus reservas a una desconocida... Aunque me he encontrado con buenas personas de otros lados... Ayame y Manase, por ejemplo. ¿Serán los de Uzushiogakure igual de amables que los de Amegakure? ¡No bajes la guardia!" se dijo.

La joven del Remolino vio como algo parecido a la tristeza se apoderaba solo por un instante de la chica de cabello plateado, pero no duró nada más que eso, por lo que no pudo —ni se atrevió, tampoco— decir nada.

—Seguro que si lo cocina tu madre el arroz sabrá delicioso, o incluso tú —musitó la chica —. Mi madre decía que si hacías algo con amor, por muy raro o la mala pinta que tenga, estará más rico que cualquier plato que se vea precioso.

Bueno, aquello no era precisamente del todo cierto, muchas comidas podían verse apetecibles y resultar deliciosas, pero ella, acostumbrada a vivir y a comer sola; las comidas que a veces traía su hermana mayor eran gloria para su paladar, aunque bastante poco apetecibles.

Después de aquella pequeña conversación y la pregunta de la pelirroja hacia la chica de Kusagakure para que la ayudase a llegar a Tane-Shigai, no pudo evitar sonreír al leer la respuesta afirmativa de Taeko. ¡Por fin! ¡Un alma caritativa! ¿Era Shiona-sama enviándole a alguien desde donde estuviese? ¡Bendita sea!

—¡Muchísimas gracias, Taeko-san! —exclamó, cerrando los puños con ilusión —. Seguro que con tu ayuda tardaré medio día menos en llegar.

Negó con la cabeza cuando le ofreció beber, ya que tampoco quería abusar de su hospitalidad. Luego, antes de que se preocupase, sacó una cantimplora con motivos de pétalos de cerezo esparcidos por todo el objeto, lo abrió y pegó un trago.

Se sentía mil veces mejor que hacía un rato.

—¡Cuando gustes, Taeko-san!

Los comentarios de Eri eran tan alegres y de buen corazón, que las sospechas por parte de la voz de la Taeko lógica de atrás de su cabeza desaparecieron casi por completo. La pelirroja le dijo que, si Taeko hacía el arroz, le saldría tan delicioso como a su madre. Siempre que lo hiciera con amor. La peliplateada soltó una silenciosa risita y se sonrojó muy levemente. Escribió:

≫¡Gracias! ¡Eres tan amable!
Y claro, ¡el ingrediente secreto es el amor!

Siendo tan animada como siempre, Taeko comenzó a creer eso. Tal como el amor por su madre y su voluntad de protegerla le habían dado la fuerza de crecer como ninja y como persona. Eri aceptó su propuesta de ser acompañada a Tane-shigai, aunque rechazó la calabaza de la morijin mientras bebía de su propia cantimplora. La peliplateada asintió, muy alegre, y se dispuso a guardar el resto de sus raciones de nuevo en su mochila. Ya había comido lo suficiente.

≫¡Excelente! ¡Andando, entonces!

Escribió en una nueva nota, dibujando a su lado una carita sonriente.

Se puso de pie, preparándose para ponerse en camino. Había acomodado el costalito de arroz al fondo de su mochila, así que al levantarse y colocársela a la espalda, se vio algo ralentizada y pesada. Una vez recuperado un perfecto equilibrio, miró hacia el suelo. Era de mañana, así que su sombra apuntaría al oeste, hacia donde tenían que ir. La silueta chata y oscura de Taeko caía frente a ella, lo que significaba que tenían que seguir el camino y virar hacia la izquierda tan pronto como fuera posible.

Le dedicó una sonrisa enorme y un pulgar arriba, animando a Eri, quien ya no se notaba tan cansada como hacía algunos minutos, a seguirla por la senda.

"Nunca he sido la guía de nadie... ¡Espero hacerlo bien y que Eri-san no acabe más perdida que antes!" se dijo, tragando saliva, pero demostrando una mirada decidida.

Justo cuando la chica de la Hierba comenzaba a prepararse, la joven asintió y se propuso hacer lo mismo, guardando su cantimplora y demás cosas que había sacado en su mochila. La verdad es que las piernas le dolían bastante, pero más valía llegar pronto y a poder ser, de día, que pasar otro día fuera y alejada de su destino.

—¡Vamos allá! —exclamó la kunoichi cuando leyó la última nota de Taeko, poniéndose de pie a la par que la peliplateada.

Estiró un poco sus piernas y sus brazos, dispuesta a otra ronda de constante movimiento y sujetó ambas asas de su mochila, esperando por la chica que haría de guía hasta Tane-Shigai. No pudo evitar sonreír y levantar su dedo pulgar para corresponder sus señales. La verdad es que parecía imposible no estar feliz al estar junto a esa joven.

Y se colocó a su lado, esperando que liderase la marcha.

—¿Sabes si está muy lejos o habrá algún inconveniente en el camino? Hay veces que me han contado que en algunas tierras hay bandidos, y yo misma me encontré con unos en la Villa de las Aguas Termales, pero... Espero que por aquí no haya... —le confesó la pelirroja en voz baja, ya había tenido bastante cuando conoció a aquel chico de la Lluvia.

Taeko asintió con ganas ante el "vamos allá" de Eri, y comenzó a carminar por la senda de tierra que pasaba frente a ellas. Su mochila la ralentizaba un poco, pero nada a lo que no pudiera acostumbrarse después de unos minutos. Además, había recuperado fuerzas gracias su breve merienda. La pelirroja no tardó en externarle algunas dudas con respecto al viaje hacia Tane-shigai. La peliplateada pensó por un momento, luego escribió una nota más. Era un poco más difícil hacerlo en movimiento, pero su caligrafía seguía casi igual de pulcra.

≫No está muy cerca que digamos. Pero tampoco tan lejos. Tal vez lleguemos mañana temprano. U hoy en la noche, si apresuramos el paso.

≫Tane-shigai es una urbe muy importante, y muy segura. Lo más probable es que entre más nos acerquemos, menos bandidos haya. Así que hay que estar preparadas, por mientras.

El comentario de su nueva amiga ("Compañera, Taeko. No te emociones con la amistad.") le hizo estar mucho más atenta a todo su entorno. A varios metros de haber comenzado su caminata, la senda se bifurcaba. Taeko dobló hacia la izquierda, indicando a Eri con un gesto que era en esa dirección. Había una fila de delgados árboles que bordeaba el camino por su lado norte, proyectando una sombra hacia adelante, al igual que las sombras de ambas chicas.

"Al menos no hay mucho lugar del que puedan surgir emboscadas... Hasta que salgamos de la zona de los arrozales..." pensó Taeko, haciendo un conteo mental de los shuriken que tenía en su portaobjetos. Para mantenerse entretenida, le escribió otra nota en movimiento a Eri.

≫Si no es indiscreción, Eri-san,
¿qué tanto llevas viajando?

La kunoichi asintió ante las indicaciones de la de la Hierba. Parecía saberse tan bien el camino que no pensaba cuestionar nada de lo que indicase, tampoco sentía que necesitaba desconfiar de ella, ¿era muy inocente aquel pensamiento? Bueno, a esas alturas del cuento ya daba igual si la raptaba, le había dado comida y se había ofrecido a ayudar, con eso bastaba.

Tras la bifurcación la pelirroja casi tropieza con una piedra del camino, tan ensimismada en mirar hacia su alrededor que no pensó que, quizás, mirar al suelo era algo más productivo si no quería quedar con la cara estampada en el suelo.

Sin embargo, cuando giró la cabeza, vio la pequeña nota que Taeko había escrito. La pelirroja se quedó pensativa durante un momento, ¿cuántos días llevaba?

—Pues, más o menos llevo cuatro o cinco días fuera de la villa, tres de ellos fueron para viajar a la Villa de las Aguas Termales, y los otros restantes para descansar y viajar a Tane-Shigai —rememoró la kunoichi con aire pensativo —. La verdad es que me gustaría llegar por la noche, incluso no dormir, pero tampoco quiero arrastrarte conmigo a Tane-Shigai, así que si ves que hay algún camino que te lleve a tu destino, no dudes en avisarme, así no tienes que hacer más viajes en vano... —explicó la chica, sonriente.

No quería tampoco arrastrarla con ella.