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11/01/2017, 17:07
(Última modificación: 23/05/2017, 11:28 por Amedama Daruu.)
Cerró la puerta tras de sí, con el pecho subiendo y bajando como una montaña rusa, agitado, emocionado y asustado al mismo tiempo. Como si fuera lo más valioso del universo, sujetaba con ambas manos en el pecho una pequeña llave de plata. Se dio la vuelta, y con los dedos de la mano derecha aún temblando, metió la llave en el cerrojo y la giró con delicadeza. Se aseguró hasta tres veces que no podía abrirse y salió del jardín, cerrando también la verja tras de sí.
«Soy un idiota», pensó. «Si alguien quisiera entrar en la casa, podría hacerlo forzando la puerta». Aunque luego reparó en que probablemente el armario guardase los únicos secretos que merecía la pena guardar, y ese sí que estaba debidamente protegido con un sello. Al salir, Daruu había vuelto a ponerlo, sin saber —esperaba que sí— si volvería a hacer efecto las siguientes veces que alguien lo despegara.
Aunque para eso estaban las pruebas, y las hizo: y las tres veces el pergamino volvió a despedir aquél silbido tan horrible si lo intentaba despegar sin el Byakugan activo.
«Claro, otro Hyuuga podría abrirlo, ¿pero de qué le serviría? Son todo técnicas y tácticas del clan, no le serviría de nada...»
Corrió entre los árboles de las afueras de la isla de la villa sin prestar atención nada más que a sus pensamientos. Y por eso fue que probablemente chocó contra ella.
PLAF.
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12/01/2017, 01:23
(Última modificación: 12/01/2017, 16:40 por Aotsuki Ayame.)
Kazeyōbi, 12 de Bienvenida del año 217
—No apta... —volvió a repetir, tal y como había hecho ella misma minutos antes, con sus ojos afilados clavados en la hoja de papel que sujetaban sus tensas manos.
Ella se mantenía en su posición a duras penas. Con la mirada hundida en el suelo, las lágrimas sapicando sus propios pies, los hombros hundidos y los puños apretados en un vano intento de controlar los temblores que sacudían su cuerpo.
—¿Qué cojones significa esto, Ayame? —exclamó Zetsuo, sacudiendo la hoja donde estaban grabadas sus pésimas calificaciones en el examen de genin delante de su cara.
Sin embargo, Ayame era incapaz de responder. Tenía la garganta atenazada por un duro nudo que le impedía articular palabra alguna sin romper a sollozar a viva voz. Pero su padre no era un hombre que se apiadara ante gestos así. Más bien al contrario.
—¡RESPÓNDEME, NIÑA! —gritó, enfurecido, y Ayame dejó escapar un gemido cuando sintió sus férreos dedos cerrarse en torno a su brazo—. ¡¿A qué cojones te has dedicado estos meses, eh?! Tus profesores ya me advirtieron que tu rendimiento estaba cayendo, ¡¡pero nunca pude imaginar algo tan vergonzoso como esto!! ¡Ni la caminata vertical, ni caminar sobre el agua, ni un simple clon! ¡NI SIQUIERA EL LANZAMIENTO DE SHURIKEN!
Ayame cerró los ojos, incapaz de contener el llanto por más tiempo, y un sollozo escapó de su garganta cuando su padre volvió a zarandearla.
—¡Ayame! ¿Me estás escuchando, niña? ¡Mírame cuando te hablo!
Pero ella se negaba en rotundo a mirarle. No podía mirarle a los ojos, simplemente no podía hacerlo. Si lo hacía, su padre vería mucho más allá de ella... Vería... Vería... Ayame negó enérgicamente con la cabeza, y aquello sólo encendió la ira de su padre.
—¡MÍRAME!
—¡NO!
Los dedos de Zetsuo se cerraron bruscamente sobre sí mismos cuando el brazo de Ayame estalló como un globo lleno de agua. En apenas un parpadeo, Ayame se había librado del agarre de su padre utilizando su habilidad para licuar su propio cuerpo, se había dado media vuelta y había escapado de su propia casa a todo correr.
—¡AYAME, VUELVE AQUÍ! —oyó tras su espalda, pero Ayame no se detuvo.
Bajó a toda velocidad las escaleras y salió del edificio como un relámpago. Corrió. Corrió como nunca antes lo había hecho. Sollozando con todas sus fuerzas. Con la eterna lluvia cayendo sobre ella y mezclándose con sus propias lágrimas. Ni siquiera sabía adónde se dirigía. En más de una ocasión tuvo que esquivar en el último segundo a algún viandante despistado. Y en otras más terminó chocando inevitablemente antes de caer y reincorporarse casi en el mismo momento. No se disculpaba. Seguía corriendo con todas sus fuerzas. Nada le importaba. Sólo quería correr y correr hasta desfallecer. Alejarse todo lo que pudiera de su casa, de su hogar... de su padre. Apenas se dio cuenta de que estaba llegando a las afueras de la aldea hasta que fue consciente de que los edificios y los rascacielos fueron sustituyéndose paulatinamente por pinos y más árboles.
—¡AH!
Un fuerte golpe le cortó la respiración y la tiró hacia atrás con un resuello. Confundida y aturdida, Ayame aún tardó algunos segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo su primera reacción fue ajustarse la cinta de tela azul que llevaba sobre la frente para asegurar que la marca de nacimiento siguiera oculta.
—Lo... siento... —trató de pronunciar, sin aliento, antes de alzar la mirada hacia su desafortunada víctima.
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13/01/2017, 01:08
(Última modificación: 29/07/2017, 01:28 por Amedama Daruu.)
—Ay, ay, ay... N-no pasa nada, está bien... —balbuceó, volviendo a reincorporarse. Luego se fijó en con quien había chocado—. ¿A-Ayame-san? ¿Qué haces tú por aquí?
Ayame había sido su vecina desde... desde... bueno, desde siempre. Habían ido juntos a la academia, pero Daruu siempre había sido de centrarse en su micromundo interior y de hacer muy pocos amigos, así que se habían dirigido muy poco la palabra. Además, su padre, Aotsuki Zetsuo, era un hombre temible. Director de un hospital, pero de esos médicos que te curan a guantazos si es necesario.
—Anda, ven que te ayude —extendió la mano para ayudarla a levantarse.
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13/01/2017, 17:00
(Última modificación: 29/07/2017, 01:29 por Amedama Daruu.)
—Ay, ay, ay... N-no pasa nada, está bien... —Oyó que respondía una voz que se le antojaba terriblemente familiar. Y cuando Ayame alzó la mirada para comprobar quién era, sintió que se quedaba paralizada—. ¿A-Ayame-san? ¿Qué haces tú por aquí?
—D... Daruu-san... yo...
De entre todas las personas en Amegakure, había ido a chocar nada menos que con Daruu, su vecino de toda la vida y compañero de la academia. Pese a lo esperable, pocas veces habían cruzado palabra aunque a Ayame siempre le había llamado la atención por algún motivo que no sabía explicar. Daruu era un chico de su misma edad, de cabellos oscuros que se erizaban de una curiosa manera en el lado derecho de su cabeza y unos extraños pero fascinantes ojos de color plateado. Debía de admitir que la primera vez que le había visto había pensado que era ciego, pero enseguida comprobó que no solo se equivocaba, sino que el chico podía tener incluso más vista que ella.
—Anda, ven que te ayude. —Le tendió la mano, en una amable invitación para ayudarla.
Y, sin embargo, Ayame aún dudó unos instantes. Miró alternativamente a su mano y a su rostro, como si esperara encontrar cualquier tipo de trampa, un intento de mofa o cualquier sospresa desagradable. Pero al final aceptó el ofrecimiento, estrechó su mano y se impulsó para incorporarse mientras se enjugaba con discreción las lágrimas.
—Gracias... —dijo, ligeramente arrebolada. Enseguida reparó en la bandana de metal que lucía orgulloso en la frente y un pinchazo de tristeza y envidia laceró su pecho.
«Egoísta.» Se recriminó, y se obligó a esbozar una sonrisa que tembló tímida en sus labios.
—Vaya. Conseguiste graduarte como genin. Felicidades.
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13/01/2017, 17:12
(Última modificación: 29/07/2017, 01:30 por Amedama Daruu.)
Ayame dudó un momento. Le miró a él, luego a la mano, luego a él de nuevo. Daruu expresó su desconcierto con un levantamiento de ceja. «¿Pero qué le pasa?». Finalmente, la muchacha agarró su mano y se impulsó para levantarse.
—Gracias... —dijo Ayame. No pudo evitar detectar un pequeño mohín cuando su vecina reparó en la bandana de Amegakure en su frente. De pronto, se sintió algo culpable.
«Así que al final no lo logró...»
Ayame había estado desconectándose poco a poco del ritmo habitual de la clase. La verdad es que no la culpaba. Sabía de primera mano que tenía problemas con algunos tipejos que se dedicaban a creerse mejor que los demás. Pero nunca se había atrevido a intervenir. Quizás porque no quería problemas.
Y eso sólo le hacía sentir... «Egoísta.»
—Vaya. Conseguiste graduarte como genin. Felicidades.
—¿Necesitas ayuda? ¿Hay algo que se te resista? Puedo intentar... echarte una mano? —dijo. Se sonrojó. No estaba muy acostumbrado a hablar con ella, y eso que sus familias se habían conocido desde siempre—. No, en serio, ánimo. Ya verás como en nada lo consigues. Yo... No me importa ayudar, en serio.
Al menos los matones aquellos habían salido ya de la academia. Bueno, quizás eso era peor para la sociedad...
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14/01/2017, 16:59
(Última modificación: 29/07/2017, 01:30 por Amedama Daruu.)
—¿Necesitas ayuda? ¿Hay algo que se te resista? Puedo intentar... echarte una mano? —dijo Daruu, y Ayame apartó la mirada con cierta incomodidad. Era obvio que se había dado cuenta de que ella no había aprobado el examen. Aunque la verdad era que no era muy difícil darse cuenta de ello...
—No... yo... no quiero ser ninguna molestia —respondió ella, intentando forzarse a esbozar una sonrisa. ¿Qué otra cosa podía decirle? ¿Qué necesitaba ayuda con los shuriken, con la caminata vertical, con andar sobre el agua, con el Ninjutsu...?
No. Si no le había pedido ayuda a su familia en su momento, ¿cómo se la iba a pedir ahora a alguien a quien técnicamente no conocía?
—No, en serio, ánimo. Ya verás como en nada lo consigues. Yo... No me importa ayudar, en serio.
—Gracias, de verdad... Pero seguro que tú ya tienes tus propios asuntos de los que ocuparte. Misiones, y esas cosas... Yo... Me esforzaré e intentaré aprobar la próxima vez. —Una nueva sonrisa nerviosa. Ayame se toqueteó la cinta de tela e inclinó la cabeza ligeramente—. ¿Qué haces por aquí, a las afueras de la aldea?
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19/01/2017, 17:12
(Última modificación: 29/07/2017, 01:30 por Amedama Daruu.)
A pesar de su ofrecimiento, Ayame no parecía estar dispuesta a aceptar ningún tipo de ayuda. Ningún problema con eso. Daruu no pretendía meterle a nadie la ayuda por la garganta, pero...
...le tenía un extraño cariño a aquella chica, y en verdad quería ayudarla. Algo dentro de él se removía cuando la veía con aquél mohín. También notaba otras muchas cosas, pero forzaba a su cabeza a evadirlas. También las evadió en ese momento y la dejó tranquila.
—De momento no me he atrevido con ninguna misión, la verdad —dijo—. Estoy entrenando. Siento que aún me hace falta. Hay cosas... que quiero saber.
¿Qué haces por aquí, a las afueras de la aldea?
—¿Eh? —Daruu dio un respingo y miró hacia un lado y hacia otro, disimulando francamente mal que sabía perfectamente donde se encontraba—. Esto... ¡Nada! Nada. Me he perdido. Un poco.
»¿Y... y tú?
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20/01/2017, 02:02
(Última modificación: 29/07/2017, 01:31 por Amedama Daruu.)
—De momento no me he atrevido con ninguna misión, la verdad —respondió Daruu—. Estoy entrenando. Siento que aún me hace falta. Hay cosas... que quiero saber.
Ayame sonrió con suavidad. O, más bien, se forzó a hacerlo.
—Bueno, dicen que las misiones para los ninjas novatos son muy fáciles. ¡Así que seguro que puedes con ellas!
Intentaba animarle, sin saber muy bien por qué. Nunca habían hablado mucho, pero algo en Daruu le despertaba cierta simpatía. Cierta... atracción que no sabía cómo explicar. De todas maneras, intentaba no pensar demasiado en ello.
—¿Qué haces por aquí, a las afueras de la aldea? —le había preguntado, y él pegó un sonoro respingo. Como si en lugar de una inocente pregunta le hubiera asestado una bofetada.
—¿Eh? —balbuceó, y entonces miró a su alrededor en un gesto notoriamente sospechoso—. Esto... ¡Nada! Nada. Me he perdido. Un poco.
«¿Perdido?» Se preguntaba una confundida Ayame, con la cabeza ladeada. De entre todas las personas que conocía, Daruu no parecía ser del tipo que se perdiera fácilmente... O al menos eso creía ella. De todas maneras, si no quería decirle qué estaba haciendo por allí, ella no era quien para obligarle a decírselo...
Aunque la verdad era que le picaba un poco la curiosidad...
—¿Y... y tú?
Aquella vez fue Ayame la que pegó el brinco. Abrió y cerró la boca varias veces, entre ininteligibles balbuceos.
—Y... ¿yo...? —dijo, frotándose un ojo con una de sus manos. Suspiró, y nuevamente trató de reunir el valor para esbozar una sonrisa que tembló en sus labios—. He... he salido a tomar el aire un poco... —mintió, de una forma absurdamente ridícula.
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23/01/2017, 01:07
(Última modificación: 29/07/2017, 01:32 por Amedama Daruu.)
Ayame brincó, de la misma forma en la que lo habría hecho él unos segundos antes si... Bueno, igual había brincado también y no se había dado cuenta.
—Y... ¿yo...? —Se frotó un ojo. Lágrimas, comprendió. Los tenía enrojecidos. A Ayame le había pasado algo. Los complejos pero imaginativos engranajes mentales de Daruu comenzaron a fabricar una elaborada conclusión equivocada a toda velocidad—. He... he salido a tomar el aire un poco...
Era evidente que estaba mintiendo, pero Daruu estaba a punto de meter el pie hasta el fondo. Era curioso, porque siempre le pasaba lo mismo, se agarraba a una mentira y la transformaba en verdad rápidamente. Luego, se negaba a creer la verdad cuando se la contaban.
Algunos pensarían que Daruu era un poco paranoico. Podrían estar en lo cierto. Pero otros mucho más elocuentes podrían sugerir que se trataba de la única persona capaz de inducirse un Genjutsu a sí mismo sin darse cuenta.
Observadlo bien. Ya mete el pie, la pierna, y hasta la mitad del cuerpo. Es un espectáculo maravilloso:
—Ajá —dijo—. Los matones de siempre, ¿no? ¿Dónde están? ----inquirió—. Lo siento, debí haberme metido mucho antes en esto, pero no quería que los profesores me expulsaran por darles una zurra. ¿Dónde están, Ayame? ¡Se van a enterar!
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23/01/2017, 22:25
(Última modificación: 29/07/2017, 01:33 por Amedama Daruu.)
—Ajá —apuntó Daruu, tras unos breves segundos de silencio. Alarmada, Ayame no pudo hacer otra cosa que mirarle con fijeza—. Los matones de siempre, ¿no? ¿Dónde están?
—Q... ¿Qué...? —balbuceó, repentinamente confundida. Pero Daruu ni siquiera le dejó respirar antes de continuar con su absurda invención.
—Lo siento, debí haberme metido mucho antes en esto, pero no quería que los profesores me expulsaran por darles una zurra. ¿Dónde están, Ayame? ¡Se van a enterar!
—D... ¿De qué estás hablando? —preguntó ella, con una sonrisa nerviosa—. No... no sé de qué matones me estás hablando...
De una mentira había saltado a otra como una torpe gacela. No sabía qué le daba más miedo, si confesar que su padre se había enfadado terriblemente con ella por haber suspendido el examen o que alguien más conociera el hecho que gran parte de la culpa de su estrepitoso fracaso en la academia se debía al haber tenido que lidiar con aquel grupo de desgraciados que ahora, con toda probabilidad, llevarían orgullosos la bandana sobre su cabeza mientras que ella se vería obligada a repetir las clases en ese maldito torreón. En un gesto distraído, Ayame se rascó la frente, por encima de la cinta de tela.
—¿De dónde has sacado esas tonterías? —preguntó, intercambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra.
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26/01/2017, 23:54
(Última modificación: 29/07/2017, 01:33 por Amedama Daruu.)
—¿D... ¿de q1ué estás hablando? —balbuceó Ayame—. No... no sé de qué matones me estás...
—¡Oh, vamos, no vayas a pretender ahora que no te han estado acosando! —Daruu se dio la vuelta e hizo un ademán con los brazos, malhumorado. No estaba dispuesto a dejar que Ayame continuase excusándose de modo que no la dejó seguir hablando—. Te han llamado alien. Yo lo he visto, lo he oído. ¡No finjas que no sabes de lo que hablo! ¿Dónde están?
Daruu se giró hacia Ayame.
—Si no me dices dónde están, yo mismo iré a buscarles. Ya está bien de tanta tontería.
Echó a un paso al frente y camino al lado de Ayame, dejándola atrás.
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28/01/2017, 01:37
(Última modificación: 29/07/2017, 01:33 por Amedama Daruu.)
Pero Daruu ni siquiera la dejó terminar de hablar. Y antes de que terminara de formular su segunda frase, el chico de los ojos albos estalló:
—¡Oh, vamos, no vayas a pretender ahora que no te han estado acosando! —exclamó, malhumorado, y se dio la vuelta en un gesto brusco—. Te han llamado alien. Yo lo he visto, lo he oído. ¡No finjas que no sabes de lo que hablo! ¿Dónde están?
Pero Ayame no respondió inmediatamente, y cuando Daruu se girara de nuevo hacia ella vería que le miraba con ojos aterrorizados y que había palidecido terriblemente como si hubiese sido él quien la había insultado.
«Lo sabe... Sabe lo de Setsuna y los demás...» Pensaba, con los puños apretados a ambos lados de su cadera para tratar de controlar los temblores que sacudían su cuerpo. Entonces... ¿también sabrá lo de mi...?»
—Si no me dices dónde están, yo mismo iré a buscarles. Ya está bien de tanta tontería.
Echó a caminar, con pasos firmes. Y Ayame le vio avanzar hacia ella, pero los ojos de él estaban fijos en el horizonte que se extendía detrás de ella. Y justo en el momento en el que pasó junto a su lado el corazón se le aceleró hasta el límite...
—¡No! —Ayame extendió el brazo y le agarró por la muñeca—. No... ellos no están aquí... De verdad. De hecho no les he visto desde el examen de graduación a genin —confesó, y una muda súplica destelló en sus iris—. Oye... no le digas a nadie esto. Por favor... Nadie puede enterarse. ¿De acuerdo? Prométemelo, Daruu-san.
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28/01/2017, 01:56
(Última modificación: 29/07/2017, 01:34 por Amedama Daruu.)
—¡No! —El brazo de la muchacha le agarró la muñeca con firmeza. Daruu se sacudió, molesto, y chasqueó la lengua contra el paladar—. No... ellos no están aquí... De verdad. De hecho no les he visto desde el examen de graduación a genin.
Daruu entrecerró los ojos y los clavó en los dos grandes luceros avellana de Ayame.
»Oye... no le digas a nadie esto. Por favor... Nadie puede enterarse. ¿De acuerdo? Prométemelo, Daruu-san.
—¿Que no le diga a nadie qué? ¿Lo de los abusones? —Se cruzó de brazos y apoyó el peso del cuerpo en una pierna. Chasqueó de nuevo la lengua—. Deberías dejar que te ayude tu familia, los profesores o... o... ¡o yo mismo!
Estiró los brazos hacia abajo, acercándose a ella.
—Gente como esa habrá siempre, y gente como tú también. Pero tienes que defenderte o dejar que te defiendan. No tiene sentido que le ocultes a los demás que te están haciendo daño. No tienes por qué cargar con ello.
»Aún así, te lo prometo, joder. Pero deja de mirarme con esa cara.
Hinchó los carrillos y giró la cabeza, malhumorado.
—Ahora dime, y no me mientas. Si voy a prometerte cosas vas a tener que confiar en mí también. ¿Qué ha pasado para que estés así si no ha sido el gilipollas de Setsuna?
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(Última modificación: 29/07/2017, 01:35 por Amedama Daruu.)
En cuanto los dedos de Ayame se cerraron en torno a la muñeca de Daruu, este se revolvió en un movimiento brusco. Y Ayame no pudo hacer otra cosa que retroceder, apurada. Se mordió el labio inferior, de repente sentía unas incontrolables ganas de llorar, pero aún así no se achantó en su súplica.
—¿Que no le diga a nadie qué? ¿Lo de los abusones? —le espetó en respuesta, cruzándose de brazos y cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra. Ayame cruzó las manos sobre el pecho, y terminó por asentir, apesadumbrada. Él chasqueó la lengua—. Deberías dejar que te ayude tu familia, los profesores o... o... ¡o yo mismo!
Ayame apartó la mirada hacia el suelo, pero Daruu no tardó en recortar la distancia que les separaba.
—Gente como esa habrá siempre, y gente como tú también. Pero tienes que defenderte o dejar que te defiendan. No tiene sentido que le ocultes a los demás que te están haciendo daño. No tienes por qué cargar con ello.
Ella se mordió con más fuerza el labio. Le estaba costando lo insufrible contener las lágrimas allí mismo. Pero eran tantas las cosas que no era capaz de decir... No podía meterlos en algo así. Era inútil que nadie intentara defenderla. No podía estar escudándose detrás de los demás como una chiquilla. Era su culpa, por ser una chica débil. Pero...
—Aún así, te lo prometo, joder. Pero deja de mirarme con esa cara.
—Gracias... —exhaló, profundamente aliviada. Pero él había girado el rostro, igual de taciturno que antes.
—Ahora dime, y no me mientas. Si voy a prometerte cosas vas a tener que confiar en mí también. ¿Qué ha pasado para que estés así si no ha sido el gilipollas de Setsuna?
Ayame entreabrió los labios y enseguida los volvió a cerrar. En aquella ocasión era ella la que se removía en su sitio, profundamente avergonzada y profundamente dolida. Pero el trato estaba forjado, y si deseaba que Daruu mantuviera su palabra ella debía sincerarse allí mismo y ahora. Le costó lo indecible deshacer el nudo que atenaza su pecho lo suficiente como para poder articular palabra.
—Y... yo... —tartamudeó, con un hilo de voz—. Mi... mi padre se ha enfadado... por lo del examen... ya sabes...
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(Última modificación: 29/07/2017, 01:35 por Amedama Daruu.)
—Y... yo... —tartamudeó ella, con la voz quebrada—. Mi... mi padre se ha enfadado... por lo del examen... ya sabes...
Daruu liberó el aire de sus carrillos y sonrió con una mezcla de ternura y de comprensión.
—Ya. Zetsuo. Me imagino cómo se habrá puesto. —Aotsuki Zetsuo, el padre de Ayame. La mejor forma de definirlo era: un tío al que le manchas la camisa nueva de marca cara con café hirviendo, y está imaginándose cincuenta formas distintas de matarte con una soga. Esa sería su cara, ahora hay que imaginarla todo el día de esa forma.
En realidad, era el típico padre estricto con un corazoncito blando como el algodón que venden en las ferias1.
—Pero no tienes que desanimarte. Yo creo que puedes —intentó animar, pero inmediatamente se dio cuenta de que no sabía siquiera qué sabía hacer la kunoichi—. Quiero decir, no es tan difícil. En serio, si necesitas practicar aquí estoy, además, estooo...
Mientras hablaba con Ayame se estaba dando cuenta, además de que no la conocía de nada a pesar de ser su vecina, y de la supuesta buena relación de sus dos familias, de otra terrible verdad: no conocía de nada a nadie.
No es que tuviera muchos...
—Es raro, porque somos vecinos, nuestras familias se conocen de hace mucho tiempo... Bueno, he pensado... Que podríamos ser amigos. Y cuando te gradúes, pues... Compañeros. Hacer alguna misión juntos o algo.
Se sonrojó y apartó la vista.
—Bueno, sólo si quieres. Es que no me junto mucho con nadie, pensé que estaría guay... Supongo.
(1): Esto es, si el algodón estuviese hecho de hormigón armado en lugar de azúcar.
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