Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Cuando Datsue reaccionó a lo de su sensei, Hana estuvo a punto de darse con la mano en la frente. Claro que se conocían, la misma edad, los dos Jounin, lo raro sería que no se conociesen. Abrió la boca para decirle el nombre, pero se le adelantó.
—¿Esa sensei tuya no se llamará Eri, por un casual?
— La misma. ¿Os conocéis? — era una pregunta un tanto obvia pero igual la conocía de oídas o estaban a punto de casarse, había una diferencia.
Datsue se dio un golpecillo en la frente con la palma de una mano.
—¿Qué si la conozco? ¡Es mi mejor amiga! —exclamó, todavía sin poder creérselo. ¿Cuál era la probabilidad de que entre todas las Uzumakis, fuese precisamente Eri quien le enseñase? Y combinando eso con la probabilidad de que esa misma alumna fuese quien aceptase su encargo… No, la cabeza no le daba en aquellos momentos para semejante cálculo. Pero debía ser ínfimo—. Ah, pues a ella sí la debes piropear, ¿eh? Nos salvó de una buena cuando Ayame se descontroló en el examen Chūnin. Ya sabes, la Guardiana del Gobi.
Y si no lo sabía, ya estaba él para decírselo.
—¿Qué tal te va con ella? Te confieso una cosa, ¡yo también fui su alumno! A ratos. Digamos que fue quien me enseñó las maravillas del Raiton, y también me dio unos consejos muy buenos para dominar el Rasengan, que siempre se me había resistido.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
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—¿Qué si la conozco? ¡Es mi mejor amiga! Ah, pues a ella sí la debes piropear, ¿eh? Nos salvó de una buena cuando Ayame se descontroló en el examen Chūnin. Ya sabes, la Guardiana del Gobi.
Ante la primera noticia, se había quedado francamente sorprendida, pero la segunda la había dejado helada en el sitio. ¿Su sensei? Era la Uzumaki que había salvado la villa en aquel examen no era otra que Uzumaki Eri. Empezaba a ser frustrante ver todas las piezas del puzzle encajar y pensar una y otra vez, ¿cómo no me había dado cuenta antes? Tampoco es como si la conociese desde hace meses, pero.aún así le quemaba un poco.
— ¿Qué? Ella... Eri-san no me había dicho nada. — dijo a la nada mientras se frotaba los ojos con una mano, intentando asimilar su nueva realidad que parecía llena de casualidades que no parecían casualidades.
—¿Qué tal te va con ella? Te confieso una cosa, ¡yo también fui su alumno! A ratos. Digamos que fue quien me enseñó las maravillas del Raiton, y también me dio unos consejos muy buenos para dominar el Rasengan, que siempre se me había resistido.
Hana no pudo evitar pensar en la fragilidad del ser humano ante el incesante avasallamiento de Kami-sama. Realmente iba a necesitar varios días para procesar todo eso. Había conocido a Uchiha Datsue, jinchuriki de la villa, jounin más sexy elegido por la revista Remolino Ardiente durante dos ediciones, el cual había salvado la villa un par de veces, resultaba ser el mejor amigo de su sensei, Uzumaki Eri, la cual también había salvado la villa una vez, salvando a la jinchuriki de otra villa de paso. Y ahora, se ve que su sensei también había sido sensei de Uchiha Datsue, a quien le había enseñado el Rasengan y Raiton.
La única pregunta que tenía Hana en la cabeza era: ¿Qué estaba pasando hoy?
Pero dejó eso de lado y se dispuso a responder a su superior.
— Em... bien, bien. Solo nos hemos visto una vez, y no pudo enseñarme mucho porque no tenía ni idea de Fuinjutsu, ni de Raiton, ni de nada en lo que coincidieramos. Pero el Fuinjutsu se me daba bien así que con un poco de estudio podré hacer algo, supongo.
Se empezaba a sentir como una hormiguita mirando saltamontes y pensando en lo altos que eran. Tanto Eri como Datsue eran Jounins, grandes y poderosos Jounins. No era que estuviese desanimada, simplemente preguntaba si la diferencia era realmente recortable por alguien como ella, alguien normal y corriente.
Datsue tomó la pelotita que Datsuse le estaba ofreciendo —desde hacía un buen rato, cabe decir— y volvió a lanzársela hasta la puerta de la entrada. El perro voló, fulgurante, a por ella, arrancándole una sonrisa a su dueño. Con qué poco se conformaban algunos.
—Así que se te da bien el fūinjutsu, ¿hmm? Pues naciste en la Villa correcta. —«Y te tocó la sensei adecuada»—. Buff… El Raiton es bien jodido. Yo estuve un año entero practicándolo, rindiéndome, y practicándolo de nuevo hasta que finalmente me salieron unas cuantas chispas. Tengo más afinidad al Katon y el Doton, la verdad.
Y ahí estaba de nuevo Datsuse, implorándole que tomase la pelota. El Uchiha decidió caminar hasta la puerta corredera acristalada y, tras abrirla, lanzar la pelota al jardín. Datsuse no tardó ni un segundo en saltar al césped.
—Ah, este chico… ¡Es inagotable! —Ojalá tuviese la mitad de energía que él.
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—Así que se te da bien el fūinjutsu, ¿hmm? Pues naciste en la Villa correcta. Buff… El Raiton es bien jodido. Yo estuve un año entero practicándolo, rindiéndome, y practicándolo de nuevo hasta que finalmente me salieron unas cuantas chispas. Tengo más afinidad al Katon y el Doton, la verdad.
— Yo también tengo afinidad por el Doton y lo prefiero antes que el Katon o el Raiton. Justamente dos elementos que lo único que pueden hacer es reventar cosas. Que en pequeñas cantidades pueden ser útiles, pero hacer algo grande con fuego o trueno no puede ser bueno. En cambio, con Doton puedes construir una ciudad entera. O una muralla. O una estatua gigante de Shiona-sama. O de Hanabi-sama, claro. — argumentó Hana sin que nadie se lo pidiese.
—Ah, este chico… ¡Es inagotable! —
Datsue se refería a Datsuse, y lo cierto es que Hana tuvo que torcer el gesto. Las últimas veces que habían llegado por la noche a casa, el can estaba literalmente por los suelos. Ella lo cepillaba como pedía en la misión y para cuando se iba, estaba fritisimo en su cama. En cambio, con su dueño estaba con sobredosis de energía.
— Lo cierto es que es la primera vez que lo veo así por la noche. Normalmente ya se me ha dormido en la puerta mientras abro. Supongo que sois como uña y carne. — añadió con una sonrisa.
Lo cierto era que Datsue no podía coincidir más con Hana. Tenía razón, por lo que había podido ver en todos sus años como shinobi, el Doton era el elemento más diferencial de todos. «Pero el Raiton es tan molón… Y ese Yoroi, ¡oh…! ¡Me corro solo de pensarlo!» ¿Lograría algún día dominarlo? ¿O tendría que añadirlo a su lista de fracasos? Solo el tiempo lo diría.
—¿Datsuse y yo? Sí, supongo que puedes decir eso —reconoció—. Me pilló en un momento de bajón, ¿sabes? Cuando me lo regalaron. Siempre nos hemos apoyado mutuamente desde entonces.
»Que, por cierto, fue precisamente Eri quien me lo regaló. Ella y su novio, Inuzuka Nabi. De hecho es a ellos a quienes suelo pedirles que se queden con Datsuse cuando estoy fuera. Teniendo a Eri de sensei apuesto a que no será la última vez que veas al Matacanes.
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—¿Datsuse y yo? Sí, supongo que puedes decir eso. Me pilló en un momento de bajón, ¿sabes? Cuando me lo regalaron. Siempre nos hemos apoyado mutuamente desde entonces.
»Que, por cierto, fue precisamente Eri quien me lo regaló. Ella y su novio, Inuzuka Nabi. De hecho es a ellos a quienes suelo pedirles que se queden con Datsuse cuando estoy fuera. Teniendo a Eri de sensei apuesto a que no será la última vez que veas al Matacanes.
— Pero, ¿Eri-sensei tiene novio? — Datsue era como una metralleta de información valiosa y ella estaba empezando a perder demasiadas balas. — ¿Matacanes?
La confusión en el rostro de Hana empezaba a ser palpable, casi la exhumaba por los poros y todo. Dividió la información por temas y después pensó en la pregunta que más urgencia tenía para no soltar una retaila sin sentido con un millón de preguntas.
— ¿Datsuse ha matado algún perro? ¿Momento de bajón? ¿Cómo que Eri-sensei tiene novio? ¿Quien? ¿Cuando? ¿Cómo? — tenía que saberlo, tenía que saberlo todo.
Datsue rio ante la repentina curiosidad de Hana por querer saberlo todo.
—Bueno, de aquella no eran novios, pero se veía a leguas que terminarían siéndolo. Hace un tiempo que no hablo con ninguno de los dos, pero… ¡juraría que siguen juntos! —Aunque, en los temas de amor, nunca se sabía—. Se llama Inuzuka Nabi, y tiene un perro llamado Stuffy. Son unos loquillos, pero buenos tipos.
Siempre y cuando no tuviese felpudo en su vivienda, claro. En dicho caso, probablemente acabase odiándole tarde o temprano. Por esa manía tan mala que tenía de cagar en ellos.
—No, no. No mató a ningún perro. Fue un mote que le puso Nabi —mintió—, no recuerdo ahora muy bien porqué. —Era lo que tenían las mentiras. Que una vez contabas una, atraías una segunda para mantener a salvo la primera.
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— Se llama Inuzuka Nabi, y tiene un perro llamado Stuffy. Son unos loquillos, pero buenos tipos.
— ¿Cómo que tiene un perro? — cada vez todo le daba más vueltas, había tantos caminos que tomar y su curiosidad le decía que los cogiese todos a la vez. — ¿Y qué raza es? ¿También un Shiba Inu?
Ignoró sutilmente la parte en la que le hablaba de la relación entre Nabi y Eri, si seguía por ahí se indignaría con su sensei por no haber tenido con ella una conversación de chicas. Vale que había una diferencia abismal de rango entre ellas, pero eso era otra cosa, era salseo romántico. ¡Debía preguntarle en cuanto la viese! Una historia de amor, tan cerca y tan lejos de su alcance.
— ¿Y tú, Datsue-san? ¿Tienes novia? — hizo una breve pausa — O novio...
No se lo había planteado hasta que se lo planteó. Era la forma perfecta de cotillear y no parecer que estaba coqueteando.
—No te sabría decir la raza, pero un Shiba Inu no es, desde luego. Es negro, será así de alto —dijo, poniendo una mano a la altura de su cintura—, y le falta un ojo. Verás, Nabi pertenece al clan Inuzuka, y todo Inuzuka tiene un perro con el que luchan en batalla. Pueden realizar técnicas y todo con ellos, ¿sabes? No son canes normales. Son perros ninjas.
Eri iba a tener que darle una parte del sueldo por darle semejante clase a su alumna. Alumna que, por otra parte, estaba llevando la conversación hasta un terreno pantanoso. ¿Qué si tenía novia? «Un momento… ¿No estará…?»
—¿Cómo? Esto… Hana, perdóname si te di falsas señales, pero… —Pero, ¡si hasta la había invitado a su casa! Ofrecido de beber. Hablado de perros. ¡Le estaba mandando todas y cada una de las señales de que estaba interesado en ella!—. Tú y yo no… Quiero decir… Que me pareces una tía de puta madre, en serio, pero no puede ser. De verdad que no —dijo, algo acalorado. Rechazar a alguien nunca era de buen trago, pero mejor dejar las cosas claras desde el principio, o luego sería peor.
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Asintió durante todo el discurso sobre los Inuzuka y Stuffy, el cual para Hana era a todas luces un lobo más que un perro. ¿Un perro del tamaño que le estaba indicando Datsue? Eso era un lobo lo mirases por donde lo mirases. O un caballo peludo. Incluso puede que un bijuu.
La mención mental de bijuu hizo que Hana se tensase. No había caído hasta ahora en el significado de la palabra jinchuriki. Ese chico de aspecto normal, cara normal, más labia de la necesaria y cuerpo normal, llevaba una bestia todopoderosa sellada dentro. Lo miró de arriba abajo mientras él intentaba decirle algo con un resultado medio decente solo.
— Tú y yo no… Quiero decir… Que me pareces una tía de puta madre, en serio, pero no puede ser. De verdad que no
Frunció el ceño intentando descubrir lo que intentaba decirle, mientras Datsue parecía necesitar más aire de lo normal para funcionar. Oh, cierto, le había preguntado si tenía novia o novio, cosa que se había tomado como coqueteo. La rubia se sonrojó ipsofacto, ¡si había dicho lo del novio para que no lo malinterpretase!
— No... no es eso. S-solo quería saberlo, por curiosidad. — apartó la mirada avergonzada, lo cual solo sumaba a que pareciese que sí se lo había pedido.
Necesitaba cambiar de tema y tenía el candidato perfecto.
— ¿Estás bien? — soltó en tono mucho más serio de lo que ella misma se esperaba. — Quiero decir, con lo del... bijuu que tienes dentro, y tal. Tiene... tiene que ser difícil. — ahora tenía una mirada de pena.
Todo el mundo conoce los rumores acerca de lo que sufren los jinchurikis, el monstruo les tortura para ser liberado, pesadillas, voces en la cabeza, incluso a veces los poseen y hace que maten a gente o destruyan cosas. Toda Uzushiogakure y parte del mundo sabía que en la espiral habían dos jinchurikis al principio y uno de ellos murió. Hay gente que cree que fue porque no podía con el bijuu y el Uzukage tuvo que inventarse lo del intruso para disimular.
También hay mucha gente a la que le gusta pensar que todo es una gran conspiración.Así que Hana prefería ceñirse a la versión oficial, la de Datsue. Pero no podía entrar a quemarropa con eso. Él y el otro jinchuriki habían sido... más que hermanos. O eso decían.
Por curiosidad. Claro. Datsue jamás había preguntado a una chica si tenía novio por simple curiosidad. No podía juzgar al resto por sus propias acciones, claro, pero… Pero aquello olía a chamusquina. No obstante, cierto o no, a él le valía con dejar el tema atrás y jamás regresar a él.
Claro que Hana no tardó en adentrarse en un terreno todavía más fangoso.
—Al principio lo fue —tuvo que reconocer—. Ya no.
Acostumbrado a hablar hasta debajo del agua, el Uchiha optó por ser algo más conciso y enigmático. No le apetecía hablar de aquel tema con ella. Ni con ella, ni con la gran mayoría. No lo comprenderían. No todavía.
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Estaba tan acostumbrada a que Datsue llevase la voz cantante y simplemente la arrollase con sus mini discursos en los que ella solo tenía que asentir y anotar que la respuesta simple y contundente de Datsue fue como una jarra de agua fría. No quería entrar en detalles, ni en detalles ni en nada. Hana no iba a insistirle entonces.
— Eso está bien, me alegro por ti.
No estaba nada segura de qué decir para no incomodar aún más al Jounin. Cambió el peso de una pierna a la otra con una sonrisa nerviosa.
— Bueno, supongo que querrás descansar y ya te he robado suficiente tiempo. — dicho lo cual esperó a ver qué decía o hacía Datsue, sin mover un solo músculo.
Lo cierto era que tenía mil y una preguntas y si se quedaba, alguna le haría y no quería acabar a malos términos con su jinchuriki.
—¡Al contrario! No me has robado tiempo, ¡me has regalado el tuyo! —dijo, amable. En verdad no quería sonar cortante o arisco cuando respondió a lo de Shukaku, pero era un tema que quería evitar por el momento—. Pero sí, vengo molido. Me vendrá bien acostarme temprano hoy —reconoció.
Tomó la delantera, y acompañó a la kunoichi hasta el portal de afuera, con el perro siguiéndoles los talones.
—Oye, si te quedaron ganas de estar con Datsuse, ¡no te cortes en venir, ¿eh?! Apuesto a que sino algún día lo verás con Eri. —Y si se animaba a cuidarlo algún otro día, sin cobro de por medio, ¡Datsue estaba más que encantado!—. Ha sido un placer conocerte, Hana —extendió la mano para estrechársela—. Estoy seguro de que nuestros caminos se volverán a cruzar muy pronto.
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—¡Al contrario! No me has robado tiempo, ¡me has regalado el tuyo!
Y así, sin comerlo ni beberlo, Datsue volvió a ser él. Con una sonrisa afable y unas palabras melosas, le dijo que se fuese a su casa. Todo con una amabilidad desbordante y unas palabras que era imposible tomarse a mal. Sin embargo, la espinita de ver al Datsue serio y frio estaba ahí, clavada en el corazón de la joven genin. Sabía que muchas veces se pasaba de curiosa y acababa por meter la pata hasta el fondo. Suspiró mentalmente y apuntó en su agenda mental reprenderse de nuevo por ser como es.
— Ha sido un placer conocerte, Hana
— Lo mismo digo, Datsue-san. Espero que nos sigamos viendo por la villa. — le estrechó la mano devolviendole la sonrisa. — Si algún día tienes que volver a pedir que cuiden de Datsuse, pide que me ofrezcan la misión a mí y estaré encantada de cogerla. — se ofreció ella, sin tener la suficiente confianza para decirle que lo haría gratis, a ver si se iba a pensar que seguía coqueteando.