Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Oh… —dijo, algo decepcionado, al descubrir que tendría que hacer sus necesidades al aire libre.
«En sus tiempos no tenía tantas comodidades… Hmm, ¿de qué me suena eso?» Datsue pilló la broma justo medio segundo antes de que Hanabi se lo confesase. ¡Pues claro! De cuándo él mismo había imitado a un veterano quejándose del mal vicio que tenían las nuevas generaciones.
—Pff… —bufó, sonriente—. Pues de paso me voy a pegar una duchita… —se olió un sobaco—, que falta me hace, sí.
• • •
—Bueno, bueno, bueno —Datsue tiró de la cadena del baño y abrió el grifo—. Hora de ponernos con El Plan Infalible AplastaKages… Jia jia jia —rio malévolamente. O lo intentó, al menos.
Seguro y oculto en el cuarto de baño, el Uchiha extendió frente a sí un pergamino mediano, tras liberarlo de su mano derecha. «Ah, ¿qué puedo sellar en él? ¿Tú qué dices, Shukaku? ¿El combo mortal?» Se llevó una mano al mentón, pensativo. Hanabi poseía semejante chakra…
—Sí, definitivamente el combo mortal.
Serpiente, Carnero, Jabalí, Caballo, Pájaro, Palmada… Palmada. Realizados los sellos, su mano brilló brevemente sobre la superficie del pergamino, sellando la técnica.
—Vamos, siguiente. Que Hanabi pruebe en sus carnes lo que es un buen fuuinjutsu. ¡Jia jia jia!
Perro, Rata, Serpiente, Buey, Dragón, Tigre… Palmada.
De nuevo, la superficie del pergamino brilló bajo su mano. Una mano que le temblaba. ¿O eran sus ojos, que de pronto habían perdido enfoque? Se sentó en el frío suelo y respiró entrecortadamente por unos segundos. Aquel último jutsu le había agotado de verdad.
Se tomó un breve momento antes de volver a sellar el pergamino en su mano. Luego, aprovechó para darse una ducha y quitarse la suciedad de encima. Todavía le quedaba un pergamino, más pequeño, para guardar un jutsu. El problema era que no sabía muy bien cuál elegir.
Decidió que lo mejor sería consultarlo con la almohada. Visualizar la batalla. Mentalizarse. Si se le ocurría algo, siempre podía levantarse a la noche para ejecutar la técnica, o a la mañana antes de acudir al campo de batalla.
Tras vestirse con su pijama —blanco y con un remolino rojo estampado en el pecho—, el Uchiha salió del baño. Lanzó una última mirada hacia las escaleras que se perdían hacia abajo y subió hasta arriba.
—Fiuu… ¡Me siento como nuevo! —exclamó, anunciando su vuelta—. Oiga, Hanabi-sama… Nuestro campo de batalla será allá abajo, ¿verdad? ¿Lucharemos en el subsuelo? —«No se me ocurre mejor sitio, sí señor. Aunque espero que la zona sea… amplia».
¤ Fūton: Reppūshō ¤ Elemento Viento: Palma del Vendaval - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Fūton 25 - Gastos: 15 CK (multiplicable x2) - Daños: 25 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: Serpiente → Carnero → Jabalí → Caballo → Pájaro → Palmada - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Tras realizar los sellos necesarios, el usuario da una palmada y comprime chakra de viento a su alrededor, creando un poderoso vendaval con la suficiente potencia como para derribar a un oponente.
Esta técnica puede utilizarse con una o dos manos y tiene diversas funciones: entre ellas dañar a un oponente a cortas distancias, usarlas sobre armas pequeñas arrojadizas para aumentar su velocidad hasta el triple durante 10 metros o incluso utilizarse sobre otras personas para impulsarlas en el aire a gran velocidad durante la misma distancia.
El dragón mide 6 metros de ancho y de alto, y recorre 15 metros antes de disiparse
La esfera abarca 1'5 metros de diámetro, y avanza 30 metros antes de disiparse. De impactar con algo, estalla en una explosión de 8 metros a la redonda
Técnica creada y mejorada por Datsue a lo largo del tiempo. Tras acumular chakra en el estómago y transformarlo en llamas, las moldea al exhalarlas para que tomen la apariencia de un dragón. El dragón avanza en línea recta hacia el objetivo, y de no impactar con él, puede girar la cabeza en cualquier dirección y abrir la boca, disparando una esfera flamígera.
El verdadero peligro de esta técnica radica en la esfera lanzada, que al entrar en contacto con algo, estalla, provocando una gran tormenta de llamas a su alrededor. Si la técnica es potenciada por un Fūton, tanto la esfera como la tormenta en llamas aumentan en un 50% sus dimensiones (además del aumento en daño que le corresponda).
Datsue puede, si quiere, lanzar directamente la esfera flamígera, en cuyo caso puede trazar parábolas realmente complicadas, e incluso lanzarla hacia arriba con la intención de que aterrice en un punto al caer.
Nota: El Katon: Sogekihei Doragon se selló en forma de esfera, y con una trayectoria rectlínea.
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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«Bueno, bueno...» Hanabi se dejó caer sobre la cama. Al contrario que su oponente, no se le ocurrió comenzar a pensar en planes. A la hora de combatir, a él se le daba mejor improvisar... y confiar en la bestia que llevaba dentro. A decir verdad, siempre le había interesado el Fuuinjutsu, como a Datsue, y como a su difunta maestra Shiona. Pero él nunca había tenido grandes aptitudes con él. «Alguna sí, claro... alguna sí. Eso me acaba de hacer recordar algo.» El hombre se enderezó y echó la mano hacia atrás, hacia el portaobjetos, de donde sacó un pequeño pergamino. Lo colocó encima del colchón y liberó de él una caja pequeña, de madera, con el símbolo del Remolino. La caja con el arma que le había forjado Sasaki Reiji. Sonrió.
«Veremos cómo se comporta este pequeñín...»
Un rato después, Datsue se encontraría a Hanabi de nuevo en la cama, medio dormido.
—Fiuu… ¡Me siento como nuevo! —exclamó, anunciando su vuelta—. Oiga, Hanabi-sama… Nuestro campo de batalla será allá abajo, ¿verdad? ¿Lucharemos en el subsuelo?
—¡Hop! —Hanabi se levantó de la cama y se desperezó—. Allá abajo sí, en el subsuelo no. —Le guiñó un ojo a Datsue, misterioso—. Ya lo verás. De momento, me voy a duchar. ¡No vale ir a mirar! —Le advirtió señalándole con el dedo, antes de comenzar a bajar las escaleras.
—Ah, siempre con secretitos —se quejó, tirándose en otra de las camas.
Hanabi prefería que el Uchiha se comiese las uñas por el resto de la noche a revelarle qué había allí abajo. Datsue podía aprovechar mientras Hanabi se duchaba, claro. Una miradita a escondidas nunca hacia daño. Pero aquella vez, prefirió ser un tipo serio. Respetar la petición de Hanabi y concentrarse en lo verdaderamente importante: «A ver, ¿cómo coño derroto yo a este tío?»
En realidad, se había estado preparando durante meses. Había llevado su físico al extremo, entrenándose cada mañana y cada tarde sin parar, soñando con aquel día. Con aquel duelo prometido tiempo atrás, allá por Bienvenida.
En cambio, a Datsue le faltaba mentalizarse. Su físico se había endurecido, había sudado la gota gorda y se le había mimado en cada día de recuperación. Pero su mente estaba oxidada. ¿Desde hacía cuanto que no tenía un combate de verdad? ¿Uno que le llevase al límite? Probablemente tuviese que remontarse al choque que había tenido con Daruu. Tres largos meses.
«Hmm… Creo que mi mejor opción es pegarme a él. Con ese pedazo de chakra me va a reventar a distancia. Aunque… también tengo mis fuuinjutsus. Y… ESE jutsu. Sería una pena no usarlo, con lo que me costó aprenderlo…»
Al final, sabía que iba a terminar improvisando, como siempre. Pero nunca estaba de más tratar de pensarse alguna estratagema. Distraído, empezó a caminar alrededor de la habitación. Luego, se paró en frente de la cama de Hanabi. ¿Se había dejado algo allí? Unas sandalias, su portaobjetos… Sus ojos rebuscaron por todas las esquinas, curiosos; su mente seguía trabajando, sin grandes resultados por el momento, cabía decir.
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Por el momento, Datsue tendría que conformarse con las técnicas que ya había sellado y con su capacidad de improvisación. Hanabi se había llevado sus cosas consigo, y a simple vista no hubo nada que llamase su atención. El líder de Uzushiogakure se tomaría algo de tiempo para salir, de modo que, si lo deseaba, el Uchiha tendría tiempo de sobra para investigar un poco más.
Sintió la mirada sonriente de Shiona en el cuadro. Datsue no había tenido mucha relación con ella, pero la mujer era una leyenda en Uzushiogakure. No en vano había sido tan longeva como para mandar sobre varias generaciones de ninjas. Decían que se enfrentó a un ninja poderosísimo y se lo llevó a la otra vida, convirtiéndose en mártir y librando a Oonindo de un enemigo temible. ¿Quién sería, acaso, dicho enemigo? De ella se contaban, desde luego, hazañas verdaderamente grandes. Si Shiona era más poderosa que Hanabi, ¿quién la habría forzado a sacrificarse?
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«Ah, lástima», pensó, al no encontrar ninguna pertenencia de su Kage. Saber el tipo de armamento con el que contaba un futuro contrincante nunca era malo. ¿Y si se encontraba con un pergamino? Bueno, entonces podían pasar muchas cosas. Quizá, abrirlo para descubrir su contenido. Quizá incluso, porque no, sellar algo en su lugar. ¿Y si Hanabi pensaba que iba a coger su preciado Dai Shuriken en medio del combate y se encontraba en su lugar con un Gōkakyū en la cara?
Se descojonó de solo imaginárselo.
—No, no. Pero yo jamás sería capaz de algo así. ¡Vaya idea! ¿Yo? No, no. Eso es inmoral, deleznable y… Y…
Y jodidamente épico, pensó. Por eso, una parte de él se alegró de no encontrar nada. Porque se conocía, se conocía y temía por las consecuencias. «Mejor no desviarnos ahora del camino, no… Que ya viste lo que pasó la última vez que sellaste algo en alguien».
Tratando de distraerse, inspeccionó el resto de la habitación, hasta llegar a la chimenea con el fuego eterno. Contempló aquel milagro de fuuinjutsu por unos largos instantes antes de subir la mirada hacia el cuadro.
—Ah, Shiona… cuánto de menos se te echa. Larga vida a Uzushiogakure no Sato, ¿eh? No podía ser otra cosa, no —dijo, esbozando una sonrisa nostálgica. Luego frunció el ceño—. Hmm… Creo que nunca le pregunté a Hanabi por la persona que te hizo perder la vida.
Decían que era un enemigo poderosísimo, una amenaza para todo Oonindo. Pero nada más. No se sabía su nombre, ni quién era exactamente. Ni por qué Shiona fue solo a enfrentársele. Datsue pensó que si alguien lo sabía, ese debía ser Hanabi. Su alumno. Su sucesor.
Suspiró. Cansado por el largo viaje —y por las técnicas que había sellado en secreto en el pergamino—, fue a tirarse a la cama, y decidió hacer una serie de estiramientos mientras aguardaba la vuelta de su Uzukage.
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Justo en ese momento apareció Hanabi por el umbral de la puerta, ataviado únicamente con un yukata largo de color naranja suave.
—No quisimos liberar lo que había dentro del sello —contestó, serio—. No sabemos lo que es, pero si se enfrentó a Shiona y la obligó a sacrificarse, no lo queremos suelto por Oonindo. Lo único que podemos asegurar es que tenía que ver con Uchiha Haskoz, un genin de la promoción de Akame. —Hanabi suspiró y se dejó caer sobre una de las camas, cansado—. Ya ni siquiera puedo decir si hasta tuvo algo que ver. ¿Sabes? Creo que no te lo he contado. Pero Aotsuki Ayame tenía razón. Un espía de Amegakure los vio juntos, a él y a Umikiba Kaido, no hace mucho.
»Estaban buscando un barco que tomar, no sabemos si al País del Hierro o al País del Agua. —Hizo una pausa y miró a Datsue—. Tenemos una buena relación con los samurai. Si he mandado a Katsudon en persona es precisamente porque nos conviene averiguar si los han visto por allí, de paso.
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—Pues espero que ese sello esté a buen recaudo —intervino brevemente—. No me gustaría que Kurama se lo topase de casualidad.
Solo de pensarlo le entraban escalofríos. Como si no fuesen lo suficiente peligrosos ya.
—Uchiha Haskoz, ¿hmm? Él y Akame eran muy buenos amigos. —Entonces se dio cuenta—. Bueno, o eso decía él. En lo que respecta a Uchiha Akame, yo ya no sé nada.
La furia y la ira que le habían invadido tras descubrir su traición habían menguado. El tiempo y el paso de los días lo erosionaba todo. Ahora, solo le quedaba una profunda amargura. Tristeza, y un gran peso sobre sus hombros. El peso de saber lo que tenía que hacer.
Se dio la vuelta, dándole la espalda a Hanabi.
—¿Qué se siente, Hanabi-sama? ¿Qué se siente al asesinar a la persona que en su día más quisiste? —La pregunta no era casual: sabía que el Uzukage había pasado por ello—. ¿Cuánto tardas en superarlo?
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—Garadea... —susurró Hanabi—. ¿Qué se siente? ¿Cuánto tardé en superarlo? No sé qué sentir, Datsue, y no creo que lo supere nunca del todo. Pero siendo un shinobi, te das cuenta de que hay muchas cosas que te provocan sentimientos encontrados, y también tienes que despedirte de muchos seres queridos. Familia. Amor. Pareja.
»Aprendes a vivir con ello. Lo que sentí aquél día fue un profundo, profundo dolor, uno que sigue doliéndome con sólo acordarme de él. La última vez que vi el brillo de sus ojos, me pareció ver lágrimas. ¿Eran lágrimas por mí, o por otra cosa? ¿Todos los recuerdos que vivimos juntos antes de que la descubriéramos eran reales, o fue todo una mentira para acercarse más a Shiona? Nunca lo sabré. Y eso me genera más dolor, y una ansiedad que nunca se irá. Pero todo eso es agua pasada, y hay que seguir viviendo.
Hanabi volvió a tejer aquél silencio. Pero era un silencio intranquilo, que se sabía a sí mismo muerto nada más nacer. El Uzukage no tardó en volver a hablar.
—No te detendré, pero no deberías arriesgar tu vida en una misión suicida para matarlo tú mismo. Está lejos y tiene amigos peligrosos. Yui nos dijo que Kaido les traicionó para unirse a un grupo llamado Dragón Rojo, gente peligrosa. Si Akame está con Kaido, probablemente esté con ellos también.
Escuchando a Hanabi, se dio cuenta de lo insignificantes que en realidad eran. El Uzukage era la persona con más chakra que había conocido en su vida. Un chakra inmenso, poderoso, que rivalizaría incluso con el de un bijuu. Y Datsue era considerado por el propio Hanabi como su ninja más fuerte. Y, sin embargo…
…ninguno de los dos fue capaz de mantener lo que más querían.
«Aprender a vivir con ello», repitió en su cabeza, con profundo pesar. Por desgracia, era la única conclusión a la que había llegado él también. Y las siguientes palabras del Uzukage no fueron más alentadoras. Sí, Datsue también se preguntaba si todo lo vivido junto a su Hermano había sido falso. Una simple treta para seguir en su subterfugio; la búsqueda de un escudo que le protegiese en caso de que las cosas se pusiesen feas. Hanabi nunca había llegado a descubrir la verdad, y él, mucho se temía, seguiría sus pasos.
—Dragón Rojo… Sí, oí hablar de ese grupo cuando me secuestraron junto a Koko, hará dos años. El tipo que nos mantenía capturados, un tal Uchiha Zaide, estaba siendo perseguido por esa peculiar organización. —Aquella fatídica semana Datsue se había dado cuenta que ser ninja no era ninguna broma. Había fallado, y Koko había muerto por ello. ¿Las lágrimas de Akame también habían sido falsas de aquella? Dudó. Siempre le había parecido extraño lo fácil que había aceptado no buscar venganza.
Dudas. Ansiedad. Aquello era precisamente a lo que se refería Hanabi. Chasqueó la lengua, irritado, y finalmente se dio la vuelta para mirarle.
—No, no haré tal cosa —respondió, decidido, en referencia a irse en una misión suicida en busca de Akame—. Ahora soy candidato a Uzukage, ¿no? Pues es hora de que empiece a anteponer lo que debo a lo que quiero. Si he de ir a por él, que sea porque lo hemos planeado juntos. Que sea porque tengamos un buen plan.
Y, no obstante…
»Pero pasa una cosa con Uchiha Akame y conmigo. —Siempre había un pero—. ¿Sabe lo que dicen de los gemelos? Que tienen este extraño vínculo, casi parece de telepatía, en el que sienten cuando al otro les pasó algo gravísimo. —Se encogió de hombros—. Yo no sé si eso es verdad o simples cuentos, pero sí tengo la intuición de que nos volveremos a ver. Que nuestros caminos se volverán a cruzar una última vez. Y si eso sucede… Si eso sucede lo traeré de vuelta a la Villa con los pies por delante, y lo tiraré a la zanja de la que nunca debió salir.
»¿Le parece bien?
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Hanabi se sintió halagado por la lealtad y el compañerismo que Datsue exhibió. El muchacho sólo estaría dispuesto a ir a por él con un buen plan elaborado por Uzushiogakure. Sonrió. «El torbellino de emociones de Datsue se ha volcado por completo en la aldea. Será un buen Kage». Sin embargo, el muchacho supo que sus caminos estaban destinados a cruzarse. Hizo una funesta proposición. Hanabi asintió.
—Como líder, mentor y persona que te conoce bien, sé que no podrás hacer otra cosa —dijo—. Como amigo, te pido que vuelvas. Con él con los pies por delante, o sin él. Pero no sacrifiques tu vida, o Uchiha Akame le habrá robado dos buenos ninjas a Uzushio. —«Él también habría podido serlo...»
»No me gustaría hablar de esto más tiempo. Lo de mañana será una celebración, el mejor combate que ha visto Oonindo en años —declaró, tratando de caldear un poco el ambiente, que se había quedado frío—. Además, estoy reventado. Será mejor que nos vayamos a dormir y repongamos fuerzas. —El hombre se dio la vuelta y se arrebujó en el colchón, apartando a todos los Uchiha de su mundo menos al que le importaba. Con el que al día siguiente, tendría que vérselas.
Tuvo que hacer un esfuerzo para no prender fuego a la cama.
A la mañana siguiente, Datsue despertó en silencio. Supo que era de día porque el fuego de la chimenea, para demostrar aún más las habilidades de Shiona, se había apagado. En su lugar, la luz del sol penetraba a través del agujero con una intensidad tan antinatural como antes lo fue el color rojo de aquellas llamas. Hanabi no estaba allí. Había hecho la cama, y ahora era como si en realidad el Uzukage nunca hubiera dormido en la misma habitación.
Como te dije, puede que me retrase un poco a partir de ahora, para hacer unos ajustes en Poder. Si decido que va a tardar demasiado, estableceré unos cambios aplicables a este combate por balanceo, como Narrador, o haré un parche rápido antes de la reforma de verdad.
26/09/2019, 18:37 (Última modificación: 27/09/2019, 14:26 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.
Razón: Ups. Se me había olvidado especificar que hice una AO
)
Ah, qué bueno aquello. Despertarse después de una buena noche dormida del tirón. ¡Y sin el más ligero rastro de pesadillas! El cuerpo estaba descansado, sin ojeras, ni con los ojos picándole por la falta de sueño. ¿Y la mente? ¡La mente estaba pletórica! ¡Rejuvenecida!
Para otro cualquiera, aquella habría sido una mañana cualquiera. No para Datsue. Después de año y medio sufriendo las torturas nocturnas de Shukaku, el Uchiha todavía saboreaba aquellos momentos como gloria bendita. Porque sabía lo fácil que se evaporaban de un segundo para otro.
Se extrañó de no ver al Uzukage, pero no quiso darle mayor importancia por el momento. Se levantó, todavía bostezando, y tras contemplar la luz que salía de la chimenea —esta vez sin fuego—, se dirigió al cuarto de baño.
Fue allí, en ese sagrado momento donde las mejores ideas brotan de la mente —sí, se encontraba cagando—, cuando se le ocurrió. Se le ocurrió qué sellarse en la mano.
—Ah, no me esperaba menos de ti, querido Datsue. Brillante, como siempre. Audaz. Con un toque intrépido. ¡JIA JIA JIA! —Tiró de la cadena.
Luego, realizó cinco sellos en total, y el jutsu quedó sellado en la palma de su mano. ¿Cuál? Bueno, eso… ya se descubriría.
—Bueno, pues a prepararse.
Para aquel día tan especial, Datsue había decidido abandonar sus habituales ropajes para vestirse con su indumentaria de gala: chaleco jōnin —sin mangas, y con la placa identificativa en el brazo derecho—; bandana al hombro izquierdo; pantalón y botas oficiales; portaobjetos básico y avanzado a la cadera, uno a cada lado; y el ōkunai atado a la cintura con un cinto, perfecto para desenvainar con su mano derecha.
Concentrado en su labor, ordenó las armas y las herramientas de las que disponía, colocándolas en los bolsillos del chaleco o el portaobjetos según creía que le convenía más para aquel combate. Por último, se palpó los calzones. «Ah, aquí están. Mis viejas amigas. No creo que hoy me hagáis falta, ¿eh?» Por supuesto, se refería al juego de ganzúas que siempre llevaba en el dobladillo del calzoncillo.
—Sí… Estás listo. ¡Estás listo! ¡Vamos coño vamos! ¡Tú puedes joder! —A falta de público, nunca estaba de más darse ánimos a sí mismo. Aunque…
No podría haber combate sin rival. ¿Dónde narices se había metido Hanabi? Volvió hasta el cuarto de baño, pero en lugar de meterse por la puerta, siguió descendiendo por las escaleras unos cuantos pasos más.
—¿Hanabi-sama? ¿Anda por ahí?
1 AO
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Las escaleras descendían hacia la oscuridad. Llegaba un punto en el que se torcían, y seguían bajando. Se torcían de nuevo, y de nuevo, pero siempre bajando, y bajando. Era imposible, desde allí arriba, discernir el final. Si y sólo si decidía descender aún más, tras varios minutos, la luz del sol le cegaría. Allí encontraría la salida de la cueva... a una playa de arenas blancas, bajo el acantilado. Una explanada lisa y de al menos cincuenta metros de largo e incontables de extensión hacia los lados. A la izquierda, un enorme risco que cruzaba desde lo alto y se hundía en el agua.
Y justo enfrente, a Hanabi. Sentado, meditando. O tal vez sólo contemplando el mar.
De todas las cosas que se hubiese podido esperar, aquello era lo último. Había caminado por un pasillo a oscuras durante minutos, bajando por unas escaleras que bien podían conducir al Yomi. O eso había pensado él, claro. ¿Qué mejor sitio para soportar el fuego infernal de su combate? Allí tendrían que estar acostumbrados.
Cuando sus ojos se habituaron a la repentina luz, sin embargo, no halló más que lo opuesto. Una vista paradisíaca, una playa virgen, de arenas blancas y lisa. El lugar idóneo para una cita romántica. ¿Para un combate apasionado? Daba hasta miedo por si se estropeaba algo tan idílico como aquello.
Aunque, si se analizaba fríamente, las bases eran inmejorables. Lo que haría de tatami era de arena, por lo que no se podía romper. Además, era enorme, gigantesca, y el único límite que había era un enorme risco y el acantilado. Tampoco existía el riesgo de que nadie estuviese cerca. ¿Quién conocía la ruta hasta allí, sino los discípulos de Shiona y ahora el mismo Datsue?
Tomó aire por la nariz y lo expulsó lentamente por la boca. Hanabi estaba allí, sentado, quizá meditando o tan solo esperando. Datsue se tomó su tiempo para hablarle. Estiró los músculos. Calentó las articulaciones. Se mentalizó. Lo visualizó. Se visualizó a sí mismo ganando. Y es que la experiencia le había enseñado que empezar un combate pensando que ibas a perder era, efectivamente, el primer paso para la derrota.
Tenía que pensar que lograría su objetivo, pero sin confiarse. Tenía que estar concentrado, pero sin volverse excesivamente rígido. Tenía que tener el camino hacia la victoria claro, pero sin que eso le cerrase a abrirse a desvíos. En definitiva, tenía que…
… ser un jodido profesional.
—Estoy listo —anunció, en tono grave. La actitud de colegueo con Hanabi se había terminado. También el respeto. Por muy Uzukage que fuese, si tenía la oportunidad de partirle la boca, se la iba a partir. Sin dudarlo ni por un segundo.
Solo así tendría alguna oportunidad de vencer. Dándolo jodidamente todo.
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Datsue se dio cuenta entonces de que Hanabi tenía algo atado a la espalda, tras el cinturón, atravesado en diagonal. Se trataba de un bo, una de esas armas sin filo. ¿Manejaría el Uzukage con destreza aquella herramienta?
Si Hanabi no se había percatado de su presencia hasta ese momento, no pareció inmutarse. Había oído sus pasos sobre la arena, de hecho. El líder de Uzushiogakure se levantó, y se dio la vuelta, despacio. Su rostro, sonriente, mostraba confianza, determinación y unas tremendas ganas de pelear. La característica onda de presión que indicaba que el chakra de Hanabi se desplegaba sin límites golpeó a Datsue como el puño de un titán, y esta vez, por esta vez, incluso le pareció que sus pies daban un paso atrás, o que quizás la fuerza de ese chakra le había empujado. La arena a los pies de Hanabi reveló un pequeño ascua.
Hanabi flexionó el brazo, levantando la mano a la altura de la barbilla. Cerró todos los dedos, menos el índice y el corazón, que mantuvo en alto. Era un mensaje alto y claro. Era la Voluntad de Fuego de los antiguos Sarutobi de Konohagakure llamando a la puerta de Datsue y exigiendo una respuesta honorable pero firmemente arrojada.
Muñeca derecha:
- Rasenhō (arma entregada por Reiji) (x10 discos)
12 PV/disco, v. Rápida, 10 metros (sin gasto)
24 PV/disco, v. Rápida, 15 metros (10 CK)
32 PV/disco, v. Muy rápida, 20 metros (20 CK)
Atados al cinturón (parte trasera):
- Chisana Makimono, con un Dai Shuriken sellado x3, a la derecha
- Chisana Makimono, con un Keiko Bō sellado x2, a la izquierda
2/10/2019, 17:01 (Última modificación: 2/10/2019, 17:01 por Uchiha Datsue.)
Ante la adversidad, no le quedó más remedio que sonreír. Ante el nerviosísimo —¿o directamente era miedo?—, no le quedó más remedio que apretar los puños. Fuerte, muy fuerte. Para que no se notase que las manos le temblaban. Y ante aquel poder tremebundo, tan intenso y palpable que le empujó hacia atrás como un huracán enfurecido, no le quedó otra que rezar. Rezar a todos los dioses que conocía no para ganar, sino para siquiera sobrevivir.
Aunque, dígase una cosa de Uchiha Datsue: ya no era el mismo que años atrás. Había madurado, crecido no solo como persona, sino como ninja. A sus espaldas sentía el calor y la fuerza de muchos que le habían ayudado a ser el ninja que era. La tenacidad de Nabi. La convicción de Eri. El ingenio de Daruu. La adaptabilidad de Ayame. El orgullo de Kaido. La astucia de Zoku. La profesionalidad de Akame. Oh, sí, también sus enemigos le insuflaban fuerza. De ellos era de quienes más había aprendido. Y todas aquellas vivencias, todas las penurias y conflictos por los que había pasado le habían llevado a aquel día. A aquel preciso instante. ¿Le habrían preparado lo suficiente?
Estaba a punto de descubrirlo.
Datsue alzó una mano y levantó dos dedos, imitando a Hanabi. Fuego por fuego. Así empezaría aquel combate, y así terminaría. Los ojos del Uchiha se tiñeron de sangre, y tres aspas se clavaron en las pupilas del Uzukage. ¿Apartaría él también la mirada, como el resto? ¿O se atrevería a mantenerla?
Ahora, la jugada inteligente era aguardar. Era de primero de Uchiha, todo padre y toda madre que quisiese el bien de su retoño, antes incluso de enseñarles el Gōkakyū, les daban esta valiosa lección: aprovecha tus ojos, juega al contraataque.. El Sharingan no solo era bueno por los Genjutsus, sino por ser capaz de leer los sellos manuales, de imitar ninjutsus e incluso taijutsus. Si un Uchiha quería luchar a lo seguro, la táctica era ser pasivo y aguardar. Aprovechar su punto fuerte. Ese había sido su plan trazado, antes de dormirse a la noche. Jugar seguro, mantener las distancias cortas.
Pero, ahora que estaba allí, se preguntaba: ¿de verdad se había pateado medio país para eso? ¿Iba a usar la oportunidad de oro de enfrentarse a un Uzukage siendo un rácano? ¿Acaso eso era intrépido?
«¡A LA MIERDA!»
A la mierda el plan. A la mierda el miedo. Y a la mierda lo seguro. Oonindo entero le había escuchado una y mil veces presentarse como Datsue el Intrépido, y aquel día, aquel jodido día, iba a honrar su sobrenombre.
Datsue no contó ni hasta tres. Corrió, corrió directo hacia la tormenta de llamas como un demente que no teme a la muerte. Aún sabiendo que se iba a quemar. Aún sabiendo que le iba a doler. Cuando quedó a dos zancadas de Hanabi, su pie hizo una travesura. Inocentemente, pateó la arena, levantando una cortina de ella con la clara intención de cegar momentáneamente al Uzukage. Al mismo tiempo, su diestra fue directa hacia el ōkunai. El acero atrapó destellos crepusculares y silbó con voz de Izanami. Un acero forjado por él mismo, en compañía de Nahana. Un acero que saludó a Hanabi en el vientre, invitándole a que le abriese las puertas de sus entrañas.
Portaobjetos avanzado (costado izquierdo):
- Kunai x1
- Shuriken x2
- Paquete de 15 makabishi x1
- Bomba de humo x1
- Fuda Kami x1
- Sello explosivo de rango A x1
Armas selladas:
- Kunai x1[palma derecha]
- Sello explosivo de rango B x1 [palma izquierda]
- Dai Shuriken [hombro izquierdo]
- Tela y etiqueta de sellado [nuca]
Calzoncillos:
- Juego de Ganzúas
¤ San Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Tres Aspas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Uchiha 60 - Gastos: 18 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:
Percepción +20
Destreza +20 en movimientos de taijutsu básico y armas
Los iris del usuario se vuelven de color carmesí, y alrededor de sus pupilas surgen tres aspas negras que giran hasta formar un trío en una circunferencia imaginaria. Este estado del Sharingan se considera el más avanzado en su forma básica.
El Sharingan le da color al chakra, y permite distinguir su composición elemental. El usuario puede ver el flujo del chakra de otros seres vivos como un manto, con suficiente precisión para detectar si tiene mucho o poco chakra (CK actual) o si ese chakra es débil o poderoso (mide aproximadamente el Poder), pero no con la suficiente para detectar movimientos de chakra dentro de un oponente si no hay una técnica activa. El Sharingan puede ver el chakra de las técnicas activas: las que afecten al interior de un ser vivo o las que ya se encuentren en el exterior de un oponente, pero no antes de que se hayan formado. Puede detectar si alguien está siendo afectado por una técnica ilusoria.
La percepción visual del usuario goza de un gran estímulo, volviéndose muy sensible al movimiento. El Uchiha puede leer labios con extrema facilidad o imitar movimientos tan sutiles como los de la escritura, escribiendo lo mismo que alguien a quien está observando. En combate, el clan utiliza esta destreza para seguir con claridad los movimientos físicos (y no de técnicas, importante) de un oponente y de sus extremidades en el Taijutsu, y para leer con claridad los sellos manuales que realiza. Si y sólo si el usuario conoce la técnica que va a utilizar, puede anticipar una respuesta (hay muchas técnicas con secuencias de sellos similares o iguales. En este caso, el Uchiha no tiene manera de saber qué va a hacer el oponente). El Tres Aspas hace que el Uchiha pueda predecir dónde va a encajar un golpe de Taijutsu mediante la lectura de las tensiones en los músculos del cuerpo del oponente, dotándole de cierta capacidad predictiva. Cabe destacar que aunque el usuario sea capaz de percibir un movimiento, necesita las capacidades físicas y de reacción para poder responder ante él.
La habilidad para leer los movimientos del Sharingan le otorga al usuario la capacidad de copiar los sellos de una técnica de Ninjutsu o de Genjutsu (o los movimientos de una técnica de Taijutsu) que no dependa de una facultad personal para ejecutarla al mismo tiempo que el oponente o registrarla en su repertorio (hasta un máximo de tres técnicas). Se pueden imitar evolutivas, pero no registrarlas. Para copiar una técnica se debe de tener su requisito convertido a la facultad Uchiha.
El Sharingan le permite al usuario distinguir técnicas como los clones simples (no los generados por la técnica Kage Bunshin no Jutsu) de un usuario real, y ver a través de la técnica Henge no Jutsu.
El Sharingan de Tres Aspas es capaz de penetrar y romper los Genjutsus sensoriales visuales, y de ver a través de las imágenes creadas por los Genjutsus ambientales.
(Nota: las bonificaciones a los atributos SON la mejora que otorga el doujutsu, de modo que alguien con mayor Destreza que la Percepción del usuario hará que sus movimientos de taijutsu o armas no puedan ser seguidos por el Sharingan, y alguien con mayor Agilidad que la Percepción del usuario no podrá ser seguido con la mirada cuando se desplace).