Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Pero la vileza de Kokuo no conocía límites; tampoco su astucia. Quien amenazaba a Daruu resultó ser nada más ni nada menos que otro Kage Bunshin de la muchacha. El cuerpo de Daruu cayó al suelo boca arriba, las heridas de flecha sangrando levemente y tintando el lago de carmesí. Kiroe hizo por avanzar hacia él, pero Kori le retuvo sujetándole el brazo.
—¡No, Kiroe-san! Daruu es resistente, lo aguantará —indicó el Hielo—. Y si no padre le curará, pero el otro Kage Bunshin podría andar ahí debajo. ¡Caerás en una trampa!
—¡Por eso mismo! —indicó Kiroe—. ¡Por eso mismo debo protegerlo! Kokuo podría cobrarse su veng...
Pero todos enmudecieron ante el macabro espectáculo que se presentaba ante ellos. Allá arriba estaba la real. Apuntándoles con una de esas balas de energía. Los tres supieron al instante que si llegaba a disparar, no verían el sol del día siguiente.
Para Aotsuki Zetsuo, lo que veían sus ojos fue un vuelco al corazón. Ya era suficiente ultraje que, bajo la posesión del Gobi, Ayame se pareciese todavía más a su difunta madre. Una mella para su muralla. Pero ahora, ahora la mitad de Ayame era ella misma. Y estaba intentando detener a la bestia. Llorando. Otra mella para su muralla.
Y sin embargo, debía mantenerse firme.
Él era el patriarca de la familia Aotsuki. El muro de hierro y acero que protegería a todos los demás. Él debía soportar el oleaje por el bien de sus seres queridos. No flaquearía. En aquél momento, Aotsuki Zetsuo trataba mantener un único sentimiento en pie: el orgullo.
Era el único sentimiento que siempre le había hecho más fuerte.
—¡Tú, engendro, error de la naturaleza, monstruo sin empatía! —bramó, tan duramente como pudo. Si en algo era bueno Zetsuo, debéis saber que esto era manipular a los demás. Y estaba viendo una brecha muy humana en el tan sobrenatural portento de chakra del Gobi. Estaba perdiendo. Estaba perdiendo contra Ayame. Contra la Luna Azul. ¡Contra el orgullo de la familia Aotsuki! Una imperceptible sonrisa se hizo presente en sus finos y agrietados labios. Ellos iban a ganar. Ayame iba a ganar—. Te está ganando una niña pequeña. ¿Qué te parece? ¡Sométete al superior orden natural del ser humano, bestia!
»¡Sométete! ¡Eres nuestra! —Zetsuo levantó las manos, y comenzó a juntarlas lentamente. Esperó al momento apropiado. Esperó...
—¿¡Qué haces, Zetsuo!? —se alarmó Kiroe.
Pero Zetsuo ignoró a esa dichosa mujer entrometida y esperó. Esperó a que la muralla enemiga se quebrase lo suficiente.
15/12/2018, 20:30 (Última modificación: 15/12/2018, 20:36 por Aotsuki Ayame. Editado 4 veces en total.)
—¡Tú, engendro, error de la naturaleza, monstruo sin empatía! —gritó Zetsuo, envalentonado—. Te está ganando una niña pequeña. ¿Qué te parece? ¡Sométete al superior orden natural del ser humano, bestia! ¡Sométete! ¡Eres nuestra!
Kokuō apretó las mandíbulas y el vaho brotó de entre sus labios cuando profirió un profundo gruñido nacido desde lo más profundo de su pecho. Presa de la ira, el iris aguamarina de la Bestia se clavó en el médico, sedienta de sangre y de muerte. Aquel hombre... lo recordaba perfectamente. Aquel maldito shinobi había sido uno de los que la habían reducido y sellado cuando resurgió en la Ciudad Fantasma. ¡Y ahora se estaba atreviendo a ningunearla y despreciarla de aquella manera! El Bijū sacudió la cabeza con energía e impuso su presencia, reclamando el terreno perdido en aquel tira y afloja, y el agarre de la parte de Ayame perdió fuerza momentáneamente. Y eso le permitió a Kokuō volver a centrar el disparo en sus objetivos. La esfera de energía se condensó hasta su máximo y el aire se volvió terriblemente pesado. Tanto que incluso dificultaba ser respirado. Kokuō estaba poniendo todas sus energías en aquella bomba, tal era el odio que sentía.
—¿¡Qué haces, Zetsuo!? —murmuró Kiroe, asustada.
Pero Zetsuo la ignoró y se dirigió directamente a su hija:
—¡¡AYAME!! ¿¡QUIÉN ERES!?¿¡QUÉ ERES!?
Y aquellas cuatro palabras reavivaron una tormenta tiempo atrás prácticamente moribunda. Nació en su pecho como un estallido y se propagó por el resto de su cuerpo, revitalizándola, devolviéndola a la vida. El agua volvió a alzarse y la fuerza del oleaje retó al acantilado con la más fuerte de las embestidas, dispuesto a derrumbarlo.
—¡¡¡¡AAAAAAAAOTSUKI AYAMEEEEEEEEE!!!!
Ayame volvió a tirar de la cuerda, volvió a aferrarse con todas sus fuerzas a su brazo derecho y lo obligó a alzarse en el aire justo en el momento en el Kokuō disparó. La bomba ascendió a toda velocidad con un silbido hipersónico, atravesó el aire, las nubes se desintegraron a su paso formando anillos perfectos y cuando la esfera se hizo tan pequeña en la distancia que se hizo imposible de ver...
El muro se quebró. Kori y Kiroe se agacharon para protegerse del estallido, incapaces de predecir siquiera hacia donde había acabado disparando Ayame. O Kokuo. Sin embargo, Zetsuo se mantuvo impasible. Miró a los ojos a su hija.
—Estoy orgulloso de ti, Ayame. —Sonrió. Y juntó las manos. Un semblante duro como el Hierro volvió a aflorar en su rostro—. ¡¡Nehan Shōja no Jutsu!!
¡¡¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOM!!!!!
· · ·
Llovía. A mares. Por unas horas, el País del Agua sería dominio de la Tormenta de Amenokami.
Zetsuo se agachó lacónicamente frente a Daruu y rebuscó en su portaobjetos. Le tomó prestadas unas esposas supresoras del chakra, y caminó hasta su hija. O más bien hasta lo que a todas luces era el Gobi. A Zetsuo le bastaba con saber que Ayame seguía ahí.
Le colocó las esposas. Estaba hecho.
Pero no había tiempo que perder. Echándosela al hombro, el águila dejó a la muchacha sobre la plataforma de hielo que había creado Kori, y se acercó a su hijo y a Kiroe para despertarlos con un par de buenos golpes en la mejilla. Suaves, pero firmes.
—Uh... ¿qué...?
—Está hecho.
El deber era el deber, y un médico nunca abandona a un paciente, sobretodo si estaba tan grave como Daruu. Zetsuo se acercó a él, lo arrastró también hasta la plataforma, y, con toda la tranquilidad, le extrajo las flechas. Sus manos se rodearon de un halo verdoso que aplicó sobre las dos heridas.
—Deberíamos considerarnos muy afortunados —dijo—. Lo que ha sucedido hoy aquí ha sido una enorme excepción. Sin duda había muchas probabilidades de que ahora todos nosotros estuviéramos muertos. —Observó a su hija de reojo—. ¿Qué cojones ha pasado para que acabe así? El clon de Amedama balbuceó algo de que no era una pérdida de control cualquiera.
—Des... desde luego, no se parece en nada a lo que pasó en el estadio.
—Me cago en la puta... Maldito sea el día en el que presté a mi hija al servicio de guardiana. Maldito sea el día...
15/12/2018, 21:35 (Última modificación: 15/12/2018, 21:38 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
La mitad de Ayame apenas pudo formular una temblorosa sonrisa en sus labios cuando entrecruzó la mirada con su padre. Una serie de plumas, blancas como la nieve, comenzaron a danzar ante sus ojos. Lenta. Suavemente. Sus iris siguieron el movimiento de forma instintiva y pronto sus párpados se hicieron tan pesados que el sueño la arrastró inevitablemente.
Con el desvanecimiento de las dos conciencias, fue el color blanco el que volvió a ganar el terreno en sus cabellos. Las alas de agua terminaron por deshacerse y el cuerpo cayó a plomo, atrapado por la gravedad.
. . .
En el limbo del sueño, donde todo era nada y nada era todo, Ayame volvió a encontrarse con Kokuō cara a cara. El Bijū hervía de ira, pero la kunoichi no pudo sino sentir la más absoluta lástima por ella.
—Lo siento... —le dijo—. No podía dejarte hacer algo así. No podía dejar que les hicieras daño o que les... —Ayame se interrumpió, mordiéndose el labio de horror ante la sola idea—. Tenía que hacerlo. Espero que puedas perdonarme.
»No sé qué pasará de aquí en adelante, pero... Espero poder hacer algo por ayudarnos a las dos.
La muchacha sonrió para sí, con lástima, y terminó por cerrar los ojos. Había usado todas sus fuerzas y ahora pagaba las consecuencias. Se sentía terriblemente cansada, todo su cuerpo tiraba de ella hacia un abismo desconocido y aterrador y no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar. No le quedaba energía para resistirse. Era hora de volver a su jaula, a su prisión, más débil que nunca antes.
. . .
—Odio las ilusiones... —aquellas fueron las primeras palabras de Kōri al despertar, mientras se restregaba los ojos.
Aún aturdido y desorientado por el hechizo de Morfeo, el Jōnin miró a su alrededor. Zetsuo y Kiroe estaban un poco más allá, hablando entre sí mientras el médico aplicaba los cuidados necesarios a un herido Daruu. Ayame... o, mejor dicho, el Gobi, yacía cerca de ellos, inconsciente y con las muñecas aprisionadas por las esposas supresoras de chakra. Era una imagen sobrecogedora, una imagen que no esperaba ni deseaba haber presenciado cuando salieron en busca de su hermana. Pero aún quedaban muchos interrogantes en el aire, y los únicos que podían esclarecer el caso seguían desmayadas.
—Aya... El Gobi cuando cancele el Genjutsu. Y, si os soy sincero, por ahora no me apetece una mierda que se despierte —espetó Zetsuo, concentrado en su labor. Aún con aquellas esposas inutilizando su sistema circulatorio de chakra, no podían fiarse de la peligrosidad de aquella Bestia. No sabían de lo que era capaz, y lo último que estaba dispuesto a permitirse en aquel momento era volver a perder a Ayame después de todo lo que les había costado recuperarla—. Amedama espero que despierte pronto, aún tiene muchas preguntas que responder...
Zetsuo gruñó y, con toda la delicadeza que tenía (es decir, ninguna), gritó:
—¡¡¡AMEDAMA!!! ¡¡¡DEJA YA DE DORMIR, ME CAGO EN LA HOSTIA!!!
—Kori-kun, por favor, usa algo de hilo shinobi y átale los pies también —advirtió Kiroe sobre el Gobi—. Con las esposas supresoras, no nos puede hacer nada. Pero mejor que no pueda hacernos nada de nada.
Zetsuo procedió entonces a emplear su especial cariño y comprensión en el inerte fardo que era Amedama Daruu, quien se levantó de un respingo, respirando aceleradamente.
—¡¡Eh, tú, anormal!! ¡Menos con mi hijo, que hoy ha arriesgado la vida para salvar a la tuya! —se indignó Kiroe, y le propinó un sonoro guantazo a Aotsuki Zetsuo, el Señor de los Guantazos.
Daruu se agarró la cabeza con ambas manos y apretó los dientes.
—¡Dios mío, callaros ya, que me duele la cabeza, jodeeeeer! —observó a Kokuo, inconsciente, a apenas un par de metros—. ¿Entonces... ya está? ¿Lo hemos logrado? Al fin...
Honestamente, se sentía agradecido de no estar muerto.
»No os lo váis a creer. Ayame se resistió en un momento y me dijo... me dijo que no había perdido el control, y de hecho que el control no lo tenía el Gobi por haberlo tomado ella. No fue ella. Y por lo que parecía, tampoco nadie de uzushio. —Apartó la mirada, o más bien la dirigió a su madre. Evidentemente, cuando Daruu decía "nadie de uzushio" se refería directamente a Uzumaki Eri, con quien Ayame se había reunido en Tanzaku Gai. No obstante por las palabras que la muchacha empleó, ella tampoco había sido. Si lo hubiera sido, lo habría señalado directamente.
De todas formas, era mejor reservar esa información fuera de las manos —o la mirada— de Aotsuki Zetsuo. Ayame ya había sufrido bastante, por mucho que el hecho de que la muchacha se hubiese reunido con la Pequeña Rata le jodiese más que nada.
»Voy a tener que descansar un poco antes de poder teletransportarnos a todos a Amegakure de vuelta. Y no sé si seré capaz de llegar tan lejos, es la primera vez que transporto a tanta gente.
—Kōri-kun, por favor, usa algo de hilo shinobi y átale los pies también —advirtió Kiroe sobre el Gobi—. Con las esposas supresoras, no nos puede hacer nada. Pero mejor que no pueda hacernos nada de nada.
El Hielo asintió brevemente y giró sobre sus talones mientras se dirigía al cuerpo inerte del Gobi mientras rebuscaba en su portaobjetos.
Mientras tanto, Kiroe respondió al brutal alarido de Zetsuo con una sonora bofetada que le dejó momentáneamente en blanco, como anestesiado. Nunca, nadie se había atrevido a golpearle de aquella manera en la cara. Normalmente había sido él el que asestaba las bofetadas. Pero el silencio no duró demasiado. Iracundo como una víbora, Zetsuo arremetió contra Kiroe, agarrándola por el cuello de su camiseta.
—¡¿PERO QUIÉN COJONES TE HAS CREÍDO QUE ERES, MALDITA PASTELERA DE MIERDA?! —le gritó a escasos centímetros de su rostro, la saliva salpicando su mejilla.
Seguramente fue la dolorida voz de Daruu lo que evitó que la situación fuera mucho más lejos. Pero desde luego, cualquiera podría apostar lo que fuera a que, en aquellos instantes, Zetsuo se había quedado con las ganas de darle una buena somanta de palos a Kiroe. O pagarle una visita turística a Kirigakure. De ida. Tirándola de cabeza al lago. Con una piedra atada al pie.
—¡Dios mío, callaros ya, que me duele la cabeza, jodeeeeer! —Daruu volvió la cabeza para observar a Kokuō. Junto a ella, Kōri se afanaba en atarle los tobillos—. ¿Entonces... ya está? ¿Lo hemos logrado? Al fin...
»No os lo váis a creer. Ayame se resistió en un momento y me dijo... me dijo que no había perdido el control, y de hecho que el control no lo tenía el Gobi por haberlo tomado ella. No fue ella. Y por lo que parecía, tampoco nadie de Uzushio.
Zetsuo frunció el ceño mometáneamente y soltó a Kiroe con lentitud.
—Pero si ella ni perdió el control, ¿entonces cómo cojones ha terminado así? —se preguntó en voz alta. Tras unos segundos, giró sobre sus talones y se acercó al Gobi.
—Le he quitado también las armas, padre —le dijo Kōri, que cargaba con los dos portaobjetos, el carcaj de las flechas y los dos mecanismos que Ayame siempre había llevado consigo.
—Bien hecho —Zetsuo asintió, sombrío. Pese a todo, en realidad sentía que cualquier precaución que pudieran tomar para evitar un nuevo ataque del Bijū era poca. Aquel maldito monstruo ya había demostrado ser capaz de sorprenderlos de cualquier manera.
Se agachó junto al Gobi y con un diestro movimiento le quitó el cinturón que sujetaba el kimono a su cuerpo y apartó la tela lo justo y suficiente como para poder acceder a su espalda, aunque para ello tuvo que desnudarla parcialmente.
—El sello está intacto... —informó, profundamente extrañado. De haberse debilitado, Zetsuo podría haber utilizado sus habilidades en el Fūinjutsu para reforzarlo e intentar devolver la situación a la normalidad. Pero de aquella manera, con el sello intacto y el Bijū manipulando el cuerpo de su hija libremente... Sin perder un solo instante, volvió a vestirla y la dejó tal y como estaba anteriormente. Se giró hacia Daruu y buscó su mirada—. Amedama, ¿no sabes nada más al respecto? Cualquier detalle, por mínimo que sea.
Daruu chasqueó la mirada y desvió la lengua. Pero aún así, no pudo mentir al viejo águila esta vez. No pudo. Porque quizás el dato podía llegar a ser relevante. Esa era la reflexión a la que había llegado, aunque probablemente Ayame se lo llegase a echar en cara en el futuro. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Tenían que averiguar cuantas cosas pudieran sobre lo que había sucedido.
Eso sí, no dejaría que fuese leyéndole la mente como descubriese la verdad.
—Por lo visto Ayame viajó a Tanzaku Gai para enviar una carta de disculpa a Sarutobi Hanabi a través de Uzumaki... Eri —pronunció el nombre con la rabia de un sabueso salvaje—. No sé nada más, sólo que no parecía que fuese eso lo que causó su transformación, a juzgar por lo que dijeron ambas. Ni siquiera sé si esto es del todo verdad, porque el Gobi intentó utilizarlo para ponerme en contra de Ayame.
Pero Daruu desvió la mirada, y aquel gesto enfureció aún más a Zetsuo. Adelantó un paso hacia él con un peligroso brillo en los ojos, dispuesto a reclamar su derecho a conocer la verdad aún si tenía que utilizar la fuerza para hacerlo, pero entonces habló:
—Por lo visto Ayame viajó a Tanzaku Gai para enviar una carta de disculpa a Sarutobi Hanabi a través de Uzumaki... Eri —explicó, pronunciando aquel último nombre con un odio casi visceral—. No sé nada más, sólo que no parecía que fuese eso lo que causó su transformación, a juzgar por lo que dijeron ambas. Ni siquiera sé si esto es del todo verdad, porque el Gobi intentó utilizarlo para ponerme en contra de Ayame.
—¿Una carta a Uzushiogakure? —repitió Kōri, genuinamente sorprendido.
—Esta chiquilla... La muy estúpida se sentía culpable por lo que ocurrió en el examen de Chuunin, ya me lo comentó Shanise-san —suspiró Zetsuo, masajeándose el puente de la nariz. Sin embargo, aquel asunto era la menor de sus preocupaciones en aquellos instantes. Si no tenía que ver con el actual estado de Ayame, lo haría a un lado hasta que todo regresara a la normalidad—. En ese caso tendrá que contárnoslo ella misma.
Zetsuo volvió a agacharse hacia el Gobi y utilizó su propia mochila para poder apoyar su espalda contra ella y mantenerla sentada. Y entonces se quedó mirándola durante unos instantes. Nunca, en toda su vida, había siquiera imaginado que se vería obligado a utilizar una técnica de interrogación con su propia hija. En cierta manera, era algo agresivo, pero no tenían alternativa si querían conocer la verdad. El médico entrelazó las manos en una secuencia de cinco sellos con cierta lentitud, casi como si se estuviera resistiendo a ello:
—Jigyaku no Jutsu —pronunció, paladeando cada sílaba. En un principio no parecía que nada hubiese sucedido: Kokuō seguía durmiendo tan plácidamente como hacía unos pocos segundos, pero aún así Zetsuo habló—: Háblanos, Gobi. ¿Cómo ha acabado Ayame en este estado?
Ella frunció el ceño y apretó las mandíbulas, pero no llegó a abrir los ojos.
—Revirtieron... el sello —confesó, a regañadientes.
Y Zetsuo abrió los ojos como platos al escucharla.
—¿Cómo que revirtieron el sello? ¿Qué cojones quiere decir eso?
—Eso quiere decir... que la señorita y yo hemos intercambiado los papeles. Ella ahora está sellada en mí... y yo... soy libre de nuevo —sonrió.
—¿Era posible hacer algo así? —preguntó Kōri.
Pero Zetsuo negó con la cabeza, apesadumbrado.
—No. En teoría, no. O al menos yo nunca he visto algo así —dijo. Y lo estaba diciendo alguien que había dedicado toda su vida a estudiar los entresijos de las técnicas de sellado—. Por eso el sello está intacto, y por eso ninguna técnica de contención funcionaría... ¡MIERDA! —bramó, con un sonoro puñetazo que resquebrajó la placa de hielo bajo sus nudillos.
¤ Jigyaku no Jutsu ¤ Técnica de la Marcha Atrás en el Tiempo - Tipo: Apoyo (Genjutsu visual) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 50 - Gastos: 50 CK (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Ayuda en los interrogatorios - Sellos: Perro → Serpiente → Buey → Pájaro → Tigre - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: El usuario tiene que estar a menos de un metro del afectado
Mediante el uso de esta técnica, el usuario induce a la víctima o colaborador en un estado de sueño profundo mediante una hipnosis inducida por el Genjutsu. En ese estado, le hace revivir ciertos recuerdos, o los necesarios para que responda a sus preguntas, o le hace dichas preguntas con el objetivo de que él responda. Cuando se utiliza para revivir recuerdos, es posible incluso extraer recuerdos ya olvidados.
Para que la técnica surja efecto, la víctima tiene que estar en un estado de reposo, tranquila, y desde luego no puede utilizarse en medio de una refriega. Si el oponente es un instruído en las artes ninja, sólo puede utilizarse si se encuentra inconsciente, inmovilizado o está dispuesto a colaborar, y la Inteligencia del usuario deberá ser mayor que su Voluntad.
Zetsuo había logrado dos cosas sobrehumana aquél día: la primera, desestabilizar emocionalmente a un bijuu y hacer que Ayame consiguiera controlarlo momentáneamente. La segunda, aplicar un genjutsu de interrogación sobre una de esas bestias. Daruu asintió anonadado al relato del Gobi: le habían revertido el sello a Ayame. Era mucho más grave de lo que todos podían haber pensado. Daruu sintió tremendas ganas de echarse a llorar. Reprimió las lágrimas y se consoló en que tal vez alguien en Amegakure consiguiera volverlo a revertir... daba igual el tiempo que tuviera que pasar.
—Zetsuo, por favor... sé que esto es una puta mierda, ¿vale? Pero por favor, Zetsuo. Intenta sacarle algo más. Como quién revirtió el sello. Algo que nos pueda dar una pista, o algo.
—Zetsuo, por favor... sé que esto es una puta mierda, ¿vale? —habló Daruu, con voz rota y suplicante—. Pero por favor, Zetsuo. Intenta sacarle algo más. Como quién revirtió el sello. Algo que nos pueda dar una pista, o algo.
Zetsuo asintió y volvió a alzar la barbilla:
—¿Quién fue, Gobi? ¿Quién revirtió el sello?
—Deje... de llamarme "Gobi", "humano". Tengo un nombre igual que usted —gruñó, pero acto seguido siguió hablando—. Fue mi hermano... Kurama. A través de una humana con la que se ha aliado —pronunció, con profundo desagrado.
—¿Una humana? ¿Eso quiere decir que Kurama no es humano?
—¡No! —exclamó, como si la sola mención fuese un ultraje hacia su existencia—. Kurama es mi hermano, no un vulgar humano como ustedes.
—¿Y quién es esa humana? ¿¡Qué cojones ocurrió, Gobi!?
—¡¡¡Kokuō!!! —volvió a rectificarle, con un ronco bramido—. La humana se llama Kuroyuki. La señorita se encontró con ella en el Valle del Fin y mi hermano la reconoció y la delató. La señorita intentó huir, pero el poder de Kurama fue demasiado para la señorita y la derribó. Y entonces revirtió el sellado y me liberaron.
Tanto Zetsuo como Kōri se habían quedado mudos, ambos imaginando la escena. El médico tembló con violencia al recordar la túnica, harapienta y chamuscada, enganchada en aquella rama después de haber sido arrastrada por el río que descendía desde el Valle del Fin. Las piezas, al fin (y desgraciadamente), comenzaban a encajar.
—Si es verdad que Ayame contactó con Eri en Tanzaku Gai, eso quiere decir que esto ocurrió cuando estaba de regreso hacia Amegakure —expuso, visiblemente afectado.
Surrealista. Todo lo que estaba contando Kokuo es, sin duda, surrealista. Si no hubiera estado bajo los efectos de la técnica de interrogación de Zetsuo, Daruu habría pensado que les estaba mintiendo vilmente. Pero sabía que no había manera de que no les estuviera diciendo la verdad. Zetsuo era condenadamente bueno con los genjutsu.
—La pobre sólo fue y vino lo más rápido posible para no arriesgarse, y aún así... —dijo Daruu en voz baja, cerrando un puño con fuerza. Kiroe le apoyó una mano en el hombro, comprensiva.
—Zetsuo. Está claro que se refiere a otro de los bijuu. Pregúntale cuál de los nueve. Cualquier información que obtengamos le será de utilidad a Yui-sama —dijo—. No creo que sea relevante para revertir el sellado, ¿pero y si sí que lo es? Mejor conocer todos los detalles.
—Y no estaría mal tampoco averiguar todo lo posible si hay alguien por ahí revirtiendo el sellado de los jinchuuriki... Por mucho que me moleste, si ese tal Kurama toca a los Uchiha podríamos tener un problema con los bijuu a escala mundial. —Daruu tragó saliva. Las cinco aldeas habían caído por eso. Ahora mismo estaban sobre las ruinas de una de ellas.
—La pobre sólo fue y vino lo más rápido posible para no arriesgarse, y aún así... —murmuró Daruu, resumiendo los amargos pensamientos de todos los presentes.
—Zetsuo. Está claro que se refiere a otro de los bijuu —intervino Kiroe, que se había colocado junto a su hijo y le había apoyado la mano en el hombro en un gesto consolador—. Pregúntale cuál de los nueve. Cualquier información que obtengamos le será de utilidad a Yui-sama. No creo que sea relevante para revertir el sellado, ¿pero y si sí que lo es? Mejor conocer todos los detalles.
—Y no estaría mal tampoco averiguar todo lo posible si hay alguien por ahí revirtiendo el sellado de los jinchuuriki... —añadió Daruu—. Por mucho que me moleste, si ese tal Kurama toca a los Uchiha podríamos tener un problema con los bijuu a escala mundial.
Zetsuo volvió a asentir, y una gota de sudor se deslizó por su frente. Mantener una técnica de interrogación así durante un largo tiempo resultaba agotador, y más aún después de no haber descansado en los últimos días. SIn embargo, estaba dispuesto a llegar hasta el fondo del asunto. Y si tenía que exprimir al Gobi hasta recibir la última gota de información, así lo haría. Cualquier cosa por salvar a su hija.
—¿Cuál de los nueves Bijū es Kurama, Gobi?
Kokuō volvió a emitir un ronco gruñido, pero se vio obligada a responder.
—El que ustedes, los humanos, llaman Kyūbi.
—No puede ser... ¿El Nueve Colas? —susurró Kōri, con los ojos abiertos como platos ante el horror.
—Vamos de mal en peor, maldita sea —gruñó Zetsuo, igual de horrorizado ante la noticia—. Gobi, ¿van a revertir también el sellado de los otros Jinchūriki?
Kokuō apretó las mandíbulas con un profundo gesto de malestar. Aún dormida, era más que obvio que lo último que deseaba era revelar información de ese calibre. ¡Bastante se había sacrificado ya al informar a sus Hermanos despiertos teniendo que hablar con sus carceleros! Sin embargo, el influjo de la ilusión de Zetsuo era demasiado fuerte y no había manera de resistirse u oponerse a ella.
—¡Responde, joder!
—Los buscarán... y los liberarán... como hicieron conmigo. Y no habrá marcha atrás... —replicó y echó la cabeza a un lado. De repente, una única lágrima brotó desde su ojo derecho y rodó por su mejilla—. Quizás... debí haberle hecho caso... debí unirme a él... Así... seguiría siendo... libre...
Zetsuo exhaló de repente y Kokuō dejó caer su cabeza hacia delante, de nuevo profundamente dormida. El médico no había podido aguantar durante más tiempo y ahora resollaba con esfuerzo, temblando. Pero las últimas palabras de Kokuō habían quedado colgando en el aire como una guillotina a punto de soltarse sobre sus cabezas.
Daruu sintió que se mareaba. De no haber estado sentado en el suelo sin duda se habría resbalado en el hielo y habría caído. ¿El Nueve Colas, liberando a los otros bijuu? Eso no podía significar nada bueno.
—Cuando salimos de Amegakure, me esperaba cualquier cosa menos esto. Santo Dios... —dijo Kiroe—. Quizás busca venganza por lo que hicieron nuestros primeros Kage.
—No. Eso es lo de menos —intervino Daruu—. Esto es por lo que hicieron las Cinco Grandes.
—Pero nosotros no...
—Para ella... para ellos no somos nada más que humanos. Como para nosotros no eran nada más que bijuu, sin nombre propio. Probablemente les de igual.
Suspiró y trató de levantarse. Aunque las piernas le fallaban, había recuperado ya gran parte de su energía.
»Deberíamos volver a Amegakure antes de que Yui mande un escuadrón de ANBU a por nuestras cabezas. Un minuto más y estaré listo para intentarlo.
—Cuando salimos de Amegakure, me esperaba cualquier cosa menos esto. Santo Dios... —murmuró una consternada Kiroe.
Y no era la única que tenía aquellos pensamientos. Habían imaginado que Ayame había sido atacada, que la habían secuestrado, que quizás podría estar muerta... ¡Maldita sea, si incluso habían llegado a sopesar la idea de que se hubiera marchado por su propio pie! ¿Qué mente enferma habría podido llegar a imaginar una escena remotamente similar a la que estaban presenciando en aquellos instantes? Ni la más loca.
Quizás busca venganza por lo que hicieron nuestros primeros Kage —continuó la mujer.
Pero su hijo la contradijo:
—No. Eso es lo de menos. Esto es por lo que hicieron las Cinco Grandes.
—Pero nosotros no...
—Para ella... para ellos no somos nada más que humanos. Como para nosotros no eran nada más que bijuu, sin nombre propio. Probablemente les de igual.
Daruu suspiró y se levantó a duras penas. Pero Zetsuo no reaccionó. Sombrío, se mantenía con la cabeza gacha, sus ojos turquesa apuñalando a Kokuo sin piedad. Si no fuera porque seguía siendo el cuerpo de Ayame, cualquiera podría apostar a que Zetsuo se moría de ganas por destrozarlo entre sus manos y borrar al Gobi fe la faz de Oonindo. Se había mantenido en silencio mientras Daruu y su madre conversaban, pero su mente zumbaba como volcán a punto de entrar en erupción. Y vaya si lo hizo.
—¡Me importa una mierda! —bramó, fuera de sí. E incluso Kori se sobresalió ante el súbito estallido—. ¡¡Me importa una mierda lo que sean, o si tienen nombre, o si tienen conciencia!! ¡¡Son MONSTRUOS!! ¡¡BESTIAS INMUNDAS SEDIENTAS DE SANGRE!! ¡¡Y PIENSO RECUPERAR A MI HIJA AUNQUE TENGA QUE HACERLES FRENTE A TODOS A LA VEZ!!
—Volveremos a Amegakure cuando disponga del chakra suficiente para hacerlo —repuso Daruu, ante la ira imperturbable de Zetsuo. No obstante, dio un salto atrás, cayendo sobre el agua—. Y Zetsuo. Deberías calmarte un poco. La ira no será lo que nos devuelva a Ayame.
Sin esperar respuesta, Daruu se dio la vuelta y se alejó hacia la orilla del lago, quién sabe a qué.