21/07/2015, 21:19
Era otra fría mañana en la ciudad de Uzushiogakure. Una como cualquier otra, en la que Karamaru se levantaba a las cinco de la madrugada, desayunaba, se cambiaba y se preparaba para salir a caminar unas pocas cuadras hasta el local de Lee. Siempre estaban los carromatos de la caravana frente a el, y el dueño esperaba cada día a Karamaru con una sonrisa y un abrazo. Seguía la breve explicación del destino, que el shinobi nunca prestaba atención, y luego una cálida despedida para sentarse en el último carromato, el que cerraba la fila, y veía la ciudad haciéndose cada vez mas chica mientras se alejaba en el horizonte.
Karamaru ya no estaba tan emocionado como el primer día. Los viajes se volvían repetitivos, exceptuando algunos, y estaba pensando en hacer otra cosa para conocer el continente. Tal vez viajar solo, perderse por el mundo sin saber a donde ir no era algo que le preocupaba, o tal vez quedarse en la ciudad. Llegó a pensar que podía empezar a hacer misiones y hacerse mas fuerte, pero era muy temprano para eso. O por lo menos, eso lo pensó antes de dormirse a la hora de viaje.
Pasaron largos días, algunos cruzando bosques y los últimos cruzando el desierto. La única vista que había era arena, y luego mas arena y por último mas arena. El calor era molesto, incluso estando en Invierno, y Karamaru para entrenar, aprovecho el atardecer para bajar del carromato y acompañarlo corriendo, enterrando los pies en la arena y yendo a la par de los bueyes que tiraban del carromato principal.
Sin embargo, eso no duraría mucho, por fortuna de Karamaru. A los pocos minutos se distinguió a lo lejos el destino, el Oasis de la Luna. Según Lee, por las noches tiene muchos turistas, y ellos eran el objetivo del pequeño grupo de vendedores de sakes.
Emocionado, el pelado lanzó un grito de alegría y so volvió a subir al carromato esperando poder encontrar gente con la que conversar. Los guardias no eran muy simpáticos y menos después de tantos días en el desierto
Karamaru ya no estaba tan emocionado como el primer día. Los viajes se volvían repetitivos, exceptuando algunos, y estaba pensando en hacer otra cosa para conocer el continente. Tal vez viajar solo, perderse por el mundo sin saber a donde ir no era algo que le preocupaba, o tal vez quedarse en la ciudad. Llegó a pensar que podía empezar a hacer misiones y hacerse mas fuerte, pero era muy temprano para eso. O por lo menos, eso lo pensó antes de dormirse a la hora de viaje.
...
Pasaron largos días, algunos cruzando bosques y los últimos cruzando el desierto. La única vista que había era arena, y luego mas arena y por último mas arena. El calor era molesto, incluso estando en Invierno, y Karamaru para entrenar, aprovecho el atardecer para bajar del carromato y acompañarlo corriendo, enterrando los pies en la arena y yendo a la par de los bueyes que tiraban del carromato principal.
Sin embargo, eso no duraría mucho, por fortuna de Karamaru. A los pocos minutos se distinguió a lo lejos el destino, el Oasis de la Luna. Según Lee, por las noches tiene muchos turistas, y ellos eran el objetivo del pequeño grupo de vendedores de sakes.
Emocionado, el pelado lanzó un grito de alegría y so volvió a subir al carromato esperando poder encontrar gente con la que conversar. Los guardias no eran muy simpáticos y menos después de tantos días en el desierto
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘