El calvo se asombró ante la iluminación de la espada y se guardó sus palabras de negación. Ahora que la curiosidad estaba satisfecha era momento de moverse un poco para encontrar aquel brillo y procedencia del grito.

— ¿Que opinas de dividirnos Karamaru-san?

— Está bien, yo iré afuera. Voy fíjate que esté todo bien acá adentro.— se aprovechó de que le den la chance de elegir y eligió lo más sencillo.

Sin esperar respuesta ni oposición, el calvo caminó a tientas por la leve oscuridad hasta llegar a la puerta de salida. De paso también demostraba que no necesitaba aquella iluminación para lograr desplazarse de buena manera. Abrió la puerta de salida y se internó unos cuántos pasos hacia el exterior.

Revisó con su mirada todo lo que podía ver, en todas direcciones, y de no notar nada extraño caminaría alrededor de la casa alejándose a cada vuelta un poco más.

— Está bien, yo iré afuera. Voy fíjate que esté todo bien acá adentro.— Sin dejar opción a decir nada el calvo huyó como si algo malo hubiera en esa casa -Ten cuidado- le dijo en un susurro, el cual seguramente no le había escuchado.
Por mientras, la chica iluminada por la hoja electrificada con su chakra camino con lentitud por los pasillos del hogar, asomándose puerta por puerta hasta encontrar la habitación de la pequeña que momentos antes había gritado el nombre de Kyara «¿Kyara sera la chica perdida?»

La chica aguardaría vigilando el interior de la casa, mientras que el cenobita se atrevería a observar el exterior; tal y como lo habían propuesto, no tardaron en ponerse manos a la obra. La chica, apenas iluminada por la luz que desprendía su arma, comenzó a deambular por los escasos pasillos de la casa, donde apenas comenzada su exploración pudo denotar que solo había un pasillo. Éste pasillo daba una curva en angulo recto, y dejando atrás la mencionada habitación del señor y la señora de la casa, tan solo aguardaban a la curva un servicio y un pequeño cuarto. Todos y cada uno de los habitáculos de la casa estaban en completo silencio, y en total oscuridad. Cada cuál en su respectiva cama —quitando el hecho de la pareja— todos parecían dormir, ajenos totalmente de lo que los chicos habían sentido.

Por su parte, Karmaru se adentró en la penumbra de la noche, que iluminada por la gran luna que decoraba el cielo, pudo ver las solitarias calles de la aldea. Ni un solo alma asomaba a la calle, nada ni nadie vacilaba a la oscuridad. Todo en completo silencio, y sin luces mas que la proporcionada por el gran elipse blanco sobre su cabeza. No había ni rastro de la luz verde, ni de persona alguna que pudiese haber gritado.

Varios minutos que se le hicieron largos y tensos le llevó a Karamaru para darse cuenta que no había nada. Había prestado la máxima atención, había mirado por todos lados cercanos a la casa, y no había nada. A paso lento y resignado volvía a la casa pensando si era un sueño o no por lo que había pasado. Pero claro, cómo era posible que tanto él como Reika soñaran lo mismo.

«¿Algún espíritu de estos que mencionan lo del exterior? Tal vez algún guardián que yo no conozca y nos este tratando de ayudar. Supongo que puede ser eso, parece lo más lógico. Preguntaremos igual mañana, seguro que Reika debe de andar con curiosidad.»

A no ser que el calvo no encontrase nada porque su compañera lo hubiese hecho. Ese pensamiento lo motivó a acelerar el paso de vuelta e internarse en la casa para nuevamente a tientas buscar a su compañera. La poca luz que entraba era suficiente para guiarse a un paso absurdamente lento, pero avance al fin, y en poco tiempo pudo ver la figura de la Yamanaka.

— Ey, Reika, afuera no hay nada.— hablaba en susurros, haciendo más ruido con el aire que con su propia voz— Vamos a dormir

Cuando inicio su investigación dentro de la casa, la kunoichi no encontró gran cosa, todo estaba tranquilo y los residentes de la casa seguían dormidos. Parecía como si no sucediera nada, pero ella y su compañero estaban seguros de lo que vieron y sintieron.

La chica guardó nuevamente su arma en la vaina, no sin antes deshacer la técnica, estaba volviendo al cuarto en donde se encontraban durmiendo cuando nuevamente se encontraba con el calvo -Aquí también parece que no sucede nada- respondió Reika susurrante dentro de la casa -¿Que piensas que fue eso? - inquirió la rubia.

— No lo sé, pero no parece nada que podamos identificar.

Por más que ambos hayan sentido lo mismo no había forma de encontrar la fuente de aquel grito y aquella luz. Tampoco tenían el conocimiento para saber a qué se refería, por qué se había generado. Probablemente, yendo a lo seguro, el señor Tomohiro y su familia podrían tener alguna idea.

— Mañana preguntaremos, estate atenta pero igual vamos a dormir.

El calvo el primero se acostó y no tardó en volver a sentir el sueño. Estaba bastante seguro que lo que había pasado tenía que ver con el caso que investigaban, solo necesitaban que el dueño de la casa los guiara en la dirección correcta.

No sucedía nada adentro de la casa, no sucedía nada por fuera de la misma, pero la kunoichi de cabellos dorados estaba segura de que algo había visto y también había sentido aquel retumbar de los muros de aquel hogar.

La Amejin no respondió nada a su compañero, se mantuvo en silencio mientras se recostaba nuevamente en la cama que le habían asignado al llegar. Tenía preguntas, necesitaba respuestas y aquella noche se estaba volviendo cada vez mas extraña «¿Qué fue esas luz?¿Y ese retumbar de la casa?»

La kunoichi fue cerrando sus ojos otra vez, mientras seguía preguntándose que había sido todo aquello...

Con el primer rayo de luz asomando por la ventana, el día daba comienzo. La peculiar y efímera noche por fin pasaba. El sonido de gallos cacareando así lo confirmaban también. En el umbral de la puerta que daba hacia las habitaciones, una cabellera rojiza y unos orbes de tono azul intenso apenas asomaban. Tímida como una rosa sin espinas, la pequeña hija de Tomohiro observaba a los "extraños".

Una mujer de veintipocos años terminó por salir de la habitación contigua, acariciando la cabellera de la pequeña. Ésta, vestida con un kimono bastante deshilachado de tono verde, se acercó hacia los genins. Sin mas, realizó una pequeña reverencia, obviamente hacia éstos.

—Buenos días, mi nombre es Tomohiro Otohana —se presentó —si me dan un momento, les prepararé el desayuno.

»Mi marido ha salido a primera hora para comprar unas semillas y tras ello iba hacia el huerto que tenemos tras la casa. Si necesitan alguna cosa, pueden decírmelo a mi.

Antes de ponerse la mujer a la faena, esperó una respuesta. Quizás los chicos tenían otros planes o intenciones.

Con la impaciencia y curiosidad de lo acontecido durante la noche la poca luz matutina fue como una alarma incesante para el calvo. No tardó en desperezarse rápidamente y empezar a vestirse para el día que les esperaba. Lo más claro que tenían era ir hacia aquel pueblo, y cada vez faltaba menos.

Su enérgica actitud se petrificó al ver a una pequeña mirándolo desde la distancia. Karamaru alargó el silencio un rato, con una sonrisa amable en el rostro, y justo cuando estaba por saludar una mujer mayor que él salió de detrás de la pequeña.

«Tomohiro… Debe de ser la esposa...»

Devolvió la reverencia de inmediato, tras ponerse de pie, y espero a que terminase de hablar para no ser irrespetuoso en casa ajena.

— Esta bien, supongo que podemos esperar. ¿Necesita ayuda con algo?— preguntó dejando el tema de la luz y el grito para después, cuando fuese más oportuno.

El chico devolvió la reverencia a la mujer, de manera respetuosa y drásticamente formal. La mujer sonrió, e hizo un gesto con el brazo para que guardase la compostura —tranquilo, tranquilo.

No solo eso, el chico con ausencia de cabellera se lanzó al ruedo, ofreciendo ayuda a la mujer en cualquier cosa que pudiese necesitar. Sin embargo no era necesario, era una mujer de campo, acostumbrada a ejercer de pleno en casa además de con las tareas ajenas a ésta. Un simple desayuno para un par mas que de costumbre no era nada del otro mundo.

—Gracias, pero está bien así. En breve lo tendré listo.

Sin demora, la mujer sacó una mesa plegable del cuarto, y la extendió en un gesto certero casi a mitad de la sala. Dejó de lado a la chica, que aún dormía perezosa. Por otro lado, lo hizo sin hacer demasiado ruido, una cosa no quitaba la otra. Tras desplegar la mesa, la vistió con una jarra de leche fresca, una cesta llena de bollitos, una jarra de zumo de naranja, y un pequeño paquete de cereales. A ésta oferta, añadió unos cuantos cuencos, así como vasos para que cada uno se pudiese servir.

—El desayuno está servido —aclaró.

»Vaya, tu compañera si que tenía sueño... casi parece que no hubiese dormido por una semana —indicó al ver que aún no despertaba. No era quién para juzgarla, seguro que todo tendría su motivo.

La mujer llevó la mirada hacia su habitación, donde la pequeña aún se debatía si debía acudir o no a desayuno.

—Vamos, ven... son amigos de mamá y papá.

Remoloneó, no quería del todo, pero al final terminó por salir de su guarida. Con paso lento, y dubitativo, la chica caminó hacia la mesa, con ambas manos tras la espalda, tímida como ella misma.

Quizá fue una noche cansadora, quizá fuera que usó sus habilidades mentales varias veces, como sea, los primeros rayos de luz no fueron suficiente como para ayudarle a la kunoichi en el despertar. Cuando años final lo hizo, su compañero ya había salido de su sueño.

Cuando al fin salió del dormitorio se encontró con la mesa servida para el desayuno y Karamaru listo en ella -Buenos días- dijo a los presentes -Siento haberme levantado tan tarde- eso mas que nada iba dirigido a su compañero.

Esperó paciente, incómodo de encontrarse de adorno en la habitación sin poder ayudar. Solo le quedaba mirar a la mujer deslizándose en su casa mientras preparaba un desayuno más completo de lo que el calvo acostumbraba. Si era por él con un simple té hubiese alcanzado, incluso más si era algo de la zona que no hubiese probado, pero agradecido estaba de la ofrande de Tomohiro.

— Si, tal vez no tuvo una muy buena noche— contestó pensando en que tal vez la experiencia nocturna le tuvo a mal traer tras que el calvo se durmiera. Podría tener su tiempo de reponerse, después de todo algo verdadero, aunque muy raro, había pasado.

Karamaru se sirvió en un vaso un poco de zumo de naranja y le dio un sorbo que le aclaró la garganta mientras la madre llamaba a su hija. La acompaño con una mirada y una leve sonrisa, admirando la inocencia de un niño, hasta que se sentase a la mesa. Otro sorbo más y el silencio debería de terminar.

— Espero que no seamos una molestia, nos iremos apenas ella se despierte. Tenemos que analizar el caso de....— miró a la pequeña y calló— … del otro pueblo, ya sabe. Viendo que el hombre de la casa no está, y si no es molestia, ¿Escuchó por casualidad alguna vez el nombre Kiara?

Ni bien terminó de hablar la voz de Reika inundó la sala. El calvo la vio sorprendido, esperando que durmiese más tiempo, pero contento estaba al fin de no demorarse. Esperó que la ama de casa la invitara a la mesa para ver si respondía a su pregunta.

El cenobita admitió que quizás su compañera no había tenido buena noche. La mujer, carente de ese conocimiento asintió, todo era posible. Quizás hasta se habían turnado haciendo guardias durante toda la noche, los shinobis eran un tanto peculiares a veces. Sin embargo, no tuvieron que aguardar demasiado hasta que la rubia hizo aparición. No se había demorado tampoco tanto, tan solo un poco. Fuese como fuese, la mujer dejó caer el gesto para que se acomodase en la mesa, había sitio para todos.

—Acompáñanos, por favor.

Una vez todos estuvieron sentados, y con cada uno tomando lo que les pareció conveniente, el silencio no tardó demasiado en desaparecer. De nuevo Karamaru mató al silencio, para cuando soltó la pregunta, la mujer miró a su hija, y ésta se adelantó inocente.

—Kiara es mi amiga —sentenció la pequeña, casi había que sacarle las palabras con embudo.

La pequeña miró a su madre, y ésta asintió —Así es, Kiara es su amiga del colegio, la pequeña que se ha perdido.

Obviamente, sobraba decir mas, puesto que la pequeña estaba ahí delante.

»Venga, tómate el desayuno y prepara las cosas para el colegio, ¿vale?

—Si, mama.

¿Acaso le habían dicho el nombre? Por un momento se sintió avergonzado de no acordarse del nombre de la chica que estaban buscando. Buscó en su cabeza tratando de acordarse pero sin respuestas se conformó con saberlo en ese momento y decidirse a no olvidarlo.

— Bueno, nosotros somos los que la vamos a encontrar— contestó con un tono amistoso y una sonrisa amigable.

Se le hacía un poco incómodo tener que hablar frente a la pequeña pero no tenían tiempo que desperdiciar y tenía que sacarse las dudas que lo carcomían por dentro desde la noche anterior.

«Allá vamos...»

— ¿Alguna vez pasó al raro durante la noche por aquí? Alguna pelea, algún ruido, luces raras...— sabía lo raro que sonaba a pesar de saber que no estaba loco y no había sido su imaginación.

-Muchas gracias!- respondió con una amplia sonrisa a la invitación de la mujer a sumarse a la mesa del desayuno. Aun no se había amarrado el cabello con el coletero, por lo cual lo llevaba todo por encima del su hombro izquierdo, el lado que daba hacia fuera de la mesa.

Como Karamaru ya estaba reunido con ellos, la kunoichi supuso que ya había hecho algunas preguntas, pero al parecer las mas importantes las dejo para cuando estuvieran todos juntos, incluyendo la rubia. Algo le resultaba extraño, nadie hablaba de lo sucedido en la noche: Aquel estremecimiento en la casa, las extrañas luces y la niña gritando el nombre de su amiga «Todo demasiado raro y no le encuentro la vuelta...» era el pensamiento de la chica que junto a su compañero debían encontrar algún tipo de solución o, según corresponda, dar parte a Arashikage-sama.

Esperaba la respuesta a la pregunta hecha por su compañero, ella también lo había visto y sentido a todo lo acontecido en la noche anterior -¿Me dices tu nombre?- le pregunto a la pequeña mostrándose de forma simpática, no era actuada, tal vez tenia un poco mas de empatia con los niños y niñas pequeños, entrenamiento especial quiza...lo cierto es que habia estudiado un poco de psicologia con su madre, debía proponerselo a Karamaru, tenia la idea de acompañar a la mujer y su hija al colegio y hacer alguna preguntas suaves, tal vez aquello terminaria separando al duo de forma momentáneamente, de todos modos quedaban lugares por revisar en el pueblo: la iglesia y el colegio mismo...pero ya habia usado bastante su telepatia con Karamaru, al punto de que ya casi era una invasion a su mente ¿que mas da? era el trabajo de una clan dedicado a la inteligencia...