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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La muchacha movió la cabeza hacia un lado, inclinando su enorme coleta. Esta se balanceó peligrosamente pero no llegó a tocar el suelo.

Pues… Estoy buscando la Armería Escarlata, ¿sabes cómo llegar?

— ¡Popor supuesto! — exclamó la chica, con alegría y una curiosa elección de palabras. Kazuma podría fijarse en que hablaba rápido. Muy rápido —. Conozco a toda la competencia. ¿He dicho competencia? Quería decir amigos. Conozco a todos mis amigos de las tiendas vecinas. Mai-chan es muy buena en su trabajo y le encantará saber que tiene un chico tan mono buscándola.

La chica le guiñó el ojo derecho, volviendo a mover su coleta.

— Me llamo Kana. Soy la dueña de esta armería. Hacemos armas con mucho amor y bastante fuego. ¡El fuego de la pasión! — dijo, señalando el cartel —. ¿Quién eres tú? Eres un shinobi, ¿verdad? ¿De dónde procedes? ¿Tienes algún asunto con Mai-chan? Espero que no sea nada grave. Es muy buena chica, aunque un poco distraída a veces. Pero... ¿Quién no lo es a estas horas de la mañana? ¡Yo no, desde luego!

Las preguntas empezaban a bombardear a un pobre Kazuma, demasiado acostumbrado a la serenidad y al silencio cómo para acostumbrarse al desenfreno de aquella chica.
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¡Popor supuesto! —exclamó la chica, con alegría y una curiosa elección de palabras. Kazuma podría fijarse en que hablaba rápido. Muy rápido—. Conozco a toda la competencia. ¿He dicho competencia? Quería decir amigos. Conozco a todos mis amigos de las tiendas vecinas. Mai-chan es muy buena en su trabajo y le encantará saber que tiene un chico tan mono buscándola.

«Con que Mai-chan, ¿eh?», pensó, asegurándose de recordar aquel nombre.

Me llamo Kana. Soy la dueña de esta armería. Hacemos armas con mucho amor y bastante fuego. ¡El fuego de la pasión! —dijo, señalando el cartel—. ¿Quién eres tú? Eres un shinobi, ¿verdad? ¿De dónde procedes? ¿Tienes algún asunto con Mai-chan? Espero que no sea nada grave. Es muy buena chica, aunque un poco distraída a veces. Pero... ¿Quién no lo es a estas horas de la mañana? ¡Yo no, desde luego!

«Demasiadas preguntas, y la mayoría no puedo contestarlas», pensó, recordando cómo se habían torcido las cosas aquella vez que le revelo información sobre su misión a un desconocido.

Mi nombre es Hanamura Kazuma, y es un gusto conocerte, Kana-san: pareces ser una chica interesante —comento haciendo una leve reverencia—. Y, bueno, podría decirse que tengo un asunto con… Mai-san; pero es algo privado, ¿me entiendes? ¿Podrías indicarme como llegar a su armería?
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La chica asintió muchas veces, con una energía tal que parecía que en cualquier momento se le iba a salir la cabeza de los hombros. Luego, manteniendo la sonrisa, asintió ante Kazuma.

— Lo entiendo, lo entiendo. Yo soy muy buena guardando secretos, ¿sabes? Pero sé cuando es mejor no decir nada — dijo, con una sonrisa —. Claro que puedo llevarte, Kazuma-kun. Pero tendrás que seguir mi ritmo. ¡No me gusta perder el tiempo!

Acto seguido, la chica empezó a correr y a reír a carcajada limpia. A pesar de que uno podría pensar que no empleaba todas sus fuerzas, era condenadamente rápida. Recorrió la calle de golpe y giró por uno de los múltiples callejones. Kazuma se daría cuenta, al instante, de que era incapaz de seguir su ritmo. Quizá, dandose cuenta de esto, la chica lo bajó un poco, permitiendole, al menos, ver su figura segundos antes de que girara la calle o diera la vuelta. Así se pasarían cinco minutos. El distrito de la armería era grande y, en cierto modo, laberíntico.

Había casas árbol por todas partes, pero aun así, no se veía ni un solo habitante. Y ese olor continuaba.

Pronto, Kazuma notaría algo. Había humedad bajo sus pies. Toda la calle estaba completamente encharcada.

— Lo estás oliendo, ¿verdad? — murmuró la chica, la cuál se había detenido en mitad de una de las calles, a espaldas del genin. La calle era bastante estrecha y debido a los edificios, la sombra oscurecía gran parte de la misma.
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Gra… —Y el agradecimiento se quedó a medias, puesto que la muchacha ya se había puesto en carrera.

Sin perder tiempo, aunque algo sorprendido, Kazuma también comenzó a correr. Lo estaba dando todo, pues marchaba a su máxima velocidad; sin embargo, Kana se le hacía cada vez más lejana. Si no hubiese sido por su juguetona risa, la hubiese perdido en medio aquel laberinto a donde lo estaba arrastrando. Llevaba poco más de cinco minutos de extenuante carrera cuando dio un resbalón que casi le hace darse contra un muro cercano.

«¿Agua?», se preguntó mientras utilizaba chakra para poder andar sin resbalar.

Lo estás oliendo, ¿verdad? —pregunto de pronto Kana, quien ahora estaba detrás del genin.

Sí, ¿son aguas residuales? —pregunto, para luego fijarse en la mal iluminada figura de la muchacha—. Oye, no es que este asustado ni nada; pero aparecerte y quedarte de pie, así, en medio de una calle oscura es un poco inquietante…

»¿Todo bien, Kana? ¿Podemos continuar? —pregunto, ahora un poco preocupado.
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— Si, a veces pasa. Esta sección de la ciudad está hecha un desastre. Se han debido de desbordar otra vez — dijo, en voz baja, para el chico —. Por eso huele tan mal. Ya lo suponía, pero mira esto. Es realmente horrible.

La muchacha tenía los pies empapados y se había manchado el vestido. Su sonrisa seguía mostrándose igual, aunque ahora, parecía un poco... extraña. Como si estuviera fuera de lugar.

¿Todo bien, Kana? ¿Podemos continuar?

— ¡Claro, cariño! Perdóname. A veces me abstraigo — Dio un paso para atrás, acariciándose el cabello —. He parado porque ya hemos llegado. Es aquí.

Ante ellos, había una pequeña escalera de mano, que subía.

Tras escalones y escalones (casi, lo sentiría como si estuviera subiendo por el mismo cielo) ascendería sobre la calle. En la cima del edifico que oscurecía el callejón, había una pequeña caseta, cómo las que había visto antes, al entrar al barrio.

No había ninguna clase de identificación en la puerta.
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Recorrerás una calle putrefacta por la infección, subirás hasta el cielo y caminarás sobre las aguas, todo para llegar hasta el corazón rojo. Pero cuidado. He visto a una araña. Una enorme araña negra protegiéndolo. También he visto un ángel guardián con las alas cortadas —fueron las palabras de la adivina, que ahora resonaban en la cabeza de Kazuma.

«Que interesante, esto se parece cada vez más a lo predicho», pensó divertido.

Las escaleras no le trataron gentilmente, o puede que fuese por su condición física; pero lo cierto es que al llegar a la cima estaba casi sin aliento. Llegado a ese punto, ya ni siquiera sabía de si Kana aún le hacía compañía… Aun así, se acercó a la puerta y dio un par de golpes, para luego llamar:

Buenas, ¿Armería Escarlata? ¿Mai-san? —pregunto con voz un tanto agitada.
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Nadie contestó.

Sin embargo, el muchacho , al golpear la puerta, pudo comprobar que sus nudillos no encontraron resistencia alguna. De hecho, la puerta se abrió de golpe.

El interior era oscuro: no tenía ninguna clase de iluminación ni ventana que diera al exterior. Casi, que sin entrar, no podría apreciar mucho más que unos cuantos muebles. Parecía haber una estantería, una chimenea y, más al fondo, una mesa con un par de sillas. Había objetos encima de la mesa, entre ellos, libros, papeles, e incluso alguna clase de material: tenazas, martillos...

Parecía haber más puertas, aunque, para comprobarlo, el muchacho tendría que entrar. La luz que llegaba del exterior, tenue, iluminaba cierta parte, pero no todo el cuarto.

Por mucho que mirara atrás, Kazuma no vería a Kana. Quién sabe, quizá, ahora que le había dejado en el lugar correcto, había decidido seguir con su trabajo.
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Y la cosa continuaba poniéndose inquietante, pues aquello distaba de ser la activa y vibrante herrería que esperaba.

«Esto parece abandonado», pensó mientras trataba de otear las sombras.

El recinto no se encontraba en una oscuridad absoluta, pero la penumbra reinante era insuficiente como para definir algo con claridad desde la puerta. Consciente de ello, decidió adentrarse un poco, explorar algunas de las puertas que allí se encontraban.
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Kazuma se adentró en el lugar. Desde luego, no le transmitía buenas vibraciones . Y con razón.

La madera no solo estaba vieja, sino carcomida. Kazuma podría notar que aquello no parecía ser un lugar habitado. De hecho, parecía que había dejado de estar en funcionamiento mucho tiempo atrás. En las esquinas, telas de araña, en la mesa, polvo. Era como si la naturaleza le estuviera dando la razón.

La primera puerta le llevó a una pequeña estancia, que en su tiempo, debió de ser algún cuarto de invitados. Al abrir la puerta...

... lo que vio solo fue una estancia completamente vacía, sin muebles, ni decoración. Solo la madera carcomida.

Exceptuando por un detalle. En negro, el símbolo de una gran araña, con las fauces abiertas, dispuestas a devorar a quien pasara. Un dibujo grotesto, que parecía exaltar los rasgos brutales de la criatura. Parecía ser una viuda negra. Sin embargo, en lugar de llevar el reloj rojo característico de este tipo de araña en su vientre, tenía otro símbolo.

Una "N".

La puerta principal se cerró de golpe. Lo que se escucharía, entonces, sería una risa. Gutural, perturbadora. Pero no desconocida para el muchacho. Era la de Kana.

Otro sonido. Esta vez fue aún más evidente. El sonido del metal chocando entre sí.

— La curiosidad mató al gato, ¿no lo sabías? — exclamó, lejos de toda la amabilidad que había tenido antes. Parecía divertirse con la situación. Como una verdadera psicópata —. Ven aquí, Gatito. Tengo tantas ganas de hincarte el diente.

La puerta detrás suyo seguía abierta. Kazuma estaba en la pequeña habitación. Si salía por aquella puerta, daría con el comedor principal, dónde estaba la salida (cerrada) y probablemente, Kana. Al menos desde ese lado, no había más puertas. Parecía haber otra puerta, en el otro ala de la casa, pero para eso, el chico tendría que salir al comedor y atravesarla.

El sonido del metal chocando se repitió. La luz había abandonado el lugar y solo quedaba una suave penumbra, que impedía ver más allá de uno metro de distancia correctamente.



Espero intentar explicarme. Por si acaso, te dejo esto: http://sketchtoy.com/69103596
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«No es de muy buen gusto…, aunque me suena de algo», pensó mientras observaba la “N” en el dibujo.

Kazuma se concentró por unos minutos en la imagen y en tratar de dilucidar como se relacionaba con él, y de pronto un fuerte ruido le hizo dar un pequeño salto; se trataba de la puerta principal que acababa de cerrarse violentamente.

«¡¿Qué sucede?!», se preguntó, un poco alterado.

¿Eres tú, Kana-san? —pregunto ante la perturbadora risa, sin estar seguro de querer escuchar la respuesta.

La curiosidad mató al gato, ¿no lo sabías? —exclamó, lejos de toda la amabilidad que había tenido antes. Parecía divertirse con la situación. Como una verdadera psicópata—. Ven aquí, Gatito. Tengo tantas ganas de hincarte el diente.

También dicen que tienen siete vidas y que siempre caen de pie —contesto, tratando de mantener la calma, aunque esta le era esquiva. Aun así, logro correr hasta la entrada de la habitación y cerrar la puerta—. No me digas: eras una bandida que atrae a los viajeros incautos para robarles todo lo que tienen.

«¡Me lleva!, eso quiere decir que el incauto soy yo —se lamentó—. Y pensar que la consideraba guapa y buena gente.»

Deberías saber que no tengo nada de valor —dijo, más para onverse a si mismo que a ella de que no había razón para atacarle.

Se aseguró de que la puerta estuviese cerrada y se alejó hasta quedar frente a la pared contraria… Necesitaba tiempo para recobrar la calma y pensar, aunque el sonido del metal solo lograba crisparle los nervios.
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— Por supuesto que lo sé. Eres un pobre diablo — comentó Kana, desde algún lugar de la casa —. Pero resulta que me ha llegado un informe de mis subordinados. Un genin con una espada que se interpuso con su objetivo: secuestrar a la hija de unos acaudalados mercaderes cuyo carro había sufrido un desafortunado accidente.

» ¿Te suena, Kazuma-kun? No fuiste precisamente amable con ellos, a juzgar por sus condiciones cuando llegaron a mi. Especialmente con el hombre.

Kazuma cerró la puerta y se apartó al lado contrario, mientras trataba de pensar. Aunque inteligente, desde luego, ignoró cualquier clase de sigilo .Si la chica tenía alguna duda de dónde se encontraba el genin, desafortunadamente, ahora lo tenía más que claro.

Kazuma escucharía el sonido del metal, chirriando, un poco más cerca. Tanto por ese sonido como por el de su voz, podía suponer que la chica se estaba acercando, recorriendo la estancia principal. Lo hacía de una forma diabólicamente lenta, disfrutando de cada momento. Tenía la certeza de que su presa no iba a escapar a ningun lado.

Por más que Kazuma mirara, no encontraría escapatoria en aquella habitación. No había ventanas y la única puerta era la que acababa de cerrar.

¿Qué haría el genin? Debía actuar rápido, o sería atrapado en su tela de araña.
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Por supuesto que lo sé. Eres un pobre diablo —comentó Kana, desde algún lugar de la casa —. Pero resulta que me ha llegado un informe de mis subordinados. Un genin con una espada que se interpuso con su objetivo: secuestrar a la hija de unos acaudalados mercaderes cuyo carro había sufrido un desafortunado accidente.

Kazuma tragó saliva y sintió acelerarse su corazón.

¿Te suena, Kazuma-kun? No fuiste precisamente amable con ellos, a juzgar por sus condiciones cuando llegaron a mí. Especialmente con el hombre.

Conque de eso se trata, de una venganza… Supongo que tiene sentido —admitió mientras se recostaba de la pared, recuperando un poco la compostura, pues al menos entendía un poco mejor lo que estaba pasando—. ¿Sabes? Creo que no hay necesidad de pelear. Basta con dejarme ir y jamás volverás a saber de mí. Además, ¿correrás el riesgo de enfrentarme? No sabes que tan fuerte soy. O piensa en tu lindo vestido y maquillaje, ¿los echaras a perder solo para pelear conmigo?

No esperaba que Kana renunciase a sus intenciones, pues es muy difícil que una persona abandone semejante empresa cuando premeditada. Sin embargo, deseaba evitar el conflicto en la medida de los posible; después de todo, no le guardaba ningún rencor a aquel hombre y la mujer que le rescato. Incluso, no sentía nada demasiado intenso por la treta de Kana.

«Pero, aun así, es mejor prepararse», pensó.

2AO
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Más risas. Esta vez, parecía una sincera.

— ¿Venganza? No digas tonterias. Yo misma maté a esos dos inútiles en cuanto me vinieron llorando. No soporto a la gente incapaz de secar sus propias lágrimas — dijo, sin perder la sonrisa —. No, chico. Esto es muy simple. Si te metes en nuestro camino, eres eliminado.

Carisma de Kazuma: 20

El chico había intentado intimidar a su rival. Sin embargo, su presencia no solo era pequeña, sino muy poco convincente. La voz le temblaba, igual que su cuerpo. Se notaba a la legua que Kazuma no se sentía para nada cómodo con la situación: tenía miedo, nerviosismo. Patrones que retorcían su voz y hacían deleitarse cada vez más a su captora.

— Oh, créeme. Adoro cuando me mancho con la sangre de mis víctimas.

Entonces, silencio.


¿O no?








BOOOOOOM







La puerta de madera que el genin había cerrado minutos antes salió volando, como si hubiera sido despedida por una gran fuerza. El gran objeto se dirigió hacia Kazuma. Si el chico no hacía nada, sería aplastado por ella.



30 PV por ser golpeado por la puerta
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El hombre y la mujer de antes habían muerto… No supo cómo tomar aquello: no sentía culpabilidad alguna, pues ya no tenían nada que ver con él; pero aun así considero que era una lástima que muriesen, no le pareció que estuviesen listos para ello. En todo caso sentía un poco de compasión, solo un poco.

«Luego elevare una plegaria por ellos», prometió con determinación.

Oh, créeme. Adoro cuando me mancho con la sangre de mis víctimas.

No lo entiendo… —se limitó a contestar el peliblanco.

De pronto la puerta de la habitación salió despedida con violencia hacia el otro extremo; pero no llegaría a golpear a nadie, pues si se miraba desde el marco de la puerta podría parecer que la habitación estaba vacía. El joven peliblanco se había adherido al techo como alguna especie de ser arácnido, colocándose justo encima y al lado de la entrada.

«¿Y ahora?», pregunto dentro de sí mientras esperaba la entrada de Kana, preparando unas cuantas estrellas de acero para saludarla.

1AO


Kazuma se había pegado con chakra al techo de la habitación, justo por encima y aun lado de la puerta

asi, mas o menos: https://youtu.be/oWy2Q_jAW-M?t=65
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La puerta chocó contra la pared, abollandola y resquebrajando la madera. Sin embargo, nada más ocurrió. Kana se asomó por el agujero que había producido, varios metros a la derecha de la puerta por la que se entraba.

— Vaya, eso sí que es una sorpresa — comentó, genuinamente impresionada —. ¿Hooooooooola? ¿Kazuma-kun? ¿Dóoooooooooooooooooonde te has metiiiiiiiiido?

Su voz seguía siendo inocente, como la de una niña.

Kana miraba a los lados, pero en ningún momento se le ocurrió mirar hacia arriba. Hacia el techo. ¿Cómo iba a poder imaginar que Kazuma se había adherido ahí, en un desesperado intento de sorprenderla? Sumada en la penumbra, Kana trataba de encontrar a su víctima, creyendola en alguna esquina o escondido bajo alguna técnica de ocultación.

Aun así, ella estaba bloqueando el agujero que había creado, y su vista no se apartaba de la puerta, la única forma de salir de aquella habitación.

Incluso en ese momento, teniendola con la guardia baja, Kazuma podría percibir el peligro que emanaba su presencia. No. Kana no era un bandido ordinario.
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