Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Daruu despertó, de nuevo, en una camilla de hospital. «¡Oh, no!», se lamentó de inmediato, en cuanto tuvo conciencia suficiente sobre dónde se encontraba. Esta vez no tenía gotero y las heridas sólo eran superficiales —le dolía, pero también sentía un hormigueo que indicaba que le habían administrado alguna especie de analgésico—. Inmediatamente trató de levantarse de la cama. Podía moverse, bien. Giró las muñecas, se estiró las piernas y el cuello y se acercó al armario para recuperar su ropa.
Pero mientras Daruu rebuscaba en el armario sus ropajes, la puerta de la habitación se abrió con cierta brusquedad.
—Vaya, cuanto tiempo, Amedama. Comenzaba a echarte de menos —la inconfundible voz Zetsuo, férrea como el acero de una katana recién afilada, inundó las cuatro paredes. El médico cerró la puerta tras de sí y ladeó ligeramente la cabeza en su dirección. Seguía tan serio como de costumbre, pero había un cierto brillo divertido en sus iris aguamarina—. ¿Dónde cojones crees que vas, chico?
Daruu sintió un escalofrío terrible cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y escuchó una voz familiar. Se afanó entonces por echar mano de su portaobjetos, en el armario, y sustraer un kunai.
Se acercó corriendo la ventana y la abrió de par en par. Kunai en mano, apoyó un pie en el alféizar y se preparó para salir.
Se cortó un dedo con el filo del arma y fingió un gemido. El cuchillo cayó hacia abajo, un callejón desocupado...
La reacción del muchacho no se hizo esperar. Una reacción que, proviniendo de aquel inquieto muchacho, Zetsuo ya se había esperado y para la que ya se había preparado.
Por eso ni siquiera movió un músculo cuando Daruu echó a correr hacia la ventana, cargando con todos sus bártulos. Porque cuando el genin llegó hasta ella y trató de abrirla, se dio cuenta de que estaba firmemente cerrada.
Los labios de Zetsuo se torcieron en una ladina sonrisa.
—¿A qué viene tanta prisa? —preguntó, con fingida inocencia, apoyado contra la puerta de salida.
Daruu intentó abrir la ventana. La ventana no se abrió. Daruu soltó una risilla maníaca, en volumen bajo.
—Zetsuo, me encuentro perfectamente —dijo—. Perfectamente. Así que, verás, querido sensei de ilusiones.
Se dio la vuelta y encaró a Zetsuo. Dio un par de pasos hacia él dando brincos, con una sonrisa, evitando en todo momento mirarle a los ojos.
—Así que, veras, Zetsuo-san, verás. Consideraría muy agradable que me dejaras irme a mi casa a seguir descansando. Te prometo que no pienso entrenar ni hacer nada de eso. Promesita de Darucín.
—Zetsuo, me encuentro perfectamente —respondió, aún desde la ventana—. Perfectamente. Así que, verás, querido sensei de ilusiones.
Daruu se dio la vuelta hacia él y cuando se acercó, entre brincos terriblemente sospechosos, Zetsuo trató de atrapar su mirada con sus ojos. Pero su condenado alumno ya conocía el secreto que escondía, y había adquirido la maldita costumbre de apartarle la mirada siempre que intentaba meterse en su mente.
—Así que, veras, Zetsuo-san, verás. Consideraría muy agradable que me dejaras irme a mi casa a seguir descansando. Te prometo que no pienso entrenar ni hacer nada de eso. Promesita de Darucín.
El médico ladeó la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Al final, suspiró y le apoyó la mano en el hombro.
—Claro, Daruu-kun. Claro... Algo me dice que no iba a poder retenerte mucho tiempo aquí, en contra de voluntad.
Se apartó de la puerta, dejándole vía libre para salir...
Pero antes de que llegara siquiera a tomar el pomo de la puerta, el genin se vería repentinamente paralizado de los pies a la cabeza. Como pequeñas hormigas dispuestas en formación, una serie de complejos ideogramas de sellado se reunían alrededor de su mano, lo único que alcanzaba a ver desde su posición, y le subían a través del brazo y de todo su cuerpo. Y tras él, Zetsuo sonreía.
—Pero antes me vas a decir qué está rondando tu cabeza, Amedama. Porque no me puedo creer que sea no estés tramando nada.
¤ Jigō Jubaku no In ¤ Sello de Maldición Propia - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Fūinjutsu 40 - Gastos: 10 CK preparar, 40 CK activar - Daños: - - Efectos adicionales:
Inmoviliza a un adversario durante 1 turno o hasta que sufra daños (ver descripción)
(Fūinjutsu 60) La parálisis dura 3 turnos
(Fūinjutsu 80) La parálisis dura 5 turnos
(Fūinjutsu 100) La parálisis dura 10 turnos
- Sellos: Carnero (activar) - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo (preparar), 10 metros (activar)
Sello maldito que se coloca cuerpo a cuerpo y se activa por sorpresa, extendiéndose por el cuerpo del oponente como una ristra de complicados hexagramas y dejándolo completamente paralizado durante un tiempo variable que depende de la maestría del ejecutor con las técnicas de sellado. Un usuario con un chakra lo suficientemente poderoso (Poder usuario >Inteligencia ejecutor) podría zafarse de la atadura pasados unos segundos, eso sí, liberando un estallido de chakra alrededor de su cuerpo que le hace perder 50 CK. El usuario de la técnica sólo podrá moverse con libertad si su facultad de Fūinjutsu iguala los 60 puntos.
Daruu se estaba preparando para replicar cuando el hombre, algo burlón, accedió a su petición y accedió a dejarle marchar. El muchacho arrugó los morros con desconfianza y se acercó lentamente a su armario de ropa. Lo dejó abierto mientras se vestía y recogía sus pertenencias, para que las propias puertas le tapasen, y después, lentamente, se acercó a la puerta.
Fue a poner la mano en el pomo...
...y sintió una picazón en la piel.
Unos ideogramas traicioneros crecieron en su mano, se ataron en torno a su brazo y bajaron por su torso y abdomen hasta sus piernas. Sintió la presión de la técnica de sellado como si estuviese atado en verdad con un sinfín de cuerdas. Apretó los dientes y gruñó con rabia. «¡Sabía que no iba a ser tan fácil!»
—Pero antes me vas a decir qué está rondando tu cabeza, Amedama. Porque no me puedo creer que sea no estés tramando nada.
—Ay, por Amenokami, qué insistente puedes ser a veces con cualquier tontería —se quejó Daruu—. Zetsuo, algún día tú y yo estaremos sentados frente a frente en la mesa de una cena de fin de año, nos miraremos a los ojos, me leerás la mente y los dos nos reiremos de lo estúpido que fue ese momento, cuando me ataste con un fuuinjutsu para que yo confesase que tenía una reserva en un buen restaurante para invitar a cenar a Ayame.
Suspiró.
»¿Ya está? ¿Ya estás conforme? Por favor, déjame marchar. O nos quitarán la mesa. No me gustaría.
—Ay, por Amenokami, qué insistente puedes ser a veces con cualquier tontería —se quejó Daruu en voz alta, pero el médico ni se inmutó—. Zetsuo...
—"-san" —le corrigió entre dientes, con un irritado siseo.
—...algún día tú y yo estaremos sentados frente a frente en la mesa de una cena de fin de año, nos miraremos a los ojos, me leerás la mente y los dos nos reiremos de lo estúpido que fue ese momento —continuó el muchacho, captando la atención de Zetsuo, que alzó una ceja con cierta curiosidad—, cuando me ataste con un fuuinjutsu para que yo confesase que tenía una reserva en un buen restaurante para invitar a cenar a Ayame.
Daruu concluyó con un prolongado suspiro, pero Zetsuo había entrecerrado ligeramente sus ojos de color turquesa, con los músculos en tensión.
—¿Ya está? ¿Ya estás conforme? Por favor, déjame marchar. O nos quitarán la mesa. No me gustaría.
—Pues, si te soy sincero, Amedama, ahora sólo me dan más ganas de dejarte encerrado en la habitación del hospital. Atado con correas a la cama. E inmovilizado. Sólo por asegurar —replicó, tajante. Sin embargo, las ataduras se deshicieron tan súbitamente como habían aparecido, y Daruu fue capaz de moverse libremente de nuevo—. Ve, anda. Y nada de esfuerzos innecesarios.
»Y no dejes que Ayame haga ninguna estupidez de nuevo. Esa niña...
—Pues, si te soy sincero, Amedama, ahora sólo me dan más ganas de dejarte encerrado en la habitación del hospital. Atado con correas a la cama. E inmovilizado. Sólo por asegurar —replicó Zetsuo, pero aún así le liberó de su atadura. Daruu quiso reírse, pero tuvo que aguantarse las ganas, porque de seguro volvían a inmovilizarlo—. Ve, anda. Y nada de esfuerzos innecesarios.
—Ni uno sólo —aseguró Daruu.
»Y no dejes que Ayame haga ninguna estupidez de nuevo. Esa niña...
—Eso ya va a ser más difícil... —dijo Daruu, tomando el pomo de la puerta—. Pero haré todo lo posible por impedírselo.
· · ·
Daruu, contrariamente a todos lo que sería razonable, corría por los pasillos del hospital jadeando, buscando una habitación en concreto. Ya había ido a buscarla a su casa, pero la muchacha no estaba allí. Y Kori-sensei le había dicho que...
—UUuuaaaau, freeena —se advirtió a sí mismo, cuando de la velocidad que llevaba pasó de largo de la habitación donde Kiroe practicaba la técnica de ecolocalización junto a Ayame. La mano de Daruu apareció en el marco de la puerta, y luego lo hizo él, que se agachó y se agarró los muslos, sudando y jadeante—. Hola, mamá. Hola, Ayame.
—¡Daruu-kun! ¿Pero qué haces, hombre? —dijo su madre, que acababa de chocar con la pared—. ¿No deberías estar descansando? Ayame me estaba contando cómo te pateó el culo —rio con tono burlón.
—¡No me pate... bueno, sí me pateó el culo! ¡Pero no he venido a hablar de la pelea! —Daruu miró a Ayame—. Mamá, te robo a Ayame un segundo. Ayame-chan, por favor, ¿puedes salir al pasillo un segundo? Quiero comentarte una cosa.
30/04/2018, 11:04 (Última modificación: 30/04/2018, 11:38 por Aotsuki Ayame.)
Pero Zetsuo suspiró para sus adentros cuando Daruu se alejó de la habitación. Porque sabía que el muchacho no le haría caso y echaría a correr a la menor oportunidad.
—No debería haberle dejado marchar —masculló para sí, pero terminó por cerrar los ojos y darse la vuelta.
. . .
Y allí iba Daruu, tal y como había previsto el veterano médico, corriendo por los pasillos entre esforzados resuellos como si le fuera la vida en ello, levantando las protestas de pacientes, enfermeros y médicos por igual. No habría tenido tanta suerte de haberse encontrado cara a cara con Zetsuo al girar la siguiente esquina; pero, afortunadamente para él, aquello no llegó a pasar nunca.
El genin frenó a duras penas y resbaló al pasarse la puerta que estaba buscando, pero logró recomponerse a tiempo y apoyarse en el marco de la puerta, sudoroso, jadeante y sujetándose como si en cualquier momento fuera a desmontarse.
—Hola, mamá. Hola, Ayame.
¡PLOM!
Pero Kiroe, en otro intento por utilizar la ecolocalización, acababa de chocar de nuevo contra la pared, y Ayame corrió a socorrerla.
—¡Daruu-kun! ¿Pero qué haces, hombre? —exclamó la mujer—. ¿No deberías estar descansando? Ayame me estaba contando cómo te pateó el culo —rio con tono burlón, pero Ayame alzó ambas manos, alarmada.
—¡No, yo no...!
Bueno, en realidad sí que habían estado hablando de ello, ¡pero en ningún momento había usado esos términos ni habría tenido la osadía de referirse así a su compañero!
—¡No me pate... bueno, sí me pateó el culo! ¡Pero no he venido a hablar de la pelea! —protestó Daruu volviéndose hacia Ayame—. Mamá, te robo a Ayame un segundo. Ayame-chan, por favor, ¿puedes salir al pasillo un segundo? Quiero comentarte una cosa.
—Cl... Claro... —respondió ella, perpleja.
—Uy uy uy, que aquí hay tem... —añadió Kiroe, y Ayame se sonrojó hasta las orejas.
—¡Mamá, tú te callas!
—Jiji...
—Si... Si me disculpas un momento... Kiroe-san... —se excusó Ayame, inclinando la cabeza a modo de despedida.
Salió de la habitación en compañía de Daruu y enseguida giró la cabeza hacia él.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó, impaciente por saber lo que quería de ella.
Daruu salió de la habitación y se apoyó en la pared. Habría pensado que estaría menos cansado haciendo aquello, pero las secuelas del combate todavía hacían mella en él. Suspiró y aguardó pacientemente a que Ayame saliera de la habitación, resollando con dificultad.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Ayame, cuando ya hubo salido. Daruu se acerco a ella y le dedicó un breve abrazo.
—Hecho una mierda —rio—. ¡Pero como dije, no he venido a hablar de eso! Tengo... Tengo algo que proponerte. Bueno, igual es demasiado tarde para proponer, la reserva ya está hecha... —murmuró para sí mismo, rascándose la nuca—. ¡El caso! He... he reservado mesa en La velada del trueno esta noche. Necesito que... que estés allí a las diez de la noche. Te... te invito a... a cenar. ¿Vale? —Se sonrojó.
»¡Es una cita, recuérdalo! El sitio es muy bueno, tienen de todo, y... Bueno, esto... ¡No faltes!
Se rascó la cabeza y tosió.
—Y ahora, será mejor que le deje la poca energía que me queda al de verdad, porque si no...
PLUFF.
El Kage Bunshin se deshizo en una nube de humo.
—¡Ayameeee! —exclamó Kiroe desde dentro de la habitación—. ¡Ayame, creo que ya lo tengo, corazón! ¡Lo he consegui...!
Pero apenas le dejó terminar la pregunta. Daruu se acercó a ella y la abrazó con aquella firmeza y calidez que le caracterizaban. Y Ayame no sólo correspondió al abrazo rodeando su torso con sus propios brazos, sino que además se atrevió a plantar un suave beso en sus labios.
—Hecho una mierda —respondió él al fin con una risotada—. ¡Pero como dije, no he venido a hablar de eso! Tengo... Tengo algo que proponerte. Bueno, igual es demasiado tarde para proponer, la reserva ya está hecha... —murmuraba de forma confusa, rascándose la nuca.
—¿Reserva? —repitió, ladeando ligeramente la cabeza.
—¡El caso! He... he reservado mesa en La velada del trueno esta noche. Necesito que... que estés allí a las diez de la noche. Te... te invito a... a cenar. ¿Vale? —completó, rojo como un tomate—. ¡Es una cita, recuérdalo! El sitio es muy bueno, tienen de todo, y... Bueno, esto... ¡No faltes!
Y no era el único, porque Ayame se había sonrojado igual de rápido que él y ahora le contemplaba con los ojos abiertos como platos, como si no hubiera terminado de comprender sus palabras.
—Y ahora, será mejor que le deje la poca energía que me queda al de verdad, porque si no...
—¿"Al... de verdad"? —volvió a repetir Ayame, e inmediatamente se sintió terriblemente estúpida.
Pero entonces Daruu se vio envuelto en una inesperada nube de humo y desapareció sin dejar rastro. Ayame, sobresaltada, miró a su alrededor varias veces, sin terminar de comprender lo que había pasado. ¿"El de verdad"? ¿Había estado hablando con... un clon? Pero no estaba hecho de agua, ni mucho menos había sido una ilusión, pues de haber sido así no habría podido hablar con ella y aún recordaba el sentimiento de sus brazos a su alrededor.
¿Qué tipo de clonación era aquella? Tendría que investigar al respecto, pero ahora tenía un asunto más importante que atender...
—Una... una cita... —murmuró, y sus mejillas volvieron a encenderse como la hoguera a partir de unas ascuas. No pudo contener la sonrisa que temblaba en sus labios y se abrazó los hombros al sentir las mariposas aletear con fuerza en su pecho, descontroladas. Había estado tan concentrada en su vida como kunoichi que casi había olvidado qué era tener una vida normal. ¡Y ahora tenía una cita! ¡Una cita con Daruu-kun! Se sentía tan feliz que creía que iba a estallar en cualquier momento.
—¡Ayameeee! —la voz de Kiroe, desde el interior de la habitación, fue la que estalló el globo de su felicidad—. ¡Ayame, creo que ya lo tengo, corazón! ¡Lo he consegui...!
Ploc.
—¡Ayyyyyy!
—¡Ay, Kiroe-san! —exclamó la muchacha, corriendo para ayudarla—. ¡Te he dicho miles de veces que no lo intentes sin que esté yo para ayudarte!
30/04/2018, 12:51 (Última modificación: 30/04/2018, 12:52 por Amedama Daruu.)
Kiroe agarró la mano de Ayame y se levantó, dolorida.
—Ay, ay, ay...
—¡Ay, Kiroe-san! —exclamó Ayame—. ¡Te he dicho miles de veces que no lo intentes sin que esté yo para ayudarte!
—¡Ay, jo, Ayame-chan! —se quejó Kiroe, de forma infantil, y se ayudó de Ayame para caminar hasta la cama, donde tomó asiento—. Es que... no puedo esperar para mejorar hasta poder valerme por mí misma. Pronto estaré de nuevo en mi pastelería, ya verás —aseguró—. ¿Oye, oye, de qué habéis hablado? ¡Quiero saberlo, jijiji! —La mujer acercó el rostro al de Ayame, y aprovechando que tenía una de sus manos agarrada, tomó la otra y las juntó, agitándolas con entusiasmo.
—¡Ay, jo, Ayame-chan! —se quejaba Kiroe, de forma infantil, y Ayame la acompañó hasta la cama para que pudiera sentarse en ella—. Es que... no puedo esperar para mejorar hasta poder valerme por mí misma. Pronto estaré de nuevo en mi pastelería, ya verás.
—Seguro que sí —asintió ella, con una sonrisa afable—. Tienes que volver porque no sé cuánto va a aguantar mi hermano sin su ración diaria de tus bollitos de vainilla —se rio, tratando de animarla.
—¿Oye, oye, de qué habéis hablado? —preguntó de golpe, y Ayame volvió a ruborizarse cuando la mujer acercó su rostro al de ella y la tomó por las manos, agitándolas con emoción nada contenida—. ¡Quiero saberlo, jijiji!
—Pues... pues... —respondió ella, en un débil balbuceo. En cualquier otro momento habría esquivado el tema rápidamente, pero había cogido tal confianza con Kiroe (y más aún después de lo que le había ocurrido y de estar ayudándola a usar la ecolocalización) que la sentía como la madre que nunca había llegado a tener. Ya no le costaba sincerarse con ella como ocurría al principio. Y durante un segundo se sonrió al recordar la primera vez que había estado con Daruu, y cómo, en un intento por huir de su hermano, Kiroe la había arrinconado en la cocina de la pastelería y la había interrogado de una manera similar a aquella—. D... Daruu-kun me ha invitado a una cenar esta noche con él...
30/04/2018, 13:13 (Última modificación: 30/04/2018, 13:14 por Amedama Daruu.)
—Tienes que volver porque no sé cuánto va a aguantar mi hermano sin su ración diaria de tus bollitos de vainilla —había dicho Ayame tan sólo unos segundos antes.
—¡Ay, pobre Kori-kun! —había exclamado Kiroe, apenada—. ¡Daruu debería haberle hecho ya unos cuantos! Aunque claro, Daruu-kun ha estado entrenando toda la semana... Lo entiendo.
Ayame balbuceó ante la pregunta de Kiroe. Dudó un momento, pero finalmente terminó por contestar a la chiquilla. Kiroe se sonrojó como si fuera a ella a quien habían invitado a cenar, se separó de Ayame, se dio la vuelta y ahogó un grito en la almohada, agarrándola con fuerza. Volvió a voltearse.
—¿¡Ay, sí, en serio!? —dijo—. Dime, dime, ¿te trata bien mi Daruu-kun, no? ¡Porque si no lo mato!
· · ·
Daruu se encontraba delante del armario rascándose la coronilla y comiéndose la cabeza sobre qué ponerse aquella noche cuando un sentimiento electrizante recorrió todo su cuerpo. De pronto, le fallaron las piernas y cayó de culo al suelo.
—¡La madre que te parió! ¡Zetsuo te dijo que no hicieras ningún esfuerzo! ¡Y te pones a correr por el pasillo! —Daruu gritaba a su Kage Bunshin, sin darse cuenta de que, en realidad, su Kage Bunshin había juzgado la situación como lo habría hecho él mismo.