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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
- Oye, ¿no te parece que vas un poquito rápido? - preguntó el Uchiha, de forma aparentemente seria -. No digo que me presentes a tus padres, pero… No hemos tenido ni la primera cita y ya me coges de la mano y me llevas por callejones oscuros… - Una sonrisa divertida asomó a sus labios -. Que sepas que no soy un chico fácil.

Kunie no pudo evitar soltar una breve carcajada. Datsue era ingenioso, eso no podía negarlo, y mucho más mayor de lo que aparentaba. A un niño cualquiera de doce o trece años no se le habría ocurrido un chiste así. Quizá por eso la kunoichi estaba decidida a hacerle partícipe de su idea. Cuando Datsue le habló de los juegos que él prefería, como el shōgi, ella volvió a reír, y esta vez con más fuerza que la anterior.

- No creo que encuentres muchos jugadores de shōgi ahí dentro.

Sin embargo, el shinobi no tardó en captar la idea. Kunie asintió con gesto satisfecho, pues sabía que a buen entendedor pocas palabras bastaban, y a ella nunca le había gustado tener que dar explicaciones innecesarias. Decidida, giró el picaporte y abrió la puerta que daba acceso a la taberna.

Era un antro, tal y como ella había imaginado. Poco espacioso y mal iluminado, el único mobiliario consistía en un par de mesas y varias sillas apretujadas alrededor. La barra era de madera, aunque muy vieja y teñida por numerosas manchas de distinta antigüedad y procedencia. Nada más entrar los jóvenes y cerrarse la puerta con un golpe seco tras de ellos captaron la atención de los parroquianos. En una de las mesas había un hombre, y frente a él media docena de pequeñas botellas que se agrupaban como prisioneros esperando su turno en el pelotón de fusilamiento. En la otra, tres tipos con muy mala pinta jugaban a las cartas. Perfecto.

Kunie se dirigió a la barra y pidió una botella de sake y un par de vasos. El corpulento dueño la miró con su único ojo sano durante unos instantes, rascándose la calva y con gesto pensativo. Probablemente decidió que no era probable recibir visita de ninguna autoridad del Daimyō, porque se dio media vuelta y al momento puso sobre la barra lo que Kunie le había pedido. Ella sacó un par de billetes y pagó. Llenó ambos vasos y se volvió hacia Datsue, ofreciéndole uno. Al instante él escucharía a la kunoichi retumbando en su cabeza.

"- Bebe, Datsue-san. Debemos mezclarnos con el entorno."

Lo hiciera, o no, Kunie tomaría asiento en la barra. Disimuladamente hizo un gesto indicando al shinobi que se pusiera manos a la obra.
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Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#17
Datsue arrugó la nariz, asqueado por el aire viciado que se respiraba en aquel antro de mala muerte al que le habían arrastrado. Mientras tanto, Kunie se deslizó hacia la barra y pidió sake con la naturalidad propia de un bebedor de toda la vida, y no como la chiquilla menor de edad que era.

Cuando le ofreció un vaso, Datsue alzó las cejas, estupefacto. El Uchiha había leído muchos libros de toda índole, incluso había leído la Novela de Genji, un libro que narraba las aventuras amorosas de Genji Monogatari, un auténtico seductor del cual había aprendido más de un truco para ligar —o eso creía—. Gracias a dicha lectura, había logrado enriquecer su vocabulario y parecer mayor gracias a su labia —y a mi encantador carisma—, pero una cosa era parecerlo y otra muy distinta serlo.

Por eso, tuvo que hacer un esfuerzo por que su mano agarrase la copa que le ofrecía Kunie, rumiando lo apropiado que sería para un chico de su edad beber alcohol. ¿Y si se emborrachaba con sólo un trago?

Entonces vio el gesto de la kunoichi, que le instaba a tomar asiento con los jugadores. Voy, voy.

Se dirigió con desidia a la mesa donde tres hombres jugaban a las cartas, arrastrando los pies. Apoyó con la mano libre el respaldo de una silla vacía y miró al que parecía más rudo.

¿Hay sitio para un cuarto jugador? —preguntó, llevándose la mano a la cartera y dejándola caer sobre la mesa. Con sólo mirarla se veía que estaba a rebosar.

Te das cuenta de lo primo que parezco? se esforzó en preguntar con la mente. Ellos son los lobos y yo la oveja, lista para esquilar. Y, como bien sabía Datsue, eso era bueno. Maravillosamente bueno. Porque no hay nada mejor para un lobo que parecer una oveja.
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#18
La kunoichi tuvo que hacer grandes esfuerzos para no empezar a reír allí mismo cuando vio la cara de Datsue. Una precaria taberna, mal iluminada, que apestaba a alcohol y a sudor era el ambiente en el que ella se había visto forzada a sobrevivir durante años, pero el shinobi parecía demasiado blando para un terreno tan peligroso. Eso no hizo sino aumentar el riesgo de aquel plan y, por tanto, la diversión. Aun así, Kunie conocía bien la clase de situación en la que podían llegar a meterse, y aunque mantenía su aire distraído de niña bonita, intentaba no perder de vista ni un sólo detalle. Si hacía falta, dirigiría mentalmente al Uchiha, como si fuese una marioneta.

Cuando Datsue se acercó al trío de parroquianos, dos de ellos clavaron miradas feroces en intimidantes en el gennin. Uno era mayor, o al menos lo aparentaba, con el rostro surcado de arrugas y cicatrices hasta tal punto que se confundían las unas con las otras. Tenía los ojos oscuros, y su penetrante mirada parecía querer ensartar al Uchiha de parte a parte. Otro parecía unos diez o quince años más joven, cercano a la treintena, y vestía un uwagi gastado de color oliva. Al cinto llevaba una wakizashi cuya empuñadura de plata relucía al tenue resplandor de las lámparas. El tipo restante parecía el más joven y menos peligroso de los tres, y seguía mirando su mano con gesto pensativo.

- ¿Hay sitio para un cuarto jugador? - preguntó Datsue, llevándose la mano a la cartera y dejándola caer sobre la mesa.

Si en algún momento los parroquianos pensaron no dejarle jugar, aquel gesto bastó para convencerles de lo contrario. La bolsa del Uchiha se veía repleta.

- Claro, claro jovenzuelo. Toma asiento. - respondió el más viejo, y esbozó una sonrisa que hizo tensarse todas las cicatrices, y arrugas, de su maltratado rostro.- Justo ahora íbamos a empezar una mano nueva.

Los otros dos dejaron sus cartas sobre la mesa en señal de asentimiento. El Veterano, por llamarlo de algún modo, recogió la baraja y empezó a mezclarlas con la habilidad de un jugador consumado, ante la atenta mirada de los otros dos participantes. Repartió tres cartas a cada uno, y dejó el montón sobre la mesa.

- Paso. - dijo el más joven de todos, dejando sus tres cartas boca abajo.

- Voy con trescientos. - replicó el mediano, sacando un fajo de billetes que puso justo en el centro.

- Veo tus trescientos, y subo trescientos más. - contestó el Veterano con una amplia sonrisa que dejó al descubierto una dentadura amarillenta.- ¿Qué dices, muchacho?

Por muy buenos jugadores que fueran aquellos hombres, Datsue no estaba sólo. Casi al momento, escuchó la voz de su improvisado ángel de la guarda dentro de su cabeza.

"- El del uwagi color oliva va de farol. El viejo tiene buenas cartas, pero las tuyas son mejores. Sube."

En la barra, Kunie tomó un pequeño sorbo de sake con aire distraído. Tenía la cabeza gacha y la mirada perdida, pues su mente estaba en aquel momento cambiando de un vínculo telepático a otro, tratando de que Datsue no se arruinara ni hiciera que lo matasen.
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#19
Lo primero que pensó Datsue es que aquello no iba a ser tan fácil como había creído en un primer momento. A lo largo de su corta vida, había timado a más de una persona, pero aquella experiencia se veía insignificante ante aquella situación. Aquellos no eran unos primos cualesquiera. La wakizashi que llevaba uno y la mirada asesina del otro así se lo indicaban. Normalmente, el riesgo de ser cazado en una de sus estafas era pasar la mayor vergüenza de su vida. Con aquellos hombres, mucho se temía que la vergüenza sería la menor de sus preocupaciones.

- Claro, claro jovenzuelo. Toma asiento. - respondió el más viejo, y esbozó una sonrisa que hizo tensarse todas las cicatrices, y arrugas, de su maltratado rostro.- Justo ahora íbamos a empezar una mano nueva.

No supo porqué, pero aquella sonrisa le dio todavía más mala espina. Esto no me gusta. Una gota de sudor frío recorrió su espalda, mientras dejaba la copa de sake, todavía intacta, sobre la mesa. Entonces tomó asiento.

Cicatrices, por llamarlo de alguna manera, barajó las cartas y repartió tres a cada uno. Datsue las observó con detenimiento, intentando que su mente no reflejase otra cosa que las cartas que tenía ante sus ojos. No sabía hasta qué punto Kunie podía quitar el grano de la paja del enjambre de pensamientos que atormentaba su cabeza, pero no estaba de más facilitarle las cosas.

- Paso. - dijo el más joven de todos, dejando sus tres cartas boca abajo.

- Voy con trescientos. - replicó el mediano, sacando un fajo de billetes que puso justo en el centro.

- Veo tus trescientos, y subo trescientos más. - contestó el Veterano con una amplia sonrisa que dejó al descubierto una dentadura amarillenta.- ¿Qué dices, muchacho?


Datsue tragó saliva. Las cantidades que se estaban apostando eran, cuanto menos, alarmantes. Dos manos perdidas y se arruinaría.

"- El del uwagi color oliva va de farol. El viejo tiene buenas cartas, pero las tuyas son mejores. Sube."

¿¡Qué suba!? ¿Te das cuenta que puedo perder todo lo que he ganado hace media hora en una sola mano? Ahora se daba cuenta porque la muchacha había rechazado el 20% de su beneficio. ¡La muy condenada estaba usando la totalidad de sus ingresos!

Trató de serenarse, tomó la copa que había dejado sobre la mesa para ganar tiempo y bebió de ella, olvidándose de que aquello no era agua, sino sake. Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. El alcohol bajó por su garganta, abrasándola, raspándola, e hizo acopió de todo su aplomo para no escupirla, repugnado, en el acto.

Joder, ¡qué puto asco!

Consciente de que estaba tardando demasiado, sacó los billetes de su cartera y los dejó sobre la mesa.

Subo a 900. —declaró, mientras un calorcillo tenue subía hasta su cabeza.
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#20
Si no fuera porque estaba poniendo en riesgo una cantidad de dinero asombrosamente grande, y también la vida de aquel chico, Kunie habría encontrado la situación mucho más divertida. O, tal vez, por eso mismo tenía que contener la risa cada vez que Datsue se cagaba, mentalmente, en los pantalones. Ella seguía en su postura desde el primer momento, sorprendentemente cómoda. La cabeza empezaba a dolerle, y tuvo que apoyarla en el brazo izquierdo, que descansaba ahora sobre la barra.

"- ¡No me digas que no es excitante! El riesgo, la tensión... Apuesto a que nunca habías hecho algo así antes." - respondió la kunoichi ante las quejas de su asociado.

Datsue trató de serenarse, tomó la copa que había dejado sobre la mesa para ganar tiempo y bebió de ella, olvidándose de que aquello no era agua, sino sake. Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. El alcohol bajó por su garganta, abrasándola, raspándola, e hizo acopió de todo su aplomo para no escupirla, repugnado, en el acto.

Consciente de que estaba tardando demasiado, sacó los billetes de su cartera y los dejó sobre la mesa.

- Subo a 900. - declaró, mientras un calorcillo tenue subía hasta su cabeza.


Los parroquianos no contuvieron unas sonoras carcajadas al ver la cara de asco que había puesto el joven después de darle un sorbo al sake. El Veterano, o Cicatrices, o como quisieran llamarle, siguió riendo incluso cuando Datsue igualó la apuesta. Miró a los otros jugadores y, con habilidad, repartió una carta más al de la wakizashi, a Datsue, y por último a sí mismo. El Uchiha pudo entonces ver algo un tanto extraño. La carta que el Veterano acababa de poner junto a sus otras tres no había salido de la baraja, sino de una de las mangas de su vieja camisa.

- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.

- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?

"- Datsue-san, ten cui..."

De repente, Uchiha dejó de oír la voz de Kunie en su cabeza. Si miraba por el rabillo del ojo hacia la barra, vería que la chica ya no estaba en aquella posición de concentración, sino que miraba al camarero con gesto de aturdimiento. Éste se había inclinado hacia ella, con ambos codos apoyados en la madera, y gesto pretendidamente seductor.

- Te preguntaba que qué hace una chica como tú por aquí, y a estas horas de la noche.

Ella se apresuró a contestar, pero la repentina salida del trance en el que estaba sumida, tratando de comunicarse con tantas mentes a la vez, la había dejado un poco atontada.

- Pues, verás, yo...

El Uchiha estaría solo por el momento.
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#21
Las estruendosas carcajadas de Cicatrices, primero, lo avergonzaron, haciendo que sus mejillas se colorasen aún más por el efecto de la bebida. Luego, a medida que el alcohol hacía más ligera su cabeza, era el orgullo el que estaba herido. ¡Menuda pócima, el alcohol! Había logrado atenuar sus miedos y dudas. Sus músculos, antes tensos, se relajaron, y su lengua volvió a aligerarse, como si estuviese ante tres primos cualesquiera. Quizá el sake no sea tan malo como creía.

Sus ojos chispeantes captaron un movimiento extraño. Tenía la vaga sensación de que la última carta que Cicatrices había repartido provenía de su manga, y no de la baraja. Así que el primo en realidad soy yo.

- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.

- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?

"- Datsue-san, ten cui..."


Algo pasaba a sus espaldas. Oyó unas voces. Alguien estaba desconcentrando a Kunie. El camarero. Creía que le iba a dar un ataque. Nervioso, dio otro trago al sake. En aquella segunda ocasión ya no raspaba tanto como la anterior. Cuando se dio cuenta, había vaciado el vaso, y los nervios, como por arte de magia, se habían vaciado junto con el líquido.

Se sentía maravillosamente bien. Su cuerpo parecía menos pesado, las preocupaciones y miedos que hasta hacía un momento le habían atormentado eran ahora un simple recuerdo lejano, empañado por al aturdimiento que sentía. ¿Por qué se había preocupado tanto? ¡Él era Uchiha Datsue, proveniente de uno de los clanes más prestigiosos de Ōnindo! No necesitaba a Kunie. No necesitaba a nadie.

Sonrió, mientras la sangre cubría sus iris y dos aspas adornaban sus pupilas, y estrelló el vaso, con fuerza, contra la mesa.

¡CAMARERO! —rugió, sin quitar la mirada de Cicatrices—. ¡Mi vaso está vacío! —le informó con toda la seriedad del mundo, como si aquello fuese una afrenta hacia su persona—. ¿Y qué es una timba sin alcohol? —Eructó —. ¡Una fiesta sin mujeres, eso es lo que es! —exclamó, recordando lo que había dicho un vecino bebido en las fiestas de La Ribera del Norte—. ¡Así que haga el favor de llenármelo!

Entonces, con manos torpes, extrajo todo el dinero que tenía en la cartera y lo estampó contra la mesa.

¡Voy con todo! —rugió, ebrio de determinación. Ebrio de confianza. Ebrio de seguridad y, en definitiva, ebrio de alcohol—. ¡CON TODO!
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#22
Poco a poco Kunie iba deshaciéndose de la niebla mental en la que había estado sumida durante unos momentos. Como si acabara de despertarse de un largo sueño, su atención volvía del mundo telepático al mundo real. Y lo que vio no pudo gustarle menos. El feucho camarero estaba apoyado sobre la barra también, con el rostro a pocos palmos del suyo, tan cerca que podía olerle el aliento. Este cabronazo ha cenado bien hoy, se dijo la kunoichi mientras se apartaba sin esforzarse en disimular el asco que sentía.

- Quita de ahí, espantapájaros. - replicó con tono de pocos amigos.- ¿Crees que esa es forma de abordar a una dama?

La cosa no acababa ahí. Escuchó un grito a su espalda e instintivamente apretó los dientes con rabia. Datsue, joder, no lo eches todo a perder ahora. Como una centella se puso en pie y dio media vuelta para encarar al Uchiha. Por el color de sus mejillas y el estruendoso tono de voz con el que hablaba, era evidente que se había bebido la copa de sake. Quizás con demasiado ímpetu. Kunie lo vio, horrorizada, echar mano a su cartera y poner sobre la mesa todo el dinero que le quedaba. ¿¡Pero qué demonios hace el tarado este!? ¿¡No sabe que están haciendo trampas!?.

- ¡A eso lo llamo yo jugar como los dioses mandan! - secundó el de las cicatrices, que ya relamía su jugoso premio.- Venga, Carnefresca, ¡descubre tus cartas!

El Veterano enseñó las cuatro cartas que tenía en su poder, y con horror Kunie confirmó lo que ya sabía. Su combinación era la máxima posible. No había modo de que Datsue tuviera mejores cartas y, de hecho, no las tenía. La kunoichi se adelantó un paso, tensa como el acero, mientras pensaba a toda velocidad una solución que los sacara de semejante embrollo. O, al menos, que la sacara. En respuesta a un único paso por parte suya, los otros dos jugadores se pusieron en pie lentamente. Uno de ellos, el del uwagi color oliva, apoyó la mano sobre la empuñadura de su wakizashi.

- Eh, Carnefresca. Dile a tu amiga que se esté bien quietecita mientras recojo mi dinero. - dijo con tono amenazante el viejo, enfatizando el 'mi', mientras se ponía también en pie. Parecía mucho más imponente, debía medir al menos metro noventa y pesaría cerca de cien kilos. Ahora era visible también un cuchillo, tosco pero peligroso, que llevaba en el cinturón.- ¡Mala suerte, chaval!

Kunie cerró los ojos, aunque en ese momento no supo si estaba intentando concentrarse para realizar su técnica, o rezando porque Datsue fuera tan bueno peleando como discutiendo.
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#23
- ¡A eso lo llamo yo jugar como los dioses mandan! – exclamó Cicatrices, que mostró su combinación perfecta Venga, Carnefresca, ¡descubre tus cartas!

Datsue soltó una carcajada. No sabía porqué, pero le habían entrado unas ganas de reírse tremendas. La seriedad con la que le miraba Cicatrices, la mano imposible que se había sacado de la manga, sus propias cartas, buenas pero insuficientes para llevarse la partida. Nada de aquello era gracioso y, sin embargo, no podía parar de reír.

Las risas le hicieron doblarse y apoyar la mejilla sobre la mesa, mientras con la palma de la mano golpeaba, una y otra vez, la superficie del tablero. Estuvo así un buen rato, casi ahogándose por no poder tomar aire, hasta que poco a poco el ataque de risa fue menguando, convirtiéndose en apenas leves espasmos. Entonces, tuvo un momento de lucidez. Un ligero instante en el que su mente se aclaró y, casi sin saber porqué, su mano libre reptó hacia su portaobjetos, oculto a la vista de los hombres por la mesa. De él sacó dos sellos explosivos, uno del cual pegó sobre la superficie inferior de la mesa.

Entonces los hombres se levantaron. En un primer momento, creyó que le habían descubierto, y aun con el alcohol calentando sus venas se le heló la sangre. Luego comprendió que era por Kunie.

- Eh, Carnefresca. Dile a tu amiga que se esté bien quietecita mientras recojo mi dinero. - dijo con tono amenazante el viejo, enfatizando el 'mi', mientras se ponía también en pie. Parecía mucho más imponente, debía medir al menos metro noventa y pesaría cerca de cien kilos. Ahora era visible también un cuchillo, tosco pero peligroso, que llevaba en el cinturón.- ¡Mala suerte, chaval!

Dígase una cosa de Uchiha Datsue: es un tipo duro. Pero aquel tipo de mirada imponente y estatura colosal hacía que creyese que tan sólo era un azucarillo disolviéndose en el agua.

Por supuesto, el juego es el juego —Echó una mirada hacia atrás y clavó los ojos en Kunie. Bueno, o los intentó clavar. No sabía porqué, pero no era capaz de enfocar muy bien—. Kunie, no te acerques.

Con una aparente calma, reunió los billetes desperdigados por la mesa con la mano que no tenía el sello y los juntó en un montoncito. El dinero de Cicatrices. El dinero que necesitan mis padres.

Por favor, sentaos. No hay necesidad de alterarse —dijo, tratando de calmarlos, pese a que su propio corazón latía de forma frenética. Me vendría bien otro chupito. Toma tu dinero.

El Uchiha, que era el único que permanecía sentado, estiró la mano para ofrecerle los billetes. Entonces, su mente formuló una frase contundente y clara: ¡NO TE ACERQUES!
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#24
La situación se volvía más y más tensa por momentos. Los otros dos hombres, o más bien el hombre y el joven, que acompañaban al Veterano podían ser tan peligrosos como él, aun sin tener su tamaño. Incluso habiendo perdido ellos mismos dinero, no parecía que fueran a quedarse al margen de una posible disputa. El hombre que había estado bebiendo solo en la otra mesa, apartado en un rincón como un viejo armario escobero, se levantó y, sin decir una palabra, se encaminó hacia la puerta. Dejó unos cuantos billetes en la barra al pasar junto a la misma, empujó la puerta con aire ebrio y se perdió en la oscuridad de la noche notsubeña. Sólo quedaban en el local el camarero, que observaba todo con gesto tenso, Kunie, Datsue, y los tres hombres.

Ella tenía los ojos fijos en Datsue. Puede que, desde el otro lado de la mesa, los parroquianos no le hubieran visto sacar algo de su portaobjetos, pero ella sí. Las palabras del Uchiha no hicieron sino corroborarlo. ¿Qué piensa hacer ahora?. Cerró los ojos un instante, volvió a concentrarse, y pudo ver retazos del plan que bullía en la cabeza de Datsue.

"- ¡Para Datsue-san, estás loco! ¡No puedes hacer eso aquí en medio, en menos que canta un gallo habrá guardias por todas partes! ¡Perderás todo el dinero! ¡No seas imbécil!"

Esperaba que sus advertencias fueran suficientes para disuadir al Uchiha de su loco plan. Volar la taberna por los aires iba a causar más problemas de los que solucionaría.

- ¡Eso es, un jugador debe tener sentido de la derrota! ¿Ves, Shiki? Podrías aprender un poco del chaval. - respondió el de las cicatrices, aprovechando la ocasión para lanzar una puya a su compañero más joven.

Kunie no esperó. Tenía que actuar. Clavó la mirada en el hombre del uwagi color oliva, que todavía estaba de pie. Sus ámbares le miraban con tanta fijeza que parecían querer traspasarlo allí mismo. La kunoichi alzó ambas manos lentamente, en un gesto casi ritual, y suspiró profundamente.

- Shintenshin no Jutsu.

Al instante su delicado cuerpo cayó inerte al suelo. Todos los presentes miraron a la chica, inconsciente, con evidente sobresalto. Todos menos uno. El hombre del uwagi color oliva sacó su wakizashi con un movimiento de su brazo derecho. Veloz como una centella, clavó la hoja de acero templado en el cráneo del hombre de las cicatrices. La espada perforó sin dificultad la cabeza de aquel tipo con un característico crujir de huesos. Inexpresivo, el espadachín sacó la hoja con decisión y giró el torso hacia su derecha. Fue un corte rápido, fluido y limpio, que seccionó la garganta del llamado Shiki como quien corta mantequilla. Un reguero de sangre empezó a borbotear de la herida, manchando las ropas del muchacho y también la mesa.

- Datsue-san, coge el dinero.

La expresión en el rostro de aquel hombre recordaba a una lápida de fría piedra. No se reflejaba emoción alguna en sus facciones, incluso después de haber matado a sus dos compañeros. Como un autómata, saltó por encima de la mesa y dio tres pasos raudos hacia la barra. El camarero, presagiando lo que le aguardaba, trató de resguardarse tras la pieza de madera mientras gemía.

- ¡No, no, no por favor! ¡No diré nada! ¡Por todos los dioses Hisagi, nos conocemos desde hace años!

- Sin testigos. - replicó el interpelado, ejecutando al pobre hombre con un corte tan limpio como los otros dos. Luego se acercó a Datsue, ofreciéndole el mango de su espada.- Cuando ella despierte, mátame rápidamente.

Kunie abrió los ojos de repente, incorporándose tan rápido como le permitían sus entumecidos reflejos. Inmediatamente alzó la mirada, esperando encontrar ante sí el cadáver del último hombre.
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#25
La advertencia de Kunie, que oyó alto y claro como una campana resonando en su cabeza, consiguió que dudase por un momento. No lo había convencido, pero eso dio tiempo suficiente a la kunoichi como para que realizase su plan.

Datsue oyó un golpazo a sus espaldas, como el de un saco al caer, y contempló horrorizado que su compañera estaba en el suelo, desmayada. Antes de poder comprender nada, el acero silbó al desenfundarse, y, sediento, bebió la sangre de Cicatrices. La cara de horror que el hombre compuso fue digna del mejor actor, para simplemente después pasar a la absoluta indiferencia, a la vez que caía, inerte, contra el suelo.

Captó otro movimiento. Esta vez el cuello del joven se abrió como una presa que, desbordada, empapó el suelo y al propio Datsue de su particular líquido carmesí. El Uchiha retrocedió un paso y abrió la boca. Luego la cerró, la volvió a abrir y se quedó así unos segundos, mientras su cerebro trataba de procesar lo ocurrido. Hacía tan sólo unos instantes, aquellos dos hombres estaban hablando con él. Ahora, no eran más que carne para los buitres.

- Datsue-san, coge el dinero.

Aquello fue demasiado para su cerebro embotado. ¿Por qué demonios aquel hombre le estaba ayudando? ¿Es que acaso…? Datsue miró el cuerpo de su compañera, que seguía tirada en el suelo, inconsciente. Entonces volvió a dirigir la mirada a su salvador. ¿Kunie? Pero el hombre no respondió, le quedaba trabajo por hacer. De un grácil movimiento, salto por encima de la mesa y llegó hasta el camarero, cuya cara estaba desencajada por el terror.

- ¡No, no, no por favor! ¡No diré nada! ¡Por todos los dioses Hisagi, nos conocemos desde hace años!

Tenía la vaga sensación de que debía intervenir. ¿Qué crimen había cometido aquel hombre para morir? Ninguno. Sin embargo, su cuerpo no se movió. Siempre había creído que cuando se enfrentase cara a cara con el peligro se reiría a carcajadas, pero ahora que lo veía de cerca ya no le hacía tanta gracia.

- Sin testigos. - replicó el interpelado, ejecutando al pobre hombre con un corte tan limpio como los otros dos. Luego se acercó a Datsue, ofreciéndole el mango de su espada.- Cuando ella despierte, mátame rápidamente.

¿¡Cómo!?

Miró la wakizashi, que permanecía inerte en su mano, como si de repente no supiese para qué servía, y permaneció así. Sin entender nada. Como si fuese una pesadilla de la que querría despertar.

Indudablemente, la situación le había superado.
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#26
De repente, el rostro del llamado Hisagi recobró algo de color. Como si hubiera estado muerto y alguien acabase de insuflar en él la chispa de la vida, aquella expresión de autómata desapareció por completo. Ahora parecía confuso, muy desorientado, y miraba a su alrededor sin tener claro qué había pasado. Vio como un fino reguero de sangre llegaba hasta sus botas, y al levantar la vista, se dibujó en su rostro una mezcla de miedo, sorpresa y rabia. ¿Quién había matado a sus dos compinches? Giró la cabeza y vio el cadáver del camarero, que se desangraba junto a la barra con una herida limpia en la garganta. ¿Quién había degollado a su viejo amigo? Probablemente se estaría haciendo aquellas preguntas.

- ¿Qué... Qué está pasando? - alcanzó a balbucear, todavía en estado de choque. Entonces miró hacia delante y vio al joven Datsue con su espada en la mano, tan impactado como él.- Tú... ¡Tú!

El tipo se abalanzó con furia sobre Datsue, atrapándole las muñecas con sus manos de curtido espadachín y dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre él. El Uchiha dio con la espalda en el suelo, produciendo un sonoro golpetazo. El del uwagi oliva, ahora manchado de rojo sangre, le arrebató la wakizashi sin mucho esfuerzo. Empuñándola con ambas manos, alzó los brazos.

Un grito desgarró el ambiente. No provenía de los labios de Datsue, ni del tal Hisagi, sino de la espalda de éste último. Como un rayo, Kunie se abalanzó sobre la retaguardia del espadachín. De la manga derecha de su camisa salió un afilado kunai, y ella lo clavó sin piedad en la garganta del hombre. Datsue pudo ver su expresión, encogida y antinatural, justo antes de que la chica sacara el acero y un chorro de sangre empapase al Uchiha por completo.

- ¿¡En qué mierda estabas pensando!?

Incapaz de contenerse, Kunie apartó el cuerpo inanimado del último hombre en caer y agarró a su socio por la camisa, zarandeándolo con fuerza. La sangre que empapaba las manos de ella se fundió con la que teñía las ropas del Uchiha.

- ¿¡En qué mierda estabas pensando!? - repitió.- ¡Iba a matarte, maldito imbécil! ¡Estabas a punto de morir! ¿¡Por qué no has hecho lo que te dije!?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#27
- ¿Qué... Qué está pasando? - alcanzó a balbucear, todavía en estado de choque. Entonces miró hacia delante y vio al joven Datsue con su espada en la mano, tan impactado como él.- Tú... ¡Tú!

¿Yo? —preguntó sorprendido.

Entonces llegó el caos, y Datsue lo vivió como si estuviese viendo una sucesión de diapositivas, a cada cual más cruenta. Primero, las manos de Hisagi, apretando sus muñecas como un cepo. Después, el cuerpo del hombre, que le dominaba en peso y altura, aplastándole contra el suelo. Luego la espada, que cambiando de dueño, apuntaba desde lo alto a su corazón. Y finalmente, el rostro contraído del moribundo por el horror y la sorpresa, mientras una lengua de sangre lamía su cuello.

- ¿¡En qué mierda estabas pensando!?

Las voces sonaron huecas en su mente, sin sentido. Se dejó levantar ante los zarandeos de ella, con las rodillas temblorosas, mientras la sangre palpitaba con furia en su cabeza. Entonces le dieron unas agobiantes ganas de vomitar, pero apretó los dientes y se contuvo.

- ¿¡En qué mierda estabas pensando!? - repitió.- ¡Iba a matarte, maldito imbécil! ¡Estabas a punto de morir! ¿¡Por qué no has hecho lo que te dije!?

¿Hacer lo que me dijiste? —preguntó con voz ronca—. ¡¿Hacer lo que me dijiste?! —repitió, furioso—. ¡Mira a lo que me ha llevado hacer lo que me dijiste! —exclamó, trazando un arco con el brazo que trataba de abarcar todo el garito—. ¡A una puta carnicería, joder! ¿De verdad era necesario? ¿Por unos cientos de ryos…? —preguntaba incrédulo—. ¿¡Pero a ti que te pasa, joder!?
[Imagen: ksQJqx9.png]

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Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#28
La kunoichi se puso en pie, intentando calmarse. Tenía que pensar con claridad. A su alrededor el suelo estaba manchado de sangre aquí y allá, igual que la mesa. Los cadáveres seguían vertiendo aquel líquido pegajoso, y un olor extraño invadía la taberna. A mugre, a sangre, a cadáver. A muerte. Kunie se había criado en las calles, conocía bien ese hedor. Respiró hondo una vez, dos, hasta tres veces. No era la primera vez que asesinaba a alguien, aunque sí la más sangrienta.

- ¿Hacer lo que me dijiste? - preguntó el Uchiha con voz ronca-. ¡¿Hacer lo que me dijiste?! - repitió, furioso-. ¡Mira a lo que me ha llevado hacer lo que me dijiste! - exclamó, trazando un arco con el brazo que trataba de abarcar todo el garito.-. ¡A una puta carnicería, joder! ¿De verdad era necesario? ¿Por unos cientos de ryos…? - preguntaba incrédulo-. ¿¡Pero a ti que te pasa, joder!?

- ¿Cómo te atreves...? - masculló la kunoichi, apretando los dientes.- ¡Tarado de mierda! ¡Si no te hubieras gastado todo el dinero en la primera mano, podríamos haber seguido jugando!

Furiosa por la réplica del Uchiha, Kunie se acercó a la mesa. El tacto del suelo era viscoso y desgradable. Se puso de rodillas, buscando algo debajo de la mesa. Cuando lo encontró, se irguió en toda su estatura, señalando a Datsue con un índice acusador.

- ¿¡Crees que habrías conseguido un resultado distinto con tu papelito de paz y amor!? ¡Al menos a mi manera estaremos lejos de aquí cuando lleguen los guardias!

La kunoichi respiró hondo una vez más. Tras desahogarse con Datsue, estaba mucho más tranquila, y su cabeza empezó a pensar otra vez con normalidad. Echó un rápido vistazo a la taberna y luego fue hasta la puerta con pasos veloces. La abrió ligeramente, observando el exterior del local. No se escuchaba un sólo ruido.

- Tenemos que largarnos de aquí, y rápido. - señaló la mesa empapada de sangre, como si hubieran degollado a un cerdo sobre ella.- Pero antes tienes que quitar el sello. Si nos pillan por esa tontería, la muerte de un hombre inocente habrá sido en vano.

Cerró los ojos un momento, intentando aclarar sus ideas. Podía ver con claridad los rostros de aquellos cuatro hombres que había matado ni cinco minutos antes. Joder, joder... ¡Joder! Vale. Tienes que tranquilizarte, tomar el control de la situación. Hay que esfumarse, no has dejado pruebas, nadie te encontrará. Son sólo unos borrachos de tres al cuarto... Sacó la cabeza por la puerta del local, mirando a ambos lados de la calle. Nada.
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#29
- ¿Cómo te atreves...? - masculló la kunoichi, apretando los dientes.- ¡Tarado de mierda! ¡Si no te hubieras gastado todo el dinero en la primera mano, podríamos haber seguido jugando!

Ahí estaba en lo cierto, tenía que reconocerlo. No supo porqué, quizá por la confianza que le había dado el alcohol, pero había tenido un arrebato nada inteligente en aquella jugada, y más teniendo en cuenta que había visto a Cicatrices haciendo trampas. Joder, ¿cómo fui tan burro? Pero una cosa era reconocerlo, y otra muy distinta admitirlo ante ella.

Oh, claro… —Se puso de morritos y colocó los brazos en jarras—. ¡Datsue-san, Datsue-san! —dijo con voz chillona, imitándola—. No te preocupes Datsue-san, tienes mejores cartas. Tú sube. ¡Suuubeee!

Furiosa por la réplica del Uchiha, Kunie se acercó a la mesa. El tacto del suelo era viscoso y desgradable. Se puso de rodillas, buscando algo debajo de la mesa. Cuando lo encontró, se irguió en toda su estatura, señalando a Datsue con un índice acusador.

- ¿¡Crees que habrías conseguido un resultado distinto con tu papelito de paz y amor!? ¡Al menos a mi manera estaremos lejos de aquí cuando lleguen los guardias!


Datsue no se dejó amilanar.

Ese papelito de paz y amor como dices, tiene tan sólo un radio de explosión de metro y medio, listilla —le informó, de forma deliberadamente pedante—. Era más bien una distracción, joder. Para poder huir. Y no sé qué les pasaría, pero al menos ese buen hombre de ahí seguiría vivo —aseguró, señalando al pobre camarero que yacía tras la barra.

Tras la acalorada discusión, Kunie salió afuera a comprobar que no había nadie cerca. Entonces volvió.

- Tenemos que largarnos de aquí, y rápido. - señaló la mesa empapada de sangre, como si hubieran degollado a un cerdo sobre ella.- Pero antes tienes que quitar el sello. Si nos pillan por esa tontería, la muerte de un hombre inocente habrá sido en vano.

Mierda, no lo había pensado… Ese sello explosivo tiene mi chakra.

Pues no lo puedo quitar —masculló con pesar—. Cuando se coloca un sello, o explota o... explota. No hay otra.

Se rascó la cabeza, pensativo, mientras recogía su dinero de la mesa.

¿Y si colocamos una trampa? —Era rizar el rizo de la locura, lo sabía, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Si hacía estallar el sello en aquel instante, el ruido podría alertar a los vecinos. Y dejarlo con su chakra rezumando bajo la mesa no era una opción—. Puedo atar un hilo al sello y, en el otro extremo, atarlo a la manilla de la puerta. Así, el primero que intente entrar, al abrir la puerta, el hilo tirará del sello y… ¡BUM! Adiós a la pista. Y de paso esto se vuelve todavía más caótico.
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#30
En la calle, todo permanecía en un silencio tan profundo, que Kunie no pudo evitar castigarse mentalmente por su estupidez. Si los gemidos del camarero no habían alertado a los vecinos, su discusión con Datsue seguro que no había pasado desapercibida. Mierda, joder, me he dejado llevar. Este error puede costarme muy caro... No había tiempo que perder. Se asomó por última vez para verificar que no había nadie por los alrededores, y cerró la puerta. Sin embargo, notó como el pulso se le helaba al escuchar lo que decía el Uchiha.

- Pues no lo puedo quitar —masculló con pesar—. Cuando se coloca un sello, o explota o... explota. No hay otra.

No puede ser, ¡no puede ser!, gimió para sí la kunoichi. Mientras Datsue recogía su dinero, ella trató de pensar en alguna forma de quitar el sello sin que le volase la cara. Antes de que pudiera llegar a una solución viable, el chico habló de nuevo.

¿Y si colocamos una trampa? Puedo atar un hilo al sello y, en el otro extremo, atarlo a la manilla de la puerta. Así, el primero que intente entrar, al abrir la puerta, el hilo tirará del sello y… ¡BUM! Adiós a la pista. Y de paso esto se vuelve todavía más caótico.

La primera reacción de Kunie fue fulminarlo con la mirada, clavando en él aquellos ojos, vivaces y dorados, que chispeaban con rabia. Sin embargo, pronto la chica llegó a la conclusión de que no tenían muchas más alternativas. Suspiró con resignación y asintió como única respuesta. Mientras Datsue preparaba la trampa, ella arreglaba otros detalles menores. Se quitó la camisa, manchada de sangre, quedándose con el torso semidesnudo. Que Datsue la viera en paños menores no era la mayor de sus preocupaciones en ese momento. Le dio la vuelta a la prenda, quedando las manchas de sangre ahora en la cara interior, y se la calzó de nuevo. Así al menos podría llegar hasta el hostal sin llamar la atención.

- Te sugiero que hagas lo mismo. - apuntó, dirigiéndose al Uchiha, cuyas ropas estaban también manchadas del líquido carmesí.

Luego abrió la puerta y salió al callejón. El frío de la noche notsubeña era tremendo, y más a aquellas horas de la madrugada. Empezó a tiritar ligeramente, pero apretó los dientes y trató de contener la sensación glacial que le recorría el cuerpo. Escudriñaba las sombras a ambos lados del callejón, afinando el oído y rezando porque nadie decidiese hacerse el héroe.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

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