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16/02/2016, 12:39
(Última modificación: 16/02/2016, 12:40 por Amedama Daruu.)
Su vida eran los calmantes y los paseos. Calmantes, paseos, calmantes, paseos. Así había sido desde que abandonara el hospital con el alta, y así sería hasta que la piel le doliese lo suficientemente poco como para ponerse a darle tortas a un tronco, o a correr, o a brincar. Si algo había sacado de su combate contra Nabi era la pasión y la convicción por volverse más fuerte, y el conocimiento de que había ninjas que le igualaban en fuerza, incluso le superaban, a pesar de que tuviesen la misma edad.
¿Era quizás ese afán de superación, esa curiosidad por ver hasta dónde podía llegar, lo que le impulsaba ahora a moverse hacia adelante en lugar del mero placer de desarrollar nuevas técnicas como si fueran recetas de cocina, como había sido hasta ahora?
Durante el combate con Nabi, se había dado cuenta: disfrutaba peleando. Resultaba extraño que uno disfrutase de algo que le hacía sufrir tanto. Quizás eran los calmantes, pero se había descubierto con ganas de más. De una revancha, y también de pelear contra más gente. De descubrir los movimientos de los demás, sus estilos, de retarse para superarlos.
De locos. «¿Es esto lo que impulsa a todo el mundo a trabajar en algo tan peligroso y a veces tan sucio?»
Vestía un uwagi gris y unos pantalones cómodos. Lo que no cubría esa ropa lo cubrían los vendajes, que le arropaban medio cuerpo incluyendo la mitad de la cara. Estaba sentado al borde de un cilindro de piedra de varios metros de alto y una enorme extensión: uno de los campos de combate de los dojos. Allí, tranquilo, se dejaba mecer por el viento después de un largo paseo y observaba con atención las copas de los árboles de un bosquecillo que se extendía a lo lejos.
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16/02/2016, 17:16
(Última modificación: 16/02/2016, 21:05 por Uchiha Akame.)
De repente, un objeto extraño subió por los aires hasta alcanzar la altura a la que estaba sentado el shinobi de Amegakure, quedó suspendido un momento, y luego bajó para dar con la superficie del cilindro. Si aquel chico se fijaba vería que se trataba de una mochila color caqui, que reposaba ahora en el borde de la plataforma, junto a él. Por la trayectoria, alguien debía haberla arrojado con fuerza desde abajo. Y ese alguien no tardó en aparecer, escalando la superficie cinlíndrica gracias a su control del chakra.
Era una chica algo mayor que el gennin de la Lluvia, de piel bronceada y cabellos plateados. Llevaba un peinado un tanto raro -rasurado por el lado izquierdo, y largo por el derecho- y sus ojos eran grises como la escarcha. Tenía un característico portaobjetos ninja en el cinturón que sujetaba sus pantalones color ocre, y la bandana anudada en torno a su brazo derecho la delataba como kunoichi de Takigakure no Sato.
- ¡Vaya, espero no haberte dado un mochilazo! No querría romperte una costilla o algo así. -a juzgar por su aspecto vendado, parecía que aquel chico fuera romperse como una ramita ante la más mínima brisa.
Anzu escaló el cilindro y se sentó en el borde, dejando su mochila entre ella y el chico. Tan de cerca, el gennin podría ver la desfigurada cicatriz que le cruzaba los labios, y el tatuaje de una mujer-gato en llamas que adornaba a todo color su brazo. Ella también se fijó en él, y lo reconoció de inmediato: era uno de los dos shinobi que habían hecho doble eliminación en su combate.
- Así que Hanaiko Daruu, ¿eh? Ese tal... -esperó a que Daruu completara la frase con el nombre de su contrincante, que Anzu no recordaba.- Te dio bien. ¡Menuda técnica!
Aunque lo que de verdad me intriga es esa esfera de chakra con la que lo mandaste a volar... 'Ransengan', o algo así. Parece que sorprendiste a mucha gente con ese jutsu, ¿por qué?
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Dio un pequeño respingo cuando por la periferia de su campo visual penetró un objeto color crema, e inmediatamente se arrepintió de haberlo dado. La piel en proceso de curación, seca, le tiró bajo las vendas. Gimió con fastidio, y se giró, con cuidado, para comprobar de qué se trataba. Una mochila, color caqui. Alguien la había tirado desde abajo. Iba a inclinarse para ver quién había sido, pero se le adelantó.
Era un niño, como él. O eso creía, porque en cuanto escuchó su voz descubrió que en realidad se trataba de una chica. Llevaba el pelo rasurado por el lado izquierdo y largo por el derecho, algo poco común, pero que, tuvo que admitir, le sentaba bien, le pegaba. Le pegaba a alguien que lanzaba las mochilas hacia arriba de esa manera y que hablaba con esa energía, claro, porque tampoco es que la conociera de otra cosa. Sus ojos eran grises como el acero. Quizás lo más característico fuera su piel, de color café, un color amarronado que no estaba acostumbrado ver. Poca gente era tan morena allá por el País de la Lluvia.
—¡Vaya, espero no haberte dado un mochilazo! No querría romperte una costilla o algo así.
«Pues casi. Casi me das». Negó con la cabeza.
—Así que Hanaiko Daruu, ¿eh? Ese tal...
—¿Nabi? —se vio forzado a contestar, porque la muchacha estaba esperando a que contestara.
—Te dio bien. ¡Menuda técnica!
A Daruu aquellas palabras le dolieron más que cualquier pedazo de piel quemada. Entrecerró los ojos y se pensó la respuesta, aunque desde luego lo que más tenía eran preguntas. «¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué estás hablando conmigo? ¿Qué quieres? ¿Por qué sabes mi nombre?».
Bueno, esa última no. Era obvio: la chica había asistido como público a los combates de la primera ronda.
—Yo también le di bien. —Se cruzó de brazos. Finalmente, eso fue lo que dijo.
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16/02/2016, 21:14
(Última modificación: 16/02/2016, 21:33 por Uchiha Akame.)
La joven kunoichi clavó sus ojos grisáceos en los de Daruu. Pese a que tenían ese color apagado y neutro, brillaban con la energía que le sobraba a su dueña. Los de él, en cambio, eran marrones y duros, firmes como la madera de un viejo roble. Parecían los ojos de una persona mucho más mayor que hubieran quedado atrapados en aquel cuerpecito de niño. Anzu paseó la vista por la figura del gennin: estaba vendado por varias partes, y parecía bastante malherido. A juzgar por la contestación de Daruu, no sólo su cuerpo se había resentido de la batalla.
-Yo también le di bien.
-¡No te lo tomes a mal, tío! Al principio pensé que tu Kage había amañado el combate para que te tocase contra alguien... 'especialito'. ¿Qué clase de ninja no conoce el alcance de sus propias técnicas? -respondió la kunoichi de Taki con una carcajada, recordando el momento en que el tal Nabi se había quedado corto lanzando una llamarada-. Por suerte al final fue una buena pelea, vaya que sí. Sobre todo esa técnica tuya tan curiosa... Rasengan, ¿verdad?
Calló un instante, recordando aquella esfera de chakra verdoso con la que Daruu había hecho saltar por los aires a su contrincante, estampándosela directamente en el vientre. En aquel momento, lo que más sorprendió a Anzu no fue el jutsu en sí, sino la oleada de gritos, murmullos y aplausos que le sobrevino, proveniente del graderío de Uzugakure. En ningún otro combate he visto al público ponerse así, ni siquiera en el de aquella chica que destrozó el terreno de batalla con sus propias manos.
-Una pena que no hayáis pasado ninguno de los dos. Pero, eh, anima esa cara, tío. A otras ni siquiera nos han invitado.
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Daruu respondió a la carcajada de Anzu con un mohín enfurruñado. ¿Quién era aquella tía para reirse de él de aquella manera? Para empezar, ¿por qué estaba hablando con él?
—¡No te lo tomes a mal, tío! Al principio pensé que tu Kage había amañado el combate para que te tocase contra alguien... 'especialito'. ¿Qué clase de ninja no conoce el alcance de sus propias técnicas?
Al menos aquello lo arregló un poco. Se vio forzado a sonreír a recordar aquél momento tan épico. Dios, cómo se había reído.
Por suerte al final fue una buena pelea, vaya que sí. Sobre todo esa técnica tuya tan curiosa... Rasengan, ¿verdad?
El Rasengan, sí. La primera vez que le había salido tan bien. Se miró la mano vendada y asintió, sonriendo.
—Una pena que no hayáis pasado ninguno de los dos. Pero, eh, anima esa cara, tío. A otras ni siquiera nos han invitado.
—Gracias por los ánimos. Pero eh, no tengas ninguna prisa, mejor que vayas preparada. Fíjate como he acabado yo. —Abrió los brazos y miró hacia abajo, señalando con la barbilla su cuerpo magullado y vendado—. No me has dicho cómo te llamas. Y... ¿qué haces aquí? —Una pregunta muy directa. Pero no estaba acostumbrado a tratar con gente tan abierta, a excepción de su madre. Y a su madre, obviamente, la conocía de toda la vida.
Ahora que lo pensaba, aquella muchacha tenía una personalidad muy parecida.
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—Gracias por los ánimos. Pero eh, no tengas ninguna prisa, mejor que vayas preparada. Fíjate como he acabado yo. —Abrió los brazos y miró hacia abajo, señalando con la barbilla su cuerpo magullado y vendado—. No me has dicho cómo te llamas. Y... ¿qué haces aquí? —Una pregunta muy directa.
-¡De nada, compañero! -respondió la Yotsuki, jovial-. Meh, por eso no te preocupes. ¿Qué es un buen combate sin una obligada visita a la enfermería al terminar? -agregó. Los vendajes que exhibía en manos, tobillos y rodillas bien avalaban sus palabras.
A tenor de la pregunta de Daruu, la chica se puso en pie y comenzó a estirar con tranquilidad. Cuando flexionaba las articulaciones se le marcaban los músculos, fibrosos, dándole una apariencia de lo más curtida -al menos para su corta edad-.
-Pues, ¡entrenar, claro! Kawakage-sama decidió no invitarme al Torneo, así que ahora yo he decidido demostrarle su error machacando a todos y cada uno de los perdedores de mi Aldea. ¿Te puedes creer que Datsue-san intentó amañar su combate allí en medio? ¡Delante de todos! Es pa' cagarse. Pienso quitarle las tonterías a sopapos.
Con la misma tranquilidad se quitó la chaqueta, dejando al descubierto la camisa blanca y sencilla que le cubría el torso, y la guardó en la mochila caqui. Es una suerte de mierda que nos hayamos encontrado así, Daruu-san. Me habría encantado comprobar de primera mano si pegas tan duro como parece.
-En otras circunstancias te ofrecería un asalto o dos, pero creo que no estás en condiciones. Y, ¡eh!, quiero demostrarte que yo sí tengo orgullo, y no me gusta hacer leña del árbol caído. -agregó, guiñándole un ojo para acompañar su chiste-. Aunque, la verdad... No le haría ascos a que me hicieras una demostración de esa técnica tuya. El Rasengan. Supongo que tendrás fuerzas para al menos eso, ¿no?
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Definitivamente, en algo se parecía a Kiroe aquella muchacha, y es en su facilidad para enrollarse hablando y su simpatía con los extraños. A Daruu, que le resultaba un poco violenta aquella actitud, no le quedó más remedio que dejarse arrastrar. Por lo menos la chica le estaba entreteniendo la mañana, y era bastante agradable estar con ella. Era como estar con un amigo que conoces desde hace mucho tiempo. Excepto que ese amigo te ha intentado tirar una mochila a la cabeza sin conocerte apenas unos minutos atrás.
—Meh, por eso no te preocupes. ¿Qué es un buen combate sin una obligada visita a la enfermería al terminar?
Rió. Observó con interés los vendajes de la de muchacha y sólo entonces se dio cuenta también de que era una kunoichi como él. De Takigakure.
—Pues, ¡entrenar, claro! Kawakage-sama decidió no invitarme al Torneo, así que ahora yo he decidido demostrarle su error machacando a todos y cada uno de los perdedores de mi Aldea. ¿Te puedes creer que Datsue-san intentó amañar su combate allí en medio? ¡Delante de todos! Es pa' cagarse. Pienso quitarle las tonterías a sopapos.
—No me lo puedo creer, ¿amañar un combate? ¿Delante de todos? ¡Es un absurdo! Vienes aquí en representación de tu aldea, no a desvergonzarla. Si quieres dinero, actúa bien, seguro que tu kage te asigna misiones más importantes o con mejor recompensa. Si haces quedar mal a la aldea, dudo que compense, a la larga, es sólo buscarse problemas...
Daruu se imaginó a dos combatientes, allí subidos en sus cilindros, lanzándose bolsas de dinero. Dios, qué loco.
Así que la muchacha había venido a entrenar. Y claro, él estaba en medio. Daruu se levantó, y estaba a punto de excusarse cuando la chica se estaba quitando la chaqueta para empezar. Entonces, le dijo:
En otras circunstancias te ofrecería un asalto o dos, pero creo que no estás en condiciones. Y, ¡eh!, quiero demostrarte que yo sí tengo orgullo, y no me gusta hacer leña del árbol caído. Aunque, la verdad... No le haría ascos a que me hicieras una demostración de esa técnica tuya. El Rasengan. Supongo que tendrás fuerzas para al menos eso, ¿no?
Dios santo, el chiste de la leña. «Me lo apunto», pensó, después de una larga carcajada. La muchacha le había pedido una demostración del Rasengan, pero lo cierto es que ahora recorría un sentimiento difícil de explicar por todo su cuerpo. Como si deseara superar las heridas de un plumazo y ponerse allí a pelear con ella, a descubrir de qué estaba hecha.
No había sentido tantas ganas de probarse jamás.
De locos.
Daruu suspiró, y estirándose los brazos como única respuesta afirmativa, se alejó del borde de la plaza de piedra para colocarse a unos metros de la muchacha.
—Antes dime tu nombre. Aún no lo sé. No puedo enseñarle estas cosas a una extraña. —Sonrió amigablemente.
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19/02/2016, 17:02
(Última modificación: 22/02/2016, 01:29 por Uchiha Akame.)
Anzu asintió con visible satisfacción ante las palabras del chico, que reprobaban la actitud de Datsue y le daban, básicamente, toda la razón. Menos mal, pensaba que los de Amegakure serían todos igual de estirados que el oponente de Datsue-san, pero ya veo que no. La chica se alegraba honestamente de haber coincidido con Daruu aquella mañana, aunque fuese solo por tener una oportunidad de volver a ver su técnica más devastadora. Y, aunque parecía que el shinobi tenía sus reservas, lo primero que hizo fue estirarse suavemente y tomar cierta distancia con Anzu.
¿De verdad lo va a hacer?
—Antes dime tu nombre. Aún no lo sé. No puedo enseñarle estas cosas a una extraña. —El chico sonrió amigablemente.
Anzu tuvo que contener una exclamación de júbilo. ¿Iba a mostrarle el Rasengan? ¿Así de fácil? Algo en la mirada de Daruu le decía que no eran esas sus intenciones. Ella había visto una mirada similar muchas veces, al cruzarse con un espejo. En sus ojos brillaba la anticipación de un buen combate.
-Kajiya Anzu, de Takigakure -respondió, y en su voz se podía notar la impaciencia que la embargaba-. Conozco esa mirada, Daruu-kun. Tienes los ojos de alguien... ¡que quiere combatir!
Pero ella sería fiel a su palabra. No movería un dedo si el de Amegakure no asumía toda la responsabilidad por entrenar en su estado actual.
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—Kajiya Anzu, de Takigakure
Inclinó levemente la espalda a modo de reverencia, pero también lo hizo para comprobar hasta qué punto le permitían moverse las vendas. Era un poco doloroso, pero ya hacía una semana que le habían dado el alta, y ahora sólo tenía que usar calmantes. ¿Podía luchar en ese estado?
«Moverme, quizás. Ninjutsu, sin problemas. Pero como me ensarte cualquier ataque ella, me va a hacer demasiado daño».
—Conozco esa mirada, Daruu-kun. Tienes los ojos de alguien... ¡que quiere combatir!
«Mierda, lo ha notado...»
Chasqueó la lengua, lo cual probablemente fue contraproducente. Ahora sí que le había pillado.
—No te voy a mentir, sí que tengo ganas. Pero me preocupan las heridas. ¿Qué pasa si me caigo o si me pegas tú, aunque acordemos que es sólo un sparring? No quiero saberlo —rió, y puso la mano derecha con la palma hacia arriba—. Bueno, lo prometido es deuda. Atenta.
Hubo un destello esmeralda y el viento a su alrededor se removió, como en un torbellino invisible. Análogamente, encima de su mano, múltiples hilillos brillantes de energía giraron, retozaron en una danza que formó una esfera perfecta del color de las hojas de la hierba de un día de verano.
Daruu cerró la mano, y la esfera se disolvió como por arte de magia, dejando en el aire un último suspiro de chakra que se elevó buscando el cielo.
—Eso es todo.
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29/02/2016, 14:48
(Última modificación: 29/02/2016, 18:22 por Uchiha Akame.)
La kunoichi arqueó una ceja ante la reverencia de Daruu. Qué educado, ¿quedaré como una paleta si no sé hacer una reverencia? Y, ciertamente, no sabía. Hida-sensei nunca se había preocupado de enseñarle las sutilezas del protocolo de corrección, ya fuera el de Takigakure o el de cualquier otro sitio. Con tan sólo diez meses para preparar su examen de graduación, maestro y alumna habían tenido que centrarse en materias más acuciantes.
—No te voy a mentir, sí que tengo ganas. Pero me preocupan las heridas. ¿Qué pasa si me caigo o si me pegas tú, aunque acordemos que es sólo un sparring? No quiero saberlo -rió Daruu-.
Anzu dejó escapar una carcajada sonora; le estaba cayendo bien aquel tipo.
-¡Entonces no se hable más! Nos mediremos cuando te hayas recuperado, y entonces espero que seas tan duro como en el Torneo -apuntilló la chica, guiñándole un ojo. Por experiencia sabía que algunos ninjas tenían la mala costumbre de no dar el doscientos por cien en cada entrenamiento-. No me extraña que luego hagan el ridículo, como en este evento.
-Bueno, lo prometido es deuda. Atenta.
Daruu colocó la palma derecha hacia arriba y puso cara de concentración. La Yotsuki le observaba atentamente, intentando no perderse ni un detalle. Con un destello verdoso, el aire mismo pareció agitarse en torno a aquella mano extendida. Momentos después, una esfera casi perfecta de vibrante chakra color hierba giraba a toda velocidad en la palma de Daruu.
-Vaya, sí que es una técnica impresionante. Y lo ha hecho sin sellos. Más que Ninjutsu, yo diría que se parece a mi Nintaijutsu.
Anzu prolongó su silencio unos instantes más, tratando de grabarse a fuego en la memoria la técnica que acababa de ver. El recuerdo de aquel Uchiha siendo lanzado por los aires como un muñeco de trapo todavía estaba fresco. Conocer una técnica como esa era la clase de información que podía evitarte un par de costillas rotas.
-Supongo que ahora querrás que te enseñe alguna de mis técnicas a cambio, ¿no? -preguntó la kunoichi, y en su voz se notaba el orgullo que sentía cuando hablaba de su repertorio-. Está bien, está bien... ¿Alguna vez has oído hablar del Nintaijutsu?
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29/02/2016, 18:41
(Última modificación: 29/02/2016, 18:42 por Amedama Daruu.)
Afortunadamente, Anzu se había dado por vencida con su perspectiva de pelearse contra Daruu. El argumento de que podía hacerle cualquier desaguisado con una técnica simple la había convencido definitivamente.
—Vaya, sí que es una técnica impresionante. —sostuvo la muchacha, quien quedó prendida de su técnica unos instantes mientras la observaba atentamente.
Daruu no era imbécil. Estaba claro que mostrar sus cartas era algo que ningún ninja que digne a llamarse así debería hacer. Sin embargo, todos ya habían visto su jutsu en el torneo, de hecho, esperaba que se hablase de él. Si el objetivo del encuentro era atraer la atención de los Señores Feudales y demás financiación para la aldea, ¿qué mejor manera que aquella?
—Supongo que ahora querrás que te enseñe alguna de mis técnicas a cambio, ¿no?
—Es lo justo, ¿no? —se animó Daruu, a quien aquello le gustaba. Le gustaba bastante. Se cruzó de brazos, expectante.
—Está bien, está bien... ¿Alguna vez has oído hablar del Nintaijutsu?
Nintaijutsu... No, no había oído hablar de ello, pero hasta un burro idiota podría haberse dado cuenta de que era una combinación de palabras.
—¿Ninjutsu y taijutsu a la vez? —adivinó.
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29/02/2016, 19:18
(Última modificación: 29/02/2016, 20:58 por Uchiha Akame.)
Anzu soltó un bufido socarrón ante la respuesta del gennin. Menudo lumbreras, éste seguro que no era el primero de la clase. Luego simplemente se rió de lo obvio. Se agachó y empezó a buscar en su mochila caqui; así estuvo durante un rato. Parecía mentira que, por su tamaño, aquella mochila pudiera guardar tantas cosas. Mientras la Yotsuki buscaba con avidez en los recovecos de la bolsa, Daruu alcanzó a ver algunos de los utensilios que la chica iba revolviendo de un lado para otro. Un paquete de vendas blancas, una chaqueta color ocre, un par de tarros de lo que parecían ser analgésicos, un pergamino, un libro de bolsillo con la tapa de color bambú...
-¡Aquí estás! -exclamó la kunoichi, triunfante, sacando una esfera negra de apariencia compacta, y tan grande como la palma de un hombre adulto-.
-En efecto, Daruu-san, el Nintaijutsu se basa en la aplicación del Ninjutsu a movimientos de Taijutsu para elevar el combate cercano a un nuevo nivel.
Anzu tomó la esfera con ambas manos, la dejó en el suelo y se alejó un par de metros. Formó el sello del tigre, y casi al momento se pudo oír un chasquido proveniente de la misma. Como un autómata, la esfera se abrió por la mitad, derramando una especie de sustancia viscosa y de color negro. Ascendió en una columna de limo negro y empezó a tomar la forma de un hombre adulto. En apenas cuestión de veinte segundos, aquella sustancia azabache había formado un muñeco de entrenamiento perfectamente adecuado para recibir todo tipo de palizas.
-Mola, ¿eh? ¿Tenéis cosas de estas en Amegakure? -dijo la Yotsuki, riendo-. Daruu-san, te presento a mi ayudante, que me va a echar una mano para esta demostración.
El maniquí, inmóvil, se mantuvo de pie justo frente a la kunoichi. A pesar de la viscosidad presentada en la sustancia que lo había formado, su superficie lucía ahora un tono mate, parecido al de la pizarra. Anzu hizo una reverencia cómicamente exagerada, mirando a Daruu, y luego encaró a su inerte oponente. Flexionó las rodillas, tensando los músculos de las piernas, y retrajo su brazo derecho. Empezó a escucharse el chispeante sonido de su chakra Raiton acumulándose en torno al antebrazo y parte del codo; con un estallido de electricidad, una capa de energía azulada lo envolvió por completo instantes después.
-¡Lightning Lariat!
Como una centella, la Yotsuki salió disparada hacia el maniquí y le estampó su técnica en el torso. Fue un golpe de una violencia extrema, y Daruu pudo apreciar como todos los músculos del cuerpo de Anzu se tensaban momentos después. El pecho del muñeco refulgió con brillo azul durante unos instantes, curvándose como si estuviera apunto de romperse... Luego absorbió el chakra de aquel Nintaijutsu, y recuperó su forma original.
-Mi buen amigo nunca me falla -fue cuanto dijo la chica al terminar, apoyándose en el hombro del muñeco de entrenamiento-.
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Anzu se limitó a bufar burlonamente a su respuesta.
—¡Oye!
La muchacha se rió mientras él ponía cara de pocos amigos y se agachó para rebuscar en su equipaje de color crema. Sorprendentemente, aquella bolsa parecía no tener fondo. Daruu cambió la postura con curiosidad para otear los objetos que Anzu iba dejando sobre el suelo de piedra. Unas vendas, su chaqueta, unos tarros con medicina, un pergamino, un libro...
«Madre mía, ¡no tiene fin!»
Se preguntó qué demonios estaba buscando. Sólo tenía que enseñarle una técnica, ¿para qué tanto remover?
—¡Aquí estás! —exclamó la muchacha, sacando una especie de esfera negra que bien podría haber sido una réplica sólida de su Rasengan—. En efecto, Daruu-san, el Nintaijutsu se basa en la aplicación del Ninjutsu a movimientos de Taijutsu para elevar el combate cercano a un nuevo nivel.
Cogió la bola con las dos manos y la dejó en el suelo. Se retiró un par de metros y formuló el sello del tigre. Daruu se apartó también, expectante y cauto. Dio un respingo cuando, después de un petardazo, la esfera se partió por el medio y derramó una especie de líquido espeso de color negro. Como un clon de barro aquél extraño artefacto tomó la forma de un muñeco humanoide de entrenamiento.
No hacía falta que le enseñara la técnica, con eso ya le había dejado con la boca abierta.
Mola, ¿eh? ¿Tenéis cosas de estas en Amegakure? Daruu-san, te presento a mi ayudante, que me va a echar una mano para esta demostración.
—Joder, debo reconocer que eso mola un huevo —Asintió con la cabeza—. Espero que no más que la técnica.
Anzu imitó la reverencia de Daruu exagerando los gestos, a lo que Daruu respondió con un giro de ojos impaciente, antes de girarse de nuevo hacia el muñeco de entrenamiento. Flexionó las articulaciones de las piernas y encogió el brazo derecho, que se envolvió en una capa de rayos y truenos de color añil.
«Interesante...»
—¡Lightning Lariat!
Anzu se lanzó hacia el objeto y lo golpeó en el torso con el antebrazo. El topetazo fue increíble. «No, definitivamente no me arrepiento de haber rechazado esa oferta de combate». El muñeco se había doblado hacia atrás, y Daruu ya estaba pensando en lo caro que tendría que salirle comprar tanto muñeco si siempre los usaba de esa manera. Sin embargo, el maniquí era muy listo y sabía absorber el chakra para recuperarse.
Se acercó a la maqueta y se acarició la barbilla con curiosidad.
—Mi buen amigo nunca me falla —bromeó Anzu, y se apoyó en el muñeco.
—Oye, la técnica me ha parecido impresionante, sin ninguna duda —se explicó Daruu—, pero no sé si el muñeco este me interesa incluso más. ¿Puedes apartarte un poco? ¿Me dejarías probarlo?
Dio dos pasos hacia atrás y colocó el brazo como antes. Efectivamente, la famosa esfera de chakra esmeralda brillante volvió a hilarse levitando encima de la palma de su mano.
—Eh, espera, tengo otra idea. Voy a usar mi propio muñeco —rió, al tiempo que formulaba el sello del tigre con la otra mano.
Del suelo surgió de pronto, sin avisar, a su izquierda, un muñeco de madera a escala humana. Era una réplica de Nabi, sólo que en su rostro había aparecido un llamativo bigote, frondoso y retorcido. Daruu giró rápidamente y estampó el Rasengan en el pecho del tótem. La esfera brilló unos instantes y se adhirió al muñeco, que estaba firmemente anclado en el suelo. Como si fuera un taladro del tamaño de una pelota de tenis, la esfera fue atravesando la madera alrededor de la mano de Daruu. Al final, el chico quedó con el brazo atravesando un agujero enorme a la altura del corazón de lo que podría haber sido Nabi.
—Una nota aparte: aún no he dominado la técnica por completo.
Estaba claro que se trataba de madera y no de carne humana, y no le había proporcionado ninguna resistencia con chakra, de modo que no tenía tanto mérito. Pero si había que fardar...
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1/03/2016, 18:22
(Última modificación: 1/03/2016, 18:27 por Uchiha Akame.)
La Yotsuki observó con satisfacción cómo Daruu se acercaba al muñeco de entrenamiento -o, como ella lo llamaba, 'Tonto', porque ni sentía ni se inmutaba- con aire inquisitivo. La sonrisa se le borró del rostro cuando se dio cuenta de que el chico estaba más intrigado por el funcionamiento del Tonto que por su majestuoso Lariat.
—Oye, la técnica me ha parecido impresionante, sin ninguna duda —se explicó Daruu—, pero no sé si el muñeco este me interesa incluso más. ¿Puedes apartarte un poco? ¿Me dejarías probarlo?
Anzu se limitó a apartarse del Tonto, brazos en cruz, y asentir con un escueto subir y bajar de su mentón. Puede que fuese una chica en vías de convertirse en una poderosa kunoichi, de voluntad férrea y capaz de asesinar a cuatro hombres sin pestañear, pero en aquel momento era, más que nada, eso. Una chica. Muy competitiva y -además-, en plena adolescencia. ¡Claro que le había molestado que aquel gennin pasara completamente de su técnica!
- Claro, dale -respondió, lacónicamente-.
El chico de Amegakure se dispuso a cargar otra vez chakra en su mano, tal y como lo había hecho minutos antes. Respondiendo a su orden, la vibrante esfera de energía verde se materializó allí donde él la había convocado, girando como una batidora. La sorpresa no acababa ahí. Con un deje guasón, Daruu formuló un simple sello y del propio suelo surgió un amasijo de ramas y madera pulida; la estructura se retorció de forma parecida a la esfera de entrenamiento de Anzu, hasta asemejarse a un maniquí. ¿Cómo demonios ha hecho eso? Es... ¿madera? Luego recordó cómo había visto a Daruu crear armas perfectamente funcionales a partir de madera, durante su combate con el tal Uchiha, y todo encajó. Así que de algún modo, este tío puede crear y dar forma a la madera... Qué rarito.
Sin más preámbulos, Daruu impactó su esfera contra el muñeco de entrenamiento... Con un resultado muy distinto al que Anzu había podido ver durante el combate oficial. En lugar de propulsar al Tonto por los aires, el chico de Amegakure mantuvo la esfera en contacto con el pecho de su inerte oponente. Como un taladro hidráulico, el Rasengan perforó sin dificultad la madera, hasta que finalmente quedó un bonito agujero en el pecho del Tonto.
Anzu asistió al espectáculo de aquella mortífera técnica cruzada de brazos, sin querer mostrar ni tan sólo una pizca del asombro que sentía. Fue cuando Daruu cerró la mano y aquella esfera se esfumó en el aire, que ella entendió que su enfado no era con aquel muchacho; sino consigo misma. Estaba frustrada, porque sabía que su mejor técnica no era siquiera una sombra de lo que Daruu acababa de enseñarle... Y, quiera que no, era un participante que había caído en la primera ronda. Aunque odiase admitirlo, los que habían pasado tenían que ser incluso más fuertes.
Yo... Yo... No soy para nada tan fuerte como creía. Este tío... Incluso herido ha sido capaz de usar esa técnica. Y es evidente que se contuvo en su combate para no matar al otro chico... Yo...
No sé qué hacer.
De repente volvió a la realidad. Daruu le estaba diciendo algo. Ella se limitó a asentir con gesto ausente mientras desentumecía su consciencia.
- Vaya, eso ha sido... -no supo exactamente qué decir-. Impresionante.
¿Impresionante?
Sintió unas ganas tremendas de irse de allí, como si el aire cerca de la plataforma de entrenamiento se hubiese vuelto de repente asfixiante.
- Oye, Daruu-san, creo que no voy a entrenar por hoy -dijo la Yotsuki, visiblemente incómoda y confusa-. Pero... Quisiera agradecerte lo que me has enseñado. ¿Te gusta el ramen? Mi maestro me llevó ayer a comer a un puesto que lo hace de put... muy bien. Venga, que te invito.
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Sacó el brazo del agujero y sin querer rozó la madera con las vendas. Sintió un tirón que le hizo chasquear la lengua y sujetarse el antebrazo con la otra mano.
—Vaya, eso ha sido... Impresionante. —Anzu se había quedado con la boca abierta, al menos metafóricamente. Había tardado un rato en contestarle.
—Ugh, gracias... —dijo Daruu—. Pero mejor me quedo quietecito, la bola de fuego de Nabi también era un poco asesina.
Suspiró y se sentó en el borde del cilindro, donde procedió a balancear las piernas, distraído.
—Oye, Daruu-san, creo que no voy a entrenar por hoy
«¿Huh? ¿Qué le pasa? ¿La he ofendido?»
Echó la vista atrás. Parecía molesta.
—Pero... Quisiera agradecerte lo que me has enseñado. ¿Te gusta el ramen? Mi maestro me llevó ayer a comer a un puesto que lo hace de put... muy bien. Venga, que te invito.
«Quizás es otra cosa. No invitas a ramen a alguien con el que estás molesto.»
Se echó una pequeña risa con la divertida soez que casi pronuncia Anzu. Sonrió.
—Sí, sobretodo el de curry. —Dio la vuelta sobre sí mismo y, con dificultad y unos cuantos tirones en la piel, volvió a ponerse de pie—. Pero no hace falta que me invites, eh —se excusó con la mano—. Puedo permitírmelo.
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