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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
En lo que llevaba dentro de aquel micro país apenas si había tenido el gusto de toparse con solo un par de compatriotas de Uzushio, jamás con nadie más y comenzaba a carcomerle el hecho de no haber podido relacionarse con prácticamente ningún extranjero, excepto por aquel Hyuuga pero eso fue antes de llegar al valle. «¿Será que la mayoría de los participantes son de Uzushio? »Se preguntaba la kunoichi algo desanimada mientras trotaba por un sendero no muy concurrido.

Usualmente correría por los terrenos más irregulares posibles, pero aquel día tan bonito prefirió hacerlo por el camino bastante marcado. No había motivo en particular, simplemente quiso hacerlo y ya, tampoco era que fuese a morir por hacerlo.

Luego de un buen rato la rubia llegó hasta una extensa plataforma bastante lisa. Se veía bastante magullada pero al menos se mantenía completa, por lo menos a simple vista. De todas formas Koko subió a ella y comenzó a recorrerla lentamente observando cada detalle, parecía ser un buen lugar para lanzar algunas técnicas eléctricas sin riesgo de dañar nada.

—Podría… —murmuró para sí misma tras haber recorrido más de la mitad de la plataforma.

La chica al comprobar el estado de toda la estructura se paró cerca de uno de los bordes de la misma y ejecutó una serie de sellos lentamente y recitando cada uno para sí misma en voz baja.

—Buey, liebre, mono, dragón, rata, pájaro, serpiente, perro, mono —tras concluir con ese último sello extendió su diestra y esperó a que algo sucediera.

Pero no, la electricidad no apareció y la pecosa por lo menos no entendía el motivo, después de todo estaba muy segura de haber hecho absolutamente todos los sellos y bien.
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#2
En el Valle de los Dojos estaba aconteciéndose un hito histórico, tan extraordinario como insólito. No se trataba del sol, que insuflado por la energía de Amateratsu se había propuesto reventar los termómetros y romper todos los récords de temperatura. Ni del torneo, donde las tres grandes aldeas ninja reunían por primera vez a sus gennins para algo que no fuese el examen chunnin. No, se trataba de un joven Uchiha, de cabellos recogidos en un moño y camisa remangada, tan vago como un Kusareño hibernando en invierno, y que se encontraba…

entrenando.

Quizá para un observador foráneo, aquel hecho fuese de lo más común. No para los que conocían a Datsue. No para los que sabían que algo muy gordo debía estar rondándole por la cabeza para molestarse en tales minucias, según él le llamaba.

Trescientos cuarenta y un mil pasos. Trescientos cuarenta y dos mil. Trescientos cuarenta y tres mil… —Como siempre hacía las pocas veces que se molestaba en correr, el Uchiha contaba los pasos de mil en mil, para sentirse mejor con su pésima forma física cuando caía derrotado de rodillas contra el suelo. Había optado por atar alrededor de la cabeza su camisa, en una improvisada visera que le protegiese, en parte, del abrasador sol. Su torso desnudo estaba encharcado en sudor, y el Uchiha había empezado a trotar con la cabeza echada hacia adelante, en un claro síntoma de agotamiento.

Sus ojos ya no eran capaces de mantenerse en alto. Lo único que veía era el suelo, bamboleándose de un lado a otro ante sus pasos. ¿O era él quien se bamboleaba? De pronto la superficie se volvió agresiva contra su persona. Ya no era lisa y perfecta, sino que se elevó en una trampa mortal llamada escaleras. El Uchiha salvó el primer escalón, medio tropezó con el segundo, y ya con el tercero se dio de bruces contra la extraña plataforma blanca a la que había subido.

En un último esfuerzo, giró sobre sí mismo, quedando boca arriba con los brazos en perpendicular y la camisa sobre su rostro, y emitió un último suspiro de moribundo:

Trescientos cincuenta y dos mil...
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#3
El día del comienzo de los combates del torneo se acercaba, lenta e inexorablemente. Y a cada día que pasaba, Ayame se iba poniendo más y más nerviosa. ¿Cómo iba a ser capaz de enfrentarse a otro shinobi? Y lo peor, ¿cómo iba a hacerlo ante tanta gente? Ni siquiera sabía contra quién debía combatir, ni mucho menos cuáles podían ser sus habilidades. Pero lo que tenía muy claro era que, seguramente, sería mucho más fuerte que ella. Era incluso posible que tuviera tan mala suerte que le tocara contra alguien que utilizara el elemento rayo... Con aquellas pesimistas premisas, Ayame se esforzaba cada día más, entrenaba cada día más, intentaba mejorar cada día más. Pero siempre sentía que era insuficiente. Nunca llegó a pensar que echaría de menos las lecciones de su padre o de su hermano, pero en aquellos momentos lo hacía. Incluso le habría gustado tener cerca a su tío para que siguiera instruyéndola en el uso de las técnicas Hōzuki.

«Pero estoy sola...» Se lamentaba una y otra vez, contemplando sus brazos vendados, heridos por sus arduos entrenamientos.

Afortunadamente había conseguido dominar aquella técnica que Karoi le había enseñado en el corto lapso de tiempo que habían pasado juntos. Al menos ya no se lesionaba cuando la utilizaba, e incluso resultaba ser bastante eficaz con ella, pero Ayame había preferido mantener los vendajes hasta ahora. Sólo por si acaso.

Aquel día no era diferente a los demás. Había abandonado su residencia en Nishinoya y se dirigió hacia las diferentes plataformas de combate para entrenar sus habilidades. Sin embargo, no había sido la única con aquella idea, muchas de aquellas plataformas ya estaban ocupadas por otras personas, shinobi o no, y al final Ayame se vio obligada a dirigirse a una zona algo más alejada, entre Nishinoya y Nantōnoya, donde no parecía haber tanta afluencia de gente.

—Este parece un buen lugar —se comentó a sí misma al llegar a una nueva plataforma.

Sin embargo, cuál fue su decepción al ver que ya había alguien allí.

—¡Ah! ¡Lo siento, creí que estaba libre!

La chica en cuestión era bastante tan bella como imponente, por su altura y su robustez. Su larga cabellera rubia caía sobre su espalda como una cascada de oro y sus prominentes atributos femeninos sólo se veían acentuados por la ropa ceñida que vestía.

«Otra chica guapa...» No pudo evitar pensar Ayame, hundiendo los hombros.

Iba a marcharse del lugar y a buscar otra plataforma de entrenamiento en la que no hubiese nadie, cuando un estruendo la sobresaltó. Al volverse, se dio cuenta de que alguien se había caído en las escaleras de la plataforma y ahora yacía entre sofocados jadeos con los brazos extendidos y la camiseta, fuera de su lugar habitual, tapando su rostro.

Ni siquiera se lo pensó dos veces, Ayame se acercó corriendo hacia él para socorrerle.

—¡Ey! ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?
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#4
Unos sellos y nada, otros más y nada, siguió y siguió intentando dar con los sellos y a medida que fallaba se iba poniendo más y más nerviosa hasta que finalmente una joven de cabellera oscura la interrumpió pidiendo disculpas. Cabe destacar que Koko en ningún momento se percató de que alguien se había acercado lo suficiente como para poder escucharle tan claramente así que su reacción fue un tanto más exagerada que lo que probablemente la otra joven se habría esperado.

—Ah, no pasa na… Da —no había logrado terminar la frase y la joven de Amegakure ya había dado media vuelta dispuesta a retirarse.

Realmente a la pecosa no le molestaba en lo más mínimo la idea de permitir que alguien más emplease aquella plataforma, después de todo solo iba a intentar practicar un poco de ninjutsu y mientras no hubiese agua no debería suponerle ningún riesgo a nadie, sin mencionar que era una superficie bastante grande, dos kunoichis practicando algunas cosillas no debería suponer problema.

«Bueno, como quieras »pensó la rubia sin darle mayor importancia. Probablemente se olvidaría de aquella intervención más al rato, a saber.

Siendo así, Koko regresó a lo suyo y al formular una serie de sellos al fin dio con los necesarios para la técnica que pretendía utilizar todo ese rato. Ya la había aprendido hacía un par de semanas y la utilizaba perfectamente en cada práctica con Hideo, pero por algún motivo aquel día se le habían olvidado los sellos exactos, por lo menos hasta ahora, pues el Chidori en su diestra era perfectamente visible.

—Claro, si te olvidas algunos sellos… —se dijo a sí misma en un murmullo mientras esbozaba una sonrisa de medio lado.

Mantuvo la técnica por un par de segundos, lo ideal habría sido hacerlo en movimiento e impactarla contra algo, pero romper aquella plataforma no parecía ser buena idea, y de todas formas no sabía a ciencia cierta si podría o no hacerlo. De igual manera, toda su concentración se esfumó en cuanto volvió a escuchar a la chica hablar.

«¿Y ahora? »se preguntó alzando la vista para encontrarse con que alguien yacía en el suelo, bastante agitado.

Ni bien presenció aquella escena la rubia corrió hacia ambas siluetas dispuesta a ofrecer su ayuda, pero lamentablemente en cuanto estuvo prácticamente al alcance de aquel que yacía tumbado le pudo reconocer y una mueca de desagrado se le dibujó en el rostro.

—¡Mierda! ¿¡A ti también te llamaron!? —Exclamó la kunoichi bastante alterada y señalando incriminatoriamente al chico.
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#5
¿Se podía tener peor suerte? De todos los posibles testigos que podían presenciar su bochornosa caída, tenía que ser precisamente una chica la que lo hiciese. El Uchiha maldijo por lo bajo, mientras apartaba lo suficiente la camiseta de su rostro como para ver con un ojo.

Unos enormes orbes color avellana estaban sobre él, observándole con una expresión entre curiosa y preocupada. Sin embargo, no tuvo tiempo a responder. Oyó otra voz femenina, y unos pasos que se precipitaban también hacia su posición.

¿Noemi? —Con voz cascada, respondió a su pregunta con otra pregunta. Entonces su visión se aclaró lo suficiente como para distinguir las pecas en su piel—. Ah… Koko.

No sabía si alegrarse o no. Con Noemi, los Dioses lo sabían, había terminado de la peor manera posible. Pero había cierto dicho en Uzu: los que mucho se pelean, es porque algo se desean. De Koko, sin embargo, solo había obtenido la más absoluta indiferencia. «Bueno, y la casa limpia.»

Estoy bien, no os preocupéis —respondió, todavía tumbado—. Creo que… me ha dado un golpe de calor. Quería cruzar el valle entero mil veces, pero al final solo me quedé en novecientas noventa y nueve… —se excusó, con una tímida sonrisa, ahora al descubierto tras arrastrar la camisa sobre su pecho. En parte exageraba su situación, y en parte realmente estaba agotado como si hubiese corrido un auténtico maratón. Tenía la frente perlada en sudor y la boca seca y pastosa—. No tendréis un poco de agua, ¿verdad? Estoy más sediento que un Ameriense en el desierto.
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#6
—¡Mierda! ¿¡A ti también te llamaron!? —exclamó la rubia, que se había acercado a todo correr.

Ayame se volvió hacia ella, extrañada.

—¿Qué? ¿Le conoces? —preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.

No conocía el por qué de aquella reacción, pero parecía enormemente disgustada con la presencia del otro chico. Ahora que podía fijarse con mayor detenimiento, la chica rubia llevaba una bandana ninja con el símbolo de Uzushiogakure atada al cuello. Probablemente, y dada su reacción, ambos eran shinobi de la misma aldea.

¿Noemi? —farfulló el chico, con voz cascada—. Ah… Koko —Pareció corregirse entonces, como si se hubiera equivocado de primera mano—. Estoy bien, no os preocupéis. Creo que… me ha dado un golpe de calor. Quería cruzar el valle entero mil veces, pero al final solo me quedé en novecientas noventa y nueve… —se excusó, con una tímida sonrisa, ahora al descubierto tras arrastrar la camisa sobre su pecho.

—¡¿Qué?! ¿Novecientas noventa y nueve? ¡Pero es una locura! ¿Cuánto tiempo llevas en marcha? ¡Este valle es enorme! —exclamó Ayame, claramente alarmada. Si ya le suponía varias horas de viaje ir desde Nishinoya y el Estadio de los Dojos, que estaba en el otro extremo del valle, ¿cómo era posible que lo hubiese hecho tantas veces?

—No tendréis un poco de agua, ¿verdad? Estoy más sediento que un Ameriense en el desierto.

—¡Yo aún tengo!

Ayame se apresuró a rebuscar en la bolsa que llevaba consigo. No había estado tan loca como para salir a entrenar bajo aquel sol abrasador sin una gota de agua que llevarse a los labios, pero parecía que no todos eran tan precavidos como ella. Ipsofacto, sacó una botella de agua y se la tendió al chico.

—Estará un poco calentorra por el calor que hace pero... espero que sirva. ¿Seguro que estás bien? Quizás deberíamos llevarte a Sendōshi. Allí seguro que hay algún médico que pueda atenderte...
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#7
Ah… Koko. —Definitivamente había sonado desilusionado por no estar delante de Noemi, pero ¿por qué? Si aquellos dos se llevaban horriblemente mal y Koko por lo menos no le había hecho absolutamente nada, aunque sí que se había sentido sumamente perturbada al encontrarse que un completo desconocido la reconoció con solo una mirada rápida e incluso se sabía su nombre. Para rematar, ese chico era una amistad de Datsue, simplemente por eso era que no podía fiarse demasiado del Uchiha que permanecía en el piso balbuceando algo de un entrenamiento.

No dijo absolutamente nada al respecto, pero su mirada cambió drásticamente por una algo más relajada, aunque también incrédula, después de todo era extraño eso de las mil vueltas al valle y que estuviese tan bien como para ponerse a hablar de esa forma. Es cierto que estaba agitado pero de haber dado todas esas vueltas y sin agua muy probablemente ahora mismo estaría muerto.

—¿Por qué será que no te creo? —Comentó sin interrumpir a la de Amegakure.

Una de las cejas de la pecosa se alzó levemente en lo que esperaba una respuesta por parte del Uchiha, pero sin lugar a dudas lo más sorprendente habían sido las reacciones de la desconocida, parecía ser que se había creído cada palabra de Datsue sin ningún problema.

Justo para cuando Ayame mencionó lo del médico para Datsue, la rubia recordó que nadie había presentado a nadie, es decir, ahora mismo la de Ame estaría hablando con un par de desconocidos de otra aldea y seguro esperando que ninguno se mostrase hostil con ella. De todas formas, la chica se giró hacia la de cabellos oscuros y con una sonrisa amigable en el rostro habló.

—Un gusto, por cierto —dijo tendiéndole la mano a la chica—Me llamo Kageyama Koko.

Nunca venían mal las presentaciones, incluso si eso implicaba pasar por alto completamente el estado deplorable en el que un compatriota se encontraba.
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#8
—¡¿Qué?! ¿Novecientas noventa y nueve? ¡Pero es una locura! ¿Cuánto tiempo llevas en marcha? ¡Este valle es enorme!

El Uchiha hizo un gesto con la mano, como quitándole importancia.

Bah... Tampoco te creas que tanto —respondía, como si aquello fuese su pan de cada día—. Aunque más de lo que mi cuerpo podía soportar, por lo que se ve…

¿Por qué será que no te creo? —le interrumpió Koko. Cómo no, una Sakamoto ahogándole la fiesta. ¿Por qué se sorprendía?

Porque eres Sakamoto —respondió, sin poder contener su lengua—. Aparte de hermana de Noemi. —Aquella era una combinación que no podía ser nada buena. Koko parecía ser mejor persona, pero aparte de la belleza también parecía haber heredado esa tozudez que tanto caracterizaba a su hermana y que tanto crispaba al Uciha. No importaba que soltase verdades como templos o mentiras tan grandes como montañas, ellas nunca le creían.

Agradeció, sin embargo, a la simpática desconocida por la botella de agua, aceptándola de buen grado. Dio sendos tragos de ella, y pese a que no le faltaba razón en que se había calentado con el sol, le sentó de maravilla. Luego se la devolvió y trató de incorporarse, quedando finalmente sentado, y se vistió la camiseta sobre un torso casi ya seco del sudor por el tremendo calor que hacía.

Pues, no sé… —respondió, ante la sugerencia de la muchacha de ir a Sendōshi a que le viese un médico. Estaba bien exagerar y dar un poco de pena, pero tanto…—. Diría que es peor el remedio que la enfermedad. En mi estado actual no creo ni que diese diez pasos seguidos…

»Yo soy Uchiha Datsue, por cierto. Aunque mis compañeros de Villa me conocen como Datsue el Intrépido o Datsue el Bardo.
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#9
—Bah... Tampoco te creas que tanto —respondió él, como si fuera lo más normal del mundo hacer un esfuerzo tan titánico como aquel—. Aunque más de lo que mi cuerpo podía soportar, por lo que se ve…

—¿Por qué será que no te creo? —le interrumpió Koko, evidentemente incrédula ante las palabras de su compañero.

—Porque eres Sakamoto —replicó él—. Aparte de hermana de Noemi.

Ayame se removió en su sitio, incómoda. Estaba asistiendo como espectadora a una clara muestra de hostilidad entre dos personas que debían ser compañeros de la misma aldea y de los que desconocía sus situaciones personales. Ni siquiera podía estar segura de si él decía la verdad en cuanto a sus hazañas o simplemente estaba siendo un fanfarrón, pero no podía dejarle tirado allí de cualquier manera, abandonado. Aunque no le conocía, sentía la necesidad de ayudarle.

Sin embargo, ante la sugerencia de acompañarle a Sendōshi a buscar un médico, el chico torció el gesto.

—Pues, no sé... Diría que es peor el remedio que la enfermedad. En mi estado actual no creo ni que diese diez pasos seguidos…

Ayame pegó un respingo, alarmada.

—Un gusto, por cierto —intervino de repente la joven rubia, tendiéndole la mano—. Me llamo Kageyama Koko.

—Yo soy Uchiha Datsue, por cierto. Aunque mis compañeros de Villa me conocen como Datsue el Intrépido o Datsue el Bardo.

—Ah... ¡Ah! Lo siento, mis modales... —farfullaba Ayame, con un hilo de voz, estrechándole la mano a Koko—. Yo soy Aotsuki Ayame. Pero... —se volvió hacia Datsue, que después de haber bebido agua se incorporó hasta quedarse sentado y volvió a vestirse la camiseta que hasta el momento cubría su rostro—. ¿No puedes caminar? ¡Con más razón entonces hay que buscar ayuda! —insistió, mirando a Koko y a Datsue de forma alternativa y atropelladamente añadió—: Una de nosotras debería quedarse con él y la otra acercarse al pueblo y buscar ayuda y...
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#10
Técnicamente el Uchiha estaba equivocado, la chica no era Sakamoto, era Kageyama, aunque si vamos a lazos sanguíneos y eso sí, estaba emparentada con aquel grupete de gente perfeccionista aunque para el gusto de aquel hombre ella al menos estaba muy lejos de cumplir con aquella idea de perfección que los de ese clan perseguían. De todas formas, no le molestaba en lo más mínimo que le dijeran Sakamoto con desprecio, le daba igual, no se avergonzaba para nada de sus raíces.

Lo de ser hermana de Noemi simplemente no supo cómo interpretarlo, en respuesta simplemente alzó una ceja y dejó morir el tema allí mismo.

De todas maneras, la kunoichi prefirió no montar una escena allí mismo frente a la de Amegakure y procedió a presentarse, a lo que Datsue la secundó soltando unas afirmaciones extrañas que nuevamente, ella no se creía para nada. «Lástima que no tengas madera de bardo »pensó sin siquiera dar indicios de disgusto, desprecio ni nada, simplemente permaneció con la mirada en la otra joven y esbozando aquella agradable sonrisa, casi como si fuese real lo que el chico decía.

Aun así, aquella que se presentó bajo el nombre de Aotsuki Ayame insistía en llevarse al shinobi a por ayuda médica, o lo que fuese.

—No te compliques —le dijo tranquilamente a la de cabellos oscuros mientras se ubicaba justo delante del Uchiha aunque dándole la espalda—. Ya lo llevo yo.

Tras aquel agregado, Koko se agachó justo delante del chico a la espera de que subiese.

—Sube —indicó por si hacía falta para que entendiese la señal.
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#11
Datsue se quedó embobado observando como ambas kunoichis discutían sobre qué hacer con él, allí sentado, como si fuese un crío de cinco años cuya opinión no importase. Una estaba más preocupada, en un mar de dudas sobre cuál sería la mejor opción; mientras que la otra fue tan resolutiva como apática. Curiosamente, la indiferente era su propia compañera de Aldea y no la extranjera.

Bueno, si insistes… —dijo, ante la oferta de Koko de un viaje cómodo y descansado hasta Sendoshi. Pasó sus antebrazos sobre los hombros de la kunoichi y rodeó su cuello con las manos, viéndose alzado de pronto con una facilidad pasmosa, mientras su dignidad quedaba atrás, en el suelo. No la echó en falta—. ¿Vienes con nosotros, Ayame? —preguntó, educado… y no menos interesado—. Nunca he conocido a una kunoichi de Amegakure y sería estupendo aprovechar este infortunio para conocer un poco más de vuestra rica cultura…«Y ya de paso si te dejas unas cuantas monedas en la Porra… mejor que mejor»
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#12
—No te compliques —intervino Koko, al tiempo que se colocaba justo delante de su compañero—. Ya lo llevo yo. —Se agachó, ofreciéndole la espalda—. Sube.

—¿Pero vas a poder con él...? —preguntó Ayame, dubitativa, aunque no quería dudar de la fuerza que podían tener los brazos y el cuerpo de aquella kunoichi.

Sin embargo, Datsue no se lo pensó dos veces.

—Bueno, si insistes… —dijo, pasando sus antebrazos sobre los hombros de la kunoichi y rodeando su cuello con las manos. Fue entonces cuando Ayame comprobó que sus dudas estaban totalmente infundadas. Koko levantó a su compañero como si fuera un muñeco de trapo o un niño pequeño—. ¿Vienes con nosotros, Ayame? —le preguntó, de repente—. Nunca he conocido a una kunoichi de Amegakure y sería estupendo aprovechar este infortunio para conocer un poco más de vuestra rica cultura…

—C... ¡Claro! —exclamó ella, ligeramente sobresaltada—. De todas maneras no me sentiría cómoda dejándoos abandonados ahora.

Echaron a andar bajo la inclemencia del sol de verano, de camino a Sendōshi. Cuando Ayame había salido de Nishinoya aquella mañana, lo último que había esperado era que su programa de entrenamiento se viera interrumpido por socorrer a un shinobi de Kusagakure. Pero no sentía ninguna pena por ello. En aquellos momentos, lo más importante era su recuperación.

—¿Vosotros también vais a participar en el Torneo de los Dojos? —intervino para romper el hielo, aunque enseguida se dio cuenta de lo estúpido de su pregunta. ¿Por qué si no iban a estar allí? ¡Sólo los propios habitantes y los participantes del torneo tenían permitido estar allí durante aquellos días![/color]
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#13
La verdad era que Koko tenía sus dudas de si iba a poder o no aguantar el peso del shinobi durante todo el trayecto, pero enorme fue su sorpresa al momento de levantarse con él sobre su espalda ya que casi no sintió el peso e incluso perdió un tanto del equilibrio por haberse levantado con más fuerza de la necesaria.

Con eso ya sus dudas sobre el supuesto entrenamiento que Datsue planteó se habían despejado. «Fue todo mentira »pensaba mientras muy lentamente giraba la cabeza en busca de hacer contacto visual con el contrario.

—¿Acaso entrenas alguna vez? ¿Y comes bien…? —Preguntó en voz baja pretendiendo que aquello solo lo escuchase el chico. Sonaba también preocupada.

Había sido sencillo en exceso para la rubia y eso definitivamente era preocupante, más considerando que ella conocía su fuerza y tenía en claro que no era nada tan destacable.

De cualquier manera, allí estaba la de Amegakure a quién no podían simplemente ignorar, menos si uno le daba charla y ella la seguía. En otras palabras, la preocupación de Koko tendría que esperarse hasta otro momento.

—Eh… Sí, aunque nunca pelee contra nadie —confesó para luego percatarse de que podría haber sido un error el haber contado semejante cosa—. Al menos frente a tantas personas —añadió en un intento por ocultar su pequeño error.

Esperaba que el asunto quedase zanjado y que ninguno de los dos le diera verdadera importancia al comentario, aunque en cierto modo no había dicho nada realmente relevante salvo por la falta de experiencia.
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#14
¿Acaso entrenas alguna vez? ¿Y comes bien…?

Datsue bajó la mirada, como apenado y avergonzado al mismo tiempo. Sin embargo, su táctica de dar pena con tan solo su rostro le salió mal desde el mismo momento en que sus ojos se toparon con el escote de la kunoichi, teniendo que apartar rápidamente la mirada para evitar que la cosa fuese a mayores…

P-pues… —murmuró, todavía aturdido por semejante visión—. Lo cierto es que estoy pasando por una serie de dificultades… económicas. No puedo comer todo lo que me gustaría… ni lo que debería —susurró, al oído de Koko. Ya que eran vecinos, y pese a que Koko tenía unos prontos que el Uchiha todavía no era capaz de prever ni entender, él dejó caer la indirecta. Con suerte, se la encontraría cocinando en su casa del mismo modo que se la encontró limpiando su piso. Y si ya traía ella la comida… Los ojos del Uchiha se iluminaron por la avaricia. Eso significaban muchos ryos ahorrados.

Emprendida la marcha, y con Ayame a su lado siguiéndoles, kunoichis y shinobi se dirigieron a Sendōshi, la capital del Valle de los Dojos. Un lugar que Datsue todavía no había visitado, pero que tenía ganas de hacerlo desde que había oído las maravillas que se decían sobre su área comercial. ¿Y qué mejor que hacerlo sin mover un solo dedo? Tan contento como estaba por cómo se estaban desarrollando las cosas, el Uchiha tuvo que hacer un esfuerzo titánico para contenerse y no gritarle a Koko: Arre, borrico, ¡arre!

Dudaba que a ella le resultase tan gracioso como a él.

Perdido en sus pensamientos, Ayame fue la única que logró sacarle de su ensimismamiento, preguntando si ellos también participarían en el torneo.

Sí, yo también participaré —respondió, tras las palabras de Koko—. Y hablando de eso… —Ayame se lo había puesto en bandeja, no podía desperdiciar una oportunidad así—. Estoy haciendo una porra para el torneo. Algo totalmente amistoso e inocente, por supuesto —aclaró, mientras se aupaba un poco más en la espalda de Koko, ligeramente incómodo—. Para fomentar las relaciones entre las Villas y la confraternización. Creo que es una buena idea para ir conociéndonos todos un poco mejor, y me gustaría que todos participasen, aunque solo fuese con una cantidad simbólica… ¿Qué me decís? —preguntó, a ambas—. Oh, pero antes os informo de a cómo están las apuestas. Atentas porque esto es una oferta inmejorable. Por cada ryo apostado a que cualquier Kusareño se alce con la victoria final… —Datsue se inclinó hacia Ayame, como si estuviese a punto de revelarle un secreto ancestral—, ¡os llevaréis diez! —exclamó, pletórico—. Nunca habíais visto semejante ganga, ¿verdad? Por un Uzureño, en cambio, os llevaríais tres ryos por ryo apostado. Excepto si ese Uzureño es Akame el Profesional. Si apostáis por él solo os llevaríais dos. Al igual que si apostáis por un Ameriense, excepto por una chica llamada Aiko. Por ella se paga un ryo por cada diez apostados.

Tras informarles de todos los porcentajes, el Uchiha calló, expectante e ilusionado por ver sus reacciones.
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#15
A Ayame le pareció oír un sutil bisbiseo entre Datsue y Noemi, algo sobre que él no estaba pasando por un buen momento o que no conseguía la suficiente comida. Pero no consiguió escuchar los detalles, y aunque la curiosidad le estaba royendo las entrañas, no quiso entrometerse en asuntos que no la concernían.

O al menos, eso es lo que pensaba su lado racional. Porque cuando sus impulsos la vencieron y estuvo a punto de abrir la boca, fue Koko la que la cortó al responder a su pregunta.

—Eh… Sí, aunque nunca pelee contra nadie —confesó ella—. Al menos frente a tantas personas.

Ayame no había podido evitar abrir los ojos de par en par, estupefacta. Al ver a Koko, tan musculada y tan fuerte, la tenía como alguien experta en el combate. Alguien que hubiese vencido con sus propias manos a incontables oponentes. Pero parecía que se había equivocado con su primera impresión.

—La verdad es que no sé cómo voy a llevar eso de combatir delante de tanta gente... —confesó, rascándose la nuca con cierto apuro—. No estoy acostumbrada a tener público... y el solo pensar que voy a tener miles de ojos puestos en mí, pendientes de cada uno de mis movimientos, me pone los pelos de punta.

—Sí, yo también participaré —respondió también Datsue—. Y hablando de eso… Estoy haciendo una porra para el torneo. Algo totalmente amistoso e inocente, por supuesto. Para fomentar las relaciones entre las Villas y la confraternización. Creo que es una buena idea para ir conociéndonos todos un poco mejor, y me gustaría que todos participasen, aunque solo fuese con una cantidad simbólica… ¿Qué me decís?

Ayame levantó una ceja, escéptica.

—Oh, pero antes os informo de a cómo están las apuestas —siguió hablando el chico—. Atentas porque esto es una oferta inmejorable. Por cada ryō apostado a que cualquier Kusareño se alce con la victoria final… —Datsue se inclinó hacia Ayame, como si estuviese a punto de revelarle un secreto ancestral, y ella le miró con cierta curiosidad—, ¡Os llevaréis diez! Nunca habíais visto semejante ganga, ¿verdad? Por un Uzureño, en cambio, os llevaríais tres ryōs por ryō apostado. Excepto si ese Uzureño es Akame el Profesional. Si apostáis por él solo os llevaríais dos. Al igual que si apostáis por un Ameriense, excepto por una chica llamada Aiko. Por ella se paga un ryō por cada diez apostados.

A Ayame se le iluminó la bombilla en el cerebro.

—¡Aiko! ¡A ella la conozco! ¡Me ayudó a aprobar mi ex...! Quiero decir... —se excusó rápidamente, antes de revelar su vergüenza como repetidora en la academia ninja—. ¿Por qué sólo un ryō por ella?
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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