31/08/2020, 18:11
Fue un día agotador. Fue un día terrorífico. No solo para los actores principales, o para el resto de participantes de aquel evento de los dojos; locales de comida convertidos en refugios improvisados, dojos transformados en hospitales de emergencia, gente corriendo despavorida y aterrada frente a los grandes estruendos provenientes de estadio central. Cuando el gran dragón rugió en el estadio, y el tiempo pareció haberse detenido para todos, rompiendo cualquier presente y posible futuro venidero, tanto para civiles como para los ninjas.
Lo peor de aquello, no fue el destrozo en sí del lugar, fue el aterrador mensaje que habían mandado entre líneas: Nadie estaba a salvo. ¿Quieres poner el grito en el cielo? ¿Qué todo el mundo escuche lo que tenías que decir? ¿Qué todos te teman? Que mejor lugar, que donde estaban prácticamente todas las fuerzas militares de todos los países reunidas; humillarlas a ellas y a sus más altos cargos.
El daño de los edificios sería fácilmente contable, sin importar lo elevado que fueran aquellas cifras. El de víctimas y las vidas, podría llegar a contarse también, aunque puede que algunos de estos fueran de forma indirecta; gente dañándose al huir, tropezando y cayendo, haciéndose alguna herida en el mejor de los casos, y fracturándose varios huesos o muriendo bajo una marabunta de gente aterrada en el peor. Los daños psicológicos de aquellas perdidas, serían difíciles de determinar. Pero una vez más, el daño más alto e incalculable, sería la autoridad de las villas que se proclamaban como protectoras y a quien pedir una mano en pos de ayuda, y el honor de estas mismas, por ser incapaces de haber evitado que algo tan terrible como aquello sucediera.
Las tazas estaban servidas en la pequeña mesa de la habitación de Ren, Nanashi terminaba de servir un té tanto a él como a Oda, a Ren le compraron un refresco de Ame-cola de camino a su cuarto. La joven todavía no había siquiera destapado la botella, la aferraba entre sus manos temblando con suavidad; los dos adultos compartieron una clara mirada de preocupación.
— Ren... Lo que ocurrió...
Le costaba mirarla a los ojos; a los dos le resultaba difícil. Le resultaba imposible mirarla y decirle que no iba a pasar nada, que todo estaría bien, que los causantes serían detenidos y llevados a la justicia. ¿Una mentira piadosa? Parecieron compartir por un momento aquel pensamiento con una mirada, pero ambos sabían que no serviría de nada.
— ¿Que querían esa gente? ¿Por qué nos atacaron?
— No lo sé; en unos días los Kages así como los señores feudales, se pronunciaran — Mentía, tal vez no supiera el motivo principal que les impulsaría, pero sabía que querían demostrar su superioridad ante las aldeas.
Ren sabía que mentía, Oda siempre sabía o tenía una gran corazonada sobre todo lo que la joven le preguntaba; si mentía era porque había algo que se le escapaba entre las manos. La genin había empezado a arrancar descuidadamente la pegatina que rodeaba toda la botella, en señal de desesperación, pero los dedos le fallaban. El temblor no cesaba.
— Lo hiciste bien — tanto la joven como el más mayor de los tres, miraron sorprendidos a Nanashi ¿A qué venía eso?— Combatiste bien en el estadio — añadió para volver a sorber de su taza.
—¡¿Y ESO DE QUE COÑO ME SIRVE?! ¡NO PUDE AYUDAR A NADIE! — golpeó la mesa poniéndose en pie.
— Fuera también lo hiciste bien; no tenías oportunidad, no podías hacer nada. Marcharte y no ser un estorbo era la mejor opción
—¿¡PRETENDES QUE ME DEDIQUE TODA MI VIDA A HUIR!? ¡¿DE CUALQUIER PELIGRO?! ¡¿DE AQUEL HOMBRE?! ¡¿DE MI PADRE TAMBIÉN?!
Un sonoro golpe adornó su mejilla, que posteriormente la enrojecería. Oda quedó completamente pasmado; los tres sabían que Nanashi jamás le había puesto la mano encima a Ren, por mucho que se enfadara; quiso intervenir pero la curiosidad por ver a donde quería llegar Nanashi en aquel momento, era mayor.
— ¿Y si te llegas a morir allí? ¿Qué? ¿Qué hacemos nosotros? Te digo que lo hiciste bien porque tienes potencial, puedes llegar lejos. Pero morirte no sirve de nada; saber retirarte cuando debes es igual o más importante que una victoria, luchar hasta caer de rodillas, perdiendo el último de tus alientos. Eso no es solo una derrota; eso es ser un completo imbécil y un descerebrado. — se levantó trás terminar su vaso, mientras la joven permanecía en shock viéndole incrédula con sus ojos azulados. — Si el día de mañana te vuelves más fuerte gracias a que huiste en aquel pasillo, si el día de mañana salvas una vida por ello. Habrá merecido la pena — hizo un suave gesto sobre su propia ropa, arreglándose las arrugas. — Puedes llegar lejos, pero debes comprender que no siempre debes combatir hasta perder todas tus fuerzas. Deber conocer tus limitaciones, tus cartas, y saber jugar con ellas
Ren solo podía acariciarse la mejilla enrojecida por el dolor, sin tener clara que hacer. Era la primera vez que algo así le ocurría y se sentía confusa.
— Seguramente entre hoy y mañana evacuen todo el Valle. Este torneo ya ha perdido todo su sentido, tenlo todo preparado para mañana a primera hora. Nos volveremos a Amegakure; si te metes en un lío porque todavía debas estar aquí hasta un anuncio oficial o alguna estupidez por el estilo, yo cargaré con la culpa. Pero me niego a que pases más rato aquí y pongas en riesgo tu vida. Que asco de Kages y de Señores Feudales ¡Si no son capaces de controlar a un par de idiotas qué juegan a los libertadores, no deberían haber convocado el torneo! ¡Siempre igual, es-!
— Nanashi; ya basta, les debemos lealtad te guste o no.
Durante su enfado, Nanashi se había puesto en pie y caminaba de un lado a otro agitado, Oda le detuvo agarrándole de un brazo con seriedad, entendía su enfado mejor que nadie y le hubiera dejado berrear durante el tiempo que hiciera falta para que se calmara, pero sabía que debía detenerlo para que Ren no aceptara ideas equivocadas; una pequeña chispa de inspiración, podía provocar un enorme incendio. Como aquellos que atacaron el estadio.
Tras unos segundos, con el brazo agarrado por su amigo, hizo un poco de fuerza en el brazo para liberarse, y volver a mirar a la joven.
— Mañana nos marchamos. A primera hora. Tenlo todo listo
— ¡N-No puedo! ¡D-Debería decirselo a Hana! — afirmó alzándose claramente preocupada.
El "chef" como el mismo se denominaba, suspiro acariciándose los ojos con las manos; Ren insistiría hasta que le dejara verla y eso podría llegar a suponer más problemas para todos, y si le mentía cuando se destapara la verdad sería peor.
— La buscaré y le daré una dirección de correo para que te puedas escribir con ella — la joven sonrió aliviada y él abrió la puerta dispuesto a marcharse, haciéndole un gesto a Oda para que le siguiera — Recuerda, mañana a primera hora. Oda, vamos a buscar a Hana
— Descansa, pequeña. El viaje será largo y necesitarás fuerzas.
La puerta se cerró tras ellos, y Ren no pudo evitar esbozar una sonrisa completamente aliviada. Le costaría conciliar el sueño tras lo acontecido aquel día, pero dormiría profundamente calmada.
Lo peor de aquello, no fue el destrozo en sí del lugar, fue el aterrador mensaje que habían mandado entre líneas: Nadie estaba a salvo. ¿Quieres poner el grito en el cielo? ¿Qué todo el mundo escuche lo que tenías que decir? ¿Qué todos te teman? Que mejor lugar, que donde estaban prácticamente todas las fuerzas militares de todos los países reunidas; humillarlas a ellas y a sus más altos cargos.
El daño de los edificios sería fácilmente contable, sin importar lo elevado que fueran aquellas cifras. El de víctimas y las vidas, podría llegar a contarse también, aunque puede que algunos de estos fueran de forma indirecta; gente dañándose al huir, tropezando y cayendo, haciéndose alguna herida en el mejor de los casos, y fracturándose varios huesos o muriendo bajo una marabunta de gente aterrada en el peor. Los daños psicológicos de aquellas perdidas, serían difíciles de determinar. Pero una vez más, el daño más alto e incalculable, sería la autoridad de las villas que se proclamaban como protectoras y a quien pedir una mano en pos de ayuda, y el honor de estas mismas, por ser incapaces de haber evitado que algo tan terrible como aquello sucediera.
Las tazas estaban servidas en la pequeña mesa de la habitación de Ren, Nanashi terminaba de servir un té tanto a él como a Oda, a Ren le compraron un refresco de Ame-cola de camino a su cuarto. La joven todavía no había siquiera destapado la botella, la aferraba entre sus manos temblando con suavidad; los dos adultos compartieron una clara mirada de preocupación.
— Ren... Lo que ocurrió...
Le costaba mirarla a los ojos; a los dos le resultaba difícil. Le resultaba imposible mirarla y decirle que no iba a pasar nada, que todo estaría bien, que los causantes serían detenidos y llevados a la justicia. ¿Una mentira piadosa? Parecieron compartir por un momento aquel pensamiento con una mirada, pero ambos sabían que no serviría de nada.
— ¿Que querían esa gente? ¿Por qué nos atacaron?
— No lo sé; en unos días los Kages así como los señores feudales, se pronunciaran — Mentía, tal vez no supiera el motivo principal que les impulsaría, pero sabía que querían demostrar su superioridad ante las aldeas.
Ren sabía que mentía, Oda siempre sabía o tenía una gran corazonada sobre todo lo que la joven le preguntaba; si mentía era porque había algo que se le escapaba entre las manos. La genin había empezado a arrancar descuidadamente la pegatina que rodeaba toda la botella, en señal de desesperación, pero los dedos le fallaban. El temblor no cesaba.
— Lo hiciste bien — tanto la joven como el más mayor de los tres, miraron sorprendidos a Nanashi ¿A qué venía eso?— Combatiste bien en el estadio — añadió para volver a sorber de su taza.
—¡¿Y ESO DE QUE COÑO ME SIRVE?! ¡NO PUDE AYUDAR A NADIE! — golpeó la mesa poniéndose en pie.
— Fuera también lo hiciste bien; no tenías oportunidad, no podías hacer nada. Marcharte y no ser un estorbo era la mejor opción
—¿¡PRETENDES QUE ME DEDIQUE TODA MI VIDA A HUIR!? ¡¿DE CUALQUIER PELIGRO?! ¡¿DE AQUEL HOMBRE?! ¡¿DE MI PADRE TAMBIÉN?!
Un sonoro golpe adornó su mejilla, que posteriormente la enrojecería. Oda quedó completamente pasmado; los tres sabían que Nanashi jamás le había puesto la mano encima a Ren, por mucho que se enfadara; quiso intervenir pero la curiosidad por ver a donde quería llegar Nanashi en aquel momento, era mayor.
— ¿Y si te llegas a morir allí? ¿Qué? ¿Qué hacemos nosotros? Te digo que lo hiciste bien porque tienes potencial, puedes llegar lejos. Pero morirte no sirve de nada; saber retirarte cuando debes es igual o más importante que una victoria, luchar hasta caer de rodillas, perdiendo el último de tus alientos. Eso no es solo una derrota; eso es ser un completo imbécil y un descerebrado. — se levantó trás terminar su vaso, mientras la joven permanecía en shock viéndole incrédula con sus ojos azulados. — Si el día de mañana te vuelves más fuerte gracias a que huiste en aquel pasillo, si el día de mañana salvas una vida por ello. Habrá merecido la pena — hizo un suave gesto sobre su propia ropa, arreglándose las arrugas. — Puedes llegar lejos, pero debes comprender que no siempre debes combatir hasta perder todas tus fuerzas. Deber conocer tus limitaciones, tus cartas, y saber jugar con ellas
Ren solo podía acariciarse la mejilla enrojecida por el dolor, sin tener clara que hacer. Era la primera vez que algo así le ocurría y se sentía confusa.
— Seguramente entre hoy y mañana evacuen todo el Valle. Este torneo ya ha perdido todo su sentido, tenlo todo preparado para mañana a primera hora. Nos volveremos a Amegakure; si te metes en un lío porque todavía debas estar aquí hasta un anuncio oficial o alguna estupidez por el estilo, yo cargaré con la culpa. Pero me niego a que pases más rato aquí y pongas en riesgo tu vida. Que asco de Kages y de Señores Feudales ¡Si no son capaces de controlar a un par de idiotas qué juegan a los libertadores, no deberían haber convocado el torneo! ¡Siempre igual, es-!
— Nanashi; ya basta, les debemos lealtad te guste o no.
Durante su enfado, Nanashi se había puesto en pie y caminaba de un lado a otro agitado, Oda le detuvo agarrándole de un brazo con seriedad, entendía su enfado mejor que nadie y le hubiera dejado berrear durante el tiempo que hiciera falta para que se calmara, pero sabía que debía detenerlo para que Ren no aceptara ideas equivocadas; una pequeña chispa de inspiración, podía provocar un enorme incendio. Como aquellos que atacaron el estadio.
Tras unos segundos, con el brazo agarrado por su amigo, hizo un poco de fuerza en el brazo para liberarse, y volver a mirar a la joven.
— Mañana nos marchamos. A primera hora. Tenlo todo listo
— ¡N-No puedo! ¡D-Debería decirselo a Hana! — afirmó alzándose claramente preocupada.
El "chef" como el mismo se denominaba, suspiro acariciándose los ojos con las manos; Ren insistiría hasta que le dejara verla y eso podría llegar a suponer más problemas para todos, y si le mentía cuando se destapara la verdad sería peor.
— La buscaré y le daré una dirección de correo para que te puedas escribir con ella — la joven sonrió aliviada y él abrió la puerta dispuesto a marcharse, haciéndole un gesto a Oda para que le siguiera — Recuerda, mañana a primera hora. Oda, vamos a buscar a Hana
— Descansa, pequeña. El viaje será largo y necesitarás fuerzas.
La puerta se cerró tras ellos, y Ren no pudo evitar esbozar una sonrisa completamente aliviada. Le costaría conciliar el sueño tras lo acontecido aquel día, pero dormiría profundamente calmada.