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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Hacía un día de verano muy bonito. El sol brillaba fuerte y un buen puñado de rayos de luz atravesaban las nubes oscuras y penumbrosas, iluminando una buena porción de la costa. El mar reventaba fuerte en los arrecifes, aunque el oleaje era parsimonioso y rítmico. Desde un alto peldaño en la montaña, Umikiba Kaido apreciaba el paisaje, absorto y nostálgico a partes iguales. ¿Cuánto hacía que no visitaba esa playa? ¿dos años tal vez? Sonrió. Y no era esa sonrisa rastrera ymalintencionada suya. Era una sonrisa genuina y sincera. De felicidad. De calma. Claro que aún no estaba en paz consigo mismo ni mucho menos —la lista de pecados a expiar era larga, muy larga—. pero ya había dado el primer paso para enmendar todos sus errores y por eso tenía que sentirse contento.

«Un paso a la vez»

Un paso a la vez. Ahora mismo tenía todo el tiempo del mundo para hacer las cosas bien. Ya hablaría largo y tendido con Daruu y Ayame, con quienes tendría tantas cosas de las que hablar, que un sólo día no iba a ser suficiente. Incluso pensaba invitar a Manase Mogura a tomar un café en la pastelería de Kiroe-chan, para ver que tal le iba al médico con los más perfectos modales de todo Amegakure. Y con Yui, bueno, digamos que nunca iba a poder agradecerle lo suficiente por creer en él incluso en su momento de mayor adversidad y se sentía tan en deuda ahora mismo que no pensaba en otra cosa sino servirle con honor y lealtad, a la espera de reparar un daño que, según Yui, no tenía porqué ser enmendado. Pero su sentir de gratitud era grande, y no iba a olvidar nunca el hecho de que su Líder nunca dejó de buscar su retorno, por más que el empeñase en alejarse de ella y de los suyos. De su familia.

Y lo que pasa con la familia es que, por mucho que busques deshacerte de ella, siempre va a estar ahí. Físicamente, o no, pero eternamente presente. Siempre velando por ti en las buenas, y sobre todo, en las malas.

Miró al cielo y recordó las últimas palabras de su mentor, antes de perder la vida:

¿Recuerdas el refugio de invierno que te conté hace unos años? visítalo algún día. Allí yacen muchos recuerdos que te ayudarán a sanar. Te lo debía. Vive, Kaido, sin límites. Conviértete en el gran Shinobi que siempre estuviste destinado a ser. Te estaremos observando desde arriba, siempre orgullosos de ti.

No lo he hecho bien, Yarou-dono, pero voy a cambiarlo todo. Vas a estar orgulloso, te lo prometo.

Meneó un mapa que tenía en las manos y comenzó a descender hacia la playa. Aún tenía un largo camino que recorrer antes de llegar a la cabaña donde permanecían pacientemente los retazos de su antaño y desconocido pasado. Recuerdos inciertos que siempre concibió como oscuros.

Lo que no sabía es que en ellos aguardaba esa luz que durante tiempo había estado buscando.
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