Aquella mañana, una vez recuperado de las lesiones que me produjo Ayame en el combate que supuso mi fin en el Torneo de los Dojos tenía muy claro lo que debía hacer. Busqué donde estaba aquel lugar y acudí de inmediato en búsqueda de respuestas satisfactorias. Si no recordaba mal, Uchiha Datsue se hospedaba en Nantonoya.

Una vez allí vi que era un complejo similar al de Kitanoya, lo cual me hizo pensar que los ninjas de Amegakure estuvieran en un lugar similar también. Pero...

«¿Y ahora qué?»

Era media tarde, tirando ya para la noche y seguramente estuviese por aquí, la duda era donde exactamente. Solo me quedaba una opción lógica, y aquello pasaba por emular al bueno de Amedama Daruu.

Carraspee un par de veces y con la garganta aclarada tomé un poco de aire para hinchar mis pulmones y prepararme.

De pronto, lo oyó. Tan claro como el trueno en una noche tranquila. Un grito ensordecedor. Un grito desesperado, impaciente, anhelante…

Un grito que pronunciaba su nombre, con dulzura y excitación a partes iguales…

… Su voz no podía pertenecer a nadie más. Debía de ser…



«¡¡¡AIKO!!!»

Había venido en su busca. Al fin, se había acordado de su promesa. De su reencuentro. Se había hecho la dura por un tiempo, por supuesto, fingiendo haberse olvidado de él. El orgullo tenía aquellas cosas. Pero, ¿quién podría resistir a Uchiha Datsue por semanas? Nadie. Después de todo, él era…

—¡Datsue el Intrépido, en cuerpo y alma para servirte! —rugió, como un león que quisiese marcar su territorio. Su dominio. Y Aiko había venido ni más ni menos que a Nantonoya. Aquel era su reino—. ¿Qué puedo hacer por…?

Al Uchiha se le escapó la voz de pronto. Desnudo de torso para arriba, con los cabellos empapados y unos pantalones mojados —seguramente porque se los había vestido con tanta prisa que ni siquiera se había secado tras la ducha—, se quedó con la boca entreabierta, todavía sin bajar el último escalón. El alma se le había caído a los pies.

—¿…ti?

La persona que estaba buscando no si hizo demorar demasiado. De hecho, no le dio tiempo siquiera de vestirse. Menuda vergüenza de individuo.

Suspiré nada más verle.

«Rikudo-sama, dame paciencia, porque como me des fuerza...»

—¡Datsue el Intrépido, en cuerpo y alma para servirte!

«... lo mato»

. ¿Qué puedo hacer por…?

—¿…ti?

— El intrépido, ¿Eh? — arrojé el primer número de Corazón Uzureño a los pies de la escalera, Datsue lo vería perfectamente, se asomaba ante el primer escalón. Mientras la observase me iría acercando — En ese caso ya lo creo que me puedes ayudar, Datsue-kun, ya lo creo. Pero antes mejor vistete, aún pensarán lo que no es, y por lo visto hay muchos curiosos por este valle

Le miré directamente a los ojos.

— Vamos, te acompañaré — dije, dedicándole una última sonrisa.

Pasado el chasco inicial, el Uchiha se encontró frente a un tipo bastante… enervado. Con voz agitada y maneras bruscas, le arrojó una revista fina a los pies. Apenas tuvo que mirarla de reojo para reconocerla. Después de todo, la había parido él.

—Yota, no entiendo que… —«¿Qué tiene que ver la revista contigo?»

Pero el kusareño le interrumpió en seguida, instándole a que subiese a la habitación para terminar de vestirse. ¡Incluso insistió en acompañarle él mismo!

—No te tenía por un chico tan lanzado, Yota-kun —le guiñó un ojo, y se hizo el sonrojado—. Sin preliminares ni invitarme al menos a una copa, ¡y ya quieres llevarme a la cama! —rio a carcajada suelta. Ni de coña iba a permitir que un kusareño entrase en su habitación, y menos uno enfadado. Ya había aprendido la lección con Akame el otro día, cuando casi le rebanaba el pescuezo con una katana. A la gente enfadada, mejor tenerla en lugares públicos, donde hubiese más ojos que viesen.

»Vamos, vamos. No sé lo que ha sido, pero seguro que fue un malentendido —le señaló unos sofás con la mano, donde podían sentarse cómodamente en la sala común, vacía en aquel momento—. No te preocupes por la ropa… —Empezó a tocarse la espalda con ambas manos, como si estuviese tratando de rascarse un punto que no llegase a alcanzar—. Seguro… que… encuentro… ¡Ah, aquí está! ¡Las maravillas del fuuinjutsu, amigo mío! —De la nada, Datsue tenía ahora una camisa de tiras, gris. Se la acercó a la cara, la olfateó, y arrugó la nariz. Luego, se encogió de hombros—. Podría haber sido peor —terminó por resumir, vistiéndosela sobre el torso.

«¿En serio no está al corriente? No se lo cree ni él..»

Aquello era un señor bombazo. Una chica guapa de su propia villa, encima con novio. Para ese tipo de revistas era como si para un periódico local le dieran una entrevista con un kage o con el propio señor feudal. O es que...

«¿Está protegiendo a su compinche?»

Aunque no llegamos a la habitación, si que me llevó hasta una zona común en la que estaban dispuestos varios asientos en forma de cómodos sofás. Fue entonces cuando el uzujin se rascó su espalda y acto seguido sacó de la nada una camisa de tirantes que olfateó cual perro que era y se la pusó, incluso bromeando que podría haber sido peor.

Suspiré con pesadez.

— No, Datsue, no se trata de ningún malentendido — aclaré mientras tomaba asiento en el sofá — Lo que necesito es ver a tu compinche para asegurarme de algo. Tu puta revista me come los huevos, pero hay ciertas cosas que no deberían hacerse públicas, ¿Sabes?

Si con aquello no quedaba claro lo que andaba buscando...

Datsue abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir y, finalmente, la dejó entreabierta. Ladeó la cabeza hacia un lado, y por unos segundos, su mirada se perdió en el infinito, mientras se acariciaba la yema del dedo índice con el pulgar.

Compinche. Revista. Cosas que no debían hacerse púbicas —y que por tanto, a ojos Datsue, sí se debían—. Las últimas piezas del rompecabezas encajaron, haciendo un sonoro clic en su cabeza.

—¡Tú fuiste ese kusareño! —rugió, señalándole con el dedo, mientras rompía a carcajadas—. ¡No mames güey! —se desternillaba tanto que hasta le había salido acento extranjero.

Sí, ahora caía. ¿Cómo no iba a hacerlo? Chokichi le había venido, poco después de la foto a Akame y Koko, con la promesa de una fotografía igual de impactante: una en la que una uzureña y un kusareño se besaban. Datsue, sin embargo, ni le había querido prestar atención. El primer número de la revista le había absorbido por completo. Había demasiados detalles que pulir, demasiados cabos sueltos que atar con falsos hilos, como para desconcentrarse en aquellos momentos con otra noticia.

Además, una relación inter-aldeas tenía su miga, pero… Tampoco era para tanto. A no ser que uno de los dos estuviese comprometido previamente, claro. Pero, que él supiese, Eri estaba soltera. Y Yota…

—Oye, pero, ¿por qué te preocupa tanto si se sabe o no? ¿Tienes novia o qué?

«¡Mierda! ¡Y el puto de Chokichi se piró!»

Se lo estaba dando mascadito. Le estaba dando la identidad de quienes fuimos los del accidente de aquella noche y sabía que podría arrepentirme por completo de aquello, pero tenía que hacerlo. Me sabía por Eri y... en parte por su novio. Aquella noche me pasé de rosca y sentía la imperiosa necesidad de solucionar aquel problema.

—¡Tú fuiste ese kusareño! —rugió, señalándole con el dedo, mientras rompía a carcajadas—. ¡No mames güey!

Alcé mi brazo, serio, y lo hice descender al mismo tiempo que el cabrón se iba descojonando vivo. Parecía que en cualquier momento iba a ahogarse en su propia risa. Igual estaría bien que pasase aquella. al menos muerto no podía publicar nada.

— Sí, fui yo. Pero también es cierto que fue un lamentable error

Bueno, tampoco pasaba nada por mentir un poquito. El fin justificaba los medios.

— Y la uzujin no tiene la culpa de que tu amiguito sea un miron sin escrúpulos

—Oye, pero, ¿por qué te preocupa tanto si se sabe o no? ¿Tienes novia o qué?

— No, no tengo novia. Pero no es eso lo que podría preocuparme. La que me preocupa es la uzujin. Estaba bastante cabreada, ¿Sabes? Si yo he sabido que tu eres el que hace esa bazofia de revistucha, ella tardará menos en saberlo. Es posible que ya esté de camino para partirte los dientes y dime, ¿Qué pensaría Gouna-sama de todo esto? — psicología inversa, igual funcionaba, igual no — Yo no me jugaría el cuello por una gilipollez como está, además... ¿Qué sacas tu de todo esto a parte de cabrear al personal?

Creía haber hecho una buena selección de palabras para que entendiese que aquello no debía ver la luz.

— A todo esto, ¿Donde está tu amigo el fotógrafo?

—¿Un error? —repitió, confuso, Datsue—. Oh, para nada, compañero. ¡El error hubiese sido no dejarse llevar! Al amor no hay que ponerle trabas, amigo.

Pero ninguna de sus adulaciones estaba dando resultado. Criticó a Chokichi —cosa que a Datsue no le molestó—, y le contradijo, asegurando que no tenía novia. El Uchiha no pudo sentirse levemente decepcionado, mientras oía el resto de la explicación. Le aseguró que Eri estaba bastante cabreada, y que seguramente iría en su busca. Al Uchiha le extrañó: prácticamente dormían al lado, y desde que se había tomado aquella foto había pasado más de una semana. De haber estado tan cabreada, a buen seguro hubiese tenido noticias de ella.

Luego, sugirió que a Gouna no le gustaría aquello. Lo cierto era que Datsue ya había pensado en eso, y temía el día en el que se la cruzase. ¿Qué diría? ¿Qué opinaría? ¿Habría llegado a leer la revista siquiera? Pero Yota interrumpió pronto sus pensamientos, preguntándole por el motivo que hacía todo aquello.

Datsue se rascó la nuca.

—¿Cómo te enteraste que fui yo el autor? —¿Por Akame? ¿Por Riko? ¿O por simple deducción?—. Lo cierto es que no saco nada, Yota… —«Aparte de una jugosa cantidad de dinero cuando la venda, en vez de regalarla. O ese, al menos, había sido el plan. Maldito Chokichi…»—. Aparte, claro, de hacer saber la verdad al mundo. Verás… Yo soy un reportero de corazón, Yota. Mi deber es informar a la gente de lo que ocurre a su alrededor. De nutrirla de noticias. ¡Ese es mi camino como ninja! —exclamó, eufórico, como el shinobi patriótico recién graduado que asegura que velará por los intereses de su Villa.

—Pues… —Ahora Yota preguntaba por el paradero de Chokichi—. Lo cierto es que se fue, un par de días atrás. No terminamos en muy buenos términos, he de decir.

— Exacto. Un error, algo salió mal. Infortunio, como cuando te tropiezas con un pedrusco y te caes de morros. Eso es lo que fue

Por Dios bendito, ¿Por quién me tomaba? ¿Un robanovias o algo por el estilo? ¡Ni por asomo! Había hecho cosas que no estaban bien, eso seguro, pero en cualquier caso jamás cruzaría es linea roja. No era para nada mi estilo, lo de Eri... fue el colmo de la mala suerte.

«¿Tu camino del ninja?» pensaba, incrédulo alzando mi ceja diestra.

El tipo saltó con una explicación de lo más rocambolesca. Eramos ninjas, y no... eso que explicaba. Aquello rozaba lo inverosímil. Como alguien podría desviarse tanto de sus verdaderas responsabilidades. Y pensar que la propia Koko, camarada suya, temía tanto las habilidades de alguien que se hacia llamar Uchiha... No dejaba de ser un tanto irónico.

Le di una pequeña colleja al muchacho para llamar su atención de nuevo.

— Atiende — advertí — ¿Qué camino del ninja ni que niño muerto? ¡Somos ninjas, joder! Dejate de gilipolleces de hacer de verdulero y muestra respeto a tus camaradas. Joder, que tenga que decirte yo esto... En fin. Tu deber es fortalecerte y servir a tu aldea, no joderla por dentro haciendo de portera —

«¿En qué mierda piensa este degenerado?»

— Oh... Se ha largado al saber que se había metido con Sasagani Yota, no le culpo, yo también tendría miedo — pero entonces dijo algo que llamó mi más absoluta atención — ¿Cómo dices? ¿Buenos términos? La cosa se fue de madre, vamos. Oye, acaso... ¿No te vendría Akame y esa tal Noemi hechos una furia, ¿No?

«¡Hijo de la gran…!» ¡El muy cabrón le había pegado una colleja! ¿Pero quién narices se creía? Gracias a los Dioses que, justo en aquel momento, a Datsue le había dado un calambre en la pierna, o le hubiese pegado tal somanta que no le hubiese quedado boca para ir besando a nadie más por ahí.

Miró a ambos lados, asustado de que alguien lo hubiese visto, y se permitió respirar tranquilo al comprobar que la sala seguía desierta. Después de todo, ¡él era Datsue el Intrépido! Tenía una reputación que mantener.

El kusareño, por otra parte continuó, echándole la bronca. ¡Un kusareño echándole la bronca! Lo que le faltaba por oír. No quedándose contento, se interesó por Akame y Noemi, preguntando si habían llegado a las manos.

—Sí… No… Bueno, eso está… Eso está solucionado, Yota. No te preocupes —respondió, a la evasiva—. Oye, no vuelvas a hacer lo de la colleja. Me caes bien, tío, pero como hubiese estado aquí algún compañero, tendría que haberte arrancado la mano. Por algo me llaman Datsue el Intrépido.

—Sí… No… Bueno, eso está… Eso está solucionado, Yota. No te preocupes —respondió, a la evasiva—. Oye, no vuelvas a hacer lo de la colleja. Me caes bien, tío, pero como hubiese estado aquí algún compañero, tendría que haberte arrancado la mano. Por algo me llaman Datsue el Intrépido.

— Osea que si que vinieron a buscarte

Si es que es de cajón. Estas cosas no pueden salir bien y si por lo menos lo hciiese con un poco de disimulo... pero no, tiene que firmar con el mismo apodo que va pregonando a los 4 vientos, para dejar claro que Uchiha Datsue es el artífice de esa revistucha.

— Claro, claro, lo que tu digas, tendré más cuidado la próxima vez — dije entre risas.

Pero estaba en lo cierto en algo. En aquel lugar estaba en desventaja de complicarse las cosas y llegar a las manos. Aquello era terreno de Uzushiogakure durante aquellos días y había venido solo. De reunir aquí sus amiguitos del remolino podrían abusar de mí.

— Ahora qué dices eso, Datsue el Intrépido — destaqué las dos últimas palabras — Si vas a firmar con un sorbe nombre, trata que ese sobre nombre no lo vayas soltando allí donde vas, porque es gracias a ello que he dado contigo y supe que eras tu el que hacia la pantomima esta de la revista uzureña de tres al cuarto. De ehcho, apostaría a que Akame y Noemi te encontraron de la misma forma, ¿A que si?

Yota tenía razón en algo: se había confiado. Se había confiado demasiado. O, más bien, había dejado que sus ganas de vanagloriarse le dejasen con el culo al aire. Porque no, firmar con su famoso apodo no había sido la mejor de sus ideas, ni muchísimo menos. Pero, ¿qué podía hacer él? Por una parte, no quería ser descubierto por Akame —ni los Sakamoto—, pero, por otra… amaba ser vitoreado y reconocido allí por donde iba.

Para su desgracia, tal y como había salido la revista, mucho se temía que, en vez de vitoreado, iba a ser abucheado.

—En realidad fue culpa de Riko —le rebatió, cuando le preguntó si había sido por culpa del apodo que Noemi y Akame le habían reconocido—. Al final sí terminó siendo un poquito traidor y se lo contó a Akame… ¡Pero basta de hablar de mí! —exclamó, contrariado. ¿Cómo era posible que el entrevistador estuviese siendo entrevistado?—. Háblame de Eri. ¿Te gustó el beso? ¿Quién de los dos cometió el… error?

«¿Riko? Me temo que no he tenido el placer de conocerle, pero sabiendo que se las va metiendo dobladas a sus propios camaradas, será mejor decirle lo justo el día que me lo encuentre»

Al parecer, como era de suponer si que tuvo sus más y sus menos con Akame. Claro, si es que era de suponer. No puedes esperar sacar la vida privada de la gente e irte de rositas. Sencillamente no puedes. Pero bueno, que no era mi problema. Ahora ante mí tenía otro problema. Datsue no había aprendido al lección y ahora se disponía a sacar información sobre mi beso con Eri...

Resoplé.

— ¿En serio, Datsue? ¿Vamos a jugar a esto? ¿Es que no has aprendido la lección todavía? — pregunté totalmente incrédulo — Me temo que no voy a decirte nada que puedas sacar en tu revista. ya te he dicho lo que tenía que decirte. Lo que pasó aquella noche fue un error, algo que no debió ocurrir, pero desgraciadamente ocurrió y tu no deberías publicarlo

Joder, ¿Por qué le costaba tanto entenderlo? Debía admitir, al menos, que su tozuderia era digna de mención y admiración. Ponía todo el interés en sacarme lo que fuera, si hiciese lo mismo en lo que realmente debía preocuparle... Probablemente se convertiría en un ninja admirable, quién sabe si incluso legendario, el típico ninja que se recuerda sin importar el paso de las generaciones... Como cuando nuestros 3 kages enfrentaron a los poderosos bijuu.

Yota seguía férreo e intratable. Ni pensaba contarle nada más sobre el beso, ni revelarle porqué era tan importante para él que aquella fotografía no saliese a la luz. El Uchiha se hacía sus suposiciones, claro, pero sin un hilo del que poder tirar…

—Yota-kun, ¿tan mal imagen tienes de mí? —le preguntó de pronto, con cara de ofendido—. ¡Pues claro que no voy a publicar nada! Soy un tipo íntegro, joder. Con ética —el Uchiha se levantó de pronto—. Pero ese condenado de Chokichi… ¡Ah, que me parta un rayo ahora mismo, si el muy mamón tiene algo de eso!

Su grito retumbó por toda la estancia y retornó como un eco. Lo cierto era que no tenía que fingir mucho su enfado: en realidad sí pensaba aquello de su compañero de Aldea. Entonces, recortó la distancia que los separaba y se inclinó hacia él, colocando ambos manos sobre los hombros de Yota.

—Lo publicará, compañero. Lo publicará por toda la Aldea, sino por toda puta Oonindo —se volvió a erguir, retrayendo las manos—. Pero yo podría ayudarte —le susurró, como un encantador de serpientes—. Verás, Chokichi tiene un punto débil. Él… —bajó la voz, como si estuviese a punto de contarle un secreto milenario—, él ama el dinero. Con unas cuantas monedas, estoy convencido de que podré sobornarle. El caso es, compañero, el caso es… que no ando muy bien de pasta —se encogió de hombros, mientras esbozaba una sonrisa avergonzada—. Si tú pudieses dejarme unos… quinientos ryos, estoy convencido de que podría convencerle para que no hiciese nada. ¡Y todos contentos, ¿eh?! ¿Qué me dices? Tampoco creo que te suponga demasiado. Es una misioncilla de nada, ¿eh?


AO preventiva anti-kusareña: 1

El Uchiha no cesaba en su intento. Buscaba convencerme de algún tipo de forma y debo decir que desvelando el nombre de su compinche y dejándolo en mal lugar lo estaba empezando a lograr. Joder, me tenía ahí, dispuesto a colaborar. Pero entonces la cagó.

Como si fuéramos amigos de toda la vida; en primer lugar puso sus manos sobre mis hombros, como si aquello fuese lo más normal del mundo. Se lo hubiese pasado si no hubiese pasado a la segunda cagada del día.

«¿500... ryos? ¡Está de coña!»

Pues no, no estaba de coña. Estaba hablando muy en serio. Convencido de poder convencer al tal Chokichi y comprar su ausencia de ética, me estaba pidiendo dinero, un cantidad importante incluso. Había dos problemas. No disponía de ese dinero y jodió todo su discurso con aquel patético intento. Estaba esperando una respuesta o que pusiese el puñadod e ryos sobre su mano. Pero ni modo.

Agarré sus muñecas con mi mano y aparte sus sucias manos de mis hombros.

— Será mejor que no me toques o yo también voy a tener que cortarte las manos, Datsue

Y ahora venía cuando le daba la mala noticia.

— Y lo siento pero no vas a ver ni un solo ryo de mi parte con el que llenarte el bolsillo, ¿Acaso llevo un cartel colgando en el que se lea gilipollas a la vista? Me parece que no. supongo que hemos hablado ya lo suficiente. No lo hagas por mí. A mi me da igual tu puta revista. Hazlo por tu camarada, ¿O tampoco tienes sentido de la camaradería? — diría ya levantado como un resorte, totalmente decepcionado.

Cogí mi petaca y tomé un caramelo de él, el cual me llevaría automáticamente a la boca, dejando únicamente su palito de plástico a la vista.