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RE: La marca del Hierro - Uchiha Akame - 8/04/2018 Entre las sombras, agazapado sobre uno de los tejados que daban a la oscura callejuela, aguardaba el otro Hermano del Desierto. Estaba al tanto de que el Centinela iba camino a su posición —gracias a su Kage Bunshin, que ya se había evaporado para transmitirle aquella información— y había tomado aquella posición oculta para darle a Datsue un as en la manga con el que quizás su enemigo no contaba. —Objetivo a la vista, se acerca a tu posición —susurró el Uchiha, con la mano derecha junto a su oreja y los dedos índice y corazón presionando el botón del comunicador que llevaba acoplado a la cavidad auditiva. Inmóvil y oculto en las alturas, Akame observó con la paciencia de un cazador al enorme espadachín que caminaba en dirección a Datsue, oyendo el resonar de sus pesadas botas. Entonces escuchó sus palabras, y lo vio ahí, frente a su compadre. «Todavía no... Todavía no... ¡Ahora!» Akame —cuyo Sharingan refulgía en sus ojos— detectó cómo su Hermano había usado el Saimingan para introducir al Centinela en su Genjutsu. Ambos se quedaron inmóviles como estatuas de mármol, y el mayor de los Uchiha supo que era el momento de actuar. Con un ágil salto se adhirió a la pared del edificio sobre el que había estado agazapado, y bajó con pasos rápidos pero silenciosos. Pese a que el objetivo estaba, presumiblemente, paralizado, Akame no bajó la guardia ni un momento. Con cautela se acercó al Centinela y trató de despojarle de cuantas armas tuviera a la vista, depositándolas a unos cuatro o cinco metros de ellos. Luego sacó una bobina de hilo de uno de sus portaobjetos y ató las piernas del enorme espadachín con varios lazos. Finalmente tomó sus esposas supresoras de chakra y se las colocó en las muñecas al Centinela. Aquello no sólo le impediría usar sus jutsus, sino que limitaría severamente los movimientos de sus brazos. Entonces Akame desenvainó su propia espada y colocó el filo en el cuello del Centinela. RE: La marca del Hierro - Umikiba Kaido - 15/04/2018 El centinela sintió y no sintió a la vez la gélida caricia de la hoja que se apoyaba apenas sobre su cuello maltrecho, cuya única cicatriz daba certeza de que no era la primera vez con que le amenazaban de abrirle la garganta. En el interín, la ilusión pareció continuar desarrollándose sin problema mientras él respondía con otras tantas insinuaciones a la simple frase de Runoara Soroku, aún y cuando realmente se encontraba con su flujo de chakra bloqueado y despojado totalmente de sus tantas armas a disposición. Parecía haber acabado todo incluso antes de empezar. ¿Qué iban a hacer con él? RE: La marca del Hierro - Uchiha Datsue - 15/04/2018 Datsue se permitió saborear el raro y excepcional momento en el que un plan sale a pedir de boca. La ilusión ocular había engañado por completo al Centinela, dejándole a merced de su Hermano, quien se había encargado de desarmarle y ponerle las esposas supresoras de chakra. Chasqueó la lengua y deshizo la ilusión, devolviendo a aquel hombre a su cruda realidad. —Bueno, bueno, bueno… –dijo, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. El reflejo de una satisfacción infinita que, a buen seguro, sería la reproducida por Runoara Soroku de haber estado él allí realmente. Recortó la distancia que los separaba con pasos presuntuosos y lentos—. Me parece que el Gran Centinela —le llamó con sarcasmo—, va a tener que respondernos a unas cuántas preguntas, ¿huh? Desvió la mirada hacia su Hermano. Para aquel tipo de menesteres, Akame solía ser mucho mejor. Certero, preciso y directo al cuello, sin las florituras y fanfarronadas que acostumbraban gustar hacer a Datsue. RE: La marca del Hierro - Uchiha Akame - 16/04/2018 Akame ignoró las bravatas de su compadre y se concentró en no quitarle ojo de encima al Centinela. Incluso preso, aquel tipo era poderoso; demasiado poderoso para ser subestimado, como un león enjaulado. Si por algún azar del destino se liberaba, todo su plan se vendría abajo y la misión sería increíblemente más complicada. Así pues, el Uchiha apretó las manos en torno a la empuñadura de su espada y presionó la hoja contra la piel del Centinela, apenas lo justo para que un hilillo de sangre corriese por su cuello. —Quieto ahí, muñeco. Como muevas un pie, meneo yo los dedos —le advirtió—. ¿Dónde está Kojuro Shinzo? Directo y sin complicaciones. Akame tenía otras preguntas, claro, pero aquella era la más acuciante. En cuanto encontrasen a Shinzo podrían "convencerle" para que pagase su deuda con el Hierro y todo terminaría. —¿Quién más está implicado en este plan tuyo? RE: La marca del Hierro - Umikiba Kaido - 17/04/2018 La realidad le golpeó de lleno, aún y cuando todo lucía exactamente igual. Salvo, desde luego, el filo de aquella arma rozándole la garganta que era sostenida, además, por un habilidoso ninja de cabellos negros y ojos color sangre. Soroku se mantuvo sonriente frente a él, sin embargo, con su rostro deformado en una mueca de satisfacción. Acortó las distancias, y habló. —Bueno, bueno, bueno… Me parece que el Gran Centinela —quien señalado, se mantuvo impoluto y infranqueable a pesar de su precaria situación—. va a tener que respondernos a unas cuántas preguntas, ¿huh? Él carcajeó y finalmente observó soslayo a Akame. Quieto ahí, muñeco. Como muevas un pie, meneo yo los dedos —le advirtió el Uchiha, en el interín de hincar con más fuerza el hilo de su espada. La presión no haría mella, sin embargo, pues el cartílago cicatrizado de su cuello impedía que la espada cortase lo suficiente—. ¿Dónde está Kojuro Shinzo? »¿Quién más está implicado en este plan tuyo? —¿Qué diferencia haría si os lo dijese? —dijo con un poderoso convencimiento—. ¿abandonarías la intención de eliminarme si te dijese que Kojuro Shinzo se encuentra en perfecto estado? ¿Y si te digo que está muerto, qué? ¿qué si lo ha estado durante casi un mes y los gusanos ya se encuentran degustando sus restos? ¿entonces no dudarías en cortarme la garganta, cierto? »Inténtalo. Seríais los quintos. Y sólo uno de los primeros cuatro aún se encuentra con vida. Miró a Soroku con una decadente familiaridad, casi extinta. RE: La marca del Hierro - Uchiha Akame - 19/04/2018 «Por los cuernos de Susano'o, este tipo es duro», pensó Akame al notar que el acero de su espada tenía dificultades para atravesar la piel cicatrizada en el cuello de aquel mastodonte. Aquel detalle, unido a su alto nivel y poder de chakra, hacían que Akame se mantuviera más en tensión que nunca. Si el Centinela llegaba a liberarse, una pelea realmente violenta iba a desatarse en aquel callejón. Sin embargo, la respuesta del tipo no estuvo fuera de lo normal. Era de esperar que alguien de semejante porte y ambiciones no se amilanara fácilmente, ni siquiera después de haber caído en una trampa y estar a merced de dos ninjas. Aun así, Akame enarcó una ceja con escepticismo y se dispuso, luego, a sacar al Centinela de su error. —No hemos venido a Tanzaku Gai para asesinarte —apuntó el Uchiha—. Entiendo el malentendido, pero entenderás que no había otra forma de discutir estos pormenores contigo, entre tanto soldado y tanta fortaleza secreta. Nuestra misión aquí es asegurarnos de que Kojuro Shinzo pague lo que debe a ciertas personas. Si tu muerte es necesaria, o no, para que eso se cumpla... Lo decides tú. El Uchiha chasqueó la lengua y se encogió ligeramente de hombros. —Quien se termine quedando con el monopolio del acero en el Sur de Oonindo, a mí se me da un ardite. RE: La marca del Hierro - Uchiha Datsue - 20/04/2018 —Quien se termine quedando con el monopolio del acero en el Sur de Oonindo, a mí se me da un ardite. —Y a mí —remató Datsue, envuelto súbitamente en una nube de humo blanca. Acababa de deshacer el Henge no Jutsu—. Siento desilusionarte —en realidad no lo sentía—, pero no soy tu amado Soroku. Aquel tipo era duro, y Datsue acababa de descubrirlo. No era por su imponente figura. Ni por sus cicatrices. Era por esa sonrisa que seguía esbozando a pesar de tener una katana en el gaznate. Era por esa tranquilidad, esa seguridad en sí mismo, que desprendía por cada poro de su ser aún estando en la situación precaria en la que estaba. Por eso, no tenía sentido alguno mantener el disfraz. Acabaría descubriéndole más temprano que tarde, y tan solo complicaría las cosas. —Nosotros no tenemos interés alguno de participar en esta partida —aseveró, siguiendo la línea marcada por su Hermano—, sea cual sea. Solo hemos venido a cobrar una deuda. Vamos, no es para tanto —dijo, tratando de quitarle hierro al asunto—. Apuesto a que tan solo es un peón en esta partidita tuya, ¿eh? Y esa es una pieza que tarde o temprano hay que sacrificar para obtener la victoria. ¿Qué me dices? —preguntó, como si aquello fuese una negociación y no lo que verdaderamente era, una jodida imposición—. Entréganos al peón, y los dos caballos que tienes ante ti abandonarán el tablero. RE: La marca del Hierro - Umikiba Kaido - 21/04/2018 De profesional a profesional, el Centinela atendió las palabras de Akame con parsimonia, entendiendo que sus intereses no pasaban por sacarle a él del juego directamente. Aquello no tuvo sentido sino hasta que la figura de Soroku desapareció en una frondosa estela de humo, que tras su disipación, dejó entrever el verdadero rostro de aquel ninja. Uno que le había engañado con genjutsu, probablemente; y que ahora lustraba su lengua como serpiente viperina. Rió eufórico en tanto Datsue el Intrépido intervino, y les miró a ambos, en un súbito intercambio de miradas. También vio aquella marca que reposaba en el brazo de Datsue. —Está bien. ¿Queréis saldar vuestra deuda con el Estandarte, no es cierto? —dijo, enigmático y repentinamente convencido. Entre tanto, si los Uchiha eran buenos de oído, podrían escuchar el galopante sonido de una pequeña horda que se avecinaba probablemente desde la retaguardia. Sólo se podía escuchar el lejano traqueteo de los cascos de las patas de un par de caballos atravesando los laureles de piedra que atravesaban la ciudad. El Centinela miró por sobre el hombro de Datsue, y contempló mil y un posibilidades en ese preciso instante—. yo puedo ayudaros. Pero tendréis que liberarme, y una vez me encuentre sin ataduras; os llevaré hasta mi peón para que liquidéis el favor incurrido a través de esa marca. »Si os negáis, me temo que nuestro destino acabará en manos de la guardia de la ciudad. Yo no tardaría en abandonar los calabozos, desde luego, pero ustedes: dos ninja sin aparente afiliación merodeando sin ley por la capital, entrometiéndose en los asuntos de personas influyentes como el asistente del alcalde... y sin disfraz que oculte ahora vuestros rostros... no sé, es un predicamento bastante arriesgado, no creen? Dio un paso. Luego otro. La katana de Akame se movió con el avance de su cuello. —Yo de vosotros, decido pronto. La caballería no tarda en llegar. RE: La marca del Hierro - Uchiha Akame - 24/04/2018 Por fortuna —o por desgracia— para los shinobi, el Centinela cambió radicalmente su actitud cuando Akame le reveló las verdaderas intenciones que tenían para con él... Y Kojuro Shinzo. El Uchiha aguantó, estoico, el chaparrón que les cayó por parte de aquel tipo con una fea cicatriz en el cuello. «Si siempre eres tan jodidamente arrogante no me extraña que hayan intentado matarte cinco veces, hideputa», pensó el genin, con cierto hastío. Pero la verdad, al final, era que —por mucho que el Centinela quisiera hacerles ver lo contrario— aquel desgraciado estaba a su merced, y a la de Datsue. Ellos eran ninjas bien entrenados, Uchiha para más inri, y él ni siquiera podía usar su chakra ni moverse con libertad. —Ahórrate las amenazas, Centinela. Te aseguro que no tendrán efecto alguno —replicó Akame, tajante como la cuchillada de un buen acero—. Si quieres vivir para ver salir el Sol al alba, harás lo que te digamos. Con esas, el Uchiha enfundó su katana. —Si te niegas, te mato aquí mismo —aseguró el Uchiha, y por su tono de voz se podía intuir que iba completamente en serio—. Ahora vamos a volver a tu pequeña fortaleza para que mandes a uno de tus hombres a buscar a Shinzo. Que se reúna con nosotros en el Callejón de las Ánimas, junto al barrio de los artesanos. Akame miró a su compadre, por si tenía algo que añadir. RE: La marca del Hierro - Uchiha Datsue - 25/04/2018 Datsue captó la mirada de Akame. Esa típica mirada que quería decir: ¿algo que añadir? Pues sí, resultaba que Datsue el Intrépido sí tenía algo que añadir. —Escúchame —pero su primer mensaje no llegaba a través de la voz, sino del tacto. Cuando Datsue tomó el antebrazo del Centinela para atraerlo hacia él, selló algo en su piel. Algo que solo se activaría cuando el Uchiha formulase cierta secuencia de sellos. O quizá solo hacía falta uno…—, mantén tu palabra. Danos a tu peón, y ambos salimos ganando. Sin heroicidades ni tonterías —Datsue le tomó del otro antebrazo, y como si fuese un lienzo en blanco y él un compulsivo pintor, colocó un nuevo sello en su antebrazo. ¿Cuándo se activaría? Cuando el Uchiha lo considerase oportuno, ni más ni menos. Una medida previsora, por si las cosas se torcían. Entonces miró hacia atrás, con los ojos entornados. Cambió el peso del cuerpo de una pierna a otra, nervioso. La caballería estaba al caer. —Venga, vamos —le empujó para que empezase a caminar—. Y no quiero ser pesado, pero como nos la juegues... —esta vez, optó por ser algo más gráfico. Algo que diese un mensaje más claro que las meras palabras. Liberó el sello explosivo de rango B que tenía en la palma de la mano, y lo pegó en la clavícula del Centinela, sobre la piel—. Ya sabes lo que significa. —Y, para rematar, le dio una palmada amistosa en el hombro. Una palmada cargada de chakra, pues Datsue —sí, por tercera vez—, había puesto un nuevo sello en el hombro del Centinela. Su particular marca del hierro. AO: 3 RE: La marca del Hierro - Umikiba Kaido - 26/04/2018 Si la historia de Oonindo podía ser lo suficientemente precisa en algún aspecto de la vida ninja, o si en algo podía estar seguro aquel que se supiera conocedor de los entresijos de uno de los clanes más emblemáticos como el de aquel par de genin, es que nunca; ¡y óyeme bien! nunca debes hacer frente a dos Uchiha. A uno quizás, pero a dos... El Centinela lo iba a aprender por las malas. Porque, muy a su pesar, estaba a merced de otros como muchos habían estado a merced de él. Podría llamarlo karma, o simplemente una jugada magistral por parte de Soroku. Porque no podía haber nadie detrás de ellos dos que él. Después de todo, una marca reconoce a la otra fácilmente. Arden juntas cuando se ven. . . .
El silencio gobernaba el callejón de las ánimas, que alejado del tumulto de la zona sur; yacía prácticamente inhabitada. Gran parte de la milicia, y probablemente otros tantos cúmulos de matones afines a Toeru se encontraba custodiando algún extremo de Tanzaku en busca de la cobra —que ahora no lucía como una— y del noble que una vez le acompañó durante su paso por el Molino Rojo. El Centinela aguardaba con la entereza de un ávido guerrero, que muy a pesar de saberse en camino al purgatorio, no se había amedrantado ante la posibilidad de perder la vida. De hecho, no podía sentirse mejor aún y cuando tenía un sello de alto calibre acariciándole el pecho. Otro estaría agobiado por el miedo fortuito a la muerte. Él, no. Y es que la hubo enfrentado tantas veces que le habrá perdido el temor en el camino. Una navaja de doble filo esa, pensarían algunos, porque a veces el temor era lo único que te mantenía con vida. El centinela, sin embargo, era un hombre que a los ojos de aquel par de Uchiha, esperaría con gusto recibir el golpe final. Porque así de fuertes eran sus ideales, que aún si su alma hubiera dejado su cuerpo, sus principios seguirían más vivos que nunca. Su fuego nunca se apagaría. . . .
Tardó un buen. Una hora, o dos. Pero finalmente, el encuentro fortuito —el tan ansiado grial que saldaría de una vez por todas la pesada deuda contraída para con los Señores del Hierro— dio lugar, allá en el lúgubre callejón. Dos almas asustadizas cruzaron el umbral de la avenida y se acercaron de puntillas, como si caminasen por un montón de lava. Entonces, lo vieron. No lucía tan pulcro como una vez lo definió Soroku, allá en los Herreros. Pero aquella enorme nariz y, la quijada excesivamente cuadrada y ataviado con prendas costosas. Su pelo, engominado hasta la raíz, peinado hacia atrás. Lucía mundano. Llevaba un par de maletines en ambas manos. Ese era Kojuro Shinzo. —Terminemos ésto de una buena vez —dijo, como si fuera a desenfundar un arma en cualquier momento aún y cuando llevaba sólo su moral, y nada más. RE: La marca del Hierro - Uchiha Akame - 26/04/2018 La figura espigada y escuálida de Uchiha Akame se recortaba entre las sombras de la noche contra la luz de una farola cercana, que arrancaba de tanto en tanto destellos de la guarda de su espada, enfundada en la espalda. A su lado estaba el Centinela, franqueado tanto por él como por su Hermano Datsue. Sus ojos, negros como la noche, escudriñaban el otro lado del Callejón de las Ánimas; una estrecha calleja entre dos talleres de herrería en la que se habían citado con Kojuro Shinzo. Shinzo. Aquel hombre era la razón por la que ellos dos se habían movido hasta Tanzaku, engañando, matando y extorsionando hasta conseguir llegar a él. Cuando la figura del opulento mercader apareció doblando la esquina al final de la callejuela, Akame tuvo que contener un suspiro de alivio. Llevaban demasiado tiempo esperando, y hacía frío. De tanto en tanto incluso había tenido que estirar los brazos, flexionar los dedos, para evitar que se le entumeciesen. Cuando Kojuro Shinzo se aproximó a ellos portando dos maletines, el Uchiha casi pudo saborearlo. El éxito en aquella particular misión. Sin embargo, y cuando el deudor ya estuvo a distancia suficiente como para distinguir claramente el contenido de las maletas, Akame le detuvo con un súbito gesto de su mano derecha mientras en sus ojos aparecía el rojo Sharingan. —Alto —ordenó—. Ábrelos. Si en verdad aquellos maletines contenían el dinero que Kojuro Shinzo debía a los Señores del Hierro, la deuda estaría saldada. RE: La marca del Hierro - Uchiha Datsue - 26/04/2018 Pese a tener al Centinela bajo su control. Pese a haberle sellado más de mil cosas por si algo salía mal. Pese a tener —más o menos— decidida una ruta de escape por si algo se torcía. Pese a todo aquello, Uchiha Datsue estaba nervioso. Era algo, por mucho que trataba de contener, que se veía reflejado en su cuerpo de una u otra manera. En el peso de su cuerpo, que cambiaba de una pierna a otra de forma continuada. En sus ojos, que reflejaban el rojo del Sharingan al mínimo ruido. En esa gota de sudor que le caía por la frente… y los sobacos, ya empapados. Tenía la boca seca y el pulso acelerado. La mente, pensando en cada cosa que podía salir mal. El Centinela hallaría el modo de traicionarles. Shinzo vendría con refuerzos. La guardia les encontraría. Irían tras ellos tras llevarse el pago… Cada vez que se le ocurría algo, dos ideas funestas aparecían a continuación. Entonces, lo vio. A Shinzo. Una sensación de alivio y tensión le invadió al mismo tiempo. Alivio, porque aquello estaba llegando a su final. Tensión, porque el final podía ser inesperado. —Alto —ordenó Akame, siempre atento, siempre profesional—. Ábrelos. Datsue tragó saliva y aguardó, con el Sharingan activado, a que Shinzo abriese los maletines. RE: La marca del Hierro - Umikiba Kaido - 28/04/2018 —Alto —ordenó Akame—. Ábrelos. Shinzo sudaba como puerco, y lo hizo más cuando los ojos de aquel par de demonios iluminaron la noche. Tiró uno de los maletines y lo abrió, donde ambos shinobi pudieron comprobar su contenido. Una hilera de cuatro fajos compactos verdes como el bosque de un Kusareño. Aunque olían mejor de lo que olía uno de esos incivilizados, desde luego. —Aquí está el dinero, pero antes —dijo, mientras su mirada tiritaba entre ellos y el Centinela, al que le veía primera vez sometido por alguien. Entonces saboreó la libertad por una milésima de segundo, y apretó el seguro del segundo maletín—. quiero pedirles un favor. —Shinzo... cierra la boca.. —¡No! —gritó, excesivamente nervioso—. no sé quienes sois, ni cómo habéis hecho para dejar al Centinela a vuestra merced, pero me harían —no, a Tanzaku entera— un gran favor si termináis el trabajo. He estado bajo el yugo de este hombre durante meses y me he visto obligado a desfalcar a gente que estimo, ¡así que por favor, no se conformen con sólo cobrar esta deuda! tomen el dinero, y entreguemos al Centinela a la guardia de Tanzaku. Diremos que os contraté como shinobi, porque eso sois, ¿verdad? »Ayúdennos. Detengamos ésta locura y salvemos a los Herreros, también. Tanto Datsue como Akame sintieron un mal augurio. Y sus ojos, también. Algo en el interior del Centinela se movía a mil revoluciones. Su chakra golpeaba instintivamente la opresión de aquellas cadenas supresoras que comenzaron a vibrar. —¡SILENCIO! Algo les decía que en cualquier momento, iba a librarse. RE: La marca del Hierro - Uchiha Datsue - 30/04/2018 —Aquí está el dinero, pero antes —Datsue ya estaba con la baba colgándole y la mirada brillante por la emoción. Jamás en su vida había visto tanto dinero junto. Solo su pequeña aventura con Aiko, donde había vislumbrado un tesoro en una tumba del País del Viento, superaba aquella visión—, quiero pedirles un favor. Sépase algo de Uchiha Datsue: no es muy fan de ir dando favores. Por muy triste que fuese la vida de Shinzo. Por muy mala influencia que ejerciese el Centinela sobre Tanzaku Gai. Por mucho que ayudase a decenas de personas a mejorar considerablemente su calidad de vida. Simplemente, no era lo suyo. Hasta que… Clic. El sonido de dos cerrojos abriéndose a la par. El cerrojo del segundo maletín, que prometía el mismo dinero que el primero. El cerrojo del corazón de Datsue, al comprender que aquella oferta era para él. —¡SILENCIO! —¡CALLA! —rugió Datsue, con el símbolo del ryō iluminando su Sharingan. Sus manos formaron el sello del Carnero, y acto seguido una ristra de complicados hexagramas fueron extendiéndose por la piel del Centinela a partir de su antebrazo. Aquel había sido el primer sello que había colocado en él, y había llegado el momento de usarlo—. Así que… —dijo, sin apenas poder contener su emoción—, te entregamos al Centinela, y tú nos das ese maletín para nosotros solos, ¿eh? Datsue desvió la mirada momentáneamente hacia su Hermano. En aquel instante, Akame lo supo. Supo que Datsue había caído en las redes de la codicia más irreflexiva, y que nada ni nadie se interpondría entre él y su maletín. —Pues ahí lo tienes —dijo a Shinzo—. Esposado y sin poder moverse durante cinco minutos. Garantizado, a prueba de bombas. Ahora… —se acercó a él a pasos rápidos y extendió una mano para arrebatarle el maletín—, dame lo que me pertenece. |