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Las personas del pueblo mostraron un poco de extrañeza al sentir la blanca mirada de la Hyuga. La sacerdotisa por su parte observó fríamente a la kunoichi, parecía sentirse algo incómoda con las preguntas que le hacía pero terminó resignándose. Se disponía a hablar cuando la llovizna empezó a caer de nuevo, algunos hombres ataron correas a los perros para llevárselos mientras los demás aguardaban en el sitio.
-Primero los llevaremos a la posada del pueblo y luego les explicaré, síganme- Dijo la anciana mientras les daba la espalda.
-Tendremos que ir con ella, supongo- Le dijo el de Taki a la chica de Uzu.
La mujer los dirigiría a un lugar que estaba a unas cuantas calles del bar, se veía derruído al igual que el resto de edificios. Al entrar se encontrarían con que no había nada de luz, pero eso pronto cambió cuando un empleado encendió las velas del lugar dejando ver telarañas en las paredes y techo. En la recepción había sillones cubiertos de polvo y una mesita de cristal, debido a que no tenían visitantes era normal que nadie se ocupara de darle mantenimiento al sitio. Pronto llegó un hombre con unas toallas y se las ofreció a cada uno mientras los invitaba a sentarse. Tatsuya reverenció en agradecimiento y con la mano trato de desempolvar un poco el sofá antes de que él y Mitsuki se sentaran.
-Mitsuki-chan ¿estás cómoda?- Preguntó para luego soltarse la coleta y secarse un poco el cabello con la toalla. -No son malas personas depués de todo, sólo fue un malentendido- Ya se le había pasado el enojo.
Afuera la lluvia arreciaba y las gotas empezaban a escucharse tronar en las ventanas de la posada, un relámpago iluminó por unos instantes el lugar para luego dejar que las llamas de las velas dibujaran sombras extrañas. No disponían de iluminación eléctrica de ningún tipo, sin duda era un lugar que no había entrado en contacto con el exterior en mucho tiempo. Nuevamente llegó el trabajador con un azafate y dos tazás de chocolate, dejándolas en la mesita de cristal. Tatsuya una vez más reverenció para agradecer el gesto, al probarlo se dió cuenta de que estaba tibio y no caliente, pero aún así era mejor que nada.
La anciana se había ido hacia el interior del lugar, pero volvió nuevamente, se encontraba escoltada por un hombre que no habían visto antes, de barba grande y mirada imponente aquel sujeto no se mostraba pálido ni triste cómo el resto de los habitantes. La mujer pareció asentir con la cabeza y el tipo se retiró, ahora la sacerdotisa tenía su atención centrada en el par de genins.
-Ahora ya puedo contarles la historia, pero debo avisarles que quizás sea algo difícil de entender para ustedes- Les dijo de manera pesada. -Pueden creerme o no, y aunque lo hicieran dudo mucho que puedan hacer algo al respecto- Advirtió. -¿Aún desean saber?- Trataba de disuadirlos.
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~Ausente los fines de semana~
Mitsuki pudo notar como su mirada incomodaba a los aldeanos, al parecer las explicaciones de la anciana solo los habían apaciguado pero la creencia en que no era de este mundo aún seguía bastante latente. Así que la joven prefirió no prestarles más atención, centrandose en la anciana. Así evitaría incomodar al resto y sentirse rechazada por aquella gente, o al menos eso era lo que la chica creía.
La lluvia regresó, no era más que una fina llovizna pero fue suficiente como para que la mujer que se disponía a hablar prefiriese que se retirasen a un lugar más resguardado. Tatsuya se resignó con bastante facilidad a seguir a la sacerdotisa, por lo que a la Hyuga no le quedó más remedio que acceder. No tenía especial interés en pasar allí más de lo necesario, pero también era cierto que ella era la que había preguntado así que lo justo era seguirla si quería conocer la respuesta.
Sin titubear ni un momento, la joven echó a caminar tras el chico y la mujer. Los fue guiando através de la vía principal del poblado hasta una pequeña casucha alejada en varias calles del bar donde todo se había torcido. Atravesaron la puerta y se internaron en la casi absoluta oscuridad, apenas rota por la tenue luz que cruzaba el marco de la puerta. No tardó mucho en aparecer un hombre portando unas velas, con lo que dio un poco de claridad al lugar. Aunque casi hubiese sido mejor que no, aquel recibidor de lo que antaño debió ser una posada estaba casi tan abandonado como el resto del pueblo. Seguramente llevaba casi cincuenta años sin ser utilizado y eso se notaba, en el polvo y en las férreas telarañas que habían tejido por aquí y por allá sus peludas dueñas.
No era el lugar más acogedor del mundo, pero al menos se estaba resguardado de la lluvia. Tras ofrecerles asiento en un viejo sofá, el chico de la coleta se empeñó en la imposible tarea de despejar aquello de polvo. Lo único que consiguió es que casi se ahogasen en una nube de acaros que parecían tener el tamaño de pelotas de pin pon. La peliblanca no pudo evitar estornudar, tapándose prestamente con ambas manos para guardar las formas.
Aunque Tatsuya se había esforzado, cuando ambos dieron con su trasero sobre el duro sofá, aún quedaba polvo para fundar un desierto.
La chica asintió cuando su comañero le pregunto sobre su comodidad, respondiendo así mientras se afanaba en quitarse la chaqueta, quedando tan sólo con la camiseta gris oscura de manga corta.
-No son malas personas depués de todo, sólo fue un malentendido-
—Lo sé, por eso necesito saber que es lo que ha pasado aquí— contestó la joven mientras doblaba su chaqueta y la dejaba apoyada sobre el reposabrazos del sofá antes de aprovechar la toalla para secar su blanca melena.
Tras unos instantes reapareció el diligente azafato entregandoles un par de chocolates calientes que la joven agradeció con una sonrisa antes de dejarlo sobre la mesa para que se enfriase un poco. La sacerdotisa reapareció de nuevo, Mitsuki no tenía muy claro cuando se había marchado de la habitación, pero había regresado con un tipo bastante enorme e imponente que se retiró tras un gesto de la mujer.
La señora parecía querer evitar aquella conversación, sin embargo la Hyuga era algo a lo que no estaba dispuesta a ceder. Casi los matan, al menos quería saber por qué.
—Si, por favor— respondió la Hyuga mientras tomaba el chocolate con ambas manos y lo apoyaba sobre su regazo, clavando sus ojos en aquella extraña mujer para que esta entendiese que no iba a retractarse de sus palabras
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La brisa arrimaba las gotas de lluvia a la ventana mientras las nubes empezaban a mostrar un gris espectral ensombreciendo el pueblo. Un rayo cayó justo cuando la kunoichi de orbes blancos exigió conocer la verdad. Tatsuya se mostraba espectante ante las dos féminas que cruzaban sus miradas con firmeza esperando que una de las dos cediera, al final, la mujer anciana cerró los ojos y agachó la cabeza como si se hubiera rendido ante la determinación de la Hyuga. Les dió la espalda a ambos shinobis y caminó hacia un espejo que se encontraba cubierto por el polvo y en el cual el reflejo de la mujer se distorsionó de manera brumosa.
-Esta leyenda data de los tiempos de nuestros ancestros- Empezó a narrar. -En la antigüedad las personas creían en distintos espíritus conocidos como youkai o ayakashi, estos seres se escondían de los humanos pero otros decidian atacar a los hombres-
» Se pensaba que a veces cuando alguien moría de una forma trágica su voluntad podía dar origen a un youkai que preservaba las memorias del humano que fue- Cruzó sus brazos detrás de su espalda. -Nuestros antepasados tenían distintas historias sobre una niña que se convirtio en youkai pero no se sabe cual de todas es la verdadera, lo único en lo que todas coinciden es en que a esa pequeña se le escucha llorar por las noches en el bosque que se encuentra en medio del lago. Aseveró.
-No... no entiendo que tiene eso que ver con nosotros- Susurró cuando un golpecito se escuchó por la ventana, de pronto empezó a granizar misteriosamente.
-DÉJAME TERMINAR- Ordenó la secerdotisa para que el Takanashi cerrase la boca. -Hace un par de décadas una niña de este pueblo se quedó sola desde que sus padres murieron y su hermano mayor se fue a Uzushiogakure para convertirse en ninja- Su voz ahora denotaba pesar -Esa chiquilla iba al lago durante las tardes... Y a veces incluso en las noches...
» Al estar sóla la pequeña encontró aparente compañía en el youkai de la niña del lago. Ella decía ser amiga de ese espectro que los demás no podían ver y eso empezó a causar temor en los habitantes de este pueblo.- Cada vez parecía lamentarse más cuando hablaba. -Le temían a la niña que hablaba con los muertos y empezaron a creer que traería desgracias a este pueblo, así que decidieron ponerle fin a la vida de la pequeña...
Aún estando dentro de un lugar cerrado las velas parecieron bailar ante las crudas palabras dichas por la sacerdotisa. A Tatsuya se le heló la sangre al escuchar cómo pretendieron asesinar a una pequeña por puras supersticiones, no dijo nada, permaneció en silencio esperando a que la sacerdotisa terminara su relato. Aunque en sus ojos se podía ver que ya presentía como iba a acabar la historia.
-Una noche los aldeanos esperaron a que ella fuera el lago como era de costumbre, la sorprendieron en la orilla y la ataron de los pies para luego tirarla al lago- Dijo aquello con una increíble frialdad. -La niña braceó para intentar salir pero al estar amarrada fue incapaz de salir del agua, sus llantos parecían hacer eco junto a los del espíritú del youkai que habitaba en el bosque, hasta que el silencio se apoderó de aquella triste noche.
» Ahora, décadas después el ayakashi parece querer castigar a la gente de Nakisakebi por arrebatarle a su amiga. Durante las noches los hijos de los habitantes de este pueblo caminan sólos hacia el lago en medio de la noche, para morir ahogados ahí. La anciana caminó hacia los shinobis y les dedicó una mirada afilada. -Las personas ahora encierran a sus hijos para que el youkai no se los lleve, pero a pesar sus esfuerzos aún hay niños que desaparecen en las noches y amanecen muertos en las orillas del lago en el islote del bosque... Díganme... ¿Qué podrían hacer ustedes al respecto?- Inquirió desafiante
La verdad le resultó mucho más horrorosa de lo que había pensado, el de Taki creyó entender que los aldeanos quizás pensaron que ellos eran fantasmas habían ido a llevarse a sus niños. Además recordó el desfile fúnebre que vieron en el camino, todas las piezas del rompecabezas encajaban pero aún así era algo demasiado inverosímil para él. Tatsuya no sabía que decir, no se le ocurría ninguna forma lógica de que pudieran solucionar la desgracia y maldición que estaban sufriendo en aquel pueblo, por más que intentaba razonarlo no encontraba una explicación... pero tampoco quería creer en aquella leyenda.
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La Hyuga permaneció en silencio, atenta a las palabras que poco a poco iba deslizando la anciana. Lo que aquella mujer hablaba no era nuevo para Mitsuki, ella había escuhado mil veces las historias de los youkai, con otro nombre, pero al fin y al cabo la misma esencia.
Al joven de Taki no debió parecerle un principio lo suficientemente interesante, o quizás tan sólo no le veía la lógica pues se atrevió a cortar a la anciana narradora. Lo que le propicio una reprimenda por parte de la mujer, que le mando callar rápidamente.
El sonido de la tormenta acompañaba el desarrollo de la historia casi como si de una magistral bandasonora se tratase, poco a poco la Historia se iba ensombreciendo más y más, y la lluvia caía más y más fuerte, el viento hacia temblar cada tablón de aquella vieja casa y los truenos amenazaban con una furia inusitada.
Poco a poco, el relato fue llegando a su fin. Mitsuki había permanecido en silencio, en riguroso silencio, aunque su mirada se había vuelto un poco más dura. La joven trataba de controlar sus emociones, la historia del final de aquella pequeña la había hecho enfurecerse como nunca antes lo había hecho. Nunca antes había sentido repulsa hacia personas de aquella manera, pero lo que esa gente había hecho era imperdonable.
La anciana sacerdotisa les lanzó un interrogante final, buscando la ayuda que la joven había ofrecido. Sin embargo en aquel momento no deseaba ayudarles, su corazón le gritaba que lo que debía de hacer era levantarse de allí y largarse. De hecho estaba apunto de hacerlo, cuando la imagen de aquel pequeño ataúd paseo de nuevo por su pensamiento.
Dio un sorbo a su chocolate tratando de serenarse, no pudo evitar que la mano le temblase un poco por lo que acompañó la taza con las dos manos para asegurarlas. Lentamente fue despegando el borde de su recipiente de sus labios.
—...Mi maestra me enseñó que siempre se debe perdonar... no importa lo que haya pasado, si alguien se arrepiente... se le debe perdonar...— comenzó la Hyuga —Sin embargo... no creo que haya perdón para lo que hicieron— sentenció con cierta dureza, no podía evitar imaginarse una y otra vez a aquella pequeña ahogandose —Matar a una criatura inocente...— apretó con fuerza la taza, casi como si tratase de romperla —No estoy segura de si merecen siquiera que les ayuden...— aquellas palabras le dolieron en su propio corazón, nunca pensó que podría llegar a sentir eso —Sé que quizás no debería decir eso, pero es lo que siento en este momento— la joven agachó la mirada centrandola en taza de chocolate caliente —Necesito aclarar las ideas, lo siento— se disculpó con pesar
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Tatsuya notó el cambio de actitud de Mitsuki, sus palabras sonaban severas y quizás un poco frías pero no podía culparla, el también se sentía frustrado ante la historia que había contado la sacerdotisa. No sólo era el hecho de que resultaba inverosímil sino que además demostraba que la gente del pueblo eran tan aferrados a sus supersticiones que resultaban hasta peligrosos. En aquel lugar se había cometido una injusticia y nadie había hecho nada, por un momento llegó a pensar que el castigo del supuesto youkai lo tenían merecido, pero tras reflexionar un momento pensó que era una locura.
-Lo que hizo la gente de este pueblo fue una atrocidad- Se levantó de pronto del sillón con violencia mirando con rudeza a la sacerdotisa. -¿Acaso nadie hizo nada por juzgar a los culpables?- Exigió saber.
-Nakisakebi está perdido en el olvido, nadie del exterior supo esto, yo no me encontraba en el pueblo cuando eso sucedió- Respondió agresivamente. -Todos en la aldea guardaron silencio convirtiéndose en complices del asesinato, y ahora tras veinte años ya nadie se va a preocupar por el crimen de aquel entonces- Afirmó.
-¿Esta consciente de lo que está diciendo?- Le recriminó. -¡Mataron a una niña por culpa de la ignorancia y de seguro habrían intentado hacer lo mismo con nosotros si nos hubieran atrapado!- Gritó mientras señalaba con su mano derecha a Mitsuki y se tocaba el pecho a él mismo con la izquierda.
-¿Serás tú el juez y verdugo que condene a las personas de este pueblo?- Tatsuya palideció ante esas palabras. -En este lugar sin ley no hay quién los castigue, es por eso que el youkai los ha maldecido- Dijo mientras les daba la espalda a los shinobis -Es probable que la tormenta dure hasta la noche, ya lo habíamos previsto y preparamos las habitaciones de esta vieja posada, ustedes decidiran que hacer... Remató para luego irse así sin más.
Tatsuya negó con la cabeza ante la inútil discusión que tuvo con la sacerdotisa, se dejó caer en el sillón mientras un sentimiento de impotencia se apoderaba de su ser. Cubrióse entonces los ojos con la mano mientras respiraba profundo, aunque la ira le hacia agitarse al hacerlo. Sólo quedaba una cosa por hacer, y eso era recurrir a la costumbre... Se llevó la mano al cinturon y tomo la katana para desenvainarla, sacó un viejo pañuelo y con delicadeza acarició el filo de la espada. Aquella actitud podría parecer rara pero para él era un ritual imprescindible en estos casos.
-Mitsuki... chan...- Pronunció con tono triste. -Estoy confundido...- Añadió...
Estaba tan afligido que se había olvidado por completo de su padre, era hasta ese momento que se recordó que no lo había encontrado en el pueblo cómo habían acordado. "¿Dónde estará mi padre?... ¿Qué haría mi padre?..." Añoraba el consejo del veterano jounin... Aún le costaba creer que un youkai o lo que fuera se estaba llevando a los niños para ahogarlos, no podía aceptar la existencia de seres así, para él no eran más que leyendas. Podía tener fé en el Árbol Sagrado o en cualquier otra deidad, pero no podia aceptar la existencia de seres oscuros, quizás por el miedo a algo que esté más allá de sus de su alcance.
-Tenemos que tomar una decisión- Afirmó mientras enfundaba la espada. -No me agrada la forma en la que habla la anciana, pero una cosa es segura... Los niños no tienen que pagar por el asesinato que se cometió...- Sentenció.
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Tatsuya se había enzarzado en una discusión bastante dura con la anciana, que no dudaba en responder con cierta agresividad.. aunque el muchacho no se achantaba y le recriminó claramente que lo mismo que mataro na esa chiquilla podían haberlos matado a ellos. Eso era algo que no se había pasado aún por la cabeza de la joven, pero que al escucharlo lo vió claramente. El de los ojos bicolores tenía razón, podían haberlos matado allí mismo si no llega a ser por pura suerte. Si no hubiesen entrado en aquella casa, quizás se hubieran visto obligados a combatir contra los aldeanos y nadie sabe que podría haber pasado.
La Hyuga no pudo evitar dejar escapar un suspiro ante tantos pensamientos que comenzaban a rondarle por la cabeza, eran demasiados interrogantes, demasiadas dudas y demasiados juicios rápidos.
Lo mismo debía de pensar su compañero, que bastante afligido se dejó caer sobre el sillón tras dar por zanjado el rifirafe con la anciana sacerdotisa. El chico saco su arma y comenzó a limpiarla, parecía que era algún tipo de forma de relajarse por la forma en que lo hacia.
Ella, por su parte, trataba de ponerse en el lugar de su maestra. ¿Qué hubiese hecho Hisami-sama? Mitsuki podía perdonar que casi la matasen o al menos que lo pretendiesen, podía incluso entender ese miedo a los fantasmas que se había apoderado de aquella población... pero eso no justificaba lo que habían hecho. Cierto es que habian pasado años, pero... aún así.
-Tenemos que tomar una decisión... No me agrada la forma en la que habla la anciana, pero una cosa es segura... Los niños no tienen que pagar por el asesinato que se cometió...-
La Hyuga dejó escapar un suspiro antes de volver a llevarse su taza de chocolate a los labios. Tatsuya tenía razón, no importaba lo que pensasen, los niños no tenían cualpa ninguna de los crímenes de sus padres. ¿Pero qué podían hacer dos simples jóvenes contra la maldición de un Youkai enfurecido durante años? ¿Cómo se supone que deberían actuar? Es cierto que ella era una sacerdotisa... pero nunca había escuchado de ninguna Shijou de Kusabi que se hubiese enfrentado a un Youkai...
—En eso tienes razón...— condedió la Hyuga —Pero... suponiendo que nos creemos la historia y aceptamos que es un Youkai lo que esta detrás de las muertes de los niños... ¿qué podríamos hacer nosotros?— En aquel momento no se le ocurría absolutamente nada que hacer, esa anciana era una sacerdotisa que llevaba años en aquel lugar y no había podido detener las muertes de los niños ¿Por qué podrían ellos?
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14/05/2016, 19:35
(Última modificación: 14/05/2016, 19:40 por King Roga.
Razón: Los sub xD
)
—En eso tienes razón...— condedió la Hyuga —Pero... suponiendo que nos creemos la historia y aceptamos que es un Youkai lo que esta detrás de las muertes de los niños... ¿qué podríamos hacer nosotros?—
Las palabras de la kunoichi reflejaron con exactitud el desconcierto que ambos sentían, el de Taki tenía las mismas dudas pero eso sólo significaba que ninguno de los dos tenía las respuestas. Tatsuya se llevó la mano al mentón como si eso fuera a darle una idea, pero lo único que conseguía era estresarse al darse cuenta de que no tenían ninguna forma de solucionar el problema. Repasó en su mente cada palabra del relato buscando alguna una pista, aunque la verdad toda la historia era una incoherencia por el simple hecho de involucrar un ser sobrenatural en ella.
-¿No podemos ir a hablar con esa cosa?... digo...- No tenía ni la más remota idea de sí eso era posible o no. -...olvídalo, eso suena tonto-
Eso era tan irracional como aceptar la existencia del youkai en sí. Pelear no era una opción, sí se supone que es un ser sobrenatural nada de lo que hicieran le iba a causar algún daño, por un momento hasta pensó si habría algún jutsu anti-youkai pero alejó esa idea dándose palmaditas el mismo en el cachete para dejar de imaginar cosas locas. Estaban demasiado alterados y dudaba que en ese estado alguno de los dos pudiera pensar con claridad.
-Creo que por ahora lo mejor será descansar y tranquilizarnos, ya mañana podríamos ver que hacemos- Dijo mientras se levantaba del sillón. -Necesito asimilar esto y creo que tú también, perdóname... con permiso- Reverenció antes de dirigirse a las escaleras.
La granizada no mermaba en ningún momento, el viento inclemente azotaba aquel sombrío pueblo donde la noche caería trayendo consigo una oscuridad sin luna y sin estrellas. En medio de las tinieblas apenas se vería la lumbre de una que otra vela a través de los polvorientos y sucios vidrios de las humildes casas. En las habitaciones de los jóvenes no sería diferente, un par de candelas sería lo único que dispondrían además de los muebles recién limpiados pero cuyo aroma a viejo era inconfundible, incluso habría una que otra rajadura en las ventanas.
"Tanta misería, tanto olvido..."
Tatsuya estaba muerto de cansancio, mas mental que físico. Se echó de frente a la cama levantando un poco de polvo, aunque era bastante cómodo con ese esponjoso edredón, al punto que no tardó en quedarse dormido sin haberse tapado, simplemente se dejó llevar esperando que el Baku lo acompañase en sus sueños.
A la altura de la media noche la tormenta empezaba a alejarse dejando tras de sí unas cuantas gotas que sonaban con cristalino y reconfortante tono. Pero aquella aparente calma se vió opacada por el grito desgarrador de una mujer en medio de la calle que rasgaba sus vestiduras bajo la lluvia. Despertando y causando pánico entre los habitantes del lugar que con antorchas se congregaban alrededor de la fémina.
-¡YUKA! ¡Se ha llevado a mi Yuka!-
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Mitsuki seguía dándole vueltas a todo lo que se había hablado en el recibidor de aquella posada, a pesar de que hacia horas que se habían retirado a sus habitaciones.
Sentada frente a una ventana de cristales cubiertos por la húmedad que dificultaba ver el exterior, tan solo iluminada por una pequeña vela en un viejo candelabro de latón que tenía apoyado sobre el marco inferior de la ventana, que era lo suficientemente profundo para que supusiera un riesgo dejarla allí.
A sus espaldas, sobre la cama, yacía su chaqueta y su bandana. Ambas cuidadosamente dobladas y dispuestas una sobre la otra con rigurosidad.
La de Kusabi no podía parar de pensar, trataba de encontrar una respuesta lógica al dilema que se le había planteado. No estaba muy segura de si ella podría hacerlo, al fin y al cabo... Si admitimos la existencia de un Youkai... ¿qué lógica nos debería regir?
Hastiada y algo cansada, la joven apoyo su brazo derecho en el marco de la ventana para sostener su cabeza mientras seguía dejando a su mirada perderse en las visiones borrosas que ofrecían aquellos cristales, iluminados de vez en cuando por la luz de un relámpago.
El clima parecía no querer dar ni un minuto de respiro, las horas pasaban pero la lluvia y el granizo arreciaban como al principio. Mitsuki, poco a poco vencida por el sueño, se había ido dejando caer sobre su brazo hasta quedar prácticamente con la cabeza apoyada en el cristal. A la joven le parecío un solo instante, pero cuando volvió a abrir los ojos muchas cosas habían cambiado.
Un desgarrador grito la sobresalto haciendo que casi se cayese de la silla. Algo obnubilada aún por el repentino despertar, logró sostenerse sobre la silla mientras se frotaba los ojos con ambas manos. En primera instancia no pudo identificar que era lo que decía la voz, pero tras un segundo grito lo pudo identificar claramente. Alguien o algo se había llevado a la hija de la señora que gritaba en mitad de la noche, tras esto antorchas y más voces se habían congregado en la calle.
Sobresaltada, la joven salió disparada de la habitación casi desencajando la puerta del tirón. En su cama había dejado olvidada su chaqueta y bandana, pero eso ahora no importaba. Se habían llevado a esa niña y sabía perfectamente que era lo que le ocurriría si no la encontraban antes de que el fatal desenlace se produjese. Eso era lo que quería pensar, aún había esperanza por poca que fuese. No tenía ni la más remota idea de que lo que haría o dejaría de hacer si se encontraba al youkai, pero ahora tenía un objetivo que era encontrar a esa criatura y eso si sabía que podía hacerlo.
Atravesó los angostos y viejos pasillos de la posada, haciendo crujir con su carrera todas y cada una de la tablas de aquel suelo. Descendió la escalera y atravesó el recibidor, la puerta ya estaba abierta. La Hyuga se abrió paso a empujones entre los aldeanos que se arremolinaban sobre la mujer.
—¡¿Hacia donde?!— gritaba la peliblanca esperando que alguien le respondiese, algo en su interior le decía que debía darse prisa si quería tener alguna oportunidad. Sin embargo, los aldeanos tan solo se miraban unos a otros con desconcierto... aquello la exasperaba hasta cotas que nunca se había imaginado.
Tras forcejear consiguió llegar hasta el centro, donde la madre lloraba desoncosolada sentada sobre una cama de barro y agua —¡¿Ha donde se los lleva?!—
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Tras los gritos Tatsuya se levantó de puro susto de la cama y corrió rápidamente para ver que ocurría, aunque la carrera le hizo tropezarse y cayó rodando por las escaleras. Sin embargo no pensó en el dolor y se aventuró a las afueras para encontrarse con una muchedumbre rodeando a una mujer. No pasaron ni dos segundos cuando Mitsuki salió por la puerta exigiendo respuestas aunque los aldeanos parecían haber enmudecido ante ella, la kunoichi no estaba dispuesta a ceder y el de Taki vió como se abría paso hasta la aterrada mujer.
La mujer pareció palidecer ante aquella figura totalmente bañada en blanco, sumado al desconcierto de haber perdido a su hija lo único que salía de su boca eran palabras ininteligibles.
-Eeuuell bouskaaaaa- Pronunciaba mientras su llanto aumentaba al punto de opacar a la lluvia que aún caía.
Pronto la gente abrió paso a la sacerdotisa que llegó rauda y veloz, para alguien de su edad. Incluso un sorprendido Tatsuya pudo sentir como lo empujó por la espalda topando su hombro. La mujer iba con su cayado pero conservaba su soberbio semblante, además también estaba ahí el hombre barbudo de antes, el cual se acercó a la madre desconsolada y le cubrió con una manta para evitar que se resfriara. Entre tanto la mujer le dedicó una mirada severa a la kunoichi.
-Niña, de nada sirve que sepas donde está, no hay forma humanamente posible de que tú puedas pelear contra el youkai- La sacerdotisa dió tres golpes al suelo y el hombre se dispuso a levantar a la madre para llevársela. -Los niños se levantan y caminan sólos, guiados por la voluntad del espíritu- Ella esperaría entonces la respuesta de la Hyuga antes de continuar con su alegato.
-Entiendo que quieras ir a por la niña, pero es de noche y la tormenta podría regresar en cualquier momento, no...
-Sí Mitsuki-chan quiere ir yo la acompañaré- Interrumpió el Takanashi. -El bosque, el bosque en el centro del lago, ahí es a donde se los lleva, ¿no?- Miró a la miko esperando confirmación.
La mujer guardó silencio, y aquello fue más que suficiente para confirmar las sospechas de Tatsuya. El no recordaba haber visto ningún tipo de embarcación en la orilla que pudieran usar para ir al bosque, pero eso no iba a detenerlo "Si tengo que llegar hasta ahí caminando sobre el agua que así sea" Se ajustó el cinturon y miró a la kunoichi con determinación, estaba totalmente seguro de que ella no iba a renunciar a dejar sóla a la pequeña.
-Mitsuki-chan, cuando estés lista- Fue lo único que le dijo.
-Hagan lo que quieran...- Bufó la sacerdotisa.
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—¡¿Donde?!— reclamó la Hyuga de nuevo ante las inteligibles palabras de la madre.
Esa respuesta jamás se produciría pues la anciana hizo acto de presencia a sus espaldas. Mitsuki se giró indignada ante las palabras de la sacerdotisa. ¿Rendirse y dejar morir a aquella niña? Jamás fue lo que pensó mientras apretaba los puños y clavaba su mirada en la de la mujer que tenía frente a ella sostenida por su cayado.
—¡¿Y dejar que muera sin haberlo intentado siquiera?!— recriminó la peliblanca enfatizando con un ademán de su mano —¡No me importa quién o qué la tiene, solo he preguntado dónde está!— reclamó de nuevo la peliblanca sin ningún tiempo para tratar de convencer a aquella gente de que quizás había esperanzas. Ellos ya la habían perdido y no la recuperarían con sus palabras.
La anciana trato de disuadirla, pero por suerte Tastuya la cortó tajantemente dando en el clavo. La isla en mitad del lago, ¿como no se le había ocurrido? Allí es donde seguramente las lleva antes de ahogarlas.
—-Mitsuki-chan, cuando estés lista-—
—¡Vamos!— indicó la joven sin ningún tipo de ceremonía, no había ni un segundo que perder si querían tener la más mínima posibilidad de que aquella chiquilla volviese a ver a su madre.
La peliblanca se lanzó a toda velocidad en dirección al lago, no sabía muy bien que se encontraríian al llegar al lugar. Pero para ser sinceros tampoco le importaba demasiado, si estaban allí y era obra de Fuujin estaba segura de que encontraría la respuesta llegado el momento. Y si todo no era más que fruto de la casualidad... ¿qué importaba? Hasta que no tuviese delante a ese maldito Youkai no sabría si es real o no, si lo era ya pensaría en algo llegado el momento. Lo importante era la niña.
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Tatsuya de inmediato se puso a seguir a Mitsuki, dejándo atrás a los dolientes cuyas antorchas poco a poco se iban desvaneciendo en el horizonte. El camino estaba encharcado y los pasos de los shinobis iban salpicando mientras corrían a través de ese sendero que ahora lucía mucho más tétrico que en la mañana. Ahora los árboles muertos parecían usar sus ramaa como brazos a punto de agarrar a los ninjas, mientras se escuchaba el aullar de algún coyote en le lejanía. Iban a toda velocidad aunque el Takanashi no tenía muy claro el que harían.
-Mitsuki-chan, ¿cómo encontraremos a la niña?- Dijo volteándola a ver.
De nada serviría llegar al lago sin tener la más mínima noción de cómo buscarla, si supuestamente se la había llevado un espíritu era díficil saber donde la escondería, la única certeza era que los niños aparecen muertos al amanecer, por lo que tenían menos de seis horas antes de que ocurriera el desastre. Mientras planeaban algo seguirian con la marcha. Cuando llegaron la primera vez el camino se le había hecho corto, pero ahora le daba la impresión de ser eterno.
La silueta de capa negra y guadaña se fue desvaneciendo mientras su pie pisaba y apagaba el fogaron que poco antes había servido para asar la cena. El hombre entonces se alejó entre los árboles saltando con una gracia y elegancia opacadas únicamente por su serio semblante, en un punto su paso desaceleró mientras pensaba con pesar si había hecho lo correcto. Era duro pero consideraba que era la única manera, se frenó y miró a lo lejos el lago mientras la llovizna caía en su rostro, le dió la espalda al sitio y siguió con su camino... Cuando de pronto sintió algo extraño, volteando de nuevo su cabeza hacia las aguas.
-¿Y eso?-
Campanillas, pequeñas campanillas que sonaban dulcemente sin que nadie dentro del bosque pudiera oirlas. No había estrellas en el firmamento, la luna nueva anunciaba del peligro latente. Silencio total, sólo las campanillas, pero nadie estaba ahí para escucharlas. Sólo una sombra, sujetando las campanillas. En medio del negro bosque nadie lo veía, no había verde ni rojo, sólo negro, un negro otoño.
-Aki, Aki... Alguien más a venido a acompañarte... me aCompañaran en las aguas... me acompañaran en el fondo...-
Poco a poco el lago iría tomando forma ante sus ojos, pero no sería el mismo que vieron con anterioridad, y si lo era, se había metamorfoseado en un paisaje lúgubre y terrible. Un poco de niebla cubría las aguas que apenas esa misma mañana eran bellas y apacibles, pero ahora eran de un tono negro sepulcral. El aire se tornó frío, pero no era un frío otoñal ni mucho menos invernal, sino uno espectral que calaría hasta los huesos a ambos shinobis.
-¿Mitsuki-chan te encuentras bien?-
Habían corrido desde el pueblo hasta el lago sin parar en ningún momento, el de Takigakure se había fatigado con la carrera y ahora para complicarles las cosas empezaba a llover de nuevo. Lo único que los separaba del bosque eran las aguas, tan cerca y tan lejos a la vez. Aunque el de Taki no estaba dispuesto a ceder tan fácil estando la vida de alguien en riesgo.
-¿Puedes seguir o prefieres que me adelante?-
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~Ausente los fines de semana~
Los jóvenes se fueron poco a poco adentrando el aquel tétrico bosque de árboles secos, avanzando todo lo rápido que les permitía el enfangado camino. Mitsuki notaba como sus pies se hundían en el lodazal, casi como si este quisiese atraparla.
El chico de los ojos dispares, que la había adelantado hacia unos instantes, volteó la cabeza un instante para lanzar la pregunta que la Hyuga llevaba haciéndose a sí misma desde que había salido disparada en aquella búsqueda.
—Cuando lleguemos allí pensaremos en algo, no podemos perder tiempo— respondío la peliblanca con la voz un poco entrecortada por el esfuerzo de correr a su máxima velocidad. Lo cierto es que no tenía ni la más remota idea de que haría para encontrar a la chica, quizás lo más inteligente sería dejar que el youkai les encontrase a ellos... o tal vez no. Fuese como fuese, no lo sabría hasta que no llegasen allí.
Siguieron avanzando a toda la velocidad que sus piernas y el terreno les permitían hasta llegar a la orilla del lago. Una capa de niebla que llegaba hasta la altura de las rodillas cubría todo alrededor del lago, casi no parecía el mismo lugar junto al cual había caminado aquella mañana.
Mitsuki se detuvo justo al llegar al borde del agua, estaba exhausta por la carrera. No pudo evitar jadear un poco y doblarse hasta apoyar sus manos sobre sus rodillas tratando de recuperar el aliento. La peliblanca no había corrido tanto ni tan rápido en toda su vida y eso se notaba. Tatsuya parecío darse cuenta de que la joven necesitaba un respiro.
—No te preocupes, estoy bien— mintió mientras recuperaba la verticalidad y avanzaba hacia la orilla para colocar el primer pie sobre el agua —Puedo seguir, no debemos separarnos— las aguas parecían tranquilas bajo sus pies, pero aquella espesa niebla la ponía bastante nerviosa —Tenemos que encontrarla cueste lo que cueste— dijo más para sí que para su compañero, necesitó aquellas palabras para autoconverserse de que debía de adentrarse en aquel lugar, en dirección a aquella isla que casi se difuminaba tras la niebla. No sabía que se encontraría allí, el miedo la atenazaba como nunca antes lo había hecho... pero si se echaba atrás, si huía de aquel lugar... una niña moriría.
Respiero hondo y comenzó a correr sobre el agua en dirección a lo desconocido
Nivel: 20
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La peliblanca no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, y si ella no lo hacía él tampoco. Siguió a la Hyuga por sobre el agua sin saber que les esperaría en el otro lado. La niebla apenas dejaba ver sus pies y poco a poco iba aumentando en altura mientras corrían sobre el lago, la lluvia seguía cayendo y quizás sólo por eso el Takanashi no se daba cuenta de que estaba sudando frío. Su instinto le decía que debía huir, su razón que corrían peligro, pero su corazón le insistía que no debía abandonar a la niña.
Pronto ambos shinobis empezarían a sentir pesadas las piernas, cada paso que daban se volvía más y más difícil, como sí en vez de caminar entre la niebla estuvieran metiéndose en un pantano. El moverse se volvía todo un reto, fatigando de más a ambos. Cuando Tatsuya se percató de esto ya estaban a medio lago, pensó que era su imaginación, pero la sensación era tan real que no podía ignorarla.
-Mitsuki-chan, ¿sientes eso?- Quería corroborar que su cerebro no le estaba jugando una mala pasada. -Ya estamos a medio lago, no podremos regresar-
La verdad es que sí podían volver, pero eso significaría dejar a la chiquilla y eso no entraba entre sus planes. El espadachín empezaba a sentir un leve dolor de cabeza por el cansancio; Mantener durante tanto tiempo el chakra fluyendo en sus pies además del malestar a la hora de caminar le dificultaba aún más el concentrarse para seguir sobre el agua, pero de eso a hundirse en el lago era mejor esforzarse para llegar rápido al bosque.
Pronto un escalofrío recorrió toda su espalda cuando escuchó el llanto de una niña proveniente de la lejanía, seguido por el repicar de unas campanillas de viento. En esos momentos todas las sensaciones provenientes de su alrededor se intensificaron, el húmedo olor de la niebla, el frío de lluvia bañándolos y la oscuridad parecía haberse vuelto más intensa.
"¿Qué esta ocurriendo?"
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~Ausente los fines de semana~
Poco a poco se iban adentrando en aquella densa niebla que parecía no querer dejarlos ver, acompañados por un frío inusitado... diferente. No era el típico frío del invierno, era un frío que helaba el alma y atravesaba los huesos de una manera que jamás había sentido.
"¿Qué esta pasando? ¿Es obra de ese youkai?" aquel interrogante hizo que el siguiente paso que iba a dar se le fuese un poco y terminase metiendo la pierna en el agua hasta el tobillo, por suerte pudo rehacerse y la cosa no fue a mayores. Sin embargo, al sacar la pierna del agua notó que esta no era exactamente como debía ser. Era algo viscosa, aún más viscosa que el barro que habían atravesado anteriormente "Esto no es normal..." como iba a serlo, se estaba aproximando a una isla en la que se suponía que debía de encontrarse con un maldito youkai, un fantasma enfurecido y consumido por sus ansias de venganza, que le extrañaba.
La voz de su compañero la hizo centrarse de nuevo, no era momento para dudar aunque Tatsuya parecía estar haciéndolo también. El chico, al igual que la joven, parecía sentirse más cansado de lo que debiera y la causa parecía ser aquella convinación de niebla y agua de extraña densidad. La joven tuvo que hacer un esfuerzo para encontrar con la mirada la espalda del de ojos dispares. Apenas les separaban un par de metros y casi que no podía verle correctamente
—Si...— respondío la chica tratando de mantenerse en el camino, como bien añadío el pelinegro: ya no había vuelta atrás, no ha esa altura... no tan cerca.
De repente, aquel tenebroso silencio se vio alterado por los llantos de una niña. Mitsuki levantó la mirada esperanzada por tener una referencia del lugar de procedencia, pero este sonido parecía provenir de todas partes y además acompañado por un siniestro tintinear de campanillas.
—¿De donde proviene?— preguntó la joven bajando un poco la voz, algo le decía que fuese lo que fuese que había allí no era nada amigable.
Se llevó la mano hasta hasta su frente pare secar el sudor helado que comenzaba a incomodarla, respiró hondo y siguió caminando lentamente. Debían de llegar hasta la isla, el agua no era un buen lugar para aquellos dos shinobis.
—Avanzemos con cuidado, Tatsuya. Tengo la sensación de que nos están observando— confesó la Hyuga que sentía la sensción de que no estaban solos en aquel lugar
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—Creo que viene del bosque— No estaba muy seguro de ello, pero era el lugar único lugar que tenían cerca.
En condiciones normales lo lógico hubiese sido alejarse sabiendo que algo andaba mal, lastimosamente el origen de ese sonido era justamente el lugar a donde se dirigían. Tatsuya tragó un poco de saliva y desaceleró un poco el paso para estar a lado de la kunoichi y no perderla de vista entra la niebla.
—No te alejes de mí— Casi inconscientemente, estiró el brazo con lentitud buscando la mano de la kunoichi. —No sé que pueda pasar cuando lleguemos a la otra orilla— Ya ni siquiera estaba seguro de encontrar la orilla.
La isla ya no era visible debido a la espesa niebla, sólo les quedaba avanzar en línea recta hacia el frente donde la vieron por última vez. Paso a paso seguían caminando, y contrario a lo esperado el llanto junto a las campanillas fueron menguando mientras más se acercaban. En un último momento, cuando sus piernas ya no tenían más fuerzas pudo divisar los lindes del bosque, miró a Mitsuki con una sonrisa de esperanza instándole con ella a realizar un último esfuerzo para llegar hasta allí.
"Por fin"
Corrió lo más rápido posible con tal de llegar a la orilla. La lluvia fue cesando, la niebla se estaba disipando y los sonidos desaparecieron. Por fin estaban en tierra firme, Tatsuya se dejaría caer de rodillas y sentarse sobre sus piernas, aunque sus guanteletas le cubrían buena parte de sus manos era obvio que el frío se habia dejado sentir en sus dedos. Se las quitó debido a que estaban mojadas y trató de sacudirse un poco la cabeza.
—¿Te encuentras bien?— Preguntó preocupado. —¿Hay algo que pueda hacer por tí?— De ser así esperaba que se lo dijese, porque a el no se le ocurria una manera de ayudarla.
Ahora se encontraban rodeados de una atmósfera de oscuridad y silencio donde el único sonido que interrumpía el silencio era el de algunas gotas deslizándose y cayendo entre las hojas. La densa niebla se mantenía alrededor del lugar pero no penetraba en el bosque, aunque no por eso era un lugar menos aterrador. El frió permanecía y las sombras de los árboles provocaban que fuera prácticamente imposible ver algo.
—No se cómo vamos a encontrar a la niña sin perdernos nosotros— No queria sonar pesimista,.pero tampoco podía negar su inquietud. —No podemos adentrarnos así sin más, sería buscar una aguja en un pajar— Apretó los puños por frustración. —Parece ser que es nuestra única opción— Registrar de arriba a abajo el tétrico bosque podria parecer una locura, pero era lo que había.
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~Ausente los fines de semana~
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