Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Tatsuya se reafirmó en su creencia de que las espadas servían para algo más que para matar. Y no sólo eso, sino que en su nacimiento, hacía siglos y siglos, el propósito de su construcción no había sido para segar vidas. Valiente idea, desde luego. Valiente y demasiado optimista, según Datsue. Pero como era algo que ninguno de los dos podía probar, no valía la pena discutir por ello. Era malgastar saliva.
El Takanashi dejó cien ryos para pagar la cuenta y se levantó, dándole la espalda al Uchiha. Datsue se quedó mirando el billete, pensativo. Bueno, en realidad no se quedó mirando. Tampoco se lo pensó mucho, a decir verdad. Simplemente, como una serpiente que ataca a su presa, su mano atrapó el billete y lo escondió entre sus bolsillos. Tan solo había actuado de manera automática, como una madre haría para quitarle el objeto punzante que su hijo pequeño había cogido de la mesa.
Si saben cómo soy, ¿para qué me provocan? Era como dejar unos pastelillos de crema y chocolate al cuidado de un glotón, o como dejar una brújula al alcance de un shinobi de Uzu. La va a coger, por mucho que después siga perdiéndose en combate.
Sonrió. Se había despertado con un humor muy divertido aquel día.
—Por ahora ya se nos hizo tarde —dijo Tatsuya, volviendo a mirarle—, si el cliente es tan malhumorado como dices no se alegrará cuando nos vea, será mejor que nos vayamos pronto.
—¿Ehm? Oh, claro, claro. Tienes razón —dijo, levantándose también y siguiéndole hasta la puerta. No se preocupó por haber dejado el desayuno sin pagar. La noche anterior había llegado a un acuerdo con la camarera: comida y cama gratis a cambio de ayudar con la recuperación de los pandas. Suponía que el Takanashi entraba dentro de esa peculiar promoción y, de no estarlo, él no sabría nada por el dinero que faltaba. De hecho, ¿qué se supone que tendría que saber?, se preguntó, esbozando una nueva sonrisa—. No me apetece nada, pero bueno. Cuanto antes nos lo quitemos de encima, mejor, ¿verdad? ¿Por dónde era? —preguntó, una vez fuera del local.
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—No está muy lejos de aquí— Suspiró —El templo está detrás de esa gran tienda— Señalo con su dedo hacia el fondo de la calle.
Sería un camino muy corto, no más de cinco cuadras. El clima era frío pero no había viento, ni tampoco rastros del aguanieve del día anterior. Al rodear el negocio encontrarian en la parte trasera un santuario con dos estatuas de pandas en la entrada unas pocas escaleras hechas de piedra que llevaban hasta la puerta. Tatsuya se acercó y decidió dar un par de toquesitos para ver si había alguien en el interior. A su encuentro salió el hombre con su típico bigote bailarin, observánolos a ambos con cara de pocos amigos.
—Hostia, por fin se dignaron a venir, ¿porqué coño se tardaron tanto?— Dijo furioso viendo al Uchiha —Ya es la segunda vez que se retrasan carajo— Salpicó saliva en el.rostro de Datsue
El Takanashi comprendía ahora a que se refería su compañero, se replanteó lo de preguntarle por la apuesta. Tras las posibles alegatas decidió que lo mejor era no pelearle al monje.
—Pues... Yo, me disculpo por el retraso, no tengo una excusa, le pido mil perdones por los problemas causados— Reverenció con el más estricto de los protocolos.
—Joder, bájale un poco, mejor vengan conmigo— Se dió la vuelta esperando que lo siguiesen.
Por dentro había un jardín con algunos bambués, un pequeño estanque y un camino empedrado serpenteante que finalizaba en un altar con la estatua de un panda de oro a tamaño real. Atrás de este un árbol shinboku y a su lado un joven Hidetaka cargando otra vez el montón de cañas en su espalda. El muchacho frunció el ceño desde la distancia, no le agradaba para nada la presencia del Uchiha y no dudaba en mostrar cara de desprecio, si pudiera hablar quizás soltaria algunos improperios que no le gustarían mucho al del yukata.
Datsue siguió a Tatsuya hasta el encuentro del cliente, desganado. Llevaba los brazos cruzados tras la espalda y arrastraba los pies por el camino. Bajaron por unas escaleras y se encontraron con lo que parecía un santuario, con dos estatuas de osos panda a cada lado y una colosal puerta cerrando la entrada.
El Takanashi no tardó en llamar, golpeando la puerta con los nudillos. Y menos tardó el cliente en aparecer.
—Hostia, por fin se dignaron a venir, ¿porqué coño se tardaron tanto? Ya es la segunda vez que se retrasan carajo.
Datsue tuvo que apartarse hacia un lado por los tremendos salivazos que soltaba aquel hombre cada vez que pronunciaba una palabra. Ya se lo había pasado una vez por alto, pero dos…
—¿Quiere dejar de escupirme cada vez que me habla? —dijo, indignado—. Parece que tenga un aspersor en la boca. No me extraña que hayan huido los osos, ¡son más limpios que usted!
Se había puesto rojo por la rabia, pese a tratar de mantener la compostura y ponerle freno a su lengua. Más cosas le hubiese dicho, de no ser el jodido cliente. De no ser, más bien, por los quinientos ryos que le entregarían si cumplía con su dichoso encargo. Pero le estaba resultando difícil. Nadie en su vida le había sacado tanto de quicio. Bueno, sin contar a Okura. Pero ese juega en otra liga.
Tras el breve intercambio de palabras y la pequeña disputa, Ikki les llevó al interior, pasando junto a un estanque y conduciéndoles hasta otra estatua, esta vez de oro puro brillando en la superficie. Datsue se quedó boquiabierto, era jodidamente impresionante.
Tiró de la manga del Tatsuya y se puso de puntillas para susurrarle al oído:
—Pregúntale si la estatua es de oro macizo o solo está bañada en oro.
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11/06/2016, 21:57 (Última modificación: 11/06/2016, 22:05 por King Roga.)
—¿Hmm?— Se agachó en cuanto sintió el jalón en sus ropas —Oh, claro con much... Alto ¿porqué le tengo que preguntar yo?
No era momento para trivialidades pero su compañero parecía ser incapaz de concentrarse en su misión, de paso también distraía a Tatsuya y el monje se dió cuenta de que ambos estaban susurrando.
—Hey, ustedes dos-- Llamó con tono severo —¿Se puede saber porque no me estan poniendo atención?
—Lo lamento mucho— Revenrenció para disculparse —Es que, mi compañero estaba interesado en saber sí la estatua atrás de usted es de oro puro— Señalo con el dedo a la figura del panda.
El anciano entonces se dió la vuelta y con un gesto le indicó al moreno mudo que le diera una de las cañas que cargaba en su espalda, el muchacho se la lanzó y el monje caminó hacia Tatsuya para mirarlo a los ojos, tras lo cual le pegó en la cabeza con la caña. El Takanashi se molestó y gruñó tras el golpe, aunque no dijo nada su mirada dejaba entrever que no le agradaba la actitud del anciano, que fuera el cliente no le daba derecho a tratarlo de esa manera. Pero ahí no acabo a cosa, el anciano volteó la cabeza como si su cuello se viera accionado por el efecto de un resorte y también golpeó en la cabeza al Uchiha.
—Sí no van a preguntar nada respecto a la misión mejor no digan nada, pero sí, si es de oro puro— Admitió mientras su bigote bailoteaba —Ahora les daré la información extra.
Se giró nuevamente hacia Hidetaka y con unas cuantas señas le indicó algo que los dos shinobis no entenderían, el moreno se acercó con su cargamento en la espalda y una maliciosa sonrisa se dejó ver en su rostro mientras caminaba hacia Datsue. Se quitó las cañas de la espalda y le lanzó el paquete al Uchiha, el peso era considerable al punto que quizás no podría cargarlas, pero las sogas que las sujetaban se desatarían en el momento en que hicieran contacto con el genin del yukata.
—Esas son cañas de azúcar, los pandas se sienten atraídos por los sabores dulces y les servirán para atraerlos. En total son nueve pandas, pero tres de ellos son pequeños y no confían mucho en la gente, hay cinco adultos los cuales no deberían ser problema... Por último está al que llamamos el Gran Kumaneko, este panda es mas grande de lo normal y aunque no es agresivo podría ser difícil atraerlo ya que es muy perezoso, no nos obedece ni a nosotros que somos sus cuidadores— Se dió la vuelta con las manos cruzadas en la espalda, mirándolos de reojo antes de marcharse —Recuerden que no deben lastimarlos, cuento con ustedes.
El hombre se dirigió quién sabe a donde y el mudo lo siguió sin chistar, dejándo sólos a los dos shinobis de Takigakure. El Takanashi reverenció aunque el hombre no lo viese despedirse y luego se agachó para tratar de auxiliar a su compatriota.
Nota mental: no cuentes con Tatsuya. Le había pedido que preguntase al anciano sobre la calidad de la estatua, obviamente para mantenerse al margen, pero al Takanashi no se le había ocurrido otra cosa que delatarle en la propia pregunta. Era como si alguien le regalase algo con una mano y le robase con la otra.
Al menos, la justicia divina pareció materializarse cuando Tatsuya recibió un bastonazo en plena cabeza. Se lo merecía, y Datsue estaba a punto de reírse y señalarle con el dedo, burlón, cuando le restallaron los dientes por un golpe idéntico, esta vez en su cabeza.
Nota mental dos: vengarse de Ikki. Y creo que ya sé cómo… Sus ojos se posaron por última vez en la monumental estatua de oro, para finalmente prestar atención al anciano y su chico. Suerte que lo hizo, porque aquel condenado le lanzó un fardo con cañas de bambú, que a punto estuvieron de caer al suelo. El Uchiha se las arregló para evitarlo, soltando un resoplido por el esfuerzo.
—Esas son cañas de azúcar, los pandas se sienten atraídos por los sabores dulces y les servirán para atraerlos. En total son nueve pandas, pero tres de ellos son pequeños y no confían mucho en la gente, hay cinco adultos los cuales no deberían ser problema... Por último está al que llamamos el Gran Kumaneko, este panda es mas grande de lo normal y aunque no es agresivo podría ser difícil atraerlo ya que es muy perezoso, no nos obedece ni a nosotros que somos sus cuidadores— Se dió la vuelta con las manos cruzadas en la espalda, mirándolos de reojo antes de marcharse —Recuerden que no deben lastimarlos, cuento con ustedes.
Acto seguido, criado y anciano desaparecieron por una puerta. El Takanashi realizó su enésima reverencia, mientras que el Uchiha les mostró la lengua y, de haber tenido las manos libres, el corte de manga que ambos se merecían.
—¿No prefieres que yo me lleve las cañas?
—Pues ahora que lo dices... —Le lanzó el fardo de bambús del mismo modo en que el muchacho había hecho con él—. Vayamos a cumplir la misión antes de que me vuelva loco —dijo con voz crispada, dando media vuelta. Se detuvo un instante frente a la estatua de oro, observando de nuevo su majestuoso tamaño, el suelo sobre el que reposaba, el peso que debía tener…
Luego, avanzó hasta la salida y salió por la puerta.
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—Bue... ¡Ahh!— Tuvo que esforzarse para lograr atrapar el montón de cañas.
Sí hubiese sido Katsuo ya le habría dado otro par de talegazos, pero no era Katsuo. Para su mala suerte tenía que seguir aguantando el mal comportamiento de Datsue, aunque al final quizás le terminaría perdonando al rato, suele ser bastante alcahuete, pero por ahora seguía molesto.
"¿Porqué tiene que ser tan pesado?"
Ajustó las sogas que se habían aflojado y logró amarrar de nuevo la carga para llevarla sobre su espalda, en cuanto pudo corrió hacia Datsue quién se había adelantado hasta la puerta sin importarle nada.
—¿Ahora si tienes ganas de hacer la misión, eh?— Le espetó un tanto molesto.
Después de levantarse tarde y quejarse durante toda la mañana ese repentino ánimo lo dejó confundido de nuevo, pero lo único que podía hacer era tener paciencia y ponerse en marcha. Ahora era él quién no tenía ganas de hacer la misión.
Sólo era cosa de seguir el camino empedrado hasta salir del pueblo, de ahí sólo tendrían que introducirse en el bosque y buscar hasta encontrarse con los pandas. Si bien Tatsuya no sabía distinguir correctamente las huellas de distintos animales no seria del todo necesario, no suele haber mucha fauna en los bosques de bambú, por otro lado tampoco era bueno para percibir detalles, así que seguir huellas se le haría difícil.
—Fuff— Suspiró —Nos llevará un buen rato encontrarlos, lo bueno es que los pandas no suelen recorrer muchas distancias, así que no estarán demasiado lejos— Afirmó confiado.
Tenía un buen conocimiento sobre los peludos a blanco y negro, le gustaban casi tanto cómo las espadas y eso le.permitía saber algúno que otro dato sobre los pandas; cómo que no se suelen mover más de quinientos metros a lo largo del día, pues generalmente se mantienen comiendo y comiendo.
—¿Se te ocurre alguna forma de encontrarlos más rápido?.
Aunque era él quién conocía mejor el tema eso no le impedía pedir ayuda, para algo estaba su compañero de equipo.
"El problema serán los más cachorros, es probable que rehuyan de nosotros"
Datsue percibió cierto tono molesto en el tono de su voz. Arrugó el ceño y entrecerró los ojos.
—De lo que tengo ganas es de perderos de vista a todos. Especialmente al viejo al que tú tanto le lames los pies —Torció el gesto y siguió caminando—. Eso, y cobrar mi maldito sueldo.
Se juró no realizar más misiones de rango D en lo que le quedaba de vida. Demasiado tiempo perdido para tan poca recompensa. La idea de formar equipo con el trío femenino de Takigakure fue cobrando todavía mayor fuerza en su mente. Era la única opción que veía para cumplir su juramento.
El camino empedrado dejó paso a la tierra repleta de bambús y hierbajos, y, quizá, a huellas y rastros dejados por los osos. Rastros que ninguno había sabido distinguir, por el momento.
—Fuff— Suspiró —Nos llevará un buen rato encontrarlos, lo bueno es que los pandas no suelen recorrer muchas distancias, así que no estarán demasiado lejos.
Datsue asintió, memorizando la información. Al menos uno de los dos sabía de pandas.
—¿Se te ocurre alguna forma de encontrarlos más rápido?
—Hmm… Podríamos incendiar el bosque —propuso, serio—. Formar una línea de fuego de norte a sur, arrinconarlos con las llamas y atraparlos de una sola vez —Datsue lo miró de reojo y se carcajeó, aunque sin mucha alegría—. Tranquilo, era broma —suspiró.
»Pues no. No tengo ni idea. Supongo que habría que fijarse en las huellas y rastrear. Pero nunca se me dieron bien esas cosas.
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—Hmm… Podríamos incendiar el bosque —propuso, serio—. Formar una línea de fuego de norte a sur, arrinconarlos con las llamas y atraparlos de una sola vez — Tatsuya se quedó estupefacto ante tales declaraciones, casi se le va el alma al escuchar su plan —. Tranquilo, era broma —suspiró.
—Por un momento me habías asustado— Respondió aliviado, se la había creído. A esas alturas dudaba de que era capaz o no de hacer.
—Pues no. No tengo ni idea. Supongo que habría que fijarse en las huellas y rastrear. Pero nunca se me dieron bien esas cosas.
El espadachín suspiró al darse cuenta que su aliado estaba en las mismas.
—Fuff, yo tampoco soy bueno en eso de buscar. Además la nieve de ayer ya se derritió y por ende se borró el rastro, sólo nos queda buscar huellas en suelo, pero parece que ninguno de nosotros es capaz de eso— Suspiró de nuevo —Un segundo, ¿que hay de tu jutsu de antes? tengo entendido que es algún tipo de técnica con los ojos ¿no? ¿podría ayudarnos?.
Sentía curiosidad por aquel dojutsu y no tenía interés en disimularlo, durante la riña que tuvieron no logró percibir nada fuera de lo normal en relación a esos ojos, pero si existía la posibilidad de que pudiesen ser de utilidad en la misión. Era una esperanza pobre, pero esperanza al final de cuentas.
—Estaba pensando en que nuestra prioridad deben ser los oseznos, son los más escurridizos y al encargarnos de ellos primero podremos concentranos en los grandes con más tranquilidad ¿que opinas?— Le lanzó la incógnita.
El pequeño panda del día anterior no debía de estar muy lejos de ese sitio, quizás les tuviese miedo a ambos pero confiabaa en que podrían atraparlo sin mayor problema, tenían las cartas para hacerlo.
A Datsue le hizo gracia que preguntaran por sus ojos. Era cierto que su Sharingan aumentaba su percepción, pero no creía que le fuese a resultar útil para rastrear.
—Todavía no están en su forma completa —respondió, negando con la cabeza—. Actualmente no sirven para otra cosa que sonrojar a algunas chicas y arrancarles algún suspiro. Que no es poco —añadió, enseñando los dientes—. Que por cierto, ya que vamos a pasar un buen rato perdidos en este bosque… Cuéntame. ¿Qué tal con las chicas? —Quizá el Takanashi le sorprendiese y resultase ser todo un Genji Monogatari. Mayores sorpresas se había llevado.
»Y respecto a lo de centrarse primero en los más pequeños… No le des vueltas a eso. Nos centraremos en los que nos vayamos encontrando. Sin más.
Datsue reconoció la zona en la que habían combatido el día anterior. Los makibishi todavía debían estar tirados en algún sitio no muy lejano, y tuvo cuidado de dónde pisaba. Luego, se adelantó a Tatsuya, todavía cargado con las cañas de azúcar, y se dirigió en la misma dirección que el pequeño osezno había escapado la última vez.
Con suerte, sería al primero al que encontrasen.
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Tan fugaces llegaron las esperanzas, y tan fugaces se fueron.
"Así que forma completa, ¿acaso no lo domina?"
La respuesta más acertada hubiese sido que no estaban desarrollados, pero el espadachín no tenía forma de saber eso. Según palabras de Datsue su jutsu era más apariencia que utilidad. Si bien en combate podría resultar práctico para intimidar no tenía mayor uso en la misión, así que lo descartó. Pronto el Uchiha logró desviar la conversación hacia otro tema, provocando que Tatsuya desviase la mirada.
"Ay no"
Era un tema bastante incómodo para él. No se le da bien socializar con nadie, y eso incluye el cortejar a las chicas. En un par de ocasiones sus padres ya habían mostrado preocupación por el hecho de que no tuviera pareja, después de todo si iba a ser el heredero del clan tarde o temprano se iba a tener que casar, pero el quería obviar eso, al menos por ahora.
—La verdad es que nunca he tenido novia— Contestó a secas —En una ocasión conocí a una jovencita muy hermosa, además de inteligente y amable... Pero no fui capaz de decirle nada, sin contar que ella nunca mostró interés en mí— Suspiró con pesar —Además ella era de Uzushiogakure, sólo con eso debí haberme dado cuenta que era imposible.
Fue una gran desilusión, bastante patética por cierto. Ya que él solito fue quién construyó castillos en el cielo. No quería seguir hablando de eso, queria concentrarse en la misión. Él no tenía una forma de safarse de la conversación, pero por suerte el Uchiha pudo hilar la pregunta adecuada y le evitó el tener que hacer un comentario cortante.
—Supongo que tienes razón— En realidad no estaba muy de acuerdo, pero le dió el visto bueno con tal de evitar discutir.
Pronto el Uchiha aceleró el paso, como si intentase localizar algo. El de ojos dispares se ajustó la carga y trató de seguirlo, aunque el peso de las cañas le hacia difícil el trabajo. Pronto un sonido captaría su atención, en medio del silencio del bosque de bambú sólo un sordo no notaría el ruido de hojas sacudiéndose.
"¿Hmmmm?"
Si se adentraban más podrían percibir que venía de la parte alta de algún lugar, en las cañas de bambú específicamente. El pequeño panda se había subido a algunos bambúes que se encontraban un tanto doblados, ahí estaba arrancando ramitas con sus patitas y devorando posteriormente las hojas. Sí se acercaban era probable que se asustase, pero estando arriba de los árboles no tenía tampoco una forma de escapar, así que los shinobis tenían un tanto de ventaja en ese sentido.
El osezno se columpiaba en lo alto del bambú con la habilidad de un mono, triturando las hojas de las ramas como si fuese la mejor de las comidas. No podían permitir que se escapase por segunda vez. El Uchiha tomó una de las cañas de azúcar que portaba el Takanashi y se la mostró al oso.
—Ven, pequeño, ven —dijo con voz melosa—. Ya verás que bien sabe esto. —Se sentía algo ridículo. ¿Para eso se había esforzado tanto para graduarse como Gennin? ¿Para estar salvando ositos de los árboles?
Trató de calmarse. No era momento de enfadarse de nuevo. Se decía que ciertos animales tenían un sentido más desarrollado para captar el estado de ánimo de los humanos. Debía mantenerse amigable y sereno. Justo lo opuesto a él.
—¿Y cuál era el nombre de esa chica que te robó el corazón, si se puede saber? —preguntó, mientras movía la caña de azúcar por encima de su cabeza de un lado a otro, tratando de llamar la atención del osezno. Guapa, inteligente y amable. Que aquellos tres conceptos estuviesen reunidos en una chica la convertían, a ojos del Uchiha, en un auténtico tesoro. Desde luego Noemi cumplía una de las tres. La más importante de las tres. ¿Las otras dos? Todavía no la conocía lo suficiente.
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Más temprano que tarde lograron encontrar al pandita, el cual parecía tener una predilección por subirse a los árboles. El del moño tomó la iniciativa y agarró una de las cañas para atraer al osezno, pero este último lo que hizo fue dejar de comer y quedarse inmóvil ante la presencia de los shinobis. Los observaba con cautela, cómo si fueran dos bichos raros.
"Sabía que no iba a ser tan simple"
Quizás se sentía atraído por el dulce aroma del azúcar, pero el miedo le impedía bajar, lo bueno es estaba medianamente interesado. De repente el Uchiha le lanzó una incógnita al Takanashi, el cual se sorprendió, no consideraba que fuese el mejor momento para hablar de eso, se lo pensó unos cuantos segundos antes de contestar.
—Mitsuki— Respondió con un aire de meláncolía al pronunciar ese nombre.
No era relevante, ni siquiera sabía porqué estaba interesado en ella, era imposible que la conociera. Por ahora quería centrarse en el titubeante panda que volteaba su cabeza para verlos, no parecía querer bajar y subir hasta allí no era muy buena opción. Tatsuya ya había tenido una caída el día anterior por intentar hacerlo y no quería repetirlo, pero una idea aún mejor cruzó por su cabeza.
—Intenta subir tú al bambú, yo no podría pues soy demasiado pesado, pero con tu tamaño no debería haber problema— Le sugirió —Sí se la das a probar sería más fácil que baje— Le argumentó.
Sí seguían esperando podrían pasar horas hasta que decidiese acercarse, por lo que ganarse la confianza del animal ayudaría a acelerar un poco las cosas, no podían darse el lujo de perder tanto tiempo sólo con uno, aún faltaba encontrar ocho más.
21/06/2016, 18:34 (Última modificación: 21/06/2016, 18:36 por Uchiha Datsue.)
—¿Con mi tamaño? —dijo con voz queda—. ¿Qué le pasa a mi tamaño? No me estarás llamando bajito…
Pero, por una vez, el Takanashi tenía razón. El osezno permanecía inmóvil, como asustado, y pasarse horas esperando a que bajase no era una opción. Bastante exasperado estaba ya. Con una elegancia que brillaba por su ausencia, Datsue empezó a trepar con la caña de azúcar en una mano.
—Vamos, pequeño, ven —Vente de una jodida vez, ¡hostia!—. Ya verás que rico, toma. —Pasó la caña de azúcar a centímetros de sus zarpas y, lentamente, empezó a deslizarse bambú abajo con la esperanza de que el osezno le siguiese. Como no me haga caso le ato una cuerda al cuello y a tomar por culo todo. Ya estoy harto.
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Le parecía que el Uchiha tenía algún tipo de complejo respecto a su edad, pero con su altura y su complexión era imposible no notar que era un niño al que le faltaban años por delante. Con todo y eso decidió seguir el consejo y con la gracia de un orangután reumático subió a los bambúes mientras el el Takanashi observaba desde la parte baja.
"Parece que funciona"
Sonrió al ver cómo el panda acercaba su nariz a la caña que le ofrecían y olfateaba con curiosidad, en cuanto Datsue empezó a descender el panda titubeó unos instantes antes de seguirlo con parsimonía, con sus patas abrazaba el árbol y lentamente se iba dejando seducir por la comida. Para cuando ya estaban casi en el suelo el panda trataba de darle bocados a la caña y ese sería el momento en que Datsue podría tomarlo.
—¡Excelente!— No pudo evitar mostrar su alegría.
Se acercó para ver de cerca al panda con la ilusión de un niño pequeño en sus ojos, le encantaban esos animales y trató de acercar su rostro al del osito peludo, pero lo que recibió a cambio fue un zarpazo en la cara por parte del osezno que menos mal no tenía las garras demasiado largas.
—¡Auh!
Se sacudió al recibir el golpe.
Ahora tenían otro problema, debían andar cargando al panda mientras buscaban a los demás. Existía la opción de regresarlos uno por uno pero sería muchísimo más tardado. El Takanashi no había caído en cuenta hasta ese momento, era un dilema con el que no había contado. Quedose pensativo ante eso pero sin comentarlo a su compañero, estaba ensimismado.
En cuanto logró que el osezno bajase a pie de suelo Datsue no dudó en tomarlo bajo sus brazos como haría con un bebé: es decir, de forma torpe pero delicada. Y cuán maravillosa sorpresa se llevaría cuando Tatsuya, en un intento de darle una carantoña al panda, recibió un zarpazo como respuesta.
—¡Jajajaja! ¡Este es mi chico! —El osezno ya le caía mucho mejor—. Se ve que los osos tienen buen ojo para las personas, ¿eh? —bromeó, sonriendo de oreja a oreja.
»Venga, vamos a por el resto.
Caminó entre los cientos de pasillos formados por los bambús mientras el oso seguía absorto con la caña de azúcar, entre sus brazos. No parecía que fuese a dar problemas mientras no se la hubiese terminado, y por suerte Tatsuya llevaba una buena reserva sobre la espalda. Lo mejor será a encontrar a uno o dos más y después ya llevarlos de vuelta. Porque como vayamos de uno en uno no acabamos en la vida.
—Por cierto —añadió, fijándose en lo alto de los bambús por si había algún otro oso subido arriba—. ¿Cuántos habían escapado? —Ya ni se acordaba del número que el anciano les había indicado. Por no acordarse, no se acordaba ni del nombre de aquel vejestorio.
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