Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
25/09/2016, 02:29 (Última modificación: 25/09/2016, 02:35 por Uchiha Akame.)
Akame caminaba por el sendero de tierra batida entrecerrando los ojos para intentar intuir los postes de madera que oficiaban de señales en aquel paraje tan inhóspito. La densa niebla que lo envolvía todo hacía imposible distinguir a tres en un burro. El Uchiha jamás se habría imaginado que en el País del Río pudiera haber una tierra como aquella, que contrastaba de forma tan brutal con el paisaje exótico y soleado de Takigakure y los valles del Norte. «En realidad, tiene sentido. Estoy casi en la frontera con el País de la Lluvia... Condenado lugar. No entiendo cómo alguien puede vivir aquí, ¡pero si casi ni veo mis propias manos!», se dijo, y como para cerciorarse de que todavía seguían pegadas a sus brazos, las levantó.
En una de ellas sujetaba un trozo de papel de vitela arrugado y empapado por la humedad del ambiente. Era un anuncio, concretamente un anuncio que hasta hacía un par de días había estado colgado en la puerta de un bar de Takigakure.
«Se busca persona con iniciativa, buena capacidad de resolución de problemas poco comunes y amplitud de miras»
Visto así, los requerimientos eran tan vagos que igual podía pensarse que el anunciante estaba buscando un ingeniero experimentado, un jounin o simplemente un pinche de cocina. A pesar de todo, Akame había decidido embarcarse en aquel pequeño viaje principalmente al leer lo que venía después. «La Finca Makoto...» Después de algunas horas de investigación entre los viejos archivos genealógicos del País del Río, el Uchiha había descubierto que los Makoto habían sido antaño una reconocida e influyente familia noble, famosa por su interés por la historia y la geografía de Oonindo. Aquello los convertía inmediatamente en una gran fuente de información que podía resultarle interesante al gennin. Mapas, documentos históricos, viejas reliquias... Para Akame, cualquiera de esas cosas era infinitamente más valiosa que los dos mil ryos que ofrecía el tal Itachi como recompensa por...
«... levantar la maldición que pesa sobre la Finca Makoto, erradicar tal pensamiento de la mente de futuros inversores y asegurar la completa habitabilidad de la vivienda en unas condiciones óptimas de arrendamiento»
Akame frunció los labios con gesto claramente irritado. Ni el mejor jurista de Takigakure hubiera podido redactar un anuncio de forma más ambigüa.
Poco después llegó a Kawabe, como así lo indicaba el letrero de madera que colgaba de un altísimo poste de madera, con un penacho ardiente que podía verse —por fortuna— desde una distancia razonablemente lejana. La niebla seguía siendo tan espesa como en campo abierto, de modo que el Uchiha pasó los primeros momentos tratando de orientarse. Rendido, decidió caminar hasta encontrar una taberna o similar, lugar idóneo para recabar información.
Así lo hizo, y poco después se encontró frente a una puerta de madera, sobre la que habían claveteado un letrero que rezaba «Una parada en el camino». El nombre le pareció de lo más apropiado, de modo que el Uchiha simplemente entró y se sentó junto a la barra.
—¡Buenas tardes! —saludó, más alegre de lo que realmente estaba después del frío y la humedad del camino—. Camarero, un té bien caliente, por favor.
La taberna estaba poco llena a aquellas horas del día, aunque sin duda el panorama cambiaría en un rato, a la hora del almuerzo. Era un lugar pequeño y sencillo, con algunas mesas de madera distribuidas inteligentemente para aprovechar el escaso espacio, y estanterías con botellas y barriles tras la barra. El camarero, un chico que tendría apenas veinte años, examinó con sus ojos oscuros al Uchiha. Akame llevaba una capa de viaje negra y gastada, bajo la cual vestía con una camisa de manga larga, pantalones también largos de corte shinobi y sandalias del mismo estilo. A la espalda cargaba una mochila marrón, y también llevaba un kasa de paja que dejó sobre la barra.
Mientras el camarero le preparaba el té, Akame desplegó el anuncio sobre la madera y empezó a leerlo por octava vez.
Turnos (por orden alfabético, para no perder la costumbre):
—Oye, Datsue. —No sabía por qué, pero Datsue ya sabía lo que vendría a continuación, como si pudiese leer a su viejo amigo Koichi sin necesidad del Sharingan—. Ciertos clientes siguen dándome la lata con aquellos asuntos que te había comentado hace tiempo, ¿recuerdas?
Datsue suspiró, hastiado.
—Cómo no recordarlo… ¡Si me lo dices cada PUTO día que vengo a verte! —exclamó, dando un puñetazo sobre la mesa. Lo peor de todo era que cada vez se sentía más tentado de escuchar la famosa oferta de aquellos clientes.
Koichi levantó las palmas de las manos, como pidiendo tregua.
—Tranquilo, fracaso de Jinchuuriki, tranquilo… Solo pensé que quizá querrías oír la oferta. Especialmente tras lo ocurrido en Minori… Últimamente te estás acostumbrando a volver con el rabo entre las piernas tras cada Gran Negocio que se te ocurre hacer, ¿eh?
Datsue le enseñó los dientes y se bebió el contenido de su vaso de un trago, estampándolo contra la barra como si acabase de tragarse el sake más cargado del mundo y no el zumo de frutas que en realidad era.
—¡Cuidado, campeón, no te me vayas a atragantar! —rugió Koichi, estallando en carcajadas. Por la cara que compuso Datsue, el viejo tabernero pudo saber que ya estaba harto de tanto vacile—. Venga, venga. No te lo tomes a mal… ¡Por cierto! ¿Has leído ese anuncio que han pegado en mi puerta? —Datsue se encogió de hombros. Había leído la primera mitad y ni se había tomado la molestia de terminar. Si un hombre era tan pobre que ni podía permitirse el lujo de pedir una misión como Dios manda a Takigakure, no se merecía ni su más mínima atención—. Al parecer arrenda la Finca Makoto. ¿Sabes lo importante que era aquella familia antiguamente? Y no es que sea un hombre que se interese mucho por esas cosas, precisamente, pero esa casa debe contener un jodido paraíso histórico en su interior.
—Ajá… Pues muy bien, tú —Datsue se levantó y dejó un billete de cinco ryos—. Pero lo cierto es que ando muy ocupado con misiones oficiales. Oye, ya nos veremos. Estaba de paso simplemente.
—Vale, vale. Cómo quieras. ¡Aunque es una pena! —exclamó, cuando el Uchiha ya estaba abriendo la puerta para salir de la taberna—. ¡Porque al final de la nota pone que hay una recompensa de dos mil ryos! ¡DOS MIL RYOS!
Las orejas de Datsue se levantaron como un resorte, al igual que harían las de un cervatillo asustado al oír peligro.
—Ahora que lo dices... Algo me suena ese tal Makito, sí.
—Makoto.
—Eso, eso... Y dices que tiene gran valor histórico, ¿no? Interesante. Muy interesante...
...
… Y ahí estaba Datsue, sin ser capaz ver a tres palmos de sus narices y más perdido que un Uzureño en combate. ¿Y todo por qué? Por apiadarse de un pobre hombre y su desgracia.
—Tengo un corazón que no me cabe en el pecho —dijo, sonriente, al distinguir un letrero entre la espesa niebla.
Cuando entró en la posada, la poca clientela pudo reconocer en él a un joven de trece años, con el pelo atado en un simple moño y sin más equipaje que sus propias ropas, las cuales se constituían por una simple camisa blanca y unos pantalones cagados que le llegaban hasta debajo de los gemelos.
Se acodó en la barra, al lado de un joven muchacho de capa negra que parecía estar leyendo una nota, y esperó a que el camarero se dignase a pasar. Fue entonces cuando se dio cuenta.
—¡TÚ! —exclamó, acusador, señalando con el dedo índice el rostro del mozuelo.
De Akame.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Un hombre solitario estaba con su capa negra, su sombrero cónico de paja y una mochila cuadrada y marrón en el andén. Sentado bajo un techo que frenaba la lluvia esperaba con paciencia y silencio, junto a otras personas, la llegada del tren. Una línea ferroviaria nueva producida tras esos terribles hechos, tan nueva que el calvo que estaba allí sentado nunca había usado.
Tsk...- rechistó con la lengua, atrayendo la mirada de algunos de los que estaban cercanos a él. La bronca comenzaba a generalizarse y a cada segundo que pasaba una persona diferente se acercaba a las vías para ver si se acercaba la locomotora.
"Si tarda tanto ahora ni me imagino cuando los trenes comiencen a deteriorarse."
Karamaru finalmente se puso de pie. De reojo vio en el horizonte, a pesar de la poca niebla que había, una luz pequeñita. La espera llegaba a su fin, fueron varias horas las que pasaron bajo ese techito de madera que bien aguantaba las inclemencias del clima del País de la Tormenta. Mientras veía ese haz de luz agrandarse, el calvo recordaba el motivo de ese primer viaje por el ferrocarril.
A sus oídos había llegado la información de que en la frontera del País del Río y de su país natal se encontraban personas que al escuchar su descripción se le hicieron bastante particulares. Un hombre de cabellos celestes con una gran habilidad en el katon y el suiton presentaba una forma de batalla y ciertas técnicas bastante especiales y conocidas para el monje. Podía proyectar un chakra dorado muy sólido que solía usar para adaptarse a ciertas situaciones.
Sao Lao..... Con que en Taki te encuentras.
Un rival del templo volvía a sus memorias, unos recién graduados que apenas conocían el mundo estaban por ser liberados para peregrinar. Entre ellos estaban Karamaru y Lao, dos amigos que estudiaron bajo la misma tutela. Lo único que consiguió para comenzar su búsqueda era un pueblo cercano a esa frontera de nombre todavía desconocido para él. Solo tenía la ubicación y la esperanza de poder batallar una vez más con un antiguo compañero.
El tiempo pasó rápido para el cenobita dentro de la máquina de metal. No sabía si pasaron minutos, horas o días pero casi al alba matutina descendía del vagón con dirección sur. Y para que no se olvidé de sus tierras, una densa niebla se encontraba en el lugar, para que se pudiese perder tranquilo y tener una excusa válida para justificarlo.
Sin embargo, siguiendo la cuenca de un riachuelo encontró un pueblo pequeño con casas un poco dispersas. Podría llegar a ser ese el pueblo del que le habían hablado o tal vez no, así que ante la duda se acercó a lo que parecía ser el centro del pueblo y de allí a una taberna un poco pequeña pero que de seguro cumpliría con su función clásica de recabadero de información.
Karamaru abrió la puerta del lugar y abrió los ojos como platos de la sorpresa. Allí en la barra había dos hombres, uno señalando al otro. El calvo tiró su sombrero hacia la espalda y comenzó a acercarse lentamente.
¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
25/09/2016, 19:57 (Última modificación: 25/09/2016, 19:58 por Uchiha Akame.)
—¡TÚ!
Akame giró la cabeza sin perder un ápice de calma para comprobar que, efectivamente, conocía al chico que había tomado lugar en la barra, justo al lado suya. Ojos negros, pelo del mismo color recogido en un moño de samurái y un rostro que reflejaba más emociones de las que podían normalmente atribuirse a un niño de su edad. «Uchiha Datsue, vaya, esto es una coincidencia y lo demás es tontería...». Esbozó una sonrisa amigable mientras volvía a doblar el papel que tenía entre manos y se lo guardaba en el bolsillo derecho del pantalón.
—¡Datsue-kun! —saludó, tratando de ser todo lo afable de que era capaz; sabía que su compañero odiaba aquella actitud—. Qué coincidencia tan remota, ¡mira que es difícil llegar a algún sitio en mitad de esta condenada niebla! Está claro que los shinobi de Takigakure somos unos viajeros natos.
Justo en ese momento el joven mesero le trajo una taza de cerámica blanca que soltaba un apetitoso humillo. Akame le agradeció el té con una leve inclinación de cabeza y, rodeando la taza con ambas manos, dio un pequeño sorbo. «¡Demonios! Esto está más caliente que el fuego de Amaterasu». Se pasó la lengua por los labios abrasados, y ya se disponía a beber otro sorbo cuando una tercera voz hizo su aparición.
—¿Datsue? ¿Uchiha Datsue?
Akame se volteó, intrigado, y vio ante él una figura de lo más curiosa. Un chico alto, muy musculoso y pálido estaba plantado ante ellos. El detalle más llamativo era sin duda su cabeza, que no tenía un sólo pelo, y su bandana de Amegakure. «No es tan extraño, en realidad. Este pueblo dejado de la mano de los dioses está casi en la frontera con el País de la Tormenta. Sin embargo, un shinobi de la Lluvia, aquí... ¿Habrá venido también por el anuncio?». Sea como fuere, el forastero parecía conocer a su joven compañero de Villa. Akame, haciendo gala de su calma habitual, dejó un momento su taza de pie para levantarse y dejar de darle la espalda a los dos shinobi.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
—Lo somos, lo somos —asintió, coincidiendo con Akame—. Algunos más que otros, también te tengo que decir. —Todavía recordaba cómo Akame le había guiado entre las dunas del País de la Arena, en aquella misión suicida en la que…
… No tuvo tiempo a perderse en sus recuerdos, pues alguien acababa de exclamar su nombre a sus espaldas. Se dio la vuelta, sorprendido, y fue entonces cuando lo vio.
Había crecido unos centímetros desde la última vez, y se le intuían bajo la capa de viaje unos músculos y una espalda más grande todavía que la última vez. El pelo, sin embargo, seguía brillando por su ausencia.
—¡Mi incondicional amigo! —exclamó, abriendo los brazos y envolviéndole para darle un gran apretón—. ¡Maldita sea! Como sigas dopándote de esta manera la próxima vez ni podré abrazarte. ¡Estás hecho un armario! —Deshizo el abrazo y le dio una fuerte palmada en el hombro, todavía sonriendo.
Akame no tardó en introducirse en la conversación, haciendo gala de su habitual talante.
—Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto —se presentó, tendiéndole la mano al calvo—. Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
—¡Bah! Para alguien de Ame esto debe ser como una tarde de primavera en Takigakure —entonces dirigió la mirada a Akame—. ¡El mejor shinobi que tuve a mi lado en una misión, ya lo creo que sí! —exclamó, señalando al calvo—. En una extraoficial, claro. —En esta ocasión, no exageraba. Mucho mejor que Tatsuya, que no paraba de ponerle trabas y problemas. Y qué decir que Akame, siempre tan recto, sin saltarse nunca una coma del manual del buen ninja. Pero Karamaru era harina de otro costal. Dialogante, comprensivo, obediente… Oro puro hecho shinobi, vaya, con el pequeño gran defecto de tener el don de la inoportunidad. Pero si podía convencerle para unirse en su misión, y, sobre todo, para que olvidase la recompensa como la última vez, el Uchiha apostaba a que sería una jugada maestra. Era por eso que le trataba tan bien, y fue la misma razón por la que buscó al camarero con la mirada—. ¡Camarero! ¡Una taza de leche con chocolate bien caliente para mí! ¡Y póngale algo a este buen caballero, que hoy invito yo! ¡Y cóbreme lo de Akame también, claro que sí! —añadió, viniéndose arriba.
Y, de súbito, chasqueó la lengua. Perdió el color en la piel y enmudeció, como si acabasen de darle una noticia terrible. Acababa de recordar una cosa de vital importancia. Acababa de recordar que seguía en el País del Río, y no en el extranjero. Y se había prometido y perjurado a sí mismo no cagar en casa. O lo que era igual, no pagar las cuentas con dinero falso.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Claramente era el Uchiha, como olvidarse de esa cara y ese moño en el pelo. Aunque si había algo inolvidable en ese shinobi era su mirada, negra, profunda y con secretos para revelar. Tal vez algún el calvo los conociese, tal vez algún día. Pero Karamaru se sintió extrañado por la amable y simpática reacción del de Taki al verlo, era difícil creer que lo recordase de tan buena manera, pero no era algo para quejarse, el monje no podía estar más feliz de contar con un amigo en tierras lejanas.
¡Mi incondicional amigo!
¡Mucho tiempo sin verte Datsue!
Un abrazo caluroso le dio la bienvenida al edificio y el pelado no pudo evitar sonreír y devolverlo aún con más fuerza.
¡Maldita sea! Como sigas dopándote de esta manera la próxima vez ni podré abrazarte. ¡Estás hecho un armario!
Si, me mantengo en forma.- le respondió entre risas.
Karamaru estaba por proseguir con la conversación, quería conocer que era del que antaño fue un compañero de aventuras, pero una voz hizo acto de presencia desde la espalda del morocho. Mismo color de pelo, mismo color de ojos. Ojos negro azabache, profundos e intrigantes.
Buenas tardes, shinobi-kun. Uchiha Akame, un gusto
Soy compañero de Aldea, y de aventuras, de Datsue-kun. Te recomiendo probar el té, está poco amargo y muy caliente, perfecto para soltarse la humedad de esta niebla tan fría.
"Uchiha. ¿Será por eso que son parecidos?"
El gusto es mio Akame- tendió su mano y apretó la del Uchiha.
Soy Karamaru del clan Habaki de Amegakure. Y por nada en el mundo rechazaría un té, soy casi fanático a ellos.
Karamaru rió y Datsue intervenía en la presentación. Se estaba dando un ambiente de camaradería que el monje ya estaba extrañando mucho.
¡Bah! Para alguien de Ame esto debe ser como una tarde de primavera en Takigakure.
¡El mejor shinobi que tuve a mi lado en una misión, ya lo creo que sí!
"He entrenado en condiciones peores, eso es verdad"
Lo mismo digo, todavía sigo pensando en varias cosas de aquellos días en el pueblo.
"Tranquilo Kazuma, lo tuyo no fue una misión."
Con la máxima amabilidad posible el Uchiha procedió a invitar tragos para la muchachada pero el calvo no podía permitir eso, era generoso pero no quería causar molestias en otras personas. Que Akame hiciese lo que quisiese pero Karamaru no se quedaría callado. Se acercó a Datsue y le tomó el hombro.
Dejame pagar lo mío, por favor. Me sentiría más cómodo así, si no te es problema claro esta.
Se acercó a la barra y se sentó a la derecha del puesto que ocupaba Akame y pidió un té al camarero. Dirigió la mirada a los Uchiha y volvió a usar a la voz.
Vine a visitar a un viejo amigo- respondía a una pregunta que nunca se había formulado- ¿Que los trajo hasta la frontera?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
El tipo, cuya cabeza era más lisa que una bola de billar, parecía ser bastante simpático, al contrario de lo que podía sugerir su apariencia de monje ascético hasta arriba de píldoras de soldado. Datsue tardó poco en reafirmar la fuerte amistad que les unía con un abrazo, y luego no escatimó en halagos para con el de Ame. El Uchiha de pelo largo recogido en una coleta de mediana longitud asintió, pensativo. «¿Una misión extraoficial? ¿Con un shinobi de Ame?», aquello no sonaba para nada convencional, pero como no tenía más datos, Akame simplemente lo atribuyó a aquella gran habilidad de Datsue por ocultar cosas.
Cuando el llamado Karamaru se sentó a su lado, Akame suspiró con alivio y satisfacción al poder volver a su taza de té. El brebaje se había enfriado lo suficiente como para no abrasarle la boca al beber, de modo que tomó un par de sorbos con gran placer, mientras Datsue vociferaba al camarero que apuntase todo a su cuenta. El shinobi calvo se apresuró a pagar lo suyo, y lo mismo hizo Akame.
—Estoy de acuerdo, Karamaru-kun. Yo también pagaré lo mío —no conocía mucho a su compañero Uchiha, pero lo que sí sabía era que le gustaba el dinero. Prefería evitar estar en deuda con él, por leve que ésta fuese.
—Vine a visitar a un viejo amigo. ¿Qué los trajo hasta la frontera?
El Uchiha tomó otro sorbo de té con mucha parsimonia, como si se tratase de un ritual practicado mil veces. Luego carraspeó, notando el leve amargor de la bebida en la garganta.
—Pues la verdad es que también vengo a visitar a alguien. Concretamente, alguien que, según he oído, puede tener una gran biblioteca a mi disposición —eligió ser deliberadamente críptico en un intento de que alguno de sus dos compañeros de profesión soltara prenda el primero—. Siempre he sido un gran aficionado a la historia, y a las historias, de modo que para mí un buen libro vale más que todo el dinero de Uzushiogakure junto.
»¿Y tú, Datsue-kun? —preguntó, intencionadamente, girándose para mirar a su pariente lejano—. ¿Acaso te propones conquistar el corazón de una kawabeña? ¡Por todos los dioses! Seguro que tu fama de galán ya ha llegado incluso hasta aquí, compañero.
Akame sabía que aquel chico, pese a su juventud, ya se había granjeado una buena reputación por su gusto en cortejar a cualquier chica que se le pusiera a tiro. O quizás no fuese tanta, y el Uchiha de Inaka sólo estaba tratando de pinchar un poco a Datsue con una inocente broma.
26/09/2016, 00:32 (Última modificación: 26/09/2016, 00:33 por Uchiha Datsue.)
—Dejame pagar lo mío, por favor. Me sentiría más cómodo así, si no te es problema claro esta.
Las palabras del calvo le supieron a gloria bendita.
—Estoy de acuerdo, Karamaru-kun. Yo también pagaré lo mío.
Y, las de Akame, a puro orgasmo. Por un segundo había pensado que su metedura de pata iría a mayores. También era verdad que, al mismo tiempo, se sentía ligeramente decepcionado. En cierta manera, hubiese esperado que ellos le diesen la vuelta a sus palabras e insistiesen en invitar ellos mismos, como todo buen vecino de taberna.
—Bueno, la verdad es que me hacía ilusión invitaros… —No tenses más la cuerda. No tenses más la cuerda—. Pero, si insistís… En otra ocasión será, entonces —concluyó, poniendo todo su esfuerzo en que el tono de su voz no se dejase contagiar por el alivio que acababa de sentir.
Su pedido llegó a la barra: una taza de leche bien humeante que dejó enfriando. Mientras tanto, la pregunta que se esperaba desde hacía unos minutos salió a la luz. Datsue, reacio a contestar el primero, tomó un sorbo a su taza. Como el muy condenado de Akame había hecho lo mismo, tuvo que dar varios tragos más de la cuenta para no acabar el primero. QuemaquemaquemaquemaqueeeEEEMMAAAAA.
Cuando Akame por fin habló, Datsue tenía la lengua roja y los ojos llorosos por aguantar tanto. Pestañeó varias veces y trató de disimular lo máximo posible. Entonces, su mente procesó la respuesta de su compañero. Al parecer, el Uchiha se había recorrido medio país por una simple biblioteca. No es que desdeñase su particular afición por los libros, pues a él también le encantaban, e incluso había escrito alguna que otra cosa, pero desde luego no llegaba a los extremos de su compañero de Clan.
—¿Y tú, Datsue-kun? ¿Acaso te propones conquistar el corazón de una kawabeña? ¡Por todos los dioses! Seguro que tu fama de galán ya ha llegado incluso hasta aquí, compañero.
Datsue entornó los ojos y esbozó una sonrisa sardónica.
—Pensé que el galán aquí eras tú, socio. —Todavía recordaba las miraditas que se habían dedicado Noemi y Akame durante la misión, y su mirada por un momento brilló con un tono amenazador. Entonces, soltó una carcajada, como si hubiese sido una simple broma—. Ojalá fuera por eso. Que va… Yo también estoy aquí por interés cultural. No diré que vale todo el dinero de Uzushiogakure, porque, joder, esos cabrones están forrados, pero sí que me tiene intrigado… Se trata de la Finca Makoto. ¿Habéis oído hablar de ella?
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame finalmente había seguido la misma que el calvo y había decidido pagar lo suyo, aunque con motivos desconocidos. De un momento a otro los tres shinobis, o por lo menos se podía suponer que el Uchiha de pelo más largo era shinobi, se encontraron sentados frente a la barra. Uno con bebida, otros dos esperándola.
Mientras esperaba que le trajesen la bebida, Karamaru estaba atento a las respuestas de los de Taki. Lo más lógico era pensar que estaban juntos en alguna clase de misión y de ser ese el caso debería alejarse y tomar rumbo separado. Pero si no, podría acompañarlos, total tampoco sabía el paradero de Sao Lao.
Un ruidito con el sorbo del té, otro para aclarar la garganta y Akame comenzaba a hablar.
Pues la verdad es que también vengo a visitar a alguien. Concretamente, alguien que, según he oído, puede tener una gran biblioteca a mi disposición.
El trago que había pedido el calvo llegaba a la barra y sin perder la atención en las voces de los Uchiha daba su primer sorbo. Amargo, un poco caliente y con buen sabor. Prefería los que eran un poco más dulzones o picantes. Por lo menos estaba a la temperatura correcto.
Yo también estoy aquí por interés cultural. No diré que vale todo el dinero de Uzushiogakure, porque, joder, esos cabrones están forrados, pero sí que me tiene intrigado… Se trata de la Finca Makoto. ¿Habéis oído hablar de ella?
Entre elogios y bromas ambos revelaban sus propósitos. Lo primero que le aclaraba al calvo es que no estaban juntos, que se habían encontrado en ese lugar.
Veo que les gusta la cultura si esos son sus intereses.
— Aunque yo no he oído hablar de ese lugar. ¿Qué tiene de especial?
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26/09/2016, 20:38 (Última modificación: 26/09/2016, 20:39 por Uchiha Akame.)
—Pensé que el galán eras tú, socio —la mirada de Datsue brilló con un tono amenazador.
Akame esbozó una sonrisa divertida; no era ningún secreto que su compañero parecía tener algún tipo de fetiche con una kunoichi de la Aldea, y se ponía celoso como un venado en época de berrea cada vez que él le dedicaba una mirada, un chiste o simplemente unas palabras agradables. «¡Y eso, como poco! Menuda moza, se merece todos los halagos de que mi vocabulario sea capaz de integrar».
—Quizá dentro de unos años, si tomas mis consejos, seas capaz de hacerme sombra, Datsue-kun —respondió el Uchiha, sin abandonar en ningún momento aquel tono de voz calmado, afable e impropio de la puya que iba cargada en sus palabras.
—Ojalá fuera por eso. Que va… Yo también estoy aquí por interés cultural. No diré que vale todo el dinero de Uzushiogakure, porque, joder, esos cabrones están forrados, pero sí que me tiene intrigado… Se trata de la Finca Makoto. ¿Habéis oído hablar de ella?
«Vaya que si he oído hablar de ella...», pensó Akame mientras daba otro sorbo a su taza de té. Se relamió, paciente, y no fue hasta después de unos instantes de silencio que contestó a la pregunta de su compañero, sacando un papel de pergamino doblado cuidadosamente. Lo extendió sobre la barra, aplanando las arrugas con sus manos curtidas y bronceadas.
—"Se busca persona con iniciativa, buena capacidad de resolución de problemas poco comunes y amplitud de miras" —leyó la primera parte del anuncio—. Parece que las coincidencias no terminarán aún. En efecto, planeo indagar en los problemas que tiene el señor... Itachi —confesó finalmente, dando otro sorbo al té caliente—. Que, por cierto, el nombre le viene al pelo. Nunca había visto una cláusula de recompensa más ambigüa y confusa... El tipo debe ser un listillo de cuidado.
Ya está, había mostrado sus cartas. Tomó otro sorbo de té, con más tranquilidad si cabe, y esperó a ver la reacción de sus compañeros. ¿Se ofrecerían a ayudarle? Akame no iba a negar una mano —o dos—, sobre todo cuando tenía tan poca información sobre el cometido que le esperaba. Sin embargo, conocía a Datsue, y sabía que su compañero tenía una grave tendencia a... Ir por libre. «¿Serás un aliado o un obstáculo, Datsue-kun? Pese a lo poco que te conozco, intuyo que quieres el dinero, pero, ¿hay algo más?».
Luego se volteó para examinar distraídamente al muchacho de cabeza rasurada. Parecía fuerte, honesto y leal. «Sabiendo que es amigo de Datsue-kun, si uno accede, el otro es probable que lo haga también», meditó con satisfacción.
—Vaya, pues menuda casualidad... —dijo, pensativo, tras Akame confesar que también estaba por el anuncio de Itachi.
No sabía si tomarse eso como algo bueno o algo malo. ¿Qué le convenía más? ¿Competir contra él por ver quién resolvía primero el misterio? ¿O aliarse? Si algo no quería Datsue, eso era compartir la recompensa. Y aunque creía a su compañero cuando decía que iba por interés cultural, eso no quería decir que rechazase el dinero una vez se le pusiese delante. Eso contando que nos dan el dinero. Porque tiene razón, menuda cláusula que se inventó el tío, sería exactamente la que pondría yo si no quisiese pagar por un servicio…
—Quizá deberíamos aunar fuerzas —propuso de pronto, decidiendo finalmente ser precavido. Ya pensaría en alguna jugada para quedarse él con todo el dinero. De hecho, ya empezaba a ocurrírsele alguna…—. Ya sabes, dos Takigureños piensan mejor que uno. Bueno, es una frase que se le puede aplicar a todo el mundo, pero… —se interrumpió de pronto, como si acabase de darse cuenta de algo—. Bueno, quizá no a los Uzureños. Pero ya me entiendes, a cualquiera medianamente normal.
Sonriente por su último chiste, se inclinó sobre la barra para poder ver a Karamaru:
—¿Qué me dices de ti, viejo amigo? ¿No te apetece revivir viejos tiempos antes de visitar a ese amigo tuyo? Esta vez el tercer integrante no será tan agradable a la vista, pero bueno… —Un pequeño amago de sonrisa asomó a sus labios cuando Datsue desvió durante un segundo la mirada hacia Akame—. Al menos así no tendrás que preocuparte por interrumpir nada importante, ¿eh?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Ante la pregunta del calvo el Uchiha de capa negra sacó un pedazo de papel arrugado y húmedo de entre sus vestimentas y lo colocó frente a sus ojos para leerlo. Entre el fragmento que mencionó más lo que había podido pispear Karamaru era claro que el escrito buscaba todo menos ser claro. Sus palabras eran confusas, o mejor dicho demasiado formales. Nunca llegaba bien al punto ni explicaba bien las cosas y eso al calvo le extraño bastante. Y un ser curioso no puede resistir ese tipo de tentación, el desconocimiento.
«Parece que el anuncio se extendió por varias partes del país. Llegaron los dos por su cuenta y con el mismo propósito.»
El monje dio un largo sorbo a su té y siguió mirando a los morochos, esperando una respuesta de su antiguo compañero. La respuesta para el cenobita estaba clara, pero lo más correcto era que entre compatriotas arreglen las cosas primero.
Quizá deberíamos aunar fuerzas.
Palabras suficientes para Karamaru que ya sonreía esperando que la atención pasase a él. Datsue lo miró y tiró la invitación como el calvo lo preveía.
¿Qué me dices de ti, viejo amigo? ¿No te apetece revivir viejos tiempos antes de visitar a ese amigo tuyo? Esta vez el tercer integrante no será tan agradable a la vista, pero bueno…
Al menos así no tendrás que preocuparte por interrumpir nada importante, ¿eh?
Noemi, como olvidarse de la rubia. Aunque Karamaru miró extrañado al morocho cuando habló de interrumpir. El ceño se frunció un poco demostrando total ignorancia, y no mentía, esa noche que tocó la puerta de la habitación de la kunoichi desconocía por completo la presencia de Datsue.
Supongo que le falta esa pizca femenina, pero me conformo igual.- Karamaru rió.
Claro que los puedo acompañar, no le puedo negar la invitación a esos ojos de tigre.
Primera indirecta, Karamaru no se olvidaba del asunto y menos aún tras su encuentro con el Uchiha rubio de Uzu. No se haría pesado ni insistiría pero tal vez esta era la ocasión de encontrar el secreto que anteriormente no pudo ser revelado. Dos veces había visto ese destello en los ojos, ambos Uchihas, ambos en una situación de alta tensión. Y a pedir de boca, un miembro más del clan hacía presencia, como si estuviese arreglado para confirmar que los Uchiha tenían algo especial en esos orbes negro azabache. Porque si algo identificaba a los tres era esa profunda e intrigante mirada inolvidable.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Un brillo satisfecho se reflejó en los oscuros ojos de Akame cuando su compañero de Villa sugirió una provechosa alianza. El Uchiha sintió ganas de dar un grito de júbilo, de pegar un fuerte golpetazo a la barra y brindar por el éxito de la empresa —aunque fuera con té—, pero... Era Uchiha Akame. No era su modo de hacer las cosas. En lugar de eso, se limitó a sonreír, contento, y a dar otro sorbo a su taza.
—Me parece una decisión muy acertada, Datsue-kun —entonces se volvió hacia el calvo de Ame, y antes de que pudiera decir nada, el tipo ya había aceptado, entre bromas con el otro Uchiha—. Será un placer trabajar contigo, Karamaru-kun, si de verdad eres tan diligente como asegura mi compañero.
La cuadrilla estaba hecha. Pese a que Akame tenía sus dudas sobre los motivos de uno y otro aliado, y de que, evidentemente, jamás se fiaría de ellos, sentía que habían dado un buen primer paso hacia el éxito. «Además, seguro que Datsue-kun se conforma con el dinero, y este chico de la Lluvia no parece problemático... No, no debo hay que prejuzgar. Tengo que mantenerlo vigilado».
Como Akame no entendía las bromas que hacían sus dos compañeros, se limitó a repasar otra vez, punto por punto, coma por coma, el anuncio. «La Finca Makoto. Suena a lugar importante».
—¡Disculpe, camarero! —llamó al muchacho que atendía la barra—. La Finca Makoto queda cerca de aquí, ¿cierto?
El chaval, mayor que ellos pero aun así joven —como delataban sus facciones— respondió con una mirada apática mientras secaba una jarra de cristal con su paño de tela, la clase de mirada que un camarero lanza a uno de tantos clientes. Sin embargo, cuando Akame mencionó la misteriosa propiedad inmobiliaria del señor Itachi, el mesero se quedó atónito un instante. Sus ojos examinaron primero al Uchiha, luego a Datsue, seguidamente a Karamaru, y finalmente al papel que éstos tenían frente a sí, sobre la barra de madera.
—En efecto, la Finca se encuentra aquí, en Kawabe —contestó finalmente, con tono seco—. Pero debo advertirles que... —de repente se detuvo, como cayendo en la cuenta de algo—. Ah, es igual. Creo que ustedes no vienen a alquilar.
—Supongo que le falta esa pizca femenina, pero me conformo igual.
¿C-cómo que te conformas igual…? Pero entonces Karamaru rio, y las deducciones precipitadas de Datsue quedaron atrás para echarse a reír él también. Vaya, no conocía este lado bromista tuyo, Karamaru.
—Claro que los puedo acompañar, no le puedo negar la invitación a esos ojos de tigre.
Datsue ya estaba preparándose para reírse nuevamente, y así estuvo durante unos segundos hasta que se dio cuenta que el calvo no se reía, dejando al Uchiha con la incómoda sensación de no saber si había bromeando o no. Este tío me está volviendo loco. ¿De verdad le gustan los…? De hecho, ahora que recordaba aquel antiguo encuentro, sus gestos y actitud…
Oh, ya veo…
—¡Bueno! ¡Pues nadie mejor que Akame para enseñarte esos ojos de tigre! ¡Y la posición del tigre, de paso! —dio una fuerte palmada en el hombro de Akame, aliviado de poder pasarle la pelota a él—. Después de todo, él es el galán, ¿eh?
Rio, y acto seguido se apresuró en concentrarse en su taza de leche para cortar de raíz cualquier réplica que pudiesen querer hacerle.
Terminadas las bromas —aunque Datsue todavía dudaba que algunas lo fuesen—, fue el propio Akame quien preguntó al camarero por la Finca Makoto.
—En efecto, la Finca se encuentra aquí, en Kawabe —contestó finalmente, con tono seco—. Pero debo advertirles que... —de repente se detuvo, como cayendo en la cuenta de algo—. Ah, es igual. Creo que ustedes no vienen a alquilar.
—En efecto, es usted una persona con buen ojo —afirmó, adulador—. Como puede ver en su brazo derecho —continuó, señalando con el pulgar a Akame—, es un shinobi de Takigakure. Yo también soy de Taki, aunque prefiero tener el símbolo de mi Villa directamente tatuado en el corazón. Se lo enseñaría, pero tendría que desgarrarme el pecho y sería una imagen... grotesca. ¡El caso! Hemos venido a poner fin a los problemas del bueno de Itachi. ¿Dice usted que debe advertirnos de algo? ¿Acaso será que no es de fiar? ¿Qué no es buen pagador? —arremetió, dejando las sutilezas tan olvidadas como un Uzureño en una conversación de estrategia—. No es que me importe el dinero —se excusó, como si admitirlo fuese sinónimo de ser el mayor bastardo de Oonindo. Después de tantas meteduras de pata, el Uchiha ya se había acostumbrado a la hipocresía de la gente—. Veréis, chicos. Como veo que ninguno de nosotros está aquí por eso, había pensado en quedármelo yo todo —Y gastármelo en barcos y pu…—, y donarlo a un orfanato, si os parece bien.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
¡Bueno! ¡Pues nadie mejor que Akame para enseñarte esos ojos de tigre! ¡Y la posición del tigre, de paso!
Después de todo, él es el galán, ¿eh?
«¿¡POSICIÓN DEL TIGRE!? ¿¡¡¡¡POSICIÓN DEL TIGRE!!!!? ¿¡GALÁN!? ¿¡¡QUEEEEE!!?»
El calvo dejo una mirada en su cara que lo único que demostraba era lo raro que le parecía esa respuesta. Acaso había creído.... había creído que....
Mejor ni pensarlo para Karamaru, prefirió dejar pasar las cosas de largo que tal vez estaba malinterpretando él. La única certeza era que el Uchiha no recordaba sus propias palabras ni ese brillo rojizo que se apoderó de sus ojos un instante aquel día sobre la nieve.
Será un placer trabajar contigo, Karamaru-kun, si de verdad eres tan diligente como asegura mi compañero.- prosiguió Akame que por suerte cambiaba el sentido de la conversación.
Lo mismo digo Akame.
Tras eso llamó al camarero y la misión no-oficial daba sus primeros pasos, ya se podría considerar como iniciada. Primero lo primero, recolectar información y el morocho de pelo largo ya estaba en eso. Llamó al camarero y le preguntó por el destino de los shinobi.
En efecto, la Finca se encuentra aquí, en Kawabe
Pero debo advertirles que...
Ah, es igual. Creo que ustedes no vienen a alquilar.
No, no venimos a es...- comenzaba a decir con un rostro serio dejando las bromas aparte pero la voz de su compañero lo interrumpió. Karamaru prefirió no interrumpir y permaneció en silencio hasta que terminase sus palabras. Dio un par de sorbos en la espera y finalmente pudo tomar parte de la conversación con el camarero.
Veréis, chicos. Como veo que ninguno de nosotros está aquí por eso, había pensado en quedármelo yo todo y donarlo a un orfanato, si os parece bien.
Yo no me haría problema por dinero Datsue, es tuyo si quieres..
Lo importante es si puede decirnos el paradero del lugar o del propietario. Con eso nos conformamos y no lo molestaremos más.- agregó el calvo con una sonrisa amigable dirigiéndose al hombre detrás de la barra.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.