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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Kiroe se acercó rápidamente a Kōri con un paño húmedo. Con cuidado, le envolvió las manos y Kōri torció ligeramente el gesto con desagrado cuando sintió el agua tibia en su piel. Después de todo, detestaba el calor.

—Lo siento, ha sido culpa mía —se disculpó la mujer, mientras sacaba de su bolsillo un par de guantes rosas muy gordos y se los ponía—. No me acordé de darle los guantes a Daruu. Ha sido una suerte que fueras con ellos, porque si no, se las habrían visto canutas para transportar las...

«¿"Las..."?» El corazón de Ayame comenzó a latir desbocado. La puerta del misterio se abría ante ella y ya veía el resplandor dorado de la respuesta en su resquicio...

—...fresas shiroshimo.

—¡Mamá! —exclamó Daruu, llevándose las manos a la cabeza—. ¡Llevo ocultando que son fresas más de tres días, y ahora coges y lo dices tal cual!

—F... ¿Fresas...? —balbuceó Ayame, francamente sorprendida.

—Te dije que no tenías de qué preocuparte —dijo Kōri, junto a ella.

Sin embargo, Kiroe le restó importancia al asunto con un aspaviento de su mano.

—Vaaamos, vamos. Soy yo la que pidió que no se revelara, ¿no? Igual puse demasiado énfasis, De igual manera, con ellos me da igual, pero así lo habéis tratado con mucha más discreción. No quiero que nadie que pudiera o quisiera perjudicarme se enterase... Hay mucha competencia intentando copiar la receta de estos bollitos.

Kōri asintió varias veces.

Sin embargo, la decepción que Ayame se había llevado al descubrir que el ingrediente secreto no eran más que unas fresas normales, corrientes y molientes, se vio rápidamente disipado cuando Kiroe levantó la tapa de la caja y se liberó una nube de aliento gélido. Porque aquellas fresas estaban lejos de ser simples fresas normales, corrientes y molientes. Eran blancas como la nieve, pero las semillas y las hojas eran de un color azul cristalino.

—Bien, bien. Te ha dado de los buenos. Demonios, niño, ¿qué has hecho? Le has amenazado con un arma, ¿o algo así? —preguntó Kiroe, pero Daruu, lejos de negarlo, se rascó la nuca y desvió la mirada.

—Estoooo... Bueno... Digamos que algo así.

—¡¿QUÉ?! —exclamó una Ayame estupefacta.

Pero tanto Kiroe como Daruu estallaron en sonoras carcajadas.

—¿Recuerdas cuando tuve que meterle en una prisión de agua durante medio minuto para que no me subiera el precio al doble? —dijo Kiroe.

—Lo recuerdo, lo recuerdo.

—¿O cuando le tuve que amenazar con anegar todo el jardín?

—Ay, ay... Sí, sí que me acuerdo.

—¿Y de aquella vez que...?

—Mamá, creo que deberíamos ir a cobrar la recompensa. —La interrumpió Daruu.

Kiroe dejó de reír y cuando giró su mirada hacia Kōri y Ayame se encontró a los dos hermanos estupefactos. El Hielo, aunque mantenía su expresión inalterable con profesionalidad, había abierto los ojos de par en par. Pero Ayame estaba, literalmente, boquiabierta.

«¿Pero qué clase de mafiosos tenemos por vecinos?» Pensó, aterrorizada.

—Esto... Sí, sí es cierto. ¡Perdonad por entreteneros, chicos! Estaréis deseando descansar.

—Eh... s... sí...

—Primero debemos ir a la torre de Arashikage-sama para recoger nuestra recompensa. Un placer haber trabajado para usted, Kiroe-san —se despidió Kōri, con una ligera inclinación de cabeza.

Ambos salieron de la tienda, pero antes de partir Ayame le tiró de la manga a su hermano.

—¿Estás completamente seguro de que no son peligrosos? —le preguntó en voz baja. Y ya no se estaba refiriendo exclusivamente a las fresas shiroshimo.
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#62
Tras despedirse de la madre de Daruu, y después de que esta revolviera el cabello de su hijo para profunda desgracia de este, el trío abandonó la Pastelería de Kiroe-chan y se dirigió hacia la torre de la Arashikage para recibir la recompensa por su tarea. A la salida, Daruu no pudo evitar observar con indignación cómo Ayame comentaba algo por lo bajini a su hermano, y se preguntó si se estaría riendo de él o de su madre. Entrecerró los ojos y gruñó en voz baja.

Cuando llegaron a la torre, Kori les hizo una señal para que se quedasen en la puerta de entrada mientras él gestionaba el trámite de la recompensa. Volvió con varios pergaminos con bolsas atadas con un hilo rojo. Le dió uno a su hermana, otro a Daruu y el restante se lo quedó.

—¿Huh? ¿Qué es el pergamino? —preguntó Daruu.

—Un certificado que indica que habéis completado una misión de rango D con éxito. Probablemente os pidan cierto número de trabajos para participar en el examen de chunin.

Daruu tragó saliva. Kori había dicho "para participar en el examen de chunin", no como algo que podía suceder, sino con la certeza en la voz de que él mismo se encargaría de presentar al dúo de alumnos si quería hacerlo.

—Mi primera paga... qué guay —se le escapó. Se guardó la bolsa en el bolsillo mientras se tapaba la boca con la mano—. Ups, ¡perdón!

Kori sonrió. Lo destaco porque no solía hacerlo.

—No hay necesidad de que te sientas culpable por estar contento. Os lo habéis ganado, es una recompensa por un trabajo bien hecho.
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#63
Cuando Daruu salió al fin de la pastelería, el trío se dirigió hacia la torre de la Arashikage. El edificio más alto de toda Amegakure, con sus paredes adornadas aquí y allá con terroríficas cabezas de demonios y otra clase de criaturas que Ayame no era capaz de identificar. Kōri se adentró en el edificio mientras sus dos alumnos aguardaban fuera en silencio, nerviosos por su primer trabajo realizado con éxito. Al cabo de varios minutos, el jonin salió y les tendió a ambos un pergamino con una bolsa atada con un hilo rojo.

—¿Huh? ¿Qué es el pergamino? —preguntó Daruu, expresando la misma duda que estaba rondando la mente de Ayame en aquellos instantes.

—Un certificado que indica que habéis completado una misión de rango D con éxito. Probablemente os pidan cierto número de trabajos para participar en el examen de chunin.

—El... ¿examen de chunin? —balbuceó Ayame para sí. Apenas acababa de graduarse como genin, ¿cómo podía siquiera pensar en el examen de ascenso a rango medio? Se echaba a temblar de tan solo pensarlo, pero su hermano parecía muy decidido con la idea.

—Mi primera paga... qué guay. Ups, ¡perdón! —expresó Daruu, emocionado, aunque enseguida pareció avergonzarse de lo que había dicho.

Kōri esbozó una breve sonrisa.

—No hay necesidad de que te sientas culpable por estar contento. Os lo habéis ganado, es una recompensa por un trabajo bien hecho.

—No te lo vayas a gastar todo en pizza ahora —bromeó, Ayame, sonriente.

Así, cansados pero con aquella burbuja de felicidad en su pecho, los tres regresaron a sus hogares para disfrutar de un merecido descanso.
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#64
El trío se despidió, agotado por la travesía, y decidió volver a la carga al siguiente Kayobi con una nueva misión. Mientras se alejaba, Daruu no podía evitar pensar que ojalá la siguiente tarea fuese dentro de la aldea. Todavía le dolía el culo del trajín del carro.

Observó la bolsa de monedas que tenía en la mano durante unos segundos antes de meterse en una pequeña tiendecita. Porciones de pizza: ¡Sólo 3 ryo!

—Ni ti li viyis i guistir tidi in pizzi ihiri —se burló, refunfuñando.
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