Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
27/07/2017, 02:02 (Última modificación: 27/07/2017, 02:03 por Inuzuka Nabi.)
El tema de bañarse preferí dejarlo pasar sin dejar de tomar nota de lo que decía Eri-hime pero sin hacer más hincapié en él. Iba a necesitar algo de sangre en el cerebro si queríamos llegar de una pieza a la posada.
— ¿Vienes a menudo? Te conocerán entonces por todo el pueblo entonces, ya que para decir estas cosas se necesita mucha confianza.
— Sí y no, sí que vengo a menudo pero no me conoce nadie más que el posadero, y ese conoce más bien mi cartera. Yo no soy como tú, Eri-chan, a mi la gente no me recuerda, o más bien no tienen motivos para intentarlo.
Llegamos a lo alto de la pared con un agarre ferreo entre nuestras manos y Eri-hime se quedó parada observando el paisaje. No tenía prisa ninguna ya que, como había pronosticado, habíamos llegado con tiempo así que me quedé mirandola mientras ella miraba el paisaje.
— Vaya...Que... Tranquilo, es el típico sitio donde sueñas con vivir.
Cuando decidiera moverse la llevaría hasta la casa más grande del lugar, la cual era la posada casualmente. Y con más grande me refiero a que era la única con dos plantas. Mientras caminabamos se dirigían más miradas hacía Eri, la preciosa y todopoderosa Eri que a mi, lo cual confirmaba lo dicho.
Al llegar a la posada un enano gordinflon nos estaba esperando en la puerta. Enano en plan que Eri le sacaba casi una cabeza y gordinflon en plan que no se veía los pies. Sin duda, una figura extraña de ver. Tenía poco pelo y todo de la misma longitud que eran unos pocos de centimetros, por lo que su cabeza parecía una bola negra perfecta. Llevaba una especie de bata de chef para niños con problemas de peso y ni siquiera sabía si llevaba pantalones, desde mi perspectiva no se los veía.
— Ahí está, el bueno de Nabi. Me habían dicho que venias pero con lo que estabas tardando iba a salir yo a buscarte ya.
— ¿Cómo? ¿Quien? No, en serio, ¿cómo te has enterado?
La atención sobre mi duró un tercio de intento de segundo, seguidamente se giró para encarar a Eri-hime. Se acercó y le ofreció la mano para estrecharla o para besarsela o dios sabrá para qué, lo importante es que la tenía rebozada en salsa de tomate, por lo que la retiró al instante.
— Un placer, señorita. Shibō Kobito para servirla, esperé que vaya a lavarme y me presento como es debido. Tú tambien podrías avisar. Ahora vuelvo.
El cabrón se largó en cuanto tuvo la oportunidad, fui tras él, dejé las cosas detrás del mostrador que había a mano derecha solo entrar y agarré la primera llave que pillé del llavero de habitaciones.
— Bueno, nosotros nos vamos, volveremos para cenar, dile a Yuri que suba nuestras cosas a la habitación... 2. Hasta luego.
Dejé las cosas de Eri sobre las mias y me la llevé de la mano rio arriba antes de que el enano italiano volviese a aparecer.
Cuando por fin volvía a ella, Nabi, que no había deshecho el agarre de su mano en ningún momento; la guió hacia la casa más grande del lugar, que contaba con dos pisos. «Probablemente sea la posada...» Pensó la joven con el ceño ligeramente fruncido. «O eso espero, porque no sé dónde se va a alojar la gente en casas tan pequeñas.»
Al llegar al lugar en cuestión encontraron un hombre de estatura escasa, prácticamente debía medir menos que un niño de unos once o doce años pues Eri le sacaba casi una cabeza y eso sí que significaba que tenías un problema de altura, literal. De poco pelo y ataviado con una bata que seguramente fue blanca en sus inicios, se acercó a ambos con una sonrisa en sus labios.
— Ahí está, el bueno de Nabi. Me habían dicho que venias pero con lo que estabas tardando iba a salir yo a buscarte ya.
— ¿Cómo? ¿Quien? No, en serio, ¿cómo te has enterado?
«¡Magia! ¡Sabía que vendríamos!»
Sin embargo poco duró la atención en Nabi ya que el hombre —que parecía ser el encargado del lugar— se giró para posar su vista en ella. Levantó su mano para estrecharla más cuando Eri la acercó dubitativa la apartó pues estaba llena de una sustancia parecida a tomate... Triturado.
— Un placer, señorita. Shibō Kobito para servirla, esperé que vaya a lavarme y me presento como es debido. Tú tambien podrías avisar. Ahora vuelvo.
— Furukawa Eri, Kobito-san, el placer es mío. — Se presentó ella inclinando un poco su cuerpo, sin embargo no le dio tiempo a más pues él se marchó para lavarse y poder presentarse como era debido, tal y cómo había dicho él. Nabi pasó dentro de la estancia sguiéndole; y el lugar, que pese a que el posadero parecía tener un aire desaliñado volando siempre a su alrededor, el lugar parecía tranquilo, limpio y tenía su encanto.
Nabi dejó las cosas en el mostrador y ella se quedó allí mientras el rubio cogía una llave.
— Bueno, nosotros nos vamos, volveremos para cenar, dile a Yuri que suba nuestras cosas a la habitación... 2. Hasta luego.
— No es por mi, Eri-chan, es que a él le encanta subir el equipaje a las habitaciones.
Porque así puede cobrarnos más. Tiré de la mano de Eri, instandola a caminar por el estrecho camino de tierra que era la salida o entrada a la aldea por ese lado del rio. Seguimos por el camino un rato hasta que la humedad en la tierra se hizo más que evidente, nos cruzamos con un pequeño riachuelo que parecía nuevo por el lugar, ya que la deformación provocada por él era mínima.
— Por aquí, sigueme.
Me adentré en la espesura siguiendo aquel hilillo de agua irregular e intermitente que finalmente hacía una curva suave hacia la derecha, ahí giré a la izquierda. Tras otro par de minutos andando y atravesando plantas y hierbajos dimos con un tronco caído que en uno de sus huecos había hecho un nido unos pajaros pequeños y gordinflones.
— Ya casi estamos.
En ese tronco giré a la derecha y tuvimos que hacer zig zag para esquivar las putas zarzas que cada día parecían más puntiagudas e hijas de planta. Tras el muro de zarzas que pudimos pasar solamente porque ya había un camino hecho las plantas que antes habían sido todo molestias, de esas que se pegaban o las que se te pegan en la ropa, desaparecieron. Siendo sustituidas por pequeñas flores con petalos de todas las formas y colores.
En mi prisa por llegar puede que pateara sin querer algunos petalos caídos o algunas flores directamente, por suerte, eso solo hizo la visión del hermoso lago que se extendía ante nosotros más embriagadora. El agua se extendía en forma de herradura, dejando una pequeña peninsula rodeada por casi todas partes de agua. No era especialmente grande aunque tampoco disponía de mucho espacio para expandirse ya que por todo su perimetro estaba cubierto de plantas y flores de todo tipo.
Dejé pasar a Eri delante mio, para que pudiese ver el panorama con sus ojos. El único sonido en aquel lugar eran nuestras respiraciones y la leve corriente que alimentaba y drenaba el lago a partes iguales, entrando por una punta de la herradura y saliendo por la contraria.
Las últimas luces del día dejaban el cielo de un fuerte tono anaranjado, ante el cual Eri se alzaba como un faro en la costa, dando la sensación de que todo va a salir bien. Y con ella al lado, hasta podría creermelo. La mire con una sonrisa esperando que ella rompiese el silencio.
— No es por mi, Eri-chan, es que a él le encanta subir el equipaje a las habitaciones.
Eri abrió la boca para rechistar, pero al ver como Nabi alegaba que a la persona que había mencionado le gustaba hacer ese trabajo, cerró la boca después de haberla abierto y calló mientras dejaba que Nabi volviese a tomar su mano y la guiase por aquel pacífico pueblo en el que ambos pasarían la noche.
Una vez fuera de la posada de nuevo, sin sus maletas pesándoles en las espalda; caminaron por un pequeño y estrecho camino que daba lugar a lo que podía ser la entrada del pueblo como tal, justo al lado del río que ambos habían estado siguiendo para ir allí.
Cuando la tierra se deshacía conforme pisaban, cruzaron un riachuelo joven, prácticamente recién nacido; y eso a Eri le fascinó tanto que casi se queda embobada allí mismo, contemplando el paisaje.
Sin embargo, la voz de Nabi volvió a resonar en su cabeza, haciendo que volviese en sí para seguir con el camino dirección al lago.
Siguiendo aquel pequeño riachuelo y las zancadas que parecía dar el Senju —que al parecer estaba impaciente por llegar —, caminaban y caminaban sorteando la vegetación que se encontraban a su paso, incluido un gran tronco donde algunas aves habían instaurado sus nidos para alimentar a sus crías.
— Ya casi estamos.
Eri asintió aunque él no la mirase, volviendo a retomar la marcha mientras ella seguía sus pasos, la gracia es que parecía volar en vez de andar pues a cada paso que daba miraba a su alrededor, temerosa de cometer algún fallo o atrocidad como destrozar una planta o un nido de algún animal cercano.
Y cuando vio a Nabi romper los pétalos de un cúmulo de flores, éstas volaron hacia delante con la suave brisa que corría a aquellas horas, flotando hasta caer al agua de lo que Eri catalogaría como el paisaje más hermoso que sus ojos habían visto en su corta existencia: rodeado de árboles meciéndose con la suave brisa que los acompañaba, los últimos rayos del sol cayendo sobre sus pieles como acariciándoles y el agua, tan transparente como el cristal; tenía reflejos de todos los colores gracias a todo lo que allí rodeaba el lugar.
Por ello cuando la joven lo vio, apretó con suavidad el agarre que ejercía sobre Nabi y se apoyó sobre su brazo, anonadada por tanta belleza junta.
— Es como si no debiésemos estar aquí. — Murmuró muy cerca de su oído. — Algo tan hermoso no debería ser profanado por nosotros...
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
— Es como si no debiésemos estar aquí.Algo tan hermoso no debería ser profanado por nosotros...
No pude evitar esbozar una media sonrisa ironica, yo pensé lo mismo, la diferencia es que yo era más feo que un pecado, y no un pecado en plan, no robes, no, un pecado capital como el de "No le sacaras los ojos al hijo del vecino por sacarle un diente a un hijo tuyo" o asín.
Pero Eri... aquel lago, aquellos arboles, aquellas flores, aquellos haces de luz, el paisaje en general, la llamaba. Como si fuera parte de ellos como si cuando ella se juntara al resto de elementos la verdadera belleza fuera a despertar. Si tuviera que elegir entre mirar el paisaje y mirar a Eri, me quedaría con Eri, pero aún mejor sería mirar a Eri en el paisaje.
A partir de ahora buscaría sitios hermosos y naturalmente bien dotados para almacenar la imagen de ella rodeada de belleza natural en un album mental que siempre podría llevar conmigo.
— No, este lugar está deseando que tú lo disfrutes. Ven.
Tire de ella suavemente hasta la pequeña peninsula que se adentraba en el lago timidamente quedando casi totalmente rodeada por él. Me agaché, poniendome de cuclillas y le señalé el agua, transparente y pura como lo era ella. A través de ella se podían ver pequeños pececillos más perdidos que un amenio en el desierto, algunos de colores disimulados para evitar ser comidos y otros de colores chillones para confundir al depredador.
— Si nadie viese las cosas bellas, nadie apreciería la belleza que poseen.
Le dije con una sonrisa sin pensar, directamente, ni mucho ni poco.
— No, este lugar está deseando que tú lo disfrutes. Ven.
Fue lo que él contestó. Fue algo directo, no dijo nada más, ni el por qué debería disfrutarlo, ni por qué ese lugar lo quería. Solo aquella frase, y eso bastó para que la joven no supiese qué decir ni qué contestar, así que cuando él volvió a tirar de ella, Eri se dejó hacer.
Era extraño pues en el lago había una pequeña zona donde podían acceder a pie, justo en el medio; donde sin duda se dirigieron liderados por el rubio del dúo. Aquel lugar parecía especialmente hecho para las personas que lograsen ver aquella belleza, ya que cuando Nabi se acuclilló y segundos después lo hizo ella, pudo observar todo lo que se perdía desde uno de los extremos del lago.
La vida del mismo.
— Si nadie viese las cosas bellas, nadie apreciería la belleza que poseen.
— Creo que es la cosa con más sentido que has dicho desde que te conozco. — Bromeó la joven mientras le daba un pequeño golpe en el hombro. — Tienes razón, es precioso.
Con suavidad, dejó caer su mano en el interior del lago, ahuyentando a un par de peces que nadaban por ese lugar mientras el agua creaba unas pequeñas ondas, perturbando el agua cristalina que ahora reflejaba sus rostros de forma borrosa. Estaba fresca, pero no helada, si no a una temperatura agradable.
— Creo que he decidido no bañarme aquí, pero sí creo que probaré el agua. — Con delicadeza se descalzó y dejó sus botas a un lado, luego dejó caer uno de sus pies en el agua, mientras ella se hallaba sentada a un lado de la península en la que se encontraban. — ¿Te unes? — Preguntó cuando ya ambos pies estaban dentro del agua.
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— Creo que es la cosa con más sentido que has dicho desde que te conozco. —
Había una fina linea entre insultar y halagar y Eri acababa de azotarme con ella. ¿Era un insulto? ¿Era un halago? ¿Era un dinosaurio? Jamás lo sabríamos.
— Tienes razón, es precioso.
— Yo siempre tengo razón.
Dije con confianza. Otra cosa no, pero confianza, me sobraba. No era muy útil ni servía para nada como Kusagakure. Eri se acercó al lago y con la misma delicadeza con la que los dioses hicieron su perfecto rostro y esculpieron cada uno de sus hermosos rasgos estiró su mano y la hundió en el agua.
— Creo que he decidido no bañarme aquí, pero sí creo que probaré el agua. —
Tras lo cual se descalzó y metió los pies en la cristalina agua del lago.
— ¿Te unes? —
— Claro.
Dejé mis sandalias shinobi al lado de las botas de Eri y me acerqué a sentarme a su lado. Mientras estaba ahí sentado con los pies fresquitos y sentado al lado de la chica que amaba, me pregunté algo.
— Eri, ¿qué quieres ser de mayor? Sé que suena a típica pregunta para niños pero ahora en serio. Somos ninjas así que la aspiración lógica sería ser Kage. Y yo no quiero ser kage, mucha responsabilidad y poca acción, ¿y tú?
Empecé a mover mis pies bajo el agua, mirandolos y despues mirando los suyos, comparando mis grotescos pies con sus benditos y perfectos pies.
Eri, complacida porque Nabi se uniese a su baño de piernas en aquel lago de aguas cristalinas; por eso no perdió de vista al joven mientras se descalzaba y se sentaba a su lado, y cuando lo hizo le dedicó una jovial sonrisa mientras le tomaba con delicadeza la mano.
No dijo nada, simplemente quiso disfrutar el momento; si su viaje fuese una película, seguramente esa era la escena en la que los protagonistas estaban callados, disfrutando de una puesta de sol mientras que sonaba una melodía de fondo con la cámara enfocando sus espaldas.
Cuando echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos para disfrutar la calma, Nabi habló.
—Eri, ¿qué quieres ser de mayor? —fue la pregunta que formuló el chico, haciendo que la joven de ojos morados abriese los ojos y le mirase con curiosidad—. Sé que suena a típica pregunta para niños pero ahora en serio. Somos ninjas así que la aspiración lógica sería ser Kage. Y yo no quiero ser kage, mucha responsabilidad y poca acción, ¿y tú?
—Si te soy sincera, no lo sé —alegó al cabo de unos segundos sumergida en sus pensamientos—. Me gustaría conseguir un puesto en el Edificio de la Uzukage, pero no como Kage; no sé... Una buena jōnin, incluso llegar a ser la mano derecha del o de la Uzukage...
Suspiró.
»Y si termino por no querer ser eso, me gustaría vivir viajando de lado a lado, ayudando y conociendo a otras gentes... Recolectando información... Creo que es una buena vida —sonrió—. ¿Y tú?
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—Si te soy sincera, no lo sé. Me gustaría conseguir un puesto en el Edificio de la Uzukage, pero no como Kage; no sé... Una buena jōnin, incluso llegar a ser la mano derecha del o de la Uzukage...
»Y si termino por no querer ser eso, me gustaría vivir viajando de lado a lado, ayudando y conociendo a otras gentes... Recolectando información... Creo que es una buena vida¿Y tú?
— Si te tengo a ti como mano derecha, entonces me plantearía ser Uzukage.
Le dije sonriendo mientras el sol empezaba a ponerse y la luz blanca iba volviendose poco a poco más y más roja, de momento solo era ligeramente anaranjada, cambiando por completo el color del lago y de los alrededores en un instante.
— Si tuviera que elegir un puesto del Edificio de la Uzukage me quedaba con el de Uzukage sin dudar. La burocracia no es lo mio, casi nada que acabe en cracia es lo mio. Soy más de viajar y hacer las cosas con las manos más que con la boca. Si mejoro lo suficiente mi Doton podría ser escultor o hacer edificios imponentes. Sino me dedicaré a hacer misiones de rango bajo, B o C, con esas ya puedes tener una vida acomodada.
Era díficil imaginarme a mi mismo haciendo arte pero nunca se sabe. Igual algún día me vuelvo serio y todo. Sería digno de ver.
— Pero de momento solo me interesa ver hasta donde puedo llegar. Si al final puedo hacer todo Rango S sin despeinarme pues no diré que no.
9/08/2017, 22:55 (Última modificación: 9/08/2017, 22:56 por Uzumaki Eri.)
— Si te tengo a ti como mano derecha, entonces me plantearía ser Uzukage.
—Tiene sentido, ya que amas a tu villa, eso es lo que caracteriza a un Kage —alegó ella—. Vamos, o eso creo yo.
A medida que el sol iba bajando para comenzar a ocultarse en el horizonte, los colores cálidos se hacían cada vez más y más intensos. El que más llegaba lejos, sin duda; era el color rojo, que teñía el gran cielo normalmente azul de unos tonos agradables, acompañando el buen clima y a la estación en la que se encontraban.
— Si tuviera que elegir un puesto del Edificio de la Uzukage me quedaba con el de Uzukage sin dudar—contestó él a la pregunta de la kunoichi—. La burocracia no es lo mio, casi nada que acabe en cracia es lo mío —Eri tuvo que pensar en más palabras que terminasen en cracia, pero ninguna apareció en su cabeza—. Soy más de viajar y hacer las cosas con las manos más que con la boca. Si mejoro lo suficiente mi Doton podría ser escultor o hacer edificios imponentes. Sino me dedicaré a hacer misiones de rango bajo, B o C, con esas ya puedes tener una vida acomodada.
—No es un mal plan —coincidió ella—. Espero que algún día hagas alguna escultura para mí —añadió con una pequeña sonrisa en los labios.
— Pero de momento solo me interesa ver hasta donde puedo llegar. Si al final puedo hacer todo Rango S sin despeinarme pues no diré que no.
—Si llego a hacer una misión de rango S ya me daré con un canto en los dientes —acto seguido la joven rio y movió las manos hasta su regazo.
Después movió, moldeó y recreó algo entre ellas, algo pequeño, incluso más que la palma de su propia mano. Era una pluma semi-transparente, delgada, seguramente recreada de una paloma pues eran las aves que más había visto ella, luego se la tendió a Nabi.
—Ahora te toca a ti.
Con un grácil movimiento, la joven de cabellos púrpura se levantó, y aún con los pies descalzos se quedó parada allí, contemplando los últimos rayos de sol que desaparecían para dejar paso a una noche tranquila, sin ninguna nube a la vista y con un centenar de estrellas alumbrándoles para que no se sintiesen solos.
—Creo que es hora de que nos marchemos a dormir, Nabi-kun; se hace tarde y... —bostezó—. La verdad es que tengo mucho sueño.
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—Tiene sentido, ya que amas a tu villa, eso es lo que caracteriza a un Kage. Vamos, o eso creo yo.
— No creo que el único requisito para intentar colarme bajo ese sombrero sea amar a mi villa. Supongo que necesitaras un buen historial de misiones, referencias y, no sé, que te haga caso la gente. Me faltan todos los requisitos y el último no creo que sea salvable por el simple esfuerzo.
—No es un mal plan. Espero que algún día hagas alguna escultura para mí
Con un movimiento y sin esforzarse siquiera, en su mano creó una pluma tan fina y tan majestuosa que parecía de sus alas de angel. Y con la gracilidad de un ente divino me cedió el tremendo honor de poder tener en mis manos su obra de arte. Contemplé como se mecía levemente con el viento antes de llegar a mis manos, al tocarme sentí el frio que desprendía. La fina hoja aguantó unos segundos valerosamente sin deshacerse, pero finalmente empezó a escurrirse entre mis dedos en forma de agua.
—Ahora te toca a ti.
— Primero dudo mucho que jamás en mi vida pueda igualar tu destreza para crear cosas hermosas. Yo soy más de hacer cosas grandes y robustas. La elegancia supongo que se la quedó mi hermano gemelo perdido.
Me levanté tras ella, contemplando el escenario con ella al frente.
—Creo que es hora de que nos marchemos a dormir, Nabi-kun; se hace tarde y... . La verdad es que tengo mucho sueño.
— Por supuesto, perdona por robarte tiempo de descanso. Volvamos.
Hicimos el camino de vuelta en la mitad de tiempo que antes, puede que porque estabamos más descansados o porque ya nos sabíamos la senda que debíamos seguir. Llegamos y nos fuimos a dormir cenando algo en un momento y poco más había que decir. La verdad es que lo único que sentía eran los pies, y dolían.
— Primero dudo mucho que jamás en mi vida pueda igualar tu destreza para crear cosas hermosas. Yo soy más de hacer cosas grandes y robustas. La elegancia supongo que se la quedó mi hermano gemelo perdido.
— ¿y segundo? —bromeó ella—. Bueno, si haces un pingüino gigante de piedra algún día con eso me basta.
Cuando Nabi se levantó también y alegó que ella tenía razón —aunque no le había robado horas de descanso para nada—, la joven asintió y procedió a calzarse sus botas shinobi. Otro bostezo acudió a su boca que no pudo reprimir y ni si quiera pudo tapar con su mano, pero no le importó, poco a poco esos detalles se iban convirtiendo en algo normal cuando estaba con el Senju y si a él no le importaba, a ella menos.
Aunque con los demás ya era otro cantar.
Sus pies dolían sobre sus botas, y; aunque con suerte llegaron en tiempo récord, sabía que no duraría mucho antes de que comenzase a palparse los pies por el dolor. Cenaron algo rápido en la posada y rápidamente subieron a acostarse, con la suerte de que al día siguiente todo marchase igual de bien.
• • •
Se levantaron cuando el sol ya estaba arriba en el cielo, pero la verdad es que no pasaba ni media ante aquel detalle, ya que solo les quedaba un día de camino para llegar a su destino: el Valle de los Dojos. A Eri no le costó mucho vestirse adecuadamente y arreglarse el pelo, lo que si le costaba era recordar cómo caminar, ya que después de la paliza de ayer le costaba bastante saber poner una pierna delante de la otra.
Una vez en el recibidor, solo faltaba despedirse del posadero y volver a retomar el camino.
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—. Bueno, si haces un pingüino gigante de piedra algún día con eso me basta.
— Por un pingüino lo intentaré pero no esperes nada más que un yo con aletas.
Es lo último que dije antes de volvernos, y básicamente lo último que se dijo aquel día, por lo menos lo último que formara parte de una conversación. Todo lo de despues fue cordialidades como por favor y gracias y las buenas noches, además de todo un surtido de onomatopeyas de munch y ñam con un bastante de glup y suspiros de saciar la sed.
____________________________________________
— ¡Talue!
Esa fue toda la despedida para el posadero que aún estaba sobando cuando nos fuimos, pero por educación se lo dije al aire. Y emprendimos lo que sería el último día de viaje que nos quedaba.
— No ha estado mal el viaje...
Los pajaros cantaban, el camino seguía y de vez en cuando nos cruzabamos con algún carromato, pero yo me había quedado sin temas de conversación. ¿Y si le parecía pesado? De todas formas nadie suele hacerme caso nunca.
—¡Hasta otra! ¡Y muchas gracias por todo! —exclamó Eri mientras movía la mano suavemente en señal de despedida aunque... No hubiese nadie, pero por si acaso había que ser cortés, además si Nabi lo hacía —que era el que frecuentaba esos lugares— ella también tenía que hacerlo.
— No ha estado mal el viaje...
— Todavía queda un rato, Nabi-kun —alegó ella volviendo a sacar su mapa tranquilamente para saber por dónde iban mientras dejaban pasar un carro con unas cuantas mujeres chillando algo incapaz de ser entendido por ellos.
Frunció el ceño y entrecerró los ojos para centrarse en el papiro que tenía entre las manos, luego se tranquilizó y tendió al chico el mapa.
— Solo nos queda un pequeño trecho de camino, Nabi-kun —explicó ella señalando un lugar del mapa, seguramente en el que se encontraban —. Antes de mediodía estaremos allí.
Poco a poco se acercaban al valle, ¿que cómo lo sabían? Por las cordilleras que lo rodeaban, por la señalización y sobre todo porque después de tanto tiempo viajando tenía que ser ese lugar sí o sí.
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— Pero un rato es un rato y al empezar eran tres días, y ahora se acaban y me siento tan solo tan solo tan soloooooo... Porque tú te iras por tu lado y yo por el mio, y la tensión de los combates ¿y si nos toca pegarnos y Gouna-sama me obliga a pelear pinchandome con un kunai si intento rendirme? Esas cosas son las que no me dejan dormir. Quiero pelear por mi villa, no CONTRA mi villa. No sé cómo se les ocurrió dejar los emparejamientos al azar sin siquiera separarnos por villas.
Tras un milisegundo de repensamiento llegué hasta la verdad, la verdad tras el torneo, tras estos estúpidos y macabros combates de emparejamiento aleatorio.
— ¡Claro! Para que los de Amegakure y Kusagakure se maten entre ellos. Bueno, entonces admito que la idea no está tan mal, pero deberían habernos excluido. Uzuneses matandose entre ellos habrase visto.
Contra más me acercaba al valle más imagenes de amigos Uzushiogakurenses a los que nunca había tenido ningún tipo de aprecio ni relación pero sus caras me sonaban y aparecian uno a uno sonriendo como si fueran subnormales haciendo que me diese un poco más de pena tener que matarlos. Estaba el libro con un Uchiha pegado, la katana con un samurái pegado, mi primo lejano pero no tan guapo como yo, Senju Riko, Sakamoto Noemi, el Uchiha que se cree muy gracioso Haskoz y despues, por encima de toda esta calaña, porque eso es lo que era Uzu en comparación a Eri, y si los de Uzu eramos calaña en comparación a Eri-himesamasenpai, entonces Kusa y Ame eran mierda, pero no mierda cagada, sino mierda de podrido, de feo, de viscoso, de que algo lleva mil años alimentandose y cagandose de su propia mierda y vomita cada vez que come de esa mierda.
— Solo nos queda un pequeño trecho de camino, Nabi-kun. Antes de mediodía estaremos allí.
— Y todo se habra acabado, lo sé.
Hice mi mejor esfuerzo por no llorar de pura tristeza, ojala pudieramos vivir para siempre de viaje solos Eri y yo, pero al mismo tiempo sentía que debía proteger esa estúpida villa que me había criado y gracias a la cual había conocido a la única e inigualable Eri-hime. Estúpida mejor villa del puto universo.