Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Bueno bueno, tampoco diría que soy tan habilidoso. Si no tendría menos problemas No soy de ningún clan famoso. Provengo de una familia de mercaderes, mi misma hermana lleva una tienda, así que me hago mis propias armas y se bastante del tema. Si necesitáis ayuda para alguna reparación o construcción, solo tenéis que pedírlo. Suele ser mi principal baza.
— ¿Eres capaz de crear tus propias armas? ¡Eso es asombroso! — Exclamó Eri con un tono de voz lleno de sorpresa e inocencia. — Yo también puedo crearlas, pero no duran mucho...
Levantó ambas manos y jugó un poco con ellas, nerviosa ya que lo que decía Juro estaba dejándola totalmente anonadada por diversos motivos: Juro era un genin que probablemente tendría su edad, parecía tener buenas manos para las armas y seguramente estaba dotado de un montón de habilidades que podía llevar al combate perfectamente sin problemas.
—También sé bastante de hierbas, mezclas, y ese tipo de cosas, así que suelo crear bastantes sustancias por si mis armas fallan ¿Vosotros qué tal?
«¡También sabe de venenos! Bueno, o hierbas medicinales... O cosas así, ¡huala!»
Eri parecía una niña pequeña con un juguete nuevo, lo disfrutaba y lo quería destrozar a partes iguales.
— ¿Entonces lo que llevas a la espalda es un arma tuya?
«¿Arma?»
Por primera vez en todo lo que llevaba allí Eri reparó en los ropajes de Juro, y se dio cuenta de que detrás de él había algo que no sabía cómo definir, así que tragó saliva y esperó a ver qué contestaba el chico ante la pregunta del rubio.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Sin embargo, ninguno de los dos le habló acerca de su especialidad. Más bien, los dos parecieron interesarse por igual en lo que Juro decía.
— ¿Eres capaz de crear tus propias armas? ¡Eso es asombroso! Yo también puedo crearlas, pero no duran mucho...
Ver la sorpresa de Eri le hizo pensar que quizá no estaba siendo claro. O honesto. O ambas cosas. La chica parecía haberse imaginado un mundo de cosas a partir de ahíl.
— No te confundas. No hablo de armas comunes, como shurikens, senbons, y todo eso — aclaró Juro, moviendo ambas manos en gesto tranquilizador —. Mis armas son raras y especiales. Dudo que hayas usado nunca algo así. Y muy costosas. Me gasto una pasta en material y reparaciones.
Por otra parte, Nabi se mantuvo en silencio. Pero a Juro no le pasó desapercibida el aura de desconfianza que emanaba. Realmente no entendía de que iban esos dos. Primero, Nabi se enfadaba porque le mentía. Y ahora, le hacían una pregunta en la que claramente se veía empujado a no contar la verdad. ¿Cómo iba a contarles en que consistia su especialidad?
— ¿Entonces lo que llevas a la espalda es un arma tuya?
Se aclaró la garganta. Tenía que ser sincero, de un modo un tanto diferente.
— Mirad chicos, no quiero quedar por un mentiros más veces. No os estoy contando todo claramente. Pero como comprenderéis, tengo que reservar algún secreto para el torneo. — afirmó, chasqueando los dedos —. Quiero que todo el público se quede sorprendido. Así seguro que destacaré.
Después, miró a Nabi, atentamente. Un brillo intenso sacudió sus ojos.
— Así es. Esta es mi arma secreta. Mi hermana me ayudó a hacerla, pero yo siempre la reparo cuando se rompe — aclaró, orgulloso —. La llevo siempre, por si las moscas. El médico me ha dicho que es malo para mi espalda, pero que se le va a hacer.
Eri decidió esperar la respuesta de Juro en vez de insistirle más, sin embargo, un silencio suyo valía más que cien palabras mias. Eso pensaba yo y acerté, pues el Kuseño por primera vez desde que le había conocido, dijo la verdad. Simple y llana verdad.
— Mirad chicos, no quiero quedar por un mentiros más veces. No os estoy contando todo claramente. Pero como comprenderéis, tengo que reservar algún secreto para el torneo. Quiero que todo el público se quede sorprendido. Así seguro que destacaré.
Le dejé acabar de hablar ahora rebajando el aura de desconfianza hacía él, con Eri cerca y tal y como se estaba portando, no podía mantener mi mala hostia. Aunque Juro fuese un Kuseño era un kuseño descafeinado para mi, ya que a pesar de sus dotes venenosas y armas y blabla, a mis ojos no era más que el pobre chico que se perdió y casi le da un bastonazo un borracho. — Así es. Esta es mi arma secreta. Mi hermana me ayudó a hacerla, pero yo siempre la reparo cuando se rompe. La llevo siempre, por si las moscas. El médico me ha dicho que es malo para mi espalda, pero que se le va a hacer.
Suspiré. Tal vez Kusagakure y Amegakure no fueran igual de malvadas, puede que Kusagakure solo fuera una oveja descarriada y Amegakure el lobo feroz. De los tropecientos Amenios que conocía y me habían hablado el 90% eran idiotas, violentos y maleducados. El 100% de Kuseños que conocía parecían inofensivos y medianamente civilizados.
— Juro, me alegro de que hayas sido sincero con nosotros. Pero yo me siento en la obligación de decirte la verdad sobre nuestros poderes, aunque no podrás decirselo a nadie nunca. Yo... soy capaz de freir el bacon sin que salte el aceite y Eri te puede enamorar con un guiño del ojo. Así que ten cuidado si te emparejan con nosotros.
Le sonreí afablemente como si tendiera la bandera de la tregua momentanea hasta un posterior reconocimiento de los peligros y los derechos de los Kuseños.
«Debe ser rico...» Aquel pensamiento fue el que le asaltó cuando Juro afirmó que se gastaba un dineral en fabricar sus propias armas, sin embargo; cuando la conversación fue a más, el Kuseño quiso parar la conversación pues estaba desvelando secretos que no quería revelar.
No antes del torneo.
— Mirad chicos, no quiero quedar por un mentiroso más veces. No os estoy contando todo claramente. Pero como comprenderéis, tengo que reservar algún secreto para el torneo. Quiero que todo el público se quede sorprendido. Así seguro que destacaré.
Ante sus palabras Eri agachó la cabeza, claramente entristecida por haber hecho enfadar al chico. Y aunque no estuviese enfadado, ella solo quería hablar de algo, no quería que él desvelase información para que ella la aprovechase después, pero tenía sentido, y razón a partes iguales.
— Así es. Esta es mi arma secreta. Mi hermana me ayudó a hacerla, pero yo siempre la reparo cuando se rompe. La llevo siempre, por si las moscas. El médico me ha dicho que es malo para mi espalda, pero que se le va a hacer.
— ¡N-no hace falta qu-
Cuando quiso disculparse, el Senju se adelantó para hablar así que ella se vio interrumpida, pese a que él seguramente le cedería la palabra, decidió callar y mirar atentamente a Nabi sin ser capaz de mirar a Juro por la metedura de pata que acababa de hacer.
— Juro, me alegro de que hayas sido sincero con nosotros. Pero yo me siento en la obligación de decirte la verdad sobre nuestros poderes, aunque no podrás decirselo a nadie nunca. Yo... soy capaz de freir el bacon sin que salte el aceite y Eri te puede enamorar con un guiño del ojo. Así que ten cuidado si te emparejan con nosotros.
— ¿Qu-é? — Preguntó, claramente avergonzada. — ¡Eso no es verdad! Yo no enamoro con un guiño de ojo... Además, Nabi y yo nunca hemos combatido juntos, ni si quiera sé lo que es capaz de hacer porque... — Hizo una breve pausa. — Es cierto, ¡no sé lo que haces! Ay, soy una deshonra para todo.
Y con aquellas palabras se lanzó al Lago Partido.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Su pequeña confesión pareció triunfar con Nabi. Este rebajó mucho más la desconfianza, hasta dejarle hablar sin que Juro notase la tensión en el ambiente. Sin embargo, hizo el efecto contrario con Eri, quien cada vez se mostró más avergonzada y cabizbaja, como si no quisiese mirarle.
— Juro, me alegro de que hayas sido sincero con nosotros. Pero yo me siento en la obligación de decirte la verdad sobre nuestros poderes, aunque no podrás decirselo a nadie nunca. Yo... soy capaz de freir el bacon sin que salte el aceite y Eri te puede enamorar con un guiño del ojo. Así que ten cuidado si te emparejan con nosotros.
Pestañeó exageradamente. Después, soltó una carcajada.
— Me encantaría verte freír bacon en una pelea — contestó, siguiéndole la broma, con su sonrisa habitual.
Quizá lo de Eri fuese en serio, pero desde luego Nabi estaba mintiendo. Pero no de una manera descarada. Simplemente estaba bromeando. El Nabi bufón había vuelto. Ahora si que se sentía mejor; con esa broma, Nabi le había tendido una mano imaginaria, directa a la reconciliación.
Pero mientras que Nabi reducía su frialdad asesina, Eri también se transformaba, pasando de la calidez y la alegría a la depresión suicida.
— ¿Qu-é?¡Eso no es verdad! Yo no enamoro con un guiño de ojo... Además, Nabi y yo nunca hemos combatido juntos, ni si quiera sé lo que es capaz de hacer porque...Es cierto, ¡no sé lo que haces! Ay, soy una deshonra para todo.
Joder si era dificil tratar con esta gente. Pasaban de un estado anímico a otro al momento.
— Venga Eri, no te preocupes, estoy seguro de que... — comenzó a decir, haciendole ver que no estaba molesto ni nada por el estilo. Sin embargo, en mitad de su diálogo, la chica decidió por cuenta propia tirarse al lago —. ¡Eri!
Alzó los brazos, haciendo ademán de cogerla, pero ni era rápido ni estaba a su lado. Agarró el aire, mientras la chica se lanzaba de cabeza a nadar con los peces.
— Sabe nadar, ¿Verdad? — le preguntó Nabi, conmocionado por la duda.
— ¿Qu-é?¡Eso no es verdad! Yo no enamoro con un guiño de ojo... Además, Nabi y yo nunca hemos combatido juntos, ni si quiera sé lo que es capaz de hacer porque...Es cierto, ¡no sé lo que haces! Ay, soy una deshonra para todo.
Tras su discurso se acercó a la barandilla y sin pensarselo dos veces se tiró al lago. Estaba claro que se había tirado a proposito, tendría ganas de darse un baño. No me preocupaba porque la había visto nadar más veces de las que ella podría saber y lo hacía sin dificultad alguna, lo cual no era raro en una villa rodeada de agua como era Uzushiogakure. Y encima ese lago era agua dulce, sin olas ni tiburones.
Juro intentó detenerla, como si el agua mordiese, yo aunque lo hubiea intentado antes de poder parpadear Eri ya estaba tirandose al agua y el siguiente parpadeo ya se escuchó el chapuzón en el agua. Igual yo era lento, o igual ella era muy rápida, me moriría con esa duda.
Me apoyé en la barandilla por donde había saltado Eri por si necesitaba ayuda, pero de forma relajada.
— Sabe nadar, ¿Verdad? —
— Mejor que tú y que yo, Juro, que nuestro país es una peninsula. Querrá darse un baño. Tú... Sabes nadar ¿no?
Si Kusagakure era la clase de villa que no enseña a nadar a sus ninjas a cambio de montar en cocodrilo pues tampoco estaba tan mal, aunque el daño que puede hacer no saber nadar es que el mar te coma en un momento. Aunque de Kusa podía ser posible, total, si tienen que ir por mar pueden montar dinosaurios marinos y arreglado.
— Y... ¿De verdad vas a combatir en el torneo? Es decir, tú parecías tan... pacífico.
Ninguno de los dos logró alcanzarla, así que cuando su piel hizo contacto con el agua supo que ahora estaba sola para pensar y disfrutar de su soledad. Sin embargo pronto se vio afectada pues se quedaba sin aire.
Si solo fuese medio pez.
Así que salió del agua y con un poco de chakra logró incorporarse encima de la superficie con tranquilidad. Qué bonito era aquello de ser un ninja. Luego se sacudió el pelo como si de un perro se tratase, solo que en ella quedaba más... ¿Carismático? El caso fue que ahora, mientras Nabi y Juro seguramente conversaban encima del puente, ella estaba justo debajo.
— ¡Soy el fantasma de Eri! ¡Ella ha muerto ahogada porque no lograstéis salvarla! ¡UUuh~! — Exclamó mientras ponía voz de ultratumba. — Su muerte recaerá sobre vosotros...
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Mientras que Juro se asustó un poco por ver como se tiraba de cabeza al lago, Nabi actuo de forma mucho más relajada. Probablemente ya estaría acostumbrado a ese tipo de comportamiento.
— Mejor que tú y que yo, Juro, que nuestro país es una peninsula. Querrá darse un baño. Tú... Sabes nadar ¿no?
— Oh, ya veo — murmuró, avergonzado. Después, frunció el ceño ante la pregunta de Nabi —. Claro que sé. Si no, ya me habría ahogado cuando me diste la patada.
Lo cierto es que seguía completamente empapado. Afortunadamente, el dolor de cabeza ya había remitido, aunque no le gustaría recibir más golpes. La situación ya estaba calmada, por lo que tampoco le había lanzado un reproche, sino un simple apunte de lo sucedido.
En los interminables segundos donde Eri no aparecía, Nabi siguió las preguntas. Esta vez, de una forma más tranquila.. Juro pudo relajarse un rato y hablar de verdad.
— Y... ¿De verdad vas a combatir en el torneo? Es decir, tú parecías tan... pacífico.
— La verdad es que no me gusta pelear. Me gusta más construir y reparar que destruir cosas — explicó, entrelanzado sus dedos —, pero quiero seguir los pasos de mi madre y ayudar a mi hermana. Por eso me hice ninja.
» Creo que el torneo es una buena oportunidad para ganar experiencia y mejorar. Aunque acabe en una camilla de hospital — trató de explicarse. Sus sentimientos eran muy confusos — . No puedo ser siempre el pobre chico que se perdió en la calle.
Justamente entonces, Eri apareció de entre las aguas, modulando la voz para parecer mucho más aterradora. Aun así, con su apariencia de niña y su timbre agudo, fue más gracioso que otra cosa.
— ¡Soy el fantasma de Eri! ¡Ella ha muerto ahogada porque no lograstéis salvarla! ¡UUuh~!Su muerte recaerá sobre vosotros...
Juro soltó una carcajada. Después, miró a Nabi con una sonrisa. Acto seguido, se tiró al agua.
— ¡Bomba!
Total, mojado ya estaba. Antes de tirarse, había dejado sus cosas a un lado del puente, con su portaobjetos, y Gen, tapado bajo la manta.
Cayó con las piernas y los brazos recogidos, simulando una piedra, a un lado de donde se encontraba Eri. Provocaría un digno estallido de agua en contraposición con la pequeñez de su cuerpo.
Escuché todo lo que tenía que decir Juro y me pareció bastante más lógico que la gente que venía aquí a matar y descuartizar como si esto fuera a vida o muerte cuando solo era dar un poco de espectaculo y ver lo bien que nos llevamos todos. El desafio real era el Examen de Chunin. Ah sí, que encima daban vales descuento para ir al examen directamente sin hacer misiones para tu villa, sonaba tan estúpido que casi parecía una cita mia.
» Creo que el torneo es una buena oportunidad para ganar experiencia y mejorar. Aunque acabe en una camilla de hospital . No puedo ser siempre el pobre chico que se perdió en la calle.
— Tú intenta que no te maten ni que te dejen paralitico, que hay gente que hara lo que sea con tal de no hacer misiones para acceder al examen de Chunin. Sobretodo los amenios, ten cuidado si te toca alguien de Amegakure.
— ¡Soy el fantasma de Eri! ¡Ella ha muerto ahogada porque no lograstéis salvarla! ¡UUuh~!Su muerte recaerá sobre vosotros...
Sonreí levemente ante la broma de Eri, aunque hablar de su muerte no me hacía ni puta gracia. Juro no dudó ni un instante, dejó sus cosas a un lado y se tiró al lago tambien. Yo me quedé a cuadros obviamente. Acababamos de insistirle en saber cual era esa arma mágica que tenía oculta y ahora la deja ahí indefensa y se tira al agua. Vale que eramos uzuneses, que eramos los buenos, pero había cada uzunés que seguro que tenía ascendencía amenia porque vaya personajes.
Miré la cosa esa un instante antes de ponerme de pie en la barandilla y saltar con impulso al lago pasando por encima de Juro y Eri y cayendo al agua.
Escuchó una breve carcajada seguido de unos movimientos demasiado rápidos, como si alguien fuese a acudir a su rescate cuando ella había afirmado que ya estaba muerta. Segundos más tarde se encontraba al lado de un empapado Juro que se había tirado como si de una pelota se tratase, creando pequeñas olas gracias al impacto que había ejercido sobre el agua.
—¡No vale si me estás viendo! —se quejó la kunoichi mientras movía rítmicamente sus manos y sus pies para no hundirse.
Pero poco duró su regañina pues una segunda persona cayó al agua, creando otra oleada de movimiento que hizo a Eri tragar un poco de agua de lago, tosiendo inmediatamente para evitar que se colase más de lo necesario. Luego miró a Nabi y frunció el ceño de la misma manera que lo había hecho con Juro.
—¡Pero...!
Aunque la queja no llegó a formularse del todo, pues lo que pasó unos instantes después borró todo ánimo de reproche de la joven. Un gran remolino comenzó a formarse bajo ellos, con tanta fuerza; que hasta un habitante de Amegakure le costaría zafarse del mismo.
Y eso le ocurrió a los protagonistas de esta breve pero intensa historia.
Cuando se quisieron dar cuenta, era un poco... Demasiado tarde. Los tres ya estaban en el centro del remolino, chapoteando y moviendo sus extremidades como locos para intentar que no fueran engullidos por el gran remolino. Sin embargo, uno de los tres tuvo peor suerte, pues Eri tuvo un calambre en el pie que la llevó al caos, desapareciendo la primera por el remolino.
Siendo engullida por él.
No os preocupéis, no os voy a matar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Juro salió al agua poco después. Eri, a su lado, protestaba por su intromisión en aquella pesada broma. Juro solo pudo soltar una carcajada, mientras se mantenía flotando en el agua con todas sus fuerzas.
— Vaya fantasma de pacotilla — dijo, tras reír, sacandole la lengua.
Segundos después, otro pequeño estallido. Ahora era Nabi quien se había lanzado al agua. Juro se sentía feliz de repente: los tres en el agua, chapoteando, tan amigos. Era como uno de esos anuncios veraniegos. En aquel tiempo de guerra, un momento de paz para disfrutar.
A no ser...
Repentinamente, un remolinó apareció sobre ellos. Sin previo aviso. Estaban en el centro de una vorágine de corrientes submarinas que los atraparían sin piedad.
— ¿¡Que coño!? ¡Mierda! — exclamó a duras penas, mientras trataba de nadar contracorriente, en vano.
A cada segundo perdía terreno. Juro era más que consciente de que no estaba en su mejor forma: probablemente, era el que peor nadaba de los tres y el que peor constitución física tenía.
Sin embargo, no fue él quien cayó primero. Fue Eri. De repente, dejó de chapotear. Quizá se agotó o quizá tuvo un tirón. Lo cierto es que se rezagó y al segundo fue engullida por la masa de agua.
— ¡ERI! — exclamó, con voz angustiada, mientras nadaba. Tragó agua. Tenía miedo —. Nabi, no puedo...
Tragó más agua. Sentía como su cuerpo perdía la batalla contra aquel remolino. No podía hacer nada; ninguna técnica en el mundo le iba a salvar de eso. Y su arsenal estaba arriba, aunque poco podría haber hecho.
Si nada le salvaba, finalmente, acabaría siendo derrotado y tragado, igual que Eri.
Como me había tirado el último fui el último en salir y en enterarme de todo, porque poco despues de salir vi como el agua se arremolinaba de golpe tragandose a Eri, por la sorpresa básicamente, porque siendo de Uzushiogakure tendría que estar más que acostumbrada a las corrientes. Durante un instante esperé que retomara el nado pero al ver que no lo conseguía me lancé hacia ella, hacia el centro del remolino.
Nadé y nadé, dejando a Juro atrás, pues él nadaba en dirección contraria, y casi llegué a alcanzar la mano de Eri cuando el torbellino me arrastró hacia donde demonios fuera que se había llevado a mi amada.
Los cabellos púrpura de Eri se perdieron en el fondo del lago mientras el remolino cada vez se hacía más y más fuerte, arrollando todo a su paso. Nabi no dudó en nadar fuertemente hacia el remolino, seguramente por querer salvarla. Sin embargo lo único que se pudo apreciar fue como la blanca mano de Eri rozaba con cariño la del Senju antes de que, junto a ella; él se perdiese en las profundidades.
Juro, por su parte; nadó y luchó a partes iguales, intentando por todos los medios no correr la misma suerte que sus compañeros de oficio, sin embargo; gracias —o por desgracia— su complexión no ayudó en ello, y cuando intentó dar una bocanada de aire más antes de sumergirse... Fue la última.
Después, todo se volvió negro para los tres.
• • •
La tierra estaba húmeda bajo su cuerpo, el mecer del agua se escabullía dentro de sus oídos y el pitido que se había instaurado en sus cabezas no les dejaba pensar con claridad. Eri se llevó sus doloridas manos a los ojos y los frotó con pesadez, luego abrió lentamente los mismos, incorporándose lo suficiente para quedar sentada.
Nabi y Juro también se encontraban allí, cada uno a un lado de la chica, con el cuerpo dolorido y los músculos cansados, además del mismo pitido taladrándoles la cabeza. Los tres se encontraban en la orilla del lago que habían visitado, y; por obra de algo desconocido, las pertenencias de Juro estaban a su derecha, tapadas exactamente igual a como las había dejado.
De espaldas a ellos se encontraba una persona, tenía un ropaje algo inusuál que le tapaba todo su cuerpo a excepción de la parte superior de la cara. Cuando todos hubiesen recobrado la consciencia, hablaría:
—Lo siento chicos, por suerte hemos podido rescataros antes de que nada malo ocurriese.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Juro, incapaz de mantener el ritmo de aquella horrible corriente, se vio arrastrado y finalmente hundido por el remolino, tan extrañamente formado. Intentó respirar, pero pronto, se vio arrastrado a las profundidades, y poco a poco, fue perdiendo la consciencia. Todo se volvió negro...
...
Pero no fue la muerte lo que les esperó. En lugar de eso, Juro despertó y se encontró a orillas del puente. Se sentía fatal; la tierra estaba húmeda, su cabeza y sus oídos pitaban y también había agua por ahí. Sus músculos estaban cansados por el esfuerzo, y su cuerpo, resentido.
Eri estaba tumbada a su lado, junto a Nabi, al otro. Juro se alegró de ver que los tres estaban bien.
Al otro lado, se encontraban sus pertenencias. Juro no se levantó al instante a cogerlas, pero poco le faltó. En lugar de eso, encaró a la persona que les salvó; un encapuchado del que poco podía ver desde esa posición.
—Lo siento chicos, por suerte hemos podido rescataros antes de que nada malo ocurriese.
— Muchas gracias. Si no fuera por usted, no lo habríamos contado — murmuró, alegrado. Entonces reparó en que había dicho "hemos". ¿Había más gente?
Se giró a los lados del puente, buscando a más personas. Quizá lo hubiese entendido mal.
Dicen que cuando estas al borde de la muerte ves tu vida pasar ante tus ojos, lo único que vi yo era a Eri dando vueltas como si estuviese en un carrusel, pero porque literalmente estaba pasando ante mi. Tras eso salió un enorme calamar del lago y sus largos y de un tamaño mucho más adecuado para el manoseo de lo que deberían ser en correspondencia con su cuerpo agigantado empezó a enroscarse en las partes más nobles de Eri-hime.
Entonces yo salté Kodachi en mano y empecé a rebanar tentaculos como quien hace emparedados para todos los niños de la villa un día de festival de deportes en la Academia de las Olas, como si no hubiera fin. Tras llegar a los tentaculos que sujetaban a mi flamante doncella los corté con una precisión quirurgica en mil y un cachitos tan pequeños que se los podrías dar de comer a un recien nacido. Tras lo cual una Eri-hime con las ropas hechas trizas pero que adecuadamente cubrían sus partes que de otra forma tendrían que ser censuradas cayó directamente en mis brazos.
Lo jodido fue cuando el cadaver del Kraken empezó a hablar.
—Lo siento chicos, por suerte hemos podido rescataros antes de que nada malo ocurriese.
— ¡La hostia, un Kraken que habla!
Me levanté de golpe, saliendo del extraño sueño que había tenido. Mi cuerpo ya no se sentía tan agil como antes, más bien me sentía como si fuera el Kraken el que me había cortado a mi todos mis tentaculos. Volví a tumbarme, dando un fuerte espaldazo contra la tierra.
— ¿Qué? ¿Pero había un pulpo gigante o no?
Era díficil distinguir la realidad de los sueños causados por un ahogamiento cuando el sueño era tan dulce y la realidad tan amarga. Me llevé una mano a la cabeza intentando tranquilizar el pitido que amenazaba con reventarme la cabeza si no le hacía caso y la otra al hombro de Eri que no había respondido todavía. Empecé a menearla con la fuerza que me quedaba.