Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La tensión se cortaba con un cuchillo, la puesta aún no se había abierto pero en el fondo todos los que se encontraban en la habitación sabían quien era la persona que se encontraba al otro lado, solo podían dudar acerca del modo en el que actuaría.
Chokichi, antes si quiera de que el Uchiha abriera la puerta se desplomó, emitiendo un sonido sordo que, a pesar de lo aparatoso no inmutó en lo más mínimo a Datsue. Riko, por el contrario se acuclilló a su lado, dándole un par de golpecitos en los mofletes intentando espabilarle, pero fue en vano y antes de que se diera cuenta el dueño de la habitación estaba abriendo la puerta.
—¡V-vaya! ¡P-pero qué sorpresa más agradable! Que… ¿Qué se te ofrece, mi buen amigo y camarada? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
La imagen que daba Akame no era del todo perturbadora, pero cualquiera que le conociera lo más mínimo sabía que algo iba mal allí, su forma de hablar y su lenguaje corporal eran completamente diferentes a lo que eran normalmente.
—... contarme qué delirios de grandeza, qué bendita idea, qué putísima justificación construyó esa cabeza tuya para hacerte creer que podías burlarte de la memoria de Haskoz-kun.
El Senju sentía hasta un ligero miedo, no sabía como iba a acabar aquello pero, pra su sorpresa un quinto personaje hizo acto de presencia, una aparición breve y concisa, entró, agarró a Chokichi como si tal cosa y se marchó con él a cuestas.
— A-adiós Ko-koko-san — Dijo el peliblanco, que se tuvo que apartar para que la rubia se llevase al muchacho. — Bu-bueno, yo creo que... creo que lo mejor será que me vaya y os deje con vuestras cosas, sí... — Estaba dando ligeras palmadas, de puro nervio y, nada más acabar la frase empezaría a andar hacia la puerta.
—Pues, ya que lo dices, sí que puedes hacer algo por mí...
Akame dio un paso al frente; Datsue, hacia atrás. Aquel simple gesto representaba mucho mejor su actual situación que cualquier otra cosa que hubiesen podido decir.
—De hecho, hay muchas cosas que podrías hacer por mí. Por ejemplo, explicarme por qué le dijiste a Riko todas esas mentiras...
—¿Eh? B-bueno, yo…
—... por qué mandaste a Hozuki Chokichi-san a espiarme y hacerme una fotografía sin mi consentimiento...
—No, bueno, verás… Eso tiene una explicación muy…
—... o, al menos... —La nueva interrupción de Akame vino acompañada esta vez de un cabezazo. Un tremendo testarazo que el pequeño de los Uchihas encajó, a tiempo, de la mejor de las maneras en esas circunstancias: con la mejilla. De haberle dado en la nariz, ahora mismo la tendría rota.
Datsue se trastabilló y cayó al suelo, con la cara roja e hinchada, y el temor y la ira luchando en una cruenta batalla por ver quién se imponía. Si algo odiaba Uchiha Datsue, eso era que le pegasen en el rostro.
—... contarme qué delirios de grandeza, qué bendita idea, qué putísima justificación construyó esa cabeza tuya para hacerte creer que podías burlarte de la memoria de Haskoz-kun.
Datsue abrió la boca, anonadado, mientras se llevaba una mano a la mejilla.
—Burlarme yo de… ¡Akame, por los Dioses, estás sacando las cosas de contexto! No sé en qué estarás pensando en estos momentos… ¡pero no es cierto! —Por el camino, Koko se había colado en la habitación y había secuestrado a Chokichi, y Riko pretendía lavarse las manos y escapar más rápido que un Kusareño en una misión. Un auténtico caos—. ¡Riko, ¿a dónde vas?! ¡¿Qué demonios le has contado a Akame para que piense esto de mí?! —exigió saber, mientras echaba un rápido vistazo a la ventana.
Si Akame se distraía lo suficiente…
… «¿Qué mosca me picó para abrirle la puerta? ¡Tenía que haber escapado por la ventana desde el principio!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Los tartamudeos y las pobres excusas de Datsue no hicieron sino acrecentar la furia de Akame. Ni siquiera se dio cuenta de que Koko había entrado en la habitación y había intentado llevarse a Chokichi hasta que la rubia trató de pasar por al lado suya con el joven Hozuki. Akame cruzó una mirada con ella y entendió; a su modo de ver, descargarse con aquel pobre desgraciado era la vía fácil e injusta. Conocía a Datsue lo suficiente para saber que podía llegar a ser muy convincente; con toda seguridad, el fotógrafo había sido sólo un peón. Si Koko quería llevárselo, bien. A él le interesaba el rey del tablero.
Sin embargo, sí que fijo la mirada en algo que la rubia llevaba en la mano. Luego reparó en que una copia idéntica yacía en el suelo de la habitación, entre sus pies. Ante la mirada atónita de Datsue, que se sujetaba la mejilla donde había recibido el cabezazo Akame se agachó con rapidez para recoger aquella... revista.
—No tientes a la suerte, Datsue-kun —masculló el mayor de los Uchiha, amenazador, cuando advirtió que su pariente miraba la ventana con ciertas pretensiones.
Cuando Riko intentó salir de la habitación, Akame retrocedió un paso y se plantó en el hueco de la puerta. Con la mano zurda, la cerró de un portazo.
—De aquí no se va nadie —agregó, mirando a los ojos a su compañero Senju.
Fue entonces cuando vio la foto en la portada de la revista. Fue entonces cuando leyó la entradilla y el título. Fue entonces cuando deseó nunca haberlo hecho. Sus ojos recorrieron las pocas páginas de la publicación con la rapidez y experiencia de un lector avezado. No necesitó más que unos momentos para hacerse a la idea del contenido; y para captar unas cuantas frases reveladoras.
Akame empezó a temblar. No ligeramente, como cuando había llamado a la puerta de la habitación, no. A temblar de verdad. Le temblaban tanto las manos que la revista se le cayó al suelo, y sus ojos se fijaron en Datsue; sólo que ya no eran negros, sino rojos como la sangre y con tres aspas alrededor de cada uno. Abrió la boca para decir algo, pero apenas fue capaz de titubear mientras el labio inferior se sacudía violentamente.
—T... Tú... Tú... —su voz estaba agrietada por la ira.
En la cabeza del muchacho, un torbellino de pensamientos y emociones sacudía cada una de las paredes de su cráneo. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban la mirada de un loco. En aquel momento, Uchiha Akame se debatía consigo mismo si debía matar allí mismo a aquel chico. Su mano derecha, temblorosa, se cerró en torno a la empuñadura del ninjato que llevaba a la espalda. ¿Cuál sería la pena? ¿Unos cuantos años de cárcel? ¿El exilio? ¿La muerte? Akame deseó haberlo sabido con certeza en ese mismo instante. ¿Cuánto valía la memoría de su mejor y único amigo? ¿Valía menos que alguna de esas cosas? ¿Valía menos que ser considerado un asesino, un fratricida? ¿Quién más habría recibido la revista? ¿Todos sus compañeros de Uzu? ¿Tal vez, también, los de las otras Aldeas?
El Uchiha tiró de la empuñadura de su espada, y la hoja silbó ligeramente al rozar la vaina y luego traqueteó debido al temblor en su mano. ¿Se interpondría Riko? ¿Sería lo bastante fuerte como para matar a Datsue sin que el Senju se lo impidiese?
—Debería matarte aquí mismo como el perro mugriento que eres.
Las palabras le salieron solas. Su mano amenazó con moverse más hacia arriba, desenfundando completamente el ninjato, y entonces...
Con un chasquido, la guarda golpeó la vaina al enfundarse el filo completamente.
—Eres escoria. Eres una maldita vergüenza para el símbolo que llevas en tu bandana —ladró el Uchiha, mirando entonces la rúbrica del Remolino. Lo único que se interponía entre él y Datsue—. Reza para que nunca pierda su valor, porque ese día... Ese día...
El nudo que tenía en la garganta no le dejó hablar más. Carraspeó y avanzó un paso rápido, escupiéndole un gargajo directamente a la cara a su compañero de Aldea. Luego se dio media vuelta, abrió la puerta y desapareció tras el umbral.
No sabía de donde, no se había fijado en ningún momento, pero a sus pies yacía una pequeña revista, una en la que no había reparado hasta el mismísimo momento en el que Akame se agachó a cogerla y, en ese instante, vio la foto que había de portada y estaba convencido de que aquel no era su lugar, por lo que optó por salir de allí.
—. ¡Riko, ¿a dónde vas?! ¡¿Qué demonios le has contado a Akame para que piense esto de mí?!
Riko giró su cabeza, mirando a Datsue y, entonces, el otro habló también.
—De aquí no se va nadie
Parecía retarle, cerró la puerta con violencia y se le quedó mirando fijamente a los ojos, gesto ante el cual Riko no cedió, no bajó la mirada, no parpadeó, no mostró signo alguno de duda, de no haber sido porque tuvo que tragar saliva.
El Uchiha miró la revista y algo en él empezó a cambiar, comenzó a temblar, no de frío ni de miedo, de ira y, cuando alzó la mirada, el Senju pudo ver como sus ojos habían cambiado, había oído hablar de aquello, pero era la primera vez que lo veía y sintió miedo, no solo por los ojos, todo Akame daba miedo, y más aún cuando echó mano a la ninjato de su espalda y, en cuanto vio que la sacaba ligeramente el peliblanco se interpuso entre ambos Uchihas, no diría nada, simplemente miraría a Akame, sabía que era un tipo listo y sabía que aquello le podría traer demasiados problemas, no se podía dejar cegar por la ira de aquella manera.
—Debería matarte aquí mismo como el perro mugriento que eres.
Riko se mantuvo en su puesto, estoico y cuando vio que desenfundaba del todo la katana sus músculos se tensaron pero fue solo una advertencia y rápidamente el ninjato volvió a su funda. Akame amenazó a su compañero Uchiha y, acto seguido le escupió, marchándose así de la habitación.
— Po-podría haber ido peor... — Diría Riko tras soltar un fuerte suspiro y aún de espaldas a Datsue. — Ya... Ya hablaremos, ¿vale? — Y acto seguido él también abandonaría la sala.
Cazado, su mirada voló de la ventana hacia Akame, quien se acababa de agachar para recoger…
«Oh, no…»
—Akame-kun, no te me distraigas ahora con la revista y resolvamos esto.
Demasiado tarde. En cuanto los ojos oscuros de su camarada se habían posado en la foto de la portada, supo que ya lo había perdido. Abrió la boca para decir algo. Para excusarse. Para quitarle hierro al asunto. Pero, por primera vez en su vida, no le salían las palabras. Se había quedado, literalmente, mudo.
Akame, el chico calmado e imperturbable incluso en la más crítica de las situaciones, temblaba de arriba abajo de pura rabia. Temblaba tanto, que incluso la revista se le resbaló de entre los dedos, mientras tres aspas rugían alrededor de su pupila y el rojo de la venganza teñía su iris.
—T... Tú... Tú...
Nada hay más amenazador que el silbido de una katana al desenvainarse. Las katanas, al contrario que otras armas como podían ser las hachas, las guadañas o los martillos, habían sido forjadas con un único y exclusivo propósito: el de asesinar.
—A-akame… No hagas nada de lo que puedas arrepentirte —balbuceó, conciliador, Datsue, mientras enseñaba las palmas de la mano en señal de tregua. Se acababa de levantar y tenía todos los músculos en tensión.
Riko, el chico con fama de traidor hasta, posiblemente, aquel día, se interpuso entre ellos dos. Un gesto que Datsue agradeció, y que no olvidaría.
—Debería matarte aquí mismo como el perro mugriento que eres.
A Uchiha Datsue le habían llamado y dicho de todo. Le habían insultado con cosas infinitamente peores, y en todas y cada una de ellas le había entrado por un oído y le había salido por otro. Tenía callo, pero aquel simple injurio, que no llegaba ni a palabrota, le ofendió. Le sentó mal y no supo por qué.
—Eres escoria. Eres una maldita vergüenza para el símbolo que llevas en tu bandana —ladró el Uchiha, mirando entonces la rúbrica del Remolino. Lo único que se interponía entre él y Datsue—. Reza para que nunca pierda su valor, porque ese día... Ese día...
Uchiha Datsue descubrió dos cosas ese día. Una, que mejor era no alterar a su compañero de Aldea. Y la segunda, que si algo odiaba más a que le pegasen en la cara, eso era que le escupiesen en ella.
Sintió un olor nauseabundo, el asco, la más total y absoluta repugnancia. Se restregó el antebrazo por la cara y tan solo consiguió empeorarlo, y un fuego colosal subió por su garganta y enrojeció sus mejillas. Y sus ojos. Aunque aquellos solo tenían dos aspas.
—Hijo de puta —soltó, con la ira reverberando en su voz. Uchiha Akame no le escuchó. Uchiha Akame ya había desaparecido por la puerta segundos atrás.
Ni siquiera oyó a Riko despedirse. Fue directo al baño, abrió el grifo y dejó que el agua hiciese su trabajo. Se frotó con rabia, asqueado porque tan solo una gota de saliva quedase en su piel. No fue hasta minutos más tarde que volvió a salir, sentándose a pie de cama, apoyando los antebrazos en las rodillas e inclinándose hacia adelante, con un moratón cada vez más hinchado en su mejilla derecha.
La habitación había quedado vacía, y la puerta cerrada. Hasta que de pronto…
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No tenía sentido esperar eternamente a que el Hozuki despertase, por el contrario, le forzaría a hacerlo metiéndole la cara dentro de una tina llena de agua caliente. Justo después de ello, la chica procedió a aplicarle un castigo que le pareció adecuado para el acoso de parte de aquel chico. No solo por la foto que le había sacado a ella junto con Akame, sino también las fotos a todas las demás mujeres, era algo sumamente serio pero que de alguna manera a nadie parecía importarle… Hasta ahora.
Unos momentos más tardes, la chica se mostraba aun alegre, con una sonrisa de oreja a oreja y ahora hasta se daba el lujo de tararear mientras cargaba sobre su hombro a un irreconocible Hozuki Chokichi, quien daba señales de vida en base a vagos gemidos.
Tenía todo el rostro golpeado, varios moratones y las mejillas hinchadas en exceso, incluso le faltaban algunos dientes. Koko se había planteado el hacerle algo más, romperle los dedos, meterle la cámara a fuerza por el culo, amputarle algún miembro, incluso escribirle con un cuchillo algo como ”No debo espiar a los compañeros de villa”, pero al final optó por darle una paliza de lo más normal.
Con todo hecho, la joven pecosa se dirigió a la puerta de la cual había sacado al joven inconsciente, no sin antes cruzarse tanto a Akame y a Riko, parecía ser que la fiesta había terminado bastante rápido y ella al distraerse no había podido unirse. «Lástima »pensó sin dejar de tararear alegremente.
Al llegar a la puerta, simplemente la abrió —aunque bruscamente—, ingresó sin pedir autorización de nadie y dejó caer al Hozuki al suelo, sin ningún tipo de delicadeza y tras ello decidió buscar con la mirada al dueño del departamento que… Estaba sentado en su cama.
—Oh… —Soltó vagamente.
Se acercó al joven, se inclinó justo delante suyo y aun sonriente le dedicó una delicada caricia en la mejilla sana. Pero no dijo nada, solo ladeó la cabeza y acentuó un poco más la sonrisa.
Tras aquel gesto, la Kageyama se enderezó y una vez más salió de la habitación, cerrando la puerta como una persona civilizada.
14/09/2017, 00:21 (Última modificación: 14/09/2017, 00:37 por Uchiha Datsue.)
La tranquilidad y serenidad con la que Koko tiró a su compañero de Aldea —al que por lo visto, había apalizado— como si se tratase tan solo de un saco de patatas le puso la piel de gallina. Cuando aun por encima le sonrió, y le acarició la mejilla donde el Uchiha tenía el moratón como si allí no hubiese pasado nada, logró incluso inquietarle. Luego vio que a Chokichi le faltaban un par de dientes, y entonces sí, se asustó.
«La madre que me… ¡Es una puta psicópata!»
El Uchiha corrió a ayudar a Chokichi, agachándose junto a él y pasando un brazo por encima de sus hombros. Lo aupó a la cama y le ayudó a sentarse, mientras se producía el típico sonido de una puerta al cerrarse.
—Eh, Chokichi, ¿estás bien? —Le tomó de la mandíbula con una mano para verle mejor la boca—. Joder, tío… hasta te ha partido un par de piños. La madre que me… ¿Cómo te encuentras? —era una pregunta estúpida, pero aún así se vio obligado a hacerla.
—Fue… fue… —su voz apenas era un murmullo, débil y quebradizo como un Kusareño—. Fue… ¡Fue increíble! —rugió de pronto, con un brillo en los ojos y una vitalidad que Datsue nunca había visto en él—. ¡Tendrías que haberlo visto, tío! Esas manos suaves y delicadas, castigándome, aporreándome… —Más que con rabia, lo decía con excitación—. Esos brazos, hinchados por el esfuerzo. El sudor empapándole la camiseta. Esos… —hizo un gesto con las manos, como si estuviese apretujando algo—. Oh, tío, ¡me puso como un toro!
Datsue se echó hacia atrás y compuso cara de asco.
—Me cago en la puta… ¡Tampoco hacía falta que entrases en detalles! —arrugó la nariz, mientras le miraba de arriba abajo. No se podía creer que hubiese disfrutado de semejante paliza—. Y yo que estaba preocupado por ti…
Chokichi se encogió de hombros.
—Soy Hozuki, ¿recuerdas? Lo que más me costó fue disimular... Porque fue orgásmico, tío. Te lo juro.
Datsue soltó una carcajada.
—Estás como una puta cabra —dijo, todavía entre risas—. En serio.
Chokichi también se permitió sonreír. Una sonrisa bobalicona e inocente, con dos huecos entre los dientes.
—Bueno, ¿y qué pasó con…? —su semblante cambió de pronto a su habitual gesto asustado—. ¿Con Akame?
Datsue suspiró.
—Pff… Pues mejor de lo que pensaba… y a la vez peor —se rascó la nuca—. Lo de repartir las revistas en la gran final del torneo a todos los espectadores… creo que es mejor cancelarlo. Y ya veré si la saco en la Villa.
Chokichi se levantó de golpe, arrugando el ceño.
—P-pero Datsue... ¡No puedes hacer eso!
El Uchiha alzó una ceja, extrañado.
—Pero si tú eras el que me decía que era mejor no hacerlo —respondió, confuso—. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
Hozuki se mordió la lengua y bajó la mirada, como si estuviese ocultando algo.
—Piensa en todo el dinero que ganarás… —dijo, tras unos segundos. El muy cabrón le conocía lo suficiente como para saber dónde apuntar—. ¡Arrasará en todos los quioscos!
—Sí, bueno… Ya veré —decidió finalmente, haciendo un aspaviento con la mano y dando por zanjado el tema.
Chokichi, que a cada segundo que pasaba estaba más rojo, no parecía por la labor de dejarlo así. Algo totalmente extraño en él, pues hasta ahora nunca le había discutido cosa alguna.
—N-no. Me niego —negaba con la cabeza una y otra vez, y tenía los nudillos blancos de tanto apretar. De pronto, le miró con firmeza—. ¡No! ¿Sabes lo que me costó pillarles in fraganti?
—¡Pero si te pasas el día espiando a la gente! —soltó una carcajada—. ¡Qué te iba a costar!
—M-me niego —Chokichi negó con la cabeza todavía con más ahínco que antes—. ¡Me niego! Si no lo publicas tú… ¡Entonces lo haré yo!
Datsue exhaló un suspiro y sonrió. Luego vio que no lo decía en broma, y la sonrisa se le borró de la cara.
—Sí, claro. Y luego le haces frente a Akame, ¿eh?
Por primera vez en la discusión, Chokichi pareció amilanarse. Dudar… Luego, un asomo de sonrisa se formó en sus labios. Un asomo que puso los pelos de punta a Datsue.
—No es mi nombre el que aparece en la revista. Ni fue a mí a quien vino a buscar. ¿De quién crees que sospechará? ¿Del asustadizo y cobarde de Chokichi? ¿O del codicioso Datsue el Intrépido? —soltó, y al Uchiha no le pasó desapercibido el retintín con el que dijo su apodo.
Datuse sonrió. Abrió la boca.... Y la volvió a cerrar. ¿Quién demonios era aquel chico, y qué había hecho con el verdadero Hozuki Chokichi? Era como si no le conociese. Como si hubiese estado usando una máscara todo aquel tiempo.
—Veo que has aprendido a usar esa lengua, ¿eh?
—Aprendí del mejor.
Datsue sonrió y avanzó un paso. ¡Muy tonto tenía que ser Chokichi para creer que un aficionado como él podría avasallarle!
—Bueno, quizá tengas razón en lo de Akame… —un brillo rojizo iluminó su mirada. El sharingan se formó en sus ojos—. Pero, ¿y de mí? ¿No temes?
Chokichi le miró con extrañeza, como si no entendiese lo que le estaba preguntando.
—Oh, pero tú nunca me harías daño, Datsue-kun —aseguró, con voz de cordero. Datsue frunció el ceño. No entendía a que se estaba…—. Tú mismo lo dijiste. Me gusta espiar… —se inclinó hacia él y bajó la voz:—, y también tomar fotos, ¿recuerdas?
Datsue abrió la boca para replicar, pero en su lugar la mantuvo así, abierta, incapaz de articular palabra. De pronto, un recuerdo lejano inundó su memoria como un fogonazo. Se encontraba en Yamiria, en la tienda de armas que compartía, a escondidas, con su socio Okane. Recordó que se encontraban haciendo una transacción de dudosa legalidad. Y recordó el flash, un destello fuerte y cegador que llegó de la nada. En aquel momento, pensó que había sido el reflejo de un simple metal.
Pero ahora…
Chokichi pareció reconocer la revelación que se había producido en la mente de Datsue.
—Tranquilo, solo fue para cubrirme las espaldas. Por si te pasabas… —avanzó un paso, y esta vez fue Datsue quien se vio obligado a retroceder otro—, de la raya. Con un tipo como tú siempre es mejor tener las espaldas cubiertas, ¿eh? —le guiñó un ojo—. Y sino que se lo pregunten a Eri.
Sin darle tiempo a réplica, le dio la espalda y avanzó hasta la ventana. Datsue quiso pegarle. Quiso atizarle tanto o más a como le había dado Koko. Pero aquel cabrón tenía razón en una cosa: ahora tenía las espaldas protegidas. Protegidas por una foto. Una prueba que le podía llevar a la perdición.
—Me llevo esto —dijo, agachándose por el camino para tomar la revista que se le había caído a Akame—. Lo necesitaré para hacer las copias en la Villa —pasó por el hueco de la ventana y se colgó del marco. Ni siquiera se dignó a mirarle—. Adiós, Datsue-kun.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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