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La segunda ronda del Torneo de los Dojos había concluido, y con su cierre; parte del público se iría a casa satisfecho con un buen par de grandes demostraciones de habilidad, en combates y emparejamientos que muy bien podrían haber sido una especie de final anticipada. Otro puñado de gente, sin embargo, seguro que quedarían decepcionados, por alguno que otro desenlace impensado. Y para desenlaces impensados, Kaido...
¿Y quién si no?
Su combate, el más extraño de todos. Grandes muestras de habilidades, mareas de papeles, potentes y súbitas técnicas de suiton; hikaridamas y estrategias varias. En aquel pulso él había tenido la ventaja, siendo el que hiriera a la mujer de papeles primero, y más fuerte. Sí, todo iba plenamente encaminado a que se llevase el combate, dejando muy clara su superioridad frente a ella. Hasta que, sucedió lo impensado.
Nadie sabría nunca el por qué. Fuera por la frustración de ir perdiendo, o por algún extraño delirio; aquella mujer de tatuajes se había quitado la vida en pleno enfrentamiento. Con sus propias armas de papel, que se hundieron sin contemplación en su pecho, rasgándole el corazón. Obligándola a ahogarse en su propia sangre y a, finalmente; morir.
Y por más que Kaido hubiese intentado actuar como si aquello hubiese sucedido, en parte, por su clara superioridad, lo cierto es que no tenía ni puta idea de lo que fuera que le hubiese llevado a Aiko a cometer suicidio. Y eso le había estado carcomiendo la cabeza desde su salida de la plataforma, hasta la noche que pasó en la enfermería cuidando sus heridas, y su posterior regreso a Nishinoya, donde ahora se encontraba.
Tirado en la grama de uno de los patios posteriores, con los brazos por detrás de la cabeza y la mirada perdida en el cielo. Un cielo abierto, luminoso y tan azul como su propia piel. Un cielo al que no estaba, ni estaría nunca acostumbrado. Ni él, ni los suyos.
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El torneo había finalizado hacía un tiempo para el joven médico, lo habían sacado de la primer ronda con un solo ataque. Estuvo unos días en el hospital hasta que el personal bajo la guardia y pudo darse a la fuga. En su habitación continuaría su recuperación de la mejor forma que él sabría llevarla, estimó que su manera de hacer las cosa le ahorraría unos días de sufrimiento innecesario.
De una forma u otra, llegaría a tiempo para ser testigo de la siguiente ronda, donde la fémina que le derrotaría se debería batir a duelo con un personaje de la aldea al cual había tenido oportunidad de conocer el día que iba a salir hacía el Valle de los Dojos. Ninguno otro que Umikiba Kaido.
Aquel día Mogura intentaría dar con Aiko para ver como se encontraba, no estaba seguro si se encontraba en su habitación dentro del recinto o si estaba en el hospital, pero de una forma u otra iba a tener que dar con ella.
Tenía sus cosas encima, iba vestido con un kimono de seda bastante fino y en su costado colgaba un kasa ya que la galería le cubría de los rayos solares, aun así necesitaba del aire fresco que le lanzaba en el rostro su abanico de papel.
Y fue en ese momento que iba pasando por la galería que hizo contacto visual con el vencedor. Pensó en que hacer durante un par de segundos.
Umikiba-san.
Llamó la atención del hombre azul mientras daba unos pasos para acercarse a él, sintió al instante la diferencia en su cabeza cuando la galería dejó de protegerle y tuvo que llevarse el sombrero a la cabeza, su abanico no paraba de lanzarle aire.
¿Cómo se encuentra?
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Umikiba-san —una voz familiar rompió aquel lúgubre silencio y le sacó en súbito de su ensimismamiento, obligándole a torcer la mirada y fijarse en dirección de la que provenía aquel llamado. Ahí, como era de esperarse, se encontró a un muchacho alto, con postura recta y educada; haciendo alarde de su fina ropa y del abanico que se mecía parsimoniosamente frente a su rostro. Se trataba de Manase Mogura, genin de Amegakure. El médico más prometedor de la nueva camada de novatos, decían las malas lenguas—. ¿Cómo se encuentra?
—Mogura-kun, ¡a ti justo te quería ver! —contestó, con pesadez en su tono de voz; aunque con un creciente ánimo repentino por la presencia de su colega. Y tenía su razón de ser, desde luego, ya que tendría un buen par de preguntas para la persona que enfrentó a la difunta Aiko en la primera ronda, antes de él. Quizás, sólo quizás; el muchacho sabría mejor acerca de los tormentos que habían llevado a la mujer de papel y terminar con su vida—. Yo, bueno; me encuentro bien. Con un par de heridas aún por terminarse de curar, pero ahí vamos, sobre la puta marcha.
Poco luego se levantó del suelo, se sacudió la grama del culo y extendió el brazo, a fin de estrecharle la mano al galante de Mogura. El derecho tenía un vendaje envolviéndole una área bastante amplia del antebrazo, ahí a donde había recibido el dulce beso metálico de un par de armas de su última oponente.
—Y tú, ¿qué tal? ¿disfrutando del torneo? ¿qué te ha parecido hasta ahora? ¿Has visto...
Tragó saliva.
... has visto lo que pasó en mi combate?
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—Mogura-kun, ¡a ti justo te quería ver!
Contestaría al llamado de atención el disperso shinobi. Realmente no sabía mucho sobre Umikiba Kaido, pero se le notaba un contento, tanto así que pasó por alto toda formalidad y no solo no llamó a Mogura por su apellido sino que usó un honorifico que no correspondía en lo absoluto.
Yo, bueno; me encuentro bien. Con un par de heridas aún por terminarse de curar, pero ahí vamos, sobre la puta marcha.
Sin duda alguna no estaba acostumbrado al lenguaje que manejaba el azulado muchacho. Kaido le extendió su brazo derecho, con la intención de realizar una apretón de manos, pudo ver entonces los vendajes. Esperaba que hubiese aprendido algo de su combate con la suicida inmortal y el entretenimiento que habrían brindado a la totalidad del público.
Es bueno saber que se encuentra en buena forma, estoy seguro de que sus heridas estarán sanadas antes de su siguiente combate, Umikiba-san.
Estrechó entonces la mano de su compatriota, acompañando el gesto con una ligera reverencia.
—Y tú, ¿qué tal? ¿disfrutando del torneo? ¿qué te ha parecido hasta ahora? ¿Has visto...
Continuó hablando, pero en un momento hubo una pregunta que le costó formular.
... has visto lo que pasó en mi combate?
Por supuesto que estuvo ahí, no había forma de que se perdiera el combate entre la mujer que lo había sacado del torneo con un solo ataque y el egocéntrico campeón de Amegakure.
El Valle de los Dojos es un lugar muy caluroso, pero interesante. El torneo ofrece una oportunidad para encontrarse con gente de lugares muy diferentes.
Contestaría a su primer pregunta con un tono bastante tranquilo.
Watasashi-san fue quien me sacó del torneo, con un solo ataque.
Por supuesto que iba a ver su siguiente combate, esperaba que le fuese igual de bien, a decir verdad.
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Mogura, como le era de costumbre; respondió a las intervenciones de Kaido con la cordialidad y la rectitud que tanto le caracterizaba. Parsimonioso, educado y galante, tan firme como su espantoso peinado engominado.
—Watasashi-san fue quien me sacó del torneo, con un solo ataque —apuntó el médico, desvelándole al escualo algo nuevo para él. Hasta entonces no tenía ni idea de quién había sido el previo contrincante de Aiko ni cómo se había suscitado ese duelo—. por supuesto que iba a ver su siguiente combate, esperaba que le fuese igual de bien, a decir verdad.
—Pues le tocó contra mí, compañero. No le iba a ir tan bien si era yo el que tenía en frente, ¿vale?; aunque debo admitir que por un momento sí que llegué a preocuparme. Esos papeles de mierda, joder... eran todo un dolor de cabeza. Pero mira, de alguna forma me las arreglé para hacerle daño. ¿Y luego?
¡Luego se volvió loca! —espetó, un tanto agobiado. No llegaría a entenderlo salvo que alguien le esclareciese sobre lo acontecido, y algo en su subconsciente le decía que Manase Mogura, el médico de Amegakure, era el indicado para tan ansiada tarea—. tu lo viste. Se desgarró el maldito corazón, todo por sus estúpidos delirios de inmortalidad. Tú eres médico, Mogura-san; dime: ¿seguro padecía de algún trastorno psicológico, cierto?
Miró convenientemente a su interlocutor, y Mogura pudo ver la disconformidad y la confusión en sus ojos.
Sí, tiene que ser eso. Porque, vale, en éste mundo hay cosas muy extrañas, incluyéndome. Pero que alguien sea inmortal, no... no puede ser cierto.
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—Pues le tocó contra mí, compañero.
Nuevamente Umikiba Kaido hacía gala de su particular forma de hablar, totalmente carente de modales.
No le iba a ir tan bien si era yo el que tenía en frente, ¿vale?; aunque debo admitir que por un momento sí que llegué a preocuparme.
Ante todo, el muchacho azulado parecía ser tan humilde como siempre en sus palabras, sarcásticamente hablando. Watasashi Aiko no era una persona con la que uno pudiese enfrentarse sin esperar recibir alguna clase de daño, no se podía esperar salir ileso del combate, al parecer, el gyojin se dio cuenta de ello en un momento.
Esos papeles de mierda, joder... eran todo un dolor de cabeza. Pero mira, de alguna forma me las arreglé para hacerle daño. ¿Y luego? ¡Luego se volvió loca!
Justamente por aquellos papeles era que Aiko era una oponente tan temible, incluso el joven médico se vio burlado por uno de sus clones, cosa que le costó el combate y le hizo ganarse un boleto al hospital samurai de Sendooshi.
Tu lo viste. Se desgarró el maldito corazón, todo por sus estúpidos delirios de inmortalidad. Tú eres médico, Mogura-san; dime: ¿seguro padecía de algún trastorno psicológico, cierto?
Entonces Kaido alzaría su mirada en dirección a Mogura, permitiendole ver una expresión que no esperaba encontrarse en él. El muchacho de cabello azabache no pudo evitar recordar unas palabras de la autoría de la propia inmortal, cuando esta fue a verle en el hospital.
—Saber que aunque mueras volverás a la vida, le quita sentido a la vida, irónicamente. Sentirme al borde de la muerte, me hace sentir viva.
Sí, tiene que ser eso. Porque, vale, en éste mundo hay cosas muy extrañas, incluyéndome. Pero que alguien sea inmortal, no... no puede ser cierto.
Umikiba-san, tranquilízate, por favor.
Comenzó diciendo el médico, levantando ligeramente su palma libre. No podía mantener una conversación con alguien que solamente se dedicase a hablar y hablar sin parar. De igual manera tampoco podía explicar nada si el muchacho iba a estar interrumpiendo.
Estuve ahí, pude ver lo que pasó. Pude ver claramente el momento en que Watasashi-san hizo su movimiento final.
Dijo con un tono bastante calmado, quizás por el calor que hacía no tenía ganas de ser más emotivo al hablar pero la realidad era que siempre hablaba así.
No podría decir con seguridad de que padece alguna clase de trastorno...
Claramente en el tono de sus palabras, Watasashi Aiko continuaba siendo una persona viva.
Aún así... terminar el combate de esa manera... La actitud que Watasashi-san demostró siempre ha sido muy intensa. Sus modales y su lenguaje son prueba de ello, en una ocasión dijo que le gusta hacer las cosas a su manera y qué buscando la muerte podía sentirse viva...
¿Eso podría servir para explicar las motivaciones de la fémina de cabello rojo para apuñalarse en medio del combate? Podrían ir a buscarla y preguntarle, pero seguramente no lo recordaría ni a él ni al torneo ni a nadie, como siempre.
—Pero bueno, no le des mayor importancia, ni yo misma se lo doy...
El joven médico se encogió ligeramente de hombros.
¿Qué será necesario para que creas en la inmortalidad de Watasashi Aiko, Umikiba Kaido?
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Exhausto tras su emotivo discurso, Kaido se tumbó de nuevo al suelo. Su culo chocó con la grama, una vez más; desde donde observó la pasividad con la que Mogura pareció absorber cada una de sus dubitativas. El educado Manase alzó su mano, pidiéndole calma y sopesó la intensidad con la que el escualo se refería a todo el tema de Aiko con un muy simple: "Umikiba-san, tranquilízate, por favor"
El gyojin alzó la mirada, y frunció el ceño. ¿Pero cómo iba él a tranquilizarse?
Entonces, frase tras frase, la actitud de Mogura fue cobrando más sentido.
—Estuve ahí, pude ver lo que pasó. Pude ver claramente el momento en que Watasashi-san hizo su movimiento final —sí, él también lo había presenciado frente a frente. El cómo sus propias armas volaron hacia su torso y se sumergieron en sus carnes, cual leyenda de los escarabajos asesinos que custodian las pirámides de Sanbei—. no podría decir con seguridad de que padece alguna clase de trastorno...
Allí, justo; le dio la impresión de que existía un pero. No le quedó de otra que continuar observando a su interlocutor con su rostro vestido y ataviado de extrema confusión.
—Aún así... terminar el combate de esa manera... La actitud que Watasashi-san demostró siempre ha sido muy intensa. Sus modales y su lenguaje son prueba de ello, en una ocasión dijo que le gusta hacer las cosas a su manera y qué buscando la muerte podía sentirse viva...
—¿Pero qué me estás contando? ¿cómo coño te vas a sentir vivo si buscas morirte como una idiota?
—¿Qué será necesario para que creas en la inmortalidad de Watasashi Aiko, Umikiba Kaido?
El escualo se quedó perplejo, nunca antes había tenido una cara tan estupefacta como la de un verdadero pescado. Luego, negación. Rió frenético, y luego habló.
—Pues te hará falta sacarla de la tumba en la que se encuentre ya enterrada y convencerme de que su puto corazón aún sigue latiendo, y que sus pulmones aún le permiten respirar.
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Si para el perdedor del combate era duro amanecer en el hospital, sin respuesta alguna a causa de la conmoción, poco era comparable a cómo había amanecido la pelirroja tras su encuentro en el torneo. Había despertado en el tanatorio, a manos de un tipo que pensaba enterrarla en una misera caja de imitación a pino. No habían tenido la decencia siquiera de comprar madera de calidad, ESO si que era un disparate. Después de un jaleo de dimensiones bíblicas para salir del sitio, así como para explicar que estaba viva —y no era un zombie— consiguió salir de su propio funeral improvisado, y tomar aire fresco.
Tras un buen paseo, la chica llegó a la zona que habían designado como alojamientos para Amegakure. Ella había participado en el torneo, y al parecer había realizado una acción absurda que le había costado el combate, matándose a sí misma delante de un millar de espectadores. La chica no comprendía del todo porqué, pero tenía alguna ligera idea del porqué...
«Blame...»
Quizás tenía algo mas concreto en su habitación, a lo mejor había dejado escritas sus intenciones, o había algún tipo de señal. Esa era su mayor esperanza, pero al llegar allí se topó con una nueva traba. No tenía ni la menor idea de dónde estaba su habitación.
«Mierda... ¿y ahora qué hago...?»
La chica se llevó el dedo índice a los labios, y lo mordió. Entre tanto, mientras iba pensando, comenzó a andar por el recinto, buscando si encontraba a por allí a alguien. Cruzó la parte delantera, sin tener demasiado éxito, y poco a poco fue explorando por si jugaban al escondite o algo. No parecía estar demasiado poblado el recinto, quizás porque la mayoría ya iban siendo descalificados o abandonaban el sitio por mera iniciativa.
Caminó, pasando uno de los edificios, y al fin encontró a alguien. Se trataba de un chico que debería sonarle bastante, pero al cuál había olvidado por tercera vez al menos. Se acercó con paso tranquilo, mientras juntaba ambas manos tras la nuca, en una pose relajada y casual. Al acercarse hasta el chico, pudo ver que había otro de piel azulada, un tipo de lo mas singular... y eso a vista de una inmortal, que no es poca cosa.
—Perdonad, pero... ¿el edificio de los alojamientos femeninos es éste? —interrumpió su pose para señalar el edificio que pertenecía a los chicos, sin saber realmente ese pequeño detalle.
»Llevo un mareo de aúpa... este sol me va a matar...
Ironías de la vida, pues no sabía que ambos sabían de su inmortalidad, dicho por ella misma.
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El muchacho azulado no quería creerlo, dejó escapar una risotada y luego dijo:
—Pues te hará falta sacarla de la tumba en la que se encuentre ya enterrada y convencerme de que su puto corazón aún sigue latiendo, y que sus pulmones aún le permiten respirar.
Mogura no pudo evitar entrecerrar sus ojos y cubrirse ligeramente el rostro con el abanico que no paraba de moverse. La actitud tan intensa de Kaido sin duda alguna carecía de modales.
«No hay necesidad de ser tan emocional, Umikiba-san...»
No podía evitar pensar el joven médico.
«¿Dónde deberíamos empezar a buscar...?»
Meditó un par de segundos, pero finalmente la respuesta terminó llegando a él. Ahorrándole todo el trabajo.
—Perdonad
Llamó una voz, voz que pertenecía a la kunoichi inmortal de Amegakure. El médico se giraría en su dirección, su mirada estaba lejos de demostrar sorpresa, incluso se podría llegar a notar algo remotamente parecido a una sonrisa dibujada disimuladamente en su rostro.
Pero... ¿el edificio de los alojamientos femeninos es éste?
Consultaría entonces al par de genin.
Llevo un mareo de aúpa... este sol me va a matar...
«Veo que ha olvidado mi nombre nuevamente, Watasashi-san.»
Pensó para su interior desviando su mirada al alojamiento masculino. Una pequeña parte dentro suyo no podía evitar sentir un poco mal por ese hecho.
Este es el alojamiento masculino, Watasashi-san.
Marcaría con su abanico. Entonces se giraría en dirección al alojamiento femenino y lo señalaría cerrando el abanico como si fuese alguna clase de noble.
El alojamiento femenino se encuentra por ese lado.
Tenga cuidado con el clima del Valle de los Dojos, por favor. Hay una diferencia de temperatura muy marcada si la comparamos con Amegakure.
Comentaría para luego comenzar a abanicarse nuevamente y entonces se volvería hacía Umikiba Kaido.
¿No le parece, Umikiba-san?
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17/09/2017, 23:52
(Última modificación: 17/09/2017, 23:53 por Umikiba Kaido.)
Entonces, la palabra del escualo se habría convertido en un oportuno y coincidencial Kuchiyose, pues a la diestra de los dos amejin, ella hizo acto de aparición. El destino le jugaría una pesada jugarreta al tiburón de Amegakure, poniéndole frente a él al espectro de a quien su persona creía más muerta que la antigua Uzukage.
Watasashi Aiko habló, y su voz hizo que el escualo sintiera escalofríos por todo el cuerpo, acelerando su corazón que latía despavorido en el interior de su pecho, golpeteando su caja torácica sin ninguna contemplación. Finalmente, intercaló su mirada entre Mogura y la mujer de papeles; con el ceño ligeramente fruncido.
¿No sería qué?...
«Maldito Mogura, ¿no estarás intentando engañarme, verdad?»
—¿No le parece, Umikiba-san?
La intervención de Manase le sacó de su ensimismamiento, haciéndole reaccionar. Intentó hablar por un par de segundos, decir algo mordaz e inteligente; pero la lengua no le fue fiel aquella vez. En cambio, dijo:
—Sí, claro. La temperatura. El calor es un asesino silencioso, puede llegar a matarte. ¿Tienes sed? ¿no quieres un poco de agua? —le extendió su termo que habría estado colgado en su cinturón, y continuó—. ¿cómo coño es que estás viva?
Soltó, sin pelos en la lengua. Sencillamente no lo pudo evitar.
Nivel: 11
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La chica no terminó de sorprenderse con respecto al medio pez, en su vida había visto cosas realmente raras, éste no era especialmente extraño, aunque si destable. Para su sorpresa, para cuando lanzó la pregunta acerca de los alojamientos, el primero en hablar comentó que esos que la chica señalaba eran los alojamientos masculinos. No tardó en señalar los del otro lado y comentar que esos eran los femeninos, mencionando también su apellido, como si la conociese de algo.
Un sudor frío cayó por la sien de la chica, que de nuevo se encontraba en la típica situación en que no recordaba quien diantres era esa persona que le hablaba, pero ésta si la conocía a ella. Lo malo de todo eso era que nunca sabía hasta qué punto la conocían, o en qué medida querían aprovecharse de su falta de memoria...
«Mierda... otra vez no.... tío... vaya caos...»
—Oh, muchas gracias. —contestó con una sonrisa un tanto forzada.
Tras ello, el chico pareció continuar la parafernalia del clima, tal y como la chica lo había hecho en un inicio. Soltado su trapo, le lanzó el relevo al tipo azulado, que curiosamente estaba a-su-lado. Todo como un mal chiste. Éste, pese a que le costó arrancar, también continuó un poco mas con la parafernalia del clima. En última instancia incluso le ofreció a la chica un termo, que posiblemente contenía agua bien fría.
La chica se reclinó un poco para tomar el susodicho termo, y antes de que ésta lo tomase, el tipo preguntó sin pelos en la lengua que cómo era que estaba viva. La pelirroja no pudo evitar una mueca que claramente reflejaba su discordia. La ceja casi rozó las escasas nubes del cielo.
—Es lo normal cuando te late el corazón y tal, ya sabes... —contestó, sin saber muy bien qué venía la pregunta.
«¿No será que... éste tipo vio mi combate, no?» Inocente, no sabía que éste que le ofrecía agua era su rival en el torneo, a quien dejó anonadado con su acción.
Sin demasiadas tonterías de por medio, la chica abrió el termo, y le propinó un buen trago. Tras degustar el fresco agua, cerraría el termo, y se lo ofrecería de vuelta.
—Muchas gracias.
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—Oh, muchas gracias.
Contestaría entonces la fémina, mostrando una mueca que se notaría que no era algo natural. Aiko obviamente no recordaría a Mogura pero él si le recordaría. Para bien, y para mal.
—Sí, claro. La temperatura. El calor es un asesino silencioso, puede llegar a matarte. ¿Tienes sed? ¿no quieres un poco de agua?
Umikiba Kaido tomaría la palabra para lanzar un comentario... un comentario digno de Umikiba Kaido. Terminaría ofreciéndole a la muchacha su termo con agua, termo que parecía cargar siempre consigo.
¿cómo coño es que estás viva?
Umikiba Kaido siendo Umikiba Kaido. Ni más, ni menos. Los ojos de Mogura se abrieron un poco al escuchar el tono de sus palabras y casi al instante sus ojos pasaron del azulado a la pelirroja.
—Es lo normal cuando te late el corazón y tal, ya sabes...
Contestaría después de tomar el termo. No parecía realmente ofendida por el tono del shinobi. Quizás era el joven médico quien se sentía alarmado por el detalle de que el vocabulario de Kaido no era el más adecuado de todos.
Habiendo tomado un sorbo de agua, la mujer devolvería el termo acompañando el gesto con un agradecimiento.
«¿Esto confirmaría sus dudas, Umikiba-san?»
Pensaba el muchacho mirando al chico azul con una expresión bastante tranquila.
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Sin embargo, la chica no terminó de soltar el termo en manos del tipo azulado —que estaba a-su-lado— para cuando los papeles que conformaban su cuerpo, o la mayoría de éste, comenzaron a volar tenidos al viento. Como mecidos en una suave serenata de aire, las hojas de papel nadaron cual sirenas por un volcán. Su destino ya estaba algo mas claro, ahora mismo lo que menos quería era encontrarse con "conocidos".
—Saionara, baby. —destiló la chica a medio desaparecer. —¡Volveré!
Y con una despedida tan épica, la chica desapareció por completo. Si señor, toda una damisela que sabía como llamar la atención del público. Se notaba que no era una de esas kunoichis de relleno...
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Aquel intercambio de agua fue incluso más significativo que el combate que ambos habían tenido. Mogura observa casi complacido el cómo Kaido confirmaba la veracidad de sus argumentos, de que Aiko estaba tan viva que incluso el agua yacida en su termo fue acabándose conforme los tragos. No, no era un genjutsu; ni mucho menos un henge. Mogura no estaba engañándole, ni Aiko tampoco.
Entonces volvió a quedar atónito. Cogió su termo de nuevo por puro reflejo, y después; tras su silencio, un acto de despedida épico y triunfal. Aquellos papeles volaron de nuevo de su cuerpo, y como si se tratase del cierre a un evento espectacular de un circo de oonindo, la mujer se despidió.
Un volveré quedó en el aire, y Kaido no pudo evitar sonreír como lo hacía siempre. Pero sonrió sólo por un segundo, para luego voltear a ver a Mogura.
—Bien, ya estoy convencido. Ahora dime: ¿cómo? ¿Un jutsu prohibido, un pacto con algún Dios pagano?
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El azulado muchacho no podría evitar quedar anonadado por la presencia de la hermosa kunoichi inmortal. Demoró un poco en volver a tomar su termo pero cuando este lo hizo, la fémina se iría volando haciendo gala de sus habilidades con las técnicas de papeles. El joven médico se mantuvo a un lado de la escena con la expresión seria que lo caracterizaba.
Kaido, por su parte no pudo evitar dibujar una sonrisa en su rostro. Pero esa sonrisa se borraría cuando buscaría con la mirada al muchacho de cabello azabache.
—Bien, ya estoy convencido. Ahora dime: ¿cómo? ¿Un jutsu prohibido, un pacto con algún Dios pagano?
El encuentro con Aiko había sido prueba suficiente para convencerlo, pero ahora quería saber cómo hacía la muchacha para volver de la muerte. Mogura no pudo evitar encogerse ligeramente de hombros para luego volver a abanicarse.
Hasta donde tengo conocimiento, podría ser por una técnica prohibida o por los poderes de un Dios.
Uno podría preguntarse también: ¿Por qué Watasashi Aiko? ¿Qué ha hecho esa muchacha para tener esa maldición?
Mogura no había elegido referirse al poder de Aiko como bendición ni como habilidad ni nada, maldición fue la palabra a la que echó mano. Quizás no coincidiría en pensamiento con el chico azul, pero tenía sus razones para pensar de esa manera.
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