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El torneo había pasado al completo siendo ya un recuerdo amargo y lejano en la mente del monje. Pero a pesar de eso, su propia decepción lo seguía atacando y su entrenamiento diario e intenso no tuvo descanso en ningún momento. Solía viajar a diferentes lugares del continente para romper la rutina y de esa manera ir conociendo las culturas y localizaciones que lo rodeaban en aquel mundo. Pero tras tres meses de viajes, aislamiento y entrenamiento, era momento de tener una trago en la mano y recostarse junto al mar para descansar.
Era shinobi, sí, y bastante devoto, también, pero todos se merecían un poco de vacaciones, solo unos días donde lo único importante es gastar los ryos ganados y no pensar en nada más que no sea para el disfrute.
Lejos de su casa, en el País del Agua, Karamaru se encontraba en el Puerto de Kasukami en el grupo que esperaba abordar un barco de madera de gran tamaño. Mástiles imponentes, velas blancas destellantes y decoraciones color oro que recorrían todo el casco hasta llegar a la proa, y a los ojos de una sirena rústica que descansaba en el palo frontal de la embarcación. Era un viaje de unos pocos días, un paquete vendido para tener una experiencia naval simple y relajante. Aún así, el navío poseía, por el aviso que vio antes de llegar al lugar, su propio médico, una cocina con un buen menú diario, un pequeño casino, una sala de entrenamiento, interacción con una tripulación amigable y más cosas que las dejaban a la curiosidad para entusiasmar el viaje.
En un puerto bullicioso, era difícil saber quien de todo los presentes en aquel lugar eran quienes embarcarían, solo tenía claro que los tripulantes serían aquellos hombres grandotes que cargaban cajas al interior del barco, y los otros que hacían el mismo trabajo pero al revés, descargaban.
La luz del Sol seguía a pleno a pesar de faltar poco para el atardecer y la pila de cosas que iban cargando al barco cada vez se hacía menor. En la cubierta, se podía ver a un capitán con sombrero y túnica larga negra que miraba de vez en cuando para, supuso Karamaru, saber cuando zarpar.
A este paso no subiremos más- susurró oculto bajo la capucha de su túnica negra.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
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La oferta de un viaje naval había llegado a los oídos del joven e impulsivo Riko que, de inmediato comenzó a planear como convecer a su tía para que le permitiese viajar hasta Puerto Kasukami, la capital del País del Agua, país que ya había podido visitar gracias a otra invitación para asistir a la gran apertura de un lujoso hotel.
Al día siguiente el peliblanco ya empacaba sus cosas y estaba dispuesto a comenzar su viaje, un viaje que consistiría en un trayecto en barco hasta la Mediana Roja y, desde allí, subirse a un nuevo barco que le dejara en su destino.
El uzunés se encontraba camuflado entre las personas que se agolpaban para subir a un barco de grandes dimensiones, con grandes mástiles en los que colgaban velas de color blanco, sin lugar a dudas hermoso, incluso se podían distinguir ciertas decoraciones de oro que le daban un toque lujoso.
El Senju se limitaba a ver como los tripulantes cargaban y descargaban lo que supuso se tratarían de los alimentos y todo ese tipo de cosas para poder aguantar al menos varios días en alta mar.
«Ojalá sea una experiencia entretenida.»
El peliblanco cambiaba el peso de una pierna a otra con nerviosismo, esperando que les permitieran subir al barco y poder investigar lo que escondía aquel lugar.
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Y un gordo pelado cargó la última caja de madera de una pila que venían cargando al barco hacía ya bastante tiempo, y varias personas que ocupaban lugares en aquella zona de espera se movilizaron a la embarcación previniendo la orden del hombre de sombrero negro que no tardó en llegar.
¡TODOS A BORDO!- se escuchó una voz gruesa y firme sonar desde estribor, la voz del capitán.
La gente comenzó a amontonarse tras la rampa que los dirigía a la cubierta del barco. Sin embargo, tres hombres corpulentos frenaron el avance y comenzaron a acomodar a la gente en fila. Mujeres, niños, ancianos, hombres, un repertorio variado iba a embarcar al barco y Karamaru podía verlos desde su lugar en los últimos de la fila.
El procedimiento de embarque era sencillo, uno de los tres hombres contó a la gente para que no sobrepasar la capacidad y luego empezaron a subir uno a uno por la rampa de madera tras abonar unas pocas monedas a los dos guardias de cobranzas. Un "Buenas tardes", "Gracias", "Bienvenidos", "Que disfrute", se repetía frecuentemente con cada pasajero que desembolsaba el dinero, y no era distinto con el calvo.
Buenas tardes, disfrute el viaje.
Y subió a una cubierta igual de bella que el exterior del barco. Pisos relucientes, velas que se hacían aún más imponentes, la vista al horizonte desde babor y en la popa, apoyandose sobre el timón y siendo la atracción de las miradas de todo los pasajeros, un rostro serio y barbudo los miraba.
Buenas tardes- otra voz masculina sonó a espaldas del gran grupo de gente amontonada en la cubierta.
Seremos sus guías para este viaje. Mi nombre es Shinsen, y ella es Mae.- se señalo primero a él mismo, luego a la mujer que lo acompañaba. Él de un cabello rubio y muy corto, de ojos negros y rostro limpio y amable. Una camisa blanca, un pantalón negro y unos zapatos azules le daban un aspecto muy simple. Ella pelirroja de ojos verdes con un rostro serio y una cicatriz que le recorría el lado izquierdo del mentón. Llevaba una camiseta de manga larga negra y unos pantalones del mismo color ya corroídos por el tiempo, unas botas largas negras y un sobretodo blanco muy limpio que contrastaba con los tonos oscuros.
Buenas.- Mae agitó la mano en el aire y mostró una sonrisa que parecía forzada.
Si nos acompañan, les mostraremos los camarotes, así cada uno puede dejar sus cosas antes de visitar las instalaciones de la embarcación. Nadie quiere caminar con mucho peso encima, ¿eh?- dio un ademán con el brazo para que lo siguieran, y la muchedumbre caminó ordenadamente tras él. No era que Karamaru llevase mucho encima suyo, pero pudo ver algunas familias que traían unos cuantos bolsos encima suyo.
«Por tan solo unos días...»
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¡TODOS A BORDO!
En cuanto escuchó la voz el peliblanco comenzó a andar, tratando de avanzar unos cuantos puestos en la fila aprovechando su pequeño tamaño, y rápidamente llegó al final de la rampa de embarque, donde uno de los marineros le recibió con un gentil ''buenas tardes, que disfrute del viaje'', a lo que respondió con un asentimiento de cabeza.
Buenas tardes. Seremos sus guías para este viaje. Mi nombre es Shinsen, y ella es Mae.
Ellos iban a ser sus guías, por lo que no tardaron en presentarse y en ofrecerse a acompañarlos a los camarotes para que pudieran dejar sus cosas y así no tener que cargar con ellas durante la visita, a lo que Riko resopló, pues él llevaba sus cosas selladas al cuerpo y no necesitaba pasar por el camarote, pero, ya que iba a hacerlo, lo dejaría todo allí sin problema, por lo que comenzó a caminar siguiendo al resto de la gente.
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La muchedumbre cruzó un pequeño umbral en el suelo. Una puerta abierta con unas escaleras que descendían a las zonas bajas del barco. La otra puerta que se encontraba en la cubierta, y por donde algunos pensaron que se dirigían en un principio, parecía ser la habitación del capitán, que se encontraba justo debajo de la zona del timonel, en la popa.
El mismo color brillante de la madera oscura que se podía ver en el exterior era ahora iluminado por pequeñas antorchas colocadas simétricamente a lo largo de los pasillos. Eran llamas pequeñas y calmas que ofrecían una visibilidad justa pero que otorgan un clima bastante acogedor.
«Esto parece ser bastante más grande de lo que me esperaba» varias puertas, hombres, y escaleras cruzaron mientras realizaban su caminata por el interior.
Dos pisos más bajaron para encontrarse un pasillo que recorría todo el largo de la embarcación, que era cruzado por otros tres que lo recorrían a lo ancho. Puerta y puerta, una tras la otra con la misma pequeña antorcha de por medio y un hombre silbando a lo lejos mientras pasaba el trapeador por el suelo.
¡HE AQUÍ SUS HABITACIONES! gritó Shinsen abriendo ambos brazos. Luego se dio media vuelta y extendió una mano donde su compañera dejó una bolsa de tamaño mediano y volvió a hablar.
Muy bien, ahora lo siguiente. Pido por favor que de forma calmada y tranquila se aproxime cada persona o familia por turnos. Se les hará entrega de una llave con un número cada cuatro personas, nada muy complicado.
»Simplemente tienen que encontrar la puerta con número coincidente, ¿Sí? En media hora tienen que volver a este mismo lugar.
La sonrisa se reflejó de nuevo mientras Mae mostraba una cara de molesta, seguramente por la misma rutina que debía de llevar cada vez que empezaban esos viajes turísticos. Aún así, uno a uno fueron pasando tomando su llave, viendo el número, y luego caminando por los pasillos. Desde el fondo del pelotón, se podía ver como las personas iban desapareciendo por las puertas y los pasillos y el grupo comenzaba a disminuir en cantidad. Fue en ese momento, cuando a Riko le entregaron la llave número 57, cuando Karamaru creyó ver una cabellera blanca que se le hacía familiar.
El calvo tomó su llave número 73 y se adentro en su habitación, que era exactamente igual a las demás. Dos cuchetas, cuatro camas, a cada lado, un mesa pequeña entre ambas con un reloj de pared encima de ella, un armario en la punta de una de las cuchetas y una puerta hacia el baño en la punta de la otra. Al igual que los pasillos, bastante acogedor si el grupo aumentaba a la capacidad máxima de la habitación.
Sin su mochila, que dejó sin desempacar sobre una de las tantas camas que tenía solo para él, volvió por los pasillos para encontrarse a la media hora con un puñado de gente y la cara sonriente de Shinsen.
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Los guías los condujeron hacia una puerta que estaba abierta y que conducía a lo que parecía ser una plante baja del barco, lugar donde suponía que se encontraban las habitaciones. Nada más bajar las escaleras, el peliblanco se dio cuenta de que estaba decorado más o menos parecido a como lo estaba el exterior, excepto aquella antorchas que eran las encargadas de iluminar la estancia, dándole un toque bastante acogedor.
Muy bien, ahora lo siguiente. Pido por favor que de forma calmada y tranquila se aproxime cada persona o familia por turnos. Se les hará entrega de una llave con un número cada cuatro personas, nada muy complicado.
»Simplemente tienen que encontrar la puerta con número coincidente, ¿Sí? En media hora tienen que volver a este mismo lugar.
Eran instrucciones sencillas, por lo que el Senju asintió. Poco a poco el grupo iba reduciéndose, hasta el momento en el que Shinshen le llamó otorgándole la llave de la habitación número 53.
Entró a la habitación y se sorprendió al ver que disponía de cuatro camas para él solo en principio, por lo que no pudo evitar sonreír, dejó sus pertenencias encima de la cama que había decidido que sería para dejar sus cosas encima, única y exclusivamente para eso, por lo que, en cuanto estuvo listo, salió de la habitación dirección al lugar en donde sus guías les estarían esperando.
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Pocos minutos pasaron hasta que Shinsen decidió volver a conversar con la muchedumbre que volvía a apretarse en aquella sala común junto a las escaleras. Parecía ser que estaban todos presentes, y Mae llegaría desde la espalda de todos, por el pasillo principal, asintiendo con la cabeza dandole el visto bueno a su compañero para proseguir.
«¿En qué momento llegó detrás nuestro?» se sorprendió el calvo que tuvo que poner rápido atención en el rubio parlante.
Bien, estando todos procederemos.- se frotó las manos antes de dar media vuelta y pedirle a la gente que lo siga con el gesto de un brazo.
El barco a pesar de ser grande es bastante simple, cuenta con distribución bastante intuitiva y no creo que se vayan a perder ni tardar buscando sus destinos.- Shisen señalaba, mientras hablaba y caminaba, algunos mapas que se encontraban en las paredes.
Como algunos ya sabrán, si decidieron informarse un poco, este es un barco de 5 instancias. Ya vieron la cubierta y parte del cuarto piso, sus camarotes. Entre medio se encuentran las tres zonas donde podrán comer, divertirse y disfrutar en este viaje.
Recorrieron cada piso deteniéndose en una sala central y amplia en cada uno de ellos. Mae sostenía cada vez un mapa grande donde Shinsen iba marcando los puntos importantes de cada lugar del barco.
- Como había dicho, el cuarto piso eran las habitaciones, una zona para los turistas y otra para la tripulación.
- En el tercer piso se encontraba una sala común con varios asientos, pequeñas mesas y una barra de bebidas con un agradable señor detrás. En la popa del barco se encontraba la cocina, a la cual no se tenía acceso, y frente a ella un enorme comedor con mesas largas de madera y bancos de misma medida a sus costados.
- Subiendo las escaleras se encontraba un casino de gran tamaño que ocupaba la mayoría del piso. Mesas de ruleta, poker, blackjack y miles de cosas que el calvo no había visto en su vida y no tenía ni idea de donde habían salido, estaban adornadas con hombres y mujeres vestidos elegantes parados al lado de cada una. Hacia la proa del barco, con una vista magnífica del horizonte, un ventanal gigante llamaba la atención de todo el que pasase. Junto a este, varias reposeras y sillas con mesa a sus lados para apoyar bebidas y objetos personales y unas cuantas estanterías con libros, tanto como decoración como para lectura.
- Justo debajo de la cubierta, el mismo ventanal se mostraba a los ojos del público en la proa del barco. Esta vez con un escenario a su lado- Cada noche se realizara en este lugar, con vista al horizonte y las estrellas, una obra de teatro para hacer reír y llorar al público.- decía Shinsen cual vendedor como durante toda la guía. Terminaban de rellenar el piso un gimnasio no muy grande pero lujoso, y una zona bastante cargada de diversión infantil.
Al final llegaron nuevamente a la cubierta para darse cuenta que el cielo ya estaba comenzando a tomar su oscuro color. Las primeras estrellas ya se podían vislumbrar y esta vez fue el turno de Mae de hablar.
Agradecemos su paciencia. Cómo podrán ver el capitán le dio su lugar al timonel para que encargue del trabajo nocturno, y como él, les recomiendo que vaya cada uno a su camarote a descansar.- su voz era seria y monótona, incluso aburrida, pero siempre tenía al rubio para cubrirla.
Porque les esperan varios días de emoción- dijo casi gritando Shinsen con su imborrable sonrisa- Sin embargo, pueden pasar primero por el comedor, nuestros chefs de primer nivel les darán el mejor plato de comidas para que vayan a dormir con un estómago contento.
El grupo volvió, esta vez sin su guía, hacia el tercer piso. Filas de gente con una bandeja plateada pasaban por los tres mostradores tomando plato, cubiertos, vaso, y una variedad de comida que podía impresionar a cualquiera. Karamaru tardó en darse cuenta, pero frente a él estaba nuevamente la cabellera blanca, y esta vez pudo verle la cara.
¿Riko? ¿Sos vos?- lo tomó del hombro sosteniendo su bandeja aún vacía con solo una mano. La cara del calvo denotaba una sorpresa bastante obvia.
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No tardando demasiado, todos los tripulantes se encontraban de nuevo reunidos en la sala común, donde les habían citado una vez se hubieran acomodado en sus habitaciones, y acto seguido Shinsen volvió a hablar, explicando rápidamente la distribución del barco que, al parecer, era bastante grande pero simple, no había pérdida.
Riko prestó atención máxima a todas y cada una de las instrucciones de los guías, tratando de memorizar todo lo que decían para acordarse hasta el final del viaje, no quería perderse de camino a su habitación en medio de la noche.
Agradecemos su paciencia. Cómo podrán ver el capitán le dio su lugar al timonel para que encargue del trabajo nocturno, y como él, les recomiendo que vaya cada uno a su camarote a descansar.-
El segundo guía no era ni de lejos tan animado como el primero, casi podía decirse que no le gustaba demasiado el trabajo pero, como en las ocasiones anteriores, Shinsen acudió en su ayuda.
Porque les esperan varios días de emoción. Sin embargo, pueden pasar primero por el comedor, nuestros chefs de primer nivel les darán el mejor plato de comidas para que vayan a dormir con un estómago contento.
Lo cierto era que el estómago del Senju se estaba empezando a resentir, comenzaba a tener hambre, y sus ojos brillaron ante la oferta del hombre, y ante las palabras ''chefs de primer nivel''.
El peliblanco ya se encontraba con su bandeja, sus cubiertos y todo lo necesario par comer, solo le quedaba elegir la comida y, a cada cosa que veía, se le antojaba aún más.
¿Riko? ¿Sos vos?-
El uzunés se volteó, para mirar a la cara al que le acababa de hablar, y para su sorpresa, un rostro conocido apareció ante sus ojos.
— ¡Hombre Karamaru! ¡Qué casualidad! ¿Qué haces tú aquí? — Preguntó entusiasmado, dándole al calvo una pequeña palmada en el hombro.
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Ni siquiera el calvo terminaba de entender bien cómo era que ambos hombres reaccionaron tan bien al encontrarse. Habían tenido un pequeño cruce en un festival, problemático pero anecdótico, y el monje había sido derrotado en un torneo por el peliblanco. Tan el solo su segundo encuentro era motivo, para muchos, de odiar a aquella persona de por vida, instaurarlo como archienemigo rival, o al menos no dirigirle la palabra ni la mirada. Y Riko podía esperar esa reacción por parte del calvo, siendo prudente con sus palabras, pero ninguno de los dos dejó de lado la posibilidad de la buena onda y, si se podía decir con tan pocos encuentros, alguna especie de amistad o confianza.
¿Qué haces tú aquí?- preguntó sorprendido tras establecer contacto físico entre ambos.
Pues lo mismo iba a preguntarte, hombre.- el calvo siguió el ejemplo y colocó su mano en el hombro del uzujin, sosteniendo la bandeja con sus cubiertos y sin comida con la otra.
Yo un poco de turismo, conocer el continente. Que además de entrenamiento uno tiene que tener un poco de experiencia y cultura general.- hablaba con una denotada sonrisa y casi riendo, parte por sorpresa y parte por la buena noticia de encontrar a alguien conocido en un mar de rostros sin nombre.
Solamente esperaba que aquella niña borracha y solitaria no apareciese también en los pasillos del cuarto piso, por la noche, vacíos y alumbrado con una tenue y tétrica luz...
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Pues lo mismo iba a preguntarte, hombre.-
Aquel encuentro parecía ser del todo cordial, a pesar de haberse encontrado en la primera ronda del Torneo de los Dojos, el calvo no parecía tener ningún rencor hacia el uzunés, al fin y al cabo, lo que pasa en el ring, se queda en el ring, no es que hubieran peleado por gusto, simplemente el azar les había colocado como rivales.
Yo un poco de turismo, conocer el continente. Que además de entrenamiento uno tiene que tener un poco de experiencia y cultura general.-
El peliblanco posó la bandeja en la mesa más cercana, para así liberar sus manos y estar más cómodo.
— Pues yo estoy aquí por lo mismo, tenía la oportunidad de venir y no me parecía bien desaprovecharla, así que... Aquí estoy. — Explicó. — Venga vamos, vamos a por algo de comer y nos sentamos juntos para charlar, ¿qué te parece?
Y agarró nuevamente la bandeja, dispuesto a llenarla hasta los topes de aquella comida que tenía tan buena pinta.
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La simpleza que movía al peliblanco sorprendió al calvo al punto tal de acordarse de su respuesta para su futuro. Simplemente moverse, realizar tareas, solamente por poder, por tener la oportunidad. Pero no era momento de pensar, su estómago rugía y ambos terminaron por llegar al principio de uno de los tres mostradores por donde corría la fila. Carnes, verduras, postres, dulces, refrigerios, pastas, bebidas de todos los colores, y decenas de otras cosas que Karamaru no podía ni siquiera describir o entender que era lo que eran. Al final terminó yendo a lo seguro y conocido mientras iba comentando y riendo a su paso con Riko.
Siguiendo la sugerencia de su ahora compañero de viaje, encaró para una mesa larga con varias botellas de fondo redondo para no caerse con el oleaje rellenas de agua, por si en alguno de esos casos no veías los quinientos brebajes disponibles anteriormente. Segundos a solas estuvieron cuando dos bien vestidos y apuestos se sentaron a su lado, lo mismo hizo una pareja de adultos jóvenes con dos pequeños que hacía rato habían dejado de ser unos bebes. Afortunadamente, ambos se comportaban cuál ángeles.
¿Cómo es su nombre?- preguntó de pronto uno de los dos hombres al aire. Todos los cercanos buscaron el destino de su mirada.
Toko.- respondió la mujer sonriendo pero no muy dispuesta a hablar con desconocidos acerca de su hija, que parecía un poco mayor que su hermano.
A partir una pequeña conversación se realizó con ambos gennin de por medio. Los dos hombres se presentaron como Takimura y Kagawa, ambos de viaje por una especie de investigación que estaban llevando a cabo aunque sin dar más detalles. Del otro lado presentandose por su apellido como la familia Noguchi quedaron tres personas marcadas por los apodos establecidos por Kagawa: Toko y el pequeño, los hermanos, la rubia y el pelado, los padres.
¿Tú eres shinobi verdad blanquito?- comentó Kagawa, el más charlatán, antes siquiera de ver a Riko aunque sea una vez.
No te olvides del otro peladito, ¿No?- Takimura miró esta vez al calvo, quien tenía su bandana en su cintura, debajo de la mesa. El calvo se quedo sin responder por no saber qué decir. Todavía seguía procesando como era que sabían esa información personas desconocidas en tierras lejanas.
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Ambos shinobis decidieron que lo mejor era dedicarle toda su atención a la comida, tenían que elegir entre infinidad de posibilidades y aquello no hacía más que provocarle un pequeño dolor de cabeza al peliblanco, que no era capaz de decidirse por ninguno de aquellos manjares. Rápidamente descartó todo aquello que ya había probado o que conocía, ya que estaba allí, se aventuraría a probar cosas nuevas.
En un plato se colocó lo que parecía ser un estofado de alguna carne, con algunas verduras como guisantes y zanahorias, en un cuenco aparte se puso unos taquitos de pescado macerados en una salsa blanquecina con cebolla y alguna que otra cosa más y de postre, un delicioso pudin.
Con su bandeja llena y con una sonrisa en el rostro se dirigió a la mesa que Karamaru había elegido.
— No sabía qué elegir, espero no haberme equivocado.
Pero su soledad se vería interrumpida cuando varias personas decidieron sentarse en la misma mes que ellos, cosa que no molestaba en absoluto al Senju, siempre y cuando no fueran las típicas personas pesadas.
¿Tú eres shinobi verdad blanquito?-
No te olvides del otro peladito, ¿No?-
El uzunés miró a los dos hombre, no le gustaban aquellas confianzas infundadas.
— Sí, soy shinobi, y prefiero que me llames Riko, que para algo es mi nombre, gracias. — Y terminó la frase con una sonrisa que, más que amabilidad, mostraba que si se pasaba de listo le tiraría un mizurappa a la cara.
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6/12/2017, 21:13
(Última modificación: 8/12/2017, 02:06 por Karamaru.)
Riko hizo lo que el calvo no pudo con bastante amabilidad. Karamaru tragó fuerte y recobró la compostura para poder hacer una respuesta semejante pero otra vez Kagawa decidió darle a la lengua antes que otros.
¡Hey! Mira hay alguien se levantó con mal pie de la cama ¿Eh?- rió, una risa rara para nada contagiosa.
No te preocupes Senju blanquito, que se cuál es tu nombre. Y tu habitación.
«¿Y eso cómo?»
Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera lanzar réplica, Takimura se levantó apurado dirigiendo una mirada seria pero tranquila al calvo y le indico a su compañero a marcharse. El monje los siguió mirando en silencio mientras se iban, comiendo una especie de puré naranja dulce y algo picante.
Hombres raros.- dijo la rubia que se sentaba al lado de los dos gennin para volver a sus asuntos familiares.
¿Por casualidad lo conoces?- otra vez el cenobita se llenó la boca limpiando cada vez más el plato.
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¡Hey! Mira hay alguien que se levantó con buen de la cama ¿Eh? No te preocupes Senju blanquito, que se cuál es tu nombre. Y tu habitación.-
Riko entonces abrió los ojos como platos, aquella respuesta le había pillado completamente por sorpresa. ¿Cómo era posible que supiera cuál era su habitación? Y todavía más, ¿cómo sabía que era un Senju? Riko miró a Karamaru, tratando de poner respuestas a aquellas incógnitas, pero el cenobita se encontraba igual que él.
Antes de que pudieran responder los dos hombres se levantaron de la mesa y se marcharon, dejando tras de sí un misterio que le estaba comiendo por dentro.
Hombres raros.
Desde luego que razón no le faltaba a la mujer, pero el peliblanco prefería no darle demasiadas vueltas al tema, al fin y al cabo él era el único que tenía llave de su camarote, por mucho que supieran cual era, no podrían hacer nada. Pero Karamaru parecía más intrigado que él, y volvió a sacar aquella desconfianza.
— Oye Karamaru, ¿y si les seguimos? — Le susurró al calvo.
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La pregunta del calvo quedó en el aire sin respuesta, solo una posible suposición de su parte. Parecía que Riko no los conocía, al menos eso podía deducir por la curiosidad que tenía y demostró con susurros. ¿Seguirlos? Si no le hubiese sugerido eso probablemente el calvo hubiese corrido detrás de ellos para detenerlos y llenarlos de preguntas.
¿Por qué no?- contestó mientras asentía con la cabeza.
La pareja de al lado los miro a ambos con una sonrisa en la que se notaba el pensamiento de aquellos dos. "Mira que chiquillos inocentes, jugando todo el día" a pesar de ser ambos shinobi hechos y derechos. Aún así, cuando ambos hombres hubiesen salido de la cocina, los dos compañeros se levatarían de sus asientos dejando la comida a un lado y comenzaron a caminar lentamente siguiendo las huellas.
Parecen que van al cuarto piso.- dijo en susurros el calvo al verlos bajar las escaleras. No había que ser genio para saber eso, pero Karamaru por alguna razón decidió decir lo obvio igualmente.
Ambos shinobi siguieron caminando atentos a cualquier palabra que pudiese salir de la boca de aquellos dos, pero en ningún momento del recorrido dijieron siquiera una palabra. Pasaron por los pasillos y finalmente podrían ver que entraron a la habitación 89.
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