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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
No me castigue... Por favor... No me castigue...

La retahíla del anciano, que yacía en posición fetal y con ambas manos agarrándose la cabeza, resultaba lastimera y terrorífica a partes iguales. Parecía como si estuviese rezando a un dios oscuro y cruel para librarse de su ira; «¿acaso tiene que ver con lo que nos ha dicho? El tipo está enajenado, eso parece claro, pero...» A Akame le resultaba realmente difícil creer que las súplicas del viejo tuviesen sentido o que allí hubiese algún tipo de influencia externa que pudiera estar condicionando sus acciones; y sin embargo, el anciano parecía referirse a un tercero continuamente.

El Uchiha llegó a la conclusión de que la finca de aquel llamado "Yogo-sama" era, en realidad, la mansión del señor Takeda. Eri y Datsue confirmaron también que sus teorías avanzaban en esa dirección. Aquello arrojaba una siniestra luz sobre el tema; lo que quiera que fuese que había sucedido en aquel templo era en parte reponsabilidad del tal Yogo-sama, y había terminado con el lugar ardiendo hasta los cimientos. «Niños mediante...», caviló el gennin. «Pero entonces, ¿por qué dejar intacta la casa? ¿O tal vez...?»

La voz de Datsue interrumpió sus pensamientos. Su compañero aseguraba saber qué eran aquellas marcas.

Juuinjutsu... Estamos jodidos —Akame no sabía mucho de técnicas de sellado, pero intuía que nada bueno podía salir de ahí.

Datsue les dijo que quizá podría anular los efectos del Sello Maldito, y los riesgos que entrañaba. Akame se frotó las sienes.

No creo que tengamos más opciones —apostilló, serio—. Hazlo.

En aquel momento, en aquella misión de rango C que de repente se había convertido en una oscura historia de templos, infantes desaparecidos, fuego y oscuridad... La vida de aquel anciano no importaba lo más mínimo a Uchiha Akame.

Llegar hasta el final de aquella madriguera de conejo era lo único valioso.
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Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#92
Juuinjutsu... Estamos jodidos.

Eri lo miró horrorizada. ¿Y era ella la especialista en Fuuinjutsu? Vergüenza debería darla. Se encogió de hombros y miró a anciano que ni si quiera le había contestado. Resopló y escuchó que Datsue sabría cómo anular los efectos de lo que parecía ser un Sello Maldito que tenía el anciano en forma de tatuaje.

No creo que tengamos más opciones. Hazlo.

Tienes razón —alegó —. Si necesitas ayuda solo dilo —se ofreció ella, aunque no estaba muy segura.

Luego se retiró hacia un rincón no muy alejado para darle espacio al Uchiha, ya que no sabía muy bien qué iba a hacer, y si lo sabía no se lo esperaba. «En qué me he metido...»
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#93
De acuerdo —respondió, tras el beneplácito de sus compañeros—. Akame, desnuda al hombre de cintura para arriba. Y colócalo aquí, en el centro, sentado en el suelo —dijo, señalando la parte central de la habitación—. Eri-chan, aparta las sillas y la mesa, porfa, necesitaré especio. Ah, y un vaso de agua. Lo necesitaré también. —Joder, qué bien le sentaba dar órdenes y no recibirlas. Se encontraba en su salsa, en su terreno. Se lo iba a pasar en grande como le ascendiesen a Chūnin…

Mientras esperaba a que ellos cumpliesen su parte, el Uchiha se quitó la pesada capa de viaje, dejándola doblada sobre la cama. Hizo lo mismo con el gorro de lana que portaba.

De acuerdo, esto llevará un rato… Akame, que no se me mueva o la jodimos —pidió, mientras empezaba a examinar al viejo. Quería saber hasta dónde llegaban esas serpientes, y si había alguna otra marca distinta. Terminada la inspección, se mordió el dedo índice y empezó a dibujar las estudiadas fórmulas alrededor del que —él creía— era un sello maldito, con su propia sangre. Callado y concentrado, confiando en que Akame mantuviese a ralla al viejo, continuó dibujando por su espalda, así como también por su pecho y estómago, hasta llegar al suelo, donde dibujaría, además de fórmulas, dos círculos concéntricos.

Terminada la operación, suspiró. Ahora solo quedaba lo más fácil. Empezó a ejecutar una ristra de sellos que parecía interminable, concentrándose al máximo para no confundirse, para luego exclamar:

¡Fūja Hōin! —Ah, desde que había aprendido aquel fūinjutsu, había soñado con decirlo. Días más tarde, sus sueños se transformaron en aprender esos mismos sellos malditos que ahora suprimía. Por eso, el día anterior, había pedido a Makoto un libro sobre juinjutsu.


¤ Fūja Hōin
¤ Método de Sellado del Mal
- Tipo: Apoyo
- Rango: A
- Requisitos: Fūinjutsu 60
- Gastos: 100 CK
- Daños: -
- Efectos adicionales: Inhibe los efectos de un sello maldito (Jūinjutsu) ó cualquier tipo de sello, a voluntad del portador
- Sellos: Liebre → Serpiente → Caballo → Carnero → Pájaro → Tigre → Liebre → Serpiente → Caballo → Carnero → Pájaro → Tigre → Liebre → Serpiente → Caballo → Carnero → Pájaro → Perro → Rata
- Velocidad: Muy lenta
- Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica se utiliza para suprimir el efecto de marcas malditas y fūinjutsu indeseado en el cuerpo de un aliado o sobre uno mismo, y requiere de todo un ritual de preparación. Se dibuja una fórmula alrededor del sello que se quiere suprimir, con la propia sangre del usuario, y después se continúa dibujando alrededor de ese usuario y de su piel hasta ocupar al menos tres metros de longitud en circunferencia en el suelo. Se dibujan también dos círculos concéntricos que corten esas líneas de fórmulas, y entonces comienza una larga serie de sellos. Cuando termina, los círculos concéntricos se unen poco a poco y a través de la piel del receptor a la fórmula que tenía pintada originalmente alrededor del sello que se desea suprimir. Es un proceso rápido para él, pero extremadamente doloroso. Una vez plantado, éste sello protege al oponente del sello suprimido, sólo liberando su poder si él desea liberarlo ó si su chakra disminuye por debajo del 25% de sus reservas.
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#94
Diligente, el Uchiha se acercó al tipo para quitarle los harapos raídos que vestía haciendo las veces de camisa. No se sorprendió cuando el anciano trató de escabullirse como una rata asustada, pateándole y forcejeando. «Estás acabando con mi paciencia, viejo...» Akame le sacudió un par de tortas en pleno rostro y alzó el puño, amenazador, dispuesto a seguir. La intimidación física pareció ser suficiente como para que el hombre dejara de intentar patearle, pero aun así se mantenía rígido y en posición fetal.

Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.

Si su compañera le ayudaba serían, entre los dos, capaces de arrebatarle su camisa andrajosa al anciano. Para sorpresa de los tres gennin, pudieron ver como aquellas serpientes de tinta que se devoraban a sí mismas formando figuras imposibles plagaban también el torso del hombre.

Cuando Datsue se acercó para empezar a dibujar las fórmulas de sellado en la piel del anciano, los ojos violeta de éste brillaron con un destello oscuro y el tipo trató de levantarse y echar a correr. Akame lo placó en el acto, tirándolo al suelo e inmovilizándole ambos brazos. Luego pidió a Eri que sacara un cilindro de hilo shinobi de su portaobjetos. Entre Uchiha y Uzumaki fueron capaces de maniatar al anciano —tuvieron, luego, que inmovilizar también sus piernas atándole hilo en los tobillos—.

Luego empezó el ritual. Como si fuese un oscuro maestro de ceremonias, Datsue empezó a dibujar toda clase de anagramas de Fuuinjutsu que a Akame le sonaban a poco menos que nada. «Se ha vuelto realmente bueno con el Fuuin», admitió en su fuero interno el mayor de los Uchiha al observar la destreza de su compañero.

Un rato después, las fórmulas estaban completas; tanto sobre el cuerpo del tipo como en el suelo. Akame se apartó, dejando espacio a Datsue, y esperó con notable expectación. Nunca había visto una técnica de Fuuinjutsu de tan alto nivel. El menor de los Uchiha realizó una larguísima secuencia de sellos y luego recitó en voz alta el nombre de aquel jutsu; «Fūja Hōin...»

El Método de Sellado del Mal hizo su trabajo a una velocidad asombrosa... Y entre los gritos de auténtico sufrimiento de su víctima. Los aullidos de dolor del anciano eran tan intensos y desgarradores que Akame creyó que iba a desmayarse en cualquier momento y —aunque él era un ninja que no se dejaba amilanar fácilmente— fueron capaces de erizarle los vellos de la nuca. Allí, sentado sobre todas aquellas fórmulas de sellado que iban escalando por su cuerpo como una riada de tinta, el anciano se retorció de dolor. Su cuerpo se contorsionó de formas imposibles, se le desencajó la mandíbula y sus ojos se inyectaron en sangre, a punto de explotar dentro de las cuencuas. Fue, probablemente, la escena más grotesca que ninguno de los tres muchachos había visto hasta la fecha.

Luego, silencio. El cuerpo inmóvil del anciano, tirado sobre el suelo de su propia casa.

¿Está vivo? —cuestionó Akame con patente incertidumbre.

Queriendo contestar a su propia pregunta, el Uchiha se acercó y le colocó dos dedos en el cuello.

Tiene pulso.

De repente un fuerte espasmo sacudió el maltrecho cuerpo del viejo, que alzó la vista y estiró un brazo hacia Akame.

A... Ag... Agua... Por... Por favor...
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#95
Datsue empezó a ordenarle que apartase el mobiliario para comenzar a hacer lo que él supiera hacer, y ella asintió y corrió a socorrer a su compañero lo más rápido que pudo. Apartó sillas, la mesa, y corrió en busca de lo que fuese la cocina a tomar un vaso de agua, bueno, dos mejor; y los dejó encima de la apartada mesa.

Por todos los dioses —gruñó Akame entre dientes—. Eri-san, échame una mano, por favor.

Akame fue ahora quien la necesitaba, así que celerosa acudió a desnudar al anciano, viendo, horrorizada; como aquellos tatuajes también se extendían por todo su pecho. Ahogó un gemido de sorpresa y se separó del anciano apenas un par de pasos, dejando a Datsue actuar, pero el hombre no parecía contento con aquello, y rápidamente quiso salir por patas, a lo que Akame, y luego Eri se le sumó, ataron al hombre de tal manera que era incapaz de moverse.

Luego todo comenzó. Datsue era realmente bueno con el Fuuinjutsu, «no estoy celosa», se recordó mentalmente, «él ha tenido más experiencia, eso es todo... ¿Acaso no será medio Uzumaki?» Se preguntaba en sus adentros mientras terminaba las fórmulas. Volvió a apartarse y se alejó hacia donde Akame esperaba al Uchiha.

«Con que, Fuuja Hooin, eh...»

Aquel espectáculo le resultó grotesco, pero lo aguantó bien, sin inmutarse de su sitio. A veces le daban ganas de ir a socorrer el anciano, pero se contuvo retorciéndose las manos, inquieta. ¿Tardaría mucho en retirar el dichoso Sello Maldito? Apretó los labios y sintió que si seguía viendo aquello no podría dormir aquella noche —si de verdad lograba dormir —, hasta que, por fin, todo terminó.

¿Está vivo?

No lo sé —contestó ella, acercándose con cautela. Akame, por su parte y más curioso que la misma kunoichi, se acercó para tomarle el pulso, afirmando sus sospechas.

Sintió alivio, pero no pudo evitar dar un pequeño bote de sorpresa cuando el anciano se removió en su sitio.

A... Ag... Agua... Por... Por favor...

Eri corrió a por los vasos de agua y tomó uno, acercándoselo al anciano.

¿Necesita ayuda? ¿Puede usted solo? —preguntaba lentamente la pelirroja.
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#96
El Uchiha respiraba con dificultad, subiendo y bajando el pecho en cada bocanada de aire, y veía puntitos de luz aquí y allá. El fūinjutsu le había dejado agotado. Aquella técnica demandaba una cantidad de chakra brutal, mucho más que cualquier otro jutsu que conocía hasta el momento. Ligeramente mareado, dio dos pasos hasta la mesa y se sentó en ella, cogiendo uno de los vasos y dando un largo trago. Luego, con el agua sobrante, se limpió el dedo ensangrentado. A saber la de infecciones que podía pillar de aquel anciano o de aquel mugriento suelo. Tan solo de pensarlo se le revolvía el estómago… todavía más.

Y es que ya lo tenía revuelto de la cruenta imagen que acababa de ver. El viejo no había parado de retorcerse en dolor durante todo el proceso, gimiendo, desencajando su mandíbula, sus ojos… Al Uchiha, sumado al repentino gasto de chakra, le habían dado ganas de vomitar.

Por suerte, todo parecía haber pasado. Tras unos momentos de agobio y desconcierto, el anciano respondió a la llamada. Estaba vivo. Datsue suspiró de alivio. No quería cargar en su conciencia aquella muerte.

Sin fuerzas para intervenir, y empapado en un sudor frío, optó por permanecer sentado, dejando que sus compañeros se ocupasen de él por el momento.
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#97
Akame vió por el rabillo del ojo cómo su compañero se desplomaba, agotado, sobre la mesa. Al sentarse en el borde tiró sin querer la taza de madera, derramando el extraño líquido que el anciano había estado bebiendo. Era, en apariencia, parecido al té pero de textura más viscosa y color blanquecino. Se derramó sobre la mesa y empezó a gotear muy lentamente debido a su inusual densidad.

Plic, plic.

Se volteó hacia el viejo justo cuando Eri se agachaba para ofrecerle un vaso de agua. Era una taza de madera idéntica a la que el otro Uchiha acababa de tirar, algo roñosa y gastada. Akame estuvo tentado de impedir al anciano beber hasta que les hubiera dicho algo claro, pero lo dejó pasar después de una breve reflexión. «Probablemente esté en las últimas, un tipo tan viejo y maltratado... Ni siquiera sé cómo ha sobrevivido al Fuuja Hōin».

El anciano tomó con una mano el agua que le ofrecía Eri mientras se incorporaba ligeramente. Se llevó la taza a los labios con avidez, bebiendo como si acabara de regresar tras una semana perdido en el desierto de Kaze no Kuni. El agua resbaló por su rostro surcado de arrugas y algunas gotas mojaron su pecho desnudo y cubierto de anagramas de sellado. Cuando acabó con la bebida le ofreció la taza a la kunoichi.

Más... Por... Por favor...

Akame se alzó entonces frente a él, severo y duro como una barra de hierro.

Es hora de hablar, anciano —le exigió, cruzándose de brazos—. ¿Qué es todo esto del templo? ¿De Yogo-sama? —el aludido se estremeció al escuchar aquel nombre—. En este pueblo está ocurriendo algo, y tú vas a decirnos qué es.

El hombre terminó de incorporarse para acabar sentado sobre el suelo, en el centro de donde antes Datsue había dibujado varios metros de fórmulas de sellado. Sus ojos violetas no destellaban como antes, sino que ahora tenían un aspecto marchito.

Un anciano sabe lo que ocurrió —empezó con un hilo de voz—. Los maestros vinieron a Ichiban y construyeron un templo para buscar el conocimiento. Hicieron... Cosas horribles. Las cosas que les hicieron a... A los niños —el tipo temblaba como un flan—. Yogo-sama era el más sabio de todos ellos... Él... Él veía todo como debe ser.

»Vivía en la finca más allá del camino... Pidió... Pidió... —durante un momento se quedó atrancado—. El pueblo se enteró un día. Vinieron con hierros, y fuego... Ahora sólo queda un anciano.

Y tras aquella confesión, el hombre quedó en silencio, con la mirada perdida. Parecía evidente que, pese a que ya no estaba bajo la influencia de aquel Juuinjutsu, recuperar la cordura era algo más allá de lo alcanzable para él.
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#98
El anciano pidió por más agua pero Akame no se lo permitió, instándole en que hablase. Eri esperaba que tras deshacerse del Sello Maldito el hombre hablase algo más, o incluso les dijese de verdad lo que estaba ocurriendo en Ichiban, lo que fuese, así que se cruzó de brazos y esperó a que el hombre comenzase a hablar.

«¿Los maestros? Puede que sean los responsables de ese sello... Pero, ¿por qué?» Se cuestionaba la joven en su interior, sin saber muy bien por dónde coger todo aquello, aunque tampoco es que les hubiera descubierto más allá de lo que ya había revelado.

Yogo-sama era el más sabio de todos ellos... Él... Él veía todo como debe ser.. Vivía en la finca más allá del camino... Pidió... Pidió...

La kunoichi alzó ambas cejas, esperando por una respuesta, no, mejor; la respuesta. Pero ésta nunca llegó.

El pueblo se enteró un día. Vinieron con hierros, y fuego... Ahora sólo queda un anciano.

¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted? —preguntó ella aún con los brazos cruzados.
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#99
Curioso, Datsue se empapó los dedos de aquel curioso líquido que había derramado, llevándoselo a la nariz para olisquearlo cual perro. Una costumbre que se le había pegado de Nabi. Lo que en un principio creía que era té, ahora tenía pinta más bien de leche, aunque era demasiado viscosa como para serlo. «Hmm… Tiene toda la pinta de ser una variedad muy específica de… ¡Puag! ¡Qué asco!»

Se restregó los dedos por el pantalón, repugnado, y luego sacudió la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos retorcidos y estúpidos. «Imposible. ¿Cómo iba a beberse…?». Negó por segunda vez.

En el suelo, otro tipo de investigación se estaba dando. Sus compañeros de Uzu seguían interrogando al anciano, quien parecía conectar mejor sus ideas. Poco a poco, el cuadro borroso y sin sentido que se les había presentado empezaba a cobrar forma. Sentido. Había, al menos, tres grandes figuras que empezaban a aclararse. Por un lado, estaban los fanáticos religiosos, que erigían un templo y experimentaban con niños. Por otro Yogo, el maestro entre maestros, dueño original de la finca del señor Takeda. Y luego estaba el pueblo, que descubría parte de esto y quemaba el templo, quizá con muchos de estos sectarios dentro. O quizá habían huido. Lo importante era que ahora tan solo quedaba el anciano. Un peón, probablemente. Una herramienta usada por los fanáticos para conseguir a los niños. Pero, sin embargo…

…¿qué le pasaba a la mansión? Aquella era la última pieza que les faltaba por encajar. La cuarta figura que permanecía todavía entre la penumbra.

¿Sabe si esa casa está marcada como lo ha estado usted?

Dínoslo —agregó Datsue, sabiendo que el viejo se hacía el remolón hasta que le apretaban las tuercas—, o te llevaremos a pasar la noche con nosotros en la mansión de Yoga-sama —soltó, creyendo que aquello le asustaría.
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Pese a la penosa imagen que el anciano ya ofrecía y al duro interrogatorio al que le estaban sometiendo los tres ninjas —maltrato físico y amenazas incluídos—, los de Uzu no parecían contentarse. Por más que el hombre suplicaba y gemía, o les daba retazos más o menos conexos de información, ellos siempre querían más.

Akame se dio cuenta en ese momento de que ya debían llevar casi una hora con el viejo; entre el cuestionamiento inicial, el sellado de su Juuinjutsu y demás. Sin embargo, como sus compañeros, no pensaba irse sin más. Aquel anciano había resultado ser un hilo del que tirar, una boya brillante en mitad del mar oscuro de la que ninguno quería dejar de aferrrarse. El panorama había cambiado radicalmente y gracias a la información que estaban consiguiendo sonsacarle al viejo, no iban a ciegas. «Quién sabe qué demonios ha pasado aquí en realidad, ¡como para habernos metido en esa casa sin información previa!»

Ante las palabras de Eri, el viejo respondió con una mueca de confusión. Quiso decir algo, pero Datsue le interrumpió con una amenaza velada que surtió efecto casi de inmediato.

¡NO! ¡POR FAVOR! —el viejo se abalanzó hacia Eri, quizás la que había juzgado más piadosa de los tres, y trató de agarrarse a sus ropas mientras suplicaba de rodillas—. Un anciano ha contestado a las preguntas, ha ayudado a los ninjas... ¡Por favor, ahora los ninjas tienen que ayudar a un anciano!

Los ojos violetas del hombrecillo buscaron una chispa de compasión en los de la Uzumaki.

Un anciano no puede quedarse en Ichiban... No después de lo que ha dicho... Los ninjas... —balbuceaba, frenético, en un verdadero ataque de pánico. De repente su mirada subió ligeramente para encontrar la bandana de Uzushiogakure que portaba Eri—. ¡A la Aldea Ninja! ¡Los ninjas deben llevar a un anciano! ¡Por favor!

¡Absolutamente no! —replicó Akame, firme—. Dinos si es que sabes algo más, anciano, y si no, nos marcharemos.

¡No! ¡Por favor! ¡Los ninjas deben ayudar a un anciano! —suplicaba aquel hombre marchito, con los ojos anegados en lágrimas.
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Datsue apoyó a la kunoichi pero el hombre no parecía querer colaborar más, es más, pareció desesperarse cuando Datsue lo amenazó con llevarlo a la casa del señor Takeda. Su respuesta fue inmediata: se abalanzó sobre la kunoichi la cual lo miraba con cara de asombro, siendo un hombre que parecía débil, todavía era capaz de actuar así. Intentó zafarse del agarre que le producía aquel anciano mientras imploraba por ayuda.

Eri no lo miraba con compasión, ¿quién era ella para decidir si llevarlo o no a Uzushiogakure? Además, no había contestado prácticamente a nada, ¿qué sabían? ¿Que probablemente la casa estaba bajo los efectos de un Juuinjutsu? Eso lo podría haber descubierto Datsue en la casa misma, ¡seguramente!

¡Absolutamente no! —replicaba Akame —. Dinos si es que sabes algo más, anciano, y si no, nos marcharemos.

¡No! ¡Por favor! ¡Los ninjas deben ayudar a un anciano!

Ahora estás libre de ese sello, anciano —decía Eri, intentando alejarse de aquel hombre —Ya has recibido ayuda por nuestra parte —replicó, ceñuda —. Huye de Ichiban y refúgiate en otro lugar —sugirió —Pero antes dinos si sabes algo.
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Datsue suspiró con pesadez. Ninguno de sus compañeros se comprometía a llevar a la Villa al anciano. ¿Cómo hacerlo? Ninguno de ellos tenía el poder necesario para tomar ese tipo de decisiones, y dudaba que ninguno de sus superiores viese con buenos ojos aquello. Pero a él le llamaban Datsue el Intrépido por algo…

… por mentir como un bellaco.

Yo le llevaré, anciano —se levantó—. Yo le llevaré a Uzushiogakure no Sato. Lo juro por Susano’o —dijo con voz profunda y seria—. Sí, Eri, lo haré —agregó, como si la kunoichi le estuviese a punto de protestar—. Pero solo si un anciano ayuda a resolver la misión. Dinos qué ocurre en la mansión, cómo podemos evitar que los inquilinos sigan teniendo esas visiones… y te llevaré conmigo.
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Eri rechazó fríamente las súplicas del anciano ante la mirada complacida del mayor de los Uchiha. «Eso ha sido inesperadamente profesional. Me alegro de tener a Eri-san como compañera», se dijo Akame en su fuero interno. Y es que aquel viejo ya había sido exprimido sin piedad por los tres ninjas; poco más tenía que decir. Comprometerse a ayudarle pasados ese punto sería complicarse la vida y complicar la misión, buscarse un problema innecesario que...

Yo le llevaré, anciano. Yo le llevaré a Uzushiogakure no Sato. Lo juro Por Susano'o—dijo Datsue, con voz profunda y seria.

Akame sintió ganas de fulminar a su compañero con la mirada, pero pronto intuyó que simplemente estaba tirándose un farol. Ninguno de los genin que allí estaban tenían potestad para prometer semejante cosa, y mucho menos a un hombre de un pueblo perdido de la mano de los dioses. «¿De verdad este tipo sabe algo más...?» Sus compañeros parecían convencidos de que así era. «Llevamos casi una hora interrogándole, ha pasado por un ritual de Fuuinjutsu de alto nivel y parece exhausto... No creo que tuviera fuerzas para seguir mintiendo. Además, según su propia historia, él no era más que un peón. El Juuinjutsu debió ponérselo alguno de esos "maestros", probablemente el tal Yogo-sama...»

Los ojos del viejo, ignorante de las verdaderas intenciones de Datsue, refulgieron con la chispa de la esperanza durante un momento. Se alejó de Eri —que ya se había soltado de su agarre con impasible crudeza— y gateó hasta los lindes de las sandalias de Datsue.

Un anciano le muestra su profunda gratitud, ninja-sama, un anciano le agradece... —empezó a recitar, como si fuese un salmo. Sin embargo, pronto llegó la segunda parte, y al viejo le sentó como una sentencia a la horca—. ¡Un anciano no sabe más! ¡Un anciano ha ayudado, ha ayudado a los ninjas! ¡Por favor! —suplicó de nuevo, arrastrándose a los pies del Uchiha—. Por favor...

Akame se dio media vuelta, cansado de oír los quejidos lastimeros del anciano.

Este cartucho ya está quemado —sentenció con firmeza—. Pronto será la hora del almuerzo... Ah, me vendría bien un buen estofado. Salgamos de aquí.
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Un anciano le muestra su profunda gratitud, ninja-sama, un anciano le agradece...

Vamos, vamos. No es para tanto. ¡Por algo me llaman Datsue el Agradecido! —exclamó, riéndose. Risa que se vio cortada, como el cuello de un gallina bajo el filo de un machete, cuando el anciano aseguró no saber nada más.

La respuesta de Akame fue inmediata, dictando sentencia.

Este cartucho ya está quemado —sentenció con firmeza—. Pronto será la hora del almuerzo... Ah, me vendría bien un buen estofado. Salgamos de aquí.

No tenía que haberle pillado desprevenido, pero aún así, no pudo evitar sorprenderse ante semejante frialdad. Acababan de interrogar duramente al anciano durante casi una hora, llevándolo al límite, y, cuando había visto que no podría exprimir nada más de él, lo tiraba como si fuese basura. ¡Para que luego dijesen de Datsue que era un insensible!

Podría… —le costó un mundo sugerirlo—. Podría venir con nosotros… a la taberna. ¿Qué me dices, anciano? —le preguntó—. Te has ganado un buen estofado. Yo te invito. —Se arrepintió nada más soltar aquello último. ¿Cómo que le invitaba? ¿Es que se había vuelto tonto tras ejecutar la técnica, o qué le pasaba?
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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El anciano se retiró de la joven y fue directamente hasta Datsue. Eri, por su parte, clavó su mirada confusa en el rostro del joven Uchiha, incapaz de entender por qué acababa de prometer tal cosa. Una cosa era mentir por algo banal, otra muy distinta era meter a su aldea de por medio.

Un anciano le muestra su profunda gratitud, ninja-sama, un anciano le agradece... ¡Un anciano no sabe más! ¡Un anciano ha ayudado, ha ayudado a los ninjas! ¡Por favor! Por favor...

Eri simplemente ya no sabía qué decir ante aquello. Era cierto que estaba desesperada con aquel hombre y más de una vez hubiera abandonado la estancia si no llegase a ser porque estaba de servicio...

Este cartucho ya está quemado —sentenció con firmeza—. Pronto será la hora del almuerzo... Ah, me vendría bien un buen estofado. Salgamos de aquí.

... Pero tampoco se sentía como para abandonarle allí.

Podría… Podría venir con nosotros… a la taberna. ¿Qué me dices, anciano? Te has ganado un buen estofado. Yo te invito.

«¿Pero este chico está loco?» pensó la joven mirándole de forma horrorizada ahora. O sea, le acababan de medio apalizar, ¿y lo que quería él era exhibirlo por todo el pueblo? ¡Era una horrible idea!

No podemos llevarle a la taberna —alegó la joven, con firmeza —. Piensa en lo que podrían hacerle allí, ya casi lo matan a palazos, como para sacarlo de su casa —le regañó la joven al Uchiha —. Por otro lado, podríamos traerle algo de comer...

En eso sí que coincidía con Datsue.
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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