Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Aquello fue lo último que oyó, antes de que un déjà vu se estrellase contra su cuerpo en forma de géiser, interrumpiendo su Ryūka y mandándolo por los aires. La última vez, había sido lo mismo: Daruu había contrarrestado su sello explosivo con idéntico jutsu, provocando que impactase en ambos y haciendo que el combate terminase en empate. Aquel día, Datsue no tan solo había conocido a un formidable adversario, sino que se había topado con un igual.
Pero el final, en esta ocasión, no se repitió. Daruu quedó muy malherido, sí, pero se tenía en pie. Datsue, con un boquete enorme en el hombro, se precipitó inconsciente sobre el río, tiñendo las aguas de rojo.
No, que nadie esperase un giro sorpresa final. Que nadie creyese que todo había sido un Genjutsu desde el principio. Esas cosas solo pasaban en los animes y en las películas. En la vida real, si la jodías, te morías.
Y que nadie lo pusiese en duda: si nadie hacía nada por salvar a Uchiha Datsue en aquel instante, moriría desangrado.
Daruu abrió entonces los ojos. ¿Qué había sido de su oponente? Oteó un bulto borroso a algunos metros de distancia. Por todos los dioses, si estaba sangrando más que él. Rugió dentro del agua, emitiendo un cúmulo de burbujas, y todavía sujetándose el abdomen, se impulsó nadando para llegar hasta él.
Nadie podría decir que Daruu no odiaba a Datsue por todo lo que había hecho. Pero tampoco nadie podría negar otras dos cosas: la primera, que ambos mantenían un vínculo especial, que se habían contado secretos que a nadie más habían hecho. Que quizás, no sólo se odiaban mutuamente, sino que también a los dos les jodía tener que hacerlo. Uno, por Ayame. El otro, por Akame, por Keisuke. La segunda, que ambos sabían que ante las fauces de Kurama, acechantes, la única esperanza era mantener aquella Alianza bien fortalecida. Y que eso también les jodía.
Por eso Daruu nadó hasta Datsue, y abrazó su moribundo cuerpo, que se ahogaba. Tras rodearlo con los brazos, juntó las manos en seis humildes y lánguidos sellos.
«No puedo dejarte morir, cabronazo. No puedo...»
La sangre en el río brilló una última vez más, firmando un breve armisticio.
· · ·
Muy lejos, en la cabaña de vacaciones de la familia Amedama en Yachi —o más bien ya tristemente el lugar de paso de Chishio Kuchiyose de la familia Amedama—, un alarmado Daruu trataba de taponar la herida de Uchiha Datsue, que seguía sangrando sin remedio. Él mismo había conseguido practicarse los primeros auxilios de forma algo lamentable, y sus manos seguían sangrando por heridas a medio cerrar.
Se había cargado a Datsue. Joder, tenía el pulso débil. Joder, la Alianza. Estaba jodido.
Estaba jodidísimo.
Si es que sabía que no se iba a poder controlar. Que si se encontraba con la sucia rata esa iba a lanzarse a morderle el cuello. Que los discursos de Kori-sensei jamás aplicarían para alguien como él.
Y aún así, se sorprendía a sí mismo intentando salvarle la vida.
Esos fueron sus últimos pensamientos antes de que se viese arrastrado a un mundo de tinieblas, donde el tiempo pareció detenerse y su conciencia quedó reducida a una mera mota de polvo en la inmensidad del universo. Su mente, tan débil como el pulso de un anciano en su lecho de muerte, apenas lograba entrelazar ideas inconexas y sin sentido.
Flotaba. Sobre un río negro, encima de una barca negra bajo un cielo negro.
Se oyó un gran estruendo. Una gigantesca piedra cayendo de costado. Las sombras envolvieron su cuerpo como serpientes constrictoras.
Una voz femenina le habló. Desprendía un olor dulzón y putrefacto al mismo tiempo. Le ofreció una cesta con comida. No sabía por qué, pero tenía hambre. Mucha hambre. Tomó una pieza de fruta y…
Y el reloj de arena que tenía dibujado en la espalda brilló por un instante. Toda la arena había caído al fondo, y ahora, desafiando a la lógica, subía, como si quisiese revertir el tiempo. Algo tiró de Datsue con fuerza, haciéndole ascender en aquel mundo de tinieblas. Oyó un grito de rabia. Una maldición y una promesa de muerte.
La piedra retumbó al caer. No oyó nada más.
Su mente se despertó.
«Perdóname, Hermano… pero todavía me quedan cosas por hacer aquí».
Aunque seguía jodido. Oh, sí, lo estaba. Le habían alcanzado con un jodido géiser a bocajarro. Pero, por lo demás, estaba bien. ¿El boquete en el hombro? No quedaba ni cicatriz. ¿Las heridas hechas por el segundo géiser? Tan solo un recuerdo lejano.
Abrió los ojos.
—¿¡Qué coño!? —gritó, asustado, al ver a Daruu a centímetros de él. Le apartó de un manotazo, por puro instinto, y al echarse a un lado cayó de bruces contra el suelo.
Se rehízo como buenamente pudo.
—¿¡Dónde coño me has traído!? —Pero, ¿no estaban en el río? ¿Qué cabaña era esa? ¿Dónde estaban?
Le hubiese gustado activar el Sharingan, pero se sentía agotado. Su fuuinjutsu especial había drenado casi todas sus energías. Había desafiado a la mismísima muerte. Eso nunca salía gratis.
1 AO mantenida
1 AO revelada: La primera AO fue colocarme el Gyaku Jikan no Juin en la parte alta de la espalda, bajo la camisa, después de recibir el primer géiser en el post #8.
¤ Gyaku Jikan no Juin ¤ Sello Maldito del Tiempo Inverso - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Fūinjutsu 100 - Gastos: 50CK (colocación), 150CK (activación) - Daños: - - Efectos adicionales: Recupera los PV que tenía en el momento de colocación, pasados Poder/15 turnos - Sellos: Tigre → Carnero → Caballo → Mono → Jabalí → Pájaro → Buey → Perro→ Rata → Liebre → Serpiente → Tigre - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Sello Maldito desarrollado por Uchiha Datsue, en el que, tras colocar el sello en sí mismo, o en el cuerpo de otro, surge un pequeño y sencillo reloj negro de arena roja. La arena empieza entonces a caer lentamente hacia la parte inferior del recipiente. Una vez caída toda, ésta brilla por un instante, y el proceso se revierte: la arena vuelve a subir, como si el tiempo estuviese retrocediendo, aunque esta vez de forma mucho más rápida (velocidad Moderada).
Del mismo modo en que lo hace la arena, también lo hace el cuerpo del portador del sello, volviendo al estado que tenía al colocar el reloj de arena, y revertiendo cualquier tipo de herida, mutilación (o incluso la propia muerte), que sufriese en ese pequeño transcurso de tiempo.
Esta técnica solo puede ser usada 1 vez cada 6 meses. De tener menos de 125CK en el momento de activación, el usuario morirá.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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20/03/2019, 00:58 (Última modificación: 20/03/2019, 00:59 por Amedama Daruu.)
Estaba tan ocupado pensando en las consecuencias de lo que había pasado en el Puente Tenchi que se había quedado mirando a Datsue pero no viéndole, con los ojos perdidos en una pesadilla de murmullos interiores. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué le iba a decir a Yui? Por supuesto, se pondría una barricada mental, ¿pero eso de qué iba a servir contra Ayame? No podía mentirle. A ella no. Y luego...
¡Plas! A Daruu le habían dado un manotazo y había caído al suelo. Espera, ¿le habían...?
—¿¡Dónde coño me has traído!?
—¡¡HOSTIA PUTAAaAAAaAaaAA!! —gritó Daruu, señalándole con el dedo índice. ¿¡Pero cómo!? ¡¡El hijoputa estaba intacto!! Ayame se recuperaba también muy rápido de las heridas, cosa de Kokuo, pero no había visto jamás algo semejante. ¡Si hasta ahora estaba prácticamente muerto!
El donde estaban, en general, era bastante fácil contestarlo. Datsue se acababa de caer del sofá, donde Daruu había dispuesto unas toallas y había colocado con cuidado su cuerpo para tratar de frenar la hemorragia. Estaban en el salón de una cabaña de madera. Fuera, por la ventana, se veía el fondo de un cañón, con una explanada de hierba verde; al fondo, un río ancho y tranquilo. No el que transcurría bajo el Puente Tenchi, desde luego.
—¡¡Daruu-niichan, Daruu-niichan!! —Dos apremiantes voces de niño vinieron desde fuera de la cabaña. Dos chavales —un niño y una niña, de pelo corto y rubio y una coleta pelirroja respectivamente— de apenas ocho años de edad entraron en tropel con toallas húmedas, probablemente bañadas en el río.
—¿Pero... cómo?
—Esperad. —Daruu extendió el brazo en horizontal, frenándoles—. Será mejor que os vayáis. Ya... ya os contaré.
—Pero...
—Vamos.
Los niños hicieron una queda reverencia y estallaron en sendas nubes de humo. Daruu se levantó, apoyando la mano en el suelo.
—No sé cómo has hecho eso. Pero antes de que decidas continuar con nuestro ajuste de cuentas, deberías saber que estás en mi casa de vacaciones, y que te estaba intentando salvar la vida. Menudo amejin que soy, ¿eh, cabronazo? —dijo, molesto. Se cruzó de brazos—. Si quieres que te siga dando de hostias, por mí vale, pero que sea fuera. Si le rompo la cabaña, mi madre me mata.
¿Hostia puta? ¡Hostia puta decía él, joder! Lástima que el Sharingan se negase a salir. Todavía se encontraba demasiado agotado, como si le hubiese dado una súbita bajada de tensión y le costase hasta mantenerse en pie.
Lo peor de todo era que Daruu se había buscado aliados. Nuevos enemigos a los que combatir. Por las voces que daban, debían tratarse de dos. Datsue alzó los puños en posición de guardia y…
—Eeeehmmmmmmm…
Aquella escena le descolocó por completo. ¡Pero si no eran más que criajos! Qué tendrían, a lo mucho, ¿ocho años? Y, sin embargo, tuvieron la suficiente maestría como para desaparecer en una nube de humo. Datsue ni siquiera les había visto realizar el sello del Sunshin no Jutsu. «¿Qué coño ha sido eso?»
—¿Hacer el qué? —preguntó, como si no supiese a lo que se estaba refiriendo—. Ah, y gracias, oh, Daruu, ¡por intentar salvarme justo después de casi matarme! —exclamó con evidente sarcasmo—. Aunque, ¿era por mí? ¿O por salvarte el pellejo de una posible represalia de Yui?
Datsue desvió la mirada momentáneamente hasta la ventana. Se encontraban en el fondo de un cañón, con un pequeño río al lado rodeado de prado verde. Aquella visión no le aclaró nada.
—¿A qué parte de Oonindo me has traído? —¿Al País de la Tormenta? Eso era un problema. Una cosa era combatir en territorio neutral, y otra muy distinta dentro de fronteras enemigas.
Buena, ahora aliadas, según Hanabi.
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—¿Hacer el qué? —preguntó, como si no supiese a lo que se estaba refiriendo—. Ah, y gracias, oh, Daruu, ¡por intentar salvarme justo después de casi matarme! —exclamó con evidente sarcasmo—. Aunque, ¿era por mí? ¿O por salvarte el pellejo de una posible represalia de Yui?
—Oh. ¡Oh, Datsue! ¡Disculpa por intentar ser un buen shinobi de Oonindo! —siguió Daruu, levantando los brazos y dando vueltas por la habitación—. Supongo que todo eso de morir bajo tus propios términos, del shuriken, del hilo, era porque pensabas hacer un Sunshin y ya está, y salir de ahí, ¿eh? —Le señaló con el dedo índice—. Mira, no me jodas, eh. Te dije que no quería matarte. Y te traje aquí para tratar de curarte las heridas y no perder un valioso ALIADO contra Kurama! —Palabras pronunciadas con sumo recochineo—. Aunque claro, pa qué. Si el señorito Uchiha Dios y Demonio al Mismo Tiempo ahora sabe resucitar.
Daruu chocó los brazos contra la cintura y resopló. Continuó dando vueltas por la habitación.
—Estamos en Yachi. Y puedes irte cuando quieras, visto que estás completamente curado. Yo me quedaré aquí con el tajo este a dormir la mona un rato, muchas gracias.
»Total, por mi parte, ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar.
Sí, bueno, quizá con lo de morir bajo sus propios términos se había pasado de melodramático. Era su forma de ser, después de todo, y era la primera vez que usaba aquel fuuinjutsu en un combate real. Tenía que aprovecharlo. Aunque, ¿realmente había muerto? ¿O tan solo había quedado al borde del Yomi?
Era difícil saberlo.
«Imagino que tú seguirás por aquí, ¿eh?», preguntó con cierta decepción anticipada, mientras se palpaba el vientre. Aunque no podía quejarse. Desde el asesinato de su Hermano, Shukaku se había portado bien. ¡Hasta le habían desaparecido las ojeras!
—Total, por mi parte, ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar.
Datsue abrió la boca y la dejó así, abierta, por unos largos instantes.
—Qué huevazos. —Era lo que mejor resumía la situación—. ¡O sea! ¡!Que me asaltas de camino a casa, me revientas con un suitanazo, me traes al jodido culo del mundo, y ahora, ah, ya por tu parte ya está todo resuelto! —Pero, ¡qué huevazos que tenía! Vale que Yachi estaba más cerca que el Puente Tenchi respecto a Uzu, pero, ¿y su shanisem? ¿¡Y su shanisem!?
»Si es que los amejines sois la hostia. Kaido el otro día igual.No, Datsue —continuó, imitando la voz de Kaido, pero de manera exageradamente pomposa, haciendo burla de él—. Yo no maté a Keisuke por celos de protagonismo o ganas de gloria. No, no. Tú jamás lo entenderías. Era mi deber. Era por la Villa.
Hizo una sonora pedorreta con la boca.
—¡Por la Villa mis santísimos cojones! ¡Dos días más tarde, me entero que Kaido se ha exiliado de Ame y os ha mandado a tomar por culo a todos! Pero —se dio dos manotazos en la sien—, ¿¡quién coño os entiende!?
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Aunque Datsue había dicho más cosas y Daruu había querido volver a contestarle, ahora el muchacho se había quedado blanco como la cera. Con la boca abierta. Levantó el dedo índice dispuesto a continuar la discusión, pero lo bajó. Lo volvió a subir. Su calentada cabeza pareció procesar durante un largo minuto una pieza clave de información.
—Un momento. ¿Kaido? ¿Exiliado? —dijo—. Pero si... si se le había dado por muerto... —Daruu apartó la mirada a un lado y le dedicó un breve pensamiento. Apretó los dientes. ¿El cabrón les había traicionado? ¿Pero por qué haría algo así? Que él supiera, Kaido era uno de los shinobi más leales a la Arashikage. Quizás más que todos sus otros conocidos, también porque tenía una personalidad similar—. Bien, un problema más, tócate los huevos.
Daruu sacudió la cabeza.
—¡Yo tampoco os entiendo a vosotros! ¡Pero el chico con el que me comí aquél jabalí en la isla...! ¡Creía que era de verdad! ¡Y al final me traicionaste, y no sólo una vez! ¡Y ya solo descontando todo lo demás —que cada aldea hizo lo suyo, vale, te lo acepto—, si tanto te arrepentiste de sellarme aquella mierda deberías de haberlo dicho! ¡Yo podría haber hablado con Ayame, podríamos haber quedado!
»¡Y la mierda de tu puto polvo de virgencito habría quedado saldada desde el principio! ¡PERO NO! ¡Tenías que idear un PLAN a escala MUNDIAL, UNA GRANDIOSA VENGANZA! Como un niño pequeño con un puto sello explosivo de clase A. ¡Patético!
Sí Daruu estaba sorprendido por la noticia, Datsue lo estaba doblemente. Primero, porque no comprendía cómo era posible que Daruu no conociese aquel dato tan crucial de su compañero. Quizá no eran tan amigos como había intuido en un primer momento. Segundo —lo que reafirmó su primera teoría—, porque cuando se dio cuenta que Kaido no estaba muerto, como hasta ahora parecía pensar, no dio muestras de alegrarse mucho.
El hecho de que en realidad fuese un traidor de mierda no debía ayudar mucho, claro.
—¡Yo tampoco os entiendo a vosotros! —estalló Daruu, contraatacando. Esta vez, al punto más débil del Uchiha. Sí, lo admitía, había cometido un par de cagadas que se le habían ido de las manos. Lo que había empezado como una broma infantil, había terminado casi en guerra.
Todavía le costaba creer que una bolita tan pequeña pudiese acabar transformándose en algo tan catastrófico.
—Mira, ahí la cagué, ¿vale? ¡Lo admito, joder! Pero la técnica esa era una llamita de nada —se justificó—. No me digas ahora que se llevó algo más que el susto, porque era prácticamente inofensiva. Y lo del Henge… Joder, ¿qué quieres? ¡Yo estoy acostumbrado a la gente de Uzu! ¡A gente estable, formal, templada! Si me lo hubiesen hecho a mí, hubiese quedado en una anécdota divertida una vez aclarado el tema. ¿Cómo iba a saber que teníais a una Kage con el temperamento de un bijū?
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—¡Sí, lo de la llama fue sólo una broma de mal gusto, es verdad! —reconoció Daruu—, y puede que Yui tenga más culpa que tú en querer arrancarle la cabeza a Ayame, eso también es cierto. ¿¡Pero lo del estadio a santo de qué!? ¡Podríais haber hablado!
Se acercó a él. Ya no amenazante, sino apremiante. Se colocó las manos en el pecho, señalándose.
—Hice todo lo posible para que todos pudiéramos ser colegas, Datsue, porque me caíste bien. ¡Y aunque no supieses que tenía un bijuu dentro, en ese punto tenías que haber parado ya! ¡Joder, que ella sólo te pidió una puta cebolla!
»Igual que yo la cagué lanzándome a apuñalar a Akame, arriesgando la vida de Ayame, tú arriesgaste todas las probabilidades de que alguien pudiera ayudarte a traer a Aiko de vuelta, que creo que era más importante para ti. ¿O no? —Desvió la mirada—. Aunque eso da igual, porque al final ya está contigo.
¿Lo del estadio? Lo del estadio tenía su explicación. ¡Pues claro que la tenía! Uchiha Datsue no hacía nada sin un motivo de peso detrás. ¿Por qué había arriesgado el rescate de Aiko con todo aquel show? Pues muy sencillo. Era por…
Por…
Y también por…
Y por…
«Ehmm… Sí. ¡Eso! ¡Por eso!»
—Te dije antes que para resolver de verdad los problemas con alguien, antes hay que desahogarse y soltar todo lo que llevas dentro. O a la larga el rencor volverá a reflotar —se excusó de nuevo—. Pero vale, en eso, en eso, llevas razón. ¿Contento? Cuando me lo imaginé en mi cabeza, me veía a Ayame y a mí tirándonos mierda y dándonos de hostias hasta terminar con la última gota de chakra, para finalmente…
»Bueno, alcanzar algún tipo de respeto mutuo como ninjas. Está claro que se me fue de las manos. Se nos fue la olla a los dos y estuve a esto —continuó, acercando el dedo índice al pulgar—, de perder ese día las dos cosas que más me importan en este mundo.
Suspiró.
—Pero sí, al final ya está con nosotros. Feliz. Y tú tienes de vuelta a Ayame. El trato del siglo, ¿eh? —comentó, en referencia al curioso intercambio que habían hecho Yui y Hanabi.
¿La Alianza? Palidecía en comparación a semejante trato.
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Daruu suspiró, paciente. Luego miró a Datsue. Y era la primera vez que lo miraba en mucho tiempo como un igual. Como un compañero con el que estaba muy, muy enfadado. Pero como un igual al fin y al cabo.
—Así que eso es lo que hemos hecho, ¿eh? —dijo, con una sonrisa triste—. ¿Desahogarnos, soltar todo lo que llevamos dentro? Antes te he oído criticarme por atacarte, pero realmente creo que lo necesitaba. ¿A eso te refieres?
Suspiró.
»Pues no sé, a mí lo de Ayame me pareció un intento de humillación, qué quieres que te diga. Que yo por mí, hacíamos las paces aquí y ahora, ¿eh, Datsue? —dijo—, pero dime, ¿qué pasaría si yo tuviera un problema tan grande con Aiko? ¿Podrías hacer tú las paces conmigo entonces? Lo dudo mucho, viendo la que has montado.
Daruu se acercó a él. Le tendió la mano para que terminara de levantarse del suelo.
—Ya me imagino cómo tuvo que sentarte que se transformase en Aiko —cedió—, pero Ayame me dijo que por aquél entonces no sabía lo que le había pasado. Fíjate, ahora me entero yo de que Kaido es ¿un puto exiliado? cuando creía que le había pasado algo en una misión. Por aquél entonces, yo hacía mucho que no veía a Aiko, pero como tampoco me conocía tanto con ella... ¿Entiendes lo que te digo?
Datsue levantó una ceja, francamente sorprendido por el giro que le había dado Daruu a sus palabras.
—Ehmm… ¿Algo así? —¿Era eso lo que habían estado haciendo? ¿Desahogarse? ¿Sacar el veneno de dentro? ¿Reconciliarse y hacer las paces?
Cuando Daruu le preguntó qué habría hecho él de este tener un problema con Aiko como el suyo con Ayame, Datsue calló. Era difícil, eso de ponerse en el pellejo del otro. Eso a lo que llamaban empatizar. Probablemente…
Probablemente hubiese intentado partirle el cráneo. ¿Si le hubiese hecho lo que él a Ayame? Oh, por los Dioses, de probablemente nada. Lo hubiese intentado y con saña. Le hubiese intentado joder física y psicológicamente. Desde luego, no habría tenido el temple de Daruu.
Por Izanami, cuántas emociones encontradas.
Daruu se acercó a él. Le tendió una mano. La misma con la que había desplegado una cuchilla y tratado de apuñalar a su Hermano. El Uchiha optó por levantarse por su propio pie. Había heridas que tardaban más en cicatrizar.
—Ya me imagino cómo tuvo que sentarte que se transformase en Aiko —cedió—, pero Ayame me dijo que por aquél entonces no sabía lo que le había pasado. Fíjate, ahora me entero yo de que Kaido es ¿un puto exiliado? cuando creía que le había pasado algo en una misión. Por aquél entonces, yo hacía mucho que no veía a Aiko, pero como tampoco me conocía tanto con ella... ¿Entiendes lo que te digo?
—¿Qué sois unos despistados de la leche? —respondió, para luego hacer un ademán con la mano, como desechando la broma—. Sí, supongo que te entiendo.
»Yo no quiero seguir así, Daruu. Ni quiero ni me interesa. —Por muchas razones. Por muchos motivos. Pero había uno que eclipsaba a todos—. Kurama… Sus Generales… —inconscientemente, su rostro se ensombreció—. Esos son por los que tendríamos que estar sangrando —masculló con rabia, desviando la mirada momentáneamente hacia las heridas abiertas de Daruu—. ¿El resto? El resto es sangre desperdiciada.
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Datsue rechazó su mano. Daruu la retiró lentamente y cerró los puños con fuerza. ¿Encima? ¿Encima que era tan generoso con él?
No obstante, reconoció en el uzujin un anhelo que era el suyo propio. Sí. Tenían que centrarse en lo que de verdad importaba.
—En eso siempre vamos a estar de acuerdo —dijo—. Mira. No entiendo ni entenderé nunca que Akame ordenara esposarme. Pero entiendo cómo debes de estar si era alguien cercano a ti... Así que... supongo que siento mucho su pérdida, tío. —Pese a que albergaba un profundo rencor por el otro Hermano del Desierto, las palabras de Daruu eran totalmente sinceras—. Como te dije, yo no fui el que lo maté. Y probablemente no sea yo quien mate a Aiko ni al resto de seres queridos. Ni serás tú quien más ponga en peligro a Ayame. Son los Generales. Y si alguien ha podido llegar a un acuerdo con Yui siendo como es, no sé por qué no podríamos... reconducir lo nuestro. —Y así, pese a que ya le había rechazado la mano una vez, Daruu volvió a tendérsela—. Ahora somos Aliados. Aunque sea por conveniencia, Datsue, si tengo que poner en tus manos mi vida, prefiero que estemos en buenos términos. Y me gustaría... volver a ser lo que fuimos en aquella isla. O al menos intentarlo.
¿Akame, cercano a él? Eso era como decir que en el País del Viento llovía poco. O que los ribereños del sur eran todos unos cabrones. O, mejor, que los kusareños tenían dificultades para combatir. Todas ellas verdades, sí, pero que apenas rascaban la superficie.
No, Akame había sido mucho más que alguien cercano para él. Había sido su compañero de batallas. Había sido su camarada. Su compañero de juergas —oh, sí, cuando se le convencía de escapar de sus palizas diarias a las que él llamaba entrenamientos, Akame era el mejor compadre de fiesta que uno podía desear—. También su confidente. También la única persona que le había entendido y aceptado tal y como era. En definitiva, Akame había sido…
… su hermano. Pero no porque Shukaku decidiese un día bautizarles con aquel apodo. Había sido su hermano de verdad.
Lo había sido, sí, hasta que un día un bijū y sus secuaces decidieron cortar el lazo. Y, en ese preciso momento, los nueve habían firmado también un pacto. Un pacto inquebrantable, tal y como se había forjado La Alianza. Un pacto con la mismísima Izanami. Ellos le habían arrebatado a su emisario en la tierra, y solo había un precio a pagar por eso.
A Datsue no le importaba si era por sus manos o por las de otro. No importaba el cuándo, ni el cómo, ni el dónde. Lo único que podía consolarle en aquellos instantes, era la certeza y determinación absoluta, de que terminarían pagando el precio.
Enfocó de nuevo la mirada, y vio la mano de Daruu, de nuevo extendida hacia él. Frunció los labios. Una ristra de viejas venganzas y rencor acumulado pasaron por delante de sus ojos. En su oído, en cambio, escuchaba a Hanabi. En su corazón, sentía a Akame. Y a Shiona.
Extendió la mano…
… y se la estrechó.
Era hora de madurar. Aunque solo fuese un poquito.
—Sí… Eso estaría bien —reconoció. Pero para volver a ser como antes...—. Supongo que para no cometer los errores del pasado, debería decirte que… Ehmm... Pues que, bueno, que en medio del combate te coloqué un sello. —Sí, suponía que era lo mejor. Para evitar posibles confusiones futuras.
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