Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Yasashi, que hasta el momento había mantenido un rostro sereno y amable, alzó una ceja al escuchar las exigencias de Akame.
—Muy bien, muy bien —dijo, haciendo un par de anotaciones más. Esta vez, al estar la libreta más inclinada, Akame no fue capaz de adivinar qué escribía.
Los ojos verdes de Yasashi se volvieron a posar en Akame.
—Gracias por tu sinceridad, Akame-san. Lo estás haciendo muy bien —le animó, para luego sacar su reloj de mano y comprobar la hora que era—. Vamos a pasar a la segunda fase, pues, en vista de que dicha petición llevará unos días procesarla, y hasta que no se resuelva, eso nos mantendría encallados. Te introduciré en un Genjutsu para averiguar más sobre ti y Tengu. No te preocupes. En el hipotético caso de que seas inocente, la verdad saldrá a la luz y dichas hipotéticas peticiones no serán necesarias.
Hizo una última anotación, y luego guardó la libreta en el bolsillo.
—Ponte cómodo, por favor.
Realizó una secuencia de sellos de forma florida y sosegada, como un paso de baile lento, como si valorase más la hermosura de cada movimiento que su eficiencia.
¤ Jigyaku no Jutsu ¤ Técnica de la Marcha Atrás en el Tiempo - Tipo: Apoyo (Genjutsu visual) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 50 - Gastos: 50 CK (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Ayuda en los interrogatorios - Sellos: Perro → Serpiente → Buey → Pájaro → Tigre - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: El usuario tiene que estar a menos de un metro del afectado
Mediante el uso de esta técnica, el usuario induce a la víctima o colaborador en un estado de sueño profundo mediante una hipnosis inducida por el Genjutsu. En ese estado, le hace revivir ciertos recuerdos, o los necesarios para que responda a sus preguntas, o le hace dichas preguntas con el objetivo de que él responda. Cuando se utiliza para revivir recuerdos, es posible incluso extraer recuerdos ya olvidados.
Para que la técnica surja efecto, la víctima tiene que estar en un estado de reposo, tranquila, y desde luego no puede utilizarse en medio de una refriega. Si el oponente es un instruído en las artes ninja, sólo puede utilizarse si se encuentra inconsciente, inmovilizado o está dispuesto a colaborar, y la Inteligencia del usuario deberá ser mayor que su Voluntad.
—Bueno, bueno, Akame-san. Háblame de tu infancia. Háblame de tus inicios.
Inteligencia 80
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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4/04/2019, 19:39 (Última modificación: 4/04/2019, 21:00 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«Eso, anota, anota viejo cabrón.»
La resignada ira del impotente que sabe que su destino no está en sus manos era todo lo que le quedaba a Akame en ese momento. Yasashi siguió con su modus operandi de parecer lo más amablemente creepy posible, dorando la píldora al preso con más palabrería vacua que al joven Uchiha le daba exactamente igual; sabía que nadie le soltaría de allí, que no habría ninguna bolsa llena de dinero con la que escapar y empezar una nueva vida. Ese tipo de estupideces sólo ocurrían en las novelas de fantasía.
Sin embargo, Akame volvió a alzar la guardia cuando vió a aquel tipo hacer sellos. Instintivamente quiso activar su Sharingan para leerlos con la claridad de un libro, pero aquellas molestas cadenas supresoras de chakra le impidieron hacerlo. El jōnin se dispuso a protestar, pero antes de poder hacerlo, su consciencia voló muy lejos de allí, hacia un introspectivo destino que...
Había un pasillo muy estrecho, largo y oscuro. Se parecía al de la propia mazmorra donde Akame estaba preso si no fuera porque este tenía una multitud de puertas a cada lado, todas idénticas, todas esculpidas en la propia piedra. La tenue luz anaranjada del ambiente provenía de antorchas que se consumían lentamente, colgadas en una secuencia perfecta entre las puertas. Yasashi y Akame avanzaron juntos, como una pareja que paseara de la mano, por el corredor; hasta llegar a una puerta que les invitó a detenerse. Sobre ella, un cartel de madera perfectamente claveteado en la piedra y con una frase pulcramente rotulada con tinta negra y excelente caligrafía. Y esta rezaba una consigna directa y clara...
«Tonto el que lo lea.»
Porque si el bueno de Yasashi pensaba que Asahina Kunie dejaba cabos sueltos, estaba increíblemente equivocado. Leer la mente de Akame era como abrir un cofre dentro del cual esperabas encontrar un gran tesoro; pero en cuanto tus dedos se posaban en la madera, al baúl le crecían unos dientes de sierra y una lengua babosa, e intentaba tirársete encima para arrancarte la cabeza.
¿Sería eso lo que Yasashi el interrogador vería bajo los efectos del jutsu sellado de Kunie? Solo él lo sabía...
¤ Tensha Fūin ¤ Sello de Transcripción - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Fūinjutsu 45 - Gastos: X + 10 CK, X: gasto de la técnica a sellar - Daños: - - Efectos adicionales: Sella los efectos de una técnica en un pergamino, o sobre el cuerpo de un objetivo, con condiciones impuestas por el ejecutor (ver descripción) - Sellos: (Sellos de la técnica a sellar) → Palmada - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Mediante esta técnica, el usuario puede sellar los efectos de cualquier técnica que conozca (pregunta a un administrador o a un master oficial si no estás seguro de poder hacerlo con determinada habilidad), normalmente Ninjutsu, con el simple contacto sobre la superficie de un pergamino o sobre el cuerpo de otro usuario.
Usada sobre un pergamino, la única condición aceptable es que la técnica se libere cuando alguien abra el pergamino.
Usada sobre el cuerpo de otro usuario, se permiten diferentes tipos de condiciones, pero la técnica nunca hará daño a un portador sino que será lanzada desde el sello o permitirá al usuario lanzarla si éste la tiene en la mano. No se pueden llevar preparadas, a no ser que se especifique en una trama o post anterior. En todo caso, el usuario no podrá sellar más de una técnica en cada objetivo por trama o por día on-rol, y como gasto máximo deberá tener 100 CK.
En cualquiera de los casos, las condiciones de liberación no deberán ser ambiguas.
¤ Magen: Narakumi no Jutsu ¤ Ilusión Demoníaca: Técnica de la Visión del Infierno - Tipo: Apoyo (Genjutsu visual) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 70 - Gastos: 60 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Gran oportunidad para un ataque sorpresa, dolor emocional extremo, fatiga - Sellos: Serpiente → Rata - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Doce metros
Genjutsu que revela los miedos que subyacen en el corazón de las personas y las imágenes de lo que no desearían ver nunca.
Este genjutsu es una técnica ilusoria que saca a la luz dichas imágenes desde el corazón y la confunde con la realidad. En primer lugar, un círculo de hojas imaginarias giran alrededor y envuelven al oponente, cayendo al suelo poco después. Tras un escaso periodo de tiempo la ilusión comenzará. Esto es para hacerla más convincente, ya que el usuario podría haberse incluso movido antes de que la ilusión dé lugar.
Está en manos de la víctima rolear los efectos de esta ilusión, que serán extremadamente profundos, hasta el punto de dejarlo paralizado por completo, hacerlo gritar o llorar, o que no sea capaz siquiera de hablar ni de sujetar sus armas.
Yasashi suponía —y no le preocupaban— que el cerebro de Akame estaría lleno de barricadas mentales. No le preocupaban porque no era su trabajo romperlas —para eso existían ninjas mucho más cualificados que él en aquel aspecto—, porque lo que él tenía que hacer, era bucear en el mar de recuerdos de Akame hasta hallar una gota. Una sola y mísera gota, olvidada de ser protegida, que le ayudase a tirar del hilo de la verdad. Ese, era su trabajo.
Cuál sería su sorpresa cuando, en lugar de hallar barricadas a la infancia, lo que halló fue…
«Tonto el que lo lea.»
—¿¡Q-qué…!?
Tonto el que lo lea… Tonto el que... Tonto el...
Tonto...
Tonto…
Tonto…
Tonto…
—¡Tonto! —le chilló una mujer de cuarenta años, de pelo rizado y rubio. Una mujer que conocía muy bien—. ¡Tonto, tonto, tonto, TONTO! ¡No tienes perdón!
—No… Yo no… —balbuceó un confuso Yasashi.
—¡Era mi hijo! ¡Y lo ejecutaron, por tu culpa! ¡Porque dijiste que trabajaba para Zoku!
—T-todas las pruebas apuntaban a que…
—¿Pruebas? ¿¡Qué pruebas!? ¡Todas ellas circunstanciales! —le espetó con rabia—. ¡Mi hijo era un buen ninja! ¡Siempre veló por Uzu! ¡SIEMPRE! Y ahora resulta que el traidor era su compañero, ¿¡eh!? Y ahora, ¿¡a qué me vienes a hablar!? ¿¡De un jodido acto honorífico y una burda medalla!? ¡No los quiero! ¡Yo quiero que me devuelvas a mi hijo! ¡DEVUÉLVEMELO!
¡Plaff! Una bofetada. Yasashi calló al suelo, hecho un ovillo. Las llaves de la celda cayeron de su bolsillo, peligrosamente cerca de Akame. Si el Uchiha estiraba el pie derecho, quizá…
—Perdóname… Perdóname… —seguía llorando Hayashi, en su ilusión.
Un niño de no más de catorce años estaba ante él. Un chico de cabellos negros y mirada adulta.
—Es tu culpa. ¡Es tu culpa! —le espetó el crío, con los ojos bañados en lágrimas—. ¿¡Qué clase de interrogador eres, eh!? ¿¡Qué clase de ninja eres que dejas escapar a un traidor!?
—N-no había pruebas. No había…
—¡Había más que de sobra! ¡Pero le dejaron ir, porque tú aseguraste que estaba bien! ¡Y luego mató a mi madre! ¡Por tu culpa! ¡Tonto! Tonto, tonto, tonto, tonto…
—No, no, no, no, ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Akame se revolvió en su sitio cuando la técnica sellada de Kunie, al activarse, golpeó la mente del interrogador con la contundencia de un metafórico martillo pilón psíquico. El impacto de su contra-Genjutsu fue tal que la propia técnica de Yasashi fue interrumpida, transportando de vuelta a ambos a la fría celda. ¿A ambos? No. A Akame le bastarían apenas unos confusos instantes para reponerse y ver, ante él, al interrogador hecho un ovillo y rogando clemencia. «¿Qué demonios...?» El Uchiha intentaba razonar a toda velocidad y determinar qué era lo que había ocurrido. Con un tirón de ambos brazos, comprobó que aún estaban sujetos por aquellas cadenas supresoras de chakra. «No he ejecutado ningún jutsu. ¿Entonces... quién?»
Allí solo estaban ellos dos.
Yasashi seguía retorciéndose en el suelo, balbuceando frases sin sentido, claramente bajo los efectos de... «¡Una ilusión! ¿Kunie-sensei la puso ahí a modo de detector de intrusos? Definitivamente es su estilo...» De repente, los ojos de Akame captaron un brillo metálico en el suelo, junto al pobre Yasashi.
—Las putas llaves... —masculló, sin poder creérselo.
¿Iba a salir Uchiha Akame de allí con vida?
«Lo único que necesito es quitarme estas cadenas, entonces podré usar mi Uzume para salir de aquí...»
No se lo pensó dos veces. Le daba igual que Uzushiogakure le considerase un traidor por fugarse. Le daba igual que Raito, Hanabi o quien fuese mandaran a otros ninjas en su búsqueda, como si fuese un perro rabioso al que había que cazar. En ese preciso momento, Akame sólo pudo pensar en el primer deber de un prisionerio; una lección que había aprendido tiempo atrás. Trató de resbalarse en su cojín y estiró la pierna para intentar coger las llaves con los dedos sucios y desnudos de los pies...
«El primer deber de un prisionero es... ¡Escapar!»
Sí… Sí, sí, sí, ¡sí! ¡Lo estaba consiguiendo! Sintió cada músculo de sus piernas tensarse hasta que pensó que iba a partirse algún tendón, pero lo logró. Logró apoyar el dedo gordo del pie en el llavero y tirar de las llaves hacia él.
Entonces escuchó pasos rápidos. Alguien se acercaba, y corriendo.
—¡Yasashi-san! ¡¿Qué ha pasado?!
Un guardia, Chūnin, había llegado al oír los gritos. Se encontró a Yasashi tendido en el suelo, temblando de miedo y las mejillas bañadas en lágrimas. Conocía a aquel hombre. Era famoso por ser un interrogador nada convencional, con métodos que a veces incluso sus propios compañeros cuestionaban, pero con una eficiencia en su trabajo de la que pocos podían presumir. Era, ante todo, un especialista en descubrir traidores.
Y ese hombre estaba tirado en el suelo, temblando como un crío al que le han dado una buena regañina. ¿Cómo era posible? ¿Qué habría pasado?
—No, no, no, no, no… —balbuceaba Yasashi, con la mirada hueca y vacía.
El guardia, un tipo guaperas entrado en la veintena, tan musculado que su pecho amenazaba con reventar el chaleco oficial de la Villa, giró lentamente la cabeza a medida que su cuerpo se iba empequeñeciendo como el de un cachorrillo asustado.
Porque cuando el Chūnin vio al preso, no vio a un chico chupado y andrajoso encadenado al suelo. No vio a un joven de quince años, flaco, sin ningún tipo de presencia ni poder intimidatorio. Ni… carisma. No, porque si hubiese visto de verdad a aquel chico, no se hubiese molestado ni en alzar la guardia. Menos en desenvainar su Ōnaginata y apuntar, tembloroso, el gaznate de aquel crío.
Pero como decimos, vio otra cosa. Vio lo que la mente, envenenada, quisiese que viese. Vio a Uchiha Akame. El Profesional. Jōnin a una edad en la que él todavía se dedicaba a rescatar gatitos de los árboles. Nunca una misión fallada. Nunca una misión perdida. Campeón del Torneo de los Dojos. Reconocido como uno de los más fuertes de toda la Villa. Hermano del Desierto. Asesino de Zoku. Y, ahora, un tipo que lograba poner en jaque a un ninja entrenado y experimentado como lo era Yasashi, esposado con grilletes supresores de chakra y sin ningún tipo de arma.
Por Shiona, aquel tipo era un demonio.
—¿Q-qué le has hecho, Akame? ¡C-contesta!
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4/04/2019, 22:11 (Última modificación: 4/04/2019, 22:23 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Uchiha Akame cerró los ojos. Había estado tan cerca. Tan cerca.
El sonido de los pasos del chuunin que hacía guardia fuera se sobrepuso al de los lastimeros gemidos de Yasashi, que todavía yacía en el suelo, encogido como un niño. Indefenso. Tal era el poder del Genjutsu que le había golpeado; un poder que Akame no podía sino pensar que era de su antigua maestra. El chuunin se acercó, pasmado ante semejante escena, y no tardó en desenvainar su espada y ponérsela en el cuello al que horas antes había sido su superior.
«Todavía tengo una oportunidad.»
El jōnin respiró. Alzó la vista hacia su carcelero —el que todavía podía mantener la compostura de los dos, claro— y le miró directamente a los ojos. No trató de sonar intimidante, ni agresivo, pues sabía que la mentira no aguantaría. En lugar de eso, pronunció aquellas palabras con el tono de voz más calmado y natural que fue capaz de utilizar. Como si estuviese recitando las naturalezas elementales básicas del chakra. Tomó una metafórica moneda y la tiró al aire, esperando que no saliera cruz.
—Lo que te voy a hacer a ti si no te das media vuelta y te largas de aquí cagando ostias.
—¡A-a mí no me asustas, Uchiha Akame! ¡Estás encadenado, no puedes hacer nada! —Y, pese a sus palabras, sus ojos se mantenían fijos en el torso de Akame, sin atreverse a subir más allá de su cuello.
Con su lanza todavía sujetada con una mano, tomó a Yasashi por el hombro, arrastrándolo al exterior de la celda. Fue entonces cuando el hombre salió de la ilusión.
—Qué... ¿Qué…? —farfulló, confuso.
—¡Yasashi-san! ¿Está usted bien? —preguntó, mientras le ayudaba a incorporarse. Yasashi estaba blanco como la cera y un sudor frío perlaba su frente—. Vamos, le prepararé una buena taza de té. Le vendrá bien.
—La puerta… La puerta —le recordó él, todavía temblando. Pero cuando el Chunin la cerró tras de sí y Yasashi se llevó una mano al bolsillo, no halló las llaves que buscaba—. Las tiene él —comprendió.
—¿¡Qué!? Maldita sea. ¿Esta no era la celda especial? —Algo había en su tono de voz que indicaba que no tenía muchas ganas de volver a meterse ahí adentro.
—Sí… Sí… —Yasashi formó el sello de Serpiente, y el sello que había en la entrada de la celda se iluminó como un relámpago. De pronto, la descarga de un rayo viajó por las cadenas que retenían a Akame, impactándole como un latigazo y dejándole inconsciente en el acto.
El Chuunin se acercó a él y, tras unos breves momentos, encontró las llaves bajo su pie.
Operación Escape fracasada.
• • •
Los siguientes días no fueron mucho mejores para Uchiha Akame. Dos veces al día, alguien le colocaba unas esposas supresoras de chakra y, tras quitarle los grilletes, le conducía hasta un baño donde podía asearse y cumplir con sus necesidades básicas, sin intimidad alguna. Así de estrictos eran con él.
Por el resto del día, una mujer de cabellos castaños procedía a hurgar en su mente, esta vez acompañada de otro guardia por seguridad —de Yasashi no había vuelto a tener noticia—.
Buscaron por todos los sitios imaginables. En su infancia. En su ingreso a Uzu. Trataron de evocar el recuerdo de su encuentro con Kunie gracias a las fotografías facilitadas por Chokichi. Muchos de estos recuerdos eran claramente falsos.
Un día, llegó un anciano de pelo largo y blanco y barba de chivo. Se anunció como un Sabio del Consejo. Akame notó que fue el que le trató con más inquina de todos. Frases como: sabía que tarde o temprano ibais a causar problemas, en clara alusión a los Hermanos del Desierto, fue tan solo una de sus tantas perlas.
Su trabajo fue el de bucear bajo los falsos recuerdos que Kunie había plantado en Akame, hasta llegar a los verdaderos. Sobra decir que no tuvo mucho éxito.
• • •
Siete días. Habían pasado siete días desde que le habían tirado a aquel calabozo de mala muerte. Akame, como profesional que era, lo sabía por las veces que le llevaban al baño. No había mucho más a lo que agarrarse. Allí, donde el fuego era el único componente lumínico, era muy difícil saber cuando era de día o de noche.
No obstante, le habían llevado al baño hacía tres horas, y el Uchiha intuía que, al menos, estaba anocheciendo. Tenía las muñecas y tobillos doloridos y con heridas por culpa de los grilletes, y los músculos agarrotados. Podía decirse que aquello era lo peor. La espera. El no saber qué iba a ocurrir.
Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y sus oídos se habían afinado como los de un felino. Por eso, lo que para alguien habría sido el sonido de una gota cayendo sobre una ventana lejana, para él eran pasos. Pasos silenciosos pero muy claros para sus oídos. Cada vez más claros. Cada vez más cerca…
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¡Había estado tan cerca! ¡Tan cerca! Casi había podido rozar la libertad con la punta de los dedos. Tan sólo había necesitado librarse de aquellas molestas cadenas supresoras de chakra, activar su Sharingan y... ¡Zzzzup! Desaparecer de allí tan rápido que a nadie le habría dado lugar para detenerle. A Tanzaku Gai, a Yamiria, a Yugakure no Sato... A cualquier sitio que no fuese aquella fría y oscura celda. Allí dentro el tiempo parecía transcurrir lento, como si quisiera cebarse con el pobre Akame y prolongar su agonía. La espera era, en efecto, el peor tramo de sus días. La incertidumbre.
Muchos pensamientos rondaron su cabeza durante aquellos siete largos días. Al principio solían ser "¿cuándo vendrá Datsue?", pero gradualmente pasaron a "¿por qué no viene Datsue?", y finalmente a "¿cuándo van a matarme?". Por eso mismo, cuando el Uchiha escuchó aquellos suaves pasos aproximarse en la oscuridad, tras la ventana...
—Datsue-kun... ¡Datsue-kun! ¿Eres... Eres tú? —preguntó, susurrando—. Ya era hora, joder, llevo una semana en este agujero... Me han... Me han tendido una trampa, Hermano. Me la han jugado. Sácame de aquí, rápido, y te lo contaré todo...
¿Quién sería a aquellas horas? ¿Otro interrogador? Habían hurgado en su mente hacía no tanto, no cuadraba.
¿Uchiha Raito, entonces? Su sensei. Su mentor. O era, quizá… ¿Yume? Akame desechó estas dos opciones y optó por la que creía tenía más posibilidades: Datsue. Su Hermano.
Una sombra alargada se recortó en la entrada de la celda. Plac. Plac. Plac…
Vio su pantalón, azul y oscuro. Vio su chaleco ninja. Vio su… ¡Clic!
Un flash le cegó los ojos como una bomba de luz tirada a bocajarro. Sus ojos, tan acostumbrados a la oscuridad, tardaron unas eternos segundos en ver algo más que manchas borrosas y puntitos de luz aquí y allá.
Una figura fue surgiendo entre la oscuridad. Una figura que conocía muy bien. Algo redondeada, con ligero sobrepeso, una cámara fotográfica entre las manos y una sonrisa de puro deleite.
—Hola, Akame. ¿Qué tal? Así que te han tendido una trampa, ¿eh? —comentó, jocoso.
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La voz de aquel chico le taladró los oídos. Akame notó cómo todos sus músculos se contraían de pura rabia, cómo un volcán furioso hacía erupción en sus entrañas. Deseó ser en ese momento el verdadero hijo de Susano'o para romper aquellas molestas cadenas y descargar toda su ira contra aquel chico. Quiso destrozarle, miembro a miembro, arrancarle la piel a tiras y beber su sangre. Probablemente aquellos pensamientos eran más propios de Shukaku que de Akame El Profesional, pero después de tantos días en solitario confinamiento, el Uchiha había empezado a no ser capaz de distinguir la fina línea que les separaba.
Porque, claro, en palabras del propio Hanabi... Hōzuki Chokichi era la principal razón por la que él estaba allí. «¿¡Pero cómo cojones!? ¿¡Cómo mierda este fracasado sin talento me robó las fotografías!? ¿O es que tuvo ayuda de fuera?» Aquella duda estaba maltratando su cordura. Akame era incapaz de concebir que un ninja tan mediocre en todo —excepto en pasar desapercibido— como Chokichi hubiera sido capaz de burlar sus medidas de seguridad y rescatar aquel sobre.
«¿Acaso tuvo ayuda? ¿Acudió a alguno de los ninjas de la Villa?»
—Chokichi-san, qué bueno verte. Veo que al fin acudes en ayuda de tu maestro; hazme un favor y quítame estas cadenas, ¿sí? Sé un buen alumno —pidió entre toses, con la voz rota—. Luego podremos retomar nuestras lecciones, todavía te queda tanto por aprender...
Oh, sí. Era Hōzuki Chokichi. Héroe entre las Sombras y fotógrafo en sus ratos libres. Aunque cabe decir que, en los últimos tiempos, ya se había dejado de sacar fotografías íntimas a los Sakamoto. Quizá Akame sí había logrado transmitirle algo de cordura, después de todo.
Mientras Akame hablaba, Chokichi se pasaba la lengua por los labios, como un niño que disfruta de su aperitivo favorito.
—Oh, Akame, Akame… —Soltó la cámara, que recayó sobre su pecho, sujetada por una fina cuerda alrededor de su cuello. Ya había sacado la fotografía con la que se deleitaría por años—. Creo que al que le queda mucho por aprender es a ti…
Como de casualidad, Chokichi se sacudió el polvo de la placa anudada a su brazo. Una placa dorada. Una placa de Jōnin.
Emitió una risa aguda y bajita sin disimulo alguno.
—Oh, sí. Ya lo creo que sí. ¡Jijijiji!
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El Uchiha encajó el golpe como pudo. Aquello le hubiese dolido mucho más el primer día, con su orgullo todavía intacto; pero tras una semana de sentirse sometido, humillado y vulnerado de varias maneras posibles por varios de los ninjas a los que días antes había considerado sus compañeros, los estándares morales de Akame habían sufrido un ligero desajuste. O no tan ligero. Cuando Chokichi le mostró su placa de jōnin, el convicto no contuvo una risa seca, como la carcajada de un perro enfermo.
—¡Hehehe... Cof, cof, cof! —tosió violentamente—. ¿Te agrada esa placa, Chokichi-san? Disfrútala mientras puedas, hehehe... ¿Eres consciente de que vas a morir por esto, Chokichi-san?
Con una sonrisa maliciosa, Akame alzó la vista. Tenía un deplorable aspecto, pero aun así, reía por lo bajo.
—Oh no, no es una amenaza... Cof, cof... Sólo te lo constato. ¿Sabes por qué lo sé? Porque sin mí, Chokichi-san... Sin mí no eres nada —otra carcajada perruna—. Eres un chiste, y esa placa será tu sentencia de muerte. Porque cuando todo se vaya al diablo, y tarde o temprano lo hará, y tengas que luchar... Cuando el peligro te atenace y el terror se apodere de ti... Morirás. Y harás bien en morir...
»Y ahora dime, ¿quién te ayudo a recuperar tus fotos? Cof, cof... No pensarás... Cof, cof... ¿No pensarás que me creo que un fracasado sin talento como tú fue capaz de conseguirlas por sí mismo?
Akame era un ninja inteligente. Eso, nadie podía ponerlo en duda. Sabía dónde atacar, dónde clavar la daga para que hiciese daño de verdad. El problema era que estaba luchando con demasiada desventaja. Maniatado, sin sus ojos, y con el éxtasis más puro inundando cada vena de Chokichi en su contra.
Las cartas estaban marcadas y la partida, amañada de antemano.
—¿Eso crees, Akame? Yo opino que sobreestimas tus capacidades —replicó, mordaz—. Así que yo soy un fracaso, ¿eh?
Sonreía. Joder, sonreía como un puto crío machacando al boss final de su videojuego favorito por primera vez.
—Y si yo soy un fracasado, ¿quién eres tú entonces, Akame? ¿Qué llevas aquí, una semana? Hablé con los guardias antes, ¿sabes? Y me contaron… —Casi no podía ni contenerse la risa—. Me contaron que no recibiste ni una sola visita. Ni de tu sensei. Ni de tu novia. Ni de tu querido hermano. Ni un solo amigo. A nadie pareció importarle que estés aquí, Akame. A nadie.
Basta. Ya no podía aguantarse más. Se carcajeó a gusto en su cara.
—Hostia, ¿te has dado cuenta? ¿No es penoso, Akame? —Joder, ¡era maravilloso!—. No es penoso que la única persona que se ha molestado en venir a verte…
»¿Sea yo?
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5/04/2019, 17:14 (Última modificación: 5/04/2019, 17:15 por Uchiha Akame.)
Juego.
Set.
Partido.
Después de aquella reunión, habría que añadir una nueva habilidad al expediente de Hōzuki Chokichi; probablemente adquirida no de Akame, sino de su Hermano. Sacar de quicio a la gente. Disparar a la línea de flotación. Apuñalar en el corazón. Porque lo que Chokichi decía, ¡era verdad! ¡Era la maldita verdad! Nadie había ido a visitarle. La esperanza de que Datsue, su propio Hermano, le rescatase, no había sido sino una vana ilusión. Un engaño. Ni siquiera había aparecido por allí. Estaba solo, y moriría solo; tal y como había vivido. Porque Akame se estaba dando cuenta con cada día que pasaba, con cada hora y minuto... Que sus estúpidas pretensiones de encontrar un hogar en Uzushiogakure habían sido un chiste. Una broma de mal gusto. Las peores pesadillas de Shukaku se le antojaban ahora como una premonición, como una revelación de la verdad que él, borracho de optimismo y cegado por sus estúpidos ideales, había sido incapaz de ver. Ahora incluso le parecía que el Ichibi hubiera estado advirtiéndole del futuro que le esperaba. ¿Había sido eso un acto de crueldad, como él siempre creyera, o de misericordia?
Llegados a ese punto, ya no lo tenía tan claro.
Akame se revolvió en su sitio, encadenado como una alimaña. Se retorció, se abrió las heridas de las muñecas tratando en vano de liberarse, desesperadamente, de aquellas cadenas. Rugió y ladró como un perro echando espumarajos de saliva por la boca, estirando el cuello como si tuviera la posibilidad de morderle la yugular al Hōzuki. Aulló de rabia.
—¡ERES UNA MIERDA, ERES UNA PUTA MIERDA, HIJO DE PUTA, TE VOY A MATAR! —babeaba, fuera de sí—. ¡ERES BASURA, OJALÁ PUDIERA APLASTARTE LA CABEZA COMO A LA MIERDA QUE ERES, MISERABLE, ESCORIA! ¡¡TE VOY A MATAR!! ¡¡SI ALGÚN DÍA SALGO DE AQUÍ, TE VOY A MATAR!! ¡LO JURO POR TODOS LO QUE ES SAGRADO EN ESTE MUNDO!
Chokichi se estremeció. Sí, se estremeció, pero no de miedo, sino de puro placer. Saboreó cada palabra, cada rugido y cada amenaza de Akame como inyecciones en vena de éxtasis puro. Porque, si bien sin aquellos barrotes estaría ahora encogiéndose en un charco en el suelo, con ellos, sentía orgasmos en los oídos.
Aprovechó cuando Akame se estaba desencajando la mandíbula en un gruñido eterno para sacarle otra foto. Una más para su colección.
Fue en esos momentos cuando alguien se acercó a pasos rápidos.
—Pero, ¿¡qué coño está pasando!?
—Oh, discúlpeme, Gakuto-san. Creo que al preso le sentó mal algo que dije —miró de reojo a Akame por última vez, y aquella fue una mirada de desdén—. No se preocupe. Ya he terminado con él. No hay nada más que merezca la pena aquí.
Y así, Hozuki Chokichi se fue. Sin despedirse. Sin mirar atrás. Akame estaba acabado, y dedicarle un solo segundo más de su tiempo era una pérdida total y absoluta de tiempo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80