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Después de su aventura en Yugakure, un lugar demasiado bullicioso para Ranko, la kunoichi de la trenza decidió ir en dirección opuesta, hacia el oeste. Y a un lugar en esencia contrario a la aldea de las termas.
A pesar de que había escuchado que Yachi era un lugar sumamente popular por los impresionantes paisajes del cañón, poco se decía del pueblito mismo. Al verlo a la distancia, Ranko se lo imaginó bastante acogedor, con muchas personas alegres y mucho silencio típico de un lugar alejado de todo. Un lugar lleno de aire fresco y verde. Era su primera vez en el País de la Tormenta, y hasta el momento todo había ido bien. Vestía una blusa que su hermana le había regalado: parecía la parte superior de un kimono, era una de esas mezclas de estilos que tanto agradaban a Kuumi. A Ranko se le hacía raro llevar algo con mangas, pero el color cerúleo con motivos florales blancos le gustó bastante. También llevaba un cómodo pantalón de artes marciales de color oscuro y sus zapatos de siempre.
Eran aproximadamente las cuatro de la tarde, y la chica estaba algo cansada de andar. A pesar de que no le hacía falta mucho para llegar a Yachi, donde buscaría pasar la noche, Ranko decidió aprovechar el cálido aire de la tarde, así como un árbol solitario a varios metros del camino, para descansar. Normalmente se exigiría andar, no, correr hasta cumplir su objetivo, pero ese día algo le ganó a su instinto del esfuerzo. No fue pereza ni comodidad. Fue calma.
Se apartó de la senda y caminó hasta el árbol, rodeándolo y quedando del lado opuesto a la vía. Colocó su mochila a un lado, se sentó con un suave suspiro de tranquilidad, con la espalda contra el tronco, y respiró profundamente. Abrió su mochila y buscó en ella una flauta de madera. Ante sí se extendía un paisaje que quería ser rocoso, pero la hierba no le dejaba del todo. El cañón estaba al otro lado del camino, pero no le importó. El ambiente era lo que le hacía sentir tan tranquila.
“Hasta un guerrero disfruta las épocas de paz” pensó. Acercó la flauta a su rostro, pero se detuvo. Recordó el valle de Unraikyo, y cómo el tocar la flauta le había llevado a un interesante combate con un chico fuerte, pero algo egocéntrico. ¿A qué le llevaría la música esta vez?
Colocó la flauta en sus labios y sopló.
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Era una tarde rara aquella. El verano había entrado con fuerza, pero para cualquier habitante del País de la Tormenta aquello no eran más que noticias lejanas. No aquel día. Amenokami se había hecho a un lado, y aunque seguía tan nublado como de costumbre, había dejado de llover. En contraposición, un aire tan cálido como asfixiante soplaba entre los acantilados.
Ayame, con una mochila a cuestas, se abanicó con una mano, pero no tuvo demasiado éxito. Hacía calor, puede que no tanto como cabría esperarse en cualquier otra parte de Oonindo, pero para alguien como ella, habituada a las temperaturas frescas y a la lluvia cayendo sobre su piel, era algo casi insoportable. Con un suspiro resignado, retomó el camino hacia Yachi. ¡En qué momento se habría ofrecido a ir a comprar una de aquellas dichosas calabazas!
«Tendría que haberle pedido permiso a Daruu para quedarme en su cabaña... al menos tendría donde pasar la noche.» Se lamentó por no haberse acordado a tiempo.
Pocos minutos después la escuchó en la distancia. Una melodía suave, hermosa y aflautada que repetía una cancioncilla en el aire. Provenía de un árbol cercano que se encontraba a un lado del camino. Ayame se detuvo en seco, con la cabeza ligeramente ladeada y el corazón latiéndole con fuerza.
«¿Podría ser...?» Se preguntó.
Y la emoción la embargó. Abandonó el sendero entre largas zancadas y se acercó al árbol a todo correr con una radiante sonrisa en los labios.
—¡E...! —Pero la sonrisa no tardó en evaporarse de su rostro—. Oh...
Y es que al otro lado del tronco no estaba la persona que había esperado. De hecho, y aparte de la flauta de madera que estaba tocando, aquella muchacha no se parecía en nada a Eri. Era alta, muy alta, de caderas y piernas tan prominentes como potentes, rasgos afilados y tez bronceada. Su largo cabello de color castaño caía hacia atrás, recogido en una esponjosa trenza.
—L.... Lo siento, te he confundido con otra persona —se excusó, con una sonrisa nerviosa.
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A pesar de que Ranko no era una experta flautista, ya dominaba el instrumento al punto de no tener que enfocarse demasiado en las notas, siempre que estuviese tranquila. Su mente divagó por los lugares por los que había pasado en su viaje hasta Yachi, y se relajó casi por completo.
Hasta que una persona se le acercó de repente, rodeando el árbol. Ranko se sobresaltó al ver asomarse a aquella chica de piel pálida, cabellos negros y una luna en la frente. Apretó sin querer la embocadura con los labios y sopló fuertemente como por reflejo, lo cual soltó al aire una nota continua con muy alto volumen.
La flauta se le escurrió de entre los dedos, así que la chica tuvo que hacer maniobras veloces, haciendo rebotar el instrumento entre sus manos para evitar que cayera al suelo.
—A-ahm… Eeeh… —soltó titubeante, apretando la flauta contra su pecho —. L-l-lo si-siento.
"¡No, Ranko!" se regañó mentalmente "¡No deberías de disculparte si la otra persona se acaba de disculpar! Sabías que esto pasaría… bueno, no lo sabías, ¡Pero era probable! ¡Concéntrate!"
—Di-digo… Perdón. ¡No! Ehm… Bu… ¿Buscaba a o-otra flautista?
No cayó en cuenta de que lo que había dicho no contaba como saludo propio sino hasta varios segundos después de que las palabras dejaran sus labios. Sin poder alzar la mirada a los orbes avellana de la recién llegada, Ranko enfocó sus ojos en los pies de la chica, por alguna razón.
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9/06/2019, 13:15
(Última modificación: 9/06/2019, 13:16 por Aotsuki Ayame.)
FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
La agradable melodía se transformó súbitamente en un agudo pitido que laceró los oídos de Ayame y le hizo tapárselos con un profundo gesto de dolor.
— A-ahm… Eeeh… —balbuceó la muchacha, después de varios malabarismos y aspavientos con su flauta para evitar que terminara cayendo al suelo—. L-l-lo si-siento.
— No... no te preocupes... —farfulló Ayame, que aún se masajeaba el trago de la oreja en un intento por disipar aquel pitido que se le había quedado grabado a fuego en el tímpano.
— Di-digo… Perdón. ¡No! Ehm… Bu… ¿Buscaba a o-otra flautista?
Ayame ladeó la cabeza varias veces, pensativa y algo extrañada ante la actitud de la desconocida. Hablaba con ella pero no la miraba a la cara, sino a los pies. Durante un instante, Ayame no pudo evitar preguntarse si tendría algo en ellos o si los tendría sucios, pero enseguida desechó aquella idea cuando bajó la cabeza para comprobarlo.
— Bueno, más que buscarla... Digamos que tengo una amiga a la que hace mucho tiempo que no veo y que también toca la flauta. Al escucharte creía que... Bueno, creía que tú serías esa persona. Siento mucho haberte asustado —le sonrió, afable—. ¡Por cierto, se te da muy bien! ¡Oh! ¿Eres una kunoichi de Kusagakure? —añadió, señalando la bandana que llevaba anudada al cuello y en la que acababa de reparar.
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La chica no buscaba activamente a otra flautista, pues solamente había confundido a Ranko con una amiga suya. La de la trenza se levantó entonces, pues cayó en cuenta de que era de mala educación hablar con alguien sin estar a la altura de sus ojos. No obstante, su mirada tardó en posarse sobre los orbes de la chica, y recorrieron torpemente su cuerpo. Intentaba evitar el contacto visual, pues solía ponerla más incómoda.
—N-no se… no se p- —Comenzó Ranko ante la disculpa por el susto, mas se trabó consigo misma al querer dar las gracias por el cumplido —. G-gracias. Muchas. ¡S-sí!
La chica había reconocido el emblema de su bandana, por lo cual, dada su emoción, la de la trenza la miró a los ojos alegre, pero sonrojada. Era una Amejin, a juzgar por la correspondiente hitai-ate que portaba en una manga ("¿Sería una ude-ate, entonces?"). Por un segundo, pudo enfocarse más en su rostro. Sus facciones se notaban algo delicadas e infantiles, aunque no demasiado. Sus cabellos y sus ojos desprendían chispas azules y verdes, respectivamente, cada que el viento movía el árbol y dejaba pasar uno que otro haz de luz. Su presencia se le hizo relajante. La de la trenza tardó un par de segundos en presentarse adecuadamente.
—S-sí. Sagisō Ranko, d-de Kusagakure no S-sato —Le dedicó una reverencia profunda y una tímida sonrisa.
"Es linda… Y no tiene pinta de ser como Kingu-san. Aunque no lleva ni un minuto aquí, así que no sabría exactamente…"
—U-un gusto. ¿V-viene de Ahm… Amegakure? ¡E-es un p-placer! —Aunque era obvio, la morena no sabía qué decir en un inicio. Ranko jugueteaba con la flauta, haciéndola girar entre sus dedos —. E-es curioso… Una vez co-conocí a alguien de allá. Me… me dijo que era famoso.
Recordó entonces al chico de cabello bicolor y cómo se proponía que todo el mundo conociera "el aullido del rey colmillo de lobo".
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La desconocida levantó la mirada con timidez. Se posaron durante un breve instante en los ojos de Ayame pero, como una tímida mariposa, no tardaron en volver a levantar el vuelo para terminar en algún punto indeterminado de su cuerpo.
—N-no se… no se p- G-gracias. Muchas. ¡S-sí! —balbuceaba torpemente. Pero cuando Ayame la reconoció como una kunoichi de Kusagakure, su actitud cambió radicalmente. La muchacha se iluminó como alcanzada por un rayo de sol y, en aquella ocasión sí, la miró a los ojos con el rubor encendiendo sus mejillas—. S-sí. Sagisō Ranko, d-de Kusagakure no S-sato.
Ayame sonrió abiertamente. Ranko era la segunda kunoichi de Kusagakure desde Taeko, aquella adorable chica muda de la que hacía tanto que no sabía nada. La última vez que la había visto fue en aquella reunión en su aldea, justo antes de partir a aquella misión tan importante de los hilos de chakra. Y, de nuevo, no pudo evitar preguntarse si se encontraría bien y qué habría sido de ella después de aquella misión.
—U-un gusto. ¿V-viene de Ahm… Amegakure? ¡E-es un p-placer!
—¡Sí! —respondió Ayame, de vuelta al mundo terrenal—. Yo soy Aotsuki Ayame, ¡el gusto es mío!
—E-es curioso… —añadió Ranko, jugueteando con la flauta entre sus dedos—. Una vez co-conocí a alguien de allá. Me… me dijo que era famoso.
—¿Alguien famoso de Amegakure? —repitió Ayame, algo confundida. Por supuesto, y como en cualquier otra ciudad, había muchas personas famosas en Amegakure, pero ella no los conocía más de verlos por la televisión o oír sobre ellos, pero con tan pocos detalles no podía hacerse una idea sobre quién estaba hablando la de Kusagakure—. ¿Quién era? ¿Te dio su nombre?
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La chica se presentó como Aotsuki Ayame, ante lo cual Ranko soltó un "mucho gusto" sin querer, a pesar de ya haber expresado su contento.
"Ayame... Es un bonito nombre. ¡Es curioso que las dos tengamos nombre de flor! pensó la de la trenza con una sonrisa, pues identificó el significado del nombre de su interlocutora, "lirio", y lo comparó con la primera parte del propio, "orquídea".
No solo eso, sino que Ayame se mostraba muy amable, al menos en lo que iba de su corta interacción. Además, parecía interesada en saber quién era la persona de Amegakure que Ranko conocía. La chica asintió a las interrogantes.
—S-sí. Era un cantante… bueno… u-un ninja que… ahm… cantaba. Su nombre era Rōga. Kingu Rōga-san. ¿Le conoce, Aotsuki-san?
La Kusajin quería probar las palabras de su otrora contrincante. Aunque en su tiempo no fuese verdad, tal vez en ese momento ya fuese una realidad.
"El Valle de Unraikyo está algo distante de aquí y ahora. Yo he mejorado desde entonces, lo más probable es que él también."
Intentó descubrir en la apariencia de la kunoichi que tenía enfrente algún indicio, alguna pista que le dijera cómo era Ayame, pero no encontró mucho. Todas las advertencias de "no confiarse de las personas a primera vista" eran un tanto extrañas para Ranko, pues la enorme mayoría de personas con quienes se había encontrado habían sido buenas personas. De cierta manera. Si se guiaba por su experiencia, no tendría por qué sospechar de alguna mala intención por parte de Ayame.
"Además, aunque quisiera, no creo poder descubrir nada" se dijo, dudando de sí misma. Después de todo, sus habilidades inquisitivas eran poco más que mediocres.
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—S-sí —asintió Ranko—. Era un cantante… bueno… u-un ninja que… ahm… cantaba. Su nombre era Rōga. Kingu Rōga-san. ¿Le conoce, Aotsuki-san.
Ayame había abierto los ojos como platos. Con sólo escuchar que era un ninja que cantaba había comenzado a sospechar al respecto y, de hecho, todas sus suposiciones se vieron confirmadas cuando la de Kusagakure pronunció su nombre. Rōga. El famoso King Rōga. A la muchacha se le escapó un resoplido antes de romper a reír. Se tapó los ojos y negó varias veces con la cabeza.
«Ay, ¿hasta dónde han escalado tus delirios de grandeza, Roga?»
—Perdón, perdón —se excusó, con una risilla—. Sí, claro que conozco al Rey Colmillo de Lobo. Pero aunque es cierto que canta, y de hecho lo hace con gran pasión, me temo que la única fama que tiene es entre los parroquianos que frecuentan los karaokes donde suele actuar —explicó, encogiéndose de hombros, ajena a los pensamientos y a la precaución que Ranko tenía sobre ella—. Yo también conozco a varias personas de tu aldea —añadió entonces, mirándola directamente—. Entre ellas una chica bastante bonita pero muda la pobre... ¿La has visto? —preguntó, con el corazón en un puño.
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Ranko tuvo una mezcla de alegría y decepción al escuchar que Ayame conocía a Rōga. Y su risa, por supuesto, le causó cierto grado de confusión. Antes de que pudiese preguntar qué era tan gracioso, la chica se explicó. Rōga no era famoso. Para nada. Bueno, tal vez de manera muy local.
— Oh… Entiendo —soltó la de la trenza, algo apenada por lo que había dicho. Pensó que tal vez recordaba mal las palabras del tan acelerado chico.
"Bueno… Kingu-san también dijo que se haría el mejor, el más conocido… solo que todavía no lo ha logrado." Sintió un poco de empatía hacia él, pues compartía su meta hasta cierto punto, y una chispa de desafío, pues no quería quedarse atrás.
Ayame comentó entonces que conocía a otros de Kusagakure, lo cual intrigó a Ranko.
— ¡Oh! ¡E-espero que le... Le hayan dejado una... Ahm... Buena impresión!
El instinto le hizo querer evadir la mirada de la Amejin, pero tuvo la voluntad suficiente para no hacerlo: tenía que forzarse a hablar bien con las personas, aunque fuese de a poco. Sus ojos estaban posados en los orbes de la chica cuando ésta le preguntó sobre alguien en especial: una chica hermosa y muda. La de la trenza se llevó un dedo al mentón, pensativa.
"Bastante bonita… y muda…" Su mente regresó a las aulas de la Academia, intentando recordar las caras de sus compañeros. Claro, ella no había podido hacer muchos amigos, pero no quitaba que tal vez recordase a alguien con tal discapacidad.
— N-no, lo siento, yo… —Había comenzado a decir, cuando el fragmento de un recuerdo la golpeó en la nuca.
"...nos vimos y… ya sabes. Bueno, papá sabe que… vinieron hace muuuucho. La chica está en mi clase… hacernos amigas, pero, creo que tiene problemas para hablar…"
"Oh es… ¿como yo?"
"No, ella… algo físico. Su garganta… ¡...nombres parecidos! Ella es…"
Ranko se había llevado la palma de su mano a la frente, haciendo un esfuerzo titánico por recordar mejor.
— E-espere… Creo… Creo que hu-hubo alguien así en la clase de… de mi hermana. ¿Recuerda su nombre, Aotsuki-san?
No estaba segura de si conocería todos los detalles, pues pocas veces quería inmiscuirse en la vida de otros. Pero tal vez si escuchase el nombre, algo reverberaría en su cabeza con la suficiente fuerza como para contestar la pregunta de Ayame.
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—¡Oh! ¡E-espero que le... Le hayan dejado una... Ahm... Buena impresión!
Ayame asintió varias veces, con una sonrisa en los labios: Yota era al que más conocía de los shinobi de Kusagakure y, pese a que en muchas ocasiones podía pasarse de radical o de malhablado, era un buen chico; a Daigo no le conocía demasiado, pero había intentado salvarla de las garras de Kuroyuki; a Juro tampoco lo conocía demasiado, pero compartía su mismo destino como jinchuuriki; y Taeko...
—N-no, lo siento, yo… —continuaba balbuceando Ranko, en relación a la pregunta sobre la kunoichi muda.
Ayame hundió los hombros con un súbito abatimiento.
—Vaya... hace mucho que no sé de ella, espero que esté b...
—E-espere… Creo… Creo que hu-hubo alguien así en la clase de… de mi hermana. ¿Recuerda su nombre, Aotsuki-san?
Ayame volvió a levantar la cabeza rápidamente, su corazón latiendo con renovada intensidad. Abrió y cerró la boca varias veces, mientras forzaba a su cerebro a hacer memoria. Después de todo, ya había pasado más de un año y medio desde la última vez que había visto a aquella muchacha. Y en aquella ocasión, en la terraza del edificio del Morikage, ni siquiera tuvieron la ocasión de hablar. Y ella era un verdadero desastre a la hora de recordar nombres. Angustiada, abrió y cerró varias veces los puños y respiró hondo varias veces.
—Ha... hace mucho que no la veo... —se excusó, acongojada—. Su... su nombre... —«Da... Dae... No, Daigo no es ella... Empezaba por Ta... ¡Maldita sea, eres tonta, tonta, tonta!»—. Ta... ¿Taiko...?
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Algo le decía que Ayame le había tomado cariño a aquella chica muda, pues su expresión era ligeramente melancólica. La amejin se devanó los sesos intentando recuperar el nombre de la chica desde la profundidad de su memoria.
"¿Taiko? Bueno, -ko es bastante común para los nombres de chicas… ¿Se llamaría Taiko?"
Después de unos segundos de pensar, Ranko negó tímidamente con la cabeza.
— L-lo siento, Aotsuki-san. N-no sé si es la misma persona… —Suspiró, un tanto decepcionada de no poder ayudar a la chica a ubicar a su amiga — . ¿Tenía Aotsuki-san a e-esta chica en alta estim…?
Ranko se interrumpió.
”Alta e… Ta e…”
Un recuerdo un poco más detallado asaltó su mente.
”...Nos vimos después de clases. Ya sabes, cosas.”
”No, no sé. Sabes que… pues… Me quedé atrás y…”
”¡Oh! Lo siento, Ran-chan… Bueno. ¿Sabes lo curioso? Hay una familia que padre y madre han mencionado un poco. Papá sabe que vinieron a la aldea hace mucho, creo. No sé de dónde. En fin, la chica está en mi clase. ¡Y tiene un poder raro!”
”Raro como… ¿explosiones? ¿implosiones?”
”Ja ja ja, no, ¡pero eso sería genial! No, tiene un poder como… para atraer y controlar shuriken. Como... ¿imanes? Bueno, algo así, no es muy buena en ello. No es yo oh jo jo jo~”
”Kuu-chan…”
”Ja ja, lo siento. Bueno, intentamos charlar y hacernos amigas, pero creo que tomará tiempo. Tiene problemas para hablar, y me da pereza estar leyendo todo lo que escribe.”
”¿Problemas? Es… ¿como yo?”
”No, ella tiene algo de nacimiento, creo. Algo físico. Creo que se lastimó su garganta cuando era pequeña, yo qué sé. ¡Pero debo de admitir que es muy bonita! Su cabello es como blanco, se ve genial. Pero no tan genial ni dinámico como el mío. Por alguna razón me recuerda a ti… Alguna razón mística ja ja ja.”
”¿A qué te refieres? Yo no tengo el cabello blanco ni… ni soy…”
”Madre dice que eres linda. No digas esas cosas. Además, ¡hasta sus nombres son parecidos! Bueno, en cierta manera… Dos kanji, tres sílabas y terminan igual. Ella es Taeko. ¡Y su apellido inicia como el nombre de padre, con el kanji de “máquina”. Qué curioso…”
— Taeko —comenzó Ranko, cerrando los ojos para no perder ese recuerdo tan repentino — . Taeko Ki… algo. T-tenía cabello blanco, creo. Y escribía todo. C-creo que e-eso me dijo mi hermana… ¿E-es ella, Aotsuki-san?
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—L-lo siento, Aotsuki-san. N-no sé si es la misma persona… —Suspiró Taeko, algo apenada. Y Ayame respindió con otro suspiro cargado de amarga decepción—.. ¿Tenía Aotsuki-san a e-esta chica en alta estim…?
—No la conocía mucho... —reconoció ella—. Pero era una buena chica. Estoy segura de ello. Por eso esperaba que estuviera bien...
—Taeko —dijo entonces Ranko, que había cerrado los ojos momentáneamente. Y el corazón de Ayame se encogió al escucharla pronunciar aquel nombre perdido en las brumas de los recuerdos—. Taeko Ki… algo. T-tenía cabello blanco, creo. Y escribía todo. C-creo que e-eso me dijo mi hermana… ¿E-es ella, Aotsuki-san?
—¡S... Sí! ¡Taeko, eso es! ¡Llevaba un cuaderno con el que se comunicaba escribiendo! Y... ¡Y le gustaba la caligrafía! ¿Entonces la conoces? —preguntó, ansiosa.
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Aquella persona, Taeko, parecía ser una buena chica, hasta el punto de hacer que una Amejin se sintiera así de interesada en ella. Ayame le preguntó a Ranko sobre aquella ninja amante de la caligrafía. La de la trenza se quedó sin palabras por unos segundos, sin poder formar más sonido que un balbuceo.
— N-n-no. Y-yo no la conozco… Fue m-mi hermana, Kuumi. —dijo. Se ponía nerviosa de ser la intermediaria entre Ayame y los recuerdos de Taeko.
Cerró los ojos, intentando concentrarse en lo último que tuviese en su memoria. ¿Cuándo fue la última vez que su hermana había mencionado a la chica de poderes magnéticos? Se imaginó sentada en el jardín de la familia Sagisō, con un álbum de fotos en su regazo. Buscaba entre las páginas aquellas imágenes donde apareciera una chica linda de cabellos blancos plateados. O alguna mención de ella. La memoria de Ranko no era la mejor, pero tampoco era demasiado mala. Además, le había interesado cómo una chica sin habla pudiese comunicarse más que ella misma.
Palabras volaron por su mente, como las páginas del álbum, hasta que una escena se materializó frente a sus ojos.
"...y las Kikazura, pobres almas, llegaron hace tiempo ya. ¿Han sabido de ellas? ¡Eran testigos…! No, ¡Pruebas vivientes de la nobleza y merced de Kusagakure!"
Su padre gustaba de ensalzar a la aldea, en especial a la familia Sagisō y a otros clanes "nobles". A su vez, se mostraba compasivo (ante sus ojos, solamente) para con los menos favorecidos, como el chico que trajeron del triste pueblo de Hanamura, Kazuma.
Ranko abrió los ojos.
"¿Kuu-chan? ¿Acaso no estaba en tu clase?"
"Desde que nos graduamos no veo a diario a mis excompañeros, padre. No me culpes. Aunque… Es verdad que no la veo desde hace un buen rato. ¿Dónde estará?"
"T-tal vez está en una misión muy larga…"
"Oh, que los Dioses las amparen, entonces. ¡Pobres! La madre, sumamente enferma. La hija, muda. ¡Tendrían futuro en la Aldea, si se hubieran quedado!"
Sagisō Kizaemon era… pues… muy chismoso.
"Espera, padre, ¿dices que..?"
— También… también su madre… —susurró Ranko. Ahora estaba allí, cerca de Yachi, con una kunoichi de Amegakure, enfrente. Parpadeó algunas veces, intentando transmitir lo que había visto en su recuerdo — . M-mi padre… Mi padre a veces se interesa en… ahm… otras familias. Y… y una vez comentó que… que la madre de Taeko ya no se encontraba en la Aldea… Y mi hermana no recuerda ha-haberla visto. Recientemente. Bueno, cuando dijeron eso fue… —Intentó recordar la fecha en la que esa conversación tuvo lugar — . Ha… hace casi un año…
Suspiró con pesadez. Posiblemente Ayame esperaba que le compartiese buenas nuevas de su antigua amiga, pero solo le daba un mensaje vacío.
¿Qué sentiría yo si… si me enterara que, por ejemplo, Mei-san no ha sido vista por un largo tiempo? ¿Me preocuparía? ¿O acaso insistiría en que está bien?"
— Lo siento.
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—N-n-no. Y-yo no la conozco… Fue m-mi hermana, Kuumi —respondió Ranko, algo nerviosa ante el constante escrutinio de la curiosidad de Ayame.
—Oh... —respondió Ayame, con una sonrisilla.
Pero la de Kusagakure había cerrado los ojos momentáneamente, como si estuviese tratando de hacer memoria.
—También… también su madre… —continuó, y Ayame la miró llena de interrogantes—. M-mi padre… Mi padre a veces se interesa en… ahm… otras familias. Y… y una vez comentó que… que la madre de Taeko ya no se encontraba en la Aldea… Y mi hermana no recuerda ha-haberla visto. Recientemente. Bueno, cuando dijeron eso fue… —la muchacha hizo una breve pausa, intentando recordar—. Ha… hace casi un año…
Ayame se quedó muda de asombro. Si lo que Ranko decía era cierto, hacía más de un año que no veían a Taeko dentro de la aldea. Y si su madre tampoco estaba en Kusagakure, eso quería decir que...
—Lo siento.
—¡No! Te agradezco mucho que me lo hayas contado —se apresuró a corregir Ayame, agitando las manos en el aire—. Espero que, esté donde esté, se encuentre bien. ¿Y quién sabe? Quizás algún día nos volvemos a encontrar —añadió, con una renovada sonrisa—. ¿Tú también ibas hacia Yachi, Ranko-san?
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· Des 40
· Per 40
La chica se la luna se lamentaba de que Ranko no conociera a Taeko, y aún más, de que no se hubiese escuchado de ésta en mucho tiempo. Sin embargo, le agradeció a la de la trenza que le hubiese contado al respecto.
Ranko sonrió y asintió, aunque no podía evitar sentir un dejo de melancolía.
"Creo que debería preguntar al llegar a casa… Madre conoce a mucha gente, tal vez ella podría averiguar el paradero de Taeko-san" pensó, a la vez que se preguntaba si era discreto preguntar por alguien de su propia aldea por intereses de alguien de Amegakure.
La Kusajin asintió de nuevo ante la pregunta de Ayame.
—¡S-sí! D-de hecho, creo que debería po… ponerme en marcha. No sé dónde… dónde quedarme, así que… ahm… pues… quería pasar algo d-de tiempo buscando u-una… posada. Creo.
Ranko comenzó a acomodarse las cosas encima, después de limpiar la boquilla de su flauta con un pañuelo y meter el instrumento en su mochila. Se acomodó la trenza, pues siempre se metía entre ella y su equipaje, y respiró profundamente, con una sonrisa tímida.
—¿Aotsuki-san también va para…? —Pero se interrumpió al darse cuenta de que, si Ayame dijo "también" era porque ella iba a Yachi, en primer lugar —. D-d-digo… Ha… ¿Ha estado an… a-antes en Yachi?
Suspiró mentalmente, pues creía haberse zafado de hacer una pregunta tonta.
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