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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Un extraño sabor inundó su boca, era un sabor amargo que nunca había experimentado en su vida. Y entonces lo entendió.

«¡¡VENENO!!»

El rodillazo enganchó a Naia, que se vio obligada a romper el contacto cuando perdió el aire de sus pulmones y se vio expulsada a un lado, revolviéndose de dolor entre toses sanguinolentas. Ayame se reincorporó todo lo deprisa que pudo, limpiándose los labios y escupiendo a un lado para evitar que ni una gota de toxina volviera a inundar su cuerpo.

Maldita... —oyó decir a Naia, y Ayame se volvió hacia ella. La espléndida mujer se había convertido en algo que distaba de ser siquiera una sombra de lo que fue. En un guiñapo polvoriento, sucio y arrancado de toda la belleza de la que tanto presumía. Ensangrentada, con los cabellos mojados y sucios, y con aquella espléndida túnica reducida a apenas un trapo agujereado, costaba mucho creer que aquella Náyade hubiese sido la que había hecho perder la cabeza a tantas personas—. ¿Crees que esto es todo? ¿crees que vas a ganar, eh, mocosa?

El rostro de Ayame se encombreció.

Ganaré —sentenció, mientras sus manos comenzaban a entrelazarse lentamente—. Por Daruu. Por Kiroe. Por la familia que rompiste en mil pedazos.Tigre—. Por todas esas vidas de todas aquellas personas, mujeres, hombres y niños; que destrozaste con tu obsesión por el poder y el dineroCarnero—.Por mi padre y por mi hermano. Los protegeré a todos.Buey—. ¡Por supuesto que ganaré!

Palmada.

Y con una breve ondulación en el aire, Ayame se transformó en Naia. En una versión de Naia más hermosa que nunca, con sus resplandecientes cabellos dorados cayendo de forma sinuosa por sus sugerentes hombros y sus ojos de esmeraldas. La [i]Náyade se acercó contoneándose como una cobra, se subió sobre su víctima, inmovilizada contra el suelo por las heridas, y pasando sus tersas piernas a ambos lados de su cuerpo, acercó su rostro al de ella, hasta que su aliento dulzón le hizo cosquillas en la mejilla.

Pero primero probarás tu propia medicina —sonrió, con la sonrisa más encantadora que jamás había existido sobre la faz de Oonindo.

Fue un acto tan rápido como brutal. Naia clavó sus dedos de arpía en las cuencas oculares de su víctima, que sintió un dolor punzante y atroz atravesándole el cráneo. Pero Naia no terminó allí e hizo palanca hasta hacerse con su preciado trofeo: dos ojos del color de las esmeraldas que miraban sin ver al infinito, lejos de donde deberían estar...[/i]






PV:

126/210

-3 PV

CK:

62/330

100/100

-18 CK


Envenenada durante 2 turnos



Fuerza: 35
Resistencia: 40
Aguante: 40
Agilidad: 90
Destreza: 50
Poder: 60
Inteligencia: 60
Carisma: 40
Voluntad: 40
Percepción: 85


Portaobjetos básico (Pierna derecha)
  • ·Senbon x4
Portaobjetos avanzado (Tras la espalda)
  • ·Kemuridama
    ·Antídoto
Carcaj con 15/15 flechas (espalda)
Arco plegable (Antebrazo izquierdo)


· Veneno: 3 PV durante 2 turnos





¤ Ippan no Genjutsu
¤ Técnica Ilusoria General
- Tipo: Apoyo (Genjutsu visual)
- Rango: D
- Requisitos: Genjutsu 40
- Gastos: 18 CK (impide regeneración de chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: (ver descripción)
- Sellos: Tigre → Carnero → Buey → Palmada
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: Rango visual de la víctima
Aunque la denominación de la técnica la tacha de general, ésta concierne a las ilusiones sensoriales de tipo visual, es decir, aquellas en las que el oponente está mirando al usuario de la técnica en el momento de finalización de los sellos manuales que la lanzan. Si el usuario dispone de Inteligencia < 20, no podrá utilizar esta técnica. Si dispone de menos de 40 de Inteligencia, no será capaz de mantener ninguna técnica activa mientras la utiliza. No se puede utilizar junto a jutsus complejos y que requieran un excesivo control, como criaturas dirigibles o clones de cualquier tipo.

El usuario necesita un gran conocimiento de la mente del oponente y un gran control del chakra para poder disfrutar de un control minucioso de estas ilusiones. Durante el transcurso de las mismas, tanto usuario como oponente estarán paralizados en el sitio. Al principio, el usuario sólo será capaz de mostrarle imágenes y sonidos falsos en el mismo entorno en el que se encuentran, y la ilusión sólo durará unos segundos, por tanto se pierde gran parte del efecto de desconcierto.

(Genjutsu 60) Un ejecutor con algo de experiencia será capaz de controlar el sentido del tacto, el olfato y el gusto del oponente, de modo que podrá hacerle sentir dolor o experimentar otro tipo de sensaciones. Además, será capaz de modificar el entorno por completo durante el transcurso de la ilusión, y de hacer que la ilusión dure todo el tiempo que haga falta, hasta un máximo de diez turnos.


[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
Responder
Naia —convertida en un minúsculo ser que lejos estaba de la perfección y grandeza de su habitual porte y figura— seguía arrastrándose por el suelo, sabiéndose limitada a esperar a que sus energías se repusieran, de a poco, tras el inequívoco gasto de su beso mortal que acabó en un despilfarro sinsentido de chakra. Años y años de cometer sus fechorías, cientos de víctimas que cayeron en sus garras de sensualidad y dominación. Y aún así, acabó equivocándose con la menos indicada.

La mujer, maltrecha, tragó saliva. Tenía la garganta seca y los ojos vidriosos, poseída por el miedo. Aunque no tenía miedo de morir, sino a abandonar este mundo sin haber cumplido su venganza. ¡Sin haberse cobrado la vida de esa puta de Kiroe!

Ganaré...

» Por Daruu. Por Kiroe. Por la familia que rompiste en mil pedazos.

Tigre. Naia trastabilló impotente por la tierra húmeda, clavando sus garras hasta el fondo de la arenilla como una serpiente buscando protegerse del águila que volaba rapaz y peligrosa sobre los tormentosos cielos de la Tormenta. Buscaba alejarse, pero lo intentó sin éxito.

»Por todas esas vidas de todas aquellas personas, mujeres, hombres y niños; que destrozaste con tu obsesión por el poder y el dinero.

Carnero. La boca de la náyade murmuraba palabras ininteligible. Sollozos gemidos, temerosos. No... n-no... piedad.. ¿y qué hay de los que la decena de personas que le pidieron piedad a ella?

»Por mi padre y por mi hermano. Los protegeré a todos.Buey—. ¡Por supuesto que ganaré!

—¡¡Espera!!

¡Plás!

Todo a su alrededor permaneció igual. Los instintos de Naia le decían que algo estaba mal, pero su mente y su corazón no estaban preparados para saber el qué. Así que, engañada por los vestigios de una poderosa técnica de Genjutsu que incluso ella desconocía, a pesar de manejar las artes ilusorias con bastante pericia; La Náyade contempló lo mismo que habían presenciado todas sus víctimas. A ella, galante, hermosa, deseada. Acercándose mortífera hacia ellos en un contorneo similar al de una verdadera serpiente, con sus claros ojos esmeraldas poseyendo a quien los viera. Sintió por primera vez el peso de su menudo cuerpo sobre ella, aligerado como una pluma. Frotándose entre sí en un tacto carnal.

Naia no dijo nada, sólo disfrutó. Como lo habrían hecho todos ellos. Y todas ellas. Hasta que...

Sus propios dedos se le hundieron en las cuencas de forma antinatural, apretujando tan fuerte que acabó por desligar los nervios de la retina para arrancarle finalmente los dos ojos. Tal fue el dolor que sintió que la gran Nakura Naia echó a chillar como un puerco en el matadero, sus gritos fueron inhumanos, sobrenaturales. Casi se desgarró la garganta mientras clamaba por ayuda. Mientras pedía auxilio, ahora sumida totalmente en una dolorosa oscuridad.

Lo curioso fue que, envuelta en las sombras de un mundo oscuro, podía ver. Rostros. Muchos de ellos. Acosándole. Las caras de todas sus víctimas, claras como la cristalina luz de una luna menguante.


PV:

151/300


CK:

64/300

+20 CK


» 1 AO mantenida
»Nakura Naia recibe una penalización de -10 a la Agilidad hasta que cure las heridas que le acaecen los pies y las piernas.


Fuerza: 40
Resistencia: 40
Aguante: 40
Agilidad: 50
Destreza: 80
Poder: 40
Inteligencia: 60
Carisma: 100
Voluntad: 80
Percepción: 80

—Paquete de 5 senbon (-3) (-2)
—Veneno: Dulces Sueños (-1)
—Otodama (-1)
—¿?¿?¿?
—¿?¿?¿?


. . .

La hábil kunoichi aterrizó, aún protegida por su manto de rayos; a unos cuántos metros de Amedama Daruu. Se mantuvo firme, atenta a todos los detalles, a cualquier ligero cambio en los sonidos que la envolvían, en las texturas que miraba, en los olores que su nariz inquieta percibía. A ella, en ese estado, no se lo podía pasar absolutamente nada. Por tanto, era plenamente consciente incluso a tanta distancia de que Nakura Naia, su Jefa, parecía haber sido derrotada, algo impensable pero que ahora sucedía de refilón mientras ella luchaba su propia batalla. Mientras Daruu salía de los resquicios de su Haisekishō calcinador, Shannako no pudo evitar sentir una impaciencia terrible que la agobiaba con cada segundo que pasaba. Las dudas —como era absolutamente normal en aquellas circunstancias—. afloraron en lo más profundo de su corazón, que de lejos estaba al nivel de Naia y de su insensibilidad por la vida misma. ¿Quién no quería vivir un día más, eh?


Ella sí, desde luego... y Daruu parecía muy seguro de que, a pesar de todo, él iba a vencer.

La Náyade no tan náyade en ese instante caviló sus opciones y aguardó la nueva ofensiva de su rival, mientras decidía cuál sería su próximo movimiento. Pero lo cierto es que no tuvo mucho tiempo para decidir, y por tanto, lo único que estuvo dispuesta a hacer con aquél gato que había empezado a correr tras morder una especie de espada y de la subsecuente técnica de agua en forma de tiburón que el mismísimo Daruu había arrojado desde sus fauces prácticamente al unísono que el sprint del gato, fue usar la increíble ventaja de su velocidad —que quizás era un poco más asequible para Daruu pero no tanto para Naiyoru—. para desaparecer, nuevamente, trazar una ruta imprevisible en el amplio terreno donde no tuviera que hacer frente ni al filo de la Futatsu ni al enorme escualo que amenazaba con devorarla y usar el elemento sorpresa para acabar con el mocoso, y, quizás, salir de Shinogi-To en la primera de cambio.

Entonces, Daruu apenas escuchó el chisporroteo a su costado, símil a los sonidos a un millar de pájaros chillando al unísono. Era la mano de Nioka que avanzaba mortífera hacia él con toda la intención de atravesar su abdomen con una despampanante aura de rayos que envolvía el brazo de su ejecutora.


PV:

230/230


CK:

71/300

-48CK
-14CK


»Raiton no Yoroi activo
»Posibles daños: 80 PV


Fuerza: 40
Resistencia: 50
Aguante: 50
Agilidad: 100
Destreza: 50
Poder: 50
Inteligencia: 50
Carisma: 50
Voluntad: 50
Percepción: 100

—¿?¿?¿?
—¿?¿?¿?
—¿?¿?¿?
—¿?¿?¿?

¤ Chidori
¤ Mil Pájaros
- Tipo: Ofensivo
- Rango: B
- Requisitos: Raiton 40
- Gastos:
  • 48 CK
  • (Raiton 80), Raikiri, (multiplicable x2)
- Daños: 80 PV
- Efectos adicionales:
  • Agilidad +20, Percepción -20 (durante su ejecución)
  • Alto peligro de muerte de impactar en un punto vital
- Sellos:
  • Buey → Liebre → Mono → Dragón → Rata → Pájaro → Buey → Serpiente → Perro → Tigre → Mono
  • (Raiton 50) Ninguno
- Velocidad: Muy rápida
- Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Esta técnica canaliza una gran cantidad de chakra Raiton en la mano del usuario, tanto es así que se vuelve visible y produce un sonido parecido a mil pájaros chirriantes. De ahí el nombre de la habilidad. Una vez la técnica se ha completado, el usuario carga hacia adelante y clava su Chidori en el adversario. Esto produce, en caso de acertar en puntos vitales, un daño usualmente letal. A pesar de que la técnica produce un sonido tan alto, esta técnica está clasificada como de asesinato gracias a la velocidad a la que el usuario es capaz de moverse mientras la utiliza. Dado que la velocidad del ataque es tan grande y que el usuario debe moverse estrictamente en línea recta, se produce un efecto túnel en su visión que le impide variar ligeramente la trayectoria del ataque si su oponente lo hace, fallando el movimiento. Esto puede ser corregido si el usuario posee reflejos aumentados (mediante el Sharingan, Rinnegan u otros medios). El Chidori puede utilizarse para electrocutar al oponente y mandarlo en dirección opuesta, sin empalarlo, por lo que es una técnica de letalidad ajustable.

Una versión avanzada de la técnica, denominada Raikiri, tiene fama debido a una leyenda en la que se cuenta que un antiguo shinobi cortó un rayo por la mitad. Es una versión concentrada, donde la cuchilla es de un color morado y de una forma muy concentrada.
Responder
El filo de Naiyoru cortó el aire, así como el tiburón que pasó raudo a través de él rozó su espada y la desencajó de sus poderosas fauces. El acero rodó por el suelo y el gato se afanó por recuperarlo corriendo allá donde cayese.

Shannako, una vez más, atravesó el aire como si fuera mantequilla. Un chispazo potente cegó a Daruu apareciendo ante él, blandiendo una cuchilla de rayos que cargaba consigo un mal augurio. Los dedos, la mano y el brazo de la Náyade atravesaron el abdomen de Daruu hasta el fondo. El muchacho tosió un esputo sanguinolento, que fue a parar a la camisa de Shannako. Respiró con dificultad y se agarró a los brazos de la mujer, ignorando si tocar aquella refulgente capa de electricidad le causaría algún daño. No tanto daño, desde luego, como la perforación sangrante y letal de su estómago.

No... no lo entiendes. —Daruu sonrió. Aquél estúpido mocoso, incluso en una situación como aquella, se permitía sonreirle al destino—. Te he dicho... que estáis muertas.

»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Kiroe, que descubrió vuestros planes. Porque rehizo su vida. Porque aquí estoy yo, el mayor producto de su amor. Llevando sus ojos.

»Estáis muertas porque no pudisteis vencer a Yui, quien confió en nosotros para acabar con vosotras años después. No os sirvió de nada huir.

»Estás muerta porque te creíste más lista que Aotsuki Zetsuo, un hombre que te persiguió más allá del error de dejarte marchar en el pasado, confiando en el futuro. Confiando en el muchacho a quien entrenó bien.

La sonrisa de Daruu se ensanchó.

En realidad, Shannako... sí. Ya estás muerta.


· · ·


Cuando eres tán rápida que ningún hombre puede alcanzarte, crees que puedes huir de cualquier técnica, golpe mortal o treta que pueda acabar contigo. Cuando tienes los sentidos tan alerta que serías capaz de detectar hasta el más mínimo movimiento, crees que eres incapaz de ser engañada por nadie.

Esas dos fueron, concretamente, las dos cosas que acabaron con la vida de Shannako.

Ahora lo único que quedaba de consciencia eran los segundos de vida que restaran a su cabeza separada del cuerpo. El miembro se precipitaba hacia un lado, girando. Vio la sombra de un gato negro. Empuñaba una espada manchada con su sangre. Su cuerpo, al lado ahora, se desplomó de rodillas, y más tarde cayó a plomo al suelo.

Daruu separó las manos al fin, y agradeció mil veces a Aotsuki Zetsuo todos aquellos madrugones a cambio de que aprendiese el noble arte de las técnicas ilusorias.


Daruu hizo unos sellos en el turno anterior. Pero no los del Suikodan, sino los del Ippan no Genjutsu. Todo lo que sucedió después, incluyendo la arremetida de Naiyoru, fue parte de la ilusión.

Fuera del Genjutsu: Naiyoru es una invocación con libertad de acción y pensamiento, no una criatura teledirigida de agua ni un clon que Daruu tenga que controlar, ni una técnica compleja que esté en activo. Por tanto, Naiyoru puede moverse y actuar con total libertad. Cercenó la cabeza de Shannako con la Futatsu Mukei que Daruu le había prestado antes de hacer los sellos.


- PV:

150/230


- CK Daruu:

176/340

(+42) (-16)

- PV Naiyoru:

100/100


- CK Naiyoru:

70/100

(+10 regen turno anterior, no atacó de verdad) (+10 regen turno actual)
(9 turnos de invocación restantes)



Fuerza: 40
Resistencia: 40
Aguante: 60
Agilidad: 60
Destreza: 100
Poder: 60
Inteligencia: 60
Carisma: 40
Voluntad: 50
Percepción: 60




Portaobjetos básico en el muslo derecho: (10/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x1 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
- x0 píldora de soldado superior

Cinturón:
- Parte izquierda: paquete con 15 makabishi (1 PV por punción)
- Parte derecha: látigo (18 PV/latigazo)

Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda: (3/10 obs)
- x12 senbon sueltos para fácil acceso (4 PV/impacto, 8 PV con Byakugan activo)

Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento

Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)

En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas




¤ Ippan no Genjutsu
¤ Técnica Ilusoria General
- Tipo: Apoyo (Genjutsu visual)
- Rango: D
- Requisitos: Genjutsu 40
- Gastos: 18 CK (impide regeneración de chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales: (ver descripción)
- Sellos: Tigre → Carnero → Buey → Palmada
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: Rango visual de la víctima
Aunque la denominación de la técnica la tacha de general, ésta concierne a las ilusiones sensoriales de tipo visual, es decir, aquellas en las que el oponente está mirando al usuario de la técnica en el momento de finalización de los sellos manuales que la lanzan. Si el usuario dispone de Inteligencia < 20, no podrá utilizar esta técnica. Si dispone de menos de 40 de Inteligencia, no será capaz de mantener ninguna técnica activa mientras la utiliza. No se puede utilizar junto a jutsus complejos y que requieran un excesivo control, como criaturas dirigibles o clones de cualquier tipo.

El usuario necesita un gran conocimiento de la mente del oponente y un gran control del chakra para poder disfrutar de un control minucioso de estas ilusiones. Durante el transcurso de las mismas, tanto usuario como oponente estarán paralizados en el sitio. Al principio, el usuario sólo será capaz de mostrarle imágenes y sonidos falsos en el mismo entorno en el que se encuentran, y la ilusión sólo durará unos segundos, por tanto se pierde gran parte del efecto de desconcierto.

(Genjutsu 60) Un ejecutor con algo de experiencia será capaz de controlar el sentido del tacto, el olfato y el gusto del oponente, de modo que podrá hacerle sentir dolor o experimentar otro tipo de sensaciones. Además, será capaz de modificar el entorno por completo durante el transcurso de la ilusión, y de hacer que la ilusión dure todo el tiempo que haga falta, hasta un máximo de diez turnos.


[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
Responder
¿Piedad? ¿La misma piedad que habían recibido todos aquellos niños que habían visto segadas sus vidas sólo por el hecho de poseer un doujutsu que no habían elegido tener y que sólo les pertenecía a ellos por derecho? ¿La misma piedad que tantos hombres y mujeres recibieron, conscientes de que no volverían a ver a sus familiares y seres queridos nunca más? ¿La misma piedad que recibió Daruu antes de arrancarle los ojos sin ningún tipo de compasión? ¿La misma piedad que recibió Danbaku siendo torturado día tras día mientras veía como los lazos con su familia y su aldea iban siendo cortados uno tras otro?

Naia pedía piedad después de todas aquellas calamidades. Y por eso, después de sufrir en sus propias carnes (aunque fuera sólo dentro de una ilusión) sus propios actos, la ilusión se deshizo tal y como había aparecido y se encontró con el dedo índice de Ayame, que la señalaba directamente de forma acusatoria.

Y ahora vas a morir —sentenció, con el gesto más sombrío que nunca. A su dedo índice le acompañó el pulgar, que se alzó en el aire como si del martillo de una pistola se tratara—. Sola, como la víbora que eres, y sin tus Náyades. Hoy gana la Sirena.

¡BAM!

Aquella vez no hubo ningún tipo de titubeo, como lo hubo con Watanabe. De su índice se desprendió una diminuta esfera de agua en forma de bala que buscó acabar con la vida de la líder de las Náyades de una vez por todas.






PV:

123/210

-3 PV

CK:

20/330

100/100

-42 CK


Envenenada durante 1 turno



Fuerza: 35
Resistencia: 40
Aguante: 40
Agilidad: 90
Destreza: 50
Poder: 60
Inteligencia: 60
Carisma: 40
Voluntad: 40
Percepción: 85


Portaobjetos básico (Pierna derecha)
  • ·Senbon x4
Portaobjetos avanzado (Tras la espalda)
  • ·Kemuridama
    ·Antídoto
Carcaj con 15/15 flechas (espalda)
Arco plegable (Antebrazo izquierdo)


· Veneno: 3 PV durante 1 turno


Mizudeppō no Jutsu:[b] 70 PV


[b]¤ Mizudeppō no Jutsu
¤ Técnica de la Pistola de Agua
- Tipo: Ofensivo
- Rango: S
- Requisitos:
  • Hōzuki 70
  • Suika no Jutsu
- Gastos: 42 CK por disparo
- Daños: 70 PV por disparo
- Efectos adicionales: -
- Sellos: -
- Velocidad: Muy rápida
- Alcance y dimensiones: 10 metros
Imitando con su mano la forma de una pistola y utilizando el Suika no Jutsu, el usuario comprime el agua en la punta del dedo. El disparo se produce con una tremenda fuerza y velocidad que produce un sonoro estallido y es incluso capaz de perforar fácilmente un cuerpo humano.

El usuario puede aumentar la potencia de la técnica utilizando ambas manos para disparar de forma simultánea dos balas de agua, haciendo el ataque aún más letal.


[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
Responder
Todos y cada uno de nosotros nos preguntamos alguna vez en el transcurso de nuestras vidas qué es lo que sentiremos al morir. Lo cierto es que no hay una respuesta empirica y certera pues han sido pocos los que han sobrevivido a una experiencia similar en donde sus corazones se han detenido por unos cuantos segundos y han regresado al plano terrenal para compartir su testimonio, pero de estas vivencias podemos contastar distintas formas de abandonar este mundo. Unos ven una luz, despampanante y cegadora, que les envuelve y les abraza allí a donde quiera que van. Otros no ven absolutamente nada, aunque sienten un frío intenso que les acompaña todo el camino hasta las puertas del purgatorio. Algunos incluso dicen que rememoran toda su vida, repasan cada una de las decisiones que acabó llevándoles hasta ese punto cumbre donde todo se acaba y se lamentan de algunas de ellas. Ven en espíritu a sus allegados, a sus seres queridos. Los rostros de amigos y enemigos por igual.

Es ahí cuando uno se pregunta que habrán visto Naia y Shannako. Y si todo aquello era un mito, y no sucedía absolutamente nada? Y si ninguna de las dos se dio cuenta de que ya lo habían perdido todo antes de que incluso la cabeza de las ninfas rodarán y fueran atravesadas por una poderosa bala de agua?... Daba igual. Nadie nunca iba a preguntarse que había en el más allá, y menos si se trataba de ellas. De ellas, mujeres que hicieron daño a mucha gente. De ellas, que destruyeran familias enteras e inundaron de sangre y muertes a tantas familias.

De ellas, que no iban a ser extrañadas por nadie y quedarían en el más absoluto olvido.

...

Ambos cuerpos cayeron como el peso de un plomo muerto hundiéndose en el mar. La cabeza de Shannako rodó un par de centímetros, y un hilacho de sangre oscura se deslizó por la tierra emanante como un río. La cabeza de Naia, por su parte, rebotó en el suelo por la fuerza del impacto de una bala a tan próxima distancia. Su rostro habitualmente impoluto ahora tenía una expresión funesta, sin vida, con los ojos blanquecinos volteados hacia la parte trasera de su cráneo. La sangre fulguraba a través de ese pequeño agujero como un volcán en erupción y el resto de su cuerpo parecía dar espasmos mientras las últimas chispas eléctricas de sus neuronas se hacen perdían hacia la nada.

Cuando ambas quedaron inmóviles, en el charco; un trueno avasallador inundó la Plaza de los Delfines. O lo que quedaba de ella.

Y aunque durante todo el combate llovió, fue solo entonces que se dieron cuenta que una pequeña aunque funesta tormenta se desató allá en los cielos.

La leyenda contaba que amenokami lloraba mucho más fuerte cuando perdía a uno de sus hijos. Ahora, era posible que no estuviese sintiendo el duelo, sino por el contrario, que la intensa lluvia fuera su forma ancestral de celebrar que el mundo, gracias a Ayame y Daruu, ahora era un lugar mucho mejor que ayer.

Mucho mejor.
Responder
Daruu respiró agitadamente. Un trueno sacudió los cielos como colofón final a su aventura. Histéricamente, quizás, el muchacho comenzó a reír. A desfogar toda aquella adrenalina que se le agolpaba en el pecho. Miraba a Ayame y a Naia de reojo. Ya está. También había acabado. Todo había acabado.

Naiyoru se le acercó y le tendió la espada con respeto. El muchacho la cogió, activó un mecanismo de la vaina y la hoja se retrajo, cumplida su función. Como había cercenado el hilo que la unía al guantelete, no tuvo más remedio que atársela al cinturón. Daruu se acercó un paso al animal y le acarició la cabeza. Naiyoru emitió un ronroneo resignado.

Muchas gracias, Naiyoru —dijo.

El joven señor no tiene por qué dármelas —repuso él—. Sólo cumplía mi deber.

Bobadas, Naiyoru. Me has ayudado más de lo que crees.

¿Debería volver a contárselo a los demás? Los tres parecían bastante intranquilos. Sobretodo Yuki.

Daruu rio.

Sobretodo Yuki. Sí, claro, anda. Vuelve. Nosotros tenemos muchas cosas que hacer por acá todavía. —Naiyoru inclinó la cabeza y desapareció dejando de sí una nube de humo blanco. Daruu tomó aire y avanzó con decisión hacia Ayame—. Misión cumplida, ¿eh? —Abrazó a la muchacha por la espalda y la apretó bien fuerte—. Tengo los ojos, Ayame. Todo ha salido bien. Todo ha terminado. Shannako también está muerta. —Observó el cadáver de Naia. La mujer, antaño grácil y seductora, yacía hecha un jirón de sangre, ropa blanca, pelo y carne. Exactamente lo que se merecía—. Ayame... Dentro de la guarida de las Náyades encontré muchas cosas. Algunas muy preocupantes. Entre ellas, que hay un miembro más, y que podría estar oculto en Amegakure. Envié un Kage Bunshin a informar sobre ello.

»También encontré que Naia secuestró y torturó a mi padre durante semanas, hasta lavarle el cerebro y poder manipularlo a voluntad. Todo para vengarse de mi madre. Hanaiko Danbaku nunca fue un traidor, Ayame. ¡Nunca! ¡Obligó a mamá a matarlo! Y seguramente se lo habría revelado llegado el momento para hacerle más daño. Dejé los documentos en el despacho de Yui también, para limpiar el nombre de papá... —Llorando, Daruu se echó al hombro de Ayame. Y es que ahora que todo había acabado, tenía que hacer frente a aquellas verdades tan dolorosas que había descubierto sobre su padre—. Los ojos están en la Bruma Negra —continuó, reponiéndose—. Queda por ver qué hacemos con los cadáveres... me imagino que Yui querría verlos. Y luego, tenemos que buscar al tal Senbazuru, el contacto que Yui nos dio aquí. Todavía hay trabajo que hacer en la guarida.

»Tienen una mazmorra llena de personas, Ayame.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
Responder
La bala impactó de lleno en la cabeza de Naia, que rebotó contra el suelo con un fúnebre chasquido que sólo auguraba el oscuro final para la Náyade, que quedó inmóvil en el suelo, con sus hermosos ojos esmeralda mirando sin ver perdidos en el infinito y un hilo de sangre brotando desde sus carnosos labios.

Ayame se había quedado paralizada en el sitio, con la mano ejecutora aún pendiendo en el aire y conteniendo la respiración. Sin terminar de creer que todo hubiese acabado al fin. Sin terminar de creer que aquella víbora no volvería a levantarse del suelo. Sin terminar de creer que hubiese ganado aquella batalla a muerte.

Pero un trueno bramó en el aire, haciendo temblar cada adoquín de la Plaza de los Delfines como si celebrara la victoria.

Al final, bajó la mano lentamente y exhaló un largo y profundo suspiro. Apartó la mirada del cadáver de Nakura Naia y alzó la barbilla hacia el cielo. Se había acabado. Las Náyades no causarían más dolor y sufrimiento en Oonindo a nadie más.

«Llueve...» Quizás había sido por la adrenalina del momento, pero no se había dado cuenta hasta ahora de que prácticamente estaba diluviando a mares. A Ayame no le disgustó. De hecho, se permitió el lujo de cerrar los ojos y dejar que Amenokami la bañara.

Pero con la desaparición de la adrenalina, aparecían los problemas hasta el momento ocultos: El dolor... la fatiga... el cansancio... Todo cayó sobre ella como una pesada losa, y la muchacha cayó al suelo de rodillas, temblando entre extenuados jadeos.

Misión cumplida, ¿eh?

Aunque bien conocida, aquella voz la sobresaltó en su calma, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo. Sobre todo cuando la abrazó con fuerza por la espalda. No podía evitarlo. No después de lo último que había vivido cuando la habían abrazado por última vez de forma inesperada. Pero no tardó en darse cuenta de que se trataba de Daruu, y la muchacha se relajó con otro suspiro y apoyó la cabeza contra su hombro.

Misión... cumplida... —sollozó Ayame, llena de felicidad.

Tengo los ojos, Ayame. Todo ha salido bien. Todo ha terminado. Shannako también está muerta.

Ayame giró la cabeza, y un escalofrío recorrió su cuerpo al ver el cuerpo decapitado de la otra Náyade, varios metros más allá. No merecían menos, y aún así no podía evitar sentirse horrible ante aquella visión. Quiso preguntarle a Daruu cómo era que habían acabado ambos en la plaza, pero el muchacho se le adelantó:

Ayame... Dentro de la guarida de las Náyades encontré muchas cosas. Algunas muy preocupantes. Entre ellas, que hay un miembro más, y que podría estar oculto en Amegakure. Envié un Kage Bunshin a informar sobre ello.

¡¿Qué?! —exclamó, con un hilo de voz. ¡Si había una Náyade dentro de Amegakure, eso quería decir que no habían terminado! ¡Kiroe aún podía correr peligro!

También encontré que Naia secuestró y torturó a mi padre durante semanas, hasta lavarle el cerebro y poder manipularlo a voluntad —siguió confesando, roto de dolor—. Todo para vengarse de mi madre. Hanaiko Danbaku nunca fue un traidor, Ayame. ¡Nunca! ¡Obligó a mamá a matarlo! Y seguramente se lo habría revelado llegado el momento para hacerle más daño. Dejé los documentos en el despacho de Yui también, para limpiar el nombre de papá... —Daruu sollozó, y Ayame le estrechó con fuerza entre sus brazos con un doloroso nudo en la garganta—. Los ojos están en la Bruma Negra —continuó, reponiéndose—. Queda por ver qué hacemos con los cadáveres... me imagino que Yui querría verlos. Y luego, tenemos que buscar al tal Senbazuru, el contacto que Yui nos dio aquí. Todavía hay trabajo que hacer en la guarida. Tienen una mazmorra llena de personas, Ayame.

Espera. Espera. Todo esto es demasiada información —pidió Ayame, llevándose una mano a la frente, fatigada. Respiró hondo, intentando poner en orden las ideas, intentando asimilar todo lo que había soltado Daruu de golpe, y sólo pasados algunos segundos habló—: Podemos llevar los cadáveres a Amegakure... Bueno... Yo me he quedado sin chakra, así que no podría teletransportarme ni aunque quisiera... —añadió, con una risilla nerviosa—. Pero tenemos que sacar a esa gente de las mazmorras, Daruu. Ahora que no están ni Naia, ni Shannako, ni la otra, no creo que necesitemos a Senbazuru, podemos bajar y sacarlos nosotros mismos. ¡No podemos dejarlos ahí!
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Daruu agarró a Ayame por los hombros y la agitó un momento para que se centrara y le mirase a los ojos.

Ayame, escúchame bien —dijo—. Volveremos en un rato. Le diremos a Yui que tenemos que recuperar los ojos y ayudar a esta gente, y volveremos. Pero recuerda lo que nos dijo Arashikage-sama. Discrección —El muchacho se separó y extendió los brazos a ambos lados—. ¿Has visto cómo está esta plaza? ¿Has oído la explosión de antes? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien venga a comprobar qué está pasando?

»Primero deberíamos sacar los cadáveres de aquí, definitivamente. Ya sé que es desagradable... pero ayúdame a arrastrarla hasta la otra.

Y así, sin prestar demasiada atención a lo que hacían, a riesgo de tener que parar para vomitar, Daruu y Ayame arrastraron de ambos brazos a Nakura Naia hacia la otra Náyade, de manera que ambas quedaran juntas. Con una mueca de asco, Daruu cogió la cabeza de Shannako por el pelo y la colocó encima del pecho de la mujer, cerca del brazo; para luego introducir una pierna entre la axila de un cadáver y tocar el otro. De manera que estaba en contacto con ambos, y con la cabeza.

Con los ojos cerrados, pidió que Ayame se agarrase a él. Y entonces lo oyeron: un murmullo que fue creciendo. Un tumulto de voces, y los cascos de los caballos. Daruu miró a Ayame y la hizo entender: aquello es precisamente lo que estaba temiendo que pasara. De modo que formuló los sellos, y un gran destello rojizo les envolvió antes de que se desvaneciesen...


· · ·


...y se materializaran de nuevo en el calabozo de Amegakure. Daruu se adelantó, y consideró prioritario agilizar los... procedimientos. Era inviable que subieran todos aquellos restos hasta el despacho de la Arashikage, y además... poco considerado y desagradable. Por otra parte, esperaba que Yui tuviera suficientes ganas de verlas allí, en su cuartel general y completamente defenestradas, como para que no considerara aquella entradilla una osadía.

Levantó la voz y...

¡Guardias, llamen a Arashikage-sama de inmediato! ¡Díganle que Daruu y Ayame traen un regalo para ella!
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Pero Daruu la agarró por los hombros y la sacudió ligeramente.

Ayame, escúchame bien —dijo, mirándola fijamente a los ojos—. Volveremos en un rato. Le diremos a Yui que tenemos que recuperar los ojos y ayudar a esta gente, y volveremos. Pero recuerda lo que nos dijo Arashikage-sama. Discrección.

Vale... vale... —accedió ella, agachando la mirada. Aunque la sola idea de dejar a todas aquellas personas enjauladas durante un minuto más se le hacía insoportable.

¿Has visto cómo está esta plaza? —Sí, hacía unos minutos estaba inundada como un lago y ahora sólo quedaba un vistoso cráter. Eso por no hablar de la destrucción de la fuente de los delfines. Algo le decía que aquel lugar iba a tener que cambiar de nombre—. ¿Has oído la explosión de antes? —Como para no oírla...—. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien venga a comprobar qué está pasando?

Tienes razón... —Y entonces habría preguntas. Muchas preguntas.

Primero deberíamos sacar los cadáveres de aquí, definitivamente. Ya sé que es desagradable... pero ayúdame a arrastrarla hasta la otra.

Ayame asintió en silencio y le ayudó a arrastrar el cadáver inerte de Naia hasta el cuerpo decapitado de Shannako. La kunoichi no pudo evitar apartar la mirada cuando su compañero cogió la cabeza por el cabello, sin ningún tipo de consideración, y la colocó sobre su pecho. Después de colocarse adecuadamente para estar en contacto físico con ambos cuerpo, Ayame se agarró a él y justo antes de desaparecer escucharon con total claridad el sonido de unos cascos acercándose y las voces alzándose al aire.

Los cuatro se materializaron de nuevo en una de las celdas libres y Daruu fue el primero en adelantarse:

¡Guardias, llamen a Arashikage-sama de inmediato! ¡Díganle que Daruu y Ayame traen un regalo para ella!

Ayame, mientras tanto, había apoyado la espalda en la pared para evitar poner el peso en sus piernas heridas. Hasta el momento no se había fijado en ello, pero llevaba los pantalones agujereados, allí donde la habían alcanzado las agujas y los colmillos de las serpientes. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar a aquellos reptiles. Y eso por no hablar de la molestia que sentía en el torso, fruto del puñetazo cargado que había recibido de Naia.

«Al menos parece que el veneno ha dejado de actuar...» Pensó, intentando mantenerse algo optimista.

Entonces pasó la mirada por las otras celdas, buscando cualquier rastro de Nioka o de sus otros dos prisioneros.
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Cuando los jóvenes ninjas se materializaron en los calabozos, se percataron de la figura de dos nuevos guardias. Más jóvenes, menos experimentados, pero más confiables. Convengamos en que tras la revelación de Daruu a Yui, los niveles de paranoia llegaron a tal punto de que la Aldea sufrió en mayor o menor medida una inspección y limpieza de traidores. Limpias que no venían mal de generación en generación, y que empezó con el asesinato de Sumizu a manos de su descendiente de la época. Luego habrán venido muchas otras más quizás desconocidas para el argot popular —los Kajitsu, por ejemplo, o el reducto de Umikiba Kaido—. que mantenían a la aldea en plena paz y libre de calañas traidoras. Ahora, una nueva limpia se había consumado con los cadáveres de Nakura Naia y Ryudan Shannako ya en territorio de Amegakure.

Un grito ensordecedor hizo mella en los oídos de los presentes, proveniente de una de las celdas contiguas. Era Nioka, golpeada y apabullada; presentando evidentes signos de tortura. ¿Por qué seguía viva? pues, quién sabe. Ni Ooyu ni el carruajero se encontraban allí, no obstante.

—No... no... ¡NAIA, SHANNAKO! ¡NOOOOOOO! —sus manos melladas sostenían los barrotes y trataba de abrirlos a pura fuerza, afligida por la desesperación. Ver aquellos cadáveres no era cosa sencilla, desde luego, y uno de los guardias tuvo que salir corriendo —no para llamar a Amekoro Yui precisamente—. sino para potar.

El otro mantuvo la compostura y habló.

—Guardiana, Daruu-sama. Esperad aquí, yo iré por Arashikage-sama — y acto seguido, abandonó los calabozos.

Nioka lloraba a cántaros, desamparada. Miró a Ayame.

—Mátame. Por favor, mátame... —un destino menos inclemente que enfrentar la ira de Yui, desde luego.
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El cambio de guardia en las mazmorras hizo evidente una realidad terrorífica. La de que Amekoro Yui había iniciado de nuevo una de sus célebres purgas. Daruu temió, por un instante, que la Arashikage se hubiera atrevido incluso a acabar con todo el clan Nara en Amegakure.

Los carceleros atendieron a sus demandas de inmediato, pero lo que más llamó su atención en esos momentos fue la demacrada, sufrida y desesperada Nioka, que aporreaba los barrotes de su celda solicitándole a Ayame una peculiar clemencia.

Pero no fue Ayame quien le concedió la muerte que buscaba. Fue el filo de una de las Futatsu Mukei de Daruu.


¤ Intolerancia al sadismo (otorga 1 punto)
Sientes un desprecio irracional (o justificado) hacia cualquier cosa, desde personas a determinadas actitudes o grupos. Éste desprecio no es ligero, sino que es bastante marcado, y puede conducir las acciones de tu personaje hacia una dirección equivocada. Ten en cuenta que algunas cosas podrían ser demasiado triviales para esto. Pregunta a un administrador.
«No soporto a aquellos que disfrutan haciendo daño a los demás... Lo que no es agradable debe seguir siendo desagradable. Si no, ¿qué nos diferencia a nosotros de simples mercenarios?»

Porque, ¿qué motivación podía tener ya Amekoro Yui para mantenerla con vida, si no era para interrogarla? Había pasado tiempo, y llegado a aquél grado de desesperación la mujer habría cantado ya todo lo posible. Shanise, u otro experto, podría haber roto las defensas de Fuuinjutsu que hubieran presentes, y con Genjutsu podrían haber obtenido toda la información que requiriesen.

No, la motivación tenía que ser, que Amekoro Yui estaba disfrutando de lo lindo haciendo sufrir a esa hija de puta. Y aunque Daruu bien sabía que se merecía todo eso y más, lo importante era capturarla y acabar con el sufrimiento que ella causaba. No deleitarse con la tortura. La tortura jamás debería ser algo que se disfrute. ¿No convertiría eso a ellos en poco más que los mismos monstruos que las Náyades?

Enloquecida al ver a sus compañeras muertas —habló Daruu, átono como Aotsuki Kori lo habría hecho, retirando el filo de su espada clavada en el cuello de Nioka y replegándola de nuevo—, Nioka sacó el brazo y me agarró. Agotado por el combate contra Shannako, no pude hacer otra cosa para soltarme que matarla. De lo contrario me habría estrangulado con el brazo. —Daruu se dio la vuelta, encarando a Ayame—. Esa será nuestra versión si Yui se molesta. Aunque espero que haga la vista gorda al ver el fruto de nuestro trabajo.
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Varias cosas habían cambiado en aquellas mazmorras desde la última vez que Ayame las había visitado.

La primera de ellas había sido el cambio de guardia. La mujer que la había recibido había sido sustituida por dos muchachos jóvenes, y a todas luces más inexpertos. Ayame no pudo evitar preguntarse el por qué de aquella decisión. Estaba en los planes que Daruu y ella volvieran con dos de las criminales más buscadas de Amegakure, ¿acaso Yui no había considerado desplegar a sus mejores soldados para custodiarlas? ¿Qué hubiese pasado si hubiesen vuelto con ellas vivas?

La segunda era la ausencia. Las celdas, tanto del cochero encargado de transportar la mercancía como del opulento compinche de las Náyades, estaban ahora vacías. Qué habría sido de ellos es algo que Ayame no podía saber, pero que no le costaba imaginar.

Y la tercera...

No... no... ¡NAIA, SHANNAKO! ¡NOOOOOOO!

Ayame se sobresaltó aquel desgarrador alarido, y cuando se volvió hacia su origen no pudo evitar que se le congelara la sangre en las venas. Nioka, la imponente y corpulenta Náyade, había sufrido un destino similar al de sus compañeras. No... aún peor. Porque ella no había tenido un final limpio y rápido como Naia y Shannako, y estaba llena de heridas, magulladuras, rastros de golpes e incluso cicatrices de tortura. Desesperada, la mujer se había aferrado a los barrotes y trataba de abrirlos con su portentosa fuerza. Un gesto inútil, como bien sabía Ayame.

Uno de los guardias se acercó a ellos al percibir su presencia. El otro había desaparecido a todo correr...

Guardiana«Ayame...» Le corrigió la kunoichi internamente—, Daruu-sama. Esperad aquí, yo iré por Arashikage-sama.

Ayame asintió en silencio, agotada, y le dejó marchar sin hablar. Para cuando el hombre desapareció, Nioka le clavó la mirada. Pero sus ojos no destilaban odio ni furia, como habría esperado, sino sólo una profunda desesperación que le puso los pelos de punta.

Mátame. Por favor, mátame... —suplicaba, con tal de acabar con aquella espiral de agonía en la que se encontraba.

Y Ayame se quedó congelada en el sitio, pegada a la pared, incapaz de reaccionar. Aquella era la segunda vez que le pedían piedad. Pero en aquella ocasión no era para que la dejaran vivir, sino para acabar con su sufrimiento dentro de aquella celda.

Fue Daruu el que movió ficha. Se adelantó, y sin pensárselo siquiera clavó el filo de una de las espadas que llevaba plegadas en los antebrazos en su cuello. Segando su vida de golpe.

Enloquecida al ver a sus compañeras muertas —habló Daruu, tan átono y frío como su hermano, mientras retiraba el filo del arma—, Nioka sacó el brazo y me agarró. Agotado por el combate contra Shannako, no pude hacer otra cosa para soltarme que matarla. De lo contrario me habría estrangulado con el brazo. Esa será nuestra versión si Yui se molesta. Aunque espero que haga la vista gorda al ver el fruto de nuestro trabajo —añadió, volviéndose hacia ella.

Ayame asintió, temblorosa.

V... Vale... —Agachó la cabeza, aunque a ella se le daba muy mal mentir.

Pero la amargura había comenzado a desplegarse en el pecho de Ayame de forma inevitable. No creía que ninguna de las Náyades mereciera ningún tipo de misericordia después de todo lo que habían hecho, pero de ahí a mantener a una de ellas con vida sólo para torturarla una y otra vez, sólo para desfogarse con ella cuando a la Arashikage le conviniera... A la kunoichi no le cupo duda entonces que, de haber traído a Shannako o a Naia (o a ambas) vivas, habrían corrido una suerte similar. Y aquel pensamiento sombrío sólo contaminaba más y más su sentimiento de respeto y fidelidad por Amekoro Yui.
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Cualquiera que tuviera así fuese una minúscula partícula en su ser con ganas de vivir, habría visto venir el arma, se habría alejado, o al menos hecho el ademán proveniente de los reflejos intencionales con los que suele reaccionar un humano. Pero alguien que está listo para morir, por las circunstancias que fueran, es capaz de ignorar todas las señales y dejar, sencillamente, que suceda. Este fue el caso de Nioka, que recibió el filo misericordioso de Daruu segundos después de pedir que la matasen. ¿Merecido o no? ¿ganado a pulso o no? esos debates de moralidad ya pertenecían a otro saco. Que ella estuviera allí, viva, respondía a una sola cosa, y si ellos aún no eran capaz de entenderla —entender los procedimientos de Yui desde luego no era cosa sencilla, y lidiar con ellos, pues menos que menos—. era trabajo de cada quién encontrarle la lógica y la razón a un mundo donde impera la violencia desde tiempos ancestrales.

De cualquier forma, lo hecho, hecho está. Nioka ahora estaba muerta —su cuerpo tirado a un costado de la reja, con las manos por sobre los barrales, hecho que de alguna forma daba sentido verídico a la historia propuesta por Daruu—. junto a sus dos hermanas. Daruu y Ayame aguardaron en aquél improvisado cementerio de ninfas y, minutos después, escucharon unos pasos.

. . .

Amekoro Yui descendió hasta el tétrico calabozo a paso de plomo. ¿Que le habían traído un regalo? ¿a ella? ¡sólo podía ser uno sólo! y ese el tan esperado final de un capítulo de la vida de muchas personas —Kiroe, Zetsuo, y ella inclusive—. llamado Las Náyades, el cuál había estado en emisión durante más tiempo del que ella y todos hubieran querido. Cuando se mostró ante ellos, avivada y eléctrica a pesar de que la ansiedad la había mantenido en vela durante los días en los que transcurrió la caza —sin contar las numerosas sorpresitas que Daruu y Ayame fueron dándole en el camino, claro—. su rostro transmutó de esa ira apaciguada por los deberes de su cargo a una especie de tranquilidad salvaje que envuelve el rostro de un depredador cuando se siente seguro de haber tenido una caza exitosa, y que sus cachorros, hambrientos, no iban a faltar en hambre ni un día más. No le pasó desapercibido que Nioka ya no clamaba por que acabasen con el martirio al que la habían estado sometiendo con la intención de romperla y hacerla escupir todo lo que sabía, y cuando inspeccionó la celda, de refilón, se percató de que estaba ... ¿muerta?

El ceño de la Arashikage se arrugó, aunque no increpó a sus dos ninjas de inmediato. Primero se acercó lentamente hacia ellos, haciendole sombra con su oportuna túnica blanquecina y se agachó al nivel de los dos cuerpos. Luego alzó la mirada —aún agachada, casi que les alcanzaba la altura del cogote—. y clavó sus orbes azules en Daruu y Ayame.

—Finalmente, se acabó —dijo, para sorpresa de los dos críos, con un tono apaciguado y... ¿en paz? cerró los ojos por un momento, saboreando el alivio, y continuó:—. lo habéis hecho. No me han defraudado —se levantó, y puso su mano en los hombros de cada uno. Los dos sintieron el peso de sus dedos, el peso de su responsabilidad, el peso de los sentimientos de una mujer de hierro—. Aotsuki Ayame. Amedama Daruu. Buen trabajo, estoy orgullosa de vosotros.
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Apenas habían pasado unos pocos minutos cuando Ayame escuchó unos pasos acelerados que se acercaban. Y su corazón comenzó a desbocarse sin remedio cuando Amekoro Yui entró en el calabozo llena de aquella energía, propia de una tormenta eléctrica, que tanto la caracterizaba. Y sus ojos se posaron en el cuerpo inerte de Nioka.

«Oh, no...» Ayame tragó grueso, cuando vio el ceño de la mujer fruncirse de forma peligrosa.

La máxima líder de Amegakure comenzó a acercarse lentamente a ellos, y Ayame luchó con todas sus fuerzas por mantenerse firme en el sitio, pese a que sus piernas doloridas estaban gritándole que juega a todo correr. Yui se alzó frente a ellos como un gigante de hierro, se agachó para comprobar los cuerpos de las dos Náyades restantes y entonces clavó sus iris eléctricos en los dos muchachos. Y Ayame se temió lo peor.

Finalmente, se acabó —dijo, sin embargo, para completa estupefacción de Ayame, que había estado esperando que, de alguna manera, descargada su ira sobre ellos—. Lo habéis hecho. No me han defraudado —añadió, levantándose.

Ayame se encogió sobre sí misma, aterrorizada, cuandl la mano de Yui se alzó frente a ella. Del miedo que sintió, y en tal de salvar la vida, estuvo a punto de mandarlo todo a tomar vientos y confesar que había sido Daruu el que había matado a Nioka. Pero en su lugar tensó todos los músculos, a la espera de un golpe... y entonces la Arashikage apoyó la mano sobre su hombro, congelándola en el momento. Para ella, que sólo había recibido alaridos, muestras de violencia e incluso había estado a punto de pasar por la espada de la Arashikage, aquel era un gesto nuevo. Muy nuevo.

Aotsuki Ayame. Amedama Daruu. Buen trabajo, estoy orgullosa de vosotros.

Un doloroso nudo atenazó la garganta de Ayame, que luchaba con todas sus fuerzas por no echarse a llorar de la emoción allí mismo. La muchacha torció el cuerpo en una pronunciada reverencia, aunque no pudo evitar un quejido dolorido por las heridas que protestaron ante aquel movimiento.

Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.

Le dirigió una mirada cómplice a Daruu.
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No pasó mucho tiempo hasta que dieron respuesta a su llamada. La mismísima Amekoro Yui descendía por los escalones de las mazmorras con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja, como si ya supiera qué noticias iban a darle. «Claro», pensó Daruu. «Al fin y al cabo Yui no espera otra cosa que el éxito rotundo.»

La mujer se detuvo al lado de él y frunció el ceño al ver el cadáver de Nioka. Daruu sintió un escalofrío, sintió que le temblaban las piernas y abrió la boca, a punto de confesar. Una cosa era desafiar la voluntad de Yui cuando no estaba cerca, y otra muy distinta es tenerla allí delante, con aquella presencia eléctrica capaz de doblegar al más fuerte.

Afortunadamente para todos, la mujer decidió ignorarlo, no supo si porque se lo reservaba para más tarde o porque en el gran conjunto de las cosas, estaba enormemente complacida. Se agachó frente a los cadáveres un momento y dio carpetazo a las Náyades ella misma, añadiendo además que no la habían defraudado. Para Daruu, desde luego, aquellas palabras concretas supusieron un alivio. Hundió los hombros en un suspiro. Pero antes de que se diera cuenta ya tenía a Amekoro Yui encima, quién había posado una mano sobre uno de ellos. A Daruu se le congeló el corazón un momento.

Era su sonrisa desafiante, su carácter arrojado, su actitud exigente pero, en cierto modo muy peculiar, compasiva. Era como una madre que esperaba lo mejor de sus hijos y les desafiaba para que crecieran recios, fuertes, valientes y responsables de sus errores y de sus éxitos. Era el olor de su perfume, ácido y seco. Eran sus ojos, la Tormenta en estado puro, que asustaban pero emocionaban al mismo tiempo. Aquella sonrisa divertida, expectante, cómplice y siempre algo siniestra. Era admiración. Admiración absoluta lo que Daruu sintió por Yui en ese momento, cuando reconoció el trabajo que habían realizado, cuando sintió aquél orgullo como suyo propio.

Por primera vez, Daruu entendió al cien por cien por qué Amekoro Yui era la Arashikage, por mucho más preparada que estuviese Shanise para el cargo. Porque aquella sombra de hiperliderazgo de orgullo, pasión y arrojo sólo podía proyectarla una persona. Y esa era Yui.

Muchas gracias, Arashikage-sama —replicó Daruu con la voz quebrada. Muchos sentimientos encontrados. El recuerdo de lo que descubrió en las habitaciones de las Náyades. La adrenalina, descargando.

Entonces, Ayame intervino:

Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.

Daruu asintió.

Las Náyades tenían una mazmorra llena de gente. Estimé oportuno esperar a que acabásemos con ellas para rescatarlas, pero ahora ya es el momento de hacerlo —explicó—. Por otra, tengo unos ojos escondidos entre un montón de calzoncillos en la habitación del hotel. Creo que estarían mejor en el quirófano, esperándome. —Daruu sonrió, mirando a Ayame de reojo—. Había pensado contactar con Senzaburu-san para que nos ayudase con los prisioneros, ¿hay más ninjas de Amegakure a su cargo? ¿Qué opina?

»Y... por cierto. ¿Consiguió cazar al último traidor de las Náyades? ¿El Nara? —preguntó, echando un ojo a la puerta del calabozo. Temeroso de cual pudiera ser la respuesta.
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