Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Hana no lo había dicho con mucha confianza por no negarse a algo sin razón aparente, a algo que le decía su sensei jounin. Se arrepintió profundamente cuando Eri, sin apenas hacer un esfuerzo, empezó a correr a más velocidad de la que la rubia era capaz de siquiera imaginar. Echó a correr tras ella sin dudar, pero no fue capaz de reducir la distancia que las separaba, es más, juraría que cada vez la tenía más lejos, a pesar de ir ella a su máximo y la Uzumaki como si estuviese dando un paseo lento por el campo.
Finalmente, Eri se detuvo a esperarla y casi tardó un minuto entero en alcanzarla. Lejos de darle un segundo para que comprobase que no había perdido ningún órgano interno en aquella carrera, la jounin se metió directamente en el edificio, subiendo las escaleras de dos en dos. Hana se arrastró escaleras arriba como pudo, intentando respirar adecuadamente y fallando estrepitosamente.
—¿Te gustaría tomar algo?
— A-Agua... — dijo en un murmullo entre rápidas respiraciones del esfuerzo.
La pequeña kunoichi prácticamente sin aliento pidió agua, y ella asintió, sin entender cómo se había cansado tanto. Supuso que fue la falta de entrenamiento, así que no le dio más vueltas y acudió a la cocina por un vaso de agua, que dejó encima de su pequeña mesa.
—Tengo dos libros aquí, uno es de introducción, pero probablemente te sirva para repasar, el otro es algo más avanzado, contiene algunas técnicas y consejos sobre cómo usar mejor las que podrías saber.
Dejó los dos libros frente a ella, en la mesa. Los dos tenían una capa gruesa que los mantenía más seguros del exterior, y si Hana se fijaba, estaban algo viejos por el uso.
—Eran de mi padre, por eso están tan deteriorados —explicó, acariciando el primero con cariño—. Cuando los termines, ven a verme, ¿vale?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Su sensei le pasó un vaso de agua e inmediatamente se puso con los libros, directa al grano, sin comentar la falta de fuerza física que tenía la rubia. Hana cogió el vaso de agua y lo dejó vacio en tres largos tragos, pasando a escuchar atentamente lo que su sensei tenía que decirle.
—Tengo dos libros aquí, uno es de introducción, pero probablemente te sirva para repasar, el otro es algo más avanzado, contiene algunas técnicas y consejos sobre cómo usar mejor las que podrías saber.
La Uzumaki miraba con cariño los libros.
—Eran de mi padre, por eso están tan deteriorados. Cuando los termines, ven a verme, ¿vale?
Al ver como acariciaba la cubierta la pelirroja, su primer reflejo fue decirle que no hacía falta, que podría apañarse con los libros de la academia, aunque sabía que allí no había nada avanzado. Pero sabía que si decía algo así, Eri se enfadaría y acabaría llevandose los libros y un sermón sobre ser responsable y dejar de comportarse como una niña. Pero tenía miedo, ¿y si le pasaba algo a los libros bajo su tutela? Eran reliquias familiares para Eri. Y no es que les quedase mucha vida por delante.
Posó su mano sobre la tapa de uno de los libros, con cuidado, como si fuesen a deshacerse por su contacto.
— Muy bien. Cuando acabe, ¿vengo aquí? — preguntó con la misma cautela con la que tocaba los libros.
Hana no dijo nada, cogió los dos libros y marchó hacia la puerta. Una vez allí, se paró en seco, volviendose para ver a la Jounin que era su sensei. Puede que no se entendiesen, pero le alegraba saber que no tenía intención de abandonar, sino de presionarla hasta que fuese una buena kunoichi. Y aunque discutiesen, la estaba ayudando a mejorar.
Hizo una breve reverencia antes de ofrecerle una sonrisa sincera.
— Gracias por todo, Eri-sensei. — después atravesó el umbral de la puerta. — ¡Espero que nos veamos pronto!
Cerró la puerta por fuera y se quedó unos segundos digiriendo todo lo que había pasado ese día. Lo cierto era que las cosas malas habían superado las buenas. Eri se había hecho daño, Hana había tenido que sobrevivir a una visita al hospital, había llorado dos veces delante de su sensei, la había regañado cinco o seis veces en total y aún así, Hana estaba contenta.
Se fue con una sonrisa tonta y dos libros que estudiar.