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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
La chica no preguntó más por Juro. Si insistía de más sería sospechoso, y además el marionetista no le importaba demasiado. Como había mencionado, no era amigo ni conocido suyo.

Patriotas... —repitió Ranko en un susurro.

Significaría estar rodeados de aquellos que intentaban derrocar a la Morikage y evitar ser descubiertos. Sería una gran prueba para demostrar que era una ninja además de una guerrera. Sonrió, pues la idea de poner orgullosa a su líder, su voluntad de ayudarle, era más fuerte, aunque por poco, que los nervios que tenía. Curiosamente no sentía difícil el estar allí. Tanto su preocupación por la Hierba como sus opiniones sobre Kintsugi eran auténticas, así que no estaba mintiendo realmente.

Acabó de un trago el resto del té y colocó la taza sobre la mesa con decisión (y cuidado, claro).

Ya quiero conocerlos. Estoy ansiosa por ayudar a la Aldea.
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#62
«Esta misma noche...» repitió Daigo, mentalmente.

Eso lo complicaba todo. Lo complicaba muchísimo, pues no tendría tanto tiempo como se había imaginado en principio para avisar a Kintsugi de aquello. ¿Qué podían hacer? El chico pensó que, quizás, podrían retrasar un poco sus planes durante la reunión, convencerlos de que no es el momento adecuado para actuar.

Pero con los detalles que tenía, nada de lo que pensara ahora le serviría de mucho. Solo podía esperar a la noche para decidir junto a Ranko lo que acabarían haciendo, y asegurarse de que fuese lo correcto.

Tomó un sorbo de té y sonrió mientras lo volvía a dejar en la mesa, con algo de emoción.

—No puedo esperar. —Dijo el chico—. No puedo esperar a que Kusagakure vuelva a ser lo que era.
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¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!

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#63
De hecho, no tuvieron tiempo de nada, ni siquiera casi para compartir apreciación alguna entre ellos. Desde ese momento hasta la noche, Zaofu estuvo siempre cerca de ellos. El maestro les aseguró que no tenían toda su confianza todavía, y si ponían un pie fuera sin su permiso acabarían muertos. El secuestro se hizo eterno, pero al menos fue muy considerado. A media tarde entró en el dojo un hombre encapuchado que sanó el brazo de Daigo casi milagrosamente, dejando tan sólo un leve dolor. Zaofu les sirvió té todas las veces que quisieron, les proporcionó agua y también algo de conversación insustancial. Entretanto, el viejo se quedaba detrás del escritorio, escribiendo papeles. De vez en cuando, enviaba alguno con una paloma en el alféizar de la ventana.

Y ahora caminaban, asustados y coaccionados, a su lado. Era de noche. Una noche cerrada, sin luna. No tenían más remedio que guiarse por la luz de las antorchas que colgaban de los postes y de las cadenas aferradas a los tejados de algunas casas. Cuando quisieron darse cuenta, cuatro sombras más caminaban a sendos de sus lados. Luego, seis. Luego, diez.

En el estadio, otro encapuchado les dio paso. Ya no eran diez, ni veinte, ni treinta. Tal vez un centenar de traidores se arremolinaban en la arena. Otros se disponían en las gradas, vigilando. Zaofu les hizo quedarse entre el público y él subió al escenario de un salto, abriendo mucho los brazos, dirigiéndose a sus fieles como su fuesen el público de un anfiteatro.

¡Compañeros! ¡Patriotas de Kusagakure! ¡Hoy será el día en el que el absurdo e imprudente gobierno de Aburame Kintsugi caerá! —proclamó—. ¡Hoy será el día en el que el espíritu de Kenzou volverá a alzarse!

Hubo vítores. Aplausos. Zaofu les mostró las palmas de las manos, pidiendo orden.

»Pero hoy tenemos otro enemigo que abatir también. La Guerrilla. —Abucheos—. ¡Bah! ¡Ratas inmundas! Creen que pueden esconderse de nosotros. ¡Y todo por la inacción de la mariposa! Registraremos casa por casa. Interrogaremos a todo el mundo. ¡Con Genjutsu, si es necesario! ¡Así veremos quién es quién en esta aldea! Y si nos quitamos de en medio a los más leales a Kintsugi por el camino... ¡mejor!

»¡Quiero advertir una cosa! —dijo el hombre—. Como sabéis, le tengo mucho aprecio a Kintsugi como persona. Ni ella ni sus hombres deben sufrir daño alguno. ¡No matéis a nadie! Si no es necesario...

»¿¡ESTÁIS LISTOS!?

¡¡SÍIIIIIIIIII!!

Daigo y Ranko escucharon espadas desenvainarse. Kunais en ristre. Vieron luces, probablemente capas de nintaijutsu o ninkenjutsu activándose.

En definitiva, Daigo y Ranko estaban a punto de presenciar una tragedia.
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#64
La tensión estuvo siempre presente todas esas horas. Al menos un hombre le curó el brazo a Daigo. Ranko pidió una taza más de té, pues no quería beber demasiado. Tampoco le negó a Zaofu la plática trivial que quisiera. De vez en cuando le dirigía miradas a su amigo peliverde, más que nada para confirmarle que estaba bien, y para asegurarse de que él estuviese en buen estado también.

Cuando llegó el momento de la reunión y arribaron al estadio, Ranko no pudo evitar ponerse incluso mas nerviosa. Unos cien ninjas, además de ellos dos y Zaofu, estaban presentes. El anciano maestro subió al escenario y les habló.

"Oh no. Oh no, no no. Esto se está saliendo de control, esto... Esto está mal. Mi señora Morikage debe saber. Debe de enterarse. Debería de ir a por ella y decirle y... No, soy abismalmente más lenta que una turba de ninjas. Hay que seguir. Ésta es la misión, infiltrarse, ésta es... Hay que seguir. Al fin y al cabo... Van en contra de la Guerrilla, ¿no? No le harán daño a las personas de la Morikage, ¿no?"

Después del grito de todos, Ranko le dirigió una mirada decidida a su compañero.

Daigo. Espero que esto termine antes de que nos visite Violeta —Esperaba que su amigo recordara que ése era el código para ir a ver a KIntsugi. Esperaba que entendiera que quería seguir infiltrada antes de romper su disfraz —. ¿Estás...? ¿Estás listo para seguir? —Levantó el puño para darle ánimos —. Por la Aldea.
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#65
Durante varias horas, Daigo se mantuvo en su asiento, inquieto incluso después de que le arreglasen el brazo. La estrategia nunca había sido su fuerte, pero simplemente no podía dejar de pensar en lo que sucedería aquella noche.

De vez en cuando notaba la mirada de Ranko, que parecía querer confirmarle que estaba bien. Él le respondía usualmente con una sonrisa, para hacerle ver que él también estaba bien y, sobre todo, que todo estaría bien.

El momento terminó llegando y, de camino a la prometida reunión, hasta una decena de personas acabaron uniéndose a la marcha.

«¿Estos son todos?» Pensó. «Si nos lo montamos bien, quizás consigamos evadirlos para avisar a Kintsugi-sama».

No sabía cuanto se equivocaba.

En el estadio, los genin se encontraron con un centenar de personas preparadas para cometer una verdadera tragedia en el nombre de Kusagakure.

«Pase lo que pase hoy... Kusagakure no volverá a ser lo mismo en mucho tiempo». Miró a su alrededor, con algo de tristeza. «Todos llevan capuchas y no puedo verlo, pero estoy seguro de que debo conocer a muchos de ellos».

Se mantuvo callado y serio durante el discurso, sabiendo que sin importar cómo se desenvolviese aquello acabaría teniendo que pelear con personas a las que solía llamar hermanos. Aunque hoy se estaba dando cuenta de que eso no parecía significar demasiado, al fin y al cabo solía considerar a Kenzou como su padre.

— Pues eso espero, porque la pobre no sabe que hoy llegaremos tarde a casa. —Comentó Daigo, sonriendo—. Estoy listo, Sagisō-chan. —Le dijo, chocando la base de su puño contra la de Ranko—. Por nuestra familia.

Acto seguido, el chico miró a su alrededor. Quizás si conseguían encontrar a algún grupo podrían unirse a ellos sin parecer sospechosos.
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#66
"Algún grupo".

Curioso pensamiento. Prácticamente estaban rodeados de simpatizantes de Zaofu. No cabían en la arena. Como en una lata de sardinas, los brazos les empujaban cuando subían aclamando las soflamas del maestro.

No hacía falta integrarse en ningún grupo. El grupo entero era ya una turba violenta, o al menos por su corta experiencia aquello es lo que más podía parecerse a una turba violenta. Casi daba la sensación de que no iban a tener demasiada compasión con los hombres y mujeres que apoyaban a Kintsugi. Casi parecía que estaba a punto de estallar una guerra civil.

Bueno, algo estaba a punto de estallar. Eso seguro.


¡¡BAAAAAUUUMMM!!


Calor. Negrura. Fuego, escombros, ceniza. Gritos. Sangre. Heridos.

Como un mal sueño, el recuerdo del Valle de los Dojos vino a ellos. Como un mal sueño. Pero aquello no era un sueño. Y la pesadilla no había hecho más que empezar.


¡¡BAAAAAUUUMMM!!


¡¡BAAAAAUUUMMM!!


¡¡BAAAAAUUUMMM!!


Las explosiones se sucedieron, una tras la otra, desde diferentes puntos de las gradas. Quien fuera que hubo colocado el material pirotécnico fue lo bastante hábil como para predecir que las gradas caerían hacia adentro, aplastando al grupo de extremistas, que ahora no era más que la triste sombra de una amenaza frustrada. Zaofu, en una tarima, había sido el primero en colapsar. Ahora sólo asomaba el rostro a medio separar de la cabeza, mirándoles fijamente, muy cerca, con una maniática sonrisa.

A la hora de la verdad, el orgullo no gana.

A la hora de la verdad, el que está preparado, prevalece.

A la hora de la verdad, incluso el que parecía el más fuerte puede perecer ante la rata cobarde pero astuta.


¡¡BAAAAAUUUMMM!!


Daigo y Ranko estaban en el suelo, boca abajo. Una sombra se cirnió sobre ellos.

Apenas medio segundo para reaccionar.

Apenas medio segundo para elegir entre la vida o la muerte.
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#67
«Esto no me gusta nada». Pensó Daigo, mirando a su alrededor. «Aunque quizás, siendo tantos, no se fijen si Ranko y yo intentamos escabullirnos».

Aunque claro, eso era mucho más fácil decirlo que hacerlo, no por lo regular que se les daba el sigilo a ambos por lo general, ni porque probablemente no consigan ni llegar a moverse apropiadamente en cuanto la marea de gente empiece a moverse, sino porque la marea de gente no iba a llegar a moverse en primer lugar.

¡¡BAAAAAUUUMMM!!

«¿¡La guerrilla nos ataca!?»

Intentó girarse para retirarse junto a Ranko, pero ni siquiera tuvo tiempo de moverse.

¡¡BAAAAAUUUMMM!!

Confusión, calor, dolor.

¡¡BAAAAAUUUMMM!!

Escombros, ceniza, dolor.

¡¡BAAAAAUUUMMM!!

Gritos, sangre, dolor.

¡¡BAAAAAUUUMMM!!

Dolor, dolor, dolor.

El peliverde cayó al suelo, aturdido por las estruendosas explosiones, pero sobre todo por la cantidad de gritos de dolor que se clavaban en su pecho casi como si pudiese él sentir su dolor, y si no se movía rápido, pronto lo sentiría realmente.

Durante las explosiones, el joven acabó cayendo boca abajo en el suelo justo frente a una sombra que se intentaba abalanzar sobre él y Ranko.

No tuvo tiempo para pensar en nada y lo único que sabía con seguridad es que su único aliado presente era Ranko y que debían salir de allí y ponerse a salvo lo antes posible.

Concentrando una buena cantidad de chakra en los músculos de sus piernas, el boxeador se impulsó con sus manos y se levantó de un potentísimo salto que destrozó el suelo a su alrededor, desestabilizando a todo el mundo cinco metros a la redonda y lanzándose directamente a la sombra para pegarle un cabezazo en el estómago (27 PV).

— ¡Sagisō-chan, tenemos que movernos!


- PV:

200/200


- CK:

220/240

-20


- Acciones ocultas:


- Fuerza: 40
- Resistencia: 30
- Aguante: 40
- Agilidad: 30
- Destreza: 40
- Poder: 40
- Inteligencia: 40
- Carisma: 70
- Voluntad: 70
- Percepción: 40


Hitai-ate (Frente)
Esposas supresoras de chakra (colgadas de la parte derecha de su cadera)
Kusari x2 (enrollados a la cadera)
Portaobjetos 2/10
  • Chīsana Makimono (Botín)
  • Chīsana Hyōrōgan x1


¤ Hitoshin
¤ Dios Conejo Saltarín
- Legado de: Sagiso Ranko[/b] en Verano del año 220
- Tipo: Apoyo
- Rango: C
- Requisitos: Taijutsu 45, Fuerza 40
- Gastos: 20 CK
- Daños: -
- Efectos adicionales:
  • Si se usa un Taijutsu básico aprovechando el impulso, incrementa el daño del mismo en 10 PV. Debido a la presión en las piernas, solo puede usarse una vez por turno.
  • (Taijutsu 60) El usuario puede ejecutar el salto una segunda vez de manera seguida, en una dirección diferente si así lo desea, siempre que el salto anterior le haya hecho caer sobre una superficie firme.
  • (Taijutsu 75) El usuario puede ejecutar el salto una tercera vez de manera seguida, en una dirección diferente si así lo desea, siempre que el salto anterior le haya hecho caer sobre una superficie firme.
- Carga: 3
- Velocidad: Rápida
- Alcance y dimensiones: Impulso de 12 metros, ruptura del terreno en un diámetro de 5 metros.
El usuario dobla las rodillas y concentra su chakra en sus piernas. Acto seguido da una potente patada doble al suelo, lanzándose a toda velocidad en cualquier dirección cual bólido. Esta técnica se basa más en el uso de la fuerza para impulsarse, por sobre el sigilo o la destreza, por lo que el salto produce una ruidosa ruptura en el punto de origen, desestabilizando a quien se encuentre lo suficientemente cerca, a la vez que provee de una oportunidad de sorpresa en caso de usarse de manera ofensiva directa. Gracias al impulso, si el usuario conecta algún golpe básico al final del salto, dicho ataque se verá levemente amplificado.

Después del despliegue de Taijutsu Kusajin en el Torneo de los Dojos, algunos ninja de la Aldea se vieron interesados en sus técnicas de combate. Uno que otro quiso saber sobre la kunoichi que había quedado de pie aun inconsciente, y su jutsu de desplazamiento. Ranko decidió entonces compartir su técnica con algunos maestros, para que estuviese disponible a cualquier Kusajin que entrenara su fuerza por sobre su velocidad, para que no se quedase atrás en ninguna habilidad.

"¡El salto de Kusagakure no Hakuto llegará incluso más lejos!

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#68
"No..."

Ranko cayó, tanto física como mentalmente. Su cuerpo golpeó el suelo a la vez que un rugido reverberó en su oído. Sintió el dolor de la roca contra su piel y el estruendo atacando sus tímpanos, y la vibración de la tierra ante un ataque. En su interior, Ranko cayó en el tiempo, pues viajó al Valle de los dojos. Se sintió atrapada bajo escombros, se sintió deshecha, a punto de caer y rendirse, y no levantarse jamás. Sintió la ira que muy, muy pocas veces había recorrido sus venas. ¿Se encontraba allí de nuevo?

”¡No! ¡Levántate!” rugió su voz interior.

Abrió los ojos. No sabía qué había pasado, ni quiénes habían atacado, ni quienes quedaban vivos. Sólo sabía que estaba Hakuto. La voz de su amigo, llamándole, le hizo entender que no estaba sola. Eso, y que una sombra se cernía sobre ellos. Tenía que actuar ya. No podía dejarse caer en aquel recuerdo traumático. No podía dejarse vencer por él.

El Hitoshin de Daigo desestabilizó el área, así que para evitar tambalearse al levantarse, Ranko rodó tan rápido como pudo hacia un lado, alejándose de su compañero y de la sombra. Se pondría de rodillas mientras buscaba en su portaobjetos. Si veía a la sombra, el objetivo de Daigo, le lanzaría una serie de tres shuriken a la parte baja de su cuerpo (8 PV o 12 PV x3). Permanecería en cuclillas, lista para lanzarse con su propio Hithoshin de ser necesario, y arremeter contra aquella figura. Pero claro, querría ver primero de quién se trataba antes de atacar con toda su fuerza.

Sus ojos color miel mostraban decisión y fiereza.


PV:

230/230


CK:

190/190



Fuerza: 70
Resistencia: 40
Aguante: 40
Agilidad: 40
Destreza: 40
Poder: 20
Inteligencia: 40
Carisma: 40
Voluntad: 60
Percepción: 30

¤ Hitai-ate [Protección 7PV)] (en el cinto)
¤ Portaobjetos básico [Capacidad 7/10] (ajustado sobre su cinto, a su izquierda), dentro el cual:
  • Kunai [Anilla 9PV, Corte superficial 8PV, Corte 12PV, Penetración 18PV]
  • Shuriken 0/3 [Corte superficial 8PV, Corte/impacto 12PV]
  • Kemuridama [Consumible 1/1, 6m de humo por 2 turnos]
  • Hilo shinobi [Consumible, 10/10m]
  • Ōkina Hyōrōgan [Consumible 1/1, +10CK/turno hasta 50CK]
  • C-Ranku no Kibaku Fuda [Consumible 1/1, 30PV, 1.5m radio]
¤ Wakizashi (a la espalda, a la altura de la cadera, empuñadura hacia la derecha) [Mango/vaina 12PV, Corte superficial 18PV, Corte 22PV, Penetración 30PV]
A la vista / No visible / Agotado
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#69
Aquella noche, Tsukiyama Daigo eligió la muerte.

Utilizando la técnica legada por su compañera, el boxeador se impulsó en el suelo, resquebrajándolo, haciendo que la tarea de levantarse de ella fuese ya una imposibilidad. Sin siquiera pararse a mirar qué era la sombra que se cernía sobre ellos, el joven se lanzó presto a propinarle un buen cabezazo en el estómago.

Desafortunadamente para él, las aproximadamente dos toneladas de escombros que caían sobre ellos no tenían nada que pudiera parecerse ni remotamente a un estómago.

Algo en Daigo hizo crack. El muchacho sintió algo caliente deslizándole por el lateral de la cabeza, el cuello y el hombro, y se vio empujado hacia el suelo.

Ranko, hundida entre grietas, no pudo más sino ver venir, impotente, el enorme coloso que antes era uno de los muros del estadio y que ahora se cernía sobre ellos. Sintió como la estructura de bambú se hundía en ella. Una de las varas le atravesó el estómago.

Y así, quedaron aplastados (200 PV), y ambos perdieron el conocimiento.

Ese día, Tsukiyama Daigo y Sagiso Ranko murieron. Y también lo hizo una parte de Kusagakure

Fin de la trama.






























¿o tal vez no...?
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#70
Y justo antes de que el ceremonial Estadio de Bambú terminara de echárseles encima, un último pensamiento cruzó la mente de Sagiso Ranko y Tsukiyama Daigo antes de que sus vidas se vieran apagadas como la llama de una vela soplada: Iban a llegar tarde a su cita con Violeta.

Humo, polvo, caos y destrucción. Los habitantes de Kusagakure contemplaban horrorizados la caída de uno de los monumentos de su aldea. No terminaban de comprender qué era lo que había pasado. Ni lo que estaba por suceder. El terror les hizo chillar, les hizo correr tan rápido como les permitían las piernas, y la estampida pronto cubrió toda la aldea.

Lo último que se vio fue el delicado y apenado vuelo de una mariposa surcando los restos del estadio...



. . .



Ambos despertaron casi a la vez, aunque Daigo lo hizo unos segundos antes gracias a su gran fuerza de voluntad. Sin embargo, fuera de los brazos de Morfeo el mundo era cruel e inhóspito, y ambos sintieron un insoportable dolor recorrerles de arriba a abajo. Ni siquiera podían moverse: ambos debían tener varios huesos rotos por todo el cuerpo, pero Daigo además sentía una punzada constante en la cabeza que le impedía pensar con claridad.

Cuando pudieron despejarse mínimamente verían que estaban en un lugar oscuro, húmedo y apenas iluminado por la titilante luz de varias antorchas encendidas que pendían de las paredes. Varias raíces recorrían serpentantes el techo, sujetándolo sobre sus cabezas. Estaban tumbados, uno junto al otro, en improvisados futones, y ambos estaban vendados como momias.

Alguien se inclinó sobre Daigo y le apartó unos mechones de brillante cabello verde de la frente. Una mujer de tez oscura y ojos impenetrables, siempre cubiertos detrás de un antifaz con forma de mariposa, y que ahora presentaba un ala rota.

Daigo, Ranko, ¿podéis oírme? ¿Cómo os encontráis?

Ella también estaba magullada. Su implecable túnica de Morikage estaba manchada de polvo, rasgada en algunos puntos, pero Aburame Kintsugi conservaba aquella fría calma que la caracterizaba.
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#71
Ranko respiró profundamente y tosió. Quiso moverse, pero tanto las vendas como el dolor se lo impidieron. Miró en derredor, pero no pudo identificar aquel lugar oscuro. Al menos podía ver algo, no como el abismo del cual había salido. ¿Qué había sucedido? Había tomado la decisión de luchar junto a Daigo contra... una pared. Y ésta les había aplastado. Recordaba su torso ser atravesado por algo afilado. Conflictivos y peleoneros como buenos ninjas de la Hierba.

Una voz le devolvió la vida.

¿M-mi señora Morikage? —respondió Ranko con timidez, mirando a la mujer, de aspecto dominante incluso cuando se notaba dañada. ¿Acaso había estado en el estadio en ese momento? ¿Acaso había sido ella quien lo había ocasionado? —. ¡Mi señora! ¿E-está herida? ¿E-est-? —Hablar muy rápido le dolió —. Y-yo... estoy... me duele el cuerpo. P-pero... creo que más allá de mis heridas... e-estoy bien. Relativamente. N-no sé qué ha pasado... ¡Daigo!

La chica miró a su compañero, esperando que pudiese responder también. Tragó con amargura. ¿Habían fallado? Era como si los árboles de aquel bosque de misterios hubiesen caído todos al mismo tiempo, ocultando sus intrigas mucho más. Alejando su meta de ellos.

L-lo siento...
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#72
Dolor.

¿Cómo podía Daigo cuidar de los demás cuando ni siquiera podía proteger su propia vida? ¿Cómo podía seguir vivo siquiera cuando no hacía más que tomar malas decisiones? En los que iban a ser sus últimos momentos, Daigo estaba casi seguro de que no podría arreglar sus errores, pues este había sido el definitivo. No iba a llegar a su cita con violeta.

Por suerte alguien, inconforme con aquel final, los sacó de allí para que pudieran vivir un día más.

No recordó el momento exacto en el que perdió la conciencia, pero cuando despertó se encontraba aturdido y adolorido en una habitación húmeda y oscura en la que lo único que brillaba eran unas antorchas y...

—¿Kin... tsugi... sama?

Le dolía la cabeza, mucho. Apenas podía pensar con claridad, mucho menos moverse.

—¿D-dónde...? —Empezó. Pregunta equivocada—. ¿Qué... ha pasado?
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#73

Daruu no masterizará durante algunas rondas, por el momento me encargo yo con Kintsugi. No lo he puesto antes, pero soy Ayame, entro con hueco de máster.


Confundida y alarmada, Ranko fue la primera en hablar, y la Morikage se volvió hacia ella rápidamente para retenerla contra el futón sujetándola por el hombro e impedir que intentara levantarse.

Shhhh... —le chistó, con suavidad—. No te muevas, Ranko, tienes varios huesos rotos. Es normal que te duela. Daigo...

La voz de Daigo llegó entonces hasta ellas. Estaba incluso más confundido que Ranko, y su estado era notablemente peor. Pero al menos seguía vivo.

Estamos a salvo, en un refugio, en los subterráneos de Kusagakure. Tenéis suerte de que os consideraran muertos cuando se derrumbó el Estadio de Bambú... —explicó, lo suficientemente lento para que sus confundidas mentes pudieran entenderla—. Pero lo que ha pasado es algo que tendréis que explicarme vosotros. Sé que no estáis en buenas condiciones, pero la situación es urgente: necesito saberlo todo.
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#74
Ranko se sintió confiada ante el agarre de Kintsugi. Era reconfortante saber que estaba a salvo. Que estaban a salvo los tres. La mujer necesitaba su información, y la de la trenza no dudaría en hacérsela saber.

¿Tuvimos... suerte? S-sí, mi señora Morikage —Ranko respiró profundamente, intentando concentrarse. Sí, habían llegado al inicio del mismo día, pero el dolor no le dejaba enfocarse al cien por ciento —. Llegamos al d-dojo e hicimos la demostración con el maestro Zaofu. Él era... demasiado fuerte para nosotros, y... le rompió el brazo a Daigo. Parecía dar un mensaje... Darle a sus estudiantes un mensaje. T-todo el tiempo hablaba de cómo el estado actual de la Aldea era demasiado débil. A-al final de la demostración hablamos y... dijo que estaba armando una e-especie de revolución. Fue... Se s-supone que fue amigo del señor Morikage Kenzo... Decía que usted, mi señora, no estaba tomando las decisiones correctas y... y que él y los suyos llevarían a la Aldea por un mejor camino, pero... Ellos no eran "La guerrilla". Zaofu estaba, de hecho, en contra de la Guerrilla, y-y lo de esta noche era para ir a capturarlos . Dijimos que participaríamos para obtener más informacióno (y porque n-nos amenazó). Planeaba escabullirnos entre los grupos para ir a avisarle, mi señora, pero... pues... el estadio cayó...

Ranko miraría a Daigo, invitándole a decir cualquier cosa que ella hubiese pasado por alto u olvidado.

S-siento si fallamos, mi señora Morikage...
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#75
El boxeador se quedó callado mientras escuchaba a su compañera, quien claramente tenía las ideas y los recuerdos mucho más claros que él, que difícilmente podía concentrarse con ese agudo dolor de cabeza. ¿Qué le había pasado?

Ah, sí. Un muro le había caído en la cabeza ¿o su cabeza había caído en el muro?

Daigo solo añadió una cosa a la explicación de Ranko.

—Hubieron... muchas explosiones. T-todas colocadas en lugares estratégicos para hacer colapsar la estructura... ellos sabían que estarían allí. —Explicó como pudo, antes de mirar a Kintsugi a los ojos, preocupado—. Allá fuera... ¿qué está sucediendo?
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