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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
El nativo de Uzushio apenas si podía creerlo, pues habían pasado cinco días durmiendo. Se suponía que aquella era una entrega y ya, cuando mucho debía quedarse un día. Quién sabe qué pensarían en la villa. Su maestro debía de estar confundido, Naomi debía estar muerta de preocupación y Shiori probablemente estaría colérica por aquella súbita desaparición sin aviso alguno. En su mente no parecía la gran cosa, aunque explicar toda aquella aventura a sus conocidos sería algo bastante difícil.

Lo siento, pero recuerdo estar en la costa. Imágenes borrosas pero recuerdo que era el amanecer, eso lo recuerdo perfectamente. ¿Estuvimos inconscientes tan poco tiempo?

«Es difícil de creer pero eso explica porque tengo un hambre tan atroz.»

¡Karamaru! —Dijo como si recién notara la presencia de su compañero—. Me alegro que estés “bien”. Fue una noche demencial, pero no lo hubiera logrado sin tu ayuda… Y tampoco sin las heroicas acciones de Hideyoshi.

En su mente todas la piezas comenzaban a encajar y sus recuerdos a asentarse. Creía sentirse en paz sabiendo que habían logrado su objetivo, pero también sentía cierto malestar al imaginarse las cicatrices emocionales que aquellos eventos dejarían en los habitantes del risco.

¡Te pido disculpas a ti y los habitantes del pueblo! —Se inclinó tanto como pudo para hacer una humilde reverencia de disculpa—. A pesar de que logramos acabar con los piratas no pudimos evitar los daños y las pérdidas.

El joven comenzó a sentir el sabor agridulce de la victoria. Si bien habían acabado con los bandidos y evitado una masacre mayor, pero se pagó un precio por ello. Kazuma lo sabía; Una cosa era entregar tu vida por voluntad propia para conseguir los objetivos, pues esa era la vida de los guerreros y de los soldados. Pero las vidas de las víctimas inocentes eran un precio demasiado alto, incluso para una victoria a largo plazo como aquella.

Quizás fuera su orgullo como guerrero o una muestra de sus propias convicciones, tal vez solo fuera el cansancio mental haciéndose presente. Escucho lo que tuviera que decir Iori y luego se marchó a descansar puesto que aún necesitaría un día o dos de reposo antes de poder encaminarse hacia Uzushio.

Nos vemos luego, Karamaru, necesito descansar.

Al día siguiente se volvió a despertar con los rayos del sol mañanero. Le gustaba la calidez de aquella luz dorada que bañaba el risco. Para su alegría se levantó sintiéndose mejor, aunque aun le costaba caminar. Por suerte alguien había tenido la amabilidad de dejarle un viejo bastón en el cual apoyarse.

«Que bien… Justamente pensaba ir a caminar.» —Sonrió mientras se ponía de pie.

Durante las siguientes horas se dedicaría a pasear por la villa. En cada esquina no dejaba de sorprenderse de lo rápido que todo parecía haber vuelto a la normalidad. Gente yendo y viniendo, los pescadores utilizando el elevador para subir su mercancía, los vendedores de baratijas y gente martillando madera para reparar las edificaciones. Los ánimos parecían altos, y quizás fuera por eso que se escuchaba que al anochecer harían una especie de fogata donde servirían mucha comida.

«No tengo más nada que hacer…» —Admitió mientras pensaba en presentarse a aquel pequeño evento.

Ya era de noche cuando Kazuma llegó. Había mucha gente y también mucha comida. Grandes calderos y espetones cercanos a una gran fogata que iluminaba toda la plaza central. La noche tria vientos fríos desde el mar, pero en aquel sitio el ambiente era cálido. El Ishimura no pudo evitar animarse al compartir un plato de pescado, al limón con patatas, a la luz del fuego. Incluso pudo divisar al monje que parecía estar hablando plácidamente con la chica rubia. Parecía que habían hecho buenas migas. Incluso se detuvo a escuchar a un sujeto que aseguraba ser un trovador errante.


Kentoken apareció un atardecer y trajo consigo la luna.
Las sombras de mal vieron terminada su cruel fortuna.
La venganza emergió del mar oscuro.
La esperanza despertó como un bien oportuno.
Los peces negros trajeron el fuego trajeron desastre.
La fuerza y el filo no dudaron al enfrentarle.
Las serpientes de ébano huyeron a su nido con la marea.
El águila de tres almas fue darle caza antes de que amaneciera.
La maliciosa araña guardaba el oro de su pillaje.
Aplastada fue por el puño de negros vendajes.
El pez mayor era tan fiero que casi escapaba
Sus agallas fueron cortadas por la gris espada.
Inclemente la noche que atestiguo al fantasma y al guerrero en alegoría.
Honorable Kentoken que nos trajo la justicia junto a un nuevo día.


Al terminar de escuchar la canción se levantó para tomar un poco de aire. Con un poco de esfuerzo logró llegar hasta el borde del acantilado, donde había una especie de santuario solitario que le llamó la atención. Una especie de ofrenda funeraria con velas blancas de un lado y velas negras del otro. Inmediatamente supo de qué se trataba.

¿Así que también hay un poco de incienso para los piratas? —Se preguntó a sí mismo, tratando de comprender lo que veía.

Después de muertos todos somos iguales.

En mi familia se solía decir que la muerte es la única justicia, pues trata por igual a todos.

No creo que los que aún vivimos tengamos que preocuparnos por eso.

De verdad son un pueblo fuerte —en aquel instante el de ojos grises se sintió terriblemente avergonzado e infantil mientras observa hacia el oscuro mar y el estrellado cielo nocturno. Aquella era fuerza de verdad; Personas que luchaban para seguir viviendo a pesar de las tragedias, que tenían un corazón lo suficientemente fuerte como para rendir plegarias a sus terribles enemigos caídos—. Comparado con lo que ustedes demuestran, la fuerza de un ninja es algo insignificante.

Sí, yo también lo creo. Sin embargo, también creo que fueron los sucesos de aquella noche lo que nos permitió encontrar tal fuerza.

Gracias, Hideyoshi. Por tus palabras y por haberte devuelto a ayudarnos aun cuando no tenías tal deber para con nosotros.

Ciertamente pude solo tomar el dinero e irme, y ciertamente ustedes pudieron largarse en cuanto la cosa se puso fea… ¿Pero qué te parece? A pesar de tener esas opciones yacemos aquí vivos y escuchando una canción sobre lo que pasó como si fuera un recuerdo lejano.

La canción… ¿Qué significa Kentoken? —Pregunto inocente.

Jejeje… Literalmente significa “El puño y la espada”.

Al día siguiente, Kazuma, se levantaría con los primeros rayos del alba. Se sentía lo suficientemente sano como partir. Silenciosamente tomó las ropas que le habían dado, ya que las suyas quedaron destrozada, y abandonó la enfermería. Había recogido sus cosas, y sin embargo se encontró con una bolsa desconocida. Tenía su nombre y en el interior sonaban algunas piedras. Concluyó que quizás fueran algunas medicinas, por lo que se las colgó al cinto y decidió partir.

«Es momento de hacer como un fantasma y desaparecer sin dejar rastro.»

Al menos ese era su plan; Abandonar el pueblo en medio del silencio del amanecer y partir sin molestar a nadie. Aunque puede que una figura, en cuya calva se reflejarán los rayos del sol, se le hubiera anticipado y estuviera esperándolo para despedirse. Para intercambiar buenos deseos y chocar puños quizás.
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#77
Por fin el peliblanco notó la presencia de su compañero de armas, ya estaba tardando después de tanta charla de la rubia. Tras su relato un lesionado Kazuma pidió disculpas que para Karamaru eran innecesarias.

No puedes pedir disculpas por algo inevitable, esos bandidos eran demasiados y actuaron rápido. Con respeto a los que fallecieron, igualmente hay que sentirse orgullosos de haber podidos pararles los pies.

Nos vemos luego, Karamaru, necesito descansar.

Nos vemos

Karamaru sabía que era hora de partir. El saber que habían pasado cinco días, imprevisto para el calvo, hizo que extrañara un poco su casa y la interminable lluvia de ese lugar. Tal vez a la mañana siguiente se iría sin dejar rastro de su presencia. Ya todo había terminado igualmente. Vio al peliblanco caminar por el largo pasillo central de la casa mientras que Iori tomaba un sorbo de té todavía con una sonrisa en la cara.

Pasó la noche en ese lugar y a la mañana, un poco menos dolorido, comenzó a preparar su mochila de viaje. Alimento, bebida, carpa, luz, lo tenía todo pero una persona lo interrumpió.

No te vayas, espera hasta mañana. Por favor.

La rubia lo había estado mirando desde la puerta de esa de esa segunda sala de enfermería improvisada. Pero sin esperar respuesta alguna y con un rostro serio así como llegó se fue, dejando al calvo que reflexionase. Después de todo lo que había pasado se iba a ir sin saludar. Había sido egoísta de su parte y ahora no le podía decir que no a una cara bonita.

Todavía con los rayos del amanecer se dirigió a la costa, lugar donde pasó todo el día. Vio a los trabajadores pasar, usar el ascensor, ir a ver el barco quemado y hacer más cosas de las que calvo podría imaginar. El monje solo se dedicó a descansar y hablar con ellos y para cuando quiso darse cuenta la noche había llegado. Uno de los aldeanos lo invitado a ir una especie de fiesta que se estaba celebrando en el centro de la ciudad.

Al llegar pudo ver una gran fogata y a mucha gente caminar, charlar y divertirse. Todos los problemas parecían tan lejanos que el calvo comenzó a sentir nostalgia, como si todo hubiese pasado años atrás. Pero unos brazos lo rodearon desde las espalda y lo sacaron de sus divagaciones.

Veo que te has quedado. Ven vamos a tomar algo

Iori lo tomó de la mano, de nuevo sin esperar la aprobación del monje, y lo llevó a un pequeño puesto lleno de gente y luces. La rubia pidió dos vasos de algo que Karamaru no había tomado nunca, pero que al probarlo parecía bastante rico. Fue una charla larga y tendida de horas de duración. Intercambiaron vivencias, historias, recuerdos, gustos, costumbres y risas y recuerdos. Pero ambos sabía que al día siguiente se despedirían y a la chica no parecía caerle muy bien.

Disfrute de tu compañía. Después de lo que pasó creo que he madurado un poco, siento que estoy preparada para poder ayudar a este pueblo. Ya no soy una niña inocente, y todo por que me salvaste. ¿Volverán? ¿Volverán tú y Kazuma?

¿Qué tipo de pregunta es esa? Nos verás aquí antes de que llueva de nuevo, no nos olvidaremos tan rápido de ustedes. La próxima vez que venga me llevaras a dar vueltas con su barco ¿Verdad?

La rubia tenía un rostro adornado con lágrimas y sonrisa. Karamaru había tratado de tomarse el asunto con humor, pero parecía que a la chica no le gustaban las despedidas. Le dio un beso cálido en la mejilla al monje y se fue, dejando solo al shinobi que seguramente lejos estaba de olvidarla a ella y todo el pueblo.

...

La fiesta había terminado y todavía quedaban algunos alcoholizados dando vueltas. Los residentes del lugar habían aprovechado la ocasión para poder disfrutar un poco. Pero para el shinobi los primeros rayos del Sol no significaban más que una despedida. Tomó sus cosas y salió de la casa, no sin antes dejarle una carta a la rubia en el salón.

Mientras se acercaba a la entrada del pueblo pudo ver a un peliblanco que se le había adelantado. No era el único que tenía pensado volver a su casa aunque sus caminos se dividían a partir de ese momento. Uno iría al sur y el otro al este, así que era el momento de despedida entre ellos dos.

Se le acercó lo suficiente como para que le pueda escuchar y le habló desde la distancia.

¿Sigues creyendo en la justicia?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"  
-Maestro Yoda.


HabloPienso
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#78
La noche dejó tras de sí un rocío helado, pero la calidez del sol naciente, y su grueso ropaje, lo hacían soportable. Kazuma pensó que si alguien llegara al pueblo en aquel momento, no podría llegar a imaginarse lo que había pasado hace apenas una semana. Pero él lo había vivido y sabía que era cierto. Quien hubiera escuchado la canción olvidaría lo que contaba con el tiempo, pero él jamás lo olvidaría. Supo entonces que las vivencias de las personas están formadas por muchos momentos como aquel.

¿Sigues creyendo en la justicia? —Le preguntó aquella figura calva.

No sabría decirlo ahora —admitió con sinceridad—. Pero hay algo en lo que creo, y es en lo que solo un puño y una espada han logrado en este sitio.

No era bueno para las despedidas. Quizás fuera por eso que prefería simplemente el desaparecer como un fantasma. Sin embargo se alegró de conseguirse con el monje bajo la luz del amanecer. Fue efímero el tiempo que pasó con él, pero en ese corto periodo logró tomarle gran afecto a su valentía y sensatez.

Espero volvamos a vernos, Karamaru —dijo con una gran sonrisa que poca veces se había permitido—. Para cuando nos encontremos nuevamente, tratemos de no provocar todo una revolución jejeje. —Kazuma le ofreció un puño para chocar y una sonrisa de buenos deseos.

Con aquello dicho partió hacia el sur. Había aprendido bastante y hecho un amigo nuevo, fue partícipe de una aventura tan épica que fue merecedora de una canción. Comenzaba a sentirse nostálgico, pero a la vez sentía que su tarea en aquel sitio había terminado. Mientras caminaba el dolor de las costillas le molesto un poco, por lo que decidió buscar alguna medicina en el saco que le habían dado. Pero enorme fue su sorpresa y sonrisa cuando descubrió que su contenido era toda una colección de las conchas marinas más hermosas que hubiese visto alguna vez.

La ironía le hizo reflexionar, pues fue precisamente buscando conchas marinas que tropezó con quien se convertiría en su amigo y aliado de armas. Definitivamente recordaría a las personas y los sucesos de la que posteriormente se conocería como “Kentoken no Yoru” o “La noche del puño y la espada”.
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#79
Karamaru concordaba con su compañero. Solamente dos shinobis habían logrado lo que un pueblo enterado no pudo. Habían enfrentado miedos, enemigos peligrosos, fuego, dolor, lágrimas, gritos y muchas más cosas pero finalmente sobrevivieron. Fueron momentos terribles y crueles pero en la más intensa tormenta puede surgir una flor así como en los tiempos de desesperación y muerte surgió una amistad. El calvo, así como se prometió no olvidarse fácilmente de la rubia y su pueblo, no quería olvidarse del peliblanco. Era la primer persona con la que lograba una fuerte relación desde que había salido del templo y en cierto modo le agradaba hacer amigos.

Kazuma levantó el puño en gesto de saludo y el calvo sin dudarlo se lo devolvió. Un choque de puños que causó un sentimiento especial en el shinobi, como si de nostalgia se tratara. Al parecer no le gustaba despedirse de un buen amigo.

¿Revolución? La próxima vez quiero sentir en carne y hueso el poder de esa espada.

Y te aviso, yo no "espero" volver a encontrarnos, quiero hacerlo. Y te recomiendo que estés preparado, porque daré todo.


Sin contestación, una respuesta que quedo en el aire, y una sonrisas compartidas. Karamaru se quedó quieto en el lugar viendo al peliblanco alejarse hasta perderlo de vista, ojalá algún día sus caminos vuelvan a cruzarse y como Kazuma bien había dicho en una situación un poco más calma.

Tal vez solo tomar té o compartir experiencias, salir a caminar o jugar a algo. Eran shinobis pero eso no los excluía de poder pasar un buen rato cada tanto. Pero tenía que volver a casa y dejar de pensar en tantas cosas que en ese momento no tenían importancia.

Comenzó a caminar hasta la frontera con el País del Bosque para estar a cada segundo más cerca de su hogar. Menos mal que no tenía mascotas que cuidar pero qué tal estaban sus plantas era lo que le preocupaba. ¿Se habían marchitado? ¿O estarían más verdes que nunca? Ya todo parecía tan distante, tanto su casa como el pueblo, y sentía como encontrarse en el medio de la nada. Sin lugar a dudas llevarse un título de héroe acompañado de una canción era algo que algún día contaría a sus nietos o a los más pequeños.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"  
-Maestro Yoda.


HabloPienso
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