Abrazame fuerte o no lo hagas

[Himura Ren]

La morena soltó una breve carcajada. Mantener esa relación de hermandad ya no era posible, pues sería algo realmente extraño y para la gente que no conocía la situación de ninguna de las dos, algo bastante perturbador. No estaban en una edad media de fantasía donde aquello era prácticamente el pan de cada día en las altas clases de la nobleza.

— Pues... Supongo que somos una pareja, ¿no? — Su mirada se desvió lentamente por los brazos de Hana hasta donde sus manos habían quedado entrelazadas. Aquello la hizo sonreír —. N-No lo sé... De hecho, ¿qué hacen las parejas? ¿Tenemos que empezar a hacer algo distinto? Supongo que salir por ahí a cualquier sitio a comer o dar una vuelta es parte de lo que hacen, así que por mi vale. Pasar el tiempo contigo es lo que más disfruto.

Estaba algo sonrojada, y jugueteaba con los dedos de Hana sin prestar mucha atención alrededor.

[Himura Hana]

— Pues... Supongo que somos una pareja, ¿no? N-No lo sé... De hecho, ¿qué hacen las parejas? ¿Tenemos que empezar a hacer algo distinto? Supongo que salir por ahí a cualquier sitio a comer o dar una vuelta es parte de lo que hacen, así que por mi vale. Pasar el tiempo contigo es lo que más disfruto.

— Yo recuerdo a alguien diciendo que me iba a tratar como una princesa. Así que a partir de ahora, tienes que ir tú a por mi chocolate. Y a por mis zapatillas. Y a pedir el numero en las colas. Ah, y hacer las colas cuando haga mucho calor mientras yo espero sentada en la sombra. ¡Tenemos que volver a ir a una feria! Así también puedes conseguirme más peluches. Aunque no sé yo cómo estarás ahora de punteria.

Hana estaba sonriente, despreocupada y feliz. Inconscientemente feliz. Se apoyó en su hermana tranquilamente mientras seguía pensando en todo lo que Ren podía hacer por ella ahora que había jurado firmemente tratarla como una princesa. Tal vez podía encargar una tiara para ir a juego con su rol. Con el mismo motivo que su horquilla.

Al menos, se había olvidado de que el mundo exterior estaba preparado para aplastarlas en cualquier momento. Ahora solo era una gran bola de felicidad y tonterías.

[Himura Ren]

No tardó un segundo en ponerse exigente, y antes de que esta se apoyara sobre ella, le dio un pequeño capirotazo encima de la nariz con el dedo corazón. Debía relajarse un poco, aunque Ren intentaría darle todo lo que viera mínimamente posible si podía. Buscaría acomodarse en otra posición, sentándose y dejando que Hana se tirara sobre ella como quisiera, solo para responderle con un par de gentiles y tímidos besos en el cuello.

— Bueno, tengo tiempo. Puedo ir practicando algo hasta que llegue el momento, y con algo de suerte...

En la puerta del cubil, dieron un par de golpes sucesivos y a ello lo acompaño la voz de la chica que las había atendido.

— Perdón, pero os quedan unos quince minutos. Por favor dejad los libros en su sitio antes de devolver la llave, gracias

— Oh... Uhm... ¿C-Cuanto tiempo llevamos aquí? — dijo con un gesto de preocupación, mirando a las paredes.

Todo lo que había comprado Hana, deberían dejarlo para otro momento. Aunque hacían el apaño para un postre nocturno.

[Himura Hana]

En el mismo momento en que escuchó a alguien llamando a la puerta, Hana saltó del regazo de Ren, poniéndose de pie con asombrosa destreza. ¿Quién era? ¿Qué pasaba?

Suspiró aliviada. Al final, solo venían a decirles que les quedaban quince minutos. Hana se volvió a echar sobre la morena, más que dispuesta a pasar así el tiempo restante.

Salir fuera era volver al mundo exterior. No quería eso.

— Si, que la última vez dijimos de entrenar pero huiste antes de que pudiésemos hacer nada. Así no vas a mejorar. Y ni siquiera te has comprado una katana de verdad. ¿Es porque quieres que te la compré yo? He visto una super bonita. La vaina era rosa pálido, pero la espada era de verdad, eh. Seguro que pueden hacerla rosa también. Podemos ir a preguntar.

Lo decía completamente seria. Pero en realidad sólo estaba proponiendo ese plan para que Ren se dejase de hacer la remolona y eligiese un arma, porque Hana podría acabar comprándole una Kodachi rosa.

[Himura Ren]

— ¿Rosa? Ni hablar, no me gusta. No pega ni con cola, es una horterada — respondió tajantemente —. Ya bueno... Tampoco tenía apenas tiempo. Tras salir de casa tras tantos meses, estaban algo preocupados por mí. Aunque ahora ya todo está bien

Se acercó hasta los libros, apilándolos de nuevo uno sobre otros. No recordaba exactamente el lugar donde debía de volver a colocarlos, pero había un sitio precisamente dispuesto para dejarlos y que posteriormente los recolocaran. Al final no había leído ninguno de ellos.

— Aunque... Si podríamos volver a echar un vistazo. Así hacemos algo de tiempo

[Himura Hana]

— Aunque... Si podríamos volver a echar un vistazo. Así hacemos algo de tiempo

— ¡Claro, vamos! — dijo saliendo por la puerta tan contenta, sin una sola preocupación en el mundo.

Solo salir por el marco de la puerta, se dio media vuelta.

— Mis chocolatitos. — se agachó a recoger las chocolatinas que estaban tiradas por el suelo.

Las fue cogiendo una a una y poniendo en todas las cavidades que tenía la ropa. Incluso las metió en su portaobjetos, pero, obviamente, eran demasiadas para ella.

— Ren, son muchas chocolatinas. — y requeteobviamente, ya no le apetecían.

[Himura Ren]

Suspiró y se acercó hasta ella para coger un par de las que le ofreciera, guardándolas en algunos de sus bolsillos y en su portaobjetos. Igualmente, miraba algunas de las chocolatinas que le estaba dando; unas tenían galletas, otras algo de caramelo en su interior y algún fruto secos. Las dos primeras eran bastante apetecibles. Tras ello, se quedaría un poco parada delante de ella sin saber que hacer, por lo que se vería ruborizada y respondería dándole un nuevo beso mientras cerraba los ojos. Cogería los vasos y los tiraría en una papelera cercana, y posteriormente cogió los libros para dejarlos en un lugar sobre el que había una señal que indicaba que depositaran ahí los libros. En todo momento, esperaba y miraba de reojo a Hana, esperando que la siguiera hasta que entregó las llaves.

Tras ello, al salir a la calle, el cielo estaba teñido de un color rojizo por el atardecer, y las farolas estaban empezando a iluminar las calles.

— R-Realmente se nos ha hecho más tarde de lo esperado — añadió mirando al cielo, sin soltar la mano de Hana —. Espera, con lo que dijiste antes... ¿Entonces ya no te puedo llamar Imouto-chan?

[Himura Hana]

Ren se estaba aprovechando de sobremanera de su nueva condición. Incluso coger unas chocolatinas ahora tenía peaje, el coste era un beso. La volvió a besar y Hana perdió por completo el norte. ¿Qué estaba haciendo? Ni lo recordaba. Se perdió por completo en los labios de su novia, parpadeando varias veces cuando se separase.

Siguió a la morena andando como un pingüino, primero un pie y luego el otro, completamente mecanico. Fueron a devolver la llave y salieron a la calle.

— Espera, con lo que dijiste antes... ¿Entonces ya no te puedo llamar Imouto-chan?

— No, ahora tienes que llamarme Hana-hime. — le dijo levantando un indice, abrazando con total seriedad el estereotipo de princesa.

[Himura Ren]

— No, ahora tienes que llamarme Hana-hime.

— Uuuuuuuuuuuuhmmmm... Me gustaba bastante llamarte así. Pero bueno, intentaré acostumbrarme a eso, Hana-hime — hizo una pequeña reverencia, entre breves carcajadas, montando la escena lo más dramática y pintoresca posible. Puso una mano sobre su estómago mientras con la otra la estiró un poco a la vez que retrocedía uno de sus pies.

Poco a poco, volverían a las calles llenas de tiendas, ahora con algo más de barullo por el ocio nocturno. Pese a la oscuridad, todavía faltaban un par de horas para que cerraran las puertas de los negocios, por lo que había un poco de todo. Y los puestos callejeros de comida empezaban a abrir también.

[Himura Hana]

— Uuuuuuuuuuuuhmmmm... Me gustaba bastante llamarte así. Pero bueno, intentaré acostumbrarme a eso, Hana-hime

La rubia infló el pecho, henchida de orgullo de ser tratada como una princesa, y asintió fervientemente.

— Mucho mejor. Y ahora, vasalla, es el momento de que abras los ojos y estés atenta a las espadas y cojas la que quieras. Y no puedes negarte, es una orden de tu princesa.

Y así, emprenderían el camino a las tiendas de armas otra vez.

[Himura Ren]

— Mucho mejor. Y ahora, vasalla, es el momento de que abras los ojos y estés atenta a las espadas y cojas la que quieras. Y no puedes negarte, es una orden de tu princesa.

— Hai, hai — asintió con una sonrisa en los labios caminando a su lado, sosteniendo el meñique de Hana con el suyo propio.

No tardarían mucho en alcanzar las calles de las tiendas. Al igual que el resto, estaban algo pobladas por curiosos y potenciales clientes. Había varias tiendas en las que se podia ver en los escaparates la variedad de armas, de la misma forma que desde la calle se podía observar la variedad de tipos de tiendas que ofrecían distintos articulos.

— Oye Hana y... U-Uhmm... — Alternaba la mirada entre los escaparates y ella, algo nerviosa pero sobre todo curiosa —. Entonces... Desde cuando... ¿Desde cuándo me mirabas con estos ojos?

[Himura Hana]

Hana estaba concentrada en la calle, en las paradas, en la gente que les rodeaba. Iba canturreando y pasendo sin darle mucha más importancia a nada que no fuese buscar un arma que fuese adecuada para Ren. Entonces esta decidió atacar cuando tenía la guardia baja.

— Oye Hana y... U-Uhmm... Entonces... Desde cuando... ¿Desde cuándo me mirabas con estos ojos?

— ¿Qué? ¿Q-Qué ojos? — se sonrojó a pesar de no entender del todo a qué se referia.

Es decir, tenía que referirse a mirarla con deseo, a mirarla como algo más que una hermana. A mirar sus labios, sus caderas y su busto, aunque lo que más atraía su atención eran sus ojos, pero todo el mundo mira a los ojos al resto de personas. El resto de sitios es algo que intentas evitar de una hermana, ¿no? ¿Se refería a eso? ¿La había pillado mirandola en algún momento?

[Himura Ren]

— B-Bueno... Pues ya sabes... — se acarició uno de sus hombros con la mano contraria, moviendo un poco el cuello avergonzada—. C-Como algo más que... Mhmmh... Q-Que cuando te empece a gustar... No como hermana, sino como... Y-Ya me entiendes

Había algunas personas más en el interior de ese local en aquel momento, por lo que había algo de barullo en la tienda junto al dependiente. Ren estaría enfrente de una de las múltiples estanterías en las que se mostraban diversas espadas desenvainadas junto a sus fundas. Algunas de estas en juegos de más de dos o tres armas. Los colores tanto de vainas, empuñaduras, hojas e incluso la forma de los guardamanos era variada en colores también.

La morena se acariciaba un mechón de su flequillo nerviosa, sin convencerse de como debía dejarlo para estar más arreglada ante ella. Pero seguía sin soltarla de la otra mano unida por aquel débil enlace que eran sus meñiques.

[Himura Hana]

— B-Bueno... Pues ya sabes... C-Como algo más que... Mhmmh... Q-Que cuando te empece a gustar... No como hermana, sino como... Y-Ya me entiendes

Pero ¿cómo le hacía esa pregunta? Se le subió toda la sangre a la cabeza y apenas pudo mantenerse recta mientras cavilaba. ¿Y ahora qué le decía? Es más, ¿siquiera sabía la respuesta ella?

— Eh... Ah... Yo... — tartamudeó indecisa.

Podía afirmar sin ningún problema que había sido en los Dojos, claro, pero es que se pasaron casi todo el torneo juntas. Se vieron después de cada combate, tuvieron sus trifulcas y sus malentendidos, pero acabaron siempre bien. Claro, que ya desde la primera vez que se vieron en el valle... algo cambió.

— N-no sé, durante el torneo... cuando te enfadaste tanto... supongo...

Se rascó la nuca, mirando a otro lado, intentando buscar una forma de cambiar de tema.

[Himura Ren]

Ren arqueó una ceja, y la fuerza de sus hombros desapareció encorbandose un poco hacia delante. ¿Como que cuando se enfadó? ¿Eso fue lo que le gusto de ella?

— O-Oye... ¿M-Me estás diciendo que lo que te gusta de mí es cuando me enfado?... ¿Q-Que te gusta que te griten o algo así? ¿Es un fetiche tuyo?

Por su parte, Ren no tenía ni idea de cuando había procesado ese sentimiento por ella. Tal vez fue la primera vez que la vio en el lago de Shiona, pues nunca antes una chica le había llamado tanto la atención, y mucho menos era porque le costaba entablar relaciones con otra gente de su edad. Puede que no tuviera muchos amigos, pero no era alguien a quien le costara empezar a entablar una conversación o mantenerla.

Era más que probable que aquel sentimiento lo tenía desde un principio, pero al ser su primer amor no lo hubiera comprendido hasta hace relativamente poco. Y aceptar aquella hermandad fuera por ello, pero, por otro lado, también fue por el hecho de haber sido ambas huérfanas y casualmente compartir el mismo apellido. Eso le facilitó aún más el querer estar con ella, aunque fuera por curiosidad.