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Totalmente ausente de lo que estaba sucediendo con la habitación, de la fiesta de espuma que la marioneta se habría encargado de armar para él y su maestro, Yamanouchi supervisaba el correcto desagote de aquella morbosa cubeta de sangre. Visto desde afuera podría parecer que la muchacha no estaba haciendo mucho, pero realmente lo último que quería hacer era tener que limpiar una sala de limpieza, donde todos los elementos de limpieza estaban almacenados, de una inundación de sangre podrida.
Al cabo de un momento, el lavabo estaba despejado de sangre, solo restaba limpiar el balde propiamente dicho, lo cuál se dispondría hacer mientras la otra habitación era despejada del jabón.
Uno lee sobre estas cosas pero jamás es lo mismo experimentarlo en carne propia...
Reflexionaba mientras frotaba con una esponja y jabón desinfectante la superficie metálica de aquel balde.
Al cabo de un rato la kunoichi haría acto de presencia en la sala, con un balde limpio disponible para usar.
Señorita Moguko, fue el término que su compañero usaría, y eso le haría cosquillas en su interior, le agradaba que la gente respetase las formas.
—¡Excelente trabajo están haciendo! Por cierto, este balde esta disponible.
Con una ligera sonrisa en el rostro levantaría el balde para que pudiese observarlo brillante de limpio y prácticamente libre de olores desagradables.
El marionetista se encargaría de terminar de poner en orden las partes restantes de la habitación antes de sellarla.
—Oh... si, el barro.
Al aproximarse a la entrada de la habitación, el cambio de ecosistema incluso llegaría a poder ser una referencia a las habitaciones del Torreón que emulaban diferentes escenarios de entrenamiento.
—Voy a buscar un balde más para hacer más rápido esto...
Diría dejando el balde junto a su compañero y corriendo hasta la sala de limpieza. El acceso a agua limpia no sería problema por la proximidad al grifo, pero con mas baldes la cosa iría mas fluida.
—Está lleno de hojas y ramas... ¿Qué podría haber sucedido?
Opinó en voz alta mientras se aproximaba hasta el lavabo para llenar con agua limpia los baldes y tenerlos disponibles para su compañero.
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Con un elogio, la chica agregó que tenía entre manos el balde del líquido limpio. Entre ambos, la limpieza e higiene de la sala había sido algo menos que un suspiro, casi un abrir y cerrar de ojos. Pero solo llevaban dos salas, aún quedaba camino por delante para acabar con la tarea que les habían asignado. Sellaron la puerta tras salir ambos de la habitación, y se dirigieron hacia la siguiente. El barro era su siguiente reto.
La chica comentó que iría a buscar otro balde, con tal de que ahorrasen tiempo y esfuerzo. Dejó el que ya tenía entre manos al lado del chico, y sin demora fue a buscar ese otro mencionado. El chico lo llenaría de agua, bueno, más bien sería momo quien lo hiciese, guiado por los dedos del titiritero. Antes de que la chica llegase, éste primer balde estaría lleno de agua, y al lado de la puerta. Obviamente no demasiado cerca, para que ninguno de ellos tropezase con el mismo al entrar o salir de la sala. Tras lo del balde, y en lo que su compañera llegaba, el chico también dejó los productos de limpieza excedentes al lado del balde, y empapó las mopas de la marioneta de bastante desinfectante.
Su compañera no tardó en absoluto, y cuando llegó se dirigió a llenar el balde que traía consigo, en lo que preguntaba qué podría haber sucedido en aquella sala. La verdad, el escenario no era de lo más común para una sala de quirófano, ¿no?.
—Quizás alguien cayó por un precipicio, y rodó por fango en lo que chocaba contra la vegetación... ¿No?.
La verdad, habían mil y una posibilidades, esa tan solo era una de las tantas opciones. En lo que debatían lo que podría haber sido, el chico guio a su marioneta directa hacia la camilla, la cuál limpiaría con las mopas dejando caer las ramas al suelo. Tras ello, trataría de recoger el instrumental y llevarlo al lavabo.
—O tal vez haya sido un enfrentamiento entre un usuario de Mokuton y uno de Doton, que no acabó demasiado bien...
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Moguko no pudo evitar imaginar entonces, ante el comentario de su compañero, la situación que había descrito. Que suerte la de aquella hipotetica persona.
—Es una posibilidad, sin duda alguna.
Esperaba que estuviese bien igualmente, no debe haber sido nada agradable ser el protagonista de esa aventura.
—Mokuton y Doton...
Decía mientras se disponía a recolectar las ramas más grandes para dejarlas cerca de la entrada de la habitación, eventualmente iban a tener que descartar toda esa vegetación muerta en alguna bolsa de basura.
—Tu marioneta... ¿La hiciste con Mokuton?
Preguntó sacudiéndose las manos de un poco de hojas sueltas que se le habían quedado en los guantes. A lo mejor su compañero era un usuario de aquel arte ninja además de ser marionetista.
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La chica pareció quedar entre líneas sobre la idea de una caída por un barranco. Sin duda alguna, no era una de las mejores desventuras a sufrir, pero realmente era una de las más frecuentes si lo pensabas bien. ¿A cuántos no le habían fallado en algún momento los cálculos y había salido más allá de donde pensó?. Si, era algo aterrador, pero para nada ajeno a la realidad. La Yamanouchi repitió los elementos nombrados por el joven, en lo que recogía unos trozos de madera del suelo. Tras ello, hizo una pausa para preguntar al genin si su marioneta la había construido con Mokuton.
—No, ojalá pudiese hacer eso. Hice a Momo y Mimi en el taller de la tienda familiar. Mis padres hacen armas, y yo hago marionetas. Al final, vienen siendo lo mismo. Que no te engañe esa apariencia frágil de madera, están cargadas de armamento, señorita Moguko.
El suelo ya estaba limpio de maderos, hojas y ramitas. La camilla estaba también limpia de fango y trozos de madera. Los instrumentos estaban en su sitio, y las maderas mas grandes se quedaron amontonadas al inicio de la sala. Debían ponerlas en una bolsa, para evitar dejar demasiados desperdicios en la basura de la sala. Solo quedaba eso, y fregar el suelo.
—¿Tomas una bolsa para la madera en lo que acabo de limpiar el suelo?.
Si bien aceptaba, desalojaría todo al exterior de la sala; los productos de limpieza, los baldes, los trapos excedentes, el spray, y el líquido desinfectante. Tras ello, la marioneta actuaría cual rodillo, limpiando a toda mecha todo el suelo con las mopas. Eso sí, en ésta ocasión tardarían algo más, pues había que mojar los trapos a cada pocas pasadas. El agua de ambos baldes terminaría marrón, cargada de suciedad y barro.
Una menos, o una más.
Quedaba también guardar la madera, y llevarla al inicio del pasillo. Además, tenían que cambiar el agua de los baldes, pero eso podían hacerlo en la siguiente sala, la que tenían justo al frente. Ésta estaba en similares condiciones que la anterior, con una salvedad: También habían trozos de metal.
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Arata respondió de forma negativa a la interrogativa de la kunoichi. Pero aún así le dio un bocado de información sobre la marioneta, o mejor dicho marionetas, de sus padres y el negocio familiar.
—Es una forma particular de llevar armamento, Ichikawa-san. Voy a tomar nota de ese comentario.
Diría para luego dejar escapar una breve risa.
—Vaya coincidencia, mi familia también se dedica a comerciar armamento hoy en día.
La sala iba quedando más y más en orden, había que recoger todo el montón de hojas en una bolsa y apartarla para su posterior despacho. Ante la consulta de su compañero, no podría hacer otra cosa que asentir con un gesto leve de su cabeza y procurar conseguir una bolsa lo suficientemente grande para meter toda la basura en su interior.
Al cabo de un instante, regresó con la bolsa y comenzó a llenarla con los restos de vegetación. La marioneta en el interior de la sala estaba haciendo de las suyas, terminando el trabajo sucio. Todo marchaba viento en popa.
—Voy a llevar esta basura al principio del pasillo y regreso.
Exclamaría para después darse a la tarea de, efectivamente, llevar la basura. En el camino una duda le surgiría. Existían dos marionetas, pero solo había una en acción. ¿Sería acaso que solo podía manipular una?¿Solo había traído una ese día?¿O era una suerte de situación diferente?
Se reincorporaría al cabo de un instante en la próxima sala. Donde echaría un ojo al interior, constatando lo que había en su interior.
—No hay ninguna sala tranquila aparentemente, todas tienen una historia que contar.
Exclamaría aventurándose en su interior.
—¡Juntaré la vegetación!
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Cuando el moreno informó de que su marioneta era un arsenal andante, la chica pareció bastante interesada. De hecho, dijo que tomaría nota, como si ese dato pudiese serle de ayuda en algún momento. Pero no tardaría en entender a qué se refería, pues coincidencia o no, la familia de la chica también parecía dedicarse al negocio de las armas. El chico sonrió, pensándolo bien, las probabilidades de coincidir en misión con otra familia que se dedicase a básicamente lo mismo, no eran realmente altas. Habían varias familias dedicadas a ese negocio, pero tampoco es que las hubiesen hasta debajo de las piedras.
—Dos familias que se dedican al armamento unidos en una misión, sí que es casualidad. —Sentenció a lo de la coincidencia.
La sala iba quedando limpia de poco a poco, y en un rato la tuvieron lista. Moguko tomó una bolsa, y juntó la vegetación en lo que el chico y su marioneta terminaban de limpiar la sala. Y ¡PUM!. Ya habían acabado tres de diez salas. La kunoichi dijo que llevaría la bolsa al inicio del pasillo, donde no molestaría demasiado, y entre tanto el joven fue dirigiéndose a la siguiente sala transportando el material. La morena comentó que ninguna sala carecía de historia, a lo que el chico afirmó con la cabeza.
—Eso parece...
La chica fue la primera en entrar, y se propuso juntar la vegetación de nuevo. Entre tanto, el chico cambiaría el agua de los baldes, y los dejaría ambos al comienzo de la sala, procurando que no estorbasen demasiado. Tras ello, se pondría manos a la obra, y una vez enjuagados los trapos comenzaría a limpiar primero la camilla, y luego a transportar todos los instrumentos de la misma hacia el lavabo del fondo.
—¿Y sigue los pasos armamentísticos de la familia, señorita Moguko? —Preguntó, haciendo conversación en lo que limpiaban.
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Sin duda alguna era toda una coincidencia que dos ninjas de familias mercaderes estuviesen juntos en una misión, pero hey, no podían negar que al acceso a recursos aumentaba las posibilidades de éxito de un encargo.
Mientras ella sacaba las ramas y afines, el muchacho se encargaba de los baldes y el agua, entre ambos terminarían acondicionando la habitación para darle a Momo la oportunidad de lucirse una vez más con la camilla y el instrumental.
—Me enorgullece decir que si.
Admitiría sin dudarlo un segundo.
—Me encantan las armas y todo lo que sea armamento.
Agregaría para luego frenarse un instante y apartarse un segundo el delantal para descubrir su wakizashi con empuñadura de hilo azul.
—Este fue un presente de mi padre el día que me gradué en la academia.
La espada duraría un momento en exhibición antes de volverse a acomodar el atuendo y terminar de sacar las ramas. Se apresuraría a buscar una bolsa para recolectar toda esa mugre y al regresar no podría evitar agregar.
—Aunque mi otra pasión es la medicina ninja.
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La chica afirmó, estaba orgullosa de poder decir que seguía esos pasos. Poco tardó en reconocer que le encantaba el armamento y todo lo que estuviese relacionado con el mismo. Paró de recoger por un instante, y mostró esa espada que portaba y ahora mismo había estado escondiendo tras el delantal. Sentenció que ese había sido el regalo de su padre para cuando ésta se graduó en la academia, y rápidamente volvió a cubrirla con el delantal para evitar posibles desgracias.
—Se ve genial, espero poder ver el filo cuando acabemos con la tarea, señorita Moguko.
Después de todo, el filo de una espada lo era todo. Podía ser preciosa, y con diamantes por el exterior, pero si su acero o su filo eran nefastos, terminaría siendo una mera pieza de decoración. Aunque proviniendo de una familia que se dedicaba a ello, dudaba mucho que su filo o acero fuesen malos.
La chica hizo otro parón en su actividad, pues había terminado de reunir toda la vegetación del suelo, y ahora debía tomar una bolsa y guardarlas. Antes de acabar la tarea, comentó que su otra pasión era el ninjutsu médico, la medicina ninja. El marionetista continuó recogiendo ahora los metales del suelo con su títere, y los llevaría a la bolsa de basura del principio de la sala.
—Curiosa combinación, señorita Moguko. Armamento y medicina ninja. Ofensivo y defensivo a la misma vez.
Para cuando se quisieran dar cuenta, andaban ya en los últimos retoques de la sala. Tan solo quedaba el suelo, del cuál se podría encargar la marioneta en un abrir y cerrar de ojos. Solo debían llevar fuera el resto del material nuevamente, y desalojar la nueva bolsa de vegetales. Si la chica se ocupaba nuevamente de ello, habrían acabado una sala más.
Quedaba una menos.
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Arata disfrutó de la exhibición de la espada, tanto así que no evitó declarar que quería ver el filo de esta al terminar aquel trabajo. A lo cual la kunoichi no tendría ningún reparo en acceder.
En lo que la muchacha comentaba sobre su otra pasión, el shinobi agregaría a la bolsa de residuos todos los restos de metales que había para descartar, estos no eran elementos del personal de salud sino restos de armas de guerra que poco o nulo provecho tendrían en un hospital.
Ofensivo y defensivo a la vez, era una buena descripción del estilo que estaba queriendo abarcar la médica. Nunca estaba de más saber un poco de defensa personal, y cuando todos sabían defensa personal un poco de combate cuerpo a cuerpo con armas blancas realmente no estaba de más.
—¡Efectivamente! Nunca esperarías que un duelista sea también un sanador o que un sanador sea un duelista.
Exclamaría la muchacha quien al terminar de cargar las ramas se dispondría a apartar del camino de la marioneta todo elemento que le dificultase la tarea de limpiar el suelo. No podría entonces evitar reflexionar sobre la otra marioneta que había mencionado su compañero.
—¿Qué hay de la otra marioneta que mencionaste? ¿No vino con ustedes hoy?
La curiosidad fue un poco más fuerte quizás o a lo mejor simplemente deseaba mantener una conversación fluida con su compañero.
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Al parecer, el propósito de Moguko era llegar a sorprender en combate. No era frecuente que un combatiente supiese medicina ninja, o justamente al contrario, que un experto en medicina ninja fuese un buen combatiente. Tenía un gran gancho, era algo que realmente valía la pena explotar, aunque aún no tenía ni idea de cuál era su intención a largo plazo. ¿Quizás convertirse en Arashikage?.
Fuese como fuese, la limpieza seguía su curso. A cada minuto que pasaban en la sala, ésta comenzaba a tener cierta higiene, y casi podía usarse. Era obvio que aún no, pues ningún médico con dos dedos de frente usaría una sala de quirófano con el suelo enfangado. Así pues, continuaban en la tarea. La kunoichi no demoró en preguntar por la otra marioneta, preguntando si no la trajo hoy con ellos.
—Si, la traje también. —Contestó. —Pero está aún a medio terminar, hay una articulación que no termina de encajar, y acaba cayendo a cada rato. No quise sacarla, pues daría más trabajo del que evitaría.
El chico tocó el pergamino que tenía en su portaobjetos, dando una clara evidencia de dónde estaba Mimi. No era ni el primero ni el último que guardaba sus armas en uno de esos pergaminos. Al igual que Moguko, él era un visionario, y estaba también trabajando en sus técnicas de sellado para poder portar incontables marionetas.
No sabía cuál era el propósito de Moguko, pero sí que tenía claro su propio futuro. Él, Ichikawa Arata, se convertiría en el marionetista más famoso de todo Oonindo, y sus marionetas y armas serían vendidos en todo el mundo.
¿Ambicioso objetivo? Quizás.
Con unas últimas mopeadas, la sala en que se encontraban terminaría limpia de suelo. Eso sí, nuevamente los baldes quedarían llenos de fango, como la anterior vez. Antes de acabar la sala, el chico saldría de la misma, e indicaría a su compañera para que le imitase. Al acabar, terminaría cerrando la sala, como había hecho las anteriores veces.
—Y otra menos.
Pudieron abrir y ver la siguiente sala, la cuál estaba en similares condiciones a la primera. Habían trozos de metal, y sangre reseca. Aparte de esas cosas, no había mucho más.
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La otra marioneta estaba ahí, en algún lado. Pero estaba sin terminar, había atributos a modificar o defectos a corregir como terminaría describiendo su interlocutor. Con un gesto de su mano dio una pista de la ubicación de la misma.
—¿La llevas dentro de un pergamino? ¡Debes ser muy bueno con las técnicas de sellado!
Se atrevió a comentar, poco a poco se podía ir armando un perfil de las habilidades del muchacho, al menos un pantallazo general.
—Una menos.
Asintió con un leve gesto de su cabeza y se dispuso a avanzar junto al muchacho hasta la siguiente sala. Una rápida examinación les ayudaría a constatar el trabajo que sería preciso realizar para dejarla en condiciones.
—Yo me encargo del instrumental.
Diría para luego realizar una vez más la recolección de las herramientas del personal para llevarlas al destino correspondiendo para su esterilización.
—Momo es realmente de gran ayuda para esta misión, ojala puedas terminar pronto de armar a Mimi. Me gustaría ver tu trabajo terminado.
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En lo que la conversación seguía, la chica pareció extrañada por el hecho de llevar una marioneta sellada en un pergamino. Para él, no era algo tan disparatado, pues habían marionetas realmente grandes, llevarlas a cuesta todo el día debía ser realmente agotador. Los pergaminos, y los jutsus de sellado, eran casi obligatorios para los caminantes de éste arte. Moguko pensó, y dijo, que entonces las habilidades del shinobi con las técnicas de sellado habían de ser muy buenas.
Casi le hace sonrojar, tuvo que tener un temple abismal. —En realidad, no es tan complicado...
Ambos coincidieron en que ya llevaban otra sala menos. Ambos avanzaron hasta la siguiente sala, y la chica apresuró a sentenciar que ella recogería el material quirúrgico. Arata confirmó con la cabeza, en lo que la marioneta hacía su labor. Entre tanto, la kunoichi confirmó la gran utilidad de Momo, así como mencionó que le gustaría ver a Mimi terminada. En realidad, había un buen motivo para que una estuviese acabada y la otra no. Eran títeres, y si había acabado uno podía haber acabado el otro, ¿no?.
—En realidad, creo que aún me queda bastante trabajo, señorita Moguko. Mimi es un poco especial, por ello aún no está lista. A diferencia de Momo, ella está diseñada para desmontarse y servir de "armadura" a un aliado, o a mí. Pero no es fácil darle los toques finales para que las piezas se ensamblen y al toque puedan dividirse... Ando trabajando en ello aún.
»Pero en cuanto esté a punto, le mostraré el resultado, señorita Moguko.
Quitando el material, los trozos de metal, y limpiando la sangre reseca, ya solo faltaba darle un mopeado al suelo. Eso sí, aún había que cambiar el agua de los baldes, cosa que haría con presteza la marioneta. En ésta ocasión, no llenó ambos baldes, tan solo llenaría uno. Tras ello, limpiaría las mopas, y se predispondría para concluir la sala. Entre tanto, los chicos pudieron recoger de nuevo el material de limpieza, y dejarlo fuera.
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Los ojos de la kunoichi brillaron por un instante cuando Arata dio la descripción general del proyecto que tenía en mente para Mimi. Si había algo que le llamaba realmente la atención era la protección, las medidas de seguridad para entrar a combatir y mejorar la chance de supervivencia. No pudo evitar detener lo que sea que hubiese estado haciendo en ese momento y dar un paso al frente mientras el muchacho agregaba su siguiente comentario sobre mostrarle el resultado.
—Por favor, Ichikawa-san. Me encantaría ver ese resultado, si necesitas un aliado en cual probar la armadura de Mimi, puedes contar conmigo.
Claramente no era la ninja médico que su madre quería que fuese la que estaba hablando, sino la hija del samurái deseaba probar el filo de su espada en el campo de batalla la que estaba hablando.
Al cabo de un rato y siguiendo el buen ritmo que venían manejando, la habitación terminaría quedando en condiciones para ser etiquetada como lista. Un paso más cerca de finalizar su trabajo y poder concluir la misión.
Nivel: 10
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Moguko pareció ilusionada cuando el chico comentó el proyecto que traía entre manos con su futura marioneta, Mimi. Tanto fue así, que hasta dejó por un instante la tarea que realizaba, pidiendo al chico el favor de mostrarle el resultado de su obra cuando estuviese finalizada. No solo eso, si no que además se ofreció como conejillo de indias para el supuesto caso de necesitar alguien para probarla.
—Será todo un placer, señorita Moguko.
Para cuando se quisieron dar cuenta, ya estaban casi que fuera, y Momo estaba terminando de fregar la sala. Ya volvían a terminar una de éstas, y tocaba avanzar a la siguiente. Una más o una menos ya no importaba demasiado, pues llevaban ya justo la mitad. De diez salas, habían acabado ya con cinco, y marchaban a por la sexta. Llevaban un buen ritmo, y poco a poco podían ver el final de la tarea.
El chico cerraría tras de sí la sala, cuando Momo hubiese salido. Y con las mismas lo dirigiría al interior de la sala enfrentada, la cuál lucía prácticamente como la anterior, con la salvedad de que en ésta no había rastro de sangre alguno. Habían algunos trozos de metal en la camilla, y un poco de instrumental de cirugía como podían ser escapelos y fórceps. Ésta sala sería mucho más rápida que las anteriores, casi seguro.
—Parece que ésta sala quedó un poco más limpia que las anteriores. Es una suerte.
Con las mismas, ayudaría a la chica a recoger el instrumental y los trozos de metal, y los llevarían al lavabo del final del quirófano. Quitando esa tarea, solo quedaba mopear el suelo y habrían terminado. Arata iría recogiendo el material y sacándolo de nuevo, y tan solo quedaría que su compañera saliese también para que la marioneta pudiese abrillantar el suelo a toda velocidad.
—Con esto ya acabamos. —Informó, refiriéndose al limpiado del suelo.
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No podría decir que el tiempo se le pasó volando, pero sin duda alguna había pasado más rápido de lo que podría haber esperado ese día. Una a una las salas fueron quedando limpias y en condiciones de ser usadas nuevamente. La luz al final del túnel poco a poco era cada vez más visible.
Al pasar a la nueva sala, y tras una rápida inspección, realmente no había mucha historia en el interior de esta. Motivo por el cuál era realmente algo que uno podía llegar a sentirse agradecido. Tanto por la gente encargada de intervenir como por el paciente que habría llegado al quirófano.
—Sin duda que si...
Asintió la kunoichi con un leve gesto de su cabeza dejando sus herramientas de limpieza a un lado de la entrada de la habitación.
Junto con su compañero recolectarían las partes desechables de metal que constituyeron alguna vez armas ninja y por otro lado el instrumental quirúrgico empleado por los especialistas para salvar vidas. Ni bien finalizase esa tarea, dejaría la habitación llevándose las herramientas de limpieza para dejarle el camino liberado a Momo y que este pudiese hacer de las suyas.
—¿Por dónde estaríamos en este momento si no tuviésemos a Momo en nuestro bando?
Se atrevió a preguntar, realmente era notable el aporte que la marioneta y el marionetista habían hecho a la misión aquella jornada, los movimientos antinaturales del muñeco ninja realmente ahorraron mucho tiempo de trabajo.
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