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Parecía un día cualquiera en Amegakure, llovía como solía llover. Pero quizás un poco diferente a como siempre.
Un ojo atento sabría distinguir entre los diferentes tonos de lluvia que la aldea tenía para ofrecer, no eran nubes comunes las de ese día. Hasta se podría llegar a decir que ese día estaba lloviendo, había que ir con un poco de cuidado.
Pero, de una forma u otra, había que hacer vida de igual manera.
Y la kunoichi se encontraba dada a la tarea de realizar un recaudo, volviendo de solicitar una misión en la oficina pertinente. En su poder cargaba con un pergamino que le asignaba la tarea para los próximos días.
Una tarea un tanto curiosa que despertaba ciertamente la atención de la médica, debía partir al día siguiente. Solo quedaba prepararse adecuadamente para hacer el viaje.
Mientras serpenteaba en las calles esquivando charcos con mayor atención a lo normal, no pudo evitar caer en cuenta de que había una voz que la llamaba.
Bueno, no específicamente a ella, pero si llamaba a alguien. A quien sea.
Era una especie de llanto de un niño.
Moguko se detuvo y examinó su entorno, sin intenciones de perder tiempo. Avanzó en la dirección de la fuente del sonido.
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El día marchaba como cualquier otro para la Yuki, afuera llovía como era costumbre y de momento no tenía misiones asignadas que tuviese presente, por lo que pasaría un tiempo ayudando a su padre para luego ir a su habitación y pasar el resto del día leyendo algún texto poco relevante para distraerse.
En ese momento la kunoichi estaba en el piso inferior de la casa, recogiendo algunos objetos,y herramientas para llevarlos al salón de armas donde deberían reposar. Ese día la armería de su padre estaría cerrada por lo que en el exterior las personas verían el tradicional cartel de “cerrado”; sin embargo la puerta de entrada siempre estaba allí para cualquier visita que pudiese tener la familia.
Mientras Sayori cargaba su kodachi hacia el salón donde la dejaría colgada, no pudo olvidar recordar el encuentro que tuvo con Moguko y el hecho de que ni siquiera tuvo la oportunidad de utilizar su espada en combate pues fueron interrumpidas por unos shinobis no muy amistosos. Tampoco pudo evitar recordar las palabras de la médica refiriéndose a un nuevo encuentro en los próximos días.
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Moguko serpenteaba entra los charcos y la gente que iba metida en sus cosas atenta al llanto que había captado su atención.
Las luces de neón y las tuberías que recolectaban el agua de lluvia decoraban la atmosfera lúgubre de una aldea gris.
No paso mucho hasta dar con el lugar de origen de aquel pedido de auxilio, en un rincón un poco alejado de las luces, escondido en un callejón.
—Alguien... ayúdeme por favor...
Musitaba entre llanto un joven de cabello blanco como la nieve, cubriendo su rostro de la vergüenza de que lo vieran llorar.
—Hey.
Llamó su atención la médica aproximándose con la guardia realmente baja, no podría imaginarse a un niño como un oponente en ningún aspecto de su vida, mucho menos dentro de la base principal que era la aldea.
—¿Estás bien?
Agregó cerrando un poco más la distancia, sería entonces cuando podría apreciar con sus propios ojos como parte del suelo había colapsado y un túnel se habría revelado, muy cerca de donde un puñado de tuberías estaban pasando.
—¡Mi amigo... está atrapado!
Al levantar la mirada y ver la bandana en la frente de la kunoichi no pudo evitar apresurarse a limpiarse el rostro.
—¡Estábamos explorando el túnel y... y... nos separamos, tiene que ayudarlo, kunoichi-san!
De golpe su voz se aceleró en el proceso que formulaba una petición. Moguko se apresuró a sostenerlo de los hombros y mirarlo atentamente.
—Tranquilízate, yo me haré cargo desde aquí. Y para ti es, Yamanouchi-san.
¿Cómo pretendía resolver esa situación la médica? Ese túnel era bastante oscuro y no se veía mucho.
—Volveré en unos minutos con ayuda, espérame aquí.
Sin pensarlo demasiado realmente fue corriendo en dirección a la casa de su aliada más cercana.
Casi sin aliento se apresuraría a hacer acto de presencia en la residencia de los Yuki.
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—Bien… creo que hemos terminado por aquí…
Le decía su padre acomodando la última pieza y cerrando el salón. Luego tanto padre como hija se dirigían a la cocina a continuar con la siguiente tarea del día, organizar la estantería y revisar si hacía falta realizar las compras para la semana.
—Veamos qué hace falta
Una vez en la cocina la kunoichi comenzó a organizar los utensilios y platos mientras su padre revisaba anaqueles, repisas y refrigerador, tomando nota mental de las cosas más importantes que necesitaba comprar. Y la realidad era que estaban algo escasos de alimentos pues no se había dado tiempo de salir por estar muy metido en su trabajo. —¿y… falta algo?
—De hecho bastante jaja… no hay muchas opciones para preparar algo de comer…
Dijo sujetando un par de latas que volvería a colocar en las repisas —Yo iré a comprar esta vez… ya sabemos lo mucho que tardarías si te envío a ti…
—P-pero aquella vez me tardé porque… —detuvo sus palabras inmediatamente y prefirió darle la razón a su padre y simplemente dejarlo ir, la verdad era que no quería salir, no porque sabía que podría volver a perderse sino que simplemente prefería seguir cómodamente en casa —está bien… no tardes
—Si si… volveré rápido… no le abras a nadie
Y entonces el talentoso herrero tomó unos ryōs y salió de casa, puesto que el mercado no estaba tan lejos no debería tardar en regresar. Mientras tanto en la residencia solo se encontraría Sayori quien se había asegurado de que la puerta principal quede bien cerrada y permaneció en la cocina ayudando a organizar lo que podía hasta que regresara su padre.
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Para cuando la kunoichi de blanco hubiese hecho acto de presencia en la residencia de los Yuki, el hombre de la casa ya habría partido para el mercado en busca de sus víveres. Dejando a su suerte a la kunoichi.
—¡Yuki-san!
Exclamaría la médica mientras juntaba sus manos para formar un aplauso, quizás con un poco mas de energía de lo usual, dada la condición del clima de aquel día.
—¿Estás en casa?
Se apresuraría a agregar sin terminar de recuperar el aire del todo. Sin duda alguna no tenía un estado físico privilegiado.
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Minutos luego de que su padre salió de casa en busca de provisiones, la kunoichi escuchó su mención o más bien, que llamaban a uno de los Yuki que allí habitaban. Sayori no distinguió el origen de la voz hasta escuchar a Moguko hablar por segunda ocasión, formulando una simple pregunta.
«Esa voz es de… ¿Yamanouchi?»
Se preguntaba que podía estar haciendo ese día y por qué había decidido visitarla sin avisar, pero tampoco podía negarse a abrirle, después de todo ya estaba allí y alguna razón importante tendría. Aunque si al que buscaba era su padre por la reparación de algún objeto o arma, no habría más opción que esperar a que estuviese de regreso.
La Yuki vestía un atuendo casual con solo una camiseta gris sin mangas y un pantalón largo bastante cómodo, pues no estaba en servicio ese día. Aunque no abrió la puerta de inmediato tampoco hizo esperar a la kunoichi mucho tiempo, cuando se presentó ante su compañera vio que traía un aspecto como de preocupación y se veía agitada.
—Oi... Moguko… ¿pasó algo?
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Yuki no podía estar más casual aunque lo intentase aquella jornada, Moguko había caído con la ceja por el piso ya a esa altura del partido y la muchacha estaba tan relajada como la vida se lo permitía. Pero hasta ahí iba a llegar su relajación si se sumaba a la aventura que le venía a proponer la médica.
—Necesito de tu ayuda...
Se apresuraría a decir mientras luchaba por reincorporarse.
—Un niño se perdió en un túnel...
No tardaría en explayarse un poco más sobre lo que estaba sucediendo.
—No quiero molestarte pero si precisaba saber si tenías una linterna que puedas prestarme.
Finalmente y sin intenciones de perder ni hacerle perder tiempo a la kunoichi, esbozaría una petición.
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—Olvídalo…
Le dijo sin emoción a su compañera, solo había tomado en cuenta dos palabras de todo lo que le escuchó “ayuda” y “túnel”, realmente no tenía ganas de ir a explorar un lugar oscuro y abandonar la comodidad de permanecer en casa leyendo… pero su cerebro no iba a tardar en reaccionar y procesar todas las palabras de la chica, así que pronto se arrepentiría de lo que había dicho hace un momento.
—¿¡Di-dices que un niño se perdió!? E-espérame aquí…
Había dejado la puerta abierta por lo que Moguko podía entrar y explorar la residencia si quería, a simple vista no vería mucho, a su derecha se encontraba la cocina, más adelante había un cuarto cuya puerta estaba con llave, al frente vería la escalera por donde subió la Yuki y a la izquierda una entrada que daba a la tienda de Fubuki y desde allí se veía a lo lejos un par de armas en exhibición, las mismas que adornaban la vitrina.
Mientras tanto Sayori se había dirigido a su habitación a cambiarse para llevar su atuendo más común junto a sus herramientas, y también tomó un bolso más grande tipo mochila para llevar la linterna entre otras cosas. Nunca había estado en un túnel ni mucho menos participado de una misión de rescate en un lugar así, por lo que no sabía cuánto tiempo podía tomarles pero era mejor ir preparadas.
A pesar de lo urgente de la situación se tomó un tiempo para escribirle una nota rápida y corta a su padre que aún no volvía, explicándole que había salido a una misión urgente y que Yamanouchi le había pedido ayuda, no ofrecía más detalles pues ni ella misma sabía en qué dirección estaba aquel túnel.
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La muchacha se había mostrado sumamente negativa ante la iniciativa de asistir a la médica en su empresa, pero en cuanto supo que era un infante el que se encontraba en apuros no tardó en cambiar de opinión y meterse en la casa solicitando que la esperen un instante.
—Yuki-san realmente parece tener una veta sensible cuando de niños se trata...
No pudo evitar susurrar mientras aguardaba a la kunoichi desde el portal de ingreso, sin terminar de adentrarse en la vivienda y tampoco tomarse tamaña libertad como para husmear en las posesiones de la familia.
Sayori sin duda se había tomado más tiempo de lo esperado, si realmente tenía una linterna: verdaderamente estaba en el fondo del cajón donde la guardaban o a lo mejor usaba muchas baterías que procuraba cambiar con cuidado. ¿O sería posible que la fémina tendría intenciones de sumarse en la party de Moguko?
Solo quedaba esperar a ver de que se trataba todo eso.
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Dio un vistazo rápido en su habitación para ver si había algo allí que le fuera útil y guardarlo en la mochila, pero aparte de su equipo genin el resto solo eran libros, mangas, figuras y un tablero de shogi que usaba solo cuando jugaba con su padre contra quien perdía casi siempre.
Guardó la nota que había escrito y bajó ya con su atuendo. Se dirigió hacia Moguko y le extendió la mochila prácticamente arrojándosela, aún no había encontrado la linterna y necesitaba ganar tiempo. Fue hasta la cocina solo para dejar la nota adherida en el refrigerador con un imán en forma de shuriken, así Fubuki la vería fácilmente y entonces le dijo a la médica.
—Mira si algo de aquí nos sirve… iré por la linterna
Y si verla con su uniforme y equipo ninja no había sido suficiente, el “nos” podía confirmarle a la chica que Sayori la acompañaría en el rescate, no porque le gustase la idea de salir o meterse a un oscuro túnel, sino que sabía que si se quedaba, no se iba a poder relajar sabiendo que alguien podía necesitar su ayuda.
En la cocina no había mucho pero si Moguko revisaba con cuidado podría toparse con dos latas de comida, dos botellas de agua y una manzana. A lo mejor si tenía suerte y rebuscaba podría encontrar algo más que llevar. Mientras tanto Sayori iba por la linterna en la tienda de su padre sin éxito, normalmente la veía allí.
«Ah… viejo, por qué tenías que tardar en regresar hoy…»
Se acordaría que habían terminado de ordenar la casa hace un par de horas, fue hasta el salón donde guardaban las demás armas y accesorios de la familia, allí estaba colgada una linterna antigua, de estas que se rellenan con aceite, una caja de cerillas y una antorcha. La linterna era algo pesada y podía estorbarles pero era su principal fuente de luz. Tomó la linterna y una lata de aceite para rellenarla ya que estaba como a la mitad y una vez con esto volvería a la entrada para reunirse con Moguko y mostrarle lo que encontró.
—Espero esto sirva… ¿quedaba algo en la cocina?
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Al cabo de un rato, la Yuki volvió a entrar en escena con un contenedor, una mochila. Lejos de extendérsela de manera civilizada y con cuidado, si no fuese por los reflejos mediocres pero atentos de la médica, el paquete habría terminado en el mojado piso del portal. Junto a esa entrega, una consigna le sería asignada: revisar el stock de la casa para buscar cosas que pudiesen servir.
—Entendido, con permiso.
Sin demorar más el tema, Moguko se aventuraría a la cocina de la casa. En cuanto a primeros auxilios no había que preocuparse, ella cargaba con los elementos suficientes para intervenir en caso de necesitarlos, pero no tenía idea de que le podía faltar a la víctima ni cuanto tiempo llevaba ahí dentro.
—Víveres.
La kunoichi metió el par de botellas y la manzana en el interior de la mochila, las latas no sonaban mal pero no le terminaban de convencer. Revisó un poco más la habitación y antes de volverse al ingreso volvió a ver las latas.
—Quizás nos de hambre a nosotras.
Sentenció y finalmente metió las latas en la mochila, en el peor de los casos siempre podía regresarlas a su lugar o reponerlas.
En el ingreso se reuniría con su compañera, que cargaba una verdadera reliquia. Una linterna a aceite que era una carta de amor a los coleccionistas de antigüedades, pero no había tiempo para juzgar las apariencias. Probablemente sería todo lo que necesitaban y, yendo al caso: Beggars can't be choosers.
—Encontré un poco de comida y agua en caso de necesitarla.
Decía mientras se cargaba la mochila en la espalda.
—¿Estas lista?
No había necesidad de preguntar ya si la muchacha la iba a acompañar o no, a buenos entendedores eran necesarias pocas palabras.
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Terminaría por guardar la antorcha en la mochila y entregarle una de las cajas de cerillas a la médica, de esta forma ella llevaría las provisiones mientras que Sayori se quedaba con otra caja y se hacía cargo de llevar la linterna.
—Sí… vámonos.
Para cuando abandonaron la casa, Yuki Fubuki aún no estaba de regreso, tal parecía que varias personas habían decidido salir al mercado aquella mañana y por eso no había podido realizar las compras rápido, o bien se distrajo con algo en el camino. De cualquier forma cuando volviera se encontraría con la nota que había dejado su hija, ayudándole a comprender mejor la situación.
—¿Por dónde es?
Preguntaba y solo se encargaría de seguir a su compañera quien conocía hacia qué dirección se encontraba ese túnel, esperando que el rescate no les tomase mucho tiempo y que el niño esté bien.
Nivel: 4
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Por X o por Y, el padre de la Yuki aún no había regresado a casa. Los padres de la médica estaban demasiado lejos como para ser notificados a tiempo, por lo que descartando a los adultos como si de alguna clase de caricatura se tratase, todo quedaría en manos de las muchachas.
—No estamos muy lejos, sígueme.
Y sin mayor demora, Moguko se echaría a la carrera nuevamente bajo la fuerte lluvia, recorriendo nuevamente las calles pero esta vez volviendo sobre sus pasos.
Poco a poco estarían haciendo la transición de lo que eran las zonas mas residenciales a lo que sería un término medio entre estas y la zona más comercial de Amegakure.
—¡Ringo...!
Llamaba el niño al comienzo del túnel a su amigo mientras esperaba el regreso de la médica. Claramente habiendo depositado su confianza en que esta iba a regresar.
Al llegar, Sayori podría apreciar con claridad como una parte del callejón había colapsado, posiblemente por lo que sería una fuga de las tuberías que terminaría por filtrarse debajo del camino y hacer ceder la fundación de este. Hasta donde se podía apreciar, unos mezquinos metros adelante del lugar donde arrancaba y solamente por las luces de neón de algún que otro letrero que alumbraba la calle, el interior del túnel parecía estar hecho por una mezcla de cemento de menor calidad, barro y roca, con restos de alguna que otra estructura metálica que posiblemente servía de soporte a los edificios cercanos.
—¿Ese es el nombre de tu amigo?
Preguntaría la kunoichi al joven que ni bien escuchar la voz de la genin se giraría sobre si mismo para clavarle la mirada. Se notaban rastros de llanto en sus ojos pero ya no lo estaba haciendo, estaba más serio.
—Si. ¿Vas a rescatarlo, Yamanouchi-san?
Respondió, arrojando la interrogante sobre la mesa comprometiendo totalmente a la fémina.
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· Des 40
· Per 20
Siguió a Moguko sin hacer comentarios durante todo el camino, pasando por las residencias y casi llegando a la zona comercial de Ame, el túnel había resultado estar más lejos de lo que hubiese imaginado pero durante todo el recorrido no tuvieron inconvenientes.
Ya cerca escuchó la voz de un niño llamando a aquel que estaba atrapado y al cual debían rescatar. Sayori dejó que su compañera se hiciera cargo de hablar mientras ella, recuperando un poco el aliento, observaba el túnel totalmente colapsado.
«Si… vas a rescatarlo, ¿verdad …Yamanouchi?»
La Yuki no admitiría jamás que le aterraba la idea de entrar en ese túnel colapsado, donde más estructuras podrían caer y cerrar completamente la única entrada. El hecho de que siempre estuviese lloviendo tampoco le ayudaba a relajarse, no vaya a ser que se inunde por dentro. Pero sencillamente no lo reconocería y menos en frente de un niño, así que haciéndose la valiente fue la primera en comenzar a acercarse a la entrada. Volteó levemente el rostro hacia donde estaba Ringo y levantando una mano en señal de confianza le dijo.
—Lo rescataremos.
Cuando volvió a ver hacia el frente, levantando la linterna para encenderla, la mano que la sujetaba temblaría un poco, algo que solo podría notar Moguko una vez la comenzara a seguir de cerca... Apenas había entrado y ya deseaba salir de allí.
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La médica asentiría a las palabras de su compañera con un determinado gesto de su cabeza.
—Gracias.
No podría evitar decir el muchachito mientras se hacía a un lado y terminaba relegando la tarea a las autoridades.
Y así, la dupla avanzó hacía el interior del túnel. Una delgada línea de agua las acompañaba, agua de lluvia que se había canalizado hacía el interior del túnel. Nada preocupante realmente, probablemente desagotaría en alguna clase de drenaje más adentro del espacio confinado. Ya lo averiguarían.
—Puedo llevar la linterna si quieres.
Se animaría a decir notando el movimiento del pulso de la Yuki. No tenía intenciones de confrontarla con respecto al nivel de valor que estaba demostrando, pues ya era muchísimo para ella que sin que se lo pidieran, se hubiese atrevido a acompañarla en aquella empresa. Pero tampoco quería forzar su voluntad más allá de lo que su capacidad se lo permitía.
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