Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
En un momento, mientras tomaba la decisión de arrancar desde abajo, el muchacho preguntó si podía hacer uso del armamento que había traido consigo. La pregunta la hubiese tomado con la guardia baja de no ser por el hecho de que estaba casi segura de lo que se refería. Quería usar a Momo. Moguko no pudo evitar dedicarle una mirada que duraría un par de segundos, luego sus ojos se posarían en el herrero cuando este le contestaría, advirtiendo que no hagan uso de explosivos.
—Suena sensato, si.
Observaría entonces el espectáculo que era aquella demostración de habilidades, extraer del interior del pergamino un muñeco de madera como un mago saca un conejo de un sombrero. Seguidamente el conejo blandiría un arma, totalmente al servicio del mago. Eso si que era magia.
—Me parece correcto, yo empezaré usando esta daga entonces.
Exclamaría haciendo referencia al arma pequeña que había escogido.
—Me gustaría ver hasta donde llegan mis alcanzas con las armas de filo.
Agregaría mientras le dedicaba una segunda mirada a la armadura negra de Hirohito. Arata entonces le consultaría sobre si pretendía hacer uso de esta a modo de protección, lo cual la chica tomaría como suficiente señal para decidirse a usarla.
—Si. Dame un segundo, por favor.
Pediría y luego se apresuraría a tomar la protección para los brazos de la armadura, que no debería tomarle mucho tiempo.
Todo parecía predispuesto para el combate de entrenamiento. Bueno, aunque eso estaba por ver... en realidad, pensando bien en las palabras del herrero, tan solo tenían que golpear armas o armaduras hasta que quebrasen. Solo debían buscar fallas en su menaje.
Fue entonces que la chica hizo un inciso. Tal y como le había planteado el titiritero, la chica tomó unas piezas de una armadura. Básicamente solo tomó los brazos de la misma, para proteger en caso de algún corte o contusión. La armadura era mucho más ligera de lo que aparentaba, su metal negro casi parecía una aleación tenue y débil. Quizás no le diese demasiadas expectativas a la chica, al menos de inicio. Eso sí, la manufactura se veía realmente lograda, a esas piezas de armadura le habían dedicado muchísimo trabajo.
—Cuando acabe, puede comenzar atacando a Momo, señorita Moguko.
La marioneta —Momo— terminaría la exhibición del arma dejándola a su flanco derecho, agarrada por una sola mano a una altura media. Ahora sí, todo parecía dispuesto para el trabajo.
¤ Daga Hirohito - Tipo: Arma de filo - Tamaño: Pequeño - Requisitos (dos manos):Destreza 10, Fuerza 10 - Requisitos (una mano):Destreza 15, Fuerza 15 - Precio: 1000 ryos - Daño: 4 PV/golpe con mango o vaina, 10 PV/corte superficial, 14 PV/corte, 22 PV/penetración - Efectos adicionales: -
Pequeña daga de estilo katana de un filo cuya hoja mide apenas 15 cm, hecha de metal negro. Puede rivalizar con armas a corto alcance, pero nunca contra un arma arrojadiza de gran tamaño (como un fūma shuriken). Este tipo de arma es tan pequeña que es extremadamente fácil de ocultar entre la ropa, con lo cual es utilizada en la mayoría de las ocasiones para ataques sorpresa, o para cuando han despojado a su usuario de su espada principal.
(Herencia Hirohito) El arma pesa mucho menos de lo habitual, y tiene un filo bastante más logrado que los de una herrería normal. Éste toque de forja solo es conocido en la herrería Hirohito, y exclusivo para Amegakure.
¤ Jō - Tipo: Arma contundente - Tamaño: Grande - Requisitos (dos manos):Destreza 10, Fuerza 10 - Requisitos (una mano):Destreza 15, Fuerza 20 - Precio: 1250 ryos - Daño: 27 PV/golpe con lado, 32 PV/golpe con extremo - Efectos adicionales: Bloquea armas de filo
Se trata de un bastón de una longitud similar a una espada (70cm), fabricado en acero negro, que se utiliza como un buen arma de estilo contundente. Puede utilizarse como un bokken, pero desde luego estos bastones golpean con una fuerza muy fuerte, y un ataque directo causa buenos daños.
(Herencia Hirohito) El arma pesa mucho menos de lo habitual, y tiene un filo bastante más rotundo que los de una herrería normal. Éste toque de forja solo es conocido en la herrería Hirohito, y exclusivo para Amegakure.
Brazales conformados de varias piezas unidas por remaches y hebillas, de color negro y forjados de manera especial por la familia Hirohito. Ésta parte de la armadura provee de una resistencia abrumadora al usuario, con una movilidad apenas reducida gracias a su liviano peso. La forma de éstos brazales casi recuerdan al de una armadura Tengu, y protegen desde los hombros hasta los nudillos.
(Herencia Hirohito) La armadura pesa mucho menos de lo habitual, y tiene una resistencia increíble al corte. Éste toque de forja solo es conocido en la herrería Hirohito, y exclusivo para Amegakure.
Exclamó sintiendo la protección en su cuerpo. Movía sus manos en el interior de la armadura.
—Se siente muy ligera, casi no pesa nada...
Abría y cerraba una mano formando un puño varias veces mientras apreciaba el nivel de detalle de las terminaciones en la otra. Desde luego que le dotaba de cierta confianza el sentirse protegida por aquel metal negro pero no podía evitar sentir cierta preocupación por lo sospechosamente ligero que era el trabajo final.
—Me preocupa un poco lo liviano que es... No me hagas caso.
Terminaría balbuceando la médica, quien aseguraría la daga en su cinturón. Curiosamente la daga también era bastante liviana, pero como no esperaba mucho peso de un arma de ese calibre, realmente no llegó a percibir ese detalle.
Arata le daría el visto bueno para iniciar la agresión hacía su marioneta, aquel día, en aquel instante, Momo se había vuelto su oponente.
—Bien, vamos a ello.
Diría posicionándose en una guardia media ladeando ligeramente su cuerpo de lado, ofreciendo la menor cantidad de blanco a su oponente. Posaría una mano en su cinturón y procedería a desenfundar con su mano hábil la daga. No era un ejercicio perfecto ni mucho menos iba a aparecer en un manual de esgrima, pero parecía que la kunoichi tenía una idea de las bases del combate con armas.
—¡Yah...!
Dejaría escapar un alarido mientras lanzaba una estocada hacía el torso de Momo, adelantando el pie derecho al mismo tiempo que extendía su mano derecha, en un caso ideal, tanto su bota como la punta de la daga, impactarían en el suelo y el objetivo respectivamente.
La chica se asombró del peso de la armadura, y eso que apenas la había ataviado. Sin duda ese acero, ese estilo de forja, era una labor sin precedentes. Buscaba el equilibrio entre fiabilidad y ligereza, dotando encima a las armas con un aparente afilado envidiable. La chica eso sí, parecía desconfiar un poco de la armadura, debido a lo ligera que era. La verdad, no era de extrañar... una buena armadura solía pesar bien, no cualquier guerrero podía llevar una armadura pesada.
—Tranquila joven, no eres la primera persona en probarla. Comprobarás que es tan dura como ligera.
Aunque el chico realmente no se atrevería a golpear directamente a la kunoichi. La actividad, la finalidad de la misión, no era otra que comprobar las armas y su fiabilidad. No tenían porqué hacer un combate propiamente dicho.
Una vez preparada Moguko, sentenció el comienzo de la prueba. La kunoichi se guardó por un instante el arma en el cinturón, se posicionó casi de lateral y pareció concentrarse. Tenía un porte —Una posición— que denotaba algo de conocimiento de esgrima, y conforme se halló preparada saltó un alarido de guerra. La chica se lanzó en una acometida directa y sin titubeos, en la que avanzó y sacó el arma para asestar una estocada frontal. El paso llegaría casi tan pronto como la cuchillada, pero ante la acometida la marioneta se movería hacia el flanco derecho, posicionando el bastón metálico en vertical y sujetándolo con ambas manos. El resultado sería un bloqueo, o más bien un desvío de su ataque hacia fuera. El cuchillo no recibiría daño alguno, pero la kunoichi podría sentir un leve golpe en el antebrazo. El bastón metálico hacía golpeado, pero la sensación había sido realmente liviana (0 PV).
—Prueba a lanzar una cuchillada lateral, señorita Moguko. Ésta vez intentaré detener el corte con el bastón. Así podremos comprobar la resistencia de ambas armas.
El anciano se había retirado hasta casi llegar a la puerta del habitáculo, donde observaba con todo detalle la exhibición de los genin. En cierto momento, incluso sacó de su bolsillo un lápiz y una pequeña libreta, donde el hombre comenzaría a tomar notas.
La estocada de Moguko había conectado, pero su oponente, pese a ser un muñeco y ser bastante de madera, no era un objeto inerte, lejos de eso. Reaccionó a la zancada desplazándose hacía su derecha oponiendo el bastón al filo de la daga, desviándolo en el proceso. Como resultado la muchacha sentiría el efecto de lo que había sucedido.
—Hmmm...
Se tomaría un segundo para reflexionar sobre lo que acababa de pasar y comprobar el estado de su espada y su protección. Realmente había hecho efecto, la daga y su cuerpo estaban intactos.
—Me agrada está sensación.
Su compañero entonces le sugeriría un experimento, un corte horizontal contra un bloqueo, para comprobar la reacción de las armas. La kunoichi asentiría con un gesto de su cabeza y, recuperando la guardia se dispondría a repetir el movimiento. Dejó de prestarle atención al herrero en ese punto, lo cierto era que estaba disfrutando de esa misión, como buena otaku de las armas que era.
—¡Yah...!
Volvería a exclamar repitiendo la zancada, pero en vez de estirar su brazo hacía delante, primero cargaría el golpe flexionando su brazo contra su cuerpo. En el momento de la verdad, cuando la bota de la chica tocase el piso, su brazo terminaría de trazar un abanico horizontal en dirección a la marioneta.
Para sorpresa de la chica, la armadura había tenido una amortiguación y una defensa muy buena. Tanto que apenas había notado la sensación de haber sido bloqueada. No pudo evitar elogiar el resultado, diciendo que le había agradado la sensación.
El chico sugirió entonces que probasen a realizar una estocada lateral, en la cuál trataría de bloquear el filo del arma. No era una tarea sencilla, y más aún cuando no empuñaba el arma él mismo. Calcular la distancia, y anteponer el báculo de metal no iba a ser sencillo. Pero le pondría su mejor esfuerzo, pues estaban ahí para aprender y probar. Fuese cual fuese el resultado, sin duda sería bueno. Así pues, la chica volvió a tomar la posición de combate, justo como antes había hecho.
Un grito de guerra alertó de nuevo de las intenciones de la kunoichi. Ésta se lanzó en una embestida de nuevo, avanzando en un paso que daba lugar a un corte lateral. Entre tanto, el marionetista reaccionó moviendo sus dedos hábilmente. El resultado no fue lejos de lo esperado. El arma de la chica chocó con el bastón de acero, y una leve llamarada metálica —Unas chispas—, surgieron del choque producido entre ambas armas.
El arma de filo retumbaría en las manos de la chica, hasta el punto de casi caerse. El impacto entre dos metales siempre era desagradable. Pero el báculo de metal no corrió la misma suerte que la daga. El bastón de acero quebró levemente, se había producido una visible rotura producida por el propio ataque. Quizás el filo había sido forjado con mucha más habilidad, o simplemente se trataba de suerte.
—Vaya... se rompió el báculo un poco. —Anunció el chico, apenado.
—No hay problema, joven. Hay muchas más armas para probar, ese báculo lo reforjaremos.
El chico dejaría a un lado el bastón, apartado. Tras ello, en vez de tomar otro arma, sacó otro pergamino. No se trataba del pergamino del que había tomado a Momo, era claramente de otro color. —Un momento, señorita Moguko. —Puso el pergamino en el suelo, y lo extendió. Pronto, sobre el pergamino salió otra marioneta tras una leve cortina de humo. Ésta marioneta era bastante más robusta, y estaba completa: Tenía también piernas. Aunque de apariencia era similar a Momo.
—Probemos la resistencia de Mimi sobre Momo. Vamos a poner a prueba el filo de ese arma con mi mejor obra.
¡TACHÁN!
Ahí estaba, Mimi. En madera y acero, pues no disponía de huesos y carne. El chico lanzaría los hilos de chakra sobre Mimi, y con ambas marionetas bajo control, procedería a usar la habilidad única de Mimi. Con un giro de muñeca, y un gesto de dedos, Mimi se despiezó y se lanzó sobre Momo. En un abrir y cerrar de ojos, ambas marionetas quedaron fusionadas en una versión mejorada de Momo, una versión que acarreaba gran parte de las piezas de su hermana.
—Muy interesante, muy interesante, joven. —Sentenció el anciano, que rápidamente tomó nota.
Como resultado de la interacción de las armas, unas chispas se volverían visibles en la habitación. Los imperfectos ojos de la kunoichi no podrían evitar sentir un ligero escalofrió por esa situación. ¿Qué arma había resultado herida?
Sintió el efecto de ese impacto, que se le había advertido en más de una ocasión que no debía buscar con un arma de filo. Pero ahí estaba, haciendo un trabajo de prueba de resistencia. Su trabajo ese día era constatar porque no se hacía eso que le advertían.
—Eso si lo sentí...
Pasaría su espada a la otra mano para luego sacudir la muñeca derecha que fue la que usó para hacer el corte.
Para sorpresa de todos, salvo el herrero, el bastón no había resistido el impacto, y la daga estaba en bastantes condiciones.
—El que necesites, Ichikawa-san.
Concedería la kunoichi mientras regresaba el arma a su mano hábil y adoptaba nuevamente una posición de guardia, aunque relajada.
—Oh... ¿Será...?
No pudo evitar comentar mientras miraba a su compañero perfeccionar el ritual de invocación nuevamente. Del interior del pergamino sacó una segunda marioneta, más aparatosa que Momo, con una forma aún más humanoide, hasta piernas tenía. Arata deseaba probar el filo de la espada contra su auto-denominada, mejor obra.
Lo que la tomaría por sorpresa sería la forma en la que Mimi se volvería una suerte de armadura para Momo. Incluso el herrero estaría asombrado por el resultado del muchacho.
—Es un trabajo espectacular el que has hecho, marionetista. Mimi se ve espectacular, no puedo esperar a ver que puedes hacer con ella.
Reconocería la médica de Amegakure. Levantando la guardia una vez más.
—Ahí voy.
Y sin mayor dilación. Cargaría su brazo hacía arriba como queriendo pinchar el techo con la punta de la daga y, mientras avanzaba hacía delante dando una nueva zancada. Buscaría descender su puño en coordinación con sus pies una vez más.
—¡Yah...!
Exclamaría al momento en que su espada y su pie llegasen al objetivo deseado, el temple de la fusión de Mimi y Momo. directamente a la frente.
Cuando quisieron dar cuenta, la segunda marioneta ya estaba en el escenario. Su mejor obra, al menos hasta el momento, sería ahora el sujeto de pruebas. Moguko quedó impresionada con la obra del titiritero, y sentenció que moría de ganas por ver qué podía hacer. El herrero también quedó asombrado, aunque quizás no en tanto grado. Simplemente le habría pillado por sorpresa, no como a la kunoichi, a quien ya habían advertido de las funcionalidades de Mimi. Conforme la transformación cumplía con su objetivo, la prueba podía dar inicio de nuevo.
—¿Podrá aguantar una estocada esa armadura?
El hombre también parecía ansioso en ver el resultado. La kunoichi dio el listo, y comenzó de nuevo el ataque. Ésta vez avanzó en lo que alzaba la daga, y conforme asestaba el paso lanzaría una estocada en vertical. Casi parecía un rapaz cayendo sobre una descuidada presa. Pero MoMi no era una presa cualquiera... Con un rápido movimiento de dedos por parte del marionetista, su títere alzó ambas manos posicionándolas en cruz. La daga se clavaría de manera tosca en Mimi, o en la armadura de Momo. Pero ésta estocada apenas abría atravesado la defensa de la marioneta, de hecho si la kunoichi se fijaba bien ni había llegado a tocar a Momo.
Eso sí, la chica pudo sentir como el arma quebraba. No del todo, pero el filo se había mellado. Ahora no cumplía con toda la funcionalidad que podía tener en un principio. La marioneta abandonaría la guardia, dejando que la chica pudiese extraer ante la daga.
—Tal y como imaginaba, el tener tanta superficie de blindaje apoyada en madera hacen de éstas marionetas una defensa curiosa.
»¿Podríamos probar con un arma más grande, señorita Moguko?.
El hombre entre tanto, volvía a anotar algún apunte. No se le notaba disgustado en absoluto, pese a que ya le habían fracturado dos armas de la colección. —Interesante, interesante. Por favor, sí, prueben otras armas, jóvenes.
Esta vez, el resultado fue diferente, la daga no impactaría la cabeza de la marioneta, sino que el golpe sería interceptado por los brazos de esta.
—¡Uf...!
Moguko extraería la espada del brazo de MoMi y procedería a examinar un instante el filo. En el proceso del intercambio, el filo resultaría perjudicado de manera tal que ya no pudiese ser usada en combate. Que el filo resistiese un ataque a otra cosa que no fuese más blanda que el meta, era un lujo, pero que hubiese resistido dos, ya hubiese sido un milagro.
—Si, dame un segundo.
Guardaría la espada en su funda y procedería a depositarla en el lugar donde la había tomado. Su mirada entonces se posicionaría en una espada corta de una dimensión similar a la que cargaba con ella, una wakizashi.
—Confío en que MiMo soportará un impacto de una wakizashi...
Comentaba mientras tomaba la espada y la aseguraba en su cinturón.
Se pararía de frente a la marioneta entonces, llevaría una mano hasta la vaina de la espada y luego procedería a sostenerla con ambas manos. La guardia era muy similar a la que había usado antes, la única diferencia era el número de manos que usaba.
Moguko solicitó un segundo para cambiar su arma, después de haberse visto que la daga actual dañada. Arata esperó paciente, movilizando levemente la marioneta al centro del tatami. La chica buscó por un instante entre las diferentes armas, y tras deliberar un leve instante, optó por tomar un arma de dimensiones parecidas a la que solía portar ella. Se trataba de una espada similar a una wakizashi común, pero lucía ese característico brillo azabache de la forja Hirohito. Su peso era realmente liviano, y su filo parecía tan afilado como un diamante partido.
—Buena elección, señorita Moguko. —Anunció el titiritero.
La chica dijo entonces que confiaba en que MiMo resistiese también ese filo. Tras ello, aseguró la vaina del arma en su cinturón, y volvió a posicionarse en guardia. La postura era similar a la que antes había estado tomando, pero había una ligera gran diferencia... Usaba ahora ambas manos.
La chica preguntó si estaba listo. El marionetista afirmó con un rudo gesto de cabeza. Estaba listo, y totalmente concentrado. Sus manos hicieron unos leves movimientos, y con ello su títere tomó una posición de guardia similar a la posición básica de Taijutsu. Alzó ambas manos, y flexionó levemente las rodillas. La marioneta parecía estar preparada para lo que fuese. Casi parecía una torre fortificada, a la espera de un asedio.
—Cuando quieras.
El anciano se veía emocionado, tomando más notas conforme el evento avanzaba. Parecía estar disfrutando cada movimiento, cada gesto, cada emoción.
La elección de armamento que había hecho la kunoichi le mereció un halago por parte de su compañero de misión. Halago que aceptaría con mucho gusto. La hija de un samurai debía saber bien que filo cargar en cada ocasión.
Así como ella se había puesto en guardia, ahora la marioneta también tomaría una postura de combate un poco más adecuada para la ocasión. No podía evitar pensar que esta vez, si no tenía suficiente cuidado, terminaría recibiendo alguna clase de respuesta un poco más elaborada por parte de su animado tercer y/o cuarto compañero.
Hirohito estaba emocionado, y sin duda la kunoichi se lo estaba pasando bien, la sangre le empezaba a calentar poco a poco.
—Vamos una vez más.
Diría para luego comenzar a avanzar la postura deslizando la punta de su bota derecha por el piso sin romper la postura, buscando cerrar la distancia. Seguidamente alzaría sus brazos cargando nuevamente en alto su espada, como si quisiese pinchar el techo con esta. La diferencia con la vez anterior, sería que el golpe no sería simplemente vertical descendiente, sino que agregaría un poco de ángulo una vez la espada corta hubiese llegado tan alto como los brazos de la chica lo permitiesen.
—¡Yah...!
Exclamaría dando un pisotón junto al golpe en diagonal en el hombro derecho de la marioneta.
9/06/2022, 18:18 (Última modificación: 9/06/2022, 18:18 por Senju Hayato.)
La chica parecía decidida para el ataque. Todo era concentración, aunque se podía atisbar un gran brillo en los ojos de los tres allí presentes. Cada cuál tenía su motivación, sus placeres dentro de la realización de la tarea. Pero aunque disfrutaban como niños pequeños en un parque de pelotas, el deber era el deber. Debían mantener apariencias, o algo.
El titiritero permaneció inmóvil hasta el último instante, observando cómo su antagonista procedía con un efímero ataque. En vez de esquivar, o bloquear propiamente dicho, para cuando el filo de la chica se lanzó sobre el títere éste tan solo lo dobló con un rápido gesto de manos. La marioneta giraría levemente, dejando puro lomo a merced del acero que buscaba romperla. Casi parecía un disparate, pero quería comprobarlo...
¿Qué era mejor su defensa o el acero de Hirohito?.
Aunque la fuerza de la chica quizás no era abrumadora, su técnica de golpeado junto al tipo de corte casi que vertical y golpeando un muro de acero y madera robusta, hicieron que el metal quedase clavado en su mayoría en el lomo de la marioneta. Sin embargo, no solo quedó así. Casi la mitad de la espada salió volando, quebrada por la mitad prácticamente. Tanto fue así, que terminó clavándose a poco más de dos metros de los pies del anciano.
—¡Jie Jie Jie Jie! —Rio el canoso. —¡Qué gran defensa tiene ese muñeco, joven!.
—Me esforcé mucho, es mi mejor obra. Y aún así, el arma atravesó e hirió a Momo...
En parte el chico estaba triste, pero por otro lado podía estar realmente contento. No muchas armaduras eran capaces de resistir golpes o cortes como ese, que ésta tampoco hubiese librado al cien por cien a la persona que iba dentro no era una deshonra. El chico miró a la kunoichi, la que estaba realmente haciendo todo el esfuerzo físico.
—¿Se encuentra bien, señorita Moguko?.
Lo que sí, es que iba a costarle mucho sacar la espada quebrada de MoMi. Estaba incrustada en Momo, habiendo atravesado a Mimi.
El marionetista no buscó evadir el corte que la kunoichi lanzó a su titere, sino que terminaría haciendo todo lo contrario. Buscaría enfrentar el acero del herrero de manera directa, poniendo el lomo de la fusión de MiMo.
La chica no era particularmente fuerte, al menos no en ese punto de su carrera o en este preciso instante de la jornada, pero esa falta de fuerza la trataba compensar con buena postura y técnica al cortar. Pero no había con que darle, prácticamente era como golpear una puerta lo que estaba haciendo. Realmente una espada no era la mejor herramienta para el trabajo que estaba haciendo.
—¡Oh, no!
Exclamaría la sorprendida médica cuando la espada se le terminaría escapando de las manos, realmente tenía que trabajar en su agarre. Pero luego de eso vio el cacho de metal ensartado en el costado de su oponente y compañero.
—No seas tan duro contigo mismo, Ichikawa-san...
No había tiempo para desanimarse.
—O vas a hacer que me arrepienta de hacer mi mejor esfuerzo mostrándote mis habilidades de esgrima.
No podría evitar dejar escapar una ligera risa. Su compañero, con toda la empatía que uno podría llegar a pedirle a un shinobi de Amegakure, le preguntaría si se encontraba bien.
—Salvo por mi orgullo, que esta siendo puesto a prueba, me encuentro bien.
Se apresuraría a contestar haciendo un leve gesto con su mano, ladeándola ligeramente.
—¡Saquémosle ese fragmento de espada a MiMo y continuemos!
Agregaría para luego buscar con la mirada alguna herramienta que les pudiese servir a ese propósito. Unas pinzas seguro debería poder encontrar en la casa de un herrero.
Yamanouchi Moguko pareció interpretar de manera incorrecta la reacción, o más bien el comentario por parte del marionetista. Pareció dar la impresión de que se encontraba disgustado, o quizás triste por el hecho de que el acero hubiese atravesado a su marioneta. Pero en realidad era todo lo contrario, se estaba esforzando en crear la defensa definitiva, y ver fallas o errores en su creación era encontrar en qué debía mejorarla. Si había sacado algo en conclusión, era que necesitaba reforzar algunas partes de su "amadura", o quizás ponerle placas de metal para bloquear armas, cortes más bien.
—Al contrario, señorita Moguko. Encontrar debilidades en Mimi es localizar dónde debo trabajar más. Gracias a tu esfuerzo, y al buen acero del señor Hirohito, he visto que mi creación flaquea a la hora de detener un corte. Tendré que trabajar en ello, buscándole alguna manera de acoplar un escudo o algo similar.
»Y gracias, señor Hirohito. Me halaga que considere buena la capacidad defensiva de mi obra.
El herrero tomó el acero que tenía a pocos metros, el trozo de espada que había saltado con el impacto. Lo observó por un instante, y sonrió. —Yo también tendré que mejorar la calidad de mi acero por lo que veo. No estoy a la altura aún.
La chica contestó en cuanto el chico preguntó por su estado. Parecía estar bien, aunque le estuviese siendo bien sufrida la tarea. Pero sus ánimos no se disipaban, si no todo lo contrario. Apenas recuperada del impacto, sentenció que debían quitar el trozo de metal de Mimo y seguir. Dicho eso, la joven comenzó a buscar algo. Su mirada iba de lugar en lugar, como si estuviese escaneando el lugar en busca de algo concreto.
—Por favor, ¿podrías agarrar a Mimo?.
El titiritero movió a la marioneta hasta su compañera de trabajo, con la intención de que ésta le hiciese el favor. Si ella aceptaba, podría ver cómo el chico conectaba varios hilos a la espada, o a lo que quedaba de ella. Con un movimiento hacia sí mismo, la espada saldría disparada hacia el suelo, resonando contra el suelo en varios golpes. Algo un poco escandaloso, la verdad.
—¿Qué probarán ahora, chicos?.
—Mmmm... ¿Quizás un arma de golpeo? ¿Un martillo o algo similar?. —Preguntó el chico, un tanto indeciso.
La kunoichi asentiría con un gesto de su cabeza a la petición de su compañero, abriéndose de brazos para luego tomar con cierta delicadeza la mezcla de metal y madera que constituía al tercer y cuarto integrante de aquel equipo.
La cercanía le permitiría apreciar con mayor detenimiento el efecto de los hilos en el trozo de metal que había quedado de la espada, le resultaba extremadamente curiosa aquella capacidad de interactuar con otras entidades. Quería aprender a hacer eso.
«Tengo que pedirle que me muestre como hacer eso...»
No pudo evitar pensar.
La pregunta del herrero la devolvería a la realidad, a la misión que estaba llevando a cabo ese día. El muchacho propondría un curso de acción, Moguko por su parte estaba mas que gustosa de seguir probando cada parte de aquel arsenal.
—¿Martillo?
Una chispa se podría llegar a apreciar desde detrás de sus lentes, quería intentarlo.
—Buscaré uno.
Exclamaría y se daría a la tarea de revisar el mueble que tenía a su disposición la selección de armas. Uno bonito, adecuado para ella.