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Su compañera tomó asiento relativamente cerca de Arata. Una vez todos sentados, comenzaron a volar las posibilidades de pedir ayuda. La pequeña barajó unas cuantas posibilidades, algunas con sentido y otras... no tanto. La kunoichi justificó que sabría donde pedir ayuda a mercenarios o ninjas, pero terminó informando que no sabía muy bien donde encontrar piratas. El titiritero no sabía muy bien si simplemente bromeaba, o tan solo le seguía la corriente a la pequeña. Poco tardó en echarle la pregunta a la pequeña, sobre si sabía ella donde podían encontrarlos.
—¡Hay que buscar barcos con velas negras! —Contestó eufórica. —Pero... ellos solo rompen cosas, y se emborrachan...
El titiritero no pudo evitar reír un poco. —No creo que eso sea de demasiada ayuda, ¿no?.
—¡Pero los piratas MOLAN!
Cualquiera le decía lo contrario a la pequeña. Casi parecía esa más su vocación que la de "medico de caballos", pues ni a eso le había dado tanto pie. Pero en fin, los niños suelen ser así, ¿no?.
—Bueno, veremos a quién podemos pedir ayuda... —Informó, para propinar otro suspiro de cansancio.
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Ohiko no se conformaba con cualquier clase de piratas, quería todo el circo. Los que no escatimaban recursos en disimular su profesión e iban lo suficientemente lejos como para navegar con las insignias que los diferenciaban del resto de marineros. Pero parecería que luego recapacitaría en lo que decía y alegaría que solo servían para destruir.
—Ciertamente la vida de marinero es algo interesante...
Concedió la médica dejándose caer de espaldas un momento para luego cerrar los ojos un instante y descansar la vista, se atrevería incluso a quitarse los lentes y salvaguardarlos con recelo, sin ellos no podía ver nada a fin de cuentas.
—Creo que podemos permitirnos el pagarles a los de la Lluvia para que manden a alguien a ver que pasa aquí... ¿no?
Consultaría a su compañero pasado un rato desde la comodidad de su lugar de descanso.
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La chica de lentes sentenció que la vida de los marineros era interesante. Aunque no muy lejos de la realidad, muchos shinobis vivían bajo esas mismas circunstancias. Pero bueno, no les faltaba razón, ni a la pequeña ni a la mayor. Poco después del comentario, Moguko terminó recostándose por un momento en el suelo, y hasta se quitó las gafas para descansar un poco la vista. Preguntó entonces si podían permitirse pagar a los de la lluvia, refiriéndose claramente a Ame.
—Si, creo que tenemos suficiente dinero. —Aclaró el marionetista.
Él también imitó a su compañera. Estaba bastante cansado después de todo, y descansar a medias era una pérdida de tiempo, pues pierdes tiempo y no descansas lo suficiente. Incluso llegó a estirarse, en lo que pegaba un bostezo de desmesuradas dimensiones.
—Pues yo esperaré aquí, y avisaré a la gente para que no entre. —Informó la pequeña.
Arata tuvo que reincorporarse un poco para poder verla. —Muy bien, Ohiko. Así nadie más se quedará encerrado. Pero come y esas cosas, no puedes quedarte aquí para siempre o terminarás hecha una caquita.
—¡S-si!
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Una parte suya respiraba aliviada cada vez que su compañero le seguía la corriente con aquel papel que estaban haciendo.
—Genial.
Se limitaría a decir para luego acompañarle en el bostezo.
La niña entonces les comentaría que es lo que se dispondría a hacer en lo que ellos solicitaban aquella asistencia. Básicamente lo mismo que venía haciendo desde que llegaron al poblado, advertir a los demás del peligro. Arata le daría unas recomendaciones básicas que la muchachita estaría mas que dispuesta a seguir y velar por su propia seguridad.
—Estoy segura de que una vez que le demos las monedas, se moverán rápido. No deberían tardar más de lo que nos demoremos en pedir auxilio...
Agregaría a la conversación con la intención de recalcar que no pasaría mucho en llegar la caballería.
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—Si, sin monedas no trabajan. Pero vamos, igual que la mayoría de personas... —Añadió al comentario de la kunoichi.
El joven terminó por volver a una posición más sentada, aunque quería descansar en realidad el tiempo también era oro. La pequeña podía vigilar una entrada, pero el pueblo tenía incluso una segunda entrada. Era cuestión de tiempo que alguna otra persona se viese atrapada por esa cárcel. Quería irse ya, pero en realidad tampoco tenía demasiadas fuerzas como para retomar el viaje de regreso.
—¿Cinco minutos y nos vamos?. —Preguntó.
La verdad, el tiempo era un arma de doble filo. Importante, y mortífero.
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Ciertamente las palabras de Arata eran bastante acertadas, al menos dentro de la filosofía shinobi de Moguko. No se atrevería a hacer uso de sus habilidades si estas no le representasen alguna clase de beneficio, pero claro que en ese sentido el concepto de moneda se terminaría desdibujando un poco.
El muchacho tomaría nuevamente la palabra luego de incorporarse, la fémina continuaría descansando en el suelo pero se limitaría a levantar una mano en su dirección y seguidamente levantar un pulgar en señal de aprobación.
—Cinco. Ni uno más.
Y sería tras esa pequeña pausa que la muchacha volvería a colocarse los cristales para posteriormente incorporarse del todo, sacudiéndose el polvo en el proceso y acomodándose un poco las fachas.
—Ha sido un placer conocerte, Ohiko. Cuando las cosas se arreglen espero podamos vernos de nuevo.
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Su compañera coincidió en dar un respiro de cinco minutos, pero sentenció que no habría ni uno más. Al menos tenía la suerte de llevarse tan bien con ella, lo cuál era raro con casi cualquier otro shinobi o kunoichi de Ame. Entre tanto, ella si que seguía en el suelo descansando. Pero no tardó demasiado en volver a ponerse las gafas, y reicorporarse. Aunque ni terminó sentada, se irguió por completo.
El chico pensó que ya iba siendo hora. Los cinco minutos se le había evaporado en la palma de las manos, como agua en mitad del desierto. Pero realmente debían ponerse en marcha, era una verdad ineludible. Moguko admitió que había sido un placer conocer a la pequeña, e inquirió desear volverla a ver en cuanto las cosas se arreglasen. Si tenían un poco de suerte, y les asignaban ésta misión, la verdad es que no tardarían en volverla a ver. Aunque ella no sabría que se trataba de ellos.
—Muchas gracias por la ayuda. Y yo también estoy encantada de haberos conocido. —Apresuró a decir la pequeña.
—El placer es nuestro. Espero que nos veamos pronto. Y cuando todo se arregle, recuerda estudiar para lo que quieres...
—¡PARA SER PIRATAAAAA! —Anunció a voz pelada.
El chico se sorprendió, aunque no en exceso. Realmente era algo que se podía esperar después de todo... Hasta se rio. Era imposible no reírse.
—Para eso no hay que estudiar mucho, pero te tienes que esforzar.
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La niña estaba encantada con la oportunidad de haber podido coincidir con la dupla, y la dupla con ella. Arata le recordaría una vez más la importancia de dedicarle tiempo a las artes literarias y su interlocutora insistiría una vez más en la profesión de pirata, que habría sido entonces de la doctora de caballos...
La médica se limitó a dejar escapar una ligera risa y asentir a las palabras finales de su compañero.
—Ya nos llevaras a alguna aventura en tu nave, Ohiko.
Agregaría la samurai a la despedida. Seguidamente le obsequiaría una formal reverencia.
—Si te parece bien, vamos volviendo.
Le comentaría a su compañero de viaje y compatriota.
Si el muchacho accedería a marchar, se guardaría un comentario. Pero tampoco tanto tiempo realmente, lo suficiente como para estar a una distancia en la cual la muchachita se hubiese perdido en el horizonte.
—¿Qué posibilidades crees que existan de que esa niña tenga algo que ver con todo esto?
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Moguko inquirió que ya les llevaría en su navío la pequeña, cuando ésta se convirtiese en pirata. La gracia había estado bien, aunque la pequeña parecía habérselo tomado en serio. Bueno... tan en serio como cuando dijo de ser doctora de caballos. Entonces Moguko realizó una reverencia, despidiéndose de Ohiko. Dijo al marionetista entonces de que podían marchar, si éste lo veía bien. El titiritero afirmó con la cabeza. Tras ello realizó también una reverencia a la pequeña, a modo de despedida.
—¡Adiós! ¡Hasta la próxima!.
—¡Chao! —Se despidió Arata.
Comenzaron pues el camino de regreso a Ame, sin pausa pero sin prisas. El camino no era del todo largo, pero si que eran buenas horas de caminata. Para cuando estuvieron suficientemente lejos, su compañera preguntó si sospechaba de la pequeña. El titiritero realizó un sello, y con ello la transformación desapareció. Apenas unos segundos después, volvía a tener su apariencia.
—No, no creo que haya podido ser cosa de ella... Quien lo haya hecho, ha dedicado toda una vida a esa técnica. Nunca había leído sobre algo parecido... ¿Sospechas de ella, señorita Moguko?.
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Ya habían podido dejar la fachada que improvisaron, ya podían volver a ser los shinobi que habían salido a hacer su trabajo desde Amegakure. Tomaría nuevamente su bandana y la volvería a lucir con orgullo en su frente. Por su parte el muchacho haría lo suyo volviendo a tener las mismas fachas de siempre.
Seguidamente argumentaría que la cosa que habían presenciado no era el trabajo apresurado de una joven inexperta ni nada por el estilo, sino algo que demandaba más tiempo.
—Realmente pareces saber mucho del tema.
Acotaría complaciendo un deseo que había tenido desde que arrancaron a explorar Nokoto.
—No sospecho de ella, no quería dejar de barajar la opción con un conocedor de la materia nada más.
Y así, se dedicaría a avanzar por el camino que los había traído hasta el lugar junto a su compañero de aventuras y misiones.
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Su compañera parecía desconocer bastante aún de él, como que era un gran aficionado a los libros, y al Fuinjutsu. Algún día llegaría a ser un gran maestro del sellado, pues sus objetivos con las marionetas estaban bien enfocados a requerir de una enorme maestría en la materia. Aún le quedaba mucho camino, pero no era un total desconocedor del tema.
—Digamos, que si hallo un equilibrio entre las técnicas de sellado y mis marionetas, lograré una defensa y ataque absolutos. Si quiero ser el mejor shinobi de soporte, necesito aprender aún mucho del Fuinjutsu.
Pero su compañera tan solo lo había preguntado por no descartar en vano. Quisiese o no, en realidad algo sospechoso era que fuese la única en haberse dado cuenta. Y por encima de todo, que no hubiese quedado atrapada en la barrera por un descuido.
—Informaremos de todo lo que hemos visto, y si nos corresponde cumplir la misión de liberar Nokoto de esa técnica, esperemos que vengamos con alguien que sí sea todo un experto en Sellado.
»Por mucho que me guste, aún hay muchas cosas que se me escapan, la verdad.
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Le gustaba vincularse con gente ambiciosa como Arata, pues ella tenía aspiraciones similares. Planeaba comerse el mundo si seguía recorriendo ese dichoso camino ninja que mucha gente clamaba seguir. Pero no tenía intenciones de quedárselo todo para ella, y el apoyo de sus pares era menester para lograr éxito en esa empresa.
—Te aliento en ese caso a que sigas aprendiendo más sobre todo eso, Ichikawa-san.
Comentaría con una ligera sonrisa en el rostro.
—Me vendría bien alguien así en mi equipo.
Agregaría como comentario al margen. Ahora solo quedaba dar un informe lo más detallado posible de las cosas que habían visto en Nokoto, de forma tal que la aldea pudiese enviar a alguien con las credenciales adecuadas para realizar un trabajo eficiente. Por ahora, el trabajo de la dupla habría concluido.
—Solo espero que si me envían de nuevo para Nokoto, nos manden juntos otra vez.
Diría con sinceridad en sus palabras.
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La chica parecía alentar al titiritero a que consiguiese ese futuro que visualizaba. E incluso comentó que le vendría genial un compañero así en el equipo. La verdad, tenían muy buen encaje, pues ella tenía toda la ofensiva que pudiesen necesitar, y sabía sanar heridas. Él tenía toda la defensa que ella pudiese necesitar en el ataque, y un apoyo ofensivo extra con las armas de sus marionetas. Combaban bastante bien, era imposible negarlo.
—Creo que para formar equipo seríamos una combinación perfecta. Solo nos faltaría un tercer miembro que nos apoye con defensa elemental... jajaja. —Confirmó el chico.
Poco después, su compañera inquirió que si la enviaban a Nokoto de nuevo, esperaba que fuesen compañeros de equipo nuevamente. Arata afirmó con la cabeza, en lo que brindaba una amplia sonrisa.
—No se puede separar a miembros de un equipo, ¿no?.
Pero eso solo el tiempo lo diría. Por el momento, regresaban a casa con la satisfacción de haber cumplido el deber, y con la esperanza de que Nokoto respirase libertad algún día. Aunque ellos no se estuviesen dando cuenta, vivían una ilusión, y estaban encarcelados.
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