El caer de la ceniza

[Himura Hana]

— Lily ha quedado esta tarde, cariño. — le dijo alzando las cejas para intentar que se diese por aludida.

No es que no quisiera que Ren estuviese por ahí. Ren era como una niña más, se pondría con las niñas a pintar o a jugar a la pelota. Le preocupaba mucho más que avergonzase a Lily delante de su amiga especial. Sobre todo teniendo en cuenta lo sensible que estaba ella al respecto.

— Podrías aprovechar para tener una relajada tarde de herrería.

[Himura Ren]

— Uuuuhm... Es verdad... — Se recostó sobre la silla, haciendo una leve mueca con la boca mirando al techo y cruzándose de brazos, para luego mirar a Hana. — Supongo que entonces si que podría ir a la herrería. ¿Tú que vas a hacer entonces?

Le preguntó con genuina curiosidad.

[Himura Hana]

Hana infló levemente el pecho, orgullosa de haber convencido a Ren.

— Yo me quedaré aquí para vigilar a las niñas y hablar con la otra mamá. A ver si hacemos amigas nosotras también. — dijo mientras se llevaba una cucharada a la boca de su magnifica obra

[Himura Ren]

Ren la miró con una expresión un tanto neutral. Tampoco podía obligarla a hacer que se viniera con ella a la forja y estuviera allí, simplemente verla martillear; cerró los ojos haciendo una afable sonrisa, aceptando el plan que tenían todas presentes. Que Hana estuviera cerca de Lily par vigilarla un poco por si ocurría algo la tranquilizaba aún más; aún no tenía ni idea de como podría entrenarla en el uso del sharingan, pues para Ren todo fue algo espontáneo y extraño que fue avanzando sin siquiera percatarse. Tenía un ligero camino tanto de ida como de vuelta, así que podía darle vueltas a ello en ese tiempo.

— Intentaré comprar algo a la vuelta para cenar, ¿queréis algo en concreto? —Dijo apoyandose con una mano en la mesa y en su rostro.

[Himura Hana]

— ¡Pissa! — gritó Lily alzando ambas manos de golpe con alegria.

— ¿No te trajo una Yukiko hace un par de dias? — le preguntó Hana dedicandole una mirada.

— Eran mini pissas y eran para merendar, no cuenta. — refutó al instante, claramente esperando el apunte por parte de Hana.

— Está bien, pues pissa. — dijo mientras se apoyaba en Ren abrazandole el brazo. — ¿Estarás bien cargandolas o te dejo uno de mis pergaminos, cariño? — le preguntó por lo bajo.

[Himura Ren]

Cuando Hana la llamaba de aquella forma cariñosa, a Ren se le escapaba una pequeña sonrisa siempre. ¿Cuándo había empezado a llamarla de esa forma tan llamativamente cariñosa? Realmente sonaban como un matrimonio casado en lugar de dos jovenes rebeldes que se habían escapado para vivir una plena vida amorosa sin ninguna restricción. Cerró los ojos con suavidad y le dio un gentil y suave beso en la mejilla a Hana cuando esta todavía estaba cogida de uno de sus brazos, acariciandole con la otra mano la mejilla, mostrandole un profundo afecto, pero sobre todo devoción.

— No hace falta, puedo apanármelas sola, querida — respondió con una suave y tierna voz, antes de separarse de ella.

[Himura Hana]

Hana no le dijo nada más, solo asintió y siguió con el postre. Tras acabar, lo recogieron todo y las tres se fueron al salón un rato a reposar la comida. Tras una breve siesta de la pequeña Lily, Hana se prepararía para recibir a las invitadas y mandaría a Ren a su tercer trabajo, la herreria.

Durante su camino, apenas encontraria a un par de personas en el camino al pueblo vecino. Sin embargo, sola en el camino, oiría como unos matojos de la linde se movían subitamente. No saldría ninguna criatura, pero aquel brusco movimiento no había sido el viento.

[Himura Ren]

La comida puede que fuera agradable, pero descansar junto a ellas, sin poder moverse porque una estaba medio recostada sobre su hombro y la otra sobre sus piernas solo lo hacía la experiencia más enternecedora y cálida que Ren podía imaginar. Desde que se habían marchado, cada noche que dormían juntas, salvo en la que Lily mostró sus peculiares ojos, eran sueños tan saludables que nadie querría despertar de ellos. Pero este, aunque corto, tal vez fue el más agradable de todos.

Cuando Ren se fue a marchar, se cambió de ropa a una más habitual y mundana, así como cogió una bolsa donde llevaba restos de uno de los pasteles de Hana para ofrecérselos a las chicas de la herrería por su amabilidad. Fue durante ese trayecto, que una agitada maleza llamó su atención. Apenas cruzaba una brisa, y el jaleo fue mayor de lo que hubiera podido esperar de un animal normal.

Ren torció un poco el gesto, bajando algo la cabeza y dudando sobre si debía acercarse por pura curiosidad. Pero tal vez necesitaba alguien ayuda, y eso no podría rechazarlo. Recortó la distancia, manteniéndose en guardia, y preparándose para cualquier cosa que pudiera pasar con una mano cerca del pecho.

[Himura Hana]

Apenas dio un paso al arbusto, una enorme loba salió de él, pero no para saltar sobre Ren, sino para ponerse a su lado.

— ¡Cuidado! — le advirtió justo antes de que otra figura apareciese del matojo.

Esta vez se trataba de un hombre de tez grisacea, antinatural. Su cuerpo era grande y fuerte y en una de sus manos portaba una katana. Si Ren activaba su sharingan podría ver una gran cantidad de chakra negruzco saliendo de la hoja de la espada. Éste sí se abalanzaría sobre ella sin un segundo pensamiento, intentando cortarla por la mitad con un tajo descendente.

[Himura Ren]

Del arbusto saltó una enorme loba, pero no fue contra Ren si no a un lado para después encarar la maleza y alertar del peligro. Rapidamente Ren se voltearía a mirar de nuevo, para ver a un hombre que portaba una espada con un aspecto un tanto amenazador. No gesticulo ninguna palabra, para saltar sobre la morena, quien se defendió sacando con rapidez la espada sellada en su pecho y activando sus rojizos ojos, haciendo que ambos aceros chocaran.

Ren gruñió levemente, para fijarse entonces en una extraña aura que emanaba del acero que blandía aquel hombre.

— ¿Pero qué...? — Respondió casi en un murmuro.

[Himura Hana]

A pesar de la fuerza y experiencia de Ren, el hombre parecía más fuerte, o más bien, su katana era increiblemente más pesada. Para evitar su embestida, Ren tendría que apartarse, porque aquella katana amenazaba con atravesar la suya.

Por suerte, la loba saltó sobre el brazo del hombre, mordiendolo y zarandeandolo hasta que consiguió apartarlo de Ren, volviendo a saltar hacia atrás.

— ¡Haz que suelte el arma! — le gritó la loba.

A pesar de haber sido mordido en el brazo, la mano del hombre seguía firmemente agarrando su arma, como si la tuviese pegada con adhesivo plastico.

[Himura Ren]

La fuerza sobre su arma era demasiado poderosa, y Ren pudo notarlo al hacerla retroceder en el choque de espadas lentamente. Tras la orden de la loba, Ren intentó afinar sus ideas sobre como hacerlo. Aplicó fuerza hacia un lado para obligar a que bajara la espada junto a la suya a un lateral para apartarse y no sufrir el corte. Rapidamente soltó su arma, y agarró al hombre de la camisa con una mano mientras que la otra lo agarró de la ropa de la cintura, añadiendo finalmente una patada baja para hacerle una llave y buscar tirarlo al suelo utilizando el peso de este mismo al ser tan grande y corpulento.

Si con eso conseguía hacer que soltara el arma, después la patearía a un lado antes de agarrar su propia espada de vuelta y apuntar a aquel hombre con ella.

[Himura Hana]

La fuerza de Ren fue más que suficiente para lanzar al hombre al suelo, sin embargo, no soltó la espada. Su mano estaba fuertemente apretada alrededor del mango del arma. El hombre se alzó, ignorando el arma de Ren y volviendo a blandir la suya contra ella. La movió de un lado a otro, haciendo un corte horizontal con la misma fuerza que la vez anterior.

No parecía estar en sus cabales, sus ojos estaban completamente ennegrecidos y sus dientes apretados con la misma intensidad que sus manos.

[Himura Ren]

Ren retrocedió un par de pasos al ver que no fue capaz de obligarlo a soltar el arma, y que zarandeaba dicha sin mucha diligencia y pensamiento. Dado su estado y las señales que daba, parecía estar poseído o algo por el estilo. La morena torció un poco el gesto con la boca, pensando en cuál podría llegar a ser su próximo movimiento. Matarlo sería lo más sencillo, pero luego debería hacer algo con el cuerpo y lo que precisamente querían evitar las dos chicas era cualquier mirada o sospecha sobre ellas; también era lo más rápido, pues corría el riesgo de que apareciera alguien más y los viera. Esperó que con aquel golpe fuera suficiente para haberlo desarmado, pero no fue así.

Habría que improvisar, pensó Ren mientras enfundaba el arma colocándose en posición de combate. Además, esto el servía para poder ver si materia o mejoraba sus habilidades con la espada. Cuando estuviera lo suficientemente cerca, desenvainaría el arma dando dos veloces tajos, el primero en una dirección diagonal y el segundo, aprovechando el impulso y en un movimiento de vuelta, en un ángulo más horizontal y bajo.

— ¡Yuri no Korosu! — Vociferó al desenvainar la espada.

[Himura Hana]

Mientras la loba se recuperaba, Ren decidió utilizar las artes ninjas prohibidas y lanzar dos cortes potenciados con chakra en la dirección del hombre. Como no podía ser de otra forma, el hombre apenas pudo aplacar el primero y el segundo le impactó de lleno, haciendole una fea herida de lado a lado y haciendole perder toda fuerza.

Cayó al suelo soltando la katana y perdiendo la conciencia en el acto.

— Tú... — empezó a decir la loba completamente asombrada de la maestria de Ren. — ¡Eres una maestra de la espada! ¡Tienes que ayudarnos a recuperar la espada maldita!

Dicho eso, se acercó rápidamente a Ren con sus ojos caninos llenos de admiración. Lo que Ren vería era que el aura de la espada había desaparecido por completo y en el suelo solo quedaba un trozo de metal sin poder ninguno.