25/03/2016, 17:46
(Última modificación: 19/05/2016, 00:13 por Hanamura Kazuma.)
—¿Estará bien el que te marches tan pronto? —Preguntó la enfermera mientras levantaba las cortinas para que la tenue luz de aquella mañana gris entrara a la habitación.
—Si… Después de todo, mis heridas ya sanaron. —Lo cierto era que le habían recomendado el permanecer unos tres días más en cama, pero ya se encontraba harto de aquel sitio.
Recogía sus cosas con calma, detallando cada una como si no tuviera prisa. Vio sus viejas ropas, las cuales había llevado puestas durante su combate en el torneo. Debido a la urgencia con la que lo trasladaron al quirófano estas terminaron hechas jirones, el hecho de entregárselas en una bolsa fue por pura cortesía. Las dejo a un lado y observó aquella vestimenta que Naomi le había traído en una de sus visitas, algo con un estilo un poco más juvenil de lo que estaba acostumbrado, pero suficientemente madura para ser de su gusto.
—Seguramente es por el torneo… ¿Cierto? —Una leve sonrisa de nostalgia se dibujó en su rostro—. Los ninjas tienen vidas tan violentas y agitadas.
Quizás si fuera por lo del torneo o puede que fuera por todo lo demás. Justamente hacia unos días le llegó aquella noticia; Juro tuvo su encuentro con aquella chica de Amegakure. La batalla fue dura y terminó con la derrota de su compañero, pero además de eso no hubo nada por lo cual lamentarse. Poco después de eso se encontró con su camarada y charlo un poco sobre lo sucedido, pero ya hacia dias de aquello y puede que no lo viera de nuevo hasta la final.
«Que cosas… Al principio quería que la sensei asistiera y viera que tanto hemos crecido, pero supongo que fue arrogante de mi parte el creer que podríamos mostrarle solo victorias —en su mente correteaba la duda de cómo le verían a la cara la próxima vez que se encontraran con ella—. Ahora espero que no haya sido testigo de… Bueno, de nuestro desempeño.»
—Espera… —Apartó su rostro de la ventana y dirigió su mirada hacia el Ishimura que trataba de cambiarse discretamente—. Al menos permíteme revisarte una vez más antes de que te marches, solo para cerciorarme de que estarás bien.
Ella era una enfermera joven y hermosa, pero para el Ishimura aquello solo hacía más vergonzoso el que tuviera que mostrarle su cuerpo. Claro, su trabajo se lo tomaba con total seriedad, pero eso no impedía que al terminar le hiciera bromas bochornosas. Cuando mucho tendría unos dieciocho años, con todo y la vitalidad de esa edad. Pero en ocasiones su rostro y su mirar dejaban escapar matices de recuerdos nostálgicos, tal como los de Kazuma, tal como los de cualquiera que ha visto demasiadas cosas para su edad.
—Vale, pero rápido que está haciendo frío. —Exigió el joven mientras sentía el aire de la mañana acariciando su piel desnuda.
—Bien, entonces aquí vamos.
Comenzó tanteando su cuerpo desde los pies, sus manos eran cálidas y mostraban una amabilidad reconfortante. Sus dedos se movían con total destreza, comprobando la tensión y la carga de cada musculo y articulación. Kazuma recordaba haber escuchado que la chica también tenía estudios en fisioterapia y que en ello era una de las mejores. Con la yema de su dedo índice cubrió la cicatriz que le había quedado en el abdomen, provocando un leve escalofrío al jovencito. Aquella era la huella que había quedado de su lucha, una fina línea de un color más claro que su piel que recorría unos veinte centímetros por sobre su ombligo. Por último reviso su rostro y su cabello; observo con atención y curiosidad aquellos ojos tan grises como las nubes que había afuera, y acarició con fuerza aquella gran melena tan blanca como la nieve del último invierno.
—Estarás bien —aseguro luego de haber terminado—. La herida está cerrada y tienes sensibilidad en la región. Claro la recomendación obvia es que evites golpes y heridas en el sitio, pero al final eres un ninja así que quizás es pedirte mucho. —Dijo mostrando un principio de puchero.
—Gracias, tratare de tener cuidado —comenzó a colocarse la ropa—. Oye, ¿Para qué fue lo de revisarme el cabello?
—Esto… Eso solo fue porque me gusta tu cabellera —aseguró sonriente—. Además pensé que podrías ruborizarte un poco, como lo hacías cuando llegaste aqui.
Ciertamente era así, aquella resultaba ser la mujer más agraciada de todo el hospital. Su cabello dorado, sus ojos esmeraldas y sus labios rosados como las flores de cerezo, le habían ganado todo un club de fan y eso sin contar a todos los que admiraban las gráciles proporciones de su cuerpo. Lo cierto era que fue quien había tenido que atender a Kazuma durante su estadía y por tanto la encargada de chequear su cuerpo regularmente. Al principio conseguía sacar con mucha facilidad el rubor de los pómulos morenos de su paciente, pero con el pasar de los días este se había acostumbrado a su femenina presencia y a sus bromas vergonzosas.
—Oh vamos, no pongas esa cara —dijo al ver la expresión seria del Ishimura—. ¿Es que ya te cansaste de contemplar a la enfermera más linda que has visto? —Preguntó mientras se inclinaba hacia él, consiguiendo que este desviara la mirada— Que linda tu expresión, me recuerda aquel día en que se me hizo tarde por la lluvia y vine con mi uniforme empapado a chequearte, jejeje tanta vitalidad en alguien tan joven...
—¡Déjame en paz! —Dijo con un fuerte rubor en su rostro.
—Lo siento es que de repente me pareció algo muy lindo.
Evitando mirarla para ocultar su momentánea descompostura, siguió vistiéndose. Le habían dejado una bermuda negra y una chaqueta sin mangas y de cuello alto, toda gris y con ribetes negros. También le habían dejado unos zapatos negros, unos guantes y una gorra que hacían juego. En vista de que tenía el cabello demasiado largo, optó por dejar aquella cachucha junto a las ropas rotas que debían de tirar.
—Dime —se giró hacia ella con un tono de voz y una expresión muy serias—, ¿Pudiste hacer lo que te pedí?
—Sí, la verdad no fue muy difícil —aseguro guiñandole un ojo—, pero sí fue un pedido un poco extraño.
—Bien, no me gusta dejar cabos sueltos —el joven le había pedido que borrara de los registros del hospital toda información que tuviera que ver con el o que indicara que le había pasado—. Aquí tienes y disculpa por los problemas.
Le arrojó un fardo de billetes y en respuesta la joven le arrojó dos pequeños frascos de plástico. Kazuma los atrapó en el aire y al abrir el puño pudo ver que eran unos antibióticos y algunos analgésicos. No pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro. Se ajustó su espada en la espalda y tomo su bolso, listo para partir.
—Tienes el rostro de alguien que va a buscar problemas —dijo ella a sus espaldas mientras sostenía aquella gorra negra.
—Eso no es… —El joven giró y no pudo evitar sentir empatía por aquella sonrisa melancólica y la silueta que la enmarcaba—. Puede que no sea bueno lidiando con las personas, pero sé cómo manejar los problemas —se acercó a ella, tomó la gorra y se la colocó delicadamente—. Después de todo, soy un Shinobi.
La enfermera lo acompañó hasta la salida, lugar donde les tocó despedirse.
—Gracias por todo, Haruka —Agradeció, sin rastro de pena ni tristeza y sin decir adiós.
—Hasta pronto, Kazuma —lo sujetó con fuerza y lo apretujo contra su cuerpo mientras le daba un abrazo fraternal—. Espero que la próxima vez que vengas sea para invitarme a salir y no para que te cure la panza.
Intercambiaron una última sonrisa y entonces se puso en marcha.
«Bien, es un día frío y gris… Ya no tengo deberes para con el torneo y estoy bastante frustrado… Creo que es buen momento para buscar unos cuantos maleantes.»
Y con aquello mente se encaminó hacia la zona baja de la ciudad, en busca de aquello que le era más fácil encontrar y que era en lo que mejor se desenvolvía… Fue en busca de problemas.
—Si… Después de todo, mis heridas ya sanaron. —Lo cierto era que le habían recomendado el permanecer unos tres días más en cama, pero ya se encontraba harto de aquel sitio.
Recogía sus cosas con calma, detallando cada una como si no tuviera prisa. Vio sus viejas ropas, las cuales había llevado puestas durante su combate en el torneo. Debido a la urgencia con la que lo trasladaron al quirófano estas terminaron hechas jirones, el hecho de entregárselas en una bolsa fue por pura cortesía. Las dejo a un lado y observó aquella vestimenta que Naomi le había traído en una de sus visitas, algo con un estilo un poco más juvenil de lo que estaba acostumbrado, pero suficientemente madura para ser de su gusto.
—Seguramente es por el torneo… ¿Cierto? —Una leve sonrisa de nostalgia se dibujó en su rostro—. Los ninjas tienen vidas tan violentas y agitadas.
Quizás si fuera por lo del torneo o puede que fuera por todo lo demás. Justamente hacia unos días le llegó aquella noticia; Juro tuvo su encuentro con aquella chica de Amegakure. La batalla fue dura y terminó con la derrota de su compañero, pero además de eso no hubo nada por lo cual lamentarse. Poco después de eso se encontró con su camarada y charlo un poco sobre lo sucedido, pero ya hacia dias de aquello y puede que no lo viera de nuevo hasta la final.
«Que cosas… Al principio quería que la sensei asistiera y viera que tanto hemos crecido, pero supongo que fue arrogante de mi parte el creer que podríamos mostrarle solo victorias —en su mente correteaba la duda de cómo le verían a la cara la próxima vez que se encontraran con ella—. Ahora espero que no haya sido testigo de… Bueno, de nuestro desempeño.»
—Espera… —Apartó su rostro de la ventana y dirigió su mirada hacia el Ishimura que trataba de cambiarse discretamente—. Al menos permíteme revisarte una vez más antes de que te marches, solo para cerciorarme de que estarás bien.
Ella era una enfermera joven y hermosa, pero para el Ishimura aquello solo hacía más vergonzoso el que tuviera que mostrarle su cuerpo. Claro, su trabajo se lo tomaba con total seriedad, pero eso no impedía que al terminar le hiciera bromas bochornosas. Cuando mucho tendría unos dieciocho años, con todo y la vitalidad de esa edad. Pero en ocasiones su rostro y su mirar dejaban escapar matices de recuerdos nostálgicos, tal como los de Kazuma, tal como los de cualquiera que ha visto demasiadas cosas para su edad.
—Vale, pero rápido que está haciendo frío. —Exigió el joven mientras sentía el aire de la mañana acariciando su piel desnuda.
—Bien, entonces aquí vamos.
Comenzó tanteando su cuerpo desde los pies, sus manos eran cálidas y mostraban una amabilidad reconfortante. Sus dedos se movían con total destreza, comprobando la tensión y la carga de cada musculo y articulación. Kazuma recordaba haber escuchado que la chica también tenía estudios en fisioterapia y que en ello era una de las mejores. Con la yema de su dedo índice cubrió la cicatriz que le había quedado en el abdomen, provocando un leve escalofrío al jovencito. Aquella era la huella que había quedado de su lucha, una fina línea de un color más claro que su piel que recorría unos veinte centímetros por sobre su ombligo. Por último reviso su rostro y su cabello; observo con atención y curiosidad aquellos ojos tan grises como las nubes que había afuera, y acarició con fuerza aquella gran melena tan blanca como la nieve del último invierno.
—Estarás bien —aseguro luego de haber terminado—. La herida está cerrada y tienes sensibilidad en la región. Claro la recomendación obvia es que evites golpes y heridas en el sitio, pero al final eres un ninja así que quizás es pedirte mucho. —Dijo mostrando un principio de puchero.
—Gracias, tratare de tener cuidado —comenzó a colocarse la ropa—. Oye, ¿Para qué fue lo de revisarme el cabello?
—Esto… Eso solo fue porque me gusta tu cabellera —aseguró sonriente—. Además pensé que podrías ruborizarte un poco, como lo hacías cuando llegaste aqui.
Ciertamente era así, aquella resultaba ser la mujer más agraciada de todo el hospital. Su cabello dorado, sus ojos esmeraldas y sus labios rosados como las flores de cerezo, le habían ganado todo un club de fan y eso sin contar a todos los que admiraban las gráciles proporciones de su cuerpo. Lo cierto era que fue quien había tenido que atender a Kazuma durante su estadía y por tanto la encargada de chequear su cuerpo regularmente. Al principio conseguía sacar con mucha facilidad el rubor de los pómulos morenos de su paciente, pero con el pasar de los días este se había acostumbrado a su femenina presencia y a sus bromas vergonzosas.
—Oh vamos, no pongas esa cara —dijo al ver la expresión seria del Ishimura—. ¿Es que ya te cansaste de contemplar a la enfermera más linda que has visto? —Preguntó mientras se inclinaba hacia él, consiguiendo que este desviara la mirada— Que linda tu expresión, me recuerda aquel día en que se me hizo tarde por la lluvia y vine con mi uniforme empapado a chequearte, jejeje tanta vitalidad en alguien tan joven...
—¡Déjame en paz! —Dijo con un fuerte rubor en su rostro.
—Lo siento es que de repente me pareció algo muy lindo.
Evitando mirarla para ocultar su momentánea descompostura, siguió vistiéndose. Le habían dejado una bermuda negra y una chaqueta sin mangas y de cuello alto, toda gris y con ribetes negros. También le habían dejado unos zapatos negros, unos guantes y una gorra que hacían juego. En vista de que tenía el cabello demasiado largo, optó por dejar aquella cachucha junto a las ropas rotas que debían de tirar.
—Dime —se giró hacia ella con un tono de voz y una expresión muy serias—, ¿Pudiste hacer lo que te pedí?
—Sí, la verdad no fue muy difícil —aseguro guiñandole un ojo—, pero sí fue un pedido un poco extraño.
—Bien, no me gusta dejar cabos sueltos —el joven le había pedido que borrara de los registros del hospital toda información que tuviera que ver con el o que indicara que le había pasado—. Aquí tienes y disculpa por los problemas.
Le arrojó un fardo de billetes y en respuesta la joven le arrojó dos pequeños frascos de plástico. Kazuma los atrapó en el aire y al abrir el puño pudo ver que eran unos antibióticos y algunos analgésicos. No pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro. Se ajustó su espada en la espalda y tomo su bolso, listo para partir.
—Tienes el rostro de alguien que va a buscar problemas —dijo ella a sus espaldas mientras sostenía aquella gorra negra.
—Eso no es… —El joven giró y no pudo evitar sentir empatía por aquella sonrisa melancólica y la silueta que la enmarcaba—. Puede que no sea bueno lidiando con las personas, pero sé cómo manejar los problemas —se acercó a ella, tomó la gorra y se la colocó delicadamente—. Después de todo, soy un Shinobi.
La enfermera lo acompañó hasta la salida, lugar donde les tocó despedirse.
—Gracias por todo, Haruka —Agradeció, sin rastro de pena ni tristeza y sin decir adiós.
—Hasta pronto, Kazuma —lo sujetó con fuerza y lo apretujo contra su cuerpo mientras le daba un abrazo fraternal—. Espero que la próxima vez que vengas sea para invitarme a salir y no para que te cure la panza.
Intercambiaron una última sonrisa y entonces se puso en marcha.
«Bien, es un día frío y gris… Ya no tengo deberes para con el torneo y estoy bastante frustrado… Creo que es buen momento para buscar unos cuantos maleantes.»
Y con aquello mente se encaminó hacia la zona baja de la ciudad, en busca de aquello que le era más fácil encontrar y que era en lo que mejor se desenvolvía… Fue en busca de problemas.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)