26/03/2016, 00:12
(Última modificación: 18/04/2016, 19:25 por Uchiha Datsue.)
—Aceptar un soborno en pleno combate… delante de todos… ¡Delante de Yubiwa-sama, nada menos! ¿Pero en qué estabas pensando?
Datsue, sentado de rodillas en el tatami de la habitación y con la mirada gacha, aguantaba como podía la bronca de sus padres. Su madre se había puesto histérica. Le había chillado, llorado, vuelto a chillar y finalmente se había quedado en silencio, como sin fuerzas. Pero el momento de descanso le duró poco. Su padre había cogido el relevo, y llevaba más de media hora hablándole sin perder fuelle. Repitiendo una y otra vez lo mismo.
—¿Escuchas lo que te digo? ¿O todo te entra por un oído y te sale por el otro?
El Uchiha se sonrojó. Su padre jamás le había hablado así.
—Sí —aseguró de forma casi inaudible—. Te escucho.
—Pues no lo parece —aseveró Ryouta—. No lo parece. ¿Qué crees que pensarán todos? Los vecinos, la gente de la Aldea… ¿Qué crees que dirán?
Me importa una mierda lo que piensen o digan, quiso decirle. Pero en su lugar apretó los puños contra las rodillas y siguió con la cabeza gacha.
—¿Adónde quieres llegar con esto? —siguió preguntando Ryouta—. ¿Adónde crees que llegarás con esa actitud? Ya te lo digo yo —continuó, ante su silencio—: a ningún lado. ¿Crees que algún compañero confiará en ti después de esto? ¿Crees que el Kage confiará en ti para alguna misión importante?
Me… importa… una… MIERDA. Apretó los dientes, furioso, pero nuevamente se mantuvo callado.
—Has quedado como un shinobi sin honor… ¡Ante todo el mundo! —exclamó Ryouta—. Semejante deshonra no te será fácil de quitar… Lo sabes, ¿no?
Nuevamente silencio.
—¿Es que no piensas decir nada? —preguntó—. ¡Mírame a la cara, al menos! ¡Después de pasar semejante vergüenza es lo único que te pido!
Datsue alzó de pronto los ojos, rojos por unas lágrimas que se negaban a salir.
—¡¿Te avergüenzas de mí?! ¡¿Es eso lo que has dicho?! —estalló.
El rostro de Ryouta se tiñó de dolor durante unos instantes, como si de pronto se hubiese arrepentido de lo que acababa de decir.
—No, Datsu… Claro que no —intervino Naomi—. Tu padre no quería decir eso.
—¡Claro que lo ha dicho! —rugió Datsue, dando un manotazo sobre la mesa que los separaba—. ¿Quieres que te hable de vergüenza? —preguntó, con la voz rota. Tenía los ojos anegados en lágrimas y le temblaban los labios, pero la ira que corría por sus venas frenaba por el momento cualquier atisbo de llanto—. ¿Quieres que te hable de deshonor? —escupió aquella última palabra como si le diese asco pronunciarla.
—Datsue, tranquilízate —pidió su madre.
—Porque tiene gracia que tú me hables de eso, ¿sabes? —continuó Datsue, haciendo caso omiso a Naomi—. Tiene gracia que me lo digas cuando TÚ —gritó, señalándole—, llevas más de diez años sin hacer frente a tu deuda. ¿Acaso eso no es también una vergüenza? —preguntó—. ¿No es una deshonra para ti?
—¡Datsue! —protestó su madre, levantándose.
Ryouta, en cambio, no dijo nada. Tampoco pareció enfadarse. Tan sólo aguantó la mirada de su hijo, y eso hizo que Datsue todavía se enfadase más. Hubiese preferido que le hubiese gritado, que hubiese perdido la compostura.
—¿Sabes lo que más me jode de ti, padre? —le preguntó, levantándose también—. Que siempre estás preocupado por el qué dirán. Por las apariencias… ¡A MÍ ME IMPORTAN UNA MIERDA! —rugió, mientras sacaba el diamante que le había dado Reiji del bolsillo interior de su yukata—. ¡ESTO es lo que me importa! —chilló, estampando el diamante contra la mesa—. ¡Por eso lo hice! ¡Para pagar la deuda! ¡Para pagar la deuda y no tener que seguir escondiéndonos de Okura! ¡Para que Madre no tenga que...!
Datsue se mordió la lengua y notó un regusto a sangre. En el último momento, se había controlado para no soltar la barbaridad que llevaba años escondiendo en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, su rabia no se había extinguido.
—¿Me hablas del qué dirán? ¡Que digan lo que quieran! Los vecinos, mis compañeros… ¡Incluso Yubiwa! ¡NO LES DEBO UNA MIERDA!
—¿Qué no les debes…? —Ryouta parecía al borde de un ataque—. A ti te da todo igual, ¿verdad? A ti te importa todo una mierda.
—¡Exacto! —chilló, fuera de sí—. ¡Exactamente eso!
Sin poder aguantar más aquella conversación, dio media vuelta y salió de la habitación del hotel dando un portazo.
El Uchiha caminaba por la ciudad sin rumbo fijo, cabizbajo. Pensativo, por todas las tonterías que había soltado por la boca días antes. Muchas de ellas ni siquiera las pensaba de verdad. Tan sólo las había dicho para hacerles daño, por estar furioso.
Pero ahora que se había calmado, el Uchiha estaba desolado. ¿Cómo podía haberles dicho todo aquello? A sus padres… A sus propios padres. Que le habían acogido como a un hijo propio. Que se habían endeudado hasta las cejas para tratar de curar su enfermedad. Y él les pagaba con la moneda del desprecio, de la ingratitud.
Se sentó en un banco, escondió el rostro con las manos y apretó los dientes. Tenía ganas de llorar, de gritar, de pegarse con alguien. Pero, sobre todo, tenía ganas de volver atrás en el tiempo y cambiar las cosas.
Datsue, sentado de rodillas en el tatami de la habitación y con la mirada gacha, aguantaba como podía la bronca de sus padres. Su madre se había puesto histérica. Le había chillado, llorado, vuelto a chillar y finalmente se había quedado en silencio, como sin fuerzas. Pero el momento de descanso le duró poco. Su padre había cogido el relevo, y llevaba más de media hora hablándole sin perder fuelle. Repitiendo una y otra vez lo mismo.
—¿Escuchas lo que te digo? ¿O todo te entra por un oído y te sale por el otro?
El Uchiha se sonrojó. Su padre jamás le había hablado así.
—Sí —aseguró de forma casi inaudible—. Te escucho.
—Pues no lo parece —aseveró Ryouta—. No lo parece. ¿Qué crees que pensarán todos? Los vecinos, la gente de la Aldea… ¿Qué crees que dirán?
Me importa una mierda lo que piensen o digan, quiso decirle. Pero en su lugar apretó los puños contra las rodillas y siguió con la cabeza gacha.
—¿Adónde quieres llegar con esto? —siguió preguntando Ryouta—. ¿Adónde crees que llegarás con esa actitud? Ya te lo digo yo —continuó, ante su silencio—: a ningún lado. ¿Crees que algún compañero confiará en ti después de esto? ¿Crees que el Kage confiará en ti para alguna misión importante?
Me… importa… una… MIERDA. Apretó los dientes, furioso, pero nuevamente se mantuvo callado.
—Has quedado como un shinobi sin honor… ¡Ante todo el mundo! —exclamó Ryouta—. Semejante deshonra no te será fácil de quitar… Lo sabes, ¿no?
Nuevamente silencio.
—¿Es que no piensas decir nada? —preguntó—. ¡Mírame a la cara, al menos! ¡Después de pasar semejante vergüenza es lo único que te pido!
Datsue alzó de pronto los ojos, rojos por unas lágrimas que se negaban a salir.
—¡¿Te avergüenzas de mí?! ¡¿Es eso lo que has dicho?! —estalló.
El rostro de Ryouta se tiñó de dolor durante unos instantes, como si de pronto se hubiese arrepentido de lo que acababa de decir.
—No, Datsu… Claro que no —intervino Naomi—. Tu padre no quería decir eso.
—¡Claro que lo ha dicho! —rugió Datsue, dando un manotazo sobre la mesa que los separaba—. ¿Quieres que te hable de vergüenza? —preguntó, con la voz rota. Tenía los ojos anegados en lágrimas y le temblaban los labios, pero la ira que corría por sus venas frenaba por el momento cualquier atisbo de llanto—. ¿Quieres que te hable de deshonor? —escupió aquella última palabra como si le diese asco pronunciarla.
—Datsue, tranquilízate —pidió su madre.
—Porque tiene gracia que tú me hables de eso, ¿sabes? —continuó Datsue, haciendo caso omiso a Naomi—. Tiene gracia que me lo digas cuando TÚ —gritó, señalándole—, llevas más de diez años sin hacer frente a tu deuda. ¿Acaso eso no es también una vergüenza? —preguntó—. ¿No es una deshonra para ti?
—¡Datsue! —protestó su madre, levantándose.
Ryouta, en cambio, no dijo nada. Tampoco pareció enfadarse. Tan sólo aguantó la mirada de su hijo, y eso hizo que Datsue todavía se enfadase más. Hubiese preferido que le hubiese gritado, que hubiese perdido la compostura.
—¿Sabes lo que más me jode de ti, padre? —le preguntó, levantándose también—. Que siempre estás preocupado por el qué dirán. Por las apariencias… ¡A MÍ ME IMPORTAN UNA MIERDA! —rugió, mientras sacaba el diamante que le había dado Reiji del bolsillo interior de su yukata—. ¡ESTO es lo que me importa! —chilló, estampando el diamante contra la mesa—. ¡Por eso lo hice! ¡Para pagar la deuda! ¡Para pagar la deuda y no tener que seguir escondiéndonos de Okura! ¡Para que Madre no tenga que...!
Datsue se mordió la lengua y notó un regusto a sangre. En el último momento, se había controlado para no soltar la barbaridad que llevaba años escondiendo en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, su rabia no se había extinguido.
—¿Me hablas del qué dirán? ¡Que digan lo que quieran! Los vecinos, mis compañeros… ¡Incluso Yubiwa! ¡NO LES DEBO UNA MIERDA!
—¿Qué no les debes…? —Ryouta parecía al borde de un ataque—. A ti te da todo igual, ¿verdad? A ti te importa todo una mierda.
—¡Exacto! —chilló, fuera de sí—. ¡Exactamente eso!
Sin poder aguantar más aquella conversación, dio media vuelta y salió de la habitación del hotel dando un portazo.
Días después…
El Uchiha caminaba por la ciudad sin rumbo fijo, cabizbajo. Pensativo, por todas las tonterías que había soltado por la boca días antes. Muchas de ellas ni siquiera las pensaba de verdad. Tan sólo las había dicho para hacerles daño, por estar furioso.
Pero ahora que se había calmado, el Uchiha estaba desolado. ¿Cómo podía haberles dicho todo aquello? A sus padres… A sus propios padres. Que le habían acogido como a un hijo propio. Que se habían endeudado hasta las cejas para tratar de curar su enfermedad. Y él les pagaba con la moneda del desprecio, de la ingratitud.
Se sentó en un banco, escondió el rostro con las manos y apretó los dientes. Tenía ganas de llorar, de gritar, de pegarse con alguien. Pero, sobre todo, tenía ganas de volver atrás en el tiempo y cambiar las cosas.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado