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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#3
No espera… Solo nos divertíamos un poco, no lo volveré a hacer. Por fav… —Sus ruegos fueron interrumpidos por un cabezazo que le quitó algunos de sus ya podridos dientes.

El callejón quedó sumido en un silencio agradable y la vista daba fe de una tarea bien hecha; cuerpos inconscientes por todas partes y las paredes con rastros de sangre fresca. Para su registro mental quedaba como una operación casi perfecta; Ningún muerto, algunos rasguños superficiales y unos seis sujetos bien escarmentados.

«Van cuatro rondas de esto, pero aun no me siento satisfecho.» —Quizás fuera que, luego de tanto tiempo de estar postrado en una cama, todo su estrés y energía acumulados se manifestaban como un hambre difícil de saciar.

Un ruido llamó su atención hacia el fondo del callejón, posiblemente solo fueran las ratas y el sonido de sus agitadas patas al tratar de huir.

Maldición —masculló por lo bajo debido a una flema sanguinolenta que le incomodaba en la garganta—. Ya verás pendejo, te voy a rajar… —Sin la posibilidad de levantarse se arrastró hasta el cuchillo que le había proporcionado tan crueles deleites en el pasado, pero cuando lo tomo una suela fría y dura aplasto su mano contra el suelo—. ¡Aghgggggh! —La ira fue reemplazada por el terror cuando al girar la cabeza vio como dos fríos e inclemente luceros grises se fijaban en el—. ¡Esto no se quedará así cabrón, te juro que sufrirás por esto! Te lo ju... —Pero su parloteo cesó cuando su cabeza rebotó contra el asfalto a causa del pisotón que le acababan de dar.

Entonces aquel pasadizo quedó en silencio absoluto. Puede que prestando atención se pudiesen oír algunas respiraciones y uno que otro latir de corazón, pero él no podía escucharles, no tenía oídos para aquellos a quienes despreciaba. Así era como se sentía. Podía percibir los truenos que anunciaban una tormenta, las ramas que cantaban con el viento y las dulces y tentadoras palabras de su filosa compañera.

«En el fondo esta ciudad es tan oscura como cualquier otra, y tu seguirás saciando el mismo apetito sin importar donde estés.»

«Si… Es hora de que continuemos con nuestro camino.»

Un nuevo sonido le sacó de sus pensamientos y le llevó a la realidad de aquel sitio. En una esquina, temblorosa y asustada, se encontraba una jovencita pelirroja de más o menos su misma edad. Ahora lo recordaba; Ella había estado ahí desde el principio y era la razón de que él estuviera allí también. Probablemente ya no temblará por el miedo, pues ya no había quien le hiciese daño, sino por el frío aire que golpeaba su desnudo ser. De los cuerpos inertes tomó las piezas de ropa que más abrigan e hizo un fardo con ellas.

Toma —le arrojó algo con lo cual cubrirse—. Vete a casa y no vuelvas a pasar por aquí.

Se encaminó hacia el extremo opuesto del callejon, llegando a la salida y dejando que la fría luz dibujara su silueta. Algo le detuvo antes de retirarse, intercalo su vista entre aquella chica vistiendose y la blanca pared que tenía enfrente. Se agacho y del suelo tomó una especie de lata, realizó algunos gestos frente a la pared y entonces su labor estuvo completa. Camino hacia la calle y dejo que el aire frío llenara sus pulmones. De su bolsillo sacó un pequeño frasco del cual extrajo un par de aspirinas que se tomó con calma, y entonces sus piernas comenzaron a llevarlo hacia algún otro lugar, sin dudar y sin mirar atrás.

En la callejuela solo había quedado aquella niña que parecía sentirse un poco más segura estando vestida. Por mera curiosidad infantil se asomo a aquella pared de color calcáreo que el muchacho estaba viendo. En un rojo brillante decía: “Aquí hemos de realizar una violacion - Eddishi el penas”. Pero la palabra estaba tachada y por encima de ella, en un gris oscuro, rezaba: “Aquí se ha evitado una violación - El fantasma gris”. Con lágrimas en los ojos la pelirroja agradeció que la ominosa predicción de la oración roja fuese superada por las grises palabras del fantasmal mensaje de quien le había salvado.


Mientras tanto, a unas cuantas calles de allí.


Estaban aburridos, estaban hartos y solo querían pasar el rato como solían hacerlo siempre. Lamentablemente para ellos no había nadie de una “liga” adecuada que satisficiera sus patéticas necesidades, o al menos eso pensaban ellos hasta que pusieron sus ojos sobre aquel muchacho. Se notaba que el chico no era de por ahí, puesto que nadie tomaba aquel banquillo en el cual estaba sentado. Claro, nadie lo tomaba porque prácticamente era un letrero que decía: “Estoy solo asáltenme”. ¿Pero quién podría culparlo?, si la zona mala de la ciudad estaba llena de sitios que podrían tener ese mismo letrero.

Veamos que nos trajo el viento muchachos —dijo el que parecía ser el líder.

Se separaron de la pared en la que estaban y comenzaron su caminar hacia el jovencito. No tardaron mucho en llegar y hacer sombra en aquel sitio con sus enormes cuerpos típicos de los matones. De hecho todo en ellos era típico; las cicatrices, los tatuajes, el pelo rapado y aquella expresión facial exagerada. Los tres eran exactamente iguales a excepción de su color de piel.

¡Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí chicos?! —Sintio como subía su adrenalina al percibir el aire pesaroso que rodeaba a aquel muchacho de melena negra. Una cosa era molestar a un inocente, pero molestar a un inocente en estado de debilidad era algo que le excitaba de manera retorcida.

Oh, oh, es un llorón, uno de tus favoritos jefe —Profirió el más corto de luces.

A tu hermano Eddishi le encantaría encontrarse uno de estos —Admitió el que parecía estar de segundo en la cadena de mando.

¡Oh sí! —Puso su enorme bota sobre un borde de la banca y procedió a exhalar su fétido aliento hacia la figura del joven—. Dime niño ¿Tienes idea de en que te acabas de meter?
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RE: La odisea de los cautivos - por Hanamura Kazuma - 26/03/2016, 04:31


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