7/04/2016, 00:41
El chico de ojos oscuros aceptó con cierta facilidad la invitación a comer. Pronto se pusieron en marcha, antes de que la lluvia aumentara en intensidad y terminará empapándolos. Al salir del callejón siguieron calle abajo, una cuadra aproximadamente, hasta dar con el local prometido. Se trataba de un restaurante de apariencia sencilla y un poco descuidada que encajaba a la perfección con la de los edificios circundantes.
«Cielos, huele delicioso.» —Aun estando al otro lado de la calle y con la lluvia cubriéndoles, se podía percibir aquel seductor aroma de la comida recién preparada.
—Por cierto, todavía no me has dicho tu nombre —señaló, mostrando cierta curiosidad—, ni de donde sacaste esa katana. —Aquello lo había dicho con bastante más ánimo del que habría cabido esperar—. Parece… distinta. Como forjada por un material distinto al acero.
—Soy Ishimura Kazuma y esta espada es mi inseparable compañera —se limitó a decir solo lo necesario, ya que en realidad no estaba de humor para explicar detalles, y estaria igual por lo menos hasta después de comer.
Corrió a refugiarse bajo el techo de la entrada, para poder sacudirse un poco el agua antes de entrar al local. Le hizo una seña a Datsue para que le siguiera y procedió a hacer a un lado las puertas para pasar. Inmediatamente su boca se hizo agua, pues el aroma llenaba todo su ser. Antes de siquiera fijarse en si su acompañante le había seguido, una chica con un bonito uniforme le abordó.
—Bienvenidos —su sonrisa era claramente ensayada, pero no por eso menos agradable—, permítanme el ubicarles en una mesa y darles algo para que se sequen.
La jovencita de cabellos azules como el cielo, le guió hasta una de las mesas para dos personas. En cuanto Kazuma se hubo sentado, pudo ver cómo le ofrecían una toalla cálida, un gesto por el cual tendría que pagar luego, pero que en el momento fue bien recibido.
El lugar tenía un ambiente similar al de aquellos cuentos de samurais, solo que con un toque de elegancia bastante agradable, algo similar a los clubes privados. Las mesas eran recorridas por bellas jovencitas en ceñidos vestidos de seda blanca con ribetes rojos, de aquellos típicos de las regiones orientales.
«Son unos lindos qipao…»
Por primera vez en todo el día, el Ishimura sintió que podía relajarse. Dejo caer su peso sobre el respaldo mientras dejaba que el calor seco del paño le cubriera la cara. Quería terminar de secarse rápido para ordenar y comer a la brevedad. Si bien se mantenía sereno, la verdad es que tenía un hambre atronadora. Pero de todas formas tendría que esperar a que el Uchiha también se pusiera cómodo, después de todo era su acompañante en aquel sitio.
«Cielos, huele delicioso.» —Aun estando al otro lado de la calle y con la lluvia cubriéndoles, se podía percibir aquel seductor aroma de la comida recién preparada.
—Por cierto, todavía no me has dicho tu nombre —señaló, mostrando cierta curiosidad—, ni de donde sacaste esa katana. —Aquello lo había dicho con bastante más ánimo del que habría cabido esperar—. Parece… distinta. Como forjada por un material distinto al acero.
—Soy Ishimura Kazuma y esta espada es mi inseparable compañera —se limitó a decir solo lo necesario, ya que en realidad no estaba de humor para explicar detalles, y estaria igual por lo menos hasta después de comer.
Corrió a refugiarse bajo el techo de la entrada, para poder sacudirse un poco el agua antes de entrar al local. Le hizo una seña a Datsue para que le siguiera y procedió a hacer a un lado las puertas para pasar. Inmediatamente su boca se hizo agua, pues el aroma llenaba todo su ser. Antes de siquiera fijarse en si su acompañante le había seguido, una chica con un bonito uniforme le abordó.
—Bienvenidos —su sonrisa era claramente ensayada, pero no por eso menos agradable—, permítanme el ubicarles en una mesa y darles algo para que se sequen.
La jovencita de cabellos azules como el cielo, le guió hasta una de las mesas para dos personas. En cuanto Kazuma se hubo sentado, pudo ver cómo le ofrecían una toalla cálida, un gesto por el cual tendría que pagar luego, pero que en el momento fue bien recibido.
El lugar tenía un ambiente similar al de aquellos cuentos de samurais, solo que con un toque de elegancia bastante agradable, algo similar a los clubes privados. Las mesas eran recorridas por bellas jovencitas en ceñidos vestidos de seda blanca con ribetes rojos, de aquellos típicos de las regiones orientales.
«Son unos lindos qipao…»
Por primera vez en todo el día, el Ishimura sintió que podía relajarse. Dejo caer su peso sobre el respaldo mientras dejaba que el calor seco del paño le cubriera la cara. Quería terminar de secarse rápido para ordenar y comer a la brevedad. Si bien se mantenía sereno, la verdad es que tenía un hambre atronadora. Pero de todas formas tendría que esperar a que el Uchiha también se pusiera cómodo, después de todo era su acompañante en aquel sitio.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)