13/04/2016, 15:50
En definitiva, le hubiese gustado terminar su contra apuesta con unas palabras geniales y una pose desafiante, pero la capacidad de Datsue para sorprenderse y reír estaba fuera de sus cálculos. Y lo del roció de jugo que le aterrizó en el rostro tampoco era esperado.
—¡Pfffff! ¿¡Cómo dices, socio!? —Gritó Datsue, perplejo, mientras un hilillo de líquido caía por sus labios—. ¿¡Que qué…!? ¿En plena…? ¡Tú estás…! Venga ya, ¿lo dices en serio?
El de ojos grises lo miró con seriedad pero sin rastro alguno de enojo. Entonces el Uchiha llamó la atención de una de las chicas que atendían para que le llevara algo con que limpiarse a su compañero. Kazuma tomo la toalla y comenzó a limpiarse metódicamente. De más está decir que tan repentino alboroto llamó la atención de los clientes que les rodeaban, pero pronto todos volvieron a sus asuntos y dejaron de mirarles.
«Quizás he exagerado un poco con esto de la apuesta —comenzaba a ser consciente de todo lo que implicaría una derrota en aquel juego de azar—. Además de que parece ser demasiado para él.»
—Kazuma, ya perdí mi honor en el primer combate del Torneo —confesó, alicaído—. ¿Y sabes qué? ¡No lo echo en falta! —El falso abatimiento se transformó en una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Pues claro que acepto, coño! ¡CON DOS COJONES!
—¡Bien! Entonces que así sea y que lo único que nos salve de la vergüenza pública sea la derrota de nuestras amigas —tan malévolo como pudo sonar aquello, el de blancos cabellos le devolvió la sonrisa a su socio de apuestas—. ¡Cielos! Una batalla de damiselas y una apuesta de gran repercusión… ¡Ahora sí que será una final para recordar!
Pero el Ishimura había obviado hacer mención respecto a la tercera opción, quizás porque solo tenía dos manos para alzar en gesto dramático. Lo cierto era que la apuesta estaba sellada, por así decirlo, pero no habían hablado qué pasaría si se presentaba un empate. De cierta manera se podría decir que ambas perdieron, o que ambas ganaron. En el primer caso los dos jóvenes apostadores salvaría la poca vergüenza que les quedaba, pero en el segundo ambos tendrían que entregar la flor prometida.
«Creo que lo justo sería mencionarlo… —Dispuso en su mente los pros y los contra de aquello—. No, estoy seguro de que ya lo pensó y al igual que yo ha guardado silencio por una razón —sonrió para sus adentros y colocó a un lado el paño sucio—. Después de todo… Tener un factor desconocido y un componente implícito solo hace que el juego se haga más interesante.
Entre tanto, los aperitivos ahora cubiertos de jugo, fueron retirados y la mesa acomodada. Un grupo formado por cuatro jovencitas se acercó llevando variedad de bandejas. Inmediatamente el Ishimura supo que se trataba de lo que habían ordenado. Se le hacía difícil esperar mientras ponían cada cuchillo y cada tenedor, cada servilleta y cada plato. Pero aquello definitivamente valió la pena cuando los domos plateados de aquellas bandejas comenzaron a levantarse uno tras otro.
«Se ve mucho mejor de lo que había imaginado. El aroma, es tan delirante y la presentación tan provocativa.» —Juzgo mientras sus platos seleccionados hacían acto de presencia.
Le sirvieron una copa con agua y otra con vino. Tomó la primera y humedeció su paladar, preparándose para el banquete que habría de darse.
—¡Pfffff! ¿¡Cómo dices, socio!? —Gritó Datsue, perplejo, mientras un hilillo de líquido caía por sus labios—. ¿¡Que qué…!? ¿En plena…? ¡Tú estás…! Venga ya, ¿lo dices en serio?
El de ojos grises lo miró con seriedad pero sin rastro alguno de enojo. Entonces el Uchiha llamó la atención de una de las chicas que atendían para que le llevara algo con que limpiarse a su compañero. Kazuma tomo la toalla y comenzó a limpiarse metódicamente. De más está decir que tan repentino alboroto llamó la atención de los clientes que les rodeaban, pero pronto todos volvieron a sus asuntos y dejaron de mirarles.
«Quizás he exagerado un poco con esto de la apuesta —comenzaba a ser consciente de todo lo que implicaría una derrota en aquel juego de azar—. Además de que parece ser demasiado para él.»
—Kazuma, ya perdí mi honor en el primer combate del Torneo —confesó, alicaído—. ¿Y sabes qué? ¡No lo echo en falta! —El falso abatimiento se transformó en una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Pues claro que acepto, coño! ¡CON DOS COJONES!
—¡Bien! Entonces que así sea y que lo único que nos salve de la vergüenza pública sea la derrota de nuestras amigas —tan malévolo como pudo sonar aquello, el de blancos cabellos le devolvió la sonrisa a su socio de apuestas—. ¡Cielos! Una batalla de damiselas y una apuesta de gran repercusión… ¡Ahora sí que será una final para recordar!
Pero el Ishimura había obviado hacer mención respecto a la tercera opción, quizás porque solo tenía dos manos para alzar en gesto dramático. Lo cierto era que la apuesta estaba sellada, por así decirlo, pero no habían hablado qué pasaría si se presentaba un empate. De cierta manera se podría decir que ambas perdieron, o que ambas ganaron. En el primer caso los dos jóvenes apostadores salvaría la poca vergüenza que les quedaba, pero en el segundo ambos tendrían que entregar la flor prometida.
«Creo que lo justo sería mencionarlo… —Dispuso en su mente los pros y los contra de aquello—. No, estoy seguro de que ya lo pensó y al igual que yo ha guardado silencio por una razón —sonrió para sus adentros y colocó a un lado el paño sucio—. Después de todo… Tener un factor desconocido y un componente implícito solo hace que el juego se haga más interesante.
Entre tanto, los aperitivos ahora cubiertos de jugo, fueron retirados y la mesa acomodada. Un grupo formado por cuatro jovencitas se acercó llevando variedad de bandejas. Inmediatamente el Ishimura supo que se trataba de lo que habían ordenado. Se le hacía difícil esperar mientras ponían cada cuchillo y cada tenedor, cada servilleta y cada plato. Pero aquello definitivamente valió la pena cuando los domos plateados de aquellas bandejas comenzaron a levantarse uno tras otro.
«Se ve mucho mejor de lo que había imaginado. El aroma, es tan delirante y la presentación tan provocativa.» —Juzgo mientras sus platos seleccionados hacían acto de presencia.
Le sirvieron una copa con agua y otra con vino. Tomó la primera y humedeció su paladar, preparándose para el banquete que habría de darse.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)